Allá arriba, la Pascua

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Palencia, 10 de marzo de 2011
Allá arriba, la Pascua
Contenidos
1.- Hoy comienza el tiempo de
Cuaresma
2.- Cita a Retiro de Cuaresma
3.- Cuaresma, un tiempo de Gracia
(2).
4. Descubrir la Cuaresma (3-11)
(Te ayudará a saber más y comprender su
significado)
5.- El camino de la misericordia.
Retiro cuaresmal (12 y ss)
1. HOY COMIENZA EL TIEMPO DE CUARESMA
Durante el Adviento recorrimos un tiempo de "esperanza" que se vio fortalecida e iluminada con la Navidad,
tiempo de "alegría", de promesas cumplidas.
Ahora, con una esperanza más firme, con una alegría más plena, estamos preparados para entrar en una nueva
etapa: La Cuaresma.
Un tiempo para descubrir, a la luz del Evangelio, la humanidad de Jesús, la fortaleza del que siempre confió en el
Padre para vencer las tentaciones y las dificultades de la vida; los ratos que se retiraba para orar, para hablar con
el Padre, la coherencia y fidelidad con su misión: Mostrarnos cómo es Dios, cómo nos quiere Dios.
Siguiendo los pasos de Jesús, "que pasó por el mundo haciendo el bien", vamos a aprovechar una nueva
oportunidad en este tiempo de Cuaresma, entrar dentro de nosotros mismos, descubrirnos, y con la sencillez de
un niño, que nada puede él solo, nos acercamos al Señor con nuestras debilidades, miedos, pecados; y con la
ilusión de un niño, trataremos de ir cambiando, de ir creciendo a la luz de la Buena Noticia de Jesús.
2.- Cita a Retiro de Cuaresma
Día: 12 de marzo
Hora: 10,15
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Lugar: Casa de la Iglesia
Secuencia de la mañana:
10,15: Oración personal.
10,30: Oración comunitaria: Laudes
10,45: Reflexión-meditación: Juán Cruz Sanzo Olaso
11,30: Tiempo de silencio
12,00: Café/Break
12,45: Celebración: “Haz tu lo mismo”.
13,30: Comunicaciones.
13,45: Posibilidad de hacer Comida compartida.
3.- cuaresma, tiempo de gracia
La Cuaresma es un derroche de gracia, una oportunidad, un camino.
Más que para hacer es un tiempo para dejarnos hacer.
Es un espacio y un tiempo para el amor.
Jesús avanza en el camino, mientras a lo lejos se oyen rumores de liberación, se escucha el
torrente de gracia que nos espera en la Pascua.
Jesús estimula nuestra fidelidad. Su voz nos habla de vida, su rostro nos habla de amor, su
entrega apasionada es un gesto de amor por nosotros.
La Cuaresma es un tiempo privilegiado para encontrar el gusto y el sentido de la
plegaria. Es un tiempo privilegiado para encontrarnos con lo esencial, para recorrer los caminos
de la libertad, de la alegría, y de la verdad,
La Cuaresma es un tiempo para renacer a la vida. La vocación del ser humano es la relación,
la comunión. Posibilidad de nacer, no sin dolor, a una vida nueva.
Abiertos al Espíritu, al fuego. Tú vienes a liberar nuestra libertad.
Es camino de perdón. Dios es rico en perdón. Alegría. Hablar de perdón es hablar de Dios y de
su misericordia entrañable. Dios se hace perdón en los gestos y palabras de Jesús, que acoge y
come con pecadores, que es amigo de pecadores.
Espacio para el amor. Dios camina a nuestro lado y no nos abandona. La Cuaresma es un
tiempo de gracia, tiempo de siembra, de esperanza, tiempo de amor y de ternura. Invitación al
amor.
Camino hacia el bautismo. Llamados a la increíble buena nueva de la salvación y de la
resurrección de la mañana de Pascua.
Camino y tiempo de gracia. Embajadores de paz. Búsqueda de la verdad. Un mundo para
contemplar.
Caminar los caminos de la ternura, del perdón, del amor. Con Cristo aprendemos los
caminos de la libertad, de la creatividad, de la belleza.
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Salir al encuentro solidario del dolor y la humillación de las víctimas de este mundo. Ensancha mi
corazón para la compasión, abre mis ojos para compartir el dolor.
La Cuaresma es una invitación a crecer en nuestra calidad de amor y a hacer posible que los
hombres y mujeres vivan mejor y sean más felices. Porque la gloria de Dios es que todos vivan
en plenitud.
4.- DESCUBRIR LA CUARESMA
1.- La Cuaresma tiene mala Prensa.
La Cuaresma tiene mala prensa. Parece que sea un tiempo de tristeza, de depresión, de
privaciones impuestas. Como si después de la fiesta en libertad del Carnaval, la penitencia
cuaresmal quisiera compensarlo.
Lo sorprendente es que no sólo suele verse así por quienes están alejados de la comunidad
cristiana, sino que también con frecuencia desde dentro de ella tendemos a considerarla así. No la
vemos como un tiempo de ilusión esperanzada como el Adviento, por ejemplo. Sino como un
paréntesis sin horizonte. Aunque admitamos que es importante para la vida del cristiano, nos cuesta
entender el sentido hondo de esta importancia.
Por eso, la apuesta, es descubrir la Cuaresma.
