el lenguaje cotidiano como dato empirico y la teorizacion como

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EL LENGUAJE COTIDIANO COMO DATO EMPIRICO Y LA TEORIZACION COMO
INVESTIGACION CIENTIFICA EN PSICOLOGIA SOCIAL
Dr. Pablo Fernández Christlieb.
Admitir hablar de datos empíricos y de investigación científica, como
manera válida de decir las cosas, es una concesión a la psicología social
standard, a cambio de la cual el presente trabajo pretende argumentar que
el lenguaje cotidiano, el que usa la gente no especializada, que no es
lenguaje técnico o matemático o científico, el que está al uso en las calles,
funciona como dato empíricamente verificable de la realidad y se sostiene
mediante la investigación teórica.
Por lo general, los psicólogos sociales tienen sus datos en la forma de
números: mediante técnicas de experimentación, observación controlada,
sondeos y participación, extraen tasas de respuesta, porcentajes de
conducta y frecuencias de comportamiento vaciados en tablas o gráficas,
con todo lo cual comprueban que lo que estaban investigando existe
fehacientemente en la realidad. Un dato (datus, pl. data) es lo dado (datum).
Kant dice que un dato es la presencia del objeto a la intuición sensible, de
modo que este no es la realidad, porque la realidad siempre queda un poco
más allá, pero se le parece mucho, porque es lo primero y lo último que se
puede saber de ella, de suerte que el dato es el concepto de “realidad”,
como dice ¿? (citados por Abbagnano, 1961) (Cfr. Apéndice #1). El dato es
el punto de partida y de llegada hacia la realidad y sirve para comprobarle a
un colega que lo que se afirma es cierto. De este modo, los datos
constituyen los límites del conocimiento y lo empírico, en la ciencia se
refieren al ultimo dato dado; es decir, a aquél después del cual ya no hay
ningún otro y, por lo tanto, es lo más cercano que se tiene a la realidad, de
manera que funciona como explicación, porque se trata de lo incontestable,
frente a lo cual ya no hay nada que decir, excepto que sí.
Tomando una definición de compromiso, se puede decir que la psicología
es la ciencia que pretende averiguar qué y cuáles son los pensamientos y
los sentimientos de la gente, y cómo, cuando, donde y porqué se producen.
Las psicologías sociales, entretanto, son aquellas formas de la psicología
que asumen que tales pensamientos y sentimientos son creados por la
interacción, bastando con definir a la interacción como el hecho de que
existen relaciones entre la gente, de cualesquiera modos que se quiera;
estas relaciones, la interacción, es la realidad psicológica fundamental: el
pensamiento y el sentimiento son entidades interactivas.
Para aseverar que la realidad psicológica fundamental es la interacción,
hacen falta datos, y todo dato de un objeto se refiere siempre al objeto
mismo, es decir, proviene del y remite al objeto, con el fin de dar cuenta de
que el objeto existe en realidad y que además existe de la manera que los
datos lo dicen: así, por ejemplo, se puede decir H2O para decir agua. Todo
dato es tautológico, autoreferencial: es un boomerang. Así las cosas, los
pensamientos y sentimientos de la gente producen sus propios datos con
los que pueden referirse a su realidad, conocerla y reproducirla; estos datos
son el lenguaje, el lenguaje cotidiano, que es el producto de la interacción y,
a la vez, es el elemento con que se produce la interacción. Por lo tanto, el
primer y ultimo dato, el más ultimado, es lo que se acerca más a la realidad
de la interacción de los pensamientos y sentimientos de la gente (Cfr.
Apéndice #2). De este modo, aquello que pueda ser dicho en lenguaje
cotidiano, existe en la realidad humana: ahí esta el elemento más cercano al
pensamiento y sentimiento de la gente.
