20 preguntas sobre el celibato En la actualidad hay muchos jóvenes que han decidido vivir el celibato. Estas son algunas de sus respuestas, a personas que las formulan desde perspectivas cristianas y no cristianas. (Desde la 1 a la 14, realizadas desde una perspectiva no cristiana) 1. No creo en Dios. No entiendo el celibato Sin fe, la entrega a Dios –con o sin celibato- puede parecer una locura. 2. No entiendo cómo una persona puede vivir célibe Para entenderlo necesitas la fe: los cristianos sabemos que con el Señor lo podemos todo (cfr. Philip. 4, 13). Ese todo incluye vivir en celibato, porque el celibato apostólico es un don de Dios (cfr. Matth. 19, 11-12). 3. ¿Un don de Dios? Sí; un don, una gracia. Amar a Dios en celibato apostólico es una gracia: es Él quien toma la iniciativa. 4. Yo lo veo como una simple renuncia Es mucho más que una renuncia. Vivir célibe no consiste sólo en decir que no al amor humano en el matrimonio, sino en decir que sí a un Amor más grande, capaz de saciar plenamente todas las aspiraciones del corazón humano. Sucede lo mismo en cualquier elección humana, por el carácter limitado de nuestra libertad: los que se casan con una mujer renuncian a todas las demás. 5. Pero el corazón humano tiende al ejercicio del sexo, del matrimonio, que el celibato le niega. ¿Identificas sexo con matrimonio? 6. Casi totalmente. Entonces te resultará muy difícil entender el celibato. Es algo parecido al matrimonio, que no es puro sexo, sino donación de alma y cuerpo. Si entiendes el matrimonio así, como donación, entenderás que una persona pueda entregar su cuerpo y su alma plenamente a Dios, en un mismo acto de donación. Si no entiendes esta noción del amor humano, difícilmente comprenderás el don del celibato, ni la hondura de la entrega en el matrimonio. 7. Me parece una frustración. La entrega total a Dios (del alma y del cuerpo, con su pasado, presente y futuro, con sus cualidades y posibilidades) es una decisión que no anula ni frustra ninguna dimensión individual: sería contradictorio que Dios pidiera a alguien una existencia no-humana, imposible e infeliz. Jesucristo y la Virgen vivieron la virginidad con todo su corazón. 8. Pero toda persona necesita del sexo para madurar Una personalidad madura puede alcanzarse a través de muchos caminos, no sólo por el camino del matrimonio. La auto-realización del hombre no se agota en ser esposo o padre. Como la sociedad actual y la historia nos enseñan, unas personas maduran en el matrimonio y otras en el celibato. Y hay personas casadas que son inmaduras. Con el don del celibato una persona va desarrollando una plena madurez humana, tanto en el plano de las ideas como en el de los afectos, que le lleva a tomar conciencia del inmenso valor de toda vida humana (la propia y la de los demás): valemos toda la Sangre de Cristo. Los santos son un ejemplo de ese equilibrio natural y divino, de esa plenitud personal que deja una profunda huella en la historia del mundo. 9. Me parece un recorte de la propia personalidad La entrega a Dios en celibato no recorta la propia personalidad, sino que la potencia; lleva a poner todas las cualidades humanas al servicio del máximo ideal: Dios. En esa entrega de amor, la libertad alcanza su pleno sentido y su cumbre más alta. Esa relación estrechísima con Dios es la mayor manifestación de la más grande y noble ambición que puede albergar un corazón humano. Con el celibato se está plenamente disponible para cumplir el querer de Dios. El Evangelio muestra cómo Jesucristo llamó a gente con personalidad, con proyectos. En el diálogo con el joven rico (cfr. Lc.18, 18-24), el Señor le llama a completar su vida, a darle mucho más. 10. ¿No te bastaría con dedicarse a Dios unos cuantos años y luego casarse? El celibato apostólico no es un favor que se hace a Dios durante unos años. Es una donación total, propia de personas lo suficientemente libres y maduras como para darse cuenta de que pueden entregar todo su ser. Además, la llamada es una elección divina, no una decisión humana: no soy yo el que decide el tiempo que debo dedicar a Dios; es el Señor el que me pide la vida entera, al tiempo que me concede su gracia. Del mismo modo, el vínculo matrimonial no es algo temporal, sino permanente: para siempre, mientras viva el otro. 11. Yo no entiendo así el matrimonio. Por eso te cuesta entender el celibato. 