1 METODOLOGIA Y PRACTICA CATEQUISTICA “Yo soy, el que habla contigo” ( Jn, 4,26 ) La pedagogía de Dios, fuente y modelo de la pedagogía de fe. (D.C.G 139-142) La salvación de la persona, que es el fin de la revelación, se manifiesta también como fruto de una original y eficaz “pedagogía de Dios” a lo largo de la historia. La Sagrada Escritura nos presenta a Dios como padre misericordioso, un maestro, un sabio que toma a su cargo la persona (individuo y comunidad) en las condiciones en que se encuentra, la libera de los vínculos del mal, la atrae hacia si con lazos de amor, la hace crecer progresiva y pacientemente hacia la madurez de hijo libre, fiel y obediente a su palabra. Dios transforma los acontecimientos de la vida de su pueblo en lecciones de sabiduría adaptándose a las diversas edades y situaciones de vida, lo corrige recordándole el premio y el castigo, convierte en formativas las mismas pruebas y sufrimientos. En realidad, favorecer el encuentro de una persona con Dios, que es tarea del catequista, significa poner en el centro y hacer propia la relación que Dios tiene con la persona y dejarse guiar por El. La pedagogía de Cristo Llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió a la humanidad a su Hijo Jesucristo. El entregó al mundo el don supremo de la salvación, realizando su misión redentora a través de un proceso que continuaba la “pedagogía de Dios”. Con palabras, signos, obras, los apóstoles tuvieron la experiencia directa de los rasgos de esta pedagogía, consignándolos después en los Evangelios: la acogida del otro, en especial del pobre, del pequeño, del pecador como persona amada y buscada por Dios, el anuncio genuino del Reino de Dios como buena noticia de la verdad y de la misericordia del Padre, un estilo de amor tierno y fuerte que libera del mal y promueve la vida, la invitación apremiante a un modo de vivir sostenido por la fe en Dios, la esperanza en el Reino y la caridad hacia el prójimo, el empleo de los recursos propios de la comunicación interpersonal, como la palabra, el silencio, la metáfora, la imagen, etc. Cristo les enseña la pedagogía de la fe en la medida en que comparten plenamente su misión y su destino. La pedagogía de la Iglesia La Iglesia vive su misión en continuidad visible y actual con la pedagogía del Padre y del Hijo. Esta es la razón fundamental por la que la comunidad cristiana es en sí misma catequesis viviente : anuncia, celebra, vive y permanece siempre como el espacio vital indispensable y primario de la catequesis. 2 La Iglesia ha generado a lo largo de los siglos un incontable patrimonio de pedagogía de la fe: sobre todo el testimonio de catequistas santos, el catecumenado, los catecismos, los itinerarios de vida cristiana, expresiones culturales de fe, instituciones y servicios de la catequesis. La pedagogía divina, acción del Espíritu Santo en todo cristiano Gracias al don del Espíritu Santo enviado por Cristo, el discípulo crece como su Maestro, “en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres” y es ayudado para que se desarrolle en él “la acción divina”, recibida, mediante la catequesis y las aportaciones de la ciencia y de la experiencia. El catequista debe ayudar a alcanzar esta meta, pero no se puede ser maestro y pedagogo de la fe de otros, si no se es discípulo convencido y fiel de Cristo en su Iglesia. Pedagogía divina y catequesis (D.C.G 143 – 145) De este modo la catequesis: Es una pedagogía que se inserta y sirve al “diálogo de la salvación” entre Dios y la persona, poniendo de relieve el destino universal de la salvación. Subraya la iniciativa divina, la gratuidad, y el respeto por la libertad y con respecto a la persona pone en evidencia la dignidad del don recibido y la exigencia de crecer en El. Acepta el principio progresivo del carácter de la Revelación, de la trascendencia y del carácter misterioso de la Palabra de Dios, así como su adaptación a las diversas culturas. Reconoce la centralidad de Jesucristo, es “pedagogía de la Encarnación” por lo que el Evangelio se propone siempre para y en la vida de las personas. Reconoce el valor de la experiencia comunitaria de la fe. (Eclesial) Es una relación interpersonal (Dialogal) Se hace pedagogía de signos (Litúrgica). Es compromiso permanente y testimonio del Espíritu Santo, fuente del inagotable amor divino ya que este amor es la última razón de la revelación. La catequesis se configura de este modo como proceso, o itinerario, o camino del seguimiento del Cristo del Evangelio en el Espíritu hacia el Padre, emprendido con vistas a alcanzar la madurez en la fe, según