Interacción educativa.

Anuncio
INTERACCIÓN EDUCATIVA
Francisco Herrera Clavero
Dpto. de Psicología Evolutiva y de la Educación
Universidad de Granada
1. Interacción profesor-alumno
El concepto clima del aula ha ido variando a lo largo del tiempo, tanto en lo que se refiere a
sus contenidos como a los objetivos propuestos por la investigación desarrollada bajo este epígrafe.
Genovard y Gotzens (1990).
El estudio realizado por Anderson et al. (1946), que fue uno de los pioneros en esta temática,
centró su interés en las relaciones de autoridad que existían entre profesores y alumnos y analizó una
serie de datos relativos al clima emocional del aula.
La mayor innovación respecto al clima socioemocional se comenzó en los años sesenta, con
el intento de centrarse en las posibles relaciones entre el comportamiento del profesor en el aula y las
respuestas de los alumnos, específicamente en lo relativo a su rendimiento.
En esta línea Medley y Mitzel (1958) desarrollaron un registro de observación (The
observation schedule and record). El análisis de los resultados obtenidos en sus investigaciones les
permitió establecer tres factores en la interacción profesor-alumno:
El factor clima emocional, que refleja las expresiones de afecto, positivas y negativas, entre
profesor y alumno.
El factor énfasis verbal, que representa el grado de importancia que las interacciones verbales
tienen en el aula.
El factor organización social, relativo al grado de agrupación y autonomía de los alumnos en
el aula.
Flanders (1970) desarrolló otro instrumento donde el análisis de las interacciones en el aula se
centraba en las interacciones verbales que ocurrían. Estableciendo las siguientes categorías de
interacción (Figura 1):
1
2. Interacción educativa y el rendimiento de los alumnos
2.1. Afecto positivo y rendimiento
Gage (1977) afirmaba que existía una relación significativa y positiva entre el estilo indirecto
del profesor y el rendimiento del alumno, lo que se puede igualar a la utilización de una relación
positiva entre un clima positivo y el rendimiento de los alumnos.
2.2 Afecto negativo y rendimiento
A pesar de que se han encontrado relaciones negativas entre el afecto negativo y el
rendimiento del alumnado, los resultados no son del todo concluyentes. En este sentido, algunos
autores han argumentado la existencia de otras variables, como el estatus socioeconómico del
alumno, que podrían matizar los resultados encontrados.
Se ha encontrado que el afecto negativo se relaciona con peores rendimientos en alumnos de
bajo estatus socioeconómico que entre aquellos de un estatus superior.
Todos estos resultados sugieren que los efectos de la expresión del afecto, sea positivo o
negativo, sobre el rendimiento de los alumnos, son más potentes según sea el estatus social de los
alumnos que participan en la interacción.
2.3. Elogio y rendimiento
Parece ser que el elogio parece estar relacionado positivamente con el rendimiento de los
alumnos, si bien en este caso el rendimiento en matemáticas y lectura es el más favorecido, frente al
mostrado en la solución de problemas complejos (Stallings y Kaskowitz, 1974).
Debemos añadir que el clima emocional de una clase puede ejercer una influencia directa, no
sólo en el rendimiento académico del alumno, sino también sobre elementos tan importantes como el
autoconcepto, actitudes frente a la escuela y el profesor o la motivación general.
3. Expectativas del profesor sobre sus alumnos
3.1 Expectativas del profesor y el autocumplimiento
Good y Brophy (1987) definen las expectativas del profesor como las inferencias que éste
hace sobre el comportamiento o el éxito académico futuro de sus alumnos basándose en el
conocimiento que tiene de ellos en un momento determinado.
Se han estudiado principalmente dos tipos de efectos de expectativas:
-
Efecto de la profecía autocumplida (efecto Pigmalión), según el cual una expectativa
inicialmente errónea conduce al tipo de comportamiento que convierte en real y verdadera la
expectativa inicialmente falsa.
- Efecto de expectativa de mantenimiento, referente a la expectativa del profesor en relación a que
sus alumnos mantengan modelos de comportamiento previamente desarrollados, hasta el punto
de no ser capaz de observar ni aceptar ningún cambio en el alumno.
Las expectativas generan un comportamiento en quien las posee y dicho comportamiento
genera en los otros una actuación que se adecua a las mismas. Además existe un efecto reforzador, ya
que si las expectativas se mantienen y las respuestas a las mismas también, las expectativas se verán
reforzadas.
