Centro de Asesoría Educativa y Psicológica Jr. J. J. Pasos Nº 395 - 391 Telef. : 3310266 [email protected] BOLETIN Nº 36 - ABRIL 2011 Hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos". MARTIN LUTER KING La agresividad es un estado emocional que consiste en sentimientos de odio y deseos de dañar a otra persona, animal u objeto. La agresión es cualquier forma de conducta que pretende herir física y o psicológicamente a alguien. La Agresividad es un factor del comportamiento normal sin que sea necesaria la destrucción del adversario La agresividad humana puede, en principio, ser erradicada, ser ejercida, ser neutralizada o ser reprimida, aunque la mejor solución sea, tal vez, canalizarla. Hay que aclarar que no es exactamente lo mismo violencia y agresividad. La agresividad es una característica de los seres vivos, especialmente del más 'vivo' de todos: el hombre. En cambio la violencia es algo más amplio que incluye además cuerpos inertes o fenómenos naturales: hay terremotos violentos, tempestades violentas, erupciones volcánicas violentas, etc. Incluso cuando nosotros levantamos bruscamente un brazo para defendernos de algo hablamos de un movimiento violento, sin que ello signifique necesariamente una conducta agresiva. El comportamiento agresivo no es solamente insultar, pegar, matar, robar, estafar o usurpar casas, sino que admite variaciones muy sutiles como por ejemplo llegar tarde o faltar a una cita, olvidarse de pagar algo en forma no deliberada o inadvertida, etc. Hay quienes afirman que una cierta dosis de agresividad es indispensable para la lucha por la supervivencia: los hombres blandos terminan sucumbiendo. En el otro extremo encontramos a los que proponen la eliminación lisa y llana de la violencia, única forma de vivir en paz. El problema no es tan sencillo, y viene debatiéndose desde los mismos orígenes de la humanidad. ¿Dónde empieza la agresividad? Por supuesto, en el otro. Lo primero que solemos decir, ya desde niños, es "El empezó primero", lo que muestra que existe una especie de rechazo hacia nuestra propia agresividad. Sin embargo, preguntarse quién empezó primero es lo mismo que el problema del huevo y la gallina. Siempre me acuerdo de una anécdota donde dos hombres estaban reunidos, y uno le dice al otro: "Hoy te noto agresivo". El otro contesta que no, que está tranquilo, pero sin embargo el primero sigue insistiendo tanto que el segundo hombre se empieza a enojar y termina amenazando al otro con pegarle si sigue insistiendo en lo mismo. "¡No estoy agresivo!", termina gritando enfurecido, mientras agitaba el puño en el aire. La cuestión es, ¿qué hacer con la agresividad humana, con nuestra agresividad? Al respecto encontramos cinco soluciones posibles: erradicarla, ejercerla, neutralizarla, reprimirla o canalizarla. 1) Erradicarla: De momento, esta es una solución imposible, salvo que algún día la ingeniería genética pueda identificar y destruir un supuesto gen de la agresividad. El hombre, ya desde el nacimiento, nace con tendencias constructivas y destructivas, amorosas y hostiles, más allá de si la sociedad lo hace bueno o malo. Hoy ya no podemos creer más en la teoría del angelito, de J.J. Rousseau, para quien el hombre nace naturalmente bueno pero se hace malo por la influencia del entorno, especialmente los demás hombres. Es cierto que hay personas más agresivas y otras menos agresivas, pero todas tienen inevitablemente un monto innato de agresividad. Sin embargo, aún cuando se pudiera eliminar la agresividad, ¿en qué nos convertiríamos? La historia de la medicina nos revela casos donde se erradicó la agresividad en ciertos locos furiosos mediante una operación cerebral (llamada lobotomía prefrontal), pero estos quedaron convertidos en seres con una vida casi vegetativa. Mediante un lavado de cerebro de este tipo no es posible erradicar la agresividad sin destruir al hombre mismo. No sirve como solución: no seríamos agresivos pero quedaríamos convertidos en piedras, y es un precio muy alto como para estar dispuesto a pagarlo. Nos quedan, entonces, las tres soluciones restantes. 