ACERCA DEL PSICOANÁLISIS Y LA ÉTICA No voy a definir la ética, tampoco la separaré, por lo menos de manera definitiva, de la moral. El uso hizo que la ética resultara una reflexión sobre la moral, una reflexión sobre el qué, el porqué, el cómo, el cuando, el dónde y demás, de esa moral. El tema esencial de la ética es el bien y el como éste se manifiesta en las acciones de los hombres. Las problemáticas surgen cuando tenemos que definir qué es el bien y hacia quien debe estar dirigido. Por ejemplo: ¿Hay una ética universal o la ética es individual y contractual? En las masas artificiales ¿se impone o se consensúa? ¿Es una expresión de poder de una élite esclarecida o es la búsqueda de la areté (virtud) de la masa como tal? ¿La ética está relacionada con el deseo (éticas eudemónicas) o con el deber (éticas deontológicas)? Podemos entonces plantear que más que una definición acabada y definitiva de la ética preferimos esbozar sus dificultades, sus discusiones. De cualquier manera no entraremos ahora en todas los posibles problemas 1 que pueden surgir de los temas éticos, simplemente trataremos de ver qué nos puede aportar la óptica freudiana puesta en algunos de ellos. Aristóteles dice que el bien es aquello que todos las cosas apetecen, lo ubica así del lado del deseo (también en la naturaleza de la cosa, aunque no nos referiremos ahora a ello) pero cuando debe hablar del hombre ético, menciona a la virtud (areté) y necesita definirla, entonces termina ubicándola en una suerte de término medio. Nos dice el estagirita: Entre el cobarde y el temerario el virtuoso es el valiente. Epicuro sigue en la misma línea remarcando más aún lo del deseo y con él el placer. Con el desarrollo neoplatónico de Plotino, la aparición del cristianismo, la patrística y el surgimiento de los filósofos cristianos de la edad Media, con ellos la aparición del tema del mal a través del concepto de pecado, que es la ausencia de bien como en Agustín de Hipona, se comienza a realizar un giro en la ética hacia lo que podemos entender como el “deber”, éste llega a su máxima expresión en la época Moderna con Immanuel Kant quien dice que debemos actuar de manera tal que nuestra acción pueda ser llevada al grado de una máxima ética universal. Kant por lo tanto postula que la ética es una, interior a uno y universal, y 2 simplemente se la debe cumplir. A partir de él el tema de la ética aparece en casi todos los pensadores de la modernidad. Quizás como resultado no buscado de ello la ética es separada del resto de las disciplinas, como una disciplina más dentro de la filosofía (la ética para los estudiosos de la ética), esto se corresponde en la ideología social con una ética formal, pero no real. Por supuesto, se alzan voces contra el tema del “deber” para la ética, entre ellos Spinoza, quien con su conatus intenta volver al deseo como centro de lo ético y a la alegría casi como su forma de expresión, Hume, quien refuta a Descartes y su teoría de las pasiones, las que según éste deberían ser dominadas por la razón, para Hume a la pasión solo la puede dominar una pasión contraria. Podríamos decir que Sigmund Freud es un producto de esta época moderna, también que su filósofo de cabecera es Kant, aunque existan influencias notables de Schoppenauer y Nietzche en él, como remarcan Assoun y el mismo Jones y son aceptadas por él, más allá de su explícito rechazo por alguna de sus lecturas como una necesidad de diferenciar su postura. Se ve la influencia kantiana de manera clara en su posición empirista no ausente de especulación, la que llega a un vuelo alto, sin separarse sin embargo de la observación del fenómeno. Escribe así su 3 teoría de la pulsión y el deseo y lanza a la palestra científica al inconsciente, en especial el reprimido, que da origen a una nueva disciplina científica: el psicoanálisis y con él a un método nuevo de búsqueda de la curación del padecimiento humano. Freud nace en pleno auge del cientificismo moderno, del positivismo que había surgido con Comte como reacción al “negativismo” dialéctico de Hegel y tiene a la filosofía, en términos generales, como zona peligrosa del pensamiento de la que trata de apartarse para no perder nunca contacto con la cosa concreta (peligro especulativo que sin embargo confiesa que lo atrae y en el que cae de tanto en tanto, si bien anunciándolo). En este lugar se inserta su interpretación de lo que Freud entiende por “ética”. Está claro que para él conscientemente la ética es el deber, tan es así que la ética en su primera tópica la hace surgir de las contrainvestiduras represivas (antes que ello de la indefensión original del ser humano y la dependencia prolongada de sus padres, de lo que se desprende que todo lo que éstos digan o hagan en la primera infancia constituirán el “deber ser” de la ulterior vida adulta) de la represión primaria de la sexualidad infantil, la que cambia el afecto de la pulsión y el deseo (lo que era placentero, su satisfacción, a partir de ella se torna asqueroso, vergonzante o inmoral). Esta represión se instala en el “aparato 4 psíquico” de manera definitiva a partir de los cinco a seis años escindiéndolo (se reprimen entonces los deseos fundamentalmente antiéticos: el incestuoso y el parricida, que corresponden a esta época de la vida, luego todos los cercanos o análogos que le sigan, a los primeros se los llamará edípicos haciendo alusión a la célebre obra de Sófocles quien puso en letras propias ese mito griego. A esa situación conflictiva y traumática por la que pasa todo niño en nuestra sociedad occidental se le dio el nombre de “complejo de Edipo”, nombre con el que casi podríamos bautizar ahora al siglo veinte), el aparato se divide así en una conciencia perceptual, un preconsciente con el que se piensa y decide la acción y un inconsciente reprimido que determina las formas de funcionamiento de las otras dos partes sin que éstas lo sepan y que además puede a través de sus retoños simbolizados retornar de lo reprimido generando los diversos síntomas neuróticos y con ellos las afecciones psíquicas a las que básicamente dedicó, dedica y dedicará su vida el psicoanálisis. Esta represión primaria tiene una segunda línea de defensas llamada represión secundaria (la notoria en la clínica de adultos) que tiene la misión de que nada llegue ni active a lo reprimido, pues si así fuere será vuelto a reprimir, con lo que lo reprimido “crece en las sombras”. Entonces es a ésta represión secundaria y su base previa, la primaria, en apariencia 5 sostén de la ética y con ella de la cultura, contra las que apuntan en especial las baterías freudianas ¿Hay aquí una contradicción en Freud? Si la represión es el sostén de la cultura ¿Porqué desbaratarla? ¿Freud es antiético? No faltó quién lo piense, incluso psicoanalistas ¿Un hombre de una vida, privada y científica, basicamente ética como la de él, buscando lo antiético en sus pacientes? Cuando digo que Freud ubica la ética del lado de la contrainvestidura me refiero a las citas que de manera repetida él hace al respecto. Sin embargo, como decíamos, su lucha al lado del paciente se dirige a levantar las represiones, a hacer que su contenido reprimido llegue a la conciencia y que el paciente las conozca ¿esto es un ataque a la ética entonces? No. No tiene porqué serlo. La ética es un juicio sobre la acción humana decidida en libertad y el levantamiento de la represión no conduce necesariamente a la acción sino que lo que hace es producir la posibilidad de pensar lo que impedía esa represión . El pensar, si bien tiene algo de acción, no es la acción, es una preparación para la acción. Además, como decíamos, un acto para ser considerado o no ético debe haber sido realizado con la libertad necesaria para poder elegirlo entre otras opciones. Podríamos decir entonces que en principio el levantar las represiones (las represiones se ejercen sobre las 6 representaciones, las reprimidas son éstas) sirve a los fines de enriquecer primero el pensamiento del que pasan entonces a ser actores principales esas representaciones otrora ignotas y ahora presentes. Ese mismo principio es conducido a su vez por una conducta ética: la búsqueda de la verdad, de la verdad histórica propia del paciente, rompiendo así con la hipocresía represiva que cree que lo ético resulta de desconocer lo que está de todas maneras disfrazado en el síntoma y no que surge de una lucha interior con algo conocido sobre lo que en todo caso habrá que decidir