2
Un aspecto interesante sería conocer cómo se forman las expectativas que los profesores
tienen de sus alumnos. Parece ser que los rasgos que los profesores usan para formar las expectativas
sobre sus alumnos son numerosos, entre ellos estarían (Beltran, 1987):
1. El atractivo físico. En el inicio de la elaboración de las expectativas sobre el alumno, este
rasgo influye hasta que posteriormente es sustituido por otros rasgos de mayor intensidad,
como el cognitivo o el académico.
2. Clase social. Éste es uno de los rasgos más importantes a la hora de interaccionar y crear
expectativas en los profesores y en la población en general.
3. Sexo. En el contexto académico, los profesores en general, interaccionan más con los
alumnos del mismo sexo.
4. La conducta del estudiante. Los niños con problemas de conducta dentro de la clase
hacen más difícil el control de la misma y alimentan las bajas expectativas del profesor
hacia ellos.
En conjunto parece que la mayoría de expectativas que los profesores desarrollan sobre sus
alumnos se basan principalmente en los rendimientos académicos de éstos, antes que en
características físicas o de estatus socioeconómico.
Otro tema importante es el que se refiere a la comunicación de las expectativas a los alumnos.
Rosenthal (1974) sintetizan en cuatro los factores que comunican expectativas positivas a sus
alumnos:
1. Crear un clima emocional cálido con los alumnos.
2. Ofrecerles más feedback sobre su ejecución.
3. Utilizar material más abundante y complejo.
4. Ofrecerles más oportunidades para responder y preguntar.
Otros autores indican los comportamientos a través de los cuales los profesores comunican
expectativas negativas. Algunos ejemplos serían los siguientes:
1. Esperan menos tiempo para que respondan los alumnos de quienes tienen bajas
expectativas.
2. Dan respuestas breves o preguntan a otros alumnos, antes que tratar de mejorar las
respuestas o formularlas de nuevo la pregunta.
3. No utilizan correctamente el refuerzo, aplicándolo incluso cuando los niños con baja
expectativa responden de forma errónea.
4. Estos alumnos suelen recibir más críticas y menos elogios comparativamente a los
alumnos con altas expectativas.
5. Los alumnos de quienes se espera poco suelen ocupar los asientos más alejados del
profesor.
6. Las interacciones suelen ser mas frecuentemente privadas; asimismo tienden a ejercer más
control sobre ellos.
7. Se tiende a utilizar menos sus ideas o sugerencias.
De acuerdo con lo anterior, Beltran (1986) examina la relación entre las expectativas del
profesor y las variables presentes en el proceso de enseñanza aprendizaje, llegando a las siguientes
conclusiones:
-
El perfil del alumno con buenas expectativas, presenta una buena imagen de sí mismo,
reflexivo, poco ansioso. Este tipo de alumno de altas expectativas responde al “perfil del
estudiante ideal”.
3
En cuanto a los alumnos con bajas expectativas por parte de sus profesores, suelen ser: impulsivos,
ansiosos y poco populares.
3.2 Variables contextuales y personales
Existen numerosas variables que parecen tener una incidencia sobre los efectos de las
expectativas del profesor sobre sus alumnos, estas variables se pueden agrupar en variables
contextuales y variables personales.
a) Variables contextuales (Genovard y Gotzens, 1990)
-
El curso o nivel, ya que se podría esperar efectos más intensos en los alumnos de los
primeros cursos, puesto que todavía no poseen un autoconcepto bien establecido.
El número de profesores que el alumno tiene.
La época del año parece tener cierta influencia, ya que los mayores efectos parecen
producirse al iniciar el curso escolar.
El tipo de materia; concretamente se han visto efectos más importantes en el rendimiento
lector que en rendimiento matemático.
Tipo y naturaleza de la estructura social de la clase, en el sentido de que cuanto más rígido,
competitivo y centrado en la consecución de objetivos comunes para todos los alumnos sea el
entorno, más probable será observar los efectos de las expectativas.
b) Variables personales
Brophy y Good (1974) consideran tres tipos de profesores:
-
-
-
Profesores proactivos, que se caracterizan por dejarse guiar por sus propias creencias sobre lo
que es apropiado y razonable en cuanto al establecimiento de objetivos. Estos profesores
tienen mayor probabilidad de ejercer efectos positivos sobre sus alumnos a partir de sus
expectativas.
Profesores sobreactivos, suelen desarrollar percepciones rígidas y estereotipadas de sus
alumnos basadas en registros anteriores o impresiones iniciales de su comportamiento, lo que
aumenta la probabilidad de producir efectos negativos sobre los alumnos.
Profesores reactivos, profesores que se situarían en un término intermedio y, por lo tanto, sus
expectativas tienen un impacto mínimo sobre los alumnos.