El lenguaje cotidiano, y de hecho todo lenguaje, musical, matemático, etc.,
es metafórico (Cfr. Vgr. Lakoff y Johnson, 1980), esto es, habla de otra
cosa, y más concretamente, enuncia las escenas con las que se originó
dicho lenguaje; por ejemplo, la frase “me caes mal” es una metáfora que
describe la escena de un cuerpo precipitándose pesadamente sobre otro,
con lo cual puede uno acercarse a la realidad corpóreo-fáctica del
sentimiento referido, de donde se puede entender porque los que nos caen
mal son unos “pesados”. Puede advertirse, de paso, que dicha escena es
una interacción. Asimismo, las etimologías, o sea, el significado originario
de las palabras, son metáforas condensadas, sintéticas, que de ser
escenificadas con la imaginación, dan cuenta del pensamiento y el
sentimiento que las creó. Por ejemplo, etimológicamente, la psicología es el
discurso sobre el alma o la psique, o el espíritu; estos vocablos, con que se
alude al conjunto de pensamientos y sentimientos, significan
etimológicamente “aire” o “viento”, es decir, un elemento que pulula por
fuera de los individuos, entre la gente, de modo que originariamente es ahí,
en la atmósfera, donde se sitúa el lugar de gestación de los pensamientos y
los sentimientos, y es donde radican las ondas sonoras de las palabras del
lenguaje, con lo que resulta que los pensamientos y los sentimientos que
estudia la psicología se producen en medio de la gente, entre ella, en sus
interacciones; en efecto, el término “psicología” hace referencia a una
interacción como el órgano de producción de la realidad psíquica. Esto es
un dato. Todavía, actualmente, en el lenguaje cotidiano, se menciona esta
realidad por su nombre cuando se habla con toda verosimilitud de “aires” de
fiesta, “clima” político, “ambiente” de discordia: terminología pneumática,
realidad paráclita. En efecto, en el lenguaje cotidiano están guardados el
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pensamiento y el sentimiento sociales, junto con las transformaciones de su
historia. Al hablar de pensamientos y sentimientos sociales, se esta
evidentemente considerando por igual a las realidades individuales, incluso
íntimas, que serían también obras de la interacción. Puede argumentarse
que lo psíquico individual está constituido con la misma sustancia de la
psique colectiva; puesto en escena, ello se representaría como aire
respirado por los individuos, lo cual, efectivamente, puede advertirse en el
lenguaje cotidiano; por ejemplo, “estar inspirado”, que es cuando uno tiene
brillantes ideas y una disposición de ánimo inmejorable, significa
etimológicamente “tomar aire”, lo mismo que estar “alentado”, y de ahí una
serie de derivaciones como “desaliento”, “aspiraciones”, etc., hasta que
finalmente, cuando uno deja de pensar y de sentir, de tener psique, que es
cuando se muere, se dice que se “expira”.
En este contexto, una teoría viene a ser una elección de datos: la
estipulación de aquellos elementos de la realidad que funcionan como sus
referentes ultimados (Cfr. Apéndice #3). Para la mayoría de las psicologías,
sociales e individuales, el lenguaje cotidiano no es un dato, no es, casi,
ninguna realidad, sino solamente un instrumento muy ruidoso de
transmisión de poca información, por lo que mejor obtienen sus datos de la
medición cuantitativa de las conductas de efectos físicos observables
mediante técnicas o aparatos diseñados para tal fin. Para la psicología
colectiva, en cambio, el lenguaje cotidiano es, por una parte, la expresión
directa, sin mediaciones, del sinfín de interacciones, mínimas y máximas,
que se van ocurriendo, sucediendo, acumulando, interconectando y
trastocando a lo largo de la historia de una colectividad, y por la otra parte,
dicha expresión directa se va reimprimiendo, reinvirtiendo, en cada
interacción subsiguiente; es decir, el lenguaje cotidiano es al mismo tiempo
la obra y la materia prima de la interminable interacción que constituye la
realidad psíquica colectiva, social e individual. El lenguaje es la síntesis de
la conciencia colectiva, y sus faltas y sus silencios son la síntesis del
inconsciente colectivo. Por lo anterior, no puede haber dato mas
estrechamente vinculado con el objeto de estudio; el lenguaje cotidiano ha
construido al objeto en la medida en que ha sido construido por él: es casi el
mismo.
