BASES NEUROBIOLÓGICAS DEL STRESS

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BASES NEUROBIOLÓGICAS DEL STRESS.
Emoción: fenómeno regido por mecanismos que actúan en el SNC.
Sin embargo, hasta el siglo XIX, médicos destacados pensaban que el
sustrato de la emoción estaba en órganos internos como corazón, pulmón,
estómago, hígado, vesícula. Esto, avalado por la observación de las
consecuencias que las emociones tenían en esos órganos.
Precursor ilustre de la teoría de que la emoción tiene su asiento en el
cerebro:
Descartes: alma (res cogitans) y cuerpo (res extensa) se ponen en relación
en la glándula pineal o epífisis.
Neurofisiólogos fueron los que contribuyeron de manera decisiva a
descubrir el sustrato de la emoción.
Cannon y Cannon: después de haber extirpado en un perro todas las
formaciones corticales situadas por encima del tálamo, comprueban que el
“animal talámico” reaccionaba a ciertos estímulos exteriores con emociones
como ansiedad y cólera. (se le mostraba un gato, y la respuesta era
gruñidos, arañazos y mordiscos) Concluyen que los centros de la expresión
emocional están en el tálamo.
Bard y Bard: Eliminan corteza y tálamo, y las reacciones continúan. Sin
embargo, cesan al extirpar el hipotálamo.
Fulton, Klüver, MacLean y Papez concentran su atención en el sistema
límbico, región del cerebro que rodea como una faja el tronco cerebral. Es
un sistema complejo, que interrelaciona estructuras corticales,
subcorticales, núcleos del tronco cerebral, tálamo, hipotálamo.
Selye, en 1936, advierte que la inyección de un extracto ovárico producía en
el animal, hipertrofia de las suprarrenales, atrofia aguda del tejido timolinfático y ulceraciones gastroduodenales. Observa también que el
organismo reacciona a los estímulos de un modo no específico, ya se trate
de un extracto ovárico o una irritación producida por cualquier otra
sustancia. Pudo demostrar que esa reacción general no específica aumenta
la resistencia del organismo a los más diversos estímulos, ya sean de origen
traumático, tóxico, infeccioso o emocional. Define stress como la tensión
del organismo, que se ve obligado a movilizar sus fuerzas de defensa para
hacer frente a una situación de peligro. Da el nombre de “síndrome general
de adaptación” al conjunto de reacciones no específicas del organismo
desencadenadas por estímulos crónicos de origen traumático, tóxico,
infeccioso o emocional. El agente de stress provoca en el organismo una
reacción de alarma, que consta de dos fases: choque y contrachoque. La
fase de choque, caracterizada por hipotensión, hipotermia, disminución de
reserva alcalina, hemoconcentración, disminución de la diuresis,
hipocloremia, hiponatremia, hiperkaliemia y linfocitosis, es seguida de la
fase de contrachoque, durante la cual se invierten las reacciones humorales
y neurovegetativas; en esta fase, hay un aumento de la secreción de
hormona adrenocorticotropa (ACTH), que, a su vez, estimula la corteza
suprarrenal, incrementando así la secreción de corticoesteroides. Si se
sacrifica al animal durante la reacción de alarma en fase de contrachoque,
se comprueba la hipertrofia de la corteza suprarrenal, atrofia aguda del
tejido timo-linfático y úlceras gástricas e intestinales. La reacción de
alarma depende principalmente de mecanismos cerebrales, neuroendocrinos
y diencefalo-hipofisiarios, como lo demuestra el hecho de que las
alteraciones neurovegetativas y humorales descritas no aparecen ya en los
animales a los que se ha destruido la hipófisis o una parte del diencéfalo. A
la reacción de alarma, sucede la fase de defensa o de compensación.