en cada ocasión sobre si llevarlo a la acción o no. Por lo tanto el levantamiento de las represiones propuesto por Freud, más que antiético, podríamos decir que enriquece las posibilidades de la ética, le da al sujeto una mayor posibilidad de serlo, de elegir libremente. Freud va más allá, dice que la socialización de lo pulsional conlleva un proceso de desexualización (podríamos decir: una castración simbólica de la representación meta genital) por lo que guarda la energía y las representaciones del pasado y ahora apunta a un fin no sexual (se refiere a la amistad, la ternura, el amor fraterno-filial y en especial el amor al trabajo y la necesidad humana de la autorrealización a través de él, pilares todos de lo social). Freud llama a este proceso sublimación. La sublimación no es producto de la represión entonces, hay que levantar la 7 represión para que la sublimación sea posible. Menciono de paso lo que he desarrollado en otros contextos respecto de la sublimación: La posibilidad de que ésta produzca mayor desmezcla pulsional y consecuente liberación de pulsión de muerte. En este último caso creo que la acción de la ética puede ser substancial, como se muestra claramente en la obra teatral Copenhague. También creo ver en esta obra una excelente demostración de porqué la ética no debe ir separada de cualquier disciplina científica, los personajes de esa obra son los principales hacedores del arma más destructiva creada por el ser humano, que hasta puede acabar con su civilización, y en algún rincón de su ser se vislumbra la rivalidad por el conocimiento científico, casi “deportiva”. Sigo: Se debe dar de baja entonces a las contrainvestiduras. A lo que se debe retornar es a la investidura colateral del “Proyecto”, aquello que constituye al yo y con él, nada menos que a la razón. Una condición básica que tenía esta investidura colateral (investidura de cadenas de pensamiento) era que por más compleja que se tornara no debía apartarse de su representación meta original pues en ella residía el deseo pulsional. A la pulsión entonces, Freud piensa que se la debe satisfacer, claro que sublimada, culturalizada, domeñada o como se quiera a esto llamarlo. 8 Freud dice que lo reprimido no puede sufrir este proceso sublimatorio precisamente porque está sexualizado y entonces compulsado a la acción, por lo tanto falto de libertad. Por eso es necesario levantar la represión que le impide el acceso a la conciencia, y luego someterlo al proceso de elaboración (de relación con el resto de las huellas mnémicas), lo que lo va desexualizando, convirtiendo en pensamiento. Una vez desexualizado, lo otrora reprimido puede ser manejado por la voluntad consciente (esta descripción como cualquier otra es ideal, no siempre esto resulta así, pero en fin, podríamos decir que en líneas generales y si se hace más o menos bien, sí) y recién entonces el sujeto tiene mayores posibilidades de ser libre (una libertad siempre relativa de todas maneras, pero digamos que mayor) de la elección de llevar a la acción o no de sus deseos y ser responsable de lo que de ello resulte. Agrego algo quizás obvio, la libido desexualizada para poder ser pensada se vuelve a sexualizar en el momento de la acción, acción que de esta manera consigue no ser postergada u olvidada, sino elegida, condición esencial para que pueda ser o no, ética. Repetimos que cualquier acto humano se lo puede calificar de ético o no, en la medida en que es producto de una libertad de elección. Para poder elegir hay que conocer lo que se debe elegir. La pulsión, el deseo, es 9 lo que más se necesita conocer, en ellos está el verdadero contenido de lo que se quiere hacer. El que debe conocer todo esto es aquel que puede hablar, con ello pensar: El yo, en la razón que éste pueda anidar. Como en última instancia en la Modernidad toda, pensamos que la posibilidad ética está entonces en la razón, pero no en la razón tal como la concebía Descartes, está en un yo capaz de ella, un yo con una razón ampliada, que incluya al deseo inconsciente, ahora conocido en ella. Un yo ya no títere de las pulsiones, ni de la ley de la comunidad, ni de la ley del superyó (más si esta última resulta inconsciente). Freud negó la razón de la