Placer y aprendizaje No lejos de esta región y también en la formación reticular del tallo cerebral, encontramos los circuitos dopaminérgicos y serotoninérgicos, relacionados con otras dos formas de búsqueda del placer que son la excitación y la ensoñación o la fantasía. Resolver la culpa y el dolor, excitarse y fantasear o ensoñar son las tres estrategias humanas en la búsqueda del placer. Y el placer es un componente esencial en todo proceso de aprendizaje. Estas tres vías están ínitimamente asociadas a las tres divisiones funcionales básicas del cerebro, que a su vez representan el anclaje de tres tiempos de la conciencia: 1. el tallo cerebral, cuya forma de alcanzar el placer es a través de la respuesta de relajación. Su resultado es la paz que aquieta el ruido procedente del pasado. -lo que a su vez es consecuencia de perdonar y perdonarse, literalmente dejar pasar el pasado2. El sistema límbico, cuya forma de obtener placer es a través de la excitación, representada por la vía dopaminérgica del llamado circuito del placer. El neurotransmisor es la dopamina. Su resultado es el amor, que podríamos reconocer como la emoción que nos integra más vivamente al tiempo presente. 3. El sistema de la neocorteza o corteza cerebral que alcanza su máximo desarrollo en el ser humano, obtiene el placer a través de la creatividad que nos permite ser creadores de nuestro propio futuro. Soñarse, concebirse de nuevo, proyectarse al futuro son las estrategias del neocórtex para obtener placer. Estas tres formas de buscar el placer son a la vez necesarias al proceso de aprendizaje. Y como la vida misma es un proceso de aprendizaje, podemos concluir que el placer es tan necesario a la vida como la respiración. Lo que implica simplemente que el placer tiene sentido cuando se consagra a la vida, y de esta forma el placer es esencialmente constructivo. Pero cuando se invierten los términos y se consagra la vida al placer, el placer se vuelve destructivo pues genera dependencia, impidiendo así ese proceso de liberación progresiva que es en síntesis la evolución. El placer externo, artificial e ilusorio, es la base de todos los consumismos, los exclusivismos y las dependencias. Todo esto concierne a la falta de diversidad en la vida, un monocultivismo que, al destruir una integridad fundada en la diversidad, favorece la aparición de la enfermedad. La salud es integridad y está hecha de diversidad. Cuando la vida se vuelve monocromática, dejamos de nutrirnos de la mayor parte del espectro, lo cual es verdad tanto a nivel físico como a nivel emocional y mental. El monocromatismo es inercia, repetición y automatismo. Es la vida gris sin paz real, sin amor, sin creatividad, sin ilusión, Es la muerte en vida pues sólo sobrevivimos, lo que es en otros términos irse muriendo lentamente sin pena ni gloria. En la variedad está el placer, reza un conocido refrán. Es la diversidad la que sustenta nuestra red, construyendo múltiples puntos nodales de apoyo que dan soporte a nuestra vida. Cada punto nodal es una nueva experiencia, una nueva relación, una antigua relación renovada cada día. Que la diversidad de riqueza a la vida. Una red de redes como una onda que ondea. La red de neuropéptidos y sus receptores es una dimensión de una red multidimensional mayor, que incluye desde el nivel molecular hasta las octavas vibracionales más altas. las mentales y las espirituales. El todo es una gran corriente ondeante que lleva en su seno olas de olas de olas en un vasto oleaje que se proyecta al infinito. A un nivel físico denso tenemos la red neural, la red vascular y la red de soporte o de colágena. Su integración genera lo esencial de nuestro aspecto físico, pero sobre esas redes tangibles cabalgan procesos de oleaje electromagnético, movimientos de electrones, ondas de plasma, flujos de información de frecuencias elevadas. Todo se va conjugando en un caleidoscopio de tal cambiante belleza que no podemos menos que vislumbrarlo con una mezcla de asombro y reverencia. Nuestros sistemas orgánicos son tejidos de relaciones que soportan nuestra fisiología. Constituyen también el sustrato portador de procesos más sutiles como el aprendizaje, los sueños y el lenguaje. La psiconeuroinmunología nos demuestra