Shejtman 1 (del icc al sintoma)

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Schejtman, F.: "La trama del síntoma y el inconsciente". Serie del bucle, 2006, Bs. As.
"Son las casualidades las que nos llevan de derecha a izquierda, y con ellas hacemos nuestro destino.
Nosotros hacemos de ellas nuestro destino, porque hablamos. Creemos que decimos lo que queremos,
pero es lo que quisieron los demás, más particularmente nuestra familia, que nos habla. Somos
hablados y, a causa de ello, hacemos, con los azares que nos empujan, algo tramado. Y, en efecto, hay
una trama, a eso llamamos nuestro destino." J. Lacan
Introducción:
El lazo del síntoma y el inconsciente no va de suyo, es un artificio. No es necesario, no es forzoso, pero
si producto de una suerte de forzamiento del que hay marca de origen: El psicoanalista. Cada entrada
en análisis la re-anuda.
Apertura del inconsciente, puesta en forma del síntoma: su encadenamiento llega a ser –llega a hacertrama. El síntoma, por esa vía, desprende argumento, adquiere textura, deviene texto a descifrar. Y del
trabajo con ese texto procede aquel a quien Lacan nombro el psicoanalizante.
Para hacer avanzar la trama del síntoma y el inconsciente es preciso contar con otro y que el tejido pase
entre. Entre el analista y el analizante, entre el síntoma y el inconsciente, en esa localidad habita el decir
del análisis.
¿Qué del lazo del síntoma y el inconsciente en su final; el de un análisis? Su desenlace no conlleva el
de este entramado: “Síntoma e inconsciente: tornillo sin fin, ronda. Y no se llega jamás a que todo sea
liberado”. En efecto, aun cuando sus componentes hayan mutado radicalmente, resta el agujero de la
Urverdrangung, ineliminable: la ronda del síntoma y el inconsciente se renueva.
Es cierto, la trama desprendió su argumento, el desciframiento del síntoma ha cesado y, sin embargo,
ningún desabono del inconsciente cabe esperar, aunque a veces se lo proclame. Si se quiere, mejor
confiárselo a Joyce, quien no preciso de análisis alguno y a quien, de todos modos, el inconsciente no
dejaba de dar, sino sentido, letra: de ese inconsciente no se desabona.
“…el inconsciente es lo que responde del síntoma” y “…el responsable de su reducción” (Lacan,
J., El seminario, libro 22).
Para el analizado, para aquel que ha desplegado suficientemente la trama, el inconsciente realiza su
responsabilidad: deviene, por la letra, garantía de distancia –garantía de Witz- en la identificación con el
síntoma.
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Del Inconsciente al Síntoma
Introducción: La inquietud por la palidez de un inconsciente religioso, abordado únicamente como
automatismo de la cadena significante, se rectifica por la “instancia de la letra”.
"En los sueños las imágenes figuran las impresiones que pensamos que causan; no sentimos horror
porque nos oprime una esfinge, soñamos una esfinge para explicar el horror que sentimos" J. L. Borges,
Ragnarok.
El inconsciente, un saber por el que somos atormentados. Automaton, insistencia de la cadena
significante, trabajo del inconsciente. Efectivamente, en su vertiente de elucubración de saber, es el
inconsciente el que trabaja atormentando al sujeto. Y de éste -del sujeto- puede entonces decirse
menos que sea un trabajador -salvo que un análisis consiga ponerlo a trabajar- que un trabajado por el
saber inconsciente. Diferencia entre el discurso del amo -el del inconsciente- que dispone al saber en el
lugar del trabajo y el del analista, que lleva al sujeto hasta ese lugar: puerta por la que se ingresa al
dispositivo freudiano.
Ahora bien, si el psicoanálisis, desde Freud, encuentra en lo inconsciente la insistencia de un saber
torturante, fastidioso, al que el neurótico se encuentra abonado, es necesario precisar su causa, la
causa de su insistencia.