Lo fundamental para vivir, para celebrar, también para ayudar a celebrar estas semanas
cuaresmales, es borrar y superar esta deficiente compresión. Y descubrir que es todo lo contrario.
Que no es un tiempo cerrado en sí mismo sino abierto a la Pascua, que no es un paréntesis sino un
camino. Que si se nos pide un esfuerzo es para abrirnos más radicalmente a la gran alegría de lo que
expresa la Pascua: el amor sin límites, salvador y renovador, de Dios. Es verdad que es un tiempo
de penitencia, no significa propiamente imponerse castigos sino convertirse, es decir, abrirse a la
gran verdad, al gran amor, a la gran esperanza que es Dios, el Padre que nos ha revelado y
comunicado Jesús, quiere vivir en nosotros por su Espíritu.
Por eso, no es de extrañar que el prefacio primero de Cuaresma nos hable de lo que la define:
el anhelo de la celebración de la Pascua. Algo que nos causa alegría y nos pide conversión de
corazón. Que nos pide abrirnos más, mucho más, al amor de Dios y al servicio de los hermanos. Y
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cuya meta es avanzar en la comunión filial con Dios, un camino que se basa y se expresa en la
celebración de los sacramentos que dan vida nueva.
Concedes a tus hijos anhelar, año tras año, la celebración de la Pascua, con alegría y
conversión de corazón. Para que, dedicados con mayor entrega a la oración y al servicio de los
hermanos, lleguemos a ser con mayor plenitud hijos tuyos con la celebración de los
sacramentos que nos dan nueva vida. (Según el prefacio I de Cuaresma)
2.- La historia de la Cuaresma
Inicialmente los cristianos sólo tenían una fiesta: el domingo. Pero no porque aquel día fuera
fiesta civil (que no lo era, era un día como cualquier otro en la sociedad), sino porque ellos se
reunían para celebrar la Eucaristía. Era la conmemoración -el memorial- semanal de la Pascua del
Señor. No como un simple recuerdo sino como algo actual que daba sentido y fuerza a su fe.
Luego, pronto, las diversas comunidades cristianas coincidieron en el deseo de celebrar un
día al año, con especial solemnidad, la Pascua. Más o menos, en los días de la muerte y
resurrección de Jesús. Y, también, con la Pascua judía; y como esta sigue el calendario lunar, por
ello sube o baja según los años.
La gran celebración anual de la Pascua suscitó una preparación (inicialmente lo que ahora
denominamos Viernes y Sábado Santo). Luego fue una semana, pronto tres semanas, después
cuarenta días. Siempre con esta significación central: tiempo de preparación para la Pascua y
para todo el tiempo pascual (si la preparación, el tiempo cuaresmal, dura cuarenta días, la
celebración, el tiempo pascual, se alarga a cincuenta días: incluso en la duración se ve qué es más
importante).
¿Por qué se concretó en cuarenta días, hasta motivar su nombre (del latín cuadragésima,
cuarentena, viene la palabra Cuaresma)? Cuarenta es un número simbólico en la Biblia (en aquellos
tiempos eran muy aficionados a la simbología de los números: tres, siete, cuarenta...). Está muy
presente en los libros del Antiguo Testamento (por ejemplo, cuarenta días duró el diluvio, cuarenta
años anduvo el pueblo judío por el desierto en el éxodo). Pero, sobre todo, influyó la narración
evangélica sobre los cuarenta días que Jesús vivió en el desierto, en oración, ayuno y lucha contra
las tentaciones, antes de iniciar su anuncio de la Buena Noticia.
En la Edad Media, este sentido de preparación exigente pero también gozosa, se redujo en
buena parte al aspecto penitencial: ayuno, privaciones, etc. Quizá es la causa de la mala imagen de
la Cuaresma. Ello ocasionó también que se adelantara su inicio del primer domingo de Cuaresma al
miércoles anterior, el actual Miércoles de Ceniza, para que fueran realmente cuarenta días de ayuno
(ya que según la tradición cristiana, los domingos no se debe ayunar).
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Dos aspectos más conviene tener en cuenta. Uno que la Cuaresma coincidía en los primeros
siglos con el tiempo de más intensa preparación de los adultos que se bautizarían en la Vigilia
Pascual (los catecúmenos ). El otro es que también eran las semanas en que los entonces
denominados "pecadores públicos" -los que por algunos graves pecados habían sido excluidos de la
comunión- se preparaban para su reconciliación en la celebración comunitaria de la penitencia del
Jueves Santo.
3.- Priorizar los fines, valorar los medios
Se dice, con frecuencia, que lo característico de estas semanas es la limosna, la oración y el
ayuno, practicados según enseñó Jesús (ver evangelio del Miércoles de Ceniza, Mateo 6,1-6.16-18).
Y es verdad, pero no la verdad más honda. Porque limosna, oración y ayuno están en el nivel de los
medios y, en la vida cristiana, lo más importante no son los medios sino los fines. Los medios deben
ser camino hacia los fines; quedarse en ellos, contentarse con ellos, es un tentación.
Por eso, con razón la oración colecta del primer domingo cuaresmal nos señala el fin, el
proyecto y desafío básico de estas semanas: avanzar. ¿Avanzar en qué? En inteligencia -en
conocimiento hondo- y en vida. Como si fuéramos aquellos antiguos catecúmenos que se
preparaban para recibir la gracia renovadora del bautismo, también nosotros debemos profundizar
en lo que significa nuestro bautismo -nuestro estar sumergidos e injertados en la muerte y
resurrección del Señor y sacar consecuencias para nuestra vida.
