Formación y Transmisión Cuerpo y Política Liliana Donzis * La formación del psicoanalista exige que sepa, en el proceso por el que conduce a su paciente, en torno a qué se desenvuelve el movimiento. Debe saber, se le debe transmitir, y en una experiencia, eso en lo que él se mueve. (1) Que entendemos por formación del analista? Cual es su articulación con la enseñanza y la transmisión? Estas preguntas de apariencia simple guardan cuestiones que inciden tanto en la práctica del psicoanálisis como en su política. Al mismo tiempo nos permiten poner a cielo abierto las consecuencias del legado de Freud. La formación del analista reposa en tres ejes fundamentales, los tres pilares freudianos: análisis del analista, análisis de control y formación teórica. Decir que el analista se funda en un análisis, implica que éste paso éticamente por la experiencia del inconsciente. Enseñanza y transmisión no son sinónimos, más aun, la enseñanza no garantiza que algo pase motivo por el cual el saber referencial siendo necesario no es suficiente. Lacan en los tiempos fundacionales de la EFP en 1964 planteo que el objeto de su enseñanza consistía en formar analistas, agregando que es por vía de la transferencia que una transmisión se produce. Desde esta perspectiva el psicoanálisis no se enseña como cualquier disciplina sino que se transmite desde el corazón de sus razones. Con Lacan aprendimos que no hay disociación entre lo terapéutico y lo formativo, por esa razón planteo, unos años mas tarde, que nunca hablo de la formación del analista sino de las formaciones del inconsciente. Esta nueva formulación pone de manifiesto que el analista surge del análisis y no hay analista sin pasaje por la experiencia del inconsciente, la formación se asienta en esa experiencia. Del cuerpo y del acto Ahora bien, si el análisis de las formaciones del inconsciente hace a la formación, el concepto de transferencia con el que se cuente es crucial pues del mismo se desprende la dirección de la cura y su transmisión. Es en el campo de la transferencia donde situamos tanto la función deseo del analista como el sujeto supuesto saber. Cada vez que este se encarne en alguien, para cada sujeto el SSS y la función toman cuerpo. La transferencia inviste al analista, situándolo en el lugar del semblante. Así como también es por esta vía que el cuerpo del analista consiste y resiste. Estamos advertidos que si el analista forma parte del concepto de inconsciente el cuerpo que lo representa es un operador lógico que, en momentos precisos de la cura soporta el discurso que posiciona el semblante y el objeto a. Presencia y cuerpo del analista que instituyen el acto constituyen al mismo tiempo una paradoja en la medida en que el inconsciente exsiste y es discordante respecto del cuerpo. En 1967 al finalizar el seminario conocido como La lógica del fantasma Lacan anuncia el acto analítico, comentando que se desenvuelve en una alcoba donde el acto sexual esta Verwerfung. Lo real sexual esta suprimido. El analista excluye el cuerpo, se abstiene de poner en juego la sustancia gozante para que el discurso prosiga. Es el cuerpo mortificado por el significante, el corpse, lo que entra para que en el lugar del cuerpo del analista reine el objeto a. Precisamente es crucial que el cuerpo en el análisis no entre en la alcoba sino como efecto de la palabra. Lo que es dicho no está en ninguna otra parte más que en lo que se escucha. Y es eso, la palabra. Es porque el analista en cuerpo instala el objeto en el lugar del semblante, que hay algo que existe y que se llama el discurso analítico. ¿Qué quiere decir eso? (2) Lacan trato de sugerir a quienes sostenemos la función del analista, que sea en esta veta, formalizada en la lógica y en la materialidad de las palabras donde el analista se adiestre para formarse. ¿Formarse en qué?, prosigue Lacan en ese mismo seminario, En lo que debe distinguir a eso que recién llamé el taponamiento, el intervalo, la hiancia que hay entre el nivel del cuerpo, del goce y del semblante y el discurso, para apercibirse de que es allí donde se plantean la cuestión de lo que hay que poner, y que no son los buenos sentimientos, ni la jurisprudencia, que hay otra cosa, que esa otra cosa tiene un nombre y que se llama interpretación.