Las aventuras periodísticas de algunos alumnos del Santiago Apóstol. Que duda cabe de que la infancia y la adolescencia han dejado en cada uno de nosotros una huella especialmente destacada. Pero cuando estas etapas tan cruciales se han vivido en un universo tan característico como el conformado en el Colegio Santiago Apóstol de Pontevedra por alumnos, profesores, celadores, auxiliares etc, esta huella adquiere una intensidad y un peso muy particulares. El abanico de experiencias que acceden a mi memoria al evocar mi paso por el Colegio a lo largo de la segunda mitad de los años setenta y la primera de los ochenta es tan variado que no me resulta nada fácil seleccionar una de estas vivencias para escribir sobre ella unas pocas líneas. Al final, tras de no copos titubeos, he optado por centrarme en la influencia que, por aquellos tiempos, sobre mí ejercieron los medios de comunicación, especialmente la radio. Rescato este recuerdo no como experiencia meramente personal, sino sólo en tanto que mis vivencias son el reflejo de una experiencia colectiva protagonizada por gran parte de mis compañeros de entonces. La televisión, y, sobre todo, la radio constituían un eficaz vehículo de socialización: a través de la emisora del Colegio, que tenía su sede en el llamado “salón de la radio” se extendían por casi todo el recinto colegial los informativos de la SERD, los entrañables programas de discos dedicados que emitía Radio Pontevedra, los programas deportivos, la gran variedad de radionovelas etc En concreto, las radionovelas, junto con las audiciones de cuentos infantiles y las recomendaciones que nos daban nuestros profesores, constituyeron para algunos el primer peldaño de la escalera que a través de escalones intermedios como Julio Verne, Jack London o Salgari nos habría de conducir al disfrute de los grandes representantes del canon literario. Todas estas sesiones radiofónicas, amén de aportarnos un abundante caudal de información, ampliaban nuestro horizonte suscitando entre nosotros enconados debates sobre los temas más diversos. Pero esta experiencia se tornó particularmente enriquecedora cuando algunos decidimos hacer de periodistas y dar testimonio objetivo de lo que pasaba en el Centro; en este sentido, recuerdo que a lo largo del curso 81-82 tomamos la iniciativa de sacar un periódico en braille “Diario Colegial” (este era su título). Al final de ese curso, el mismo equipo de personas adoptamos la decisión de elaborar una revista sonora de carácter semanal (el Semanario Hablado). Aunque no de manera continuada, tanto el Diario Colegial como el Semanario Hablado estuvieron en funcionamiento al menos durante los tres cursos siguientes. A Luis Alberto Otero le corresponde el mérito de ser el pionero, pues él fue quien redactó los primeros ejemplares del Diario Colegial. Todavía recuerdo con bastante claridad los reportajes que hicimos de las primeras ediciones del Memorial Celso Mariño: las aleccionadoras palabras del homenajeado, las reticencias de alguno de los ganadores a ser entrevistados etc. También recuerdo sendas visitas que un grupo de alumnos llevamos a cabo al diario de Pontevedra en octubre del 82 y en la primavera del 83, así como la entrevista que al director de este mismo diario le hicimos José Manuel Caamaño Vázquez y Joaquín Suárez a comienzos del 85. También me viene a la memoria la tarde que visitamos Radio Pontevedra a mediados de noviembre del 82, cómo la famosa locutora María Elena Alonso nos enseñó la emisora con todo detenimiento y esmero. Un sábado de la primavera del 83 unos cuantos alumnos entrevistamos en Radio 80 a los jugadores del Pontevedra Cal y Cortés, así como a José López Pérez, que entrenaba al equipo esa temporada. En el 85 José Manuel Caamaño Vázquez y Joaquín Suárez tuvimos el honor de escribir para el Diario de Pontevedra una crónica de una partida de ajedrez entre alumnos del Santiago Apóstol y alumnas de las Doroteas; en honor a la verdad digamos que los autores de esta crónica nos indignamos un tanto porque un periodista del diario modificó un tanto nuestro artículo alegando que no era suficientemente objetivo ya que dejaba en mal lugar a las chicas de las Doroteas. Sé que me dejo muchas cosas en el tintero, pero un tratamiento riguroso y sistemático de estas vivencias requiere una extensión mucho mayor.