2) Ejercerla: Si no podemos eliminar la agresividad, entonces ¡más sí!, seamos agresivos: matemos, robemos, insultemos, hagamos la guerra, etc. sin límite de ninguna especie. Obviamente la vida se tornaría insoportable y terminaría acabando con la misma especie humana, como solución, tampoco sirve. 3) Neutralizarla: Neutralizar significa oponer una fuerza contraria. Neutralizamos un veneno con un antídoto o también, el niño neutraliza la mordedura que le dio a su madre con una caricia. Es así que podemos neutralizar la agresividad con la fuerza opuesta, que es el amor y la solidaridad. Neutralizar no es erradicar, pues el amor no elimina el odio sino que inhibe o controla su acción. (Miguel Angel- respuesta al afecto) Neutralizar entonces es combatir la agresividad con una fuerza opuesta, que incluso a veces en vez de ser solidaridad (como el caso de la madre Teresa de Calcuta) es simplemente no-violencia, y la historia nos muestra los ejemplos de M. Gandhi y de M. Luther King. Eliminando la agresividad dejamos un vacío, pero neutralizándola ese vacío lo llenamos con solidaridad. En principio se trata de una buena solución, incluso útil en determinados casos, pues de alguna manera tanto la agresividad como la solidaridad son contagiosas: en un medio donde los demás son agresivos uno tiende también a serlo, y lo mismo pasa con la solidaridad. Sin embargo, suele ocurrir que la fuerza que oponemos a la agresividad a) es tan excesiva que anula ésta incluso en su función de conservación de la vida, como cuando los pacifistas se dejan matar, o b) no es lo suficientemente fuerte como para neutralizar una agresividad muy intensa, como cuando los pacifistas, aún intentando defender su vida, son asesinados. (Escudos humanos en Iraq) 4) Reprimirla: o ahogarla, sin pretender eliminarla. Esto significa no oponerle una fuerza contraria sino la misma fuerza, es decir, combatir la agresividad con más agresividad, Esto, si viene desde dentro puede llevar incluso a autolesiones (Jaime dándose cabezazos) y si viene de fuera entramos en el hecho concreto de la represión por la fuerza (revueltas de los últimos días en España) La represión de la agresividad mediante la violencia legal no es una mala solución, en la medida que la mantiene a raya mientras esa agresividad no pueda ser canalizada. 5) Canalizarla: Pero, ¿hacia dónde? Todo dependerá de mi objetivo. Por medio de la reflexión, el autocontrol y las habilidades sociales superiores para resolver conflictos. Algunos tribus africanas han comprendido que matarse entre sí lleva simplemente a la mutua destrucción, y entonces lo que hacen es organizar combates simulados tipo olimpíadas, canalizando esa natural agresividad hacia dicha actividad. Otra forma de canalizar la agresividad, según algunos, es a través de sadismo y el masoquismo erógeno, donde agredir o ser agredidos se constituye en una fuente de placer sexual. Esto constituye las perversiones que no canalizan la agresividad No hace mucho leí en un diario, que en EEUU la gente que tenía casa en el campo cada vez más migraba hacia la ciudad de Nueva York, porque allí estaba más segura que en el inhóspito campo. ¡Nueva York! La ciudad más peligrosa del mundo, y a pesar de ello, la gente encontraba allí más seguridad porque por lo menos había policía. En la guerra de las Malvinas, fracciones que eran hostiles entre sí como por ejemplo los civiles y los militares, repentinamente se solidarizaron al canalizar sus mutuas agresiones hacia un enemigo común. En síntesis, la agresividad es otra fuerza más de la naturaleza, como el viento, o la energía solar, o el cauce de un río, sólo que nace en nosotros mismos y es constitutiva del hombre. Pero también, como la fuerza de un río, podemos teóricamente optar por varias soluciones: erradicarla (secar el río), ejercerla (dejarlo correr libremente), neutralizarla (oponerle una corriente de agua en