Lectio divina quotidiana

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Lectio divina diaria
P. Amedeo Cencini fdcc
« Orígenes nos recuerda con entusiasmo que, en la lectura orante de la Escritura y en el compromiso
coherente de la vida, la Iglesia siempre se renueva y rejuvenece. Os invito a acoger su enseñanza.
Que la lectura orante de la Palabra de Dios alimente vuestra fe e ilumine vuestras elecciones de cada día ».
Benedicto XVI,
Audiencia general del miércoles
25 de abril de 2007
Lectio divina diaria .......................................................................................................................... 1
1- Lectio matutina ........................................................................................................................... 2
¿Lectio… extraordinaria? ............................................................................................. 2
Cada día, cada mañana ................................................................................................. 2
Los buenos días de Dios............................................................................................... 2
2- Lectio divina ............................................................................................................................... 3
Teofanía y antropofanía ............................................................................................... 3
Como María ................................................................................................................. 3
Palabra del día y « día que hizo el Señor » .................................................................. 4
3- Lectio continua ............................................................................................................................ 5
La lectio en el día ......................................................................................................... 5
La Palabra fecundada por los acontecimientos ............................................................ 5
Guardar la Palabra ........................................................................................................ 6
Permanecer en la Palabra ............................................................................................. 6
Apostar por la Palabra .................................................................................................. 7
Cumplir la Palabra ....................................................................................................... 7
4- Lectio vespertina (o nocturna) .................................................................................................... 8
Contemplación reconocida ........................................................................................... 8
« Buenas noches, Dios mío » ....................................................................................... 8
Paz y descanso ............................................................................................................. 9
Verificación frente a la Palabra .................................................................................... 9
2
Hoy se habla mucho de lectio divina, quizá más de lo que se la practica diaria y realmente. Queremos ofrecer en estas páginas algunas sugerencias sencillas sobre este tema, y, sobre todo, sobre el
concepto y la metodología de esta oración que abre cada día nuestra vida de apóstoles y consagrados, oración que la tradición nos ha transmitido y que la espiritualidad moderna no hace más que
recomendar a todo creyente, ¡y cuánto más a un consagrado!
La estudiaremos a la luz de cuatro características : lectio matutina, divina, contínua, vespertina (o
nocturna).
1- Lectio matutina
La madurez espiritual, o sintonía con los deseos de Dios, nace y crece cada día precisamente a través de la lectura por excelencia del creyente, es decir, por las Sagradas Escrituras, y, especialmente,
a través de la lectura de la Palabra del día. El creyente no debería tener otra fuente, otra escuela,
otro contenido, otro maestro, otro ritmo diario y matinal.
 ¿Lectio… extraordinaria?
Quizá no sea muy original afirmar que la lectio ha entrado a formar parte de la cultura del creyente,
a partir del movimiento de vuelta hacia la centralidad de la Palabra a partir del Concilio, y que, sin
lugar a dudas, es uno de sus mejores frutos. Y se tiene, por tanto, la impresión de que aún existe
cierta dificultad para comprender su profunda naturaleza, más allá de ver en ella una práctica piadosa más o menos facultativa. La meditación de la Palabra es lo que abre normalmente la jornada del
creyente y del discípulo, que es precisamente tal porque cree en la Palabra, se alimenta de ella y solamente de ella, según el menú preparado por el Padre cada día. Pues, la Palabra del día es de la que
todos los creyentes de la Iglesia Universal están invitados a alimentarse. La naturaleza y función de
la Palabra del día es la de abrir y acompañar la jornada, como si se constituyera en el soplo secreto
y regular, el punto de referencia de cada día de la vida, sin excepción alguna, y sin tener ningún
vínculo esencial con un ministerio, con la catequesis, la predicación o el estudio personal, pues sería
una utilización interesada, por decirlo de algún modo.
 Cada día, cada mañana
Por esta razón, la lectio no puede ser algo especial que debe hacerse una vez por semana, por el
contrario, se constituye en lo que da el ritmo a cada día, en lo que le da unidad y medida, lo que le
lleva alrededor de un centro que le confía un deber, lo que no puede faltar de ningún modo y que está sabiamente situado en el comienzo del día. De hecho, cada vocación, es matinal1 : antes de que
me despierte para comenzar el ritmo de las actividades cotidianas, ella ha puesto ya manos a la
obra, pensada y pronunciada por el Eterno, alta y luminosa como el sol cuando se levanta para iluminar el día que comienza.
