Ejes de las interacciones transculturales

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INTERACCIONES TRANSCULTURALES EN AMÉRICA LATINA.
EXPERIENCIAS DE COOPERACIÓN.
Ejes de las interacciones transculturales
Se señalan a continuación algunos "ejes" de la vida cotidiana en los que se manifiestan las
diferencias culturales con las poblaciones de América Latina. A pesar de que muchas de ellas
puedan estar planteadas como problemas, suponen ante todo oportunidades para aprender
algunos modos distintos de interacción y valores sobre los que se construyen distintos grupos y
sociedades.
1. Respeto y trato en las relaciones
En general, en las culturas latinoamericanas se da un trato más formal entre las personas y un
mayor valor a la deferencia con el otro en actividades de la vida cotidiana. Tanto en los saludos
(por ejemplo, en una reunión presentarse con nombre completo y dando la mano a todas las
personas presentes), como en el tratamiento (trato frecuente de usted, dar el tú es visto poco
considerado, en Centroamérica incluso en la familia). Ese trato más formal y con muestras de
amabilidad se presenta también en la comunicación escrita (importancia de mostrar interés por la
situación de la persona, etc. antes de entrar al "tema").
La poca consideración de estos factores hace que las personas de países del Norte sean vistas
frecuentemente como poco respetuosas. Ese trato más formal no es, sin embargo, contradictorio
con una sociabilidad más positiva que en los países del Norte, con culturas más individualistas.
Sin embargo, este trato está relacionado también con una mayor distancia de poder, es decir, una
mayor aceptación de las relaciones sociales formales y la jerarquía, incluso en grupos que se
podían considerar impregnados de valores más horizontales (como ONGs, grupos de derechos
humanos, etc. ). En América Latina se dan más muestras de respeto en base a la posición social,
edad o el género de las personas, por lo que es importante manifestar de forma más clara el
respeto hacia los padres y ancianos de lo que se hace en las culturas individualistas.
2. Clima y sociabilidad
En las culturas latinoamericanas se da un mayor compartir el espacio propio (por ejemplo,
invitación a cenar en la casa) que en culturas individualistas (es visto como frío o distante quedar
para verse en un bar, por ejemplo). Es muy importante mostrar simpatía y tratar de agradar al otro
mostrando interés por su persona y una valoración positiva de la relación. Sin embargo, las
muestras de simpatía pueden tener significados distintos y eso puede dar lugar a contradicciones.
Por ejemplo algunas de ellas (como dirigirse a la persona con palabras cariñosas, corazón, amor,
etc.) pueden ser percibidas por un occidental como signos de interés amoroso cuando son
muestras de simpatía habituales. Y al contrario, otros signos desprovistos de ese significado en el
Norte, como un pequeño regalo de un extranjero a una mujer indígena, puede ser visto en su
comunidad como una propuesta de relación. Aceptar ser padrino o madrina en un bautizo no es
sólo un acto social de asistencia a la celebración, sino un modo de relacionarse en el futuro y
asegurar el apoyo al niño o niña.
A pesar de que es relativamente fácil adaptarse a esas muestras de sociabilidad positiva, también
es frecuente no darse cuenta de su importancia. Así, en las relaciones de trabajo es muy
importante cuidar el clima (relación) y no sólo el objetivo (tarea). Una atención excesivamente
puesta en el objetivo y que pase por encima del cuidado de la sociabilidad corroborará el
estereotipo que existe sobre europeos como personas frías o antipáticas.
También en las culturas latinoamericanas se da un mayor contacto corporal (es más frecuente que
hombres y mujeres se toquen o se abracen en el trato habitual, o festivo como el baile). Sin
embargo, eso no quiere decir que no existan ciertas barreras o distintos significados que hay que
aprender a reconocer. Los roles de género, en general, son más rígidos en la relación entre
hombre y mujeres, donde predominan los comportamientos basados en estereotipos asociados a
lo "masculino" y "femenino".