3.3. Efectos de las expectativas
Las expectativas pueden tener efectos relevantes y positivos en el desarrollo social y personal
del niño, al menos dentro del contexto escolar, mejorando sus actitudes, creencias, atribuciones,
expectativas, patrones motivacionales y comportamientos en aula, siempre que las expectativas sean
adecuadas y realistas y den lugar a comportamientos instruccionales apropiados por parte del
profesor.
En este sentido Genovard (1990) señala una serie de orientaciones dirigidas a minimizar los
efectos negativos de las expectativas, como serían las siguientes:
a)
b)
c)
Planificación de la instrucción.
El profesor actualice las expectativas que se tienen sobre los alumnos, centrándose en el
rendimiento actual.
Se deben fijar estándares mínimos para que toda la clase puede llegar a ellos.
4
d)
Ante las dificultades presentadas por los alumnos en la realización de ciertas actividades, se
recomienda analizar las dificultades y presentar la tarea de forma que puedan ir progresando,
en lugar de contestarles en términos de éxito o fracaso.
4. Modelo de integración
Tenemos que ser conscientes de que no se puede estudiar la interacción profesor-alumno a
través de modelos unidimensionales, por el contrario deberemos utilizar modelos de integración que
nos permitan comprender el conjunto de interacciones comportamentales. Uno de los más
representativo es el modelo de Jussim (1986)
Este autor nos presenta un modelo integrador que pretende incorporar los diferentes factores
que condicionan los resultados de las expectativas en educación. Propone un modelo compuesto de
tres fases:
1. Expectativas del profesor
En la formación de expectativas van a influir factores como reputación del alumno,
estereotipos o diagnósticos iniciales a través de test. No obstante, a medida que avanza el curso y se
van multiplicando las interacciones entre el profesor y los alumnos, las expectativas que se crearon al
inicio se van reforzando o, por el contrario, se van debilitando (Coll, y Miras, 1989)
2. Tratamiento educativo diferencial
En este apartado Jussim (1986) recoge los diferentes tratamientos que los profesores deben
usar para modificar o reforzar las expectativas que se tengan de los alumnos. Estos tratamientos
podrían ser:
- Retroalimentación (feedback de la ejecución)
- Apoyo emocional
- Actividades adecuadas
- Atención
- Oportunidades para aprender
5. Gestión y control del clima en el aula
En el tema de la gestión y control del clima en el aula uno de los aspectos que más se ha
estudiado es el problema de la disciplina. Las técnicas más utilizadas en la resolución de este
problema son las realizadas dentro del campo de la modificación de conducta. Algunas de las
estrategias educativas relacionadas con las técnicas de modificación de conducta podrían ser las
siguientes:
5.1. Adquisición y mantenimiento de conductas
- Moldeamiento por aproximaciones sucesivas (Shaping). Este procedimiento consiste en ir
reforzando conductas similares a la que se desea instaurar (aproximaciones) hasta que finalmente se
produzca esta. Es necesario el establecimiento de una jerarquía de forma que reforcemos
sucesivamente todas las aproximaciones a la conducta final, evitando reforzar repetidas veces una
misma conducta intermedia. En el proceso de la aproximación ha de cuidarse especialmente reforzar
sólo las conductas que son más próximas, en cada ocasión, a la final. Una vez conseguida la conducta
final se refuerza y posteriormente se pasa a un programa intermitente de reforzamiento para evitar
que se extinga con facilidad.
5
- Atenuación (fading). En estos procedimientos, los estímulos antecedentes de ayuda o
soportes, que anteriormente han estado en estrecha relación con las respuestas para facilitar el inicio
de un aprendizaje, se van gradualmente alejando o van cambiando de naturaleza, de modo que
finalmente la actividad aprendida queda en relación exclusiva con aspectos del entorno funcionales,
relevantes y socialmente aceptables. Por ejemplo, cuando un niño está iniciando la lectura, es posible
que se utilicen unos materiales especiales, tales como cartoncitos con sílabas, dibujos , etc. Esto
constituye un conjunto de discriminativos especiales, son especiales en la medida en que no
constituyen el tipo de estímulos gráficos que más adelante permanecerán asociados a la conducta de
leer. El proceso de atenuación es el proceso gradual que va eliminando las características de ciertos
estímulos discriminativos especiales, apoyos o ayudas que el alumno recibe en las primeras etapas de
su aprendizaje, hasta que la actividad realizada por el niño esta bajo el control exclusivo de
discriminativos apropiados específicos de cada actividad.