Por lo tanto, el grado de racionalidad con respecto al objeto, el grado de
referencia con respecto a la realidad, es grande, y en todo caso es mayor
que el de cualquier lenguaje técnico o también del dato artificial que
pretenda acercarse al objeto (Cfr. Apéndice #4). En tanto dato, el lenguaje
cotidiano es sumamente objetivo, muy empíricamente verificable, toda vez
que es genuinamente datum, algo dado, algo que esta ahí, todo el tiempo,
espontáneo, disponible para cualquier usuario; no es algo que se pueda ir a
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buscar, aunque en efecto, se tenga que ir a encontrar, toda vez que no
puede obtenerse con una mayor o menor técnica de recopilación de
información, porque es un lenguaje que no pertenece a los individuos, de la
misma manera que la interacción no pertenece a los individuos, sino que los
individuos pertenecen a la interacción y, en este sentido, no es intencional,
no es consciente, no es deliberado y cuando trata de serlo se cancela,
porque muestra sobre todo la extrañeza de su construcción. Por cierto, es
interesante notar que los individuos no pueden reproducir el lenguaje
cotidiano en condiciones artificiales, forzadas, por encargo y a solicitud del
psicólogo, sino sólo cuando el contexto lo demanda, porque es el contexto
el que lo produce; cuando las personas están conscientes y atentas de lo
que están diciendo, por ejemplo, frente a un desconocido que los entrevista
y registra sus respuestas, tienden a utilizar una terminología de domingo,
que suene más precisa o más educada, con lo cual la cotidianeidad del
lenguaje se pierde. El lenguaje cotidiano se pronuncia sin querer, puede
argumentarse que, mientras a través del mismo se representa la conciencia
social, es inconsciente individualmente. En efecto, los individuos no saben
porque dicen lo que dicen, verbo y gracia “levantarse en armas”, “el año que
entra”, “le dio calabazas”, “carne de cañón”, sino solo saben que así “se”
dice, y pueden entender frases que en sí no tienen sentido. Aquí aparece
otra vez la objetividad del lenguaje (objetivo es aquello que está acordado
públicamente), en tanto que no es lenguaje de nadie, que no es ningún
individuo el que lo dice, porque si él fuera, no diría tales cripticismos, sino
que así es como “se” dice, “se” hace, “se” entiende; en efecto, el lenguaje
cotidiano es impersonal, expresado en el pronombre reflexivo “se” que se
utiliza cuando uno se viste o se peina a sí mismo; cuando algo así se dice,
si se busca quien es el obligado sujeto que lo dice, se encuentra que se lo
dice a sí mismo, o sea, el lenguaje cotidiano dice las cosas para sí mismo, y
solo él se entiende, sin que el individuo que lo pronunció lo intelija
cabalmente; sólo sabe que así se dice (Apel, 1973). En la misma lógica, el
que así “se” habla es “uno”, como en la frase “uno nunca sabe”: uno es
cualquiera, todo el mundo, la realidad psicosocial, la interacción, que es,
finalmente, la que habla; entonces, el lenguaje cotidiano vale como dato de
realidad para todos, es acatable por todos y resulta pues lo más objetivo
que la gente tiene; es la garantía de realidad, de pertenencia a un mundo.
