Nota VIII: Preparándonos para meditar

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Nuestro sincero agradecimiento al
Hermano Fernando Salazar Bañol por la
conferencia del V. M. Samael Aun Weor
“La Ciencia de la Meditación“, que nos
acercara tan generosamente.
PREPARÁNDONOS PARA MEDITAR
Al estudiar la conferencia La Ciencia de la Meditación,
comprendimos que sólo podíamos analizar algunos aspectos básicos de la
exposición, dado que la sabiduría y los conocimientos prácticos y vivenciales
sobre el Vacío Iluminador y el Santo Okinadock que expone el Maestro
Samael, no nos permite manejar dichos temas, ni siquiera intelectualmente.
Es un material extraordinario para meditar en él y llevarlo a la
práctica.
Un aspecto que impactó en mi conciencia, es la reflexión que hace
nuestro amado Gurú sobre la preparación para meditar.
Comúnmente la corriente de la vida nos arrastra en vertiginoso
ritmo a desarrollar tareas mecánicamente, en los distintos gimnasios
psicológicos de nuestra pegajosa línea horizontal. La personalidad tiene
múltiples compromisos y objetivos; fuimos educados para que sea el eje de
nuestra existencia y le dedicamos mucha energía y entusiasmo para su
desarrollo y crecimiento.
En general tenemos una rutina diaria en la que reservamos un
tiempo determinado para nuestras prácticas esotéricas. El cuidado personal y
la alimentación, las responsabilidades para con la familia, el trabajo, además
de las reparadoras horas de sueño indispensables para mantener nuestra
salud, armonía física y psicológica, nos absorben no menos de 20 horas
diarias, lo que deja un remanente de escasas 4 horas para dedicar a nuestros
ejercicios espirituales. Este tiempo tan limitado y muchas veces menor, es por
lo menos una base para una labor seria sobre sí mismos si lo aprovechamos
correctamente.
Como bien explica el Maestro Samael al comienzo de esta plática
“…ha llegado la hora de Comprender la necesidad de darle más
oportunidad a la Conciencia...” más adelante complementa con otro
concepto: “Todo el secreto está en no permitir a los sentimientos y a la
mente que intervengan en los asuntos prácticos de nuestra vida.
Debemos siempre permitir a la Conciencia que sea ella la que actúe, la
que mande, la que trabaje, la que hable y haga o ejecute todas nuestras
actividades diarias; así nos prepararemos armoniosamente para la
meditación.”
Nuestros diferentes gimnasios psicológicos se presentan a nuestra
medida; sufrimos en ellos por la reacción que de nuestro interior se produce.
Son ideales e imprescindibles para nuestra superación espiritual. Los
elementos psicológicos que carga nuestra falsa personalidad, o bien
reaccionan airadamente contra los impactos del mundo exterior, o se
entregan placenteramente al ejercicio de la oportunidad que se brinda.
Pongamos algunos ejemplos.
Compartir unas horas en la oficina con un jefe o compañero que
nos trate despectivamente, nos predispone ya al salir de nuestra casa, con un
estado emocional negativo, tenso, listo para reaccionar con agresividad ante
el menor indicio de una alusión personal que el sujeto nos realice. Si por el
contrario somos ingenieros en informática, con placer y entrega nuestra
mente se sumergirá 6, 8 ó 10 horas buscando en Internet la información
requerida para solucionar un determinado problema. En ambos casos, la
identificación, fascinación y sueño, robarán nuestra energía, dormirán nuestra
conciencia, en la medida que pongamos sentimiento y mente a las acciones
mencionadas.
No se nos dice que seamos fríos o indiferentes, sino que no
pongamos tanta mente y emoción a las cosas y los eventos. Sucede a
menudo que nos encariñamos con los objetos – el reloj del abuelo, el cuadro
de nuestra madre que tanto quería, etc. – y cuando se dañan o los perdemos,
nos desesperamos. Ponemos mente a todo, programamos toda nuestra vida
como si fuéramos dueños de nuestro destino; cuando un plan falla, nos
frustramos y saturamos de emociones negativas. Juzgamos a los demás por
lo que percibimos, razonando según determinados parámetros que pueden
ser ciertos o falsos. La mente, compara, rotula, razona, juzga, calcula,
siempre activa, nunca receptiva, serena…
No le damos lugar a la conciencia, a la acción espontánea, pura y
auténtica de la esencia, de lo que verdaderamente somos. Siempre el
protagonista es el trío de la personalidad, la mente y las emociones, ego
incluido.
En su libro La Gran Rebelión en el capítulo XX “Inquietudes”, el
Maestro Samael expresa: “Para que haya inquietud espiritual continua se
requiere pasar el centro magnético de gravedad a la esencia, a la
conciencia. Desafortunadamente las gentes tienen el centro magnético
de gravedad en la personalidad, en el café, en la cantina, en los
negocios del banco, en la casa de citas o en la plaza de mercado, etc.”
¿Cuantas veces sentimos el impulso que surge de nuestro corazón
por dar una ayuda económica a un desconocido, y la mente se interpone con
frases grandilocuentes – va a malgastar esos dineros en alcohol o droga frenando la acción pura que brota de lo más profundo de nuestra alma?
Si actuásemos como nos enseña el Maestro Samael, permitiendo
a la conciencia “que hable y haga o ejecute todas nuestras actividades
diarias” no tendríamos tanto desgaste de energía, empezaríamos a
despertar y la mente y las emociones estarían más dispuestas para las
prácticas esotéricas.