Dicho de otro modo: avanzar en nuestro conocimiento vivencial del Señor Jesús, avanzar en
nuestro modo vivir su Evangelio cada día, sobre todo en nuestra relación con los demás (y, entre
estos "demás", para el seguidor de Jesús siempre debe haber una especial preocupación por los más
necesitados, los más débiles).
Al celebrar un año más la santa Cuaresma, concédenos, Padre, avanzar en la
inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud. (Según la oración colecta del primer
domingo de Cuaresma)
Así, priorizando los fines, hallaremos el sentido de los medios. Por ejemplo:
1. La limosna
Es dar de lo nuestro a quien lo necesite. Dar dinero (a través de Cáritas, de organizaciones de
ayuda al Tercer Mundo, etc.).
Dar tiempo (visitar enfermos, personas que viven en soledad, trabajar en servicios de
voluntariado, de acción social o eclesial). Y, también, no en último lugar, preguntarnos si no
deberíamos actuar solidariamente en alguna tarea que ayude a construir una sociedad mejor, más
justa y fraternal (en una ONG, en actividades políticas, sindicales, vecinales, etc.).
2. La oración
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Es vivir con más intensidad personal la relación con Dios. Es buscar momentos tranquilos
para la oración (y, quizá, si en estos días los hallamos, luego continuaremos). Momentos cotidianos
y también algún día de retiro, de abrir puertas al silencio, a la revisión, a la sosegada escucha de lo
que Dios nos dice y pide. Y, siempre, no limitándonos a lo que nos sale de dentro, sino muy atentos
a la Palabra de Dios, siguiendo la pauta que trazan las lecturas bíblicas de este tiempo.
3. El ayuno
Que significa adquirir libertad, no dejarnos atenazar por gustos y hábitos que quizá malos no
sean pero tampoco son lo mejor (por ejemplo, saber prescindir de un programa de televisión por un
rato de conversación -de saber escuchar- a la pareja, a los hijos o padres, a los abuelos).
Ayuno que es también ahorro para dar: ahorro en el comer según la universal práctica religiosa
que aquí deberíamos redescubrir y así compartir con quienes ayunan a la fuerza; ahorro también de
gastos evitables para dar a los necesitados, ahorro de tiempo para nosotros y así poder dedicarlo a
los demás, o a la oración.
Desierto
Puede parecer sorprendente y fuera de la realidad, que en nuestra sociedad
predominantemente urbana, en la que el casi obsesivo "mirar la televisión" -como si fuera el pan
nuestro de cada día- nos abre a lo que sucede en todo el mundo pero invade también nuestra
intimidad, en esta sociedad tan ruidosa y masificada, la Cuaresma nos invita a la experiencia del
desierto.
¿Qué significa, qué aporta la experiencia del desierto? Las lecturas bíblicas nos hablan de lo
importante que fue para el pueblo de Israel. Y, también, de la experiencia de Jesús en sus cuarenta
días de desierto antes de iniciar el anuncio de la alegre y gran noticia de su Evangelio. Pero no es lo
más importante recordar estas antiguas aventuras espirituales. Son ejemplos, referencias, para
ayudarnos a buscar, ahora cada uno de nosotros, qué nos puede aportar una personal experiencia de
desierto.
Es decir, de hallar espacio y tiempo de silencio, de soledad, de apertura a las grandes
preguntas, a las grandes respuestas, que con frecuencia el ruido, la prisa, los afanes de cada día nos
dificultan buscar y encontrar. Claro está que hoy, desierto, para la mayoría de nosotros es un
símbolo más que una realidad asequible. Pero vale la pena buscar cómo cada uno puede realizar esta
experiencia de desierto personal.
Para así escuchar mejor las preguntas y las respuestas que Dios, personalmente, nos hace y nos da.
4.- Eucaristía, Bautismo, Penitencia
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Si el hecho de no valorar los medios "cuaresmales”, la limosna, la oración, el ayuno, no
buscar el modo personal de adaptarlos a nuestras circunstancias, sería una tentación, también lo
sería quedarse en ellos. Para no quedarse en ellos, para avanzar, lo decisivo es darnos cuenta que el
protagonista en la Cuaresma no somos nosotros y nuestros esfuerzos. Sino Dios: la acción de Dios
en nosotros, su Palabra que nos guía, su vida, su fuerza, su amor que se expresa y comunica en
la Eucaristía y demás sacramentos.
Por ello, ya que la Cuaresma es acción de Dios, ya que es el camino que hace con nosotros
Jesús, que inspira y promueve su Espíritu, estas semanas son también no sólo un reto individual sino
comunitario. Es toda la Iglesia como comunión de los cristianos, es cada comunidad, la que está
llamada a renovarse, convertirse, ponerse en camino.
Estas claves para entender la Cuaresma, tiempo de acción de Dios, tiempo de renovación
comunitaria, explican que sea por ello un tiempo sacramental. Es decir, en que la celebración de la
Eucaristía y la valoración de los sacramentos, sobre todo el bautismo y de la penitencia, debe
adquirir una relevancia primordial.