Así las cosas, la verificación de la realidad empírica no descansa en la
fabricación de instrumentos de recopilación de datos, ni en la traducción de
lo observable al dato técnico, sino en la capacidad de pensar críticamente la
realidad con lenguaje cotidiano, en la inteligencia de que lo que es
susceptible de pensarse en estos términos existe efectivamente en la
realidad, por lo que el análisis de cualquier evento o fenómeno de la
dimensión psíquica cuenta ya, por el sólo hecho de ser discurrido, con los
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recursos objetivos empíricamente verificables para su desarrollo; por esta
razón, la investigación teórica, por el sólo hecho de estarse pensando y de
ser inteligible para otros, esta utilizando como materia prima datos
provenientes de esa realidad, los cuales pueden ser verificados
posteriormente en la medida en que se encuentran ejemplos lingüísticos
que expresen cotidianamente lo que ha sido desarrollado al nivel de la
teoría. Si se elabora, por ejemplo, la hipótesis teórica de que la realidad
psíquica esta estructurada de la misma manera que el espacio, esto es, que
lo psíquico se vive como espacial, lo que ha sido la intención de la
psicología colectiva desde Mead (citado por Blanco, 1988, p.189) y Lewin
(1937-1947), puede uno encontrar las pruebas en el lenguaje cotidiano que
menciona a lo psíquico como una geografía que tiene sus arribas y sus
abajos, sus adentros y sus afueras, ya que se dicen con toda normalidad
frases como “altas virtudes”, “bajos instintos”, “ideas superficiales”, “penas
profundas”, “levantar el ánimo”, “te llevo dentro de mi”, “ya te saque de mi
vida” o “en el fondo eres bueno”. Describir las escenas originales de tales
metáforas, localizar la época en que fueron acuñadas, mostrar su presencia
en las teorías científicas, discurrir su interrelación y su dinámica,
organizarlas en un discurso coherente, señalar las situaciones vitales en las
que estas imágenes se actualizan, constituye un programa de investigación
teórica de alcances no del todo desdeñables.
En suma, lo que pretendía este texto era argumentar la validez del lenguaje
cotidiano como dato empírico de la investigación teórica en psicología
social, desde el punto de vista de la psicología colectiva, entendiendo a la
psicología colectiva no como una rama de la psicología social, sino como
una versión completa de la psicología general. Comoquiera, se emplearon
términos que le son caros a la psicología positivista por haberlos tomado de
las ciencias naturales (Cfr. Apéndice #5), tales como “ciencia”, “dato”,
“empírico”, “verificación”, “objetivo”, porque si lo empírico es “lo que se guía
por la experiencia”, si la verificación es “averiguación” y objetivo es lo que se
objeta, “lo que se opone” (Corominas, 1973), no hay, entonces, de fondo,
ninguna razón por la que estos vocablos tengan que estar reservados a la
producción técnica del racionalismo moderno. Como reivindica Gadamer
(1975), ciencia (scientia) es todo conocimiento, ciencia es todo saber (scire).
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APENDICES: EL LENGUAJE DE LOS DATOS
Apéndice #1. Los datos son lenguaje.
Generalmente cuando se dice dato, se piensa número, y cuando el científico
proporciona como pruebas otras cosas que no sean cuantificaciones, se supone
que no se está comportando científicamente. Sin embargo, todos los datos, u
observables o referentes, que se presume participan de la sustancia de la
realidad, están en primera y ultima instancia (i.e. como observación preliminar y
verificación terminal) hechos de lenguaje. Un lenguaje es, por ejemplo, “un
sistema de signos adecuados para servir como medio de comunicación entre los
individuos” (Maroudeau, citado por Pottier –Ed.- s/f, p.1969); un signo es, dice
Peirce (Cfr. Vgr. C.1900, p.22), cualquier cosa que está para alguien en lugar de
otra cosa. Así, todo dato es un signo en la medida en que está presente en lugar
de algo ausente, concretamente, en lugar del objeto de análisis, porque,
ciertamente, el dato no es el objeto; asimismo es un lenguaje en la medida en que
forma parte de un corpus metodológico, en que es inteligible en relación con otros
datos. En efecto, para que algo, cualquier cosa, sea un dato, una observación,
tiene que estar conceptualizado como lenguaje; toda realidad debe ser traducida a
lenguaje para ser investigada y conocida. El dato ultimo y ultimado de cualquier
realidad es un signo dentro de algún tipo de lenguaje. Toda ciencia y conocimiento
están encerrados en un lenguaje, que puede ampliarse, pero no trascenderse; no
se puede salir de él; lo ultimo que podemos conocer empíricamente de la realidad
es el lenguaje. Los datos numéricos, son un tipo de lenguaje técnico, signos de un
lenguaje matemático o científico, acordados por una comunidad técnica de
científicos. También habrá un lenguaje musical, gestual, etc.
Apéndice #2. Todo lenguaje técnico está iniciado en lenguaje cotidiano.