Constituye la suma de reacciones de adaptación y de los mecanismos de
compensación del organismo sometido a estímulos crónicos. Después de la
fase de defensa puede venir la de agotamiento o descompensación, si la
capacidad de adaptación del organismo se ha visto sobrecargada por un
constante exceso de estímulos. La teoría de Selye puede resumirse así: el
organismo responde a los más diversos agentes de stress mediante una
sucesión regular de mecanismos de defensa fisiológicos, que en buena parte
dependen de la integridad de la corteza suprarrenal; pero los mecanismos
de adaptación excesivos causan enfermedades de adaptación, como la
hipertensión arterial o las úlceras. El organismo se ve lesionado por sus
propios mecanismos de defensa.
Bonfils publica en 1964 experiencias con ratas en que logra
provocar, con un método de inmovilización creado por él, úlceras agudas que
se caracterizan por lesiones superficiales de la mucosa. Observó estas
lesiones a los 30 minutos de inmovilización, y cree que esas gastrorragias,
que también se producen en el ser humano, desempeñan papel fundamental
en el desarrollo de la enfermedad ulcerosa. El número de las lesiones
aumentó con la duración de la experiencia (a las 7 horas se encontraron en
el 60%, y a las 24 horas, en el 89%). Al terminar el experimento, las
lesiones regresaron rápidamente, y cinco días después, ya no quedaban
rastros.
Mientras que en otro tiempo regía como principio único el de
que toda alteración funcional deriva de una estructura orgánica alterada,
hoy se sostiene que esa relación puede invertirse, y que un trastorno
funcional puede originar una alteración morfológica, es decir una lesión
orgánica.
El sistema nervioso vegetativo se divide en dos partes: el
parasimpático contribuye a los procesos de mantenimiento y anabolismo
(acumula glucógeno en el hígado); el simpático desempeña un papel
fundamental en la regulación de las funciones neurovegetativas que se
ejercen en relación con la actividad exterior, como sucede en la reacción de
alarma: el simpático prepara al organismo para la lucha o la huída, estimula la
actividad cardíaca y la respiración, eleva la tensión arterial y modifica la
distribución de la sangre haciéndola afluir desde la región esplácnica a la
musculatura, inhibe todos los procesos anabólicos, especialmente la
actividad gastrointestinal.
Cuando predomina el parasimpático, el individuo se aleja de sus
problemas exteriores y se retira a una vida principalmente vegetativa;
mientras que cuando predomina el simpático, el organismo descuida y aún
frena sus funciones constructivas (anabolismo y crecimiento) y se consagra
por entero a los problemas procedentes del mundo externo.
Alexander plantea que los trastornos psicosomáticos se
engloban en dos grandes categorías, dependiendo del predominio en la
respuesta a los estímulos del simpático o del parasimpático:
1. Trastornos psicosomáticos en que la actitud emocional se
caracteriza por una preparación para la lucha o huída. Aquí,
se produce la movilización de todos los procesos necesarios
para desplegar la actividad agresiva y concentrada que
exige una situación de stress; pero, a causa de una inhibición
o represión de los impulsos agresivos, no tienen lugar la
lucha ni la huída. En una persona normal, esta activación del
simpático dura sólo el tiempo necesario; sin embargo, en un
organismo con cierta predisposición constitucional, se da un
estado permanente de preparación a la lucha o la huída, sin
que éstas se produzcan jamás. Dentro de este grupo,
figuran
las
manifestaciones
cardiovasculares,
la
hipertensión arterial esencial y las cefaleas.
2. Trastornos psicosomáticos en los que la actitud emocional
se caracteriza porque el individuo se retira de la acción en
un estado regresivo de dependencia. Aquí, la actitud es
paradójica, ya que se produce una activación del
parasimpático, dando lugar a lo contrario de lo que se espera
frente a una situación de stress. En vez de hacer frente a la
situación, el sujeto se esquiva ante lo que le causa miedo,
como un niño pequeño que corre en busca de la ayuda de su
madre. Es un ejemplo la reacción ante el temor con diarrea.
A este grupo pertenecen los síntomas gastrointestinales y
las enfermedades bronquiales tipo asma.
ESTOS APUNTES SON UN RESUMEN DE LA CLASE DE STRESS.
ESPERO QUE LES SIRVA PARA EL CERTAMEN...
Dr. Alejandro Soto Sepúlveda.
07.07.03.
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