La Resistencia:
Y bien, no hay insistencia, no hay trabajo, que no se articule con lo que resiste. Pero el inconsciente no
resiste, el Ello sí. Efectivamente, el inconsciente es insistencia de la cadena significante, automaton, el
inconsciente no resiste. Hay la resistencia del Ello.
Un abismo separa al inconsciente palabrero que insiste en el retorno de lo reprimido, de la compulsión a
la repetición que sitúa el punto de la resistencia pulsional en el Ello, su causa.
Si Freud pudo enunciar “anarquía de las pulsiones parciales” incluso antes de referirse al Ello como
reservorio de lo pulsional, por que no señalar que de ello el trabajo del inconsciente es ya una respuesta
necesaria: no cesa de escribir.
Inconsciente y Padre:
Allí donde el mito paterno intenta novelar la pérdida del goce, el mito pulsional anuncia su recuperación,
corrigiéndolo. Señal del fracaso de la metáfora paterna para barrar el goce: donde el padre cree ser
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enterrado junto con el goce, reteniéndolo -creencia que el sujeto redobla-, no se constata otra cosa que
su migración -la del goce-.
Reencontramos aquí la resistencia de lo pulsional. Solo que situada ahora como resistencia de goce a la
mortificación que la instancia paterna procura.
Y bien, si hemos puesto en la cuenta del inconsciente –y es que justamente se trata de la contabilidadla labor de tramitar, de responder con su trabajo de lo pulsional, puede entreverse de este modo hasta
qué punto la hipótesis del inconsciente “es algo que no puede sostenerse más que al suponer el nombre
del padre”.
Lo que no cesa de no escribirse:
Pero agreguemos que no basta con referirse a lo real pulsional para situar aquello que, no cesando de
no escribirse, motoriza la tarea incesante del inconsciente (como tampoco reducir este ultimo a la
producción de un saber torturante o ligarlo con exclusividad a las “novelas paternas” de la pérdida del
goce). En el trabajo de ciframiento del inconsciente esta el goce, sexual, entonces, es la razón sexual la
que no cesa de no escribirse, causando el trabajo de cifrado del inconsciente. Trabajo infinito, en
chicana, el inconsciente no cesa de escribir lo que no cesa de no escribirse -lo imposible de la relación
sexual-. Y así, ciñendo aquello que de su trabajo no puede escribirse, el inconsciente "da testimonio de
un real que le es propio". Respecto del sexo lo inconsciente no avanza sino a los tropiezos. De lo real
del sexo, el inconsciente no cesa de escribir, equivocando, puesto que no hay razón sexual que pueda
escribirse. El inconsciente tropieza al avanzar y avanza tropezando. El Inconsciente es la unaequivocación del sexo.
Márgenes de lo Interpretable:
Siendo que el inconsciente “procede mediante la interpretación” y el sueño, su producto, lo es ya en sí
mismo de pleno derecho, aun sin esperar a su “recubrimiento” por la del psicoanalista, se formula la
pregunta: ¿Qué agregaría la interpretación razonada de este ultimo a la del sueño, interpretación, por
más salvaje que se la considere? A partir de esta cuestión nos interrogaremos por los márgenes de lo
interpretable.
El Inconsciente-Pontífice:
El inconsciente, operando por interpretación, no interviene más que tendiendo puentes. ¿Entre qué y
qué? Entre lo Uno y lo Otro, que por estructura no se relacionan. Entre el Uno y el que se vuelve Dos
por la labor misma del inconsciente-pontífice: S1 - S2. Tales los márgenes que el inconsciente enlaza.
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Así, si no hay relación sexual, en su lugar hay la "copulación de los significantes en el inconsciente". Y
es de la fecundidad de esta copula de donde procede la significación, puesto que no hay significación
que no se engendre por el acoplamiento significante.
Por fin, en aquella significación nos adormecemos y, de este modo, la función pontificia del inconsciente
llega a revelar su tono religioso. Lo que nos confirma también, que “la hipótesis del inconsciente, Freud
lo subraya, no puede sostenerse más que al suponer el nombre del padre”. Corazón de cualquier
posición religiosa, solo hay dormir al amparo del nombre del padre.
