Cosmopolitas domésticos; Javier Echevarría

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JAVIER ECHEVERRÍA
Javier Echeverría, autor de Cosmopolitas domésticos entre otros títulos, nació en Pamplona en el año 1948.
Licenciado en Matemáticas y Doctor en Filosofía por las universidades Complutense de Madrid y Soborna de
París, y Doctor de Estado en Letras y Ciencias Humanas. Ha sido profesor de la Universidad Politécnica de
Madrid y de la Universidad del País Vasco, así como investigador en París, Bruselas, Hannover y
Urbana−Champaign. Actualmente está destinado en el Instituto de Filosofía de CSIC, como profesor de
investigación de ciencia, tecnología y sociedad, y es presidente de la Sociedad de Lógica, Metodología y
Filosofía de la Ciencia.
Ha recibido los siguientes premios:
• Anagrama de ensayo en 1995 por Cosmopolitas Domésticos
• Premio Euskadi de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales en 1997.
• Premio Nacional de ensayo en el 2000 por los señores del aire: Telépolis y El Tercer Entorno
INTRODUCCIÓN
Javier Echeverría analiza en este libro el impacto de las modernas tecnologías de transmisión y de
comunicación a distancia sobre los hogares, incidiendo todo esto en las personas, en su intimidad y vida, tanto
pública como privada. En general hay que decir que Javier Echeverría está a favor de una revolución
doméstica y de las nuevas tecnologías.
Definiremos primeramente los términos básicos:
Cosmopolitas domésticos: del griego kosmós (mundo) y polites (ciudadano), es decir, persona que considera
como su patria al mundo entero. Por lo tanto un cosmopolita doméstico es aquella persona que es cosmopolita
desde su casa.
Telecasas: casas caracterizadas por la utilización de tecnologías de interacción social a distancia, como son
internet, el teléfono, el teledinero y la televisión.
Telépolis: es la cuidad a distancia, aquella a la que pertenecemos todos gracias a las tecnologías y formada por
las telecasas.
RESUMEN
Comenzamos nuestra visita por la casa entrando en el VESTÍBULO, donde compararemos las casas de antes
con las casas de ahora.
En Atenas, Aristóteles decía que el bien de una comunidad ciudadana es la justicia, por lo que las familias
podrán vivir bien en sus casas en la medida en que formen parte de una ciudad con un sistema de gobierno
que garantice la justicia y que trate de hacerla efectiva.
Por entonces existía lo que se denominaba familia nuclear: el padre y marido gobierna a la mujer y a los hijos
como a libres, pero a la mujer como a un ciudadano y a los hijos como vasallos.
Aunque la mujer era tratada como un ciudadano, las actividades públicas pertenecían a los hombres, y a las
mujeres siempre les ha correspondido la reproducción y crianza (tanto del cuerpo como del alma) de los hijos;
así como el mantenimiento y reproducción del sistema doméstico.
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En este tipo de ciudades existe el concepto de privacidad, el cual no tuvo apenas vigencia durante la Edad
Media en Europa. Este concepto de privacidad está basado en las casas por seis razones básicas:
• En las casas es donde se adquiere el uso de razón y donde se empiezan a construir los individuos.
• Las casas desempeñan un papel fundamental en la reconstrucción de las personas, ya que es el lugar donde
se descansa y se duerme.
• Los hogares constituyen un primer sistema de adscripción de identidad personal, es decir, es donde se
forma la identidad del individuo.
• Las casas son el escenario de la contraposición y de la contradicción entre los individuos. La identidad de
cada persona se construye por oposición, diferenciación e identificación con las personas que habitan en el
entorno doméstico.
• La conservación y el desarrollo de la memoria colectiva comienza en los hogares.
• Las casas son el primer ámbito de representación de la propiedad privada.
Estos puntos siguen vigentes en las casas de hoy día, aunque los conocimientos y las identidades que se
adquieren en el hogar pueden adquirirse a la vez de fuera gracias a la televisión, a internet, a la radio, etc. Otra
diferencia es que las mujeres se han incorporado a las actividades públicas, pero no con gran facilidad.
