John Nash: Creatividad y locura

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JOHN NASH: CREATIVIDAD Y LOCURA
Por
José Luis Gallego
Resulta fácilmente comprensible que para cualquier persona, ya sea profana o
especialista, resulte sorprendente, y a la vez inquietante, el hecho de que genialidad y
locura puedan darse en una misma persona. Si además, se añade el hecho de que
estamos hablando ante matemáticos y vamos a hablar de un matemático genial pero
gravemente perturbado, cómo es John Nash, se comprende que no sólo haya una gran
curiosidad sobre como pueden darse dos cosas casi opuestas a la vez, sino que dado que
genialidad y locura no son incompatibles, las dudas y temores ante una imagen que se
puede
fácilmente
confundir
con
una
imagen
especular,
se
multipliquen
exponencialmente.
¿ La locura es el precio que hay que pagar por ser genial? ¿ Tienen alguna relación
entre sí? ¿ Tener la valentía de ser creativo y original en el propio pensamiento conlleva
tener que pagar un altísimo precio por otra parte? ¿Hay algunas profesiones y
actividades de riesgo que favorecerían o que incluso en sí mismas provocarían el
deslizamiento hacia la locura?
Les confieso que conforme iba preparando esta conferencia, me iba dando
cuenta, no sin angustia, de mi error de cálculo sobre la magnitud y el calado del envite,
puesto que frente a todo intento de respuesta, surgían varias preguntas más, que no me
quedaba más remedio que orillar si quería venir a contarles algo. No seré nada ambiguo,
para aportar algo estructurado y original esta conferencia habría necesitado al menos un
año de preparación. Pero también les confieso que disfruto enormemente con este tipo
de eventos, ya que me obligan a replantearme conceptos como sólo puede hacerlo
cuando tengo la necesidad de traducirlos al lenguaje sencillo y del sentido común.
Así pues, me conformo si consigo dejar la puerta abierta al diálogo entre
matemáticos y psiquiatras, y si dentro de un tiempo nos volvemos a ver y continuamos
algo iniciado hoy.
Uds., matemáticos, tienen muchas cosas que contarnos y quizás
nosotros también tengamos algo que decirles.
En primer lugar, haré una pequeña introducción a la psicopatología, que les
prometo que intentaré que sea lo menos farragosa posible, de tal manera que nos
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permita orientarnos en la sintomatología de John Nash. Después me acercaré a las dos
versiones que tenemos de su vida, el libro biográfico y la película, de las ya que les
adelanto que tienen muy poco en común, y por último, con estos elementos
desbrozados, intentaré reflexionar sobre las preguntas que formulaba anteriormente.
En la psicopatología hay tres estructuras básicas de personalidad a partir de las
cuales se edifica toda la clínica. Las tres estructuras son la neurosis, que es la gente más
o menos normal, la psicosis, que es lo que se acercaría más a la locura en el sentido
vulgar del término y la perversión, que es en torno a la cual aparece la psicopatía.
Como les prometí no aburrirles o algo parecido, empezaré contándoles un chiste
de Eugenio, chiste que nos es muy querido a los psicoanalistas y que quizás nos ayude
a comprender el fenómeno psicótico.
Se trata de un hombre de treinta años que vivía con su madre y que llevaba toda su
vida sin decir ni una sola palabra. Jamás había hablado ni una palabra. Una buena
mañana, cuando está desayunando y toma un sorbo de leche, exclama de repente “ la
leche está demasiado caliente". La madre, sin salir de su asombro, le dice: “pero, hijo, si
sabes hablar, yo creía que eras mudo de nacimiento, ¿Cómo es posible que no hayas
dicho nada hasta hoy, que te hayas mantenido sin decir ni una sola palabra toda tu
vida?”. Y el hijo, sin inmutarse demasiado, la responde: "no he dicho nada en toda mi
vida porque hasta hoy todo lo habías hecho perfecto".
El chiste que aparentemente es banal, contiene las claves que diferencian una
estructura neurótica, ésto es normal, y una estructura anormal, no diré psicótica, pero si
diré fracasada en la estructuración del psiquismo humano. O si lo prefieren en otras
palabras: el hijo que tiene una madre que es capaz de satisfacer todos los deseos, no
tiene ninguna razón para pedir nada y no teniendo nada que pedir, no tiene porqué
tomarse la molestia de hablar, y no olviden que hablar es simbolizar y simbolizar es
específico del ser humano. Así, podría estar en eterno silencio porque no hay ninguna
necesidad de hacer el esfuerzo simbolizante que significa decir, por ejemplo, “tengo
hambre” o “la leche está demasiado caliente”. Trato de decir que para hablar, para
simbolizar, es necesaria una frustración que será el motor que empujará el deseo de salir
de ella pidiendo algo, haciendo una demanda que finalmente nos convertirá en seres
humanos y nos diferenciará irreversiblemente del resto de los animales. A partir de ese
momento, nada, absolutamente nada, es igual en un hombre que en un animal, en la
medida en la que el lenguaje, el símbolo, lo condicionará todo, hasta los instintos, que
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nunca podrán volver ser los mismos que en un animal. Quizás algunos de Uds. se hayan
dado ya cuenta de que les estoy diciendo que para el psicoanálisis, es la frustración que
marca el tabú del incesto la que estructura el psiquismo humano.
