El culto a la Divina Misericordia

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"Deseo que el mundo entero
conozca mi Misericordia"
(Diario de sor María Faustina Kowalska, 687)
Libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 4,32-35)
“En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían
todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor.
Todos eran muy bien vistos, ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían
tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los
apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.”
Salmo Responsorial (salmo 118)
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Primera Carta de san Juan (1Jn 5,1-6)
“Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de
Dios; y todo el que ama a Aquel que da el ser ama también al que ha nacido de
Él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y
cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que
guardamos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues
todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la
victoria sobre el mundo es nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el hijo de
Dios? Esta es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua,
sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el
Espíritu es la verdad.”
Aleluya
Aleluya, aleluya.
“Porque me has visto, Tomás, has creído –dice el Señor-. Paz a vosotros.
Dichosos los que creen sin haber visto”.
Aleluya.
Evangelio de san Juan (Jn 20,19-31)
”Al amanecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos
en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró
Jesús, se puso en medio y les dijo:
-Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se
llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió:
-Paz a vosotros. Como el padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado “el Mellizo”, no estaba con ellos cuando vino
Jesús. Y los otros discípulos le decían:
-Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
-Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el
agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.
Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
-Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
-Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y
no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
-¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
-¿Por qué me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista
de sus discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías,
el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.”
Reflexión
El Beato Juan Pablo II instituyó durante su pontificado el culto a la
Divina Misericordia.
La Divina Misericordia es una devoción basada en la misericordia y
en el poder de Dios. Establece que la fe absoluta y la confianza en
Dios son suficientes para que los pecados sean perdonados, y
asegura que Jesús no es juez sino salvador.
Esta devoción comenzó en Polonia gracias a sor María Faustina
Kowalska, quien tuvo visiones de Jesús a partir del 22 de febrero de
1931 y hasta su muerte, el 5 de octubre de 1938.
La religiosa anotó en un Diario todas las revelaciones de Jesús,
texto que ahora es la base de esta devoción católica.
Sor María Faustina escribió que Jesús le dijo que pintara su imagen
tal y como la veía, y que escribiera las palabras "Jesús, en Vos
Confío" al pie de la pintura, que debía ser venerada primero en su
capilla y después a nivel mundial.
“Yo prometo que, el alma que venere esta imagen, no perecerá.
También prometo victoria sobre sus enemigos aquí en la tierra,
especialmente a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé con
mi propia Gloria", le dijo la aparición a la joven religiosa de 33 años.
En su diario sor Faustina escribió: "Los dos rayos indican Agua y
Sangre. El rayo pálido significa el Agua que hace las almas justas.
El rayo rojo significa la Sangre que es la vida de las almas". "Estos
dos rayos salieron de las profundidades de mi tierna Misericordia,
cuando mi corazón agonizado fue abierto por la lanza en la Cruz.
Sor María Faustina murió de tuberculosis en Cracovia, y fue
sepultada en la capilla de su convento, bajo la imagen de la Divina
Misericordia que ella misma pintó.
Durante la década de 1930, la Beata María Faustina Kowalska
anotó en su Diario las enseñanzas recibidas directamente de
Nuestro Señor Jesucristo en torno a la Divina Misericordia; sus
experiencias místicas, así como sus reflexiones y oraciones. El
Diario es un verdadero tesoro, que “descorre las cortinas del cielo”.
"La Misericordia Divina llega a los hombres a través del corazón de
Cristo crucificado: "Hija mía, di que soy el Amor y la Misericordia en
persona", pedirá Jesús a Sor Faustina (Diario, 374). Cristo derrama
esta Misericordia sobre la humanidad mediante el envío del Espíritu
que, en la Trinidad, es la Persona-Amor. Y la Misericordia es un
"segundo nombre" del Amor (cf. Dives in misericordia, 7), entendido
en su aspecto más profundo y tierno, en su actitud de aliviar
cualquier necesidad, sobre todo en su inmensa capacidad de
perdón.
Sabiendo que fuera de la Misericordia de Dios no existe otra fuente
de esperanza para el hombre, nuestra invitación en este segundo
domingo de Pascua es adorar el misterio inconcebible e insondable
de la Misericordia Divina, pues, tenemos particularmente necesidad
de ella en nuestro tiempo, en el que el hombre se siente perdido
ante las múltiples manifestaciones del mal.
Contemplemos los ojos de Jesús Misericordioso, para descubrir en
la profundidad de esta mirada el reflejo de su Vida, así como la luz
de la gracia que hemos recibido ya tantas veces, y que Dios nos
reserva para todos los días y para el último día...
Proclamemos la verdad de la Misericordia de Dios, revelada en
Cristo Crucificado y Resucitado, con la misma práctica de la
misericordia para con todas las personas, para alcanzar un mundo
mejor y «más humano». Esta acción lleva en sí la más completa
Revelación del Amor que es más fuerte que la muerte, más fuerte
que el pecado y que todo mal, del amor que eleva al hombre de las
caídas graves y lo libera de las más grandes amenazas...." (cf.
Dives in Misericordia, 15)
Proclamemos la verdad de la Misericordia Divina mostrando con
nuestra vida que Cristo resucitado perdona, reconcilia y suscita de
nuevo la esperanza, convirtiendo los corazones y colmándolos de
paz y alegría ¡Señor, cuánta necesidad tiene el mundo de
comprender y acoger la Misericordia divina!
La devoción a la Divina Misericordia nos llama a una comprensión
de que el Amor de Dios no tiene límites y que está disponible a
todos, especialmente al pecador más grande: "Cuanto más grande
es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi
Misericordia" (Diario de Santa Faustina, 723).
Así, pues, los aspectos esenciales de la Devoción a la Divina
Misericordia son los siguientes: poner nuestra confianza en Dios,
tener siempre una actitud misericordiosa con los demás, invocar la
divina misericordia y propagar la devoción a la divina misericordia.
Francisco Sastoque, o.p.
ORACIÓN DE JUAN PABLO II CONFIANDO EL MUNDO A LA
DIVINA MISERICORDIA
Dios, Padre Misericordioso, que has revelado Tu Amor en tu Hijo
Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo:
Te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre.
Inclínate hacia nosotros, pecadores; sana nuestra debilidad; derrota
todo mal; haz que todos los habitantes de la tierra experimenten Tu
Misericordia, para que en Ti, Dios Uno y Trino, encuentren siempre
la fuente de la esperanza. Padre Eterno, por la Dolorosa Pasión y
Resurrección de Tu Hijo, Ten Misericordia de nosotros y del mundo
entero. Amén.
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