Es verdad que también todo el tiempo de Pascua será máximamente sacramental,
empezando por la Eucaristía de la Vigilia Pascual, la culminante de todo el año. Pero ello no debe
oscurecer que también lo es la Cuaresma, aunque los matices, el talante, sea distinto en uno y otro
tiempo.
En Pascua dominará la exultante proclamación de la nueva y definitiva realidad que surge de
la Resurrección. Por ello, por ejemplo, cantaremos una y otra vez, con alegría, el Aleluya.
Ahora, en Cuaresma, dejamos aparcado el Aleluya, las flores, o el esplendor de la música
instrumental, porque lo que domina es el talante de preparación, de esfuerzo renovador, de
conversión.
1. La Eucaristía
Como siempre en la vida cristiana, el centro celebrativo es la Eucaristía, especialmente la del
domingo, aunque bueno será procurar asistir a la diaria, y cuidar su celebración.
Quizá más que en ningún otro tiempo litúrgico, las lecturas bíblicas de los domingos adquieren
una importancia luminosa para guiar nuestro reto de avanzar por el camino de iluminación y
renovación que nos conduce a la Pascua del Señor y nuestra.
Son celebraciones con una cierta austeridad, en las que conviene subrayar el acto penitencial, la
oración universal que incluya alguna petición por los pecadores necesitados de conversión (los
pecadores que somos todos nosotros, sin excepciones). Y cuidar la proclamación de la plegaria
eucarística, valorar la riqueza de prefacios cuaresmales, las plegarias eucarísticas de la
Reconciliación apropiadas para estas semanas, etc. Si la Cruz preside siempre la Eucaristía, en este
tiempo debe notarse más: la Cruz es el signo paradójico pero nuclear de la Buena Nueva de Jesús,
un signo con frecuencia mal comprendido, como si fuera sólo dolor y muerte, cuando es también
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victoria, amor, solidaridad, como dice el evangelio de Juan: "habiendo amado, amó hasta al
extremo". un extremo que es fuente de vida para todos.
2. El Bautismo
Si estas semanas eran tiempo de preparación para los adultos que celebrarían el bautismo en la
Vigilia Pascual, ahora lo son para nosotros: para revivir el sentido y apuesta de nuestro bautismo.
No como algo que sucedió en nuestra infancia, sino como realidad actual. Más que decir "fuimos
bautizados", deberíamos afirmar "vivimos como bautizados". O sea, nuestro camino de mujeres y
hombres seguidores de Jesús, se basa y se vivifica en el hecho de que estamos sumergidos e
injertados en la vida de Dios, comunión de amor máximamente manifestada en la pasión, muerte y
resurrección de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios.
La Cuaresma es un tiempo privilegiado para vivir esta realidad y vocación bautismal. Para hacerla
presente en nuestra cotidianidad, mayormente en nuestra relación con el Padre y con los demás. Y,
así, tendrá sentido la renovación del compromiso bautismal en la noche santa de la Vigilia Pascual.
3. La Penitencia
Ese sacramento que hoy cuesta tanto de celebrar. Aunque sea tan evangélico, pocas cosas
caracterizaron tanto a Jesús como su -en ocasiones escandalosa- acogida a los considerados
pecadores, su generosidad en el perdón, desde la adúltera que condenaban los bienpensantes hasta el
supuesto "buen" ladrón que fue sorprendentemente canonizado en la basílica del Calvario.
De ahí que nos convenga a todos redescubrir el sacramento de la penitencia, de la Reconciliación,
como personal abrazo misericordioso del Padre. Que no se fija tanto en las culpas como quiere
ayudarnos a cambiar y progresar, en camino hacia la gran fiesta de comunión que Él convoca.
Recordemos la parábola mal llamada del hijo pródigo que más es del Padre de amor sin condiciones.
Desde el inicio de la Cuaresma, esta convocatoria a la reconciliación debe estar presente, también,
como ya hemos dicho, en las Eucaristías dominicales. Pero específicamente en celebraciones
penitenciales, tanto comunitarias como individuales. Y que cada cristiano, según su situación e
historia, pueda escoger su tipo de celebración del sacramento. Que no es un "trágala" impuesto por
la Iglesia sino un encuentro cordial con el Padre de bondad.
5.- Las etapas de la Cuaresma
Prólogo
El Miércoles de Ceniza y los tres días antes del primer domingo. Es un inicial ponernos en
sintonía con la llamada a la conversión, a la mejora que significa el camino cuaresmal hacia la
Pascua.
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Primera etapa
El primer y segundo domingo, con sus dos semanas. Es el inicio de la subida del camino
cuaresmal hacia la montaña, la culminación, de la Pascua.
Ya que la Cuaresma es larga, pastoralmente convendrá no gastar los cartuchos, no acelerar, en esta
primera quincena, que viene definida por los temas evangélicos de sus domingos: en el 1º la
narración de la lucha y oración de Jesús en el desierto, su Cuaresma, nos presenta el modelo, si él lo
hizo, cómo no nosotros.
En el 2º la narración, también simbólica, de la Transfiguración. Es la meta hacia la que se dirige
nuestro esfuerzo cuaresmal, la glorificación pascual, con la decisiva indicación del Padre: "Este es
mi Hijo amado: escuchadle". ¿Sabemos, cada uno de nosotros, toda la Iglesia, escucharle?
Segunda etapa
Las restantes semanas, los domingos tercero, cuarto y quinto. La etapa decisiva para el camino
hacia la comunión con Jesucristo en el misterio de su muerte y resurrección.
