LOS PROCESOS DE MARKOV Y LA GRAMÁTICA GENERATIVA Según la doctrina mentalista ortodoxa la solución al problema de la organización de la conducta tiene un carácter derivado de la solución al problema de la estructura de la mente. Según Chomsky el desarrollo del lenguaje puede ser explicado en virtud de una interacción de carácter computacional entre una facultad u órgano lingüístico que viene determinado de modo innato y los datos de la experiencia lingüística. A través de cierto corpus de conocimientos innatos acerca de constricciones universales de la lengua (universales lingüísticos) se puede explicar la asimilación definitiva de la capacidad lingüística como la interacción computacional entre este corpus de conocimiento innato y una serie de datos lingüísticos empíricos. Como una consecuencia de este tipo de explicación, Chomsky traza una analogía entre estructuras mentales y órganos o miembros físicos. A la base de esta analogía se encuentra la idea de que el desarrollo ontogénico de las facultades mentales es el producto de un proceso determinado de modo intrínseco. Así como el desarrollo de los órganos corporales se debe entender como el despliegue de un proceso determinado de modo biológico intrínseco, así el desarrollo de una supuesta facultad del lenguaje se puede entender como el despliegue de un proceso del mismo carácter. De este modo, la explicación neocartesiana de la estructura mental como facultad u órgano psicológico se sostiene sobre la base de una analogía entre estructuras mentales y órganos o miembros físicos, la cual a su vez se sostiene sobre el supuesto de que ambas estructuras son producto de un desarrollo biológico endógeno. El “estilo chomskyano” en psicología se caracteriza entonces por asumir que la estructura mental debe explicarse sobre todo en función de contenidos proposicionales de los estados mentales. Esta idea que por sí misma no carece de interés, es sin embargo cuestionable en algunos aspectos; cabe preguntar, por ejemplo, cómo es posible este despliegue computacional de los contenidos proposicionales; ¿cómo se consigue que la estructura de la conducta sea reflejo de las estructuras proposicionales que el ser humano cognosce?... ¿En virtud de qué mecanismo es el organismo capaz de inferir cogniciones de lo de más allá a partir de cogniciones de esto y aquello? Es claro que la base de estos cuestionamientos la constituye el hecho de que la estructura mental se debe explicar en función de ciertos contenidos de los estados mentales. 1. Del modelo de Markov a la Gramática Transformacional Un buen intento para describir la estructura gramatical de las oraciones, anterior a la propuesta de Chomsky, es el ofrecido por el “modelo de estados finitos” o “modelo de Markov”. Este modelo propone un sistema combinatorio de tipo discreto, entendido como una maquina capaz de producir una serie infinita de oraciones con un número finito de palabras (o frases). El sistema de Markov funciona tomando una palabra (o frase) cualquiera de una lista (finita) de palabras (o frases) y encadenándola con otra palabra (o frase) que se toma de otra lista, de manera sucesiva hasta formar una oración. Supóngase por ejemplo que se tienen 3 series de palabras como las siguientes: (1)El Caballo Verde (2)Algún Amigo Blanco (3)Un Libro Corre El sistema markoviano comienza en un estado inicial tomando una de las palabras de una lista arbitraria (por ejemplo, la palabra Un), posteriormente, sigue una serie de instrucciones tomando una palabra por cada paso que recorre, y continúa este proceso hasta llegar a un estado final, produciendo una oración cualquiera como: Un Caballo Blanco o Un Amigo Verde. Este sistema funciona para combinaciones simples, e incluso, con una serie algo más compleja daría un gran número de oraciones perfectamente gramaticales; sin embargo, es insuficiente para definir el sistema combinatorio humano y bastante pobre frente a otro tipo de descripciones. En particular, el modelo markoviano, se enfrenta a los siguientes problemas: por un lado, está sujeto a cierto nivel de probabilidades que determina la aparición específica de una palabra dentro de una oración. Así por ejemplo, si se tiene una frase con una estructura gramatical adecuada, como por ejemplo, casa enfurecida, la probabilidad de que aparezca una frase de este estilo es casi nula; pues, en una proferencia de un hablante común el número de veces que aparece el término enfurecida frente a casa es prácticamente cero. La lengua no puede ser vista bajo ninguna perspectiva como un procedimiento estadístico que determine la probabilidad de aparición de un elemento X, ya que los hablantes no están limitados a obligaciones de probabilidad. Por otro lado, bajo el sistema markoviano sería necesario aprender un corpus de palabras gigantesco con el fin de producir una buena cantidad de oraciones, lo cual, sin embargo, nos llevaría a pensar que el cerebro humando debe retener una cantidad enorme de información que de hecho no está en capacidad de almacenar. Quizá sea posible perfeccionar el sistema de estados finitos hasta tal punto que no trabaje ni con un corpus excesivamente grande de palabras ni por medio de un modelo probabilístico; no obstante, el problema real del sistema radica en que existen cierto tipo de oraciones que de ninguna manera se podrían producir bajo este modelo. Supóngase que se tiene el caso de dos oraciones X1 y X2 y que se propone hacer una condición tal como: Sí X1, entonces X2. Es claro que para producir una secuencia de este tipo es necesario que el sistema recuerde tanto la condición (Sí) como la obligación (entonces). Partiendo del hecho de que el sistema markoviano sigue una secuencia lineal de un estado a otro, tal sistema sería incapaz de guardar estas dependencias, las cuales sin embargo aparecen frecuentemente en todas las lenguas. El sistema de Markov presenta la linealidad característica de las lenguas naturales; pero, a diferencia de estas, no presenta una estructura jerárquica como la que parece reflejarse en las dependencias señaladas anteriormente. En palabras de Pinker, en su conocida obra El instinto del lenguaje. Cómo crea el lenguaje la mente: “La diferencia entre un sistema combinatorio artificial del tipo de los sistemas de encadenamiento de palabras y otro natural, como el que existe en el cerebro humano, se explica perfectamente con el siguiente verso de la poetisa Joyce Kilmer: “sólo Dios puede crear árboles”. Las oraciones no son cadenas sino árboles. En la gramática humana, las palabras se agrupan en sintagmas del mismo modo que las hojas se unen para formar ramas. A cada sintagma se le da un nombre (un símbolo mental), y los sintagmas más pequeños se pueden unir para formar otros mayores” (Pinker, p.103).