Así es la Palabra del día : es matinal por naturaleza, porque contiene y despierta la vocación de
aquel que la lee, porque no solamente ordena la jornada, sino que está presente durante toda ella, en
mi agenda, en medio de la multitud de pensamientos que agitan mi espíritu desde el momento en el
que me despierto, pretendiendo todos ponerse en el primer lugar, y que tienen a menudo el poder de
hacer llegar las preocupaciones ; y, al mismo tiempo, la Palabra de hoy es la que da sentido y ordena lo que haré durante todo el día, dando inteligencia a mi ser y atención a mi actuar.
 Los buenos días de Dios
La Palabra del día son los buenos días de Dios en mi despertar, como un mensaje puntual y siempre
nuevo, que no cesa de transmitir, día tras día, su plan de amor ; por esto, porque no puede ser sino
una lectio amorosa, es por lo que, sobre todo en la lectio matinal, pierdo la clave de la lectura de
mi persona, como si fuera estúpido o ignorante : el día se anuncia vacío y privado de sentido, las
1
Cfr. Nuevas vocaciones para una nueva Europa, 26 a) Obra Pontificia para las vocaciones eclesiásticas, Roma, 6 de enero de 1998.
3
ocupaciones se convierten en dispersantes, las relaciones humanas en superficiales o ambiguas, los
imprevistos en una ruptura que rompe el ritmo que yo pretendo dar a mi tiempo, mientras que la agitación nerviosa ante tantas cosas por hacer se hace fuerte y suprime la apacible alegría (como en casa de Marta), y después, como ocurre con tanta frecuencia, tengo que correr y no puedo perder el
tiempo haciendo la meditación... ¡Yo ya no soy un novicio!
Qué tristeza cuando la meditación se convierte en una simple práctica de piedad o en una obligación
de la disciplina regular, y dejar de experimentarse como don, como un don de Dios que me ilumina,
como ordo o regla de vida que organiza mi jornada, como palabra llena de autoridad que me asigna
un deber que cumplir durante el día, como gesto afectuoso de alguien que cuida de mi, como amor
previsor que mantiene su presencia en todas mis citas, oasis que apacigua mi precipitación y calma
mis ansiedades…
2- Lectio divina
La lectio se llama divina precisamente porque es Dios el autor de esta palabra, es Dios quien mi habla a través de ella, es el Eterno el que la ha inspirado – no un Dios lejano en el tiempo, sino el que
me dirige esta palabra en el día de hoy y « i el Espíritu ha inspirado a Isaías, este mismo Espíritu ha
elegido también el momento y el versículo sobre el que estoy deteniéndome (…) para socorrerme y
concederme una segunda inspiración » 2; y si Dios es el sujeto de la Palabra también es el objeto :
es Dios quien me habla de él, me desvela el misterio, siempre según su pedagogía llena de sabiduría
que tiene en cuenta mi limitada capacidad, descubriéndome un nuevo aspecto cada día, que responde a mis necesidades reales del momento – que Él conoce mucho mejor que yo -, la « ración del
día » (Ex 16, 4) como fue el maná en su tiempo, y que responde también a las peticiones de mi corazón en este día concreto de mi existencia, las que el mismo Dios ha depositado en mí y que solo
Él conoce.
 Teofanía y antropofanía
Y no solamente Dios me habla de él, sino también de mi ; no es solo una teofanía que actúa en mi
día de creyente y de discípulo de la Palabra, sino una antropofanía a través de la cual el Padre y
Creador me desvela paulatinamente mi identidad personal, mi vocación, como hacíamos alusión
más arriba, lo que estoy llamado a ser conforme la imagen de su Hijo, teniendo sus mismos sentimientos. Y esta revelación se sitúa en el hoy, es decir, me dice lo que el Señor me da y me pide en
este día. Por decirlo de alguna manera, me indica mi deber en este día que va a comenzar, deber que
podré acoger y llevar a su fin solamente si lo acepto de sus manos, en un diálogo de amor tal que es
y debe ser la meditación de la mañana.