Por último, dado que las culturas latinoamericanas son más colectivistas, para los europeos es
frecuente valorar que existen pocas condiciones de privacidad (por ejemplo, en la gestión del
espacio en la casa), pero también existe el concepto de intimidad. A pesar de que en condiciones
de pobreza, la casa no tenga puertas, no significa que no exista intimidad. No tener en cuenta
esos límites puede suponer una actitud poco respetuosa.
3. Las formas de comunicación
En general predomina el estilo indirecto de comunicación, es decir, especialmente los problemas,
las expresiones críticas o cargadas de emociones negativas, no se dicen directamente (por
ejemplo, se usa menos el "no" rotundo, y las formas de negación son más "blandas": más o
menos, tal vez no sea buena idea, etc.). Además, la negación puede verse como rechazo al otro y
es frecuentemente evitada, lo cual es fuente frecuente de malentendidos (por ejemplo, una
reunión que se convoca por la insistencia del que llega de fuera pero a la que acude poca gente,
colaboraciones que se van posponiendo etc.). Incluso el significado de algunas expresiones puede
ser distinto (en Centroamérica, "bastante" quiere decir "mucho", o "regular" quiere decir "mal").
Eso supone que hay que poner mayor atención al contexto en que se dicen las cosas y a la
comunicación no-verbal, que en muchas ocasiones son las portadoras de un significado más real.
La gente tiende a suponer que en el cómo dicen las cosas entregan mucha información a quien
les escucha y que es fácil que se entienda lo que quieren decir. Otras diferencias son el ritmo al
hablar, en general muy rápido en contraste con los latinos, o las formas de discutir los problemas,
como el hecho de que todo el mundo tiene que hablar en una reunión porque no se considera sólo
como una aprobación al debate, sino como expresión de la posición personal (mucha gente acaba
diciendo: "es mi palabra", "es lo que tengo que decir").
Además, hay que tener en cuenta que la imagen que tienen de la persona/grupo cooperante,
puede mediatizar en gran medida esa comunicación indirecta (no decir "no" por ejemplo, a quien
porta los recursos o muestra interés en ayudar). Sin embargo, otros malentendidos pueden ser
achacados de forma errónea a la cultura (una falta de colaboración para pasar unas encuestas en
la Universidad, que a pesar del acuerdo previo no se realiza por falta de recursos para las
fotocopias, puede ser vista desde la otra parte como desinterés).
Otros problemas por parte de quienes participan en experiencias de cooperación es el
intervencionismo asociado a las culturas individualistas (centradas en el objetivo), donde la gente
tiene más costumbre de hablar y dar su opinión sobre todo, lo que corre el riesgo de transmitir en
ese contexto una imagen de persona entromedita o que quiere dominar. En algunas ocasiones,
mantenerse al margen en vez de ser demasiado insistente -frente a situaciones en las que uno
cree tener la solución- y respetar el ritmo de la gente -cuando uno piensa que se podría hacer
mejor a su manera- forman parte también de las actitudes de cooperación.
4. Gestión del conflicto
Los estilos de afrontar problemas también varían en distintas culturas. Así, las expresiones con
carga emocional negativa (usar palabras "fuertes" en una discusión, por ejemplo) están mal vistas
en el contexto latinoamericano, donde predomida el estilo indirecto al enfrentar los desacuerdos.
Esta gestión indirecta es también fuente frecuente de conflictos, ya que es más probable que
entren en una dinámica evitativa que haga difícil abordarlos o que los significados que adquieren
para participantes de culturas distintas sean diversos (una "bronca" puede sea vista por uno como
una necesidad de descarga y por otro como una ruptura de la confianza). Las personas latinas
están relativamente menos dispuestas a competir abiertamente y la competición explícita se ve
como algo amenazante.