modernidad con su concepto de inconsciente y el mismo negó esta negación, con ello entró en otro nivel de ella, con el método que inventó para hacer consciente lo inconsciente: el psicoanálisis. Consideramos por tanto que la posibilidad ética del ser humano está en el yo y que ésta no es fácil ni de una vez para siempre, sino un proceso dinámico en el que intervendrán las luchas entre las cantidades traumáticas en pugna, como aquellas de las que Freud habla en “Análisis terminable e interminable”. En el proceso analítico surge y se despliega el fenómeno de la transferencia, en el que se hace actual el complejo incosciente reprimido, 10 ahora con la persona del analista. Ahí pueden plantearse inconvenientes éticos, en especial si el analista no consigue pasar sus propios complejos reprimidos a pensamiento, uno de ellos puede ser el así llamado “amor de transferencia”, en el que el análisis corre el peligro de quedar en la estacada junto a la ética profesional. ¿De qué lado está Freud en la discusión ética entonces? Si lucha porque el hombre conozca sus deseos reprimidos estamos habilitados para pensar que dentro de cierta medida, podríamos pensar que cultural, piensa que la satisfacción pulsional, por lo tanto el deseo, es necesaria y ética en función de una búsqueda de la felicidad (¿volvemos a Aristóteles?). Esto no es obstáculo para que se concuerde con el tema del deber, siempre que este no sea un oscuro emblema para la justificación de la implementación más o menos organizada del sufrimiento humano, como de hecho lo es en varias afecciones (neurosis obsesiva, melancolía, masoquismo) en las que el problema es precisamente una hiperadaptación con banderas éticas, que “no beneficia ni a la ética ni al sujeto”. Se trata entonces de que el yo consiga una síntesis entre sus pulsiones devenidas deseos, sus deberes y sus posibilidades reales, que esta síntesis conozca de donde proviene y que recién entonces decida la acción. 11 Pero esto así sólo no queda, se complejiza más, Freud a medida que avanza en su observación especulativa le va agregando aditamentos (se “supera” en el sentido hegeliano, o sea sin dejar de lado lo anterior), su pensamiento resulta un proceso con resultados, pero en esencia un proceso en perpetuo movimiento (por lo tanto puede incluir avances y retrocesos, crecimientos y decrecimientos; cuando así lo son, también se pueden y deben discutir, intercambiar ideas, no pasarles por encima diciendo que están superados, primero porque no es así y segundo porque si así lo fuere deberían ser igualmente incluidos, no perder su riqueza). Los elementos nuevos son: la explicación de la culpa, que también puede ser inconsciente; el hecho de que el yo defensivo también lo sea; la inserción de los diversos grados de angustia en la construcción de la defensa inconsciente; la aparición de las estructuras psíquicas que funcionan con sus leyes propias (lo que se quiere, lo que se puede y lo que se debe, o sea con sus diversas éticas), la pulsión de muerte navegando por sobre todo esto e inmiscuyéndose en cada uno de los pasos que se cumplan (¿podríamos decir que es la verdadera y más genuina fuerza antiética?); y ¿porqué no? el desarrollo del tema del narcisismo. Este último en especial agrega un aporte interesante para el tema del camino hacia la felicidad correspondiente a las éticas eudemónicas, el tema de la autoestima, al que 12 igualmente se lo debe engarzar con el de la culpa o angustia ante el superyo y demás. En fin, se va llevando el nivel de complejidad ya a niveles a los que en este corto espacio por lo menos resultan muy difíciles de esclarecer. Freud, como buen científico producto de la Modernidad (por más que la critique, en especial a través de sus conceptos y su objeto de estudio, más que con sus palabras explícitas) no habló de la ética en sí, no lo consideró un tema suyo, nunca pasó por su cabeza que el psicoanálisis pudiera construir hombres más éticos (tampoco por la nuestra, aunque sí por la de muchos psicoanalistas), es más, hasta podríamos decir que todo esto lo dejó de lado ex profeso. No obstante sí estamos convencidos de que el psicoanálisis puede dar más armas al sujeto para decidir su ética. Todo esto nos muestra que desde la