Y lo que es extraño y misterioso es que, en cierto modo, coincidan las dos revelaciones, ya que mi
identidad está, por así decir, en consonancia con la de Dios, porque en esta Palabra que me habla de
Dios, estoy también invitado a acoger mi vocación, mi forma de asemejarme a él, mi proyecto existencial, mi nombre oculto en el suyo. Precisamente porque ella viene de Dios y habla del Dios
eterno e inmutable, la Palabra del día habla también de mí en el hoy de mi vida. Y, por tanto, es
preciso acogerla en el silencio de las palabras humanas, en el recogimiento interior con el que nos
aproximamos al misterio, como el que se prepara a recibir un tesoro que se le va a poner en las manos, maravillado porque conoce la actuación de Dios y acostumbrado a sus sorpresas, a las que no
se acostumbra jamás. En una palabra, hay que acogerla en una actitud típicamente mariana.
 Como María
La Palabra del día viene a mi encuentro como el ángel que se apareció a María el día de la Anunciación, y María es la imagen del creyente auténtico que acoge como discípulo la Palabra, con todo su
misterio, con el miedo y el temblor del que tiene conciencia de encontrarse en presencia de Dios, en
2
J.GUITTON : El trabajo intelectual, 89.
4
presencia de una Palabra que es dulce a la boca y amarga en las entrañas (cf Ap 10, 9), pero también
en presencia de un proyecto cuyo autor es Dios, y que, por tanto, será llevado a término por el
mismo Dios.
En el mosaico de P. Rupnik, en la capilla de la “Casa incontri cristiani” de los padres Dehonianos
en Capiamo, la escena de la Anunciación trata de subrayar este temblor humano que se abre enseguida a la confianza, porque está iluminado por la certeza de que se trata de una iniciativa divina.
De hecho, María da la espalda al ángel que le está hablando y mira al otro lado, toda pensativa. El
ángel la protege tiernamente y extiende su ala como para envolverla, agarrando este ala para no hacer ruido y provocar el pavor que turbaría a María aún más. ¡Gesto de infinita dulzura! María, en
este momento, deja caer su mano, pero, al mismo tiempo, la abre. Aún encontramos turbación, pero
aparece un gesto de disponibilidad. Ella no comprende - ¿cómo puede ser ? – pero se da cuenta que
es el Señor y esto es suficiente : « He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra ».
Este He aquí la esclava es el He aquí que vengo de Jesús que encontramos en Hechos 10, 9. El
Verbo que llama a su puerta3.
 Palabra del día y « día que hizo el Señor »
¿Cómo puede convertirse una jornada en « el día que hizo el Señor » (Ps. 117, 24, como canta la liturgia el día de Pascua), puesta en práctica por él para llevar a cabo la salvación a través de una
criatura llamada y formada para esto, sino partiendo de la Palabra, acogida en actitud típicamente
mariana ? Es solamente entonces cuando esta jornada cualquiera, ordinaria, es rescatada de la posible banalidad de los días que pasan, uno tras otro, sin dejar huella, y que se anuncia como un día de
formación permanente.
Esto es posible gracias a la actitud del que acoge y lee la Palabra como lectio divina, no humana,
con todo lo que esto significa e implica en la práctica para la conciencia del creyente. Es Dios quien
me concede una cita, y no soy yo el que cumple con una obligación o elige hacer algo bueno, pero,
en fin de cuentas, facultativo, que puedo permitirme hacer cuando lo deseo, cuando encuentro un
texto que me gusta o que elijo (o, peor aún, que encuentro al abrir la Biblia al azar), o que hago
mientras estoy en el tiempo de formación inicial, puesto que está previsto en el horario, cuando tengo tiempo y, quizá, colocándola al final del día, en un momento que le puedo « conceder » (¡con
todas las cosas que tengo que hacer...!)
No se trata de ser moralista (generalmente, este no es el problema de hoy en día) sino de comprender, una vez más, que estamos ante un don que anticipa la actuación humana, que la iniciativa viene
de Dios, el Padre Maestro de mi formación permanente, que se alegra de estar conmigo, que cada
día pone las manos a la obra en su proyecto y me llama proponiéndome dar un paso más, una meta
nueva, definida por él y por su Palabra, que, precisamente para mi formación, tiene cada día un punto preciso de referencia y no regresa vacía – y yo no corro el riesgo de convertirme en un hermoso
ignorante – (¡cuánto analfabetismo bíblico-teológico existe entre los consagrados!)4.
