Educación del carácter, núcleo de la personalidad - amaia

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Educación del carácter, núcleo de la
personalidad
José Antonio Marina. Filósofo.
Marina ayuda con su esclarecedor artículo a entender cuáles son las tareas que ha
venido realizando hasta ahora la escuela para educar en el carácter. A saber, cuando en la
escuela intentamos despertar la motivación para el aprendizaje, educar el razonamiento o
fomentar la capacidad para resolver problemas, se está educando el CARÁCTER. Y así, el
aprendizaje de la atención tan importante en la escuela Primaria, forma parte de la
estructura del carácter. Lo mismo sucede con la capacidad de aplazar la recompensa, de
persistir en las metas o de elaborar proyectos. Son tareas inequívocamente educativas y
de alto contenido formador de la personalidad.
Propone una concreción didáctica para el contenido de esa educación del carácter
expandido. Deseando como desearíamos que nuestros alumnos y alumnas adquirieran un
tono emocional activo, alegre, optimista y capaz de enfrentarse a las dificultades nos indica
cómo aprenderlo. Y es así que según la teoría de la personalidad el niño/la niña nacen con
temperamentos diferentes: vulnerables, o resistentes, o sociables, o inhibidos, o
persistentes, o inconstantes... pero podemos ayudarles a adquirir rasgos de carácter que
modulen esas características innatas, por ejemplo, podemos fomentar la seguridad en sí
mismos.
Se necesita recuperar el concepto de VOLUNTAD cuando hablamos de la educación en
el carácter. Voluntad repetimos porque no basta con el concepto de MOTIVACIÓN para
explicar el comportamiento humano. Los educandos deben aprender cuál es el contraluz de
la realidad, a saber, unas cosas las hacemos porque tenemos ganas de hacerlas y otras
porque son nuestra obligación. Además no siempre podemos hacer lo que deseamos, ni
podemos desear lo que hacemos. La realidad tiene un componente de dificultad que no
podemos evitar y que el niño, la niña deben aprender a aceptar como aceptamos las leyes
físicas.
Retomamos una tarea urgente que nos ha de ocupar en la educación en el carácter que
ha sido mencionada más arriba, se trataría de reformular el concepto de LIBERTAD. No
somos naturalmente libres, la libertad no es una propiedad innata, sino aprendida. La
libertad no es espontaneidad, sino destreza aprendida. Tenemos la obligación de ser libres
“hay que aprender la libertad”, son algunas de las afirmaciones de filósofos que reformulan
el concepto hoy en día. Marina aboga por una pedagogía de la libertad que incluya una
pedagogía del deber que domine el impulso.
No desaprovecharemos la mención al deber pues es prioritario que el concepto de
deber se introduzca en su mundo coincidiendo con la entrada del alumno/a en la escuela
Primaria. El deber tiene que ser un elemento de su paisaje vital. Y así la educación para
soportar la frustración es absolutamente necesaria. Blondel descubre la necesidad del
deber como elemento necesario. Y además <<la obligación no limita la libertad sino que la
amplía>>, <<en la conciencia del deber se produce la síntesis de lo real y lo ideal>> llega a
formular Blondel parafraseando a Platón.
El principio fundamental por tanto, en el que se basa la propuesta de Marina: la
educación del carácter cómo núcleo de una educación de la personalidad considera que el
objetivo de la educación del carácter es el aprendizaje de la libertad. Esta educación
debería hacerse en siete dimensiones diferentes:
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la representación del mundo
los hábitos intelectuales
el buen tono vital
la autonomía
la vinculación
la elección del proyecto vital
los hábitos ejecutivos
Creemos que la formación del carácter y la pedagogía de la libertad son tareas de la
familia y de la escuela.
La escuela debe reclutar a los padres y a los miembros de la comunidad
como socios en el esfuerzo de la construcción del carácter.
Una misión de la educación en carácter debe afirmar explícitamente lo que es cierto: Los
padres son los primeros y más importantes educadores morales de sus hijos. Por tanto, las
escuelas deben abocarse a la tarea de comunicar a los padres las metas y las actividades
relacionadas con el desarrollo del carácter, así como la forma en que las familias pueden
colaborar. Para crear confianza entre la escuela y el hogar, los padres deben estar
representados en el comité de liderazgo que efectúa la planificación, la escuela debe
trabajar activamente para “desconectar” subgrupos de padres, y todos los padres
necesitan estar informados sobre el programa, (brindándoles la oportunidad de reaccionar
y consentir sobre las valores esenciales propuestos por la escuela y la forma en que la
escuela propone tratar de enseñarlos). Finalmente, las escuelas y familias resaltarán la
efectividad de su sociedad si ellos reclutan la ayuda de la comunidad –comercios,
instituciones religiosas, organizaciones juveniles, el gobierno, y los medios de comunicaciónal promover los valores éticos esenciales.
El aprendizaje de la responsabilidad es otro de los grandes temas de la educación del
carácter. T. Lickona teórico de quien Marina toma prestado el enfoque, centra su
propuesta en dos aspectos: la educación del respeto y la educación de la responsabilidad.
La concreción didáctica comienza encomendando pequeñas responsabilidades a los niños, a
las niñas, a partir de los seis o siete años, ayudándoles a reflexionar sobre la diferencia
entre acciones voluntarias y acciones casuales, sobre la necesidad de prever las
consecuencias y planificar los comportamientos, y sobre la importancia de que cada uno
cumpla las obligaciones a su cargo.
Para desarrollar el carácter, los alumnos necesitan oportunidades para
la acción moral.
Tanto en el dominio ético como en el intelectual, los alumnos son aprendices constructivos;
ellos aprenden mejor haciendo. Para desarrollar un buen carácter, ellos necesitan muchas y
variadas oportunidades para aplicar valores tales como responsabilidad y justicia en las
interacciones y discusiones cotidianas. Al enfrentar los retos de la vida –como dividir la
labor en un grupo de aprendizaje cooperativo, alcanzar consenso en una discusión de aula,
llevar a cabo proyectos de ayuda comunitaria, reducir peleas en el patio de recreo- los
alumnos pueden desarrollar una comprensión práctica de los requerimientos de justicia,
cooperación y respeto. A través de repetidas experiencias morales, los alumnos también
pueden desarrollar y practicar destrezas y hábitos que conforman el lado conductual del
carácter.
No nos olvidamos de que todo el personal de la escuela debe convertirse
en una comunidad de aprendizaje moral en la que todos comparten la
responsabilidad por la educación del carácter y se adhieren a los
mismos valores esenciales que guía la educación de los alumnos.
Todo el personal de la escuela -docentes, directores, administradores, orientadores,
entrenadores, secretarias, empleados del comedor, ayudantes, conductores de autobús,
bedeles- deben estar involucrados en aprender sobre, discutir y sentirse responsables del
esfuerzo en educación del carácter. Todos estos adultos deben modelar los valores
esenciales en su propia conducta y aprovechar las diversas oportunidades para influenciar
el carácter de los alumnos con quienes ellos tengan contacto.
Para terminar concluiremos que:
La evaluación de la educación del carácter debe incluir el carácter de la
escuela, el personal de la escuela funcionando como educadores del
carácter, y extenderse a lo que los alumnos manifiestan como buen
carácter. Éstas podrían ser modelo de propuestas para una educación del carácter
ateniéndonos a la formulación teórica de J. A. Marina.
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