(3) La intervención analítica y la interpretación conciernen a la poiesis en el decir de lo dicho donde reverbera la pulsión y a la formalización que el matema aporta. En el acto y su poética el analista en su función soporta la exclusión del cuerpo, sosteniendo en el semblante la forclusion del sentido para que entre a tallar otro cuerpo en la transferencia. La dirección de la cura no es sin los obstáculos que surgen a partir de las operaciones de un análisis, la experiencia evidencia que la vía del inconsciente no es un camino lineal y que el hablar y el decir no prosiguen sin obstáculos, por el contrario, en ocasiones surge en la transferencia la angustia y la resistencia del lado del analista, siendo estos algunos de los atolladeros en los que el análisis se detiene. Freud solía preguntarles a sus pacientes cuando estaban en silencio si en ese momento pensaban en el, pregunta interesante en la medida que sitúa el cuerpo del analista haciendo obstáculo al semblante. Por el contrario, cuando ese cuerpo vira a objeto a la detención se transforma en relanzamiento. Ningún análisis esta exento de efectos perturbadores, en ocasiones se puede remontar y en otras anticipan el acting así como otras reacciones adversas. Quien ocupa el lugar del analista, quien tiene ese deseo loco de autorizarse a ocupar el lugar del objeto a, no esta exento de los efectos del cuerpo, del sexo y del fantasma. No hay garantías de la suspensión y la abstención de goce. El analista no siempre es santo hombre, sinthome, su lugar también concierne al resto y a la escoria. Ahora bien, no es del mismo tenor estar advertido del fantasma permitiendo al analista instituirse en la transferencia que el acontecimiento real de su emergencia como consistencia que resiste. En esta paradojal tensión entre cuerpo y fantasma, entre síntoma, cuerpo y goce se sitúa la fuente de los efectos del análisis del analista. Pagar con el ser es una de las caras de la abstención de goce en las que se soporta el acto analítico. Acto que no es sin cuerpo pero se trata de otro cuerpo. Por estas razones, a las que se pueden agregar algunas otras, la practica del psicoanálisis es ajena a las denominadas políticas del cuerpo en las que el trazo unario como marca hace fraternidad en la masa. En estos casos el cuerpo es un número como parte de un conjunto anónimo y concentracionario, fuente del racismo y la segregación. Por ejemplo el niño, cada niño singular se transforma en uno más de los ADD, Asperger, Tourette, etc. Es así que el cuerpo como número, el cuerpo farmacologizado, el cuerpo de las denominaciones destinadas a la regulación y control social se oponen a la singularidad del sujeto que interesa a nuestra praxis. El analista no hace juego con ese sistema sino que hace juego con el significante. Entonces, ¿qué nos liga a aquel con quien nos embarcamos, franqueada la primera aprehensión del cuerpo? ¿Qué nos liga a aquel que se embarca con nosotros en la posición llamada del paciente? Podemos responder con Lacan que en el uno por uno somos hermanos de nuestro paciente en la medida en que, como él, somos hijos del discurso (4) y que, para ocupar ese efecto que concierne al objeto a, para hacernos ser el soporte, el desecho, la abyección enlazada en el decir que sea interpretante y por esto mismo digno de la transferencia, el analista sostiene el saber, por estar en el lugar de la verdad, interrogándose desde el saber-hacer. Desde allí interviene el analista tomando cuerpo del objeto a y el analizante analiza con ese deshecho que le propone. Tratar de situar la formación del analista nos invita a reflexionar sobre la transformación de la osamenta en las contingencias del análisis. De la política La autorización del analista es una cuestión a considerar tanto respecto de la suficiencia anticipada como respecto de la autorización, de lui meme y ante algunos otros. Es por esta razón que no obedece a estándares institucionales y en este punto Lacan partió aguas con la