la medida del don de Cristo y las posibilidades y necesidades de cada uno. Pedagogía original de la fe 3 La catequesis, que es por tanto pedagogía en acto de la fe. El diálogo de Dios con el hombre y el deseo de este de Dios, hacen que la catequesis sea eco incansable de este diálogo. (Acto de fe). Objetivos que inspiran las opciones metodológicas Promover una progresiva y coherente síntesis entre la adhesión plena del hombre a Dios (fides qua) y los contenidos del mensaje cristiano (fides quae) Desarrollar todas las dimensiones de la fe, conocida, celebrada, vivida y hecha oración. Impulsar a la persona por entero, inteligencia, voluntad, corazón y memoria, libremente a Dios. Ayudar a la persona a discernir la vocación a la que el Señor la llama. Fidelidad a Dios y fidelidad a la persona Jesucristo constituye la perfecta relación de Dios con el hombre y del hombre con Dios. De El recibe la pedagogía de la fe “una ley fundamental para toda la vida de la Iglesia” (y por lo tanto para la catequesis): la fidelidad a Dios y al hombre, en una misma actitud de amor. Por eso, será auténtica aquella catequesis que ayude a percibir la acción de Dios a lo largo de todo el camino educativo, favoreciendo un clima de escucha, de acción de gracias y de oración y que a la vez propicie la respuesta libre de la persona, promoviendo la participación activa de los catequizando. LA ORACION INTERIOR Siendo la oración un don, se recibe de lo Alto. 4 Dios mismo es el que sale al encuentro de la persona, cualquier sujeto que reciba, acepte, se abra, o al menos desee recibir, aceptar o abrirse a este encuentro personal, está haciendo oración. Para que este encuentro se realice, es necesario que la persona haga silencio. Dos tipos de silencio: 1. Silencio pasivo, físico o externo. Es el silencio del entorno físico, del ambiente, consiste en la ausencia de sonidos. 2. Silencio activo, interno o silencio espiritual. Se logra con la participación personal, busca colocar todos los sentidos espirituales en actitud receptiva, de escucha, se busca pasar de lo concreto a la disponibilidad de lo Absoluto, a Dios, a quien no ven…pero sienten en su interior. Este silencio es una de las expresiones privilegiadas del amor. SIN SILENCIO NO HAY ORACION, PERO SIN ORACION NO TIENE SENTIDO EL SILENCIO Toda iniciación al silencio es un camino de iniciación a la oración, siempre debe acabar, más tarde o más temprano, en un encuentro personal con Dios. Rezar no será otra cosa entonces, que peregrinar cada día al santuario interior, para unirte a la oración del Espíritu Santo que quiere fusionarnos en el amor recíproco del Padre y del Hijo. Este “santuario interior” se ubica en lo profundo del ser, en el corazón. Toda persona tiene una determinada estructura, si se pudiese graficar sería así: 5 Cuerpo: es la zona de nuestros órganos, miembros, sentidos, que nos permiten relacionarnos con el mundo exterior. Afectividad: es la zona del mundo emotivo, gozos, penas, simpatías, antipatías. Mente: como inteligencia, pensamiento, recuerdo, imaginación, etc, radican en esta zona. Trasfondo: es la zona más profunda de nuestro ser, la más espiritual. Esta zona en lenguaje psicológico se llama trasfondo, en lenguaje bíblico se llama corazón, Templo del Espíritu Santo, y en teología alma, celda, morada. La persona que no llega a entrar ahí es superficial, no tiene interioridad ni sabiduría, vive afuera, es esclavo de su cuerpo, de sus afectos, de sus pensamientos, es inestable, irreligioso, no puede orar, vive cerrado a la gracia de Dios. Pero este trasfondo puede ser transformado, y de hecho lo es, por el Espíritu Santo, que habita en él desde el bautismo, con la sola conciencia de esto y con el deseo de dejarlo actuar, este Espíritu puede sanar, renovar, curar, transformar este “yo herido”, este “corazón herido”, esta “alma herida”, haciéndonos recuperar la gracia perdida y nos capacita para entrar en comunión de amor con la Trinidad. Pablo VI dice al respecto: “El punto de encuentro esencial con el misterio religioso, con Dios, está dentro de nosotros mismos, está en la celda interior de nuestro espíritu, está en aquella actividad personal que llamamos oración”. Entonces la estructura personal, luego de aceptar, libre y voluntariamente, la gracia santificante, se podría graficar así: Ahí, a la transformación de este trasfondo debe apuntar la catequesis. 