¿Cómo podría no tener en cuenta esta invitación, minusvalorarla y tratarla con suficiencia, o pensar
que mi camino de creyente puede tener otros puntos de referencia fuera de su Palabra, en la que he
sido creado, pensado, amado, tanto yo mismo como todas las cosas?
3
Cf L.GUCCINI, Mirarán al que trasparon, pp.13-14.
En el 4º Congreso de la Iglesia italiana que tuvo lugar en Verona, el monje Mosconi ha invitado, sobre todo a los sacerdotes y consagrados, a interrogarse, 40 años después del Concilio : « Este tiempo – que para la Biblia representa una generación – ¿hasta qué
punto se ha preocupado y transformado por la Palabra? ¿Qué hemos hecho de la Palabra? » (F. Mosconi, Meditación, en “Avvenire”,
18.X.2006, p.10).
4
5
3- Lectio continua
En las dos partes anteriores hemos hablado sobre todo de nuestro conocimiento (y formación) diaria, ahora vamos a indicar el método que nos llevará a nuestro objetivo de conocimiento y de formación.
 La lectio en el día
La lectio es denominada contínua cuando se sigue, de forma regular el mismo libro de la escritura,
sin interrumpir la lectura ni saltar un parágrafo. Pero no es este el sentido que queremos dar ahora a
esta expresión : diremos que la lectio es contínua cuando la meditación matinal de la Palabra del día
continua toda la jornada, es decir, cuando la Palabra que abre la jornada la acompaña en su desarrollo, momento a momento, hasta la noche, cumpliéndose, de algún modo, en ella.
En el fondo, es por este motivo por lo que la Palabra ha sido pronunciada por Dios, no para ser simplemente un consuelo del piadoso lector, sino para encarnarse en la historia, en la pequeña historia
de cada uno de nosotros, y realizar la salvación. Por otra parte, nos parecemos al terreno pedregoso
del que habla Jesús, a los que escuchan la Palabra al principio con entusiasmo y germina la semilla,
para dejarla secar después (cf. Lc 8, 6.13). La primera adhesión matinal no es suficiente.
 La Palabra fecundada por los acontecimientos
Esta Palabra, como dice el Profeta (Is 55, 10-11), no regresa al Padre tal como ha salido de su boca,
sino enriquecida por lo que ha obrado en el corazón del creyente. Sin embargo, esto no sucederá
más que cuando la jornada del creyente, es decir, su vida, su persona, sus afectos, sus relaciones, y
hasta sus fracasos y decepciones..., en una palabra, todo, la ponga en el centro, como María, que
cada día da a luz una palabra de Dios siempre nueva.
Es el esquema rigurosamente bíblico de la Palabra fecundada por los acontecimientos. La Palabra
del día es semilla divina, sembrada por Dios en la tierra de nuestra jornada : solo el encuentro entre
los dos elementos permitirá a la Palabra desarrollarse plenamente, ser comprendida en toda su riqueza, cumplirse de manera siempre nueva e inédita para la salvación. Este cumplimiento, y todas
las fases que conducen a él, es nuestra formación permanente ordinaria.
De hecho, ¿par qué sirve una meditación cuidada y conducida según las antiguas y modernas reglas
de la lectio, si queda confinada a un espacio riguroso? ¿ Para qué meditar, siguiendo con orden y
pulcritud las etapas de lectio, meditatio, oratio, contemplatio, discretio…, si esto no se continúa
después a lo largo del día ? ¿Cómo se puede hablar de unidad de vida alrededor de la Palabra si el
creyente no encuentra el modo de continuar en sus actividades diarias su relación con esta Palabra?
Este sería como uno que se alimenta, quizá abundantemente (de la Palabra), pero que después no se
mueve (=no hace circular la Palabra a lo largo del día). Hay en nosotros una cierta abundancia de
conocimientos sobre la Palabra, pero con pocas consecuencias e implicaciones existenciales ; y la
Palabra se queda estéril en un discípulo estéril, que, quizá, no va a recordar durante el día que la Palabra ha sido en este día una llamada de atención...