Todo lenguaje técnico está construido a partir de un lenguaje distinto y previo,
amplio y general, con el cual una comunidad se va poniendo de acuerdo respecto
a los significados técnicos. Este lenguaje de partida es el cotidiano, de modo que,
a fin de cuentas, estamos encerrados en el lenguaje cotidiano. De hecho, los
científicos tuvieron que formular sus primeras observaciones, sus primeras dudas
y preguntas, en lenguaje cotidiano, cuando todavía no eran científicos; incluso los
psicólogos, el día que decidieron ser científicos eran todavía legos, de modo que
obtuvieron sus primeros datos en lenguaje cotidiano, y así como Newton a los
ocho años habría preguntado porqué caen las manzanas, así ellos se habrán
preguntado porque la gente hace tonterías, se siente sola, se pelea o algo por algo
por el estilo. Asimismo, cuando surgen desacuerdos o innovaciones en los
lenguajes científicos, se hace menester recurrir al lenguaje cotidiano para
restablecer el orden de su propio lenguaje. Igualmente puede advertirse que un
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porcentaje bastante mayoritario de lo que aparece escrito en un texto técnico de
lenguaje científico está redactado en lenguaje cotidiano: los artículos, pronombres,
adjetivos, adverbios, preposiciones, etc., y sobre todo, la sintaxis, o sea, el
ordenamiento de las palabras para hacer frases y oraciones, no son elementos
que estén sancionados técnicamente por el marco de la teoría o de la
investigación, es decir, dicho en sus propios términos, no son científicos, pero en
cambio, son los elementos que precisamente hacen legible el texto y coherente la
exposición científica, por lo que no pueden ser eliminados, so pena de hacer
desaparecer el texto por completo con todo y datos y verdades científicas.
Apéndice #3. Una teoría es la adscripción de un lenguaje a un objeto.
Cuando una teoría elige un tipo de datos como referentes de su realidad, en rigor
está adscribiendo un tipo de lenguaje con el cual pueda conectarse con el objeto.
El lenguaje adscrito determina lo que se le puede interrogar y, por supuesto, la
información que se tenga como respuesta. Newton debe haber preguntado:
“¿porqué te caíste, manzana?” y como Newton era, además del primer científico
moderno, un espiritista esotérico (Berman, 1981, p.115), concluyó que la manzana
respondía: “porque me llamo la tierra”. En todo caso, no era una buena pregunta
porque ni las manzanas ni los sistemas solares hablan español o inglés, de modo
que lo que Newton quiso saber entonces fue: “¿Qué lenguaje utilizó la tierra para
llamar a la manzana?”, por lo que necesitó formular la duda en un lenguaje distinto
y el lenguaje que le funcionó quedo como masa, fuerza y aceleración. En efecto,
funciona mejor porque permite obtener mas respuestas de parte del objeto de
análisis; cuando Newton regresó de su laboratorio, las manzanas seguían
cayendo pero su actividad se expresaba mas elocuentemente en términos de
gravedad que en términos de intención. Ciertamente, los lenguajes científicos se
construyen para hacer hablar a los objetos: un geólogo es una persona que
entiende el idioma de las piedras.
Apéndice #4: Las psicologías positivistas hablan lenguajes artificiales.
Sí a un niño se le pregunta “¿Porqué te caíste?”, contestará, como la manzana de
Newton, que por la fuerza de gravedad, porque ya aprendió positivismo ingenuo.