12. ¿ Y para qué sirve hoy? Es algo anticuado. Muchos dicen que es de otra época y otra cultura. Pertenece al pasado: ya no tiene sentido. Para una persona madura la validez o la caducidad de un ideal no depende de la opinión ajena, del “muchos dicen”, de las encuestas, de lo que se lleva o se opina en un programa de televisión. Eso dejarse arrastrar por la corriente, ser un hombre-masa, sin personalidad. En este caso, debe acudir a otras fuentes, y reflexionar sobre la vida de Jesucristo, de los santos; pensar en el testimonio de tantas personas que viven hoy en día el celibato con madurez, en medio del mundo, sin perder su personalidad, adaptándose a las manifestaciones culturales más diversas - si no van contra la ley de Dios -, procurando influir rectamente para cristianizar la cultura. 13. Hay muchas personas que han hecho mucho mal en su vida a los otros por vivir mal su celibato. ¿No hubiera sido mejor que se hubieran casado? Esos casos son innegables. Tan innegables como las miles de personas que han encontrado la santidad en el celibato. Equivocarse es humano, pero tendría una visión muy pobre de la persona especialmente de la persona cristiana -, de su libertad, de la ayuda de los sacramentos y de la gracia de Dios -, quien le negara la posibilidad de vivir bien el celibato. (Desde una perspectiva que tiene en cuenta la fe cristiana) 14. Pero —y me sitúo ahora dentro de la fe en Dios— si Dios le ha dado al hombre y a la mujer una sexualidad para que se complete como persona, ¿no es antinatural que haya hombres y mujeres que no la ejerciten? La mujer y el hombre se complementan, no se completan. Cada mujer y cada hombre es una persona completa en sí misma. No son unos "minusválidos" permanentes mientras no establezcan una relación sexual. 15. Hay personas célibes a las que se les ve tristes y con problemas personales. Es lógico que si se elige el celibato por motivos egoístas se llegue a la tristeza, lo mismo que si se elige el matrimonio por motivos egoístas, para buscar la propia satisfacción y no como donación. La tristeza es fruto de la falta de generosidad, no de un camino u otro. 16. ¿Y no será que, en el fondo de esa decisión, late algún complejo sexual? Dios llama al celibato a hombres y mujeres normales y bien constituidas. Para vivirlo bien es necesario que tengan una sexualidad normal y sientan atracción hacia las personas del otro sexo, que es manifestación de que tienen un corazón hecho para amar. 17. ¿No es excesivo? ¿No se tienen en cuenta las debilidades? Naturalmente. No hay nadie sin defectos o debilidades. Pero Dios no puede llamar al celibato a hombres o mujeres perfectos, que no existen. Pensar de ese modo, sería imaginar a un Dios que no reconoce las características y posibilidades con las que Él mismo ha hecho a sus criaturas. Dios conoce la historia personal de sus criaturas, y cuenta con las debilidades personales para trazar grandes proyectos, que jamás se podrían hacer realidad sin su ayuda. La respuesta a la entrega es una colaboración y un diálogo con Dios: no una simple ambición humana. Esta realidad ayuda a razonar con sentido común y sentido sobrenatural ante la evidencia de las debilidades: una persona llamada al celibato se dice a sí misma: porque tengo vocación al celibato y cuento con la gracia del Señor y la ayuda de mis hermanos en la Iglesia, si me esfuerzo con humildad, en lo sucesivo venceré. 18. ¿Y si una persona, después de haber decidido vivir célibe, se enamora? Toda la vida es riesgo. Al que se casa, ¿quién le asegura que dentro de unos años la otra o el otro no le dice que se ha enamorado de otra persona? Todo es posible. Pero en el caso del celibato, si ésa es la verdadera llamada de Dios, existe la certeza de saber que Dios no cambia de opinión. Es Dios el que escoge, con predilección divina. Dios llama a un Amor que se abre hasta la eternidad. 19. Esas respuestas son poco pragmáticas. Ese pragmatismo te impide ver como actúa la Providencia de Dios. Yo creo en un Dios que ha muerto por cada uno de nosotros, que nos busca, que nos sitúa en un ambiente propicio para que le encontremos. No hay casualidades que se escapen al plan de Dios. 20. ¿No temes equivocarte? No es seguridad en mí mismo, sino en Dios. En el amor humano ese miedo ese miedo es lógico, porque sólo vivimos una vez. Fallar en la experiencia del amor es frustrar la existencia Pero no tiene sentido cuando se trata de Dios. Es la confianza en Dios la que vence el temor. Así actuó el Señor con los Apóstoles, con los primeros cristianos, con los santos. Es cuestión de enamorarse de Dios. JMC
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