Creo que aquí encontramos uno de los límites de la interpretación actual de la lectio, que termina
por relegar el encuentro con la Palabra a un único momento en el día, por muy digno que haya sido.
Visto así, es una interpretación reductiva y débil, que hace de la lectio una práctica de piedad cualquiera y no resalta la centralidad absoluta de la Palabra en la vida del discípulo, sino que se convierte solamente en teoría o en información para su cabeza erudita (en el mejor de los casos). Para la vida tan dinámica y compleja del apóstol canosiano5 de hoy en día, es fundamental clarificar este punto que constituye, en buena parte, lo que llamamos formación permanente ordinaria, diaria.
5
Instituto de los Hijos de la caridad (llamados Canosianos) y de las Hijas de la caridad (Canosianas), fondado en el siglo XIX en Italia por Madeleine de Canossa, al servidio de los pobres (enseñanza, evangelización, asistencia).
6
El contacto matinal con la Palabra del día es indispensable, pero no podemos pretender haber agotado en este momento toda la relación con la Palabra. Se trata solamente del primer contacto, destinado a marcar la jornada y a continuar, de forma cada vez más intensa y articulada, en plan de la
jornada. ¿De qué manera?
Con algunos puntos de atención metodológicos concernientes tanto al momento específico de la
meditación como al posterior desarrollo del día.
 Guardar la Palabra
Es importante, sobre todo, que el lector deje la lectura de la mañana llevando consigo una Palabra,
un verso, una escena o imagen precisa..., aquello en lo que sienta que se concentra el don y la llamada del Señor para este día. En efecto, dice Bossuet que, cuando se medita y se encuentra una
verdad importante para uno mismo, es importante detenerse y no pasar de una idea a otra, de una
verdad a otra : « detente en una, estréchala hasta que penetre en ti ; une a ella tu corazón, extrae, por
así decir, toda la sustancia a fuerza apresarla con tu atención » 6. La meditación de la mañana es más
el momento de la acogida que el de la comprensión, momento en que dejo la Palabra entrar en mi
corazón, para ser allí guardada y conservada a lo largo del día como un tesoro, aunque yo no la haya comprendido en todas sus dimensiones (es la escucha virginal del que, como María, no hace violencia a la Palabra, ni siquiera para comprenderla o para comprenderla enseguida – cf. Lc 2, 19.51).
La Palabra, guardada de esta forma, representa un papel cada vez más activo en la vida del creyente,
llegando a ser su guardián : « Si conserva y guardas la Palabra..., de forma que descienda a lo más
profundo de tu alma y pase a tus afectos y costumbres..., sin ninguna duda, tú también serás guardado por ella », dice san Bernardo. Aquí es cuando comienza la lectio en el día, o durante el día.
 Permanecer en la Palabra
Esta misma Palabra conservada-guardada tiene que concretizarse durante el día siendo la raíz de
cada gesto y pensamiento, sentimiento y deseo... de manera que todo en el ser y actuar de la persona
encuentre aquí su fuente y su fuerza, como si estuviera injertada en esta palabra, tal y como lo está
el sarmiento unido a la vid (cf. Jn 15), como si en todo instante el creyente diera la palabra a Jesús,
fiándose del evangelio y yendo más allá del mero sentido humano, o de sus conjeturas personales.
Así nace la familiaridad profunda y apasionada con la Escritura, mientras que la Palabra « permanece » en el corazón y en el espíritu, y es precisamente esta relación constante y vital entre la Palabra
del día y el creyente lo que da lugar lentamente al proceso de encarnación de la Palabra en la vida
del discípulo, haciendo cada vez más comprensible el misterio.
La formación permanente inicia y es el fruto de este proceso, porque, en este momento, está ya actuando, renovando el espíritu y manteniéndolo joven y creativo. Como dice Orígenes : « Nuestro
espíritu se renueva ejercitándose en la sabiduría por la meditación de la Palabra de Dios y de la inteligencia espiritual de su Ley, y, cuanto más se renueva, más provecho saca cada día de la Escritura
y penetra en ella de forma más profunda. Por el contrario, no sé cómo puede renovarse un espíritu
perezoso para la lectura de la Sagrada Escritura y para el ejercicio de la meditación, que nos permite
no solamente comprender lo que hemos leído, sino clarificarla después y comunicarla a los demás.