sentido puesto), reprimirla (construir un dique e impedirle el paso) o, quizá en definitiva la mejor de las soluciones, canalizarla (abrir riachos o canales para enviar el agua hacia fines productivos como el cultivo). Los agresivos son personas inmaduras. No han alcanzado el suficiente desarrollo intelectual como para resolver los problemas de una forma creativa, y RESPETUOSA no son capaces de sentir amor maduro por nada ni nadie, y aunque son muy capaces en reuniones amplias, tienen un importante déficit de la habilidad social básica para desempeñarse por la vida: La asertividad. Una persona se comporta asertivamente cuando defiende sus derechos de una forma activa, pero sin pisotear los de los demás. Esto requiere una asunción de responsabilidad por el propio bienestar con tolerancia y respeto por los puntos de vista y metas de los demás, pero además una lucha activa para no ser pisoteado por quienes no son asertivos. No vivimos en un medio asertivo. Nuestra sociedad se caracteriza por una competitividad feroz en la que se habla de derechos que no se respetan. Ser asertivo cuesta mucho trabajo, y no siempre consigue que la persona se salga con la suya. Para triunfar en esta sociedad es indiscutiblemente más útil ser agresivo. Las personas agresivas imponen su punto de vista, su definición del problema, sus derechos o la satisfacción de sus necesidades, empleando estrategias que generan miedo, culpa o vergüenza. Puede ser de forma "relativamente" sutil a través del enfado, pero también mediante violencia física o verbal. Es una estrategia muy efectiva, pero si es demasiado explícita puede verse seriamente castigada por la sociedad. La agresividad puede ejercerse de dos formas: Activa o pasiva. La activa es lo que todo el mundo entiende por conducta violenta. Se caracteriza por una actitud de pisoteo constante y sin escrúpulos hacia los derechos de las otras personas involucradas en el problema. Aquí el fin justifica los medios y se puede recurrir a instrumentos como el bate de béisbol, pero también a veces puede hacerse solapadamente "con una sonrisa en los labios". Si no hay violencia física, es bien tolerada por el medio social. La agresividad pasiva es mucho más difícil de detectar. Implica actitudes solapadas que están llenas de violencia. Playa “Si viene le pegas. El niño no esperó a que viniese fue él y le pegó. Violencia pasiva la madre.... Violencia activa el hijo. Hablamos de AGRESIVIDAD cuando el niño muestra tendencia a atacar a otro individuo o individuos, con la intención de causar un daño físico o psicológico. La fuerza física declarada en una clara agresión; pero también la burla, el abuso verbal y el sarcasmo, son formas de agresividad. Durante el proceso de socialización, el niño adquiere conceptos básicos acerca de la agresividad y de sus usos. Estudios efectuados por Sears, Mccoy y Levin (1957) demostraron que la aplicación de los castigos severos por conductas agresivas en niños genera, en éstos, grados muy altos de agresividad. Es decir, que el castigo contribuye a reforzar algo que quienes lo aplicaban, querían erradicar. De todas formas, en aquellos casos en que los castigos por agresividad eran particularmente severos, conducían a una disminución de la agresividad, expresada también en forma de conductas inconvenientes: apatía y pasividad. Las perturbaciones en este proceso, ya sea porque en el ambiente "flota" una excesiva agresividad, o porque el niño tiene ocasión de visualizar escenas de agresividad, pueden hacer que el niño interiorice unas creencias acerca de la conducta agresiva, las cuales le harán entrar en conflicto con el medio que le rodea. ¿Cuáles son los métodos adecuados para evitar o medrar la conducta agresiva en niños? ADULTOS: NO ESTIMULAR LA AGRESIVIDAD No agredir a los niños ni física, ni verbalmente. La agresividad de los niños no es sino un reflejo de la que reciben o de la que visualizan. Debemos evitar los castigos físicos y las actitudes agresivas y culpantes a la hora