La preparación para meditar dura todo el día, no empieza con la
posición o el relax físico. Comienza cuando abrimos los ojos en la mañana y
ponemos en actividad nuestra conciencia, continúa cuando transformamos
mediante la comprensión, las impresiones que nos llegan durante el día sean positivas o negativas - para alimentar nuestra alma; también cuando nos
negamos a nosotros mismos tornando pasiva la personalidad, cuando no
ponemos mente y emoción a todo lo que pasa.
Samael comienza diciendo en esta conferencia que podemos ser
hombres intelectuales, instintivos, emocionales, etc., y que así serán nuestros
sueños de acuerdo a la actividad que tengamos en nuestros centros
psíquicos manejados por el ego. Destaca la imperiosa necesidad del "Pensar
negativo", y agrega “esto horroriza a los positivos de la mente y sin
embargo la forma negativa de la mente es la más elocuente; no pensar
es la forma más elevada del pensamiento... Cuando el proceso del
pensar se ha agotado, adviene lo nuevo; esto hay que saberlo entender.
Una mente pasiva que está al servicio del Ser, resulta un instrumento
eficiente.” Finalmente enfatiza “No debemos permitir a la mente que
proyecte. “
¿Quién duda que tenemos una mente proyectista? A modo de
simple ejemplo, cuando confundimos en la calle a un amigo con otra persona
¿no estamos anteponiendo su imagen? O acaso ¿no nos ha pasado “soñar
despiertos”, con los ojos abiertos durante un viaje en ómnibus o colectivo, con
la mirada clavada en un punto determinado y “ver” una película que proyecta
nuestra mente, hasta que llega a desaparecer todo el panorama a nuestra
alrededor?
San Dionisio - primer obispo de París.
Tras ser decapitado, anduvo durante seis
kilómetros con la cabeza en sus manos. Al
término de su trayecto, entregó su cabeza a una
piadosa mujer llamada Casulla, y después se
desplomó.
Quizás sea ésta una de las imágenes
más representativas de lo que se debe buscar al
serenar la mente. Verla como un todo integro; ir
más allá de la opción dual de “yo y mis
pensamientos”, pues ambos son partes de una
misma cosa… mente.
Vivir más allá del dualismo, es focalizar
la acción desde la conciencia.
La actividad debe estar centrada en lo que realmente somos, la
esencia, la conciencia. Como se nos ha enseñado, debemos aprender a
relacionar el estado interior con el evento exterior, a armonizar nuestra
conciencia con nuestro cuerpo y el medio ambiente, a vivir el momento, no
dosificarlo cronométricamente.
Un momento puede llevar segundos, minutos u horas… Cuando
vamos a disponernos a hacer una práctica, una Runa por ejemplo, el
momento es ese, hacer concientemente la Runa… no es perseguir con la
mente un segundo tras otro dividiendo lo que sucedió un instante atrás como
pasado, tratando de atrapar el segundo presente y soñando con el que viene
como futuro. Eso es otro sueño; no es vivir de instante en instante. Esto
último consiste en no fraccionar el tiempo, ni huir de lo que hacemos, es estar
serenos, experimentando intensamente el momento.
Si aprendemos a vivir el aquí y ahora, la filosofía de la
momentaneidad, seguramente la cosa será distinta, pero con la conciencia
bien activa, pues no se trata de una postura o artificio mental.
Recordemos lo que expresara magníficamente el Avatara de
Acuario en el capítulo VII La lucha de los opuestos del Mensaje de Navidad
1964-65 “Si estás comiendo, come; y si estás vistiéndote, vístete, y si
estáis andando por la calle, anda, anda, anda, pero no pienses en otra
cosa, haced únicamente lo que estáis haciendo, no huyas de los
hechos, no los llenes de tantos significados, símbolos, sermones y
advertencias. Vívelos sin alegorías, vívelo con mente receptiva de
instante en instante. “
Si hacemos simplemente eso, nos estaremos preparando
debidamente para meditar. Estaremos más despiertos, la conciencia más
activa, la personalidad más pasiva, mejoraremos naturalmente la autoobservación, y no daremos lugar a que la mente y las emociones se
entrometan tanto en nuestra vida diaria.
Notoriamente podremos percibir que estaremos más dispuestos a
realizar prácticas místicas, pues los asuntos de la personalidad no tendrán la
importancia que antes les dábamos. Casi podríamos decir que estaríamos
alcanzando un tercer estado de conciencia durante la jornada diaria, que
podríamos llegar a lograr – con reales súper esfuerzos – un estado parecido
al de meditación durante todo el día, pues estaríamos más relajados, con
mente receptiva, y la conciencia bien activa. Habríamos transferido el centro
de gravedad de la personalidad a la esencia… y no es poca cosa.
Como consecuencia natural, ponernos luego a meditar sería
mucho más sencillo, sería profundizar ese estado de lucidez obtenido durante
el día, los centros inferiores de la máquina humana podrían vibrar al unísono,
y permitirían que a través de los centros emocional y mental superior
recibiésemos los mensajes, la asistencia, la gracia que nuestro Real Ser
derrama incesante y misericordiosamente sobre nuestra humana persona
para orientarnos, instruirnos y conducirnos por el sendero hacia la liberación
final.
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