El fracaso del inconsciente y el deseo:
Distingamos, a partir de aquí, la interpretación propia del inconsciente de aquella con que el
psicoanalista la "redobla".
Cuando Lacan aborda esta cuestión indica que la interpretación “razonada” con que sustituimos en un
análisis a la “salvaje”, propia del sueño, “no es mejor sino porque hace aparecer la falla que la frase
denota”. Comencemos, entonces, por advertir que la interpretación que llega desde el inconsciente vía
el sueño, nos entrega ya la marca de su fracaso.
Si el sueño es el guardián del dormir, y solo hay dormir por el trabajo del inconsciente que nos anestesia
de lo real por la significación, tal falla no hace más que señalar el punto flojo de su labor pontonera:
aquel en que la significación se pierde, encalla, cojea.
Pero atención, esa falla no es otra cosa que el lugar mismo del deseo.
De este modo, observamos que la función diferencial de la interpretación analítica –que deviene así
interpretación de interpretación, redoblando la del sueño- es apuntar a hacer aparecer la falla, el defecto
de significación que el mensaje mismo del inconsciente porta…puesto que lo que allí se transporta, lo
que esa falla conlleva, es el deseo.
Análisis:
Concluimos que la dirección que toma la interpretación del analista apuntando a la falla misma de la
significación es entonces, en sentido estricto, contraria a la del sueño, opuesta a la del inconsciente. En
efecto, allí donde el inconsciente levanta puentes entre S1-S2 engendrando la significación que nos
adormece de lo real, la interpretación propiamente analítica, respetando su etimología y dirigida al
intervalo, operaria "atacando la articulación misma S1-S2", es decir, desarticulando los puentes tendidos
por el inconsciente-pontífice, en pos de “inspirar un deseo de despertar”.
Aunque no hay que olvidar que esta ruptura que la interpretación del analista promueve, no se realiza
sino siguiendo las líneas de fractura que porta ya el mensaje del sueño: el fracaso de la significación.
Interpretación de interpretación, decíamos, pero revelando la segunda el punto donde la primera cojea.
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El ombligo del sueño, margen del inconsciente:
Muy temprano Freud encontró el límite del sueño –y de su interpretación- en lo que llamo su “ombligo”.
El ombligo del sueño, escribe, es “el lugar en que el sueño se asienta en lo no reconocido”.
Lacan lo sitúa como borde del inconsciente, en tanto que es la marca que señala que más allá el camino
se pierde en ese abismo real de lo "imposible-de-reconocer". Señalemos además que para Lacan, lo noreconocido, como imposible-de-reconocer, no es lo real pulsional sino más bien lo reprimido primario. El
ombligo seria así la cicatriz, en el sueño, de la represión primordial. No lo reprimido primario, sino su
marca en el inconsciente.
Que no hay relación sexual, eso es lo que no cesa de no escribirse: lo imposible-de-reconocer; el
ombligo del sueño, su estigma en el inconsciente.
Pero si es por el ombligo que el sueño “toma asiento” en lo real-imposible-de-reconocer, conviene notar
que aquel no solo funciona como su límite, esto es, como su punto de detención, sino también como su
sostén y posibilidad: la de soñar.
El ombligo, margen del inconsciente, deviene así, soporte de su producción sueñera. A fin de cuentas,
no es otra la función del margen: limite sí, pero a la vez, sostén del escrito.
Y si no hay escrito sin margen, tampoco hay sueño sin ombligo, esto es, sin conexión con lo realimposible-de-reconocer. Así, vía el sueño, el inconsciente no cesa de escribir, lo que no cesa de no
escribirse.
El ombligo de la Transferencia y la Presencia del Psicoanalista:
El ombligo de la transferencia es indicado por Freud en el detenimiento de la asociación libre del
analizante, se trata de la circunstancia en que realmente faltan las asociaciones y no aquella en que se
las silencia. Esto es, que un imposible de decir ha detenido el trabajo analizante, y he aquí que el
psicoanalista lo denuncia con su presencia.