Además es muy importante no atentar contra la imagen social del interlocutor. En las culturas
colectivistas, más que en las individualistas, la imagen individual está ligada a la pertenencia
colectiva y al rol social. Las críticas realizadas en presencia de otros interlocutores pueden dañar
esa imagen y ser vistas como una enorme desconsideración, por lo que es preciso buscar el
contexto adecuado y evitar las formas, abiertas o sutiles, de descalificar al otro.
5. Gestión del tiempo
La gestión del tiempo es más flexible en las culturas latinoamericanas, y está en relación con la
sociabilidad. En las actividades sociales es tan importante el mantenimiento de una buena relación
como el logro de los resultados. Una atención excesiva al objetivo, sin tener en cuenta la relación,
corre el riesgo de ser fuente de conflictos e incomprensiones. Esta gestión del tiempo también se
traduce en los horarios más flexibles o diferencias en la puntualidad en las citas. Una falta de
adecuación a los ritmos puede hacer que para personas acostumbradas a una gestión horaria
más rígida, los atrasos, o los tiempos que se alargan, sean experiencias frustrantes (en México
"ahora" significa "dentro de poco"). Lo que para unos es una hora fija, para otros es una
aproximación o la hora de inicio de un encuentro posterior (a partir de...).
Una gestión del tiempo más flexible también implica una competitividad menos abierta (eso no
quiere decir que la competitividad no exista, ya que puede expresarse de otras maneras). Es
frecuente que, cuando los latinoamericanos se tienen que adaptar a las condiciones de la cultura
europea, se sientan inmersos en un ritmo frenético y una enorme competitividad (siempre van
corriendo de un sitio para otro).
Por otra parte, en las culturas campesinas, la gestión del tiempo está ligada a los ritmos de la
naturaleza. Además de en la flexibilidad horaria eso tiene importancia en el modo de organizar la
vida cotidiana. Por ejemplo, las comunidades refugiadas en México plantearon su retorno a
Guatemala, después de superados los problemas políticos a partir de 1992, teniendo en cuenta
los ritmos de trabajo de la tierra y el tiempo meteorológico, lo que pasaba en algunos casos
desapercibido para las organizaciones humanitarias más preocupadas por calendarios
organizativos o políticos.
En el caso de las culturas indígenas, el tiempo es una concepción circular y no lineal, es cíclico, y
la distinción entre pasado-presente y futuro de una manera secuencial no es tan clara. Por
ejemplo, las poblaciones mayas (Guatemala y México) y mapuches (Chile) hablan del tiempo de la
violencia como un ciclo que puede volver a repetirse y que se relaciona con cataclismos
anteriores, de tipo natural o político, vividos por los indígenas; también hablan de sus antepasados
como si fuera un pasado próximo, concepción que tiene que ver con su memoria colectiva.
La distinta gestión del tiempo se enfrenta a dos extremos: la imposición de los tiempos y ritmos
decididos según los criterios propios de las ONG o agencias de cooperación, por una parte; y los
ritmos que se alargan y flexibilidad excesiva en los plazos de trabajo, que generan frecuentes
frustraciones entre los cooperantes y organizaciones. Algunos mecanismos útiles para enfrentar
estos problemas son la adecuación de los proyectos a la realidad de la población concreta con la
que se trabaja, una mayor sensibilidad a sus procesos históricos y culturales, así como establecer
bases consensuadas de trabajo y una mayor flexibilidad personal.
6. Diferencias sociales
En muchos países de Latinoamérica, y en el marco de las acciones en que se desarrolla la
cooperación con poblaciones desfavorecidas especialmente, la pobreza forma parte de la vida
cotidiana. Las fronteras de la miseria pueden ser evidentes no sólo en los sectores campesinos
sino entre dos barrios próximos de una ciudad. La convivencia en un contexto de enormes
diferencias sociales supone también numerosas formas de adaptación a ellas entre personas de
un estatus medio o profesional. Eso puede chocar con el sentido de las acciones de solidaridad o
cooperación o con el sentir de personas conmovidas por ese sufrimiento que llegan de fuera. Sin
embargo, esas situaciones eran también evidentes en los países de Europa de la postguerra y se
siguen dando respecto los territorios de exclusión social, como sectores o barrios marginales en
los países del Norte.
A pesar de la cultura colectivista, las diferencias de clase social y estatus socioeconómico también
están asociadas a menudo a conductas de segregación de otros grupos. El racismo y la
marginación social respecto a grupos indígenas (por ejemplo en Guatemala), poblaciones negras
(por ejemplo, en Colombia) o grupos desfavorecidos (niños de la calle en Brasil), es evidente por
parte de grupos socioeconómicos y étnicos dominantes.
También las diferencias sociales con los europeos marcan su imagen sometida a la ambivalencia.
Por un lado se evalúa generalmente de forma positiva su capacidad de trabajo, interés o recursos,
pero por otro, negativamente la tendencia individualista ("egoísta") o directiva (recordando por
ejemplo, los antepasados españoles que llegaron en la conquista).
Sin embargo, la propia ayuda y recursos movilizados por la cooperación también pueden incidir en
las diferencias sociales y tener un impacto cultural. La exhibición de recursos, en contraste con la
situación de pobreza o precariedad de muchas poblaciones, puede suponer un nuevo estatus para
los cooperantes e implica la necesidad de manejar esas diferencias sociales de una forma
coherente con principios cooperativos y la dignidad de la gente. Adecuar las acciones a los
criterios locales, y con participación de los grupos afectados, y la claridad y transparencia son
elementos clave para disminuir esos posibles efectos.
Algunas orientaciones para la interacción intercultural
Desde la perspectiva de los latinos
1. No olvidar que las culturas europeas son menos deferentes y respetuosas. En general se tutea a todo el
mundo y el reconocer el status de otro es relativamente menos importante. Generalmente la gente se
trata con menos deferencia de lo que es corriente en America Latina .
2. Ser más directo y explicitar claramente lo que quiere decir. Los europeos se basan menos en el empleo
de indirectas, así que vale más decir directamente lo que quiere. Los autóctonos, en mayor medida que
los latinos, requieren que la comunicación sea más abierta, explícita y abstracta.
3. No esperar que la gente sea manifiestamente amable y tenga cuidado con ser tan "bien educado" como
en América Latina. La gente critica más abiertamente y no espera que uno sea tan gentil con ella -ni ella
tampoco lo es. Una crítica o un desacuerdo directo tiene aquí mucho menos relevancia que en América
Latina –es frecuente gritar o discutir fuertemente por cualquier motivo, y muchas veces no tiene mayor
trascendencia.
4. La gente no invita tan habitualmente a casa y esto no es una señal de desprecio, sino de un
funcionamiento más en el ámbito social, en la calle y a más distancia.
5. Las personas locales funcionan de manera más individual y expresan más el orgullo por lo que hacen,
de una manera que en América Latina se clasificaría de exagerada o poco modesta.
6. Los europeos, en comparación con los latinos, están relativamente más desapegados de la familia
extensa y prefieren relaciones relativamente horizontales. Se sentirán probablemente incómodos con el
funcionamiento latino en que "toda la familia" se mueve junta y tendrán dificultades para dar las
muestras de respeto hacia los padres y ancianos que se consideran normales en Latinoamérica.
7. Las personas de culturas europeas están más dispuestas a competir abiertamente y ven la competición
como más normal y menos amenazante.
8. Mantener las buenas relaciones interpersonales y la armonía son relativamente menos importantes en
muchos países de Europa que en América Latina. Es normal que se hagan críticas y comentarios
abiertos relativamente negativos. De todas maneras, en ambos puntos la gente en el Estado español es
menos individualista y competitiva que en Europa del norte y Norteamérica.
9. En Europa la gente vive muy centrada en el grupo de amigos y pares, pero frecuentemente un nivel de
contacto inicial no se prolonga en una relación posterior tanto como en América Latina.
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