misma obra freudiana uno puede sacar algunas conclusiones sobre el tema. El discurso presente se inscribe como un intento en ese respecto. Pero de la palabra escrita del creador del psicoanálisis no sale sólo eso, da la letra de un aporte que me parece esencial para comprender el tema de la ética de una manera mucho más radical, más profunda: la existencia de lo pulsional inconsciente y su relación compleja con la ética cultural. Esta contribución la considero más 13 que necesaria en una época en la que como la nuestra, la que todavía no sabemos si es posterior a la modernidad o simplemente un período decadente de ésta, al ser puestos en duda tan fuertemente la mayoría de los postulados modernos y perder la guerra fría la alternativa socialista que había surgido con las banderas éticas de igualdad de oportunidades entre los hombres (si bien, con Stalin a la cabeza, esa aspiración ética ya prácticamente había desaparecido), se están produciendo deslizamientos cada vez más pronunciados. El siglo XX terminó, en él la industrialización y con ella la tecnología, alcanzaron su máximo despliegue, junto con ello se acentuaron las contradicciones. Las luchas por el poder fueron cada vez más sofisticadas y destructivas, se dio a luz la bomba atómica y se la usó contra ciudades civiles indefensas en aras del progreso y la democracia, los países industrializados ejercieron su poderío sobre los países pobres, incluso con invasiones armadas, existieron y existen aún en el mundo campos de tortura y exterminación de seres humanos, la aparición del terrorismo y la reaparición de las luchas religiosas y raciales las presenciamos todas las noches por televisión, en primera fila, casi igual que un partido de fútbol, hasta con parecido afecto. Al mismo tiempo el sometimiento de la naturaleza llegó a límites insospechados, casi a la posibilidad de su destrucción, obviamente dejando de lado el hecho de que 14 nosotros somos parte de ella. Vemos impávidos cómo la lucha por el poder arrasa con todas las posibilidades éticas del hombre. La aparición de la televisión primero y la informática después produjo un auge de hiperinformación por un lado y desinformación por otro del hombre común que de conflictiva llegó a traumática. Un trauma (o un misil) primero y una Coca Cola después. La vida se hizo más difícil pese a que todas esas prótesis tenían el objetivo de que fuera más fácil. En nuestro país se produjo en la última década, entre otras cosas, un proceso de desindustrialización por el que la desocupación laboral llegó a límites insospechados, con ella un avance de la miseria, delincuencia y consecuente inseguridad. Los nuevos business rentables son la droga, el tráfico de armas, el rapto extorsivo de personas y los “negocios” políticos que fue en lo que descalabró aquella lucha por el bien común aristotélica, aquélla política como expresión máxima de la ética. Ante esta caída pareciera que libre nos preguntamos ¿Es absurdo plantearse el bien común hoy? ¿O es posible? ¿Debemos seguir aceptando a la política como lucha por los espacios de poder? ¿Por qué? ¿Eso nos beneficia como masa? Los países que más consiguieron evolucionar del planeta entre otras cosas privilegiaron el bien común sobre las ventajas individuales, éstas surgieron de las oportunidades generadas por aquéllas y no al revés ¿Entonces? 15 La realidad nos muestra una degradación permanente de la ética en casi todos los órdenes. Ha devenido en una palabra cada vez más vacía de contenido, con ella casi todas las palabras. Así el lenguaje, y con él el pensamiento, pareciera en poder de la pulsión de muerte, de la cantidad no cualificada, no subjetivizada. ¡El lenguaje, la subjetividad por excelencia! El sujeto moral se ha transformado en una ingenuidad, algo perteneciente a la sexualidad infantil. El ser humano al decir de Heiddegger (por otro lado rector de la universidad de Heidelberg a pocos kilómetros de Auschwitz, con oídos sordos para los gritos de la gente que los nazis convertían en jabón) en especial con su despliegue tecnológico, en lo que más avanza es en el grado de su alienación, cada vez más alejado de su ser. Esto es así, es lo que vemos. La mayoría de la población está sin embargo cada vez más