En estas semanas debe acentuarse el esfuerzo comunitario por vivir en tensión cuaresmal. Las
propuestas pueden ser diversas, atentas a las distintas posibilidades y mentalidades (oración, vía
crucis, etc). Pero confluyentes en el núcleo del plan de Dios que es el que nos presenta los tres
evangelios de los domingos del ciclo A (los evangelios de la catequesis bautismal). Su centro es
siempre Jesús, Dios con nosotros. Como respuesta a los más profundos anhelos humanos: él nos da
el agua que nos fertiliza, la luz que rompe con nuestra tiniebla, la vida para ahora y para siempre.
Epílogo
O quizá mejor, llegada a la meta.
Ya dentro de lo que suele dominarse Semana Santa, desde el Domingo de Ramos hasta la mañana
de Jueves Santo. En estos días ya domina la rememoración de la Pasión del Señor. Nosotros hemos
procurado situarnos en sintonía de renovación con el Evangelio: ahora toca, sobre todo, abrirnos a la
contemplación de cómo Jesús vivió, sufrió, amó en sus últimos días.
Alianza
Las primeras lecturas de los domingos de Cuaresma se refieren con frecuencia a la Alianza. Es
decir, al mutuo compromiso y donación que teje la historia que nosotros denominamos el Antiguo
Testamento.
La iniciativa es de Dios, que se da a conocer, propone, y asegura su fidelidad. La respuesta es de su
pueblo que acepta, se compromete y sabe que debe ser fiel para dar fruto y que, cuando no lo es,
también es capaz de arrepentirse y luchar para recuperar el buen camino.
Y, cada domingo, o cada día cuando llega el momento culminante de la Eucaristía, escuchamos
como Jesús, en su despedida, en su testamento, en su Misa, asume y renueva y mejora esta historia
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de Alianza. Y asegura que el cáliz de su sangre, de su entrega total, es sangre de la alianza nueva y
eterna por nosotros y por todos.
Las semanas de Cuaresma son invitación a sumergirnos y revivir esta oferta de Alianza, de
comunión que Dios hizo, hace y seguirá haciendo.
La respuesta es apuntarse cada vez más, más de verdad y hondamente, a asumir nuestra parte en
esta alianza, porque toda alianza siempre es cosa de dos.
6.- Las lecturas bíblicas de estos domingos
Son muy importantes para comprender qué es y cómo vivir la Cuaresma. Tienen una organización
muy propia de este tiempo, enraizada en la antigua tradición litúrgica pero, al mismo tiempo, llena
de mensaje actual.
Primera lectura
Del Antiguo Testamento, como es habitual en todos los domingos, menos el tiempo de Pascua.
Pero ahora no como preparación del evangelio, sino con un itinerario independiente.
En estos cinco domingos se nos propone un repaso de los grandes momentos de la historia de la
salvación. Es decir, de cómo Dios se hace presente y actúa en la prehistoria humana, y luego en el
pueblo de Israel. Son historias antiguas pero que trazan un camino que nos revela el estilo de Dios
que acompaña la búsqueda humana hacia la plenitud que se revela en Jesucristo.
Segunda lectura
Son fragmentos de las cartas de los apóstoles, principalmente de Pablo, que se relacionan con la
primera ó la tercera lectura. Que ayudan a su concreción espiritual.
Evangelio
La lectura clave siempre y especialmente en este tiempo. Los dos primeros domingos presenta el
inicio y la meta cuaresmal: la lucha de Jesús, en oración y ayuno, en el desierto antes de iniciar su
anuncio de la Buena Nueva; su Transfiguración, como excepcional revelación de su ser divino y
victorioso, lo que desembocará en la Resurrección.
Y, en los tres domingos siguientes, los clave de la Cuaresma, escuchamos evangelios que nos
hablan de lo decisivo: lo que es Jesús para nosotros, lo que él injerta en nuestra vida. Sobre todo en
los evangelios propios del ciclo A, que pueden leerse también en los otros dos ciclos, y que son los
que presidían la última preparación de la catecúmenos en vísperas de su bautismo en la noche de la
Vigilia Pascual. Son textos del evangelio de Juan que nos hablan de la conversación de Jesús con
una mujer samaritana, de su encuentro salvador con un ciego, y con un difunto, su amigo Lázaro.
Y el mensaje de cada evangelio es transparente. Jesús, su Buena Nueva, es agua que da vida, es la
luz que guía, es resurrección más allá de cualquier muerte.
En el ciclo B de lecturas, los evangelios, también de Juan, de estos tres últimos domingos,
acentúan lo que los teólogos y liturgistas denominan "el misterio pascual de Jesús". Dicho más
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llanamente, la salvación/ vida que nos llega gracias al paso lleno de amor y entrega de Jesús por la
cruz, la muerte... que desemboca en la resurrección.
Y, en el ciclo C, los evangelios dos son de Lucas y uno de Juan, todos coincidentes en una
invitación a la conversión que no se basa tanto en nuestro empeño como en el amor misericordioso
del Padre que es la gran revelación de Jesús.
El camino de Jesús
Los evangelios, especialmente los tres sinópticos, destacadamente el de Lucas, insisten en la
importancia del camino, de la ascensión de Jesús hacia Jerusalén. En los últimos meses de su vida.
Un camino que asume conscientemente, sabiendo qué sucederá.