De la misma manera, hay múltiples corrientes teóricas, predominantes en
psicología, que suponen que los pensamientos y los sentimientos de la gente son
como manzanas que caen, es decir, que responden a mecánicas naturales, a
causas y efectos, por lo que los últimos datos certeros son aquellos formulados en
el lenguaje de las ciencias físicas, de manera que utilizan cuantificaciones como
verificación empírica y concluyen que la realidad psicológica es del mismo tipo de
la que existe en la naturaleza: acción y reacción, estímulo y respuesta, predicción
y control de movimientos, etc.. A niveles químicos, psicofisiológicos, da la
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impresión de que tal lenguaje resulta adecuado, aunque quizá pueda dudarse si
resulta adecuado llamarlo psicología. Hay otras teorías psicológicas menos
naturales que dan la apariencia de utilizar el lenguaje cotidiano como fuente de
datos, porque realizan tests y cuestionarios preguntando cosas a la gente, pero
eso no es cierto porque lo que hacen es entresacar de las respuestas un lenguaje
binario de si/no, correcto/incorrecto, racional/no racional, el cual se refiere no ya a
una realidad física propia de las ciencias naturales, sino a una realidad de
mercado propia de la economía o de la administración, que asume que el objeto
de estudio se mueve en términos de interés, ganancia y poder, cuyos datos son
bits de información. En ambos casos la realidad psicológica no es así, en absoluto,
sino que estos fueron los datos que se buscaron y, en ambos casos, permiten
conocer efectivamente los pensamientos y los sentimientos, no de la gente, sino
de los científicos, porque de ellos es este lenguaje, de ellos es tal realidad. Los
astrónomos saben que las ideas que tienen sobre los sistemas solares son suyas
y no de los sistemas solares porque éstos no hacen ecuaciones ni miran por un
telescopio; a los psicólogos se les olvida que sus pensamientos no son los
pensamientos de su objeto de estudio. La psicología colectiva frente a la
adscripción de lenguajes de fuerzas naturales y de economía de mercado,
argumenta que su objeto de estudio, la gente, produce su propio lenguaje, el
lenguaje cotidiano, y éste es un lenguaje de significados, porque la realidad
psicológica es una realidad de sentido, por tal motivo no requiere adscribir otro
lenguaje que el que ya esta dado, el que es datum de antemano.
Apéndice #5: Los objetos físicos pueden hablar lenguaje cotidiano.
La distinción entre ciencias naturales y ciencias del espíritu (i. e. radicalmente
sociales o humanas) reside, no en que se trate de objetos, realidades o leyes,
completamente diferentes, sino en el tipo de lenguaje que se le adscribe al objeto
de estudio. Parece que, ante el fracaso del racionalismo cientificista (cfr. Ibáñez,
1989), se ha empezado otra vez a jugar con la posibilidad de que a la naturaleza
se le pueda adscribir un lenguaje cotidiano; esto es, cargado de intencionalidad
(cfr. Vgr. Dennett, 1987) y de sentido, así como capacitado para entrar en diálogo
razonable con la gente (cfr. Vgr. Berman, 1981); por ejemplo, la relación ecológica
del planeta con sus habitantes parece poder solucionarse solamente por esta vía
(cfr. Vgr. Roszak, 1977).
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Bibliografía:
Abbagnano, N. (1961). Diccionario de Filosofía. México: FCE. 1983.
Apel, K. O. (1973). La transformación de la Filosofía. Madrid: Taurus, 1985.
Berman, Morris (1981). El Reencantamiento del Mundo. Santiago: Cuatro
Vientos, 1987.
Blanco, A. (1988). Cinco Tradiciones en Psicología Social. Madrid Morata.
Corominas, J. (1973). Breve Diccionario Etimológico de la Lengua
Castellana. Madrid: Gredos.
Dennett, D. C. (1987). La Actitud Intencional. Barcelona: Gedisa, 1991.
Gadamer, H. G. (1975). Verdad y Método. Salamanca: Sigueme, 1984.
Ibáñez, T. –Ed.- (1989). El Conocimiento de la Realidad Social. Barcelona:
Sendai.
Lakoff, G. Y Johnson, M. (1980). Metáforas de la Vida Cotidiana. Madrid:
Cátedra, 1986.
Lewin, K. (1937-1947). La teoría del Campo en la Ciencia Social. Buenos
Aires: Paidos, 1978.
Peirce, Ch. S. (c. 1900). La ciencia de la Semiótica. Buenos Aires: Nueva
Visión, 1986.
Portier, B. –Ed.- (s/f). El Lenguaje. Bilbao: Mensajero, s/f.
Roszak, Th. (1977). Person/Planet. London: Granada, 1981.
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