6 ESQUEMA BÁSICO DE UN ENCUENTRO CATEQUÍSTICO Debemos dividir u organizar el encuentro catequístico en los siguientes pasos o momentos: Desarrollemos brevemente cada momento: 7 I.A) Motivación: Consiste en despertar el interés por el tema o cuestión a tratar. Es por un lado un proceso externo a la persona; se la puede motivar suscitando el interés con dinámicas, juegos, música, textos, etc, que el catequista puede proponer, y a la vez es interna, puesto que debe llegar al corazón, a movilizar emociones, sentimientos, afectos profundos, debe en pocas palabras, abrir el corazón para poder recibir mejor el mensaje. Tiene 3 finalidades: Hacer que aflore la situación de vida. Despertar el interés Evitar la dispersión y la desconcentración I.B) Presentación del tema Es el momento de la profundización e iluminación del tema catequístico que se vaya a tratar, se presenta aquí y se explica el contenido de fe correspondiente al tema del encuentro, pocas ideas centrales, claras, simples y bien explicadas, que abarquen el contenido esencial de la fe con respecto al tema en cuestión, hay que procurar gran fidelidad al mensaje evangélico, sin miedos ni exageraciones, con realismo, sencillez y exactitud. II.A) Lectura del texto bíblico: Debe hacerse con solemnidad, es Dios quien dirige su Palabra, por lo tanto el lector debe ser de buena dicción, claro, y que lea con calma y sin prisa. Siempre se deben procurar textos cortos, o bien sintetizarlos en cuanto a los versículos. Se deben leer de la Sagrada Escritura. II.B) Oración: La oración personal y comunitaria constituyen el corazón del encuentro catequístico. La actitud del catequista es fundamental, la postura, los gestos, el ambiente, para jerarquizarla como corresponde hay que educar el sentido del gesto religioso: la voz, la posición, los cantos. Siempre se debe hacer tomar conciencia de lo que se va a realizar: orar es entrar en la presencia de Dios, es un encuentro personal con el Señor mismo. Esto es fundamental, es la oración personal que va transformando el trasfondo. Puede terminarse con un Padre Nuestro u otra oración en comunidad. III.A) Actividades de expresión de fe: deben ser una forma de revivir lo que se acaba de vivenciar catequísticamente. El objetivo de estas actividades no es la realización técnicamente perfecta de la propuesta, sino que ellas surjan del momento y/o 8 experiencia que se acaba de vivir y condigan con la realidad cotidiana de la persona que hizo la vivencia. Se deben manifestar desde la fe, en relación con Dios, con los demás, con el mundo que lo rodea o con él mismo. Pueden ser de comunicación visual (dibujos), sonora (música, cantos), corporales (gestos, signos, oraciones). III:B): Actividades para compartir en familia: también podemos llamarlas “compromisos de vida”. Es valioso que se transformen en disparadores para que otros miembros de la familia puedan compartir o transmitir sus propias experiencias de fe, generando un diálogo franco. Los Objetivos: Deben sintetizar lo que se desea lograr en el encuentro, pueden apuntar o no al conocimiento (cognitivos), a los afectos (afectivos) , pero nunca deben dejar de apuntar a la voluntad (volitivos). Ahí está el centro, tampoco debemos buscar puro voluntarismo, sino que a través de los objetivos, debemos buscar el cambio de la conducta, la transformación del trasfondo, es decir: la conversión del corazón. La Evaluación: siempre debe existir, y lo que se evalúan son los objetivos, no los catequizandos, es decir, si se cumplieron o no los objetivos propuestos a lo largo del encuentro, obviamente que lo podremos evaluar a través de la observación de las personas que compartieron el encuentro. Conclusiones A pesar del método, que obviamente puede ayudar, lo más importante sigue siendo la transmisión de la experiencia testimonial del catequista. Cada encuentro debe ser orado frente al Señor, para que nos conceda la gracia de abrir los corazones de los catequizandos e ilumine los nuestros. El catequista es el dedo que señala a Jesús para que otros lo vean, nunca debe interferir en el encuentro personal, menos aún, ser obstáculo para la gracia que Dios quiere otorgar. Debemos tener la certeza que “jamás” podremos juzgar el éxito o el fracaso de un encuentro, solo Dios puede hacerlo. El catequista ejerce un ministerio de la Iglesia, por lo tanto “siempre” habla en nombre de ella, nunca en el suyo propio. El mejor catequista es quien tenga mayor docilidad y obediencia al Espíritu Santo, y se ofrezca como instrumento, dejando de lado los personalismos e individualismos. 9 Bibliografía Directorio Catequístico General. Conferencia Episcopal Argentina. Bs. As. 1997 ¿Cómo hacer oración? P. Gregorio Rodriguez C.P.C.R. Chile. 1999. Metodología Catequística. Luis M. Benavides. Ed. Bonum. Bs. As. 1997.