La importancia de educar en las emociones_

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La importancia de educar en las emociones
Es fundamental enseñar a nuestros hijos a verbalizar sus estados de ánimo.
Los adultos no sabemos muchas veces gestionar nuestras emociones lo que hace que,
difícilmente sepamos gestionar las de nuestros hijos. No es una tarea sencilla pero
tampoco es imposible. A veces lo único que necesitamos es tener personas que nos
orienten y expliquen. No todos los gabinetes psicológicos cumplen esa tarea. En época
de crisis, cuando hay que ser original y descubrir ideas nuevas, surgen los mejores
proyectos. Y así es el gabinete Crecer con emoción, que trata, justamente, de resolver
estos temas. Tres jóvenes psicólogas, Mariola, Pilar y Ana que se unen para «romper
con la idea opaca que en ocasiones se tiene sobre la psicología, para normalizar el hecho
de acudir a un psicólogo y que las familias pudiesen integrar el área emocional en su
vida diaria como un aspecto más a trabajar. Igual que entrenan su cuerpo haciendo
deporte, que viniesen a Crecer con Emoción a aprender a gestionar sus emociones». Los
niños son los auténticos protagonistas. «Hemos querido centrarnos en el trabajo con los
niños ya que representan el punto de partida de las distintas etapas de desarrollo de una
persona a lo largo de toda su vida. Si desde pequeños toman contacto con sus
emociones, como adultos tendrán más herramientas para gestionarlas en su día a día»,
confiesan.
Mejor prevenir que tratar
Parece claro que si en cuestiones físicas es sumamente importante prevenir, lo mismo
parece suceder con la psique por lo que es mejor prevenir que hacer una terapia: «hemos
creado un área dedicada a este aspecto donde incluimos actividades y talleres en los que
niños y padres pueden participar sin tener una dificultad o problema específico, para
afianzar el vínculo madre/padre-bebé, para expresar emociones a través del movimiento,
la pintura, la cocina, etc.», nos explican. Obviamente también se trabaja la terapia para
cuando hay una dificultad específica en la que se necesita una guía y trabajo individual.
Además de con niños y adolescentes también trabajamos con adultos, todo ello en un
espacio acogedor, alegre donde los niños, adolescentes y adultos se sientan cómodos,
como en su casa.
Gestionar las emociones, fundamental
Las emociones nos acompañan en cada paso que damos, las llevamos tan interiorizadas
que en ocasiones resulta complicado darse cuenta de ellas. Si nos fijamos, ante la
pregunta ¿cómo te sientes? Tendemos siempre a contestar, ¡bien! ¡Muy bien! Pero…
¿Realmente es así? Tenemos un vocabulario muy rico en emociones y en general se
tiende a dar una respuesta vaga y positiva. Las psicólogas lo tienen claro: «No queremos
dar explicaciones, está socialmente mal visto, no sabemos realmente en ese instante
cómo nos sentimos. Siempre le decimos a los pacientes: ¿cómo sabéis lo que estáis
sintiendo? ¡Concederos un instante y pensad cómo os sentís!».
Este es el primer paso cuando se habla de regulación emocional. Identificar cómo nos
sentimos hará que nos conozcamos mejor, de esta forma nuestro modo de actuar tendrá
un sentido y podremos modular mejor nuestras expresiones de la emoción. Tal y como
explican las psicólogas: «Por ejemplo: si cuando alguien me pisa le pego un grito, mi
reacción obedece a un estado de ánimo (enfado) provocado por la acción del otro. Si yo
me doy cuenta de esto y quiero cambiar lo que no me ha gustado (que me pisen), puedo
actuar de una forma más eficaz diciéndole «perdona ten más cuidado que me has
pisado». «Con el cambio de conducta genero cambios en la otra persona, en este caso en
vez de mirarme con cara de asombro o enfado, lo más probable es que se disculpe».
«Este paso, confiesan en este equipo, es importantísimo aplicarlo con los niños porque
les dará herramientas para desenvolverse de manera más adaptativa en su entorno».
Negar las emociones
Una de los grandes problemas con los que los adultos convivimos es negar las
emociones, que nos incomodan y que son fundamentales en nuestra vida. Por ejemplo,
tal y como nos explican: «El enfado es útil y necesario, en su justa medida. Nos ayuda a
poner límites a las situaciones injustas, a mostrar lo que nos desagrada, nos hiere o nos
agrede. Lo complicado del enfado es encontrar el modo de expresarlo de forma
adecuada sin caer en la exageración o la agresión al otro. El miedo nos hace prudentes
pero de igual modo si éste excede el nivel adecuado puede llegar a bloquearnos».
Trabajarlo resulta de lo más útil para gestionar nuestro día a día.
A los niños también se les educa
Las expertas de crecer con emoción creen que «el concepto de “educación” ha ido
evolucionando a lo largo de los años. Las emociones han ido ganando relevancia gracias
a la aparición de diversos estudios científicos que hablan de cómo el éxito de las
personas no depende tanto de la capacidad intelectual (tal y como la hemos entendido
siempre, referente a lo académico), sino que la inteligencia emocional y social juega
también un papel fundamental, incluso a veces más relevante que la primera». «Poco a
poco se van introduciendo también las emociones en el sistema educativo y se está
comprobando que en los centros que apuestan por la educación emocional de los
alumnos, éstos mejoran tanto sus resultados académicos como otros factores
relacionados con el desarrollo escolar; motivación, reducción de los conflictos, mejorar
ajuste laboral del profesor, etc.».