Si su tierra, el lugar de sus amigos y de la mayoría de sus seguidores, había sido la medio pagana
Galilea, al final decide subir a la ciudad santa, a Jerusalén. Aunque sepa que en ella dominan tos
gerifaltes políticos y religiosos que más se oponen a su anuncio tan sencillo como revolucionario
que apuesta por un Reino de Dios para todos y, muy especialmente, para los más pobres y
menospreciados. Que, sorprendentemente, habla más a los considerados pecadores que a quienes se
creen justos, buenos.
Fue el camino de Jesús hacia Jerusalén, hacia la revelación final de su amor de Hijo de Dios para con
todos. Y es un camino que la Cuaresma nos ayuda a revivir. Como camino de Jesús, como camino
nuestro.
7.- Resumen final
Hemos de redescubrir la Cuaresma. No como paréntesis sombrío sino como camino de
renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la plenitud, es decir, hacia la Pascua,
triunfo de toda vida sobre toda muerte.
Redescubrirla y ayudar a redescubrirla. No es fácil pero es un excelente servicio que todos quienes
trabajamos en cada comunidad cristiana bueno será que asumamos con esperanza.
Quizá palpemos poco los resultados, pero la vocación cristiana no pide éxitos sino verdad y amor.
Ayudar al seguimiento de Jesús, ayudar a la comunión con su amor. Y no otra cosa es el mensaje de
estas semanas de Cuaresma
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Como introducción a esta mañana de
retiro, en el que vamos a comentar el
camino de la misericordia, puede ser
sugerente recordar las sabias palabras de
Ghandi: "Si quieres ser un verdadero
reformador, te son necesarias tres cosas:
la primera es sentir. ¿Te sientes
auténticamente atraído
hacia tus
hermanos? ¿Sientes de verdad que en el
mundo haya tanta miseria e ignorancia?
¿Sientes profundamente que los hombres son hermanos tuyos? Si es así sólo has dado el
primer paso. Es necesario que te preguntes inmediatamente si encuentras algún remedio.
Si lo has encontrado no es más que el segundo paso. Una sola cosa te es necesaria. ¿Cuál
es tu móvil? ¿Estás seguro de que no te empuja la sed de fama o de poder? ¿Estás verdaderamente seguro de que puedes permanecer fiel a tu ideal, aunque el mundo entero
pretenda aplastarte? Si es así, eres un verdadero reformador, un maestro, una bendición
para la humanidad".
Las parábolas son el corazón de la predicación de Jesús El Papa comienza el capítulo
séptimo de su Libro con estas bellas palabras: “Las parábolas son indudablemente el
corazón de la predicación de Jesús… Siempre nos llegan al corazón con su frescura y su
humanidad… En las parábolas sentimos inmediatamente la cercanía de Jesús, cómo vivía y
enseñaba. Pero al mismo tiempo nos ocurre lo mismo que a sus contemporáneos y a sus
discípulos: debemos preguntarle una y otra vez qué nos quiere decir con cada una de las
parábolas (Cf. Mc 4,10). El esfuerzo por entender correctamente las parábolas ha sido
constante en toda la historia de la Iglesia…”
Lucas, como todo evangelista, nos expone la salvación de Jesús y nos invita a seguir
sus pasos. Pero Lucas, nos resalta, especialmente, el rostro de la ternura y la misericordia
de Dios. Sus parábolas transparentan especialmente la misericordia. El Papa comenta en su
libro tres parábolas narradas en el evangelio de Lucas; son parábolas que tocan el corazón
con especial delicadeza: la del “buen samaritano” (Lc 10,25-37), la del Padre bueno y los
dos hermanos, también llamada del “hijo pródigo” (Lc 15,11-32), y la del “rico Epulón y el
12
pobre Lázaro” (Lc 16,19-32). Nos detenemos en comentar la primera: la parábola del “buen
samaritano”.
Cada persona que desee recorrer el camino de la misericordia podrá realizar un
itinerario espiritual que conlleva ciertas etapas que están perfectamente recogidas en la
parábola del Buen Samaritano. Intentemos definir las cuatro fundamentales:
a) Hacernos conscientes de la realidad ("Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y
cayó en manos de bandidos, que después de haberlo despojado de todo y de haberlo molido
a golpes, se fueron dejándolo medio muerto (...) Pero llegó junto a él un samaritano que iba
de viaje, lo vio y se compadeció" (Lc 10, 30;33))
A lo largo de la historia Jesús va a aparecer como el Divino Samaritano. El va a ser el
protagonista de esta parábola. Su participación en el destino humano no es una participación neutra, sino que está cargada de una fuerte intensidad afectiva. En el Evangelio, el
verbo griego splagchnizomai se utiliza 212 veces para indicar la actitud de Cristo. Su significado es éste: «sentir algo en las entrañas». En su contacto con las personas que sufren y
están necesitadas, Jesús reacciona emotivamente: siente vivamente su sufrimiento, hasta
ver sacudida toda su persona y llorar por ello, como le sucedió con la viuda de Naín o
delante de la tumba de Lázaro. La emoción de Jesús, expresada en su simpatía y en su
compasión, es ya una fuente de curación por sí misma.