Pasemos a la segunda estancia de nuestra particular casa, la TELECAJA o CAJA FUERTE. En esta
habitación se habla del teledinero, manejado por las tarjetas electrónicas, las cuales poseen tres números:
1º. Es en número del banco o de la entidad bancaria
2º. Número impreso en la tarjeta, que es un número público
3º. Número personal, normalmente guardado en la memoria o en algún lugar recóndito en la vivienda. Este
número representa la intimidad del individuo, concebida desde el punto de vista de sus bienes.
A estos ciudadanos se les puede clasificar según dos criterios: por su actitud ante el teledinero (cuadro) y por
su potencialidad económica.
Cada acción realizada va quedando impresa y memorizada, lo cual disminuye el grado de privacidad e
intimidad. A la vez este sistema de teledinero supone una vulnerabilidad, ya que se trata de un nuevo medio
por el cual obtener beneficios ajenos, es decir, robar, y también es un nuevo modo de arriesgarse a un fallo, ya
no sólo personal, referente a un trabajador que se equivoca al manejar unos datos, sino también arriesgarse a
un fallo en el sistema informático.
Analizada esta estancia, pasemos a la estancia televisiva, también llamada TELEMIRADOR, ya que es una
ventana que nos muestra el exterior, una ventana por la que miramos para saber qué ocurre más allá de nuestra
casa; pero eso sí, es una ventana subjetiva que está en manos de cada canal, ya que la realidad puede
mostrarse de la forma que a cada uno le convenga, por eso se dice que la televisión es un mundo de
apariencias, no es la realidad.
La oferta principal de la televisión es el mundo, por lo que quien se hace teleadicto muestra alguna voluntad
de ser cosmopolita. Marshal McLuhan, un entusiasta de la revolución mediática, opinaba que la televisión
transformaría el mundo en una aldea global, pero hoy sabemos que eso no se ha conseguido, ya que en una
aldea todos sus habitantes suelen conocerse bien e incluso estar emparentados, y sin embargo, a pesar de los
avances conseguidos por las comunicaciones, los hombres nos conocemos de manera muy superficial e
incluso, muy poco y muy mal.
Las imágenes ofrecidas por la televisión pueden ser grabadas, lo que supone la creación de unas videotecas en
las casas, donde pueden guardarse tanto imágenes públicas reales, como películas, e incluso imágenes
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familiares como recuerdo audiovisual que puede llegar a sustituir a las fotografías.
La televisión atenta contra la intimidad de las personas en la medida en que es un medio por el que se
muestran muertes, y en general agonías y momentos de dolor. Estas imágenes no se deberían de emitir porque
son imágenes que pertenecen a la intimidad, a no ser que haya una autorización previa del protagonista de la
imagen o de la familia, y de ser así, se debe avisar antes de mostrar las imágenes de que se trata de imágenes
violentas. Los gobiernos afirman que esas imágenes son eficaces para que la gente se conciencie. Algunos se
lo toman tan a pecho que vemos imágenes de niños desnutridos a la hora de comer o imágenes de cura de
leprosos en cualquier momento. Pero el problema es que esto se basa en la acción de oferta−demanda, y la
mayoría de la audiencia es morbosa, por lo que la televisión emite estas imágenes trágicas.
De igual forma se atenta contra la intimidad en la medida en que se emiten situaciones, actividades y/o
conversaciones íntimas, ya que todo ciudadano tiene derecho a un espacio íntimo, que solo podrá ser violado
con una anterior autorización por escrito. La publicación y difusión televisada de las imágenes y de los
sonidos obtenidos en los ámbitos domésticos íntimos debería estar prohibida, incluido el caso de los
personajes famosos y populares.
En el caso de los menores de edad, la televisión les influye en la formación de su identidad y en el modo de
concebir la intimidad. La enseñanza informal (televisión, internet, etc) ha desequilibrado el sistema, por lo que
Echeverría propone que se elaboren materiales educativos aptos para ser difundidos por las telecasas, de
manera que la escuela tuviera una presencia en los ámbitos domésticos, ya que influye de manera más
profunda que la enseñanza común, pero sin que desaparezca esta última.
Los ciudadanos se clasifican en pasivos y activos según su actitud ante la televisión (cuadro).
3ª HABITACIÓN O ESTANCIA: TELÉFONO
El teléfono fue el primer ejemplo de casa abierta y desterritorializada, ya que permite una comunicación
bidireccional desde cualquier parte del mundo hasta cualquier otra de manera instantánea.
