Apertura del ciclo lectivo del ICdeBA, por Graciela Brodsky La

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Apertura del ciclo lectivo del ICdeBA, por Graciela Brodsky
La enseñanza del psicoanálisis
¿Por qué no evocar en esta apertura de un nuevo ciclo del Instituto Clínico de Buenos Aires, momento en el
que damos la bienvenida a los nuevos, en el que nos reencontramos con los viejos, esa otra apertura que
es nuestro antecedente?
Se trata de la apertura de la Sección Clínica de París, de la que somos herederos junto con una enorme red
de secciones clínicas e institutos en el mundo. Por otra parte, no sé si saben que el Instituto clínico de
Buenos Aires, El ICdeBA, es el heredero de la Sección clínica de Buenos Aires, fundada en 1994. La palabra
clínica es la marca en el orillo de ese parentesco.
La sección clínica de Paris fue inaugurada el 5 de enero de 1977 por Lacan. No fue él quien la creó, sino un
grupo de jóvenes que tenía entonces alrededor de 30 años, como muchos de ustedes ahora, y que se venía
reuniendo desde cuatro años atrás, desde 1973, alrededor de la presentación de enfermos que Lacan hacía
en el hospital Henri Rousselle. La presentación de enfermos se hacía cada 15 días, y algunos, que se habían
llamado a sí mismos el Círculo de Clínica psicoanalítica, se juntaban en las semanas alternas para
comentarlas. Y es Jacques Alain Miller, uno de los jóvenes treintañeros de ese grupo, quien crea la Sección
clínica en el departamento de psicoanálisis de la universidad de Paris VIII. El circulo de clínica psicoanalítica,
que era en realidad un grupo de estudio, entra así a la universidad convertido en sección clínica. Lacan se la
impuso a los “importante” de su escuela, reticentes a este empuje de los nuevos.
La SC de Paris funcionaba al lado de Saint Anne, en la enfermería especial de la prisión que fue el lugar
donde practico De Clerambault y donde Lacan encontró al que llamó su único maestro en psiquiatría.
De este modo, la SC fue en su comienzo una reunión que se hacia los miércoles a la tarde. Incluía una
presentación de enfermos como la que hacia Lacan, discusiones sobre la práctica, donde los participantes
exponían casos que luego eran comentados, un seminario o ciclo de conferencias. Multiplicado, es el mismo
esquema del ICBA: Presentación de enfermos, casuística, seminarios cursos y talleres, un ciclo de
conferencias.
Una revista, Ornicar?, fue el órgano de esos jóvenes que ponía en evidencia los impasses de la Escuela
Freudiana. En el momento de su creación, la sección clínica de París fue el contrapeso de la Escuela de
Lacan.
La disolución de dicha escuela, en 1980 hizo creer que el proyecto naufragaría. Los mayores, que habían
entrado a regañadientes, s alejaron rápidamente pensando que la empresa no sobreviviría. Pero sucedió
todo lo contrario, los jóvenes, de la generación siguiente se vieron obligados, dice Miller cuando relata esta
historia que les acerco hoy, a igualar sus competencias con sus apetencias, y la Sección Clínica que hoy se
extiende por el mundo, prosperó aún más. Finalmente, Lacan confió la creación de la Escuela de la Causa
Freudiana, que junto con la EOL y otras 8 escuelas forman hoy en día la AMP, a esos mismos jóvenes que
cambiaron el psicoanálisis lacaniano amparados en el significante “clínica”. El retorno a la clínica fue la
bandera, incluso la solución que esa generación encontró para hacerse un lugar entre los psicoanalistas
establecidos, que tenían dificultades para orientarse una vez que Lacan se distanció del estructuralismo y de
la función y el campo de la palabra y el lenguaje. Cuando en su texto “La ciencia y la verdad”, que cierra los
escritos, Lacan coloca al psicoanálisis fuera de la ciencia, del lado de la verdad y no del saber transmisible y
enseñable, abre una brecha donde se coloca la nueva generación. Cito a Miller: “Como no teníamos mas
anclaje en las ciencias conjeturales, y bien, nos quedó la bandera “Clínica”. A diferencia de la ciencia, la
clínica es un saber sobre lo singular, lo coyuntural, lo contingente, sobre el estudio del caso por caso. En la
perspectiva clínica, se aprende por los ejemplos, por la clínica del detalle, se aprende de la excepción, de lo
que escapa a la regla, y si es un saber, lo es en tanto proviene de una práctica que no puede adicionarse, que
resiste a la universalización y al sentido común. El sentido común no es la banalidad, es la generalidad. La
“Fundación Chiozza” acaba de premiar un trabajo de investigación “para el avance del psicoanálisis” que
lleva por título “El sentido general de la articulación de la rodilla”. No sé si mi rodilla tendrá la misma
significación que la rodilla de Maradona… Y además es un saber cambiante porque en la medida en que
depende de una práctica, cambia al mismo tiempo que la práctica del psicoanálisis cambia. Extender la
práctica del psicoanálisis a las psicosis, cosa que Freud consideraba inútil, hace surgir nuevas formas de la
transferencia desconocidas hasta entonces. Introducir el factor temporal en la dirección de la cura, permite
obtener una definición de la repetición y del acto inexplorados hasta entonces. En fin, son solo ejemplos.