de reconvenirles por sus actuaciones. Tengamos en cuenta que al hablar de "no agredirles" nos referimos a gran cantidad de comportamientos, no solamente agresiones físicas. Si muchos nos apuran, las agresiones de tipo físico serían un mínimo porcentaje de las que reciben los niños. Pero, hay muchas actitudes de enfado, exigencia, inculpación, etc., que deben ser consideradas verdaderas situaciones de agresividad. Por ejemplo: mantener en casa un clima de discusiones establecer situaciones de competitividad buscar culpables en lugar de buscar soluciones insistir en que es necesario saber "quien tiene la culpa" reñir o chillar por que ya está hecho usar la disciplina como un castigo (cuando lo ideal es que los niños aprendan a respetar la disciplina, no a odiarla, que es lo que pasará si se les amenaza con ella emplear cualquier tipo de amenaza o admonición para hacerles obedecer demostrarles que cuando nos enfadamos conseguimos lo que queremos (en tiendas, restaurantes, ventanillas, etc.) negarnos a hacer las paces, si hemos caído en el error de enfadarnos con ellos EL CASTIGO FISICO DEBE QUEDAR TOTALMENTE PROSCRITO Si castigamos físicamente a un niño le estamos enseñando que es lícito pegar cuando estamos enfadados con alguien Al menos, corremos el riesgo de que ellos lo interpreten así, con lo que no deberá extrañarnos sus respuestas de agresividad Los padres que pegan a sus hijos pequeños, muchas veces lo hacen para descargar su propia agresividad y/o para afirmar su poder que no saben como demostrar, imponer) Cuantas veces se trata de padres o madres que, a su vez, fueron también pegados de pequeños Desgraciadamente las imágenes perduran, y los hábitos de conducta aprendidos en la infancia tienden a perpetuarse. Los niños al nacer no están enfadados El enfado y la agresividad se aprenden al convivir con el enfado y la agresividad en el ambiente más próximo Es cierto que tales tácticas han sido empleadas por generaciones... pero bueno es que empecemos a abolir estos malos hábitos. Con tácticas de amenaza o de agresión, los hijos aprenden que es necesario portarse bien... cuando nosotros estamos cerca, pero no crean la necesaria disciplina interna para desenvolverse con autosuficiencia. Quitemos importancia a las situaciones de irritación, en lugar de exagerarla. No insistamos en tener siempre razón. Permitamos que vuestros hijos tengan sus propios puntos de vista en lugar de imponerles violentamente los nuestros. Contemos hasta diez o abandonamos unos momentos la habitación si vemos que va a iniciarse una pelea. No pretendamos "ganar" todas las discusiones, juegos, etc, con nuestros hijos. Procuremos darles la razón (especialmente si son adolescentes) en lugar de discutir con ellos; más tarde, podremos replantear la cuestión y pedirles a ellos que busquen una solución. Por ejemplo: digamos a nuestro hijo "Tienes razón; a ti no te gusta ordenar las cosas y yo he tratado de imponerte mis criterios sin tener en cuenta estas características tuyas. Discúlpame por haber sido tan exigente". Con ello le habremos desarmado. más tarde, podemos plantearle -> "Oye una cosa, ¿cuáles crees que deben ser tus responsabilidades en lo de mantener el orden? ¿Puedes ayudarme haciéndote un plan?. Casi seguro que nos saldrá con un plan más riguroso que el que nosotros hubiéramos intentado imponer. ¡Pruébelo! Si les reconocemos sus derechos y les concedemos responsabilidades, veremos que sacamos más partido que intentando imponernos. No les aceptemos desafíos. Una medida aconsejable para disminuir la agresividad consiste en no concederles atención cuando "buscan pelea". etc.) Hemos de actuar con indiferencia ante su posible agresividad (verbal, física, No hemos de caer en la trampa de una escalada mutua de agresividad. Le daremos una lección de que "para pelearse hacen falta dos", y que no se entabla una discusión si uno de los dos se empeña en no mantenerla. Impedirle la visualización de escenas de agresividad. Debemos "censurar" la TV, el