necesitada en todos los sentidos, desde luego también necesita del psicoanálisis ¿No podemos hacer nada entonces? ¿Sólo tratar de sobrevivir encerrados en nuestro aislamiento individual o de masa artificial? ¿No podemos hacer nada? No solo podemos si queremos. Debemos. Debemos recuperar los ideales aristotélicos y la acción freudiana. Quizás aquellos postulados modernos actuaban a la manera de la investidura colateral del “Proyecto” inhibiendo en cierta forma la 16 alucinación (esa alucinación que resulta el éxito y el rating, o hasta el mismo dinero acumulado, ya obtenido a cualquier precio, el verdadero “poder” de nuestra época) o simplemente lo que sucede es que eran contrainvestiduras, ideales inalcanzables. El Malestar en la cultura, fue escrito luego de la primera guerra y casi anunciando la segunda y todo lo que vino después. Sigue vigente como desde el primer día. ¿Esto tendrá salida? ¿Podremos recuperar la ética perdida? ¿Podremos profundizar el uso de la razón, del pensamiento, o seguiremos al servicio de la represión irracional? ¿La lucha ética, en nuestros consultorios, en nuestro servicio a la comunidad, en nuestro pensamiento, en nuestra producción científica, podrá ayudar al hombre en su lucha contra su pulsión autodestructiva, su principio de inercia fundamental? ¿O seguiremos a su servicio? No vemos el futuro, sólo lo que podemos hacer en el presente, que no es poco. Por lo pronto debemos dejar de separar la ética de la ciencia, del pensamiento. La ética no es una, la debemos pensar todo el tiempo, es un concepto conflictivo, dinámico, no es tema de los éticos, es tema de todos. El psicoanálisis freudiano es ético desde sus raíces. Busca la verdad histórica para que el sujeto pueda decidir su acción independiente de ella. 17 Busca levantar la represión para recuperar las representaciones reprimidas en el inconsciente y poderlas pasar a pensamiento, decidir entonces sobre su acción. Busca la verdad de sus pulsiones, de su historia, aunque sólo encuentre algo de ella. Busca ampliar el horizonte del conocimiento del hombre sobre sí mismo, la historia en las que se formaron sus deseos para poder de ahí en más, decidir la acción, con ello decidir su ética. El psicoanálisis no quiere represión en el aparato psíquico, esto no quiere decir que está contra la ética, sí lo está contra la ética infantil represiva regida por el principio de placer, que se cobra con el sufrimiento humano. Busca ampliar el espacio de la razón, decidir el acto ético con ella. Pretende una palabra con su pleno significado cosa. Se trata de elegir. La ética, según Kant, surge de una elección libre. Eso buscamos. JOSÉ LUIS VALLS 18 Bibliografía Aristóteles: Ética Nicomaquea. Ed. Gredos. Buenos Aires Acerca del alma. Ed. Gredos. Buenos Aires. Freud, Sigmund. Obras completas. Ed. Amorrortu. Buenos Aires. Hume, David: Tratado de la naturaleza humana. Ed. Porrúa. México. Kant, Emmanuel: Metafísica de las costumbres. Altaya. Buenos Aires. Lacan, Jacques: La ética del psicoanálisis. El seminario. Ed. Paidós. Argentina. Platón: Apología.. Ed. Gredos. Buenos Aires. República. Ed. Gredos. Buenos Aires. Rozitchner, León: La cosa y la cruz. Losada. Argentina. San Agustín: Confesiones. Altaya. Buenos Aires. Spinoza, Baruch: ´Etica Ed. Porrúa. México.. 19 Resumen El autor prefiere no definir a la ética sino tratar algunas de sus problemáticas desde el punto de vista psicoanalítico. En especial la de la discusión entre éticas del deseo y éticas del deber. Por ejemplo: el clásico “levantar la represión” como directiva de la técnica psicoanalítica ¿No resulta una contradicción si se hace provenir el origen de la ética de ella (y del superyó) como en algún momento expresa Freud? El autor de este trabajo piensa que no, que no hay contradicción, por el contrario. Lo fundamenta: Freud amplía el espacio del pensamiento y con ello de la ética, con su descubrimiento del inconsciente, en especial el reprimido. Genera una nueva ética en la que el sujeto conoce a sus pulsiones (la historia de ellas con el objeto) y las puede ligar, pensar, hasta condenar por el juicio, antes de la acción. De eso se trata. El sujeto, al conocerse, puede elegir más y actuar con mayor libertad en consecuencia. 20