La enseñanza del psicoanálisis plantea problemas: ¿cómo enseñar el saber que se extrae de la práctica del
psicoanálisis, cómo enseñar la clínica que se deriva de dicha práctica si esa práctica es cambiante?
El punto de partida de la enseñanza de Lacan consistió en destacar en Freud las técnicas del chiste, del
trabajo del sueño, y luego el mecanismo del acto fallido. Sin duda Freud detallo esas técnicas, ese trabajo,
ese mecanismo, e indico que precisamente a partir del contenido manifiesto del sueño uno se veía llevado a
elaborar pensamientos latentes del sueño y a considerar que el contenido manifiesto no era sino la
transcripción modificada, mutilada, de los pensamientos latentes. Eso condujo a lo que en la época del
chiste Freud llamó la hipótesis del inconsciente. Pero lo que para Freud no era una deducción era el axioma
de que todo eso funciona para el placer y el goce.
En lo que concierne al inconsciente, Lacan tomo como principio que el inc. está estructurado como un
lenguaje, pero eso no dice nada de la finalidad del dicho funcionamiento, Y se puede fechar todo una
primera época de la enseñanza de Lacan en la que él se dedico a inventar finalidades de ese funcionamiento
que no eran el placer. Por ejemplo, prefirió decir que el inconsciente trabajaba para el reconocimiento,
término que toma de Hegel y no de Freud.
El hecho de haber privilegiado el mecanismo (metáfora y metonimia,) respecto de la finalidad, le hacía
asignar como finalidad de esta estructura de lenguaje la producción de sentido. De un sentido particular,
pero de un sentido al fin.
Y es solamente con la escritura de los cuatro discursos, y en especial del discurso del amo, que es el del
inconsciente que Lacan recupera la inspiración freudiana de que el la cadena significante no solo produce
efectos de verdad, sino que produce un goce excedente. El saber del inconsciente trabaja para producir un
plus de gozar. Ya no es una estructura, sino un funcionamiento.
Lacan inicia la Apertura de la Sección clínica diciendo que la clínica psicoanalítica es lo que se dice en un
análisis. Pero esa palabra de la asociación libre, esa palabra que se dirige al Otro, que explica, que cuenta,
que busca hacerse reconocer, que pide sentido, que lo produce, esa palabra es finalmente un instrumento
para gozar. Y entonces, el horizonte de lo que llamamos la última enseñanza de Lacan va más allá del
inconsciente como productor de efectos de verdad.
De la última enseñanza de Lacan se desprende una nueva clínica psicoanalítica. A veces se la llama la clínica
borromea. Pero no son los nudos lo que importa. Lo que cuenta es que esta segunda clínica de Lacan
invalida, ridiculiza todo idea de curación, relativiza el efecto terapéutico, destruye, desde su base, la
referencia a la normalidad, a la salud mental y tomo como principio la fórmula Todo el mundo es loco, es
decir delirante.
Si se quiere medir lo que significa una enseñanza que se transforma, que no se repite, basta comparar esta
proposición escandalos a con lo que el propio Lacan había escrito en la pared de la sala de guardia del
Hospital de Saint Anne, donde hizo su formación: “No es loco el que quiere”.
Todo el mundo es loco, es decir, delirante, Lacan se lo atribuye a Freud. Y en efecto, basta leer su texto “La
perdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis” para encontrar que, al igual que en la psicosis, también
en la neurosis hay un intento de reemplzar la realida indeseable (el mal encuentro con el goce, traducimos)
por una realidad más acorde con el deseo. Esta posibilidad le es dada al neurótico por la existencia de un
mundo fantasmático, Pero en el fondo muchas otras creaciones que se deducen de la clínica son igualmente
aptas para sostenes esta tesis: las teorías sexuales infantiles, los recuerdos encubridores, las novelas
familiares para citar solo algunas son ficciones creadas por los sujetos, ficciones qu animan sus vidas,
ficciones muy alejadas de cualquier realidad objetiva, y que permiten al psicoanálisis sostener que la
realidad de cada uno esta subjetivametne elegida. . Estamos acá entonces ante un continuum donde la
extensión del delirio a la neurosis hace ver que ambas estructuras pueden ser consideradas como dos
modalidades de organización psíquica análogas para enfrentar el desarreglo que intriduce el goce en el
cuerpo y en el pensamiento.
Hace algún tiempo, cuando presenté en la EOL el libro Los inclasificables me preguntaba porque el estudio
de la psicosis figura a la cabeza en los programas de las Secciones Clínicas de todo el mundo -el Instituto
Clínico continua esta tradición- y que la presentación de enfermos sea el corazón de todas ellas.
¿Por qué no sucede lo mismo con las toxicomanías, por ejemplo? ¿Por qué no dedicamos los
primeros años a estudiarlas? O ¿por qué no comenzamos por estudiar los fenómenos psicosomáticos? O
¿por qué no nos dedicamos, en primera instancia, a trabajar sobre el psicoanálisis con niños? Podría ser...