También las familias están tomando un papel relevante en este ámbito. Los padres y
madres acuden a escuelas de padres para aprender a hablar a sus hijos escuchando sus
emociones y un cambio fundamental es que cada vez más la parte afectiva ya no queda
relegada a la madre, sino que ambos progenitores se implican en el proceso.
Emociones según las edades
Las emociones están presentes en el ser humano desde que nace y todas ellas son
necesarias y adaptativas. «Hay emociones que aparecen con más fuerza a unas edades
que en otras. Así por ejemplo el miedo a los desconocidos aparece entre los nueve
meses y los dos años, la frustración entre los dos y tres años (por el hecho de no ver
satisfechos todos mis deseos, porque quieren hacer todo solos y no les sale…) el miedo
a la oscuridad en torno a los cinco, el orgullo en la etapa preescolar por el logro de hacer
las cosas por sí mismo, la envidia hacia los siete años cuando comienzan a compararse
con sus compañeros o la culpa también en esta etapa de primaria, la vergüenza es más
evidente en la preadolescencia y el sentimiento de soledad en la adolescencia»,
sostienen las expertas.
Las psicólogas están de acuerdo en que «si bien todos los padres del mundo desean que
sus hijos no sufran, no podemos dejar de pensar que estas emociones son “normales” y
es adecuado que el niño aprenda a lidiar con ellas. Si intentamos evitar este sufrimiento
por todos los medios no haremos más que disminuir su capacidad a la hora de
enfrentarse a estas emociones en un futuro. Ej: Si está triste porque su amigo se ha
enfadado con él o ella, deja que se sienta así, solo desde su tristeza podrá pensar en
cómo hacer para solucionar sus conflictos con él. Sin embargo, si me acerco a mis
emociones desde pequeño adquiriré unas estrategias que me permitirá desenvolverme
con más seguridad y firmeza en mi entorno», explican.
Los padres también deben aprender
La familia es el lugar donde se establecen los primeros vínculos, relaciones y
emociones. Los padres son para los niños sus modelos y guías, por ello es fundamental
que cuando hablamos de educar en emociones los padres sean los primeros en saber
identificar las suyas propias, las expresen y aprendan a regularlas. De nada sirve enseñar
a mi hijo a no expresar el enfado gritando si en realidad yo siempre actúo de esa
manera. «La coherencia es imprescindible en este aspecto, si no, solo le generaré
confusión», cuentan las psicólogas. Además de preguntar a tu hijo por el cole, los
amigos o los deberes, una manera de educar en emociones es crear en casa la rutina de
preguntarnos ¿cómo te sientes? Escuchando realmente la respuesta o guiando a
encontrarla. Si dice que está cansado, le puedes proponer que se dé una ducha o se tire
un rato en el sofá antes de hacer la tarea o estudiar, intentando no caer en «cómo vas a
estar cansado si hoy no has hecho nada…». Facilitar a los hijos el camino para expresar
cómo se sienten les enseña estrategias de comunicación que contribuirán a que sean
honestos con ellos mismos y los demás. Serán personas más empáticas, capaces de
ponerse en el lugar de los demás porque ese habrá sido su modelo.
Cómo fomentar las emociones
—Dedica tiempo: es básico crear espacios para el diálogo. Utiliza preguntas abiertas
que den pie a charlar. ¿Qué has hecho hoy en el colegio? ¿Cuál ha sido tu mejor
momento del día?
—Escucha a tus hijos: Respeta y comprende, a veces los niños no desean consejos,
simplemente sentirse escuchados y comprendidos. ej.: dile »qué duro habrá sido para ti
soportar esos insultos sin haber sabido que responder» en vez de «¿y no le has
respondido?». Tu hijo ya se siente fatal por ello, si quieres que vuelva a contarte algo no
pongas de relieve sus defectos.
—Utiliza vocabulario emocional. Cuándo hables de cómo estás no caigas en el bien,
amplía tus palabras. Ej: hoy estoy un poco frustrada porque esperaba que me llegase una
cosa y aún no la he recibido.
—Déjales claro que es bueno sentir emociones, es lógico que se sientan enfadados la
clave es cómo gestionan ese enfado. Dales un espacio para desahogarse y permite que
expresen sus opiniones aunque no estés de acuerdo con ellas.
—Sé modelo emocional, reconoce cuando estás triste o enfadado además de cuando
estás contento. Eso le ayudará a comprender los «por qués» de esas emociones.
¿Qué recomendamos evitar?
—No niegues las emociones o les quites importancia. ej: «¡cómo te vas a enfadar por
esa tontería!».
—No utilices su emoción para ridiculizarlos. ej: ¡uy, es que Carlos es un miedica!
—No les des constantes consejos o soluciones sin que las pidan. Ej: «Bueno pues si os
habéis enfadado entonces tienes que ir y hablar con ella», igual solo quieren que les
escuches.
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