»7
6
7
J. Bossuet, Meditaciones sobre el Evangelio, cit. por G. Ravasi, Meditare e masticare, en “Avvenire”, 17/V/1997, 1.
ORÍGENES, Comentario a la Carta a los Romanos, 12, 1-2.
7
 Apostar por la Palabra
El paso siguiente en este camino es la referencia explícita a la Palabra del día cuando se presenta alguna decisión que tenemos que tomar durante la jornada. Es decir, que esta Palabra, en cierta manera, ha sido confiada al creyente por Dios, de modo que la sea el criterio de discernimiento en general y el punto de referencia en particular de sus elecciones, pequeñas o grandes ; y nosotros sabemos lo numerosas que pueden llegar a ser las elecciones que se nos presentan al día : el creyente ha
comprendido la Palabra del día solo cuando todo proyecto pasa a través de ella, siendo filtrado y purificado por la misma de sus componentes impuros, y solamente cuando esta Palabra se convierte en
el único motivo, el único fundamento, la única explicación de la decisión a tomar.
Este es el momento en el que nace el creyente, cuando, como Pedro aquél día en el lago, puede decir : « Señor, esta elección la hago apoyándome solamente en tu Palabra, no porque la lógica humana me lleve a obrar en esta dirección, sino porque me parece que tu me pides esto a través de tu Palabra, la que hoy ha abierto mi jornada ; y, aunque otros criterios humanos me conduzcan en otro
sentido, yo quiero apostar por tu palabra, la que hoy me has dado, y precisamente porque tú me la
has dado sé que ella tiene algo que decirme en este día, dando sentido y vigor a mis elecciones.
Quiero creer que es verdad y no se equivoca nunca, quiero hacer la prueba de lo que será mi vida si
la construyo solamente sobre tu palabra ». Hablando rigurosamente, quien no ha hecho nunca esta
apuesta por la Palabra la trata como un libro interesante, que podría hablar de Marte y la hipótesis
de la existencia de vida en este planeta. Verdaderamente, quien no apuesta por la Palabra no es un
creyente, sino una hipótesis de creyente.
 Cumplir la Palabra
Cuando, por el contrario, se tiene el coraje de apostar por la Palabra, entonces, la Palabra se cumple, y también nuestra formación, es decir, se convierte en permanente en la banalidad de los días.
La Palabra se cumple por su fuerza intrínseca, como Jesús lo dijo una vez en la sinagoga de zaret
(cf. Lc 4, 21) ; y porque el creyente la cumple, le da vida y semejanza humana, le da visibilidad y
calor en su persona, le otorga originalidad y novedad en lo imprevisible de su vida diaria. Y aún
más « se convierte en la Palabra que escucha (…). La asimila como la leche »8. La cumple como hizo María en los que ella dio a luz y trajo a Jesús al mundo.
Volvamos de nuevo un instante al mosaico de la Anunciación del P. Rupnik : María esta representada sosteniendo en la mano una bobina de hilo rojo, depositada discretamente sobre su vientre,
mientras que el hilo está en parte desenrollado llegando a la otra mano, la izquierda, que está abierta
para significar el consentimiento de la Virgen. El hijo rojo se enrolla alrededor de los dedos de María, indicando que la decisión contenida en su « si » ha comenzado ya a tejer la carne del Verbo. Es
el misterio de la Encarnación : ¡gran misterio que puede encerrarse en la pequeña y limitada medida
de cada uno de nuestros días, de cada una de nuestras elecciones!
La Palabra del día es como el hilo rojo que une todos los instantes de la jornada, dando unidad a la
vida y a la personalidad del creyente, pero también es el hilo rojo con el que cada uno de nosotros
teje la carne del Verbo en el seno virginal de su día, de cada uno de sus días. Con una vigilancia
alegre y una paciencia testaruda, con un sentido de la responsabilidad y un corazón que medita. Sin
pretender que cada día tenga que revelar una piedra preciosa, es decir, que no pretende encontrar
una revelación o descubrimiento especial, sino que se contenta, simplemente, con realizar su vida
en coherencia con esta Palabra, cumpliéndola en los entresijos de su existencia.