Enfrentan al psicoanalista con dificultades y límites análogos, en esos campos también se espera que
estemos a la altura de las circunstancias y que no retrocedamos. Pero no empezamos por ahí. Tenemos
respecto de la psicosis una consideración especial que nunca terminé de entender aunque siempre pude
explicar algo. A lo largo del tiempo, encontré algunas respuestas
.
La primera es que el psicótico es un sujeto que verifica en su sufrimiento el estatuto de ser-hablado,
estatuto que el neurótico olvida al identificarse con el sujeto del enunciado.
La segunda, es que delirio y la alucinación revelan que la referencia del lenguaje no existe, cosa que
el neurótico olvida, y que cada vez que hablamos no hacemos otra cosa que hablar de cosas inexistentes,
que es esa la naturaleza del hecho mismo de hablar. Y que más aún, la clínica psicoanalítica tal como Freud
la estructuró, parte de la consideración de un objeto inexistente que habría que ver en qué se diferencia de
los objetos inexistentes que hacen a la interrogación del psicótico. Freud organiza la clínica de la neurosis
alrededor del falo materno, objeto inexistente comparable al del delirio, cosa que el neurótico olvida.
La tercera es que la experiencia de la psicosis es fundamental para que se haya justificado agregar
a los objetos freudianos esos objetos lacanianos que son la voz y la mirada y que sólo revelan su verdadera
estructura en la experiencia delirante, en la experiencia alucinatoria.
La cuarta es que lo propio del significante no es tener efectos de significado sino producir goce, y
es eso lo que padece la experiencia psicótica y que la experiencia neurótica olvida alienado en el efecto
imaginario de significación.
La quinta es que el estatuto del inconsciente como cadena descifrable es un producto del
dispositivo analítico, porque el verdadero estatuto del inconsciente es ser un enjambre de S 1, solos,
operadores de perplejidad que obligan a la interpretación, que siempre se delirante.
Sexta: El Nombre del Padre no es más que un síntoma contingente entre otros para domesticar el
goce, función que el psicótico suple con su invención delirante.
En mi opinión, si se sigue la lógica de estas indicaciones –es lo que intento hacer- se puede verificar
que así como Freud buscó la estructura de la neurosis en el sueño, para Lacan la estructura se revela en la
psicosis no solo ilumina la estructura de la neurosis sino que revela el estatuto del inconsciente, del gran
Otro y del objeto a, así como pone de manifiesto la naturaleza del síntoma y del sujeto analizado.
Y se podría continuar, porque para Lacan finalmente la ciencia es un delirio, y el psicoanálisis
también.
Poner a la cabeza de la formación lo que enseña el psicótico al psicoanalista reabre cada vez el problema de
la enseñanza del psicoanálisis,
Así, el problema de cómo enseñar, de que enseñar se plantea cada nuevo año.
Lacan llego a decir que la enseñanza se oponía al saber, que la enseñanza no era un vehículo para que el
saber circule sino que es resistencia al saber, es represión del saber, porque el saber trabaja para el goce,
mientras que la enseñanza intenta separar el saber del goce, dominarlo. Y si es posible, dormirnos. Es la
estructura del discurso universitario.
Para Lacan, el enseñante no es el que transmite un saber, sino el que enseña lo que no sabe, el que habla,
como el analizante en la cura, sin saber lo que dice, que dice siempre más de lo que pensaba, o dice otra
cosa. De ahí que haya preferido escuchar lo que el psicoanálisis enseña de boca de los analizantes, de los
analizados, y no de los analistas (es el dispositivo del pase) Y que haya pensado siempre que el psicótico
podía enseñar algo que el neurótico ignoraba (es el dispositivo de la presentación de enfermos). Si la
estructura quiere que toda palabra se forme en el Otro, la cuestión a partir de ahí no es qué es un loco, sino
cómo se puede no estar loco. ¿Por que el sujeto normal, que no está menos afectado por la palabra, que no
es menos xenópata que el psicótico, no se da cuenta de ello? ¿Cómo podemos creernos ser los autores de
nuestros pensamientos? ¿Qué inversión nos hace desconocer que somos las marionetas de un discurso cuya
sintaxis es preexistente a cualquier inscripción subjetiva? ¿Acaso cada vez que hablamos tendidos en un
diván no hablamos de cosas que no existen, porque el lenguaje mata la referencia? ¿Y el falo materno, no es
acaso un objeto que no existe y en el que basamos buena parte de nuestro saber? ¿Y la interpretación, que
da un sentido a un real que carece de él? El psicoanálisis, dice Lacan en esa famosa apertura, es una práctica
delirante, peo es lo mejor de que se dispone actualmente para hacerle tener paciencia a esa incómoda
situación de ser hombre.
Se preguntarán para que les digo lo que les digo. Quizás para transmitirles algo de ese espíritu de los
jóvenes del Círculo clínico, para alentarlos a gozar del saber, a inventar, a delirar un poco, y a interrogar a los
analistas, como esperaba Lacan, de modo que estos hagan saber lo que su práctica tiene de azarosa , y que
justifique a Freud el haber existido.
Gracias,
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