En realidad es una tecnología que no afecta a la intimidad, porque uno decide cuando usar el teléfono, pero si
fuera unidireccional como la televisión, descolgar y escuchar al presidente del Gobierno y poder cambiar de
canal telefónico, todo el mundo protestaría por irrumpir en su intimidad, pero sin saber que esa tecnología
unidireccional existe, y es la radio, con la diferencia de que la radio puedes apagarla o encenderla a tu gusto y
puedes incluso saber quien va a hablar a determinada hora, y de qué, cosa que no ocurre con el teléfono.
Con los teléfonos móviles la Telecasa no tiene ubicación concreta desde el punto de vista de las
comunicaciones telefónicas.
La siguiente estancia es la referida a la TELEMÁTICA. Aquí nos centraremos en internet, el cual es
comparado con una metáfora por el autor con un conglomerado de calles, contradiciendo la gran metáfora de
navegar por internet. Es decir, internet es como una ciudad o como un barrio, no como un océano.
Por internet puedes dar un paseo (ver páginas), comprar, participar en charlas y debates; hay anuncios de
compra, venta, información, opinión, etc, todo al igual que en una ciudad, con todas las formas de interacción
humana que han caracterizado a la sociedad civil, incluidas las formas privadas e íntimas de interacción
(chats)
La mayoría de los usuarios de internet va directamente a una página concreta, ya conocida, es decir, sigue un
camino, por el que luego irá avanzando al igual que se avanza por una cuidad.
La diferencia básica es que lo que uno había visto u oído en una ciudad lo guardaba en su mente y ahora lo
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archiva en alguna de las prótesis mentales que caracterizan a los ciudadanos de Telépolis, como puede ser el
disco duro, el CD−Rom, el hipertexto del World Wide Web, etc. Es decir, que se cambia la noción de
memoria colectiva.
En el caso de internet, los ciudadanos dejan de ser espectadores pasivos para convertirse en protagonistas
activos de sus propias decisiones e intereses (cuadro)
La siguiente habitación es el ESCRITORIO, que es donde se explica que la escritura de las nuevas tecnologías
es digitalizada y binaria, de forma que pueda llevarse a las redes telemáticas como la televisión o internet. Los
ciudadanos en este caso se pueden clasificar en nuestro cuadro en activos y pasivos.
La última estancia de nuestra visita es el CUARTO INFANTIL, donde vamos a tratar temas de actualidad que
conllevan polémica, como es la fecundación asistida y los límites en la libertad de los niños.
En un artículo de los Derechos de Niño, aprobados en 1989, se dice que todos los niños y niñas tienes derecho
a la libertad de expresión, que incluye la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de todo
tipo. Esto quiere decir que todo niño tiene derecho a informarse a través de cualquier medio, como puede ser
la televisión o internet, pero eso tiene efectos negativos, ya que pueden acceder a imágenes y sonidos donde
predominan la violencia, la pornografía, el racismo o la indignidad, y todo ello sin salir de sus hogares. El
problema entonces se plantea hacia los padres ¿deben o no prohibir a sus hijos ver ciertos programas de
televisión o acceder a ciertas páginas de internet? Estarían entonces violando los Derechos del Niño de 1989.
Lo justo sería, según Echeverría, que los padres se adecuen a la edad sin abusar de los niños, con buen juicio.
Al hablar de niños es obligatorio hablar de reproducción, que en Telépolis se puede realizar por biotecnología,
es decir, fecundación tecnológicamente asistida, lo que llamaremos Telegénesis.
Gracias a la telegénesis ya no es necesario el contacto físico, y es posible que nazcan bebés tras la muerte del
padre. Si por ejemplo una mujer quiere tener un hijo, pero no con un hombre concreto, puede acceder a la
fecundación asistida (aunque sean homosexuales y muchos se empeñen en decir que no tienen ciertos
derechos). El mismo caso se produce con un hombre que quiere tener descendencia pero no con una mujer
concreta, aunque personalmente veo más lógico que se pueda hablar del caso de las mujeres, porque en el caso
de los hombres, tener un hijo y no saber ni siquiera quien es no debe ser muy gratificante, aunque claro está,
sin hombres con ideas así, no habría mujeres que pudieran tener hijos por telegénesis.
En general cabe decir que hay que defender el derecho a querer tener un hijo y que cada vez tengan mejores
condiciones, y no atender a que sea artificial o natural.
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