Tyche de la transferencia, encuentro fugaz con el hueso de la misma, que permite atisbar, no sin
angustia, aquello que yace tras su vertiente simbólica, la causa de su automaticidad. El psicoanalista
deviene, en ese instante, soporte de la presencia de ese “objeto intragable que queda atorado en la
garganta del significante”, suspendiendo la libre asociación.
En el análisis, lo ininterpretable es la presencia del analista y forzar este ininterpretable es abrir la puerta
del acting out. Ahora bien, es necesario destacar que aunque ininterpretable, la presencia del analista es
condición de la interpretación. En efecto, el soporte real que ella le presta, es la posibilidad que la
transferencia le ofrece al analista, para que su acto tenga alguna incidencia en lo real…en lo real de la
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relación del sujeto con el goce. Es decir, es aquello que permite que el psicoanálisis sea algo más que
cháchara.
Así, si sostuvimos que no hay sueño sin ombligo, esto es, sin conexión con lo real-imposible-dereconocer, agreguemos ahora que no hay interpretación analítica que prescinda del soporte real que
aporta la presencia del analista.
Tal vez sea esta una de las razones que movieron a Lacan a afirmar que no creía en la writing-cure. Es
que de ese modo se excluye lo ininterpretable: la presencia del psicoanalista.
La presencia del analista, soporte real de la interpretación, se revela como aquello que objeta la
religiosidad del inconsciente. Núcleo de la resistencia a su labor pontonera, la presencia es sede de lo
que sustenta la apuesta que conlleva el acto del psicoanalista: el objeto a y no el padre.
Posición del analista entonces: su presencia ininterpretable no es solo sostén de la interpretación sino,
en ultimo termino, el corazón de la objeción analítica al goce religioso del inconsciente.
La interpretación del sueño, remedio contra la angustia:
Lo que el sueño figura como causa de la angustia es en verdad una consecuencia de la angustia ya
desarrollada, e incluso su limitación. El trabajo interpretativo del sueño deviene así límite para la
angustia, respuesta que tramita una angustia ya desencadenada.
Freud advierte que la referencia de la angustia es a un deseo incestuoso que el sueño no logra tramitar
adecuadamente. Una apetencia oscura que se muestra sin velos; y el surgimiento de angustia, la señal
misma del fracaso del sueño en su función.
Punto mismo donde se revela la incompatibilidad del deseo con la palabra. El deseo incestuoso es ya
una interpretación, un modo de tramitación, un intento de decir… de lo real, de lo indecible del deseo.
El guardián del dormir y el Psicoanalista:
Si en términos freudianos la energía libre es aquello que en el aparato se percibe como angustia, es
claro para Freud que el trabajo del sueño consiste en ligar estas cantidades y tramitar la energía libre
entre las representaciones. El trabajo interpretativo presente en el soñar se declara, de esta forma,
religioso. Su labor estriba en “re-ligar” la energía libre tramitando las cargas con el fin de mantener el
aparato en los límites del principio del placer. La interpretación propia del sueño obedece así al deseo
de dormir que en él impera. En otras palabras, si el sueño es interpretación, lo es en tanto "guardián del
dormir".
La fórmula:
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Este efecto soporífero que acarrea el soñar no es en absoluto el todo de lo que el inconsciente nos
entrega por su labor. El trabajo del inconsciente puede a veces –sorprendiéndonos- producir otra cosa
que adormecimiento, especialmente si se lo deja continuar hasta su extremo. Pero no nos referimos
aquí al fracaso de la función del sueño y al surgimiento de angustia. Ya señalamos que en ese instante,
reanimada la función del sueño, puede responderse a la angustias con una nueva interpretación
dormitiva. No, aquí destacamos mas bien el punto en el que el soñante –digamos ya el analizantepuede avanzar más allá del surgimiento de angustia, sin responder al encuentro con lo real con una
nueva dosis somnífera de sentido.