En otras palabras, la formación llega a ser verdaderamente permanente, llega a « cumplirse » en la
vida ordinario, gracias al don cotidiano y siempre nuevo de la Palabra, que encuentra terreno acogedor en el discípulo de la Palabra, en su activo compromiso, en la seriedad con la que acoge la Pa8
MOSCONI, Meditación, en “Avvenire”, 10.
8
labra de cada día, la conserva y guarda en sí mismo como un tesoro, permanece en ella haciéndola
la raíz de toda expresión vital y el punto de referencia de cada una de sus elecciones. Es así como
teje la trama de su vocación con el hilo de la Palabra. Es esta la forma en la que se cumple la Palabra en su vida.
La formación permanente, en su dimensión ordinaria, ha de pasar de la antigua concepción de la
meditación, como oración de la mañana, a la lógica de la Palabra del día que abraza toda la jornada.
O, más aún, expresándolo de otra manera, la formación inicia es a la formación permanente lo que
la lectio matutina a la lectio continua.
4- Lectio vespertina (o nocturna)
Y henos aquí al final del día. La cita con esta Palabra, que ha abierto la jornada y que se ha continuado a lo largo de esta, no cesa, sino que continúa aún. Más aún, esta misma Palabra que ha abierto el día lo va también a concluir – es lógico que sea así, al menos en teoría - .
 Contemplación reconocida
En otras palabras, la lectio continúa con esta oración de la noche que se coloca al término de la jornada del discípulo. Podríamos decir que la lectio de la noche tiene ventaja sobre la de la mañana,
¿Por qué ? Porque al final del día, el creyente tiene ante sí no solo la Palabra, sino la Palabra + los
acontecimientos del día en los que esta Palabra se ha cumplido, como hemos visto más arriba, por
lo que nos encontramos con una Palabra más clara y comprensible, más evidente en su significado,
más hermosa de contemplar, más viva y vivificante. De hecho, es el momento de la contemplación,
de esta cognitio vespertina o visión nueva, vesperal o incluso nocturna, la que concluye la jornada,
en el momento en que la luz se oscurece o desaparece el sol, cuando se callan las voces y se apaciguan ciertas tensiones, y donde otra luz, pacificadora, ilumina los ojos y hace al espíritu y al corazón capaces de intus-legere.
Es la contemplación típica del apóstol, contemplación llena de gratitud porque el Señor le ha revelado su sabiduría, una contemplación que también está impregnada con las pequeñas historias humanas, interrogantes que quizá han quedado sin respuesta, angustias que se han descubierto en el
corazón del apóstol..., pero todo esto se deja ahora en manos del poder de la Palabra, de la Palabra
del día, lugar misterioso en el que se manifiesta la gracia por una revelación aún no del todo clara,
incluso es oscura en ciertos ángulos, pero suficiente para que el apóstol pueda percibir en ella la
semilla del Reino, que viene, el germen de salvación que se va a cumplir.
 « Buenas noches, Dios mío »
Y ahora puede orar con Simeón : « Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en
paz, porque mis ojos han visto tu salvación » (Lc 2, 29-30). Simeón ora así al final de su vida, después de haber, finalmente « visto » la salvación ; el discípulo de la Palabra reza así al final de su
jornada, de cada una de sus jornadas, porque cada día que está iluminado con la luz de la Palabra es
para él el día en el que se ha cumplido la salvación. Es la maduración y la madurez de la fe, favorecida por la inteligencia de las Escrituras : los ojos y todos los sentidos se vuelven atentos, el corazón
y el espíritu son siempre más inteligentes, capaces de « leer por dentro » el misterio, la persona entera es cada vez más docibilis (‘enseñable’) para dejarse formar por la Palabra del día.
Así, el cántico del anciano fiel, que saluda la vida, se convierte en algo parecido al « buenas noches » que el fiel de hoy le dirige a Dios con un corazón agradecido ; del mismo modo que la lectio
matutina es el buenos días de Dios, la lectio vespertina o nocturna es el « buenas noches » del discípulo. El día se remata atravesado por la Palabra que se cumple en él. Y el alma es colmada de alegría, de la alegría serena y distendida que favorece el sueño y prepara para el nuevo día, en el que se
cumplirá otra Palabra.