IPA. Esta probado por la experiencia que no es menester haber ofrecido el testimonio del final del análisis, o del pasaje de analizante a analista o como constatación de deseo de analista, no obstante nos cabe la responsabilidad de interrogarnos por la autorización y su relación con el final de análisis, por la apuesta que el pase comporta en la pregunta por el síntoma y el sinthome. Así como también nos compete trabajar el savoir y faire del analista interrogando que es un psicoanalista formado y autorizado en la torsión producida entre la intención y la extensión. El Pase del que se trata es un modo tentativo, una posibilidad, como algo que implica "reconocerse entre sombras" [se reconaître entre soir] si me puedo expresar así, a condición de que insertemos ahí un a–v después de la primera letra: "reconocerse entre saber" [se reconaître entre s (av)oir] (5). Reconocerse en las sombras del saber, pasar por allí, es iluminar las sombras del hacer y del saber del analista en ese relámpago fugaz del inconsciente. Este paso no es ajeno a la formación y podemos ubicarlo como una reflexión de importancia en el centro mismo de nuestras instituciones y escuelas. Dicho sea de paso, considerar la formación en articulación con la experiencia del inconsciente pone en evidencia que el estado, por mas que lo intente, no puede cumplir papel alguno en la regulación de nuestra practica. Acentuar el pasaje del discurso analítico a la enseñanza lleva al psicoanalista a la posición del psicoanalizante, y este no es fácilmente amaestrable, ni entrenable como un deportista sino que surge en el analizante el síntoma. El síntoma se pone en cruz para su lectura y cuestiona el lugar del ideal evidenciando que es factible servirse del amor al padre para poder prescindir de el. No obstante nos enfrentamos con más de una dificultad en relación al mercado del saber en el que la enseñanza se ofrece como un saber completo, o como un padre idealizado dueño del saber que impide u obstaculiza que en la transmisión opere la castración. El discurso único, los consejos del quehacer para ser un buen analista están a la orden del dia. La enseñanza no es equivalente a la transmisión y por ende no contamos con respuestas únicas sobre el porvenir del psicoanálisis ni contamos con formulas únicas sobre la formación y los finales de análisis, ya que a cada quien el suyo. En un sentido amplio la enseñanza del psicoanálisis y la formación del analista requieren de políticas que estén atravesadas por la castración. Dicho de otro modo la formación adviene como efecto de lectura de la teoría y la clínica, el análisis de control, así como también es efecto de la transferencia y tal como dice Lacan en el seminario RSI, eso sólo se vuelve serio si partimos del agujero por donde hay que pasar. Es así que la serie no hace par con la completud de la esfera, la incompletud, el no todo al que invita el uno por uno remite al agujero y a la recta al infinito que lo demuestra en su trayecto. Dicho de otro modo, la castración esta en juego en la formación del analista y en las políticas que pueden guiar su enseñanza. En consecuencia, no hay política sin ética si de psicoanálisis se trata. En este caso efectivamente toma su razón en el síntoma, en el tropiezo del decir, en el malentendido estructural por la cual la transferencia se sitúa como el único poder pero poder agujereado. Política del psicoanálisis que se diferencia de las políticas que se deducen del orden ciudadano, social y jurídico. El poder de la regulación social es de otra estofa y de otra esfera así como también es otro orden discursivo. No hay relación entre la política entendida como la interacción entre los hombres y la política del psicoanálisis: política del síntoma. Sus cruces no son comuniones. No se trata de entender la política como una vía para alcanzar las metas diseñadas y definidas por el estado, asociación y otros conjuntos o colectivos, ni de estrategias y modos de acción coherentes para alcanzar los fines propuestos. No todo entra en lo simbólico, lo real se pone en cruz, hace obstáculo, nos embarra los pies. El psicoanálisis