El sueño de la inyección de Irma desnuda la naturaleza última de lo simbólico: la independencia del
significante respecto del sentido. Le entrega a Freud otra cosa que sentido. La formula. Solo que Freud
–el yo de Freud- ya no está allí para recibirlo, puesto que se ha desvanecido.
Así pues, mas allá de la angustia, y sin responder a ella con una interpretación rebosante de sentido, es
la invención de un “significante nuevo” lo que observamos surgir en el límite del trabajo del inconsciente.
¿Qué es el Inconsciente?
Señalare tres momentos, o tres tiempos, referidos a la relación del síntoma con el inconsciente, a partir
de los cuales se podrían distinguir algunas líneas conceptuales desarrolladas en el curso.
Afirmación: El síntoma es una formación del inconsciente
Esta formulación, que podríamos sin duda llamar clásica en cuanto a la relación del síntoma con el
inconsciente destaca, como es sabido, la serie que aquel conforma junto con el lapsus, el sueño, el
chiste, el acto fallido, en fin, junto con el resto de las formaciones que el inconsciente produce por su
trabajo.
Y si el Lacan de los años ’50 puede acentuar, en esta perspectiva, la cara simbólica del síntoma, ello se
debe a que éste –el síntoma-, como el resto de aquellas formaciones, es concebido como el producto de
la insistencia de un inconsciente que también es abordado a partir del registro simbólico y ligado con la
estructura del Otro (“el inconsciente es el discurso del Otro”). Inconsciente ubicado sobre el eje
simbólico del esquema Lambda: A (flecha) S.
Negación: El síntoma no es una formación del inconsciente
Lacan en los años ’70 modifica el estatuto del síntoma, como así también su relación con el
inconsciente.
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Si el síntoma es concebido en esos años como aquello que “viene de lo Real”, o bien abordado como un
“efecto de lo simbólico en lo real”, el inconsciente pasa a ser localizado como “lo que responde del
síntoma” lo que vuelve, al mismo tiempo, “responsable de su reducción”.
Nótese la inversión acontecida. Si en el tiempo anterior el síntoma se planteaba, a partir del trabajo
insistente del inconsciente, como su producto, ahora más bien se lo ubica como la causa de su labor.
Podría sostenerse, incluso, que si el síntoma viene de lo real –siendo entonces efecto, no del retorno de
lo reprimido, sino de una forclusion que no sería patrimonio exclusivo de la psicosis-, y se aparte de este
modo de las formaciones del inconsciente, es el inconsciente mismo el que deviene ahora
una…formación del síntoma: el inconsciente-interprete, incesante maquina que trabaja en pos de reducir
lo real sintomático por la articulación significante. Pone al descubierto sus dotes de terapeuta. El efecto
terapéutico que conlleva su apretura -la del inconsciente- en la entrada en análisis no deja de
testimoniarlo.
¿Qué hallamos del lado del síntoma?: la función del síntoma; el síntoma como goce que resiste,
como letra de goce.
Negación de la Negación: La realidad del Inconsciente
A partir del acento puesto sobre el Uno, Lacan es conducido a distinguir entre “la elucubración del
inconsciente” y “la realidad del inconsciente”, respecto de la cual el síntoma mismo ya constituiría una
respuesta. Así se llega a caracterizar al síntoma como “el modo en que cada uno goza del inconsciente
en tanto que el inconsciente lo determina” debe notarse que esa determinación inconsciente ya no es
equivalente a la de la cadena significante.
Efectivamente, ya no se trata aquí del “inconsciente-cadena”, del “inconsciente-discurso del Otro”. El
inconsciente es ahora constelación, enjambre, significantes sueltos, sin relación con el Otro y sin efecto
de sentido. La consecuencia es apuntada por Miller: “el inconsciente deja de estar definido a partir de la
palabra para estar definido por la función de lo escrito”. Propiamente, la “instancia de la letra en el
inconsciente”.
Se trata, entonces, no del inconsciente-elucubración del saber, sino de la realidad del inconsciente,
aquella que se “besuquea” con el síntoma, puesto que no es otra cosa que su partenaire … real.
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