La participación plena en la condición humana ha hecho de Cristo el Samaritano por
excelencia. En este título se resume toda la obra desarrollada por Jesús en favor de los
enfermos. Casi la quinta parte de los evangelios trata de las curaciones realizadas por Cristo
y recoge las reflexiones que surgieron con ocasión de estas mismas curaciones. «De los
3.779 versículos de los evangelios, 727 se refieren específicamente a la curación de
enfermedades físicas o mentales y a la resurrección de muertos; hay además otras 31
referencias generales a los milagros que incluyen curaciones»
Y ¿nosotros nos conmovemos ante las miserias de nuestra sociedad? Porque existe la
errónea y extendida convicción de que, en la actualidad, somos más conscientes de todo lo
que ocurre en nuestro mundo, gracias a la amplitud de información que tenemos a nuestro
alcance. Nada más lejos de la realidad; la avalancha informativa, que no podemos procesar
o discernir, y el ritmo de vida acelerado que a todos nos atrapa ha generado una enorme
superficialidad. Pocas personas están atentas verdaderamente a lo que les rodea, pocas
poseen una capacidad contemplativa desarrollada. Algunas cuestiones a tener en cuenta
son:
Reconocer la importancia de los sentidos. Dice el refrán:
"ojos que no ven, corazón que no siente". Y de eso se trata; de ver,
oír, tocar y oler la compleja realidad del mundo que nos rodea,
saliendo de la burbuja que nos protege o atreviéndonos a parar
desde la velocidad que nos aturde. Y no sólo ver, sino mirar; no
sólo oír, sino escuchar la voz de la vida y sus amenazas; no sólo
ser rozados, sino aferrados por lo que nos rodea. Si algo de esto
no ocurre ¿no será que estamos dormidos?
¿Nos duele la realidad? ¿ Ha llegado a afectar a nuestro
corazón?. Porque éste es el punto de partida de todo compromiso:
el dolor que sentimos cuando percibimos el abismo que existe
entre el mundo que podría ser y el que realmente tenemos; entre
la aspiración a la dicha que late en todas las personas y sus
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posibilidades de alcanzarla. En el lenguaje de la fe, se trata de atender que el dolor de los
pobres "clama al cielo" y que Dios nos reenvía el mensaje. Aquí se juega el punto nuclear de
la motivación al compromiso: el "saber" no nos moviliza: hacen falta el "doler" y el "soñar".
Aunque, como es lógico, es preciso conocer y comprender la realidad. Porque
también la cabeza tiene algo que aportar en este asunto. De nuestra capacidad intelectual
cabe esperar preguntas ¿por qué esto es así?), explicaciones (¿cuáles son las causas?) y
soluciones (¿qué podemos hacer al respecto?). Sin el momento de análisis crítico la
solidaridad no pasará del sentimentalismo y ya sabemos que "el infierno está lleno de
buenas intenciones".
b)Cambiar de mentalidad ("Por casualidad bajaba por aquel camino un sacerdote; al
verlo dio un rodeo y pasó de largo. Lo mismo hizo un levita al llegar a aquel lugar: lo vió, dió
un rodeo y pasó de largo" (Lc. 10, 31-32))
En esta fase es preciso llevar a cabo dos tareas de gran importancia. La primera
consiste en pasar a sentirnos implicados por la vida de las demás personas. En el contexto
de la parábola es pasar a considerar a los demás "prójimos" y no "extranjeros". Pero esta
apertura de la implicación tiende a producirnos pánico; recuérdese que el fariseo que había
iniciado la conversación lo hizo "queriendo justificarse", esto es, queriendo tranquilizar su
conciencia con una conducta éticamente correcta. Y claro, el problema es que si la
solidaridad no ha de reducirse a "los míos" (familia, amigos, compatriotas, camaradas
políticos, de mi mismo sexo, etc.), entonces toda mi existencia queda amenazada. (tiempo,
bienes, cualidades).
No podré fabricar mi reducto de seguridad a salvo de la llamada de los que sufren. En
definitiva, el cambio al que nos referimos se produce cuando el dolor de la humanidad lo
interpretamos como padecido por "uno de los nuestros" y no podemos refugiarnos en las
palabras de Caín: "acaso soy yo el guardián de mi hermano". La única pista educativa que
se me ocurre es la de atrevernos a poner en el lugar de los otros para preguntar: ¿Y si me
hubiera ocurrido a mí? ¿No es la vida al mismo tiempo una realidad individual y un asunto
social o comunitario? Recordemos aquel lema de una campaña de Manos Unidas: "Tu
indiferencia te hace cómplice". .
La segunda tarea no es menos importante y consiste en identificar nuestras defensas
ante los problemas de todos para iniciar el "desarme del corazón", la ruptura de su "coraza".
Y aunque cada uno tenemos ardides particulares para desentendernos del resto, algunas
tretas son de uso casi universal y podemos citarlas a modo de ejemplo, aunque cada uno
haría bien en poner, a cada una de ellas, nombre y apellidos:
"Bastante tenemos nosotros con lo que nos ha tocado!" (la solidaridad restringida)
"¡Seguro que ellos se lo han buscado!" (buscar en los afectados algún defecto que sin
duda tendrán)
"Qué lástima, qué malos somos! (la culpabilización sentimental y paralizante)
"Estos problemas nos desbordan y son insolubles!" (la técnica del realismo resignado)
"¡La culpa la tiene el gobierno!" (magnífica forma de echar balones fuera)
"¡Este asunto requiere una reflexión más detenida! (siempre hay que madurar un poco
más la cosa antes de hacer algo)
c) Hacer algo práctico, progresivo y acorde con nuestras posibilidades. ("se acercó a él,
le curó las heridas con aceite y vino y se las vendó; después lo montó en su misma
cabalgadura, lo llevó a una posada y se encargó de cuidarlo"(Lc. 10, 34)).