9
 Paz y descanso
El apóstol que ha trabajado fatigadamente todo el día no puede concluir su jornada de otra forma,
no puede encontrar otro descanso fuera del que le es ofrecido por el retorno a esta Palabra : ella ha
abierto su día y ahora él ve cómo ella se ha desplegado a lo largo de este día, recogiendo y dándole
un corazón y cómo se ha iluminado con una nueva luz. Es esta, repito de nuevo, la que le ha relajado, más que por ser formadora, por su profunda capacidad pacificadora, armoniosa, divina y humana, lineal y coherente (y nada es más relajante que la coherencia).Y el canosiano que ha anunciado
el evangelio a los pequeños y humildes tiene necesidad de descanso, de un verdadero descanso del
cuerpo y del espíritu, al término de la fatigosa jornada, tiene derecho a ello.
Que nadie diga que no hace la oración de la noche porque está cansado, esto sería igual que decir
que no ha comprendido nada de lo que es esta oración nocturna, y esto sería una contradicción : justamente porque está cansado, tiene necesidad de la oración, de la lectio vespertina, y de esta paz
profunda que puede solamente venir de la Palabra.
Y que esté atengo a no buscar formas extrañas o poco apropiadas de descanso al final del día (dando
vía libre, de manera más o menos transgresiva e irreflexiva, a ciertos insitos e impulsos, o clicando
y surfeando por Internet…), formas extrañas y poco apropiadas en el sentido de que más allá de su
valor moral, no estarían en armonía con su identidad y verdad y, por lo tanto, serían incapaces de
darle lo que busca y que parecen prometerle. No podrían jamás asegurarle el verdadero descanso del
espíritu y del corazón. Consiguiendo unas migajas de satisfacción para lo sentidos, destruidas, al
mismo tiempo, por posterior gusto doloroso, se presentarán de nuevo, siempre de forma más exigente y dominadora, hasta hacerle dependiente. En lugar de descanso, ¡aparecen nuevas servidumbres que comienzan a nacer poco a poco !
Por esto, más allá de la virtud o de la fidelidad, en sentido moral, hay poca inteligencia y mucha
tontería en la facilidad y ligereza con la que mucha gente se da a estas prácticas, sin darse cuenta del
peligro, hasta perder su dignidad y libertad personal, con la consiguiente pérdida de la paz interior.
 Verificación frente a la Palabra
Así pues, la Palabra ante la cual se concluye el día, se convierte en una realista verificación, punto
de referencia para un examen cuidadoso de la conciencia. Y todo se hace de forma lógica y coherente con lo que hemos dicho : la contemplación de la Palabra, que se ha cumplido en los acontecimientos del día, vuelve más claros y evidentes esos momentos del día, esos comportamientos del
discípulo que no han permitido – en lo que depende del hombre – cumplir y operar la salvación.
Por otra parte, esto se realiza por la naturaleza misma de la Palabra : no eres tú quien la lees y la
contemplas, es ella quien te mira, te observa, te dirige una mirada tierna y al mismo tiempo severa,
te acusa, te hiere, te sana, te salva, te llama, te acaricia, te traspasa el corazón... La Biblia penetra
dentro del que la lee, porque todo lector sabe que en el libro hay algo escrito sobre él y para él (cf.
Sal. 39, 8). Se puede sentir y descubrir esto en distintos tiempos, pero parece ser que es más usual
en la oración de la noche.
De esto modo, el examen de conciencia recibe una importante luz de la Palabra del día, porque solamente puede hacerse ante ella, y no será nunca repetitivo y banal (para llegar, finalmente, a abandonarle por considerarlo como algo sin importancia), pero él me dará la posibilidad de conocer aspectos nuevos de mi pobreza y debilidad. Y así, el conocimiento de uno mismo, del propio mundo
interior, engrandece al mismo tiempo que se aumente el conocimiento de Dios, de su Palabra, de su
salvación.
Así se realiza uno de los primeros objetivos de la formación permanente : la capacidad de leer su
vida a la luz de la inteligencia de las Escrituras. Para que la vida sea « verdadera ».
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