En la psicosis algo de todo esto falla, y en lo que les voy a decir ahora hay algo de
mi propia conjetura, porque de alguna manera, nos acercamos a lo mítico. Veamos :
¿ Es posible que haya una madre que en treinta años sea capaz de no cometer ni un solo
error con su hijo? ¿ Es posible que haya una madre tan perfecta que jamás se equivoque,
que conozca tanto los deseos de su hijo que siempre sepa lo que su hijo desea, que
siempre sepa la temperatura exacta a la que tiene que estar la leche?
Yo creo que no. ¿Qué ocurre entonces? Pues que, y es aquí donde la conjetura es
mía, el hijo del chiste no se da cuenta mas que al cabo de treinta años de que la leche
está ardiendo, de que ya lleva un montón de ampollas en la boca por quemaduras y de
que, hasta ese día, no se ha dado cuenta de que la leche estaba ardiendo. Es algo que se
puede ver bastante frecuentemente en las esquizofrenias: cualquiera que haya trabajado
con ellos ha constatado que van llenos de quemaduras de cigarrillos y que jamás se
quejan de ese dolor porque sencillamente no lo sienten.
Para poder entender algo de lo que sucede, es necesario recurrir al concepto de
Freud llamado verwefung en alemán, desestimación en castellano, que consiste
básicamente, en una pérdida de una percepción que es desestimada de tal manera que
hasta el propio órgano propioceptivo
se pierde. Es una especie de agujero en la
percepción de algo, pero no por ejemplo como una simple ceguera, en la que no se ve
sino que tampoco hay ni tan siquiera ojos.
Ahora bien, tengan en cuenta que para poder percibir algo, es necesario que haya
un estímulo que vaya a parara algún sitio, algo que en función de una serie de
percepciones anteriores pueda discriminarlo, clasificarlo como doloroso o como
placentero, y para poder hacerlo se necesitan experiencias anteriores archivadas, se
necesita una historia anterior que le de sentido a aquello que estamos percibiendo. En
resumen, se necesita una subjetividad que será la encargada de darle el sentido a esa
percepción. Si lo situamos en el chiste de Eugenio ¿alguien podría afirmar de esa
persona que no habla que es el hijo de esa madre perfecta? No, simplemente es alguien
que está callado desde hace treinta años, pero al hablar se resitúa automáticamente
como hijo, puesto que dice mamá, la leche está quemando, pónmela a la buena
temperatura y al pedirlo y situarse como hijo, ya hay una subjetividad.
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Si tienen un poquito de paciencia les intentaré explicar lo que se entiende en
psicoanálisis por subjetividad y cual es la conditio sine qua non de su formación.
Tomemos cualquier palabra, por ejemplo la palabra mesa. Para poder explicar qué es
una mesa alguien podría hacer preguntas infinitas. Podríamos decir que la mesa está
hecha de madera, a su vez podríamos seguir con el hecho de que la madera viene de los
árboles, a su vez podríamos seguir con que los árboles vienen de la tierra, después
podríamos hablar de cómo crecen los árboles, de cómo se talan para hacer una mesa, y
eso por cogerlo sólo por un lado, porque también podríamos empezar a hablar del color
de la mesa, de lo que es una pintura, de lo que son los colores y así infinitamente.
Supongo que entienden lo intento decirles: que, en último término, yo no puedo decir
qué es una mesa. Al final tendría que hacer un tope demarcatorio, una demostración
ostensiva de lo que es una mesa y decirles: miren, esto es una mesa. Pero esto no
soluciona el problema porque pese a ese tope demarcatorio alguien podría seguir
preguntando ¿Pero esto qué es? ¿Qué es una mesa? Y tendríamos que volver a empezar.
Como verán, hay un significado último que falta. En el fondo nadie puede
explicar lo que es una mesa, tenemos que aceptar que esa significación falta y, a pesar
de todo, seguir sabiendo todos lo que es una mesa. Es decir, tolerar la frustración y la
incertidumbre de no saber qué es una mesa, tolerar una significación ausente, un cero
de significación y, a pesar de todo seguir hablando de la mesa, seguir significando.
Una frustración, les vuelvo a recordar, que el hijo de la madre perfecta no tenía que
soportar.
No quisiera volverme farragoso, pero imagínense lo que puede ocurrir en el
ámbito de la estructuración de la subjetividad de una persona cuando no existen algunas
percepciones claves. O si lo prefieren de otra manera: el hijo del chiste necesita de una
subjetividad para poder percibir el dolor, para poder percibir que se está quemando. Si
esta subjetividad no está estructurada se corre el riesgo de que las