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Para quienes han cambiado de mentalidad acecha otro serio peligro: el de sentirse los
salvadores. Éstos son los que quieren resolver los principales problemas del mundo en un
trimestre porque desconocen sus propios límites personales y aquellos otros que proceden
de las estructuras económicas y sociales. Comienzan con entusiasmo e ingenuidad; acaban
decepcionados y quemados.






Algunos
criterios
realistas que la experiencia va
enseñando a este respecto
serían los siguientes:
juzgados por el amor que tuvimos,
El último día seremos
no por el número de reuniones
en las que participamos, La calidad
de nuestra participación es tan
importante
como
el
trabajo
desarrollado; la eficacia, como
los procedimientos.
Se nos pedirán cuentas no de si resolvimos todos los problemas pendientes sino de si
hicimos todo lo que pudimos. El criterio de medida han de ser nuestras fuerzas no la
magnitud de los retos de nuestro mundo. De lo contrario acabaremos aplastados por el agobio.
Lo fundamental no es "hacer igual que todos", sino emplear adecuadamente nuestros
talentos, descubrirlos, agradecerlos, mimarlos y acrecentarlos. Todos podemos aportar algo
y todos podemos mejorar en algo.
Nuestra acción compartida debe impulsar las capacidades de todos, para que nadie sea
cada vez menos autónomo o se fomenten la irresponsabilidad y la dependencia. Se trata de
complementar los esfuerzos de todos, no de sustituir a nadie en su deber o protagonismo.
La colaboración de los creyentes en el campo de la enfermedad y de la salud necesita un
acompañamiento, progresividad y discernimiento para que las personas no se vean
desbordadas por las dificultades.
Habríamos de educarnos en la capacidad de descubrir y agradecer los muchos gestos
positivos de solidaridad que existen a nuestro alrededor, porque estamos deformados por el
influjo de las noticias negativas que los medios de difusión transmiten a todas horas. Sólo
esta sensibilidad puede alimentar la esperanza.
d) Pensando en el futuro: la revisión de las motivaciones. actitudes y acciones y la
consolidación de las iniciativas ya operantes. ("Al día siguiente sacó dos monedas y se las
dio al posadero, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta". (Lc.
10, 35)).
En el terreno de la compasión se suele producir una experiencia: la falta de
continuidad. La dureza de los retos planteados, el desgaste psicológico o las decepciones
convierten muchos compromisos en "flor de un día". Bueno es recordar, por tanto, que la
propuesta del camino de la misericordia es para largo plazo. Entre los educadores habría de
evitarse generar la impresión de que ciertos valores son apropiados para ciertas edades de
la vida; y en concreto "la ilusionada etapa de la juventud". La pasividad, la comodidad, el
realismo adaptativo y la falta de capacidad de interiorización que caracterizan a tantas
perdonas son algunas de las principales dificultades actuales para educar en la justicia y la
fraternidad. Sin algún tipo de vertebración asociativa, la multitud de acciones y proyectos
que se están impulsando terminarán siendo incapaces de responder a las necesidades de
los empobrecidos y enfermos.
TUVE HAMBRE Y ME DISTE DE COMER
En verdad es justo, darte gracias
1. Tú me dijiste, Señor, que en mi camino,
y deber nuestro a1abarte,
iré encontrando hambrientos de mi pan,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
que habrá sedientos que vengan a mi fuente,
en todos los momentos y circunstancias de la vida,
enfermos tristes de frío y soledad.
en la salud y en la enfermedad,
en el sufrimiento y en el gozo,
Tú me dijiste que sufres en el pobre,
que estás desnudo no tienes libertad,
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que en el anciano que espera, Tú me esperas
y en ese niño, de hambre, morirás.
por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor.
Porque él, en su vida terrena,
pasó haciendo el bien y
curando a los oprimidos por el mal.
También hoy, como buen samaritano,
se acerca a todo hombre
que sufre en su cuerpo o en su espíritu,
y cura sus heridas con el aceite del consuelo y
el vino de la esperanza.
Por este don de tu gracia,
incluso cuando nos vemos sumergidos
en la noche del dolor,
vislumbramos la luz pascual
en tu Hijo, muerto y resucitado. (Común VIII)
Para orar:
1ª.- ¿Me identifico con el hombre herido, al borde del camino?.
¿Cuáles son actualmente las heridas de mi corazón?
2ª.- ¿Siento a Jesús como el Buen Samaritano que me cura y
me salva, sobre todo a través de los sacramentos?.
3ª.- ¿Detecto las heridas y las carencias de las personas que acuden a mi?. Existen algunas
que más me preocupen.?
4ª.- ¿En el ejercicio del ministerio sacerdotal he ido ganando en sensibilidad ante los
enfermos y necesitados o por el contrario …?
5ª.- Repasa en tu mente y en tu corazón todo lo que haces día a día a favor de los enfermos,
de los pobres, de los pecadores, de … y da gracias a Dios.
6ª.- También agradece a Jesús todo lo bueno que hacen los demás.
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