cine, etc. La visualización de escenas de agresividad aumenta, al menos temporalmente, la agresividad de quienes las contemplan. Está demostrado (Berkowitz, 1964) que cuando más "justificada" es la agresividad que vemos (es decir, cuando son los "buenos" los que atacan a los "malos") mayor es la posibilidad de que aumente la agresividad de los espectadores. esto no es válido para la mayor parte de los dibujos animados, donde la agresividad es bastante surrealista y es vivida por los niños con cierta fantasía. Cuando hablamos de "censurar agresividad" nos referimos a películas realistas, con escenas de peleas, agresiones, crímenes, y no digamos si son sádicas o superviolentas, con abundancia de sangre y de golpes. Nuestro mundo es muy complejo; a veces, se consiente que los niños vean en película las mil y una formas de matar, pero no se les consiente que vean ni una sola escena de amor. Una de las grandes dificultades de los padres es saber cómo tratar con la agresividad de sus hijos ya que, a menudo, nos enfrentamos a la desobediencia y a la rebeldía de ellos. La agresividad es un trastorno que, en exceso, si no se trata en la infancia, probablemente originará problemas en el futuro, cómo el fracaso escolar, la falta de socialización, dificultad de adaptación, etc. Pero, ¿qué podemos entender por agresividad en los niños? La Familia La familia es uno de los elementos más relevantes dentro del factor sociocultural del niño. La familia lo es todo para él. La familia es su modelo de actitud, de disciplina, de conducta y de comportamiento. Es uno de los factores que más influyen en la emisión de la conducta agresiva. Está demostrado que el tipo de disciplina que una familia aplica al niño, será el responsable por su conducta agresiva o no. Un padre poco exigente, por ejemplo, y que tenga actitudes hostiles, desaprobando y castigando con agresión física o amenazante constantemente a su hijo, estará fomentando la agresividad en el niño. Otro factor que induce al niño a la agresividad es cuando la relación entre sus padres es tensa y conturbada. Dentro del factor sociocultural influirían tanto el tipo de barrio donde se viva como expresiones que fomenten la agresividad "no seas un cobarde". Los factores orgánicos tipo hormonales, mecanismos cerebrales, estados de mala nutrición, problemas de salud, etc, también influyen en el comportamiento agresivo. Y dentro del factor social, el niño que no tiene estrategias verbales para afrontar las situaciones difíciles, le conducirá a la agresión. CAUSAS DE LA CONDUCTA AGRESIVA La familia es un factor muy importante que influye en la emisión de la conducta agresiva. El tipo de disciplina propia de la familia es un factor determinante. Tanto un padre poco exigente como uno con actitudes hostiles fomentan el comportamiento agresivo en sus hijos. La incoherencia en el comportamiento de los padres es otro factor a tener en cuenta. Esta incongruencia se refiere a cuando los padres desaprueban la conducta agresiva del niño castigándola con su propia agresión física o verbal. También es incoherente que una misma conducta a veces sea castigada y otras no, o que el padre riña al niño y la madre no. Las relaciones deterioradas entre los padres es otro factor, la tensión que provoca la mala relación de los padres puede conducir al niño a comportarse de forma agresiva. Los factores orgánicos también influyen en la agresividad de los niños, mala nutrición, problemas de salud. El déficit en habilidades sociales también constituye una causa de este comportamiento, cuando las habilidades necesarias para afrontar las situaciones frustrantes están ausentes, suele aparecer la agresividad. Para cambiar la conducta agresiva del niño hay que incidir en su ambiente, eliminar su conducta y enseñarle otro tipo de comportamientos alternativos a la agresión. Para reducir la agresividad existen procedimientos como el tiempo fuera o el coste de respuesta. Dra. Consuelo Santa Maria Colaboradora desde Madrid - España