cómo todos esos procesos de diversificación han sido sólo la expansión de una unidad en esencia indivisible. Neuropéptidos: los mensajeros de la red. Además de los opiáceos endógenos, pequeñas cadenas de péptidos secretados por las neuronas conforma una red de alrededor de setenta moléculas que han acompañado los procesos de la vida desde los protozoarios. Esta red de comunicación, cuidadosamente preservada en el curso de la evolución, tiene receptores en múltiples tipos celulares incluyendo las neuronas y las células del sistema inmune, garantizando así la respuesta integral del organismo a los estímulos emocionales. Algunas hormonas, moléculas básicas del sistema endocrino, se comportan también como neuropéptidos y tienen receptores a nivel neuronal. Su acción sincrónica sobre el sistema nervioso central, el sistema endocrino y el sistema inmune hacen de los neuropéptidos verdaderas llaves maestras que permiten compartir sincrónicamente la información de un sistema en el seno de todos los demás. Es este el sustrato molecular del sistema psiconeuroinmunoendocrino. Estos efectores moleculares traducen los estados moleculares a nivel celular, explicando porqué nuestros estados anímicos tienen un profundo impacto en toda nuestra economía fisiológica. Talvez el ejemplo más sorprendente de integración sea el linfocito T, célula clave del sistema inmune que se comporta como un verdadero mensajero universal en toda esta red de inteligencia. Equipado con receptores para estos neuropéptidos generados por el sistema nervioso central, el linfocito T tiene a su vez receptores para las hormonas, las moléculas del sistema endocrino y sus moléculas efectoras, las citokinas, pueden también ocupar receptores a nivel neuronal. Esta red compleja y entretejida aparentemente separada en moléculas, células y tejidos discretos, es realmente el oleaje externo de un solo campo de inteligencia, que ahora se insinúa como una conciencia que es el campo unificado en el que los campos celulares, tisulares y energéticos están contenidos. Realmente el sistema psiconeuroinmunoendocrino es, como todo nuestro cuerpo, un instrumento de nuestra conciencia. Los problemas de la enfermedad y la salud son en tal sentido problemas de la conciencia. Un campo subyacente: la conciencia Cuando constatamos que un linfocito T, auténtica neurona ambulante, sintetiza ACTH como el hipotálamo; cuando sabemos que el hipotálamo como el páncreas puede sintetizar insulina; cuando reconocemos que la piel, como la hipófisis, puede producir hormona de crecimiento, confirmamos la existencia de una entretejida redundancia funcional que nos lleva al reconocimiento de que en el organismo todo está interconectado con todo lo otro. Acentuamos esta afirmación al saber que en el cerebro la glía tiene receptores para las citokinas como la interleukina I producida por los linfocitos y de importancia vital en los procesos inflamatorios. También las células inmunocompetentes producen neurotransmisores y neuropéptidos, que se creía eran de exclusiva producción en el cerebro. Este se comporta, lo sabemos hoy, al igual que el corazón, como una glándula endocrina. Lo endocrino, lo inmune, lo neurológico no ha estado separado más que en nuestro conocimiento especializado y compartamentalizado. Afortunadamente, hoy emprendemos el sendero de retorno a ese gran campo de interacciones recíprocas e interdependientes que soporta los procesos vitales. En el seno de este campo unificado de conciencia, todas las células se comportan como una sola célula, un sincicio indivisible, en el que cambia la función según la localización, pero todas tienen la totipotencialidad del campo que las nutre. De hecho la maduración celular no es más que un proceso de represión de algunas funciones celulares para permitir la selección y expresión de otras. Cada célula es un cerebro. Cada mitocondria, un pequeño cerebro especializado en la producción de energía. Cada microtúbulo al interior de las células es también un chip que procesa información. Las leyes de la información, y no sólo las de la energía, han de ser tenidas en cuenta para entender el campo unificado de la vida. Y la información en si es la vía más directa para la expresión de un campo de conciencia.