encuentra entre sus razones que la palabra es poderosa y tiene consecuencias, tal vez por esa misma razón es resistida. La resistencia es al discurso, en el discurso y en ocasiones conlleva también la resistencia del analista. Situar una lectura de la resistencia, advertirla, nos permite avanzar sin ilusión de completud alguna. Es deseable que la política del psicoanálisis tenga como horizonte la transmisión y estamos comprometidos en ello, ese es el por-venir y depende de que lo real insista. La polis puede acorralarnos con la cultura y su malestar, no estamos exentos de la misma, por el contrario, pero no es de allí de donde extraemos nuestros fines. Enraizar la política en una lógica de la incompletud indica que en la extensión del psicoanálisis y en el lazo social el equívoco que no es sin resto reine, ya que pone en causa el deseo, así como nos enrolla en la diversidad de goces. Me refiero al equivoco estructural así como también a las erratas y errores políticos. Asimismo la transmisión de su discurso se especifica en una ética de la que surge también su política y la artesanía que anuda el savoir y faire del analista con la pulsión, también cuando esta recae en el tejido del lazo social. No obstante ocurre que, en ocasiones, la necesaria y oxigenante rotación discursiva se interrumpe con anticipaciones que conllevan hostilidad o peor que están al servicio del odio a secas. El relanzamiento en la estructura de las lógicas colectivas depende, cada vez, de la transformación de goce que irrumpe en el fantasma. El hecho político tiene que ver con lo real, con algo que irrumpe y que es irreductible: el goce. Según mi criterio el psicoanalisis sigue siendo subversivo en la cultura de nuestro tiempo en el que se enfrenta a los imperativos del nuevo discurso del amo y del consumo, es subversivo porque aporta un saber que no es cuantificable, que no es universal, es un saber singular. El psicoanálisis no es una concepción del mundo, por el contrario escribe en la falla estructural, contingentemente en lo real, las marcas del encuentro y en las lógicas colectivas conlleva enlaces que pueden propiciar la diversidad y la rotación de los discursos. Hay erratas políticas, malentendidos, traspiés así como también lógicas del discurso, Es así que el saber en el lugar de la verdad que el discurso del analista sitúa esta lejos de sostener una estrategia de poder social sino que esta sustentado por un poder agujereado. El psicoanálisis aporta a la cultura la subversión del sujeto cartesiano, conlleva asimismo distinciones con la dialéctica del amo y el esclavo. Así como también con cualquier otra posición que defina al sujeto como una esfera, por ende la política entendida como medio para un fin se encuentra también subvertida . Acordamos con Lacan que el discurso del analista es un despertar, un relámpago de lo real que ha repercutido en la cultura, hoy no caben dudas de su incidencia y efectos. El psicoanálisis perfora, es un jirón que produce una nueva escritura. Saber agujereado que en su enlace a lo imaginario abre el sentido que al estrecharse toca lo real. Fulgor del despertar, instante fugaz que deviene ocaso reorientándose nuevamente al sentido. Como pensar la formación de los analistas asumiendo el riesgo del acto cuyos vectores están en las dimensiones del lenguaje? En el inatravesable sitio en el que lo real se umbilica con el sentido y para el que no hay saber sino agujereado? El psicoanálisis nos enseña que la castración comporta un límite que toca al conjunto de los parletres, una política respecto de su enseñanza conlleva la idea que la formación del psicoanalista permanece en estado de incompletud, siempre algo esta por construirse, aun. . Notas y Bibliografía (*) [email protected] Liliana Donzis. Miembro de Escuela Freudiana de Buenos Aires, AE – AME (1)Jacques Lacan, Seminario XI (2) Jacques Lacan, Seminario 19 Ou Pire. Versión de la Biblioteca de la EFBA.Clase 21/6/72 (3). Ibíd. (2) (4). Ibíd. (2) (5) Jacques Lacan, Seminario XXIV. Version biblioteca de la EFBA. Trad. Ricardo Rodríguez Ponte
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