Algunos de los tipos de ayudas más frecuentes están relacionados con ayudas verbales
(indicadores, preguntas guía, ordenes), imitativas o demostrativas (modelos, demostraciones) o guía
física o demostrativa
- Encadenamiento. El encadenamiento es una estrategia válida para ayudar al alumno a
establecer una variedad de actividades complejas, sean motores, verbales, conceptuales, etc, siempre
y cuando estén formadas por unidades secuenciadas. Por una parte, para establecer un
encadenamiento, las unidades individuales deben ser aprendidas primero independientemente.
Mediante este procedimiento unas respuestas están manteniendo y reforzando a las anteriores. El
empleo en el aula del procedimiento de encadenamiento requiere del educador la habilidad de
realizar un "análisis de las tareas" adecuado, a fin de identificar las unidades que componen un
repertorio complejo.
- Principio de Premack. Según este principio, cuando una actividad de baja frecuencia va
seguida de otra de alta frecuencia, la primera incrementa sus probabilidades de ocurrencia en el
futuro. Su aplicación requiere observar previamente en el alumno actividades de ambos tipos,
frecuentes e infrecuentes y organizar la secuencia de acuerdo al principio enunciado. Las ventajas del
principio de Premack radican en el uso de contingencias naturales: es la propia actividad de alumno,
de alta frecuencia la que actúa como reforzador.
- Sistemas de economía de fichas. Usados de manera sistemática en programas controlados
han demostrado su utilidad en una pluralidad de situaciones educativas, aunque en su mayor parte
han estado relacionados con sistemas motivacionales en educación especial y en grandes
instituciones. En general consiste en instaurar un sistema de reforzadores secundarios generalizados
como fichas, puntos u otros similares, que permiten llevar a cabo procesos de reforzamiento de forma
inmediata y en una pluralidad de situaciones (Walker y Buckley, 1976). Los alumnos tienen
oportunidades diversas a lo largo del dia de intercambiar fichas por actividades gratificantes y objetos
de su elección. La utilización de sistemas de fichas conlleva una segunda intervención relacionada
con el mantenimiento de los resultados en ausencia de los reforzadores secundarios generalizados.
Esta cuestión esta relacionada con el empleo de las estrategias de eliminación gradual de
reforzadores y de la sustitución paulatina de reforzadores artificiales por reforzadores naturales, de
gran importancia para obtener resultados duraderos y generalizables.
5.2. Procedimientos de supresión de conductas
- Extinción operante. Consiste en la supresión de los refuerzos que mantienen una
determinada conducta, con lo cual ésta desaparecerá. Al principio de la aplicación de este
procedimiento, se produce un aumento transitorio de la conducta que, posteriormente, disminuye
hasta desaparecer totalmente siempre y cuando no se vuelvan a restablecer las consecuencias
anteriores, ya que de lo contrario estaríamos reforzando intermitentemente esta conducta y
6
haciéndola más resistente a la extinción.
- Time out (tiempo fuera del refuerzo). Se trata de uno de los procedimientos más utilizados
de castigo negativo secundario. Se utiliza fundamentalmente cuando, aun conociendo el refuerzo que
mantiene la conducta, no podemos suspender su administración. En estas circunstancias, lo que se
hace es sacar al sujeto de esa situación cuando se produce la conducta inadaptada; a consecuencia de
ello, el sujeto pierde el contacto con los estímulos discriminativos que provocaban esa respuesta y
con los refuerzos que la mantenían.
- Reforzamiento de conductas incompatibles. Se emplea fundamentalmente asociado al
procedimiento de extinción y también a veces al castigo. Consiste en reforzar aquellas conductas
incompatibles con la que se desea eliminar, de manera que sea imposible la emisión de la conducta
indeseable.
- Saciedad y práctica negativa. Consiste en aumentar de forma considerable la
administración del refuerzo, como consecuencia o no de la conducta indeseable que está
manteniendo, hasta que el sujeto se sacie, de manera que el refuerzo pierde entonces todo su valor
como tal.
Bibliografía complementaria
Coll, C. y Miras, M. (1990). La representación mutua profesor/alumno y sus repercusiones sobre la
enseñanza y el aprendizaje. En C. Coll, J. Palacios y A. Marchesi (comp..), Desarrollo
psicológico y educación, II. Psicología de la Educación. Madrid: Alianza.
García Correa, A. (1996). Gestión y control del aula. En A. Barca, J.A. González, R. González y
J.Escoriza (Eds.), Psicología de la instrucción vol.3 (pp. 101-124). Barcelona: EUB.
Watkins, Ch. (1991). La disciplina escolar. Barcelona: Paidos.
Recursos en Internet
http://roble.pntic.mec.es/~fromero/violencia/indexfl.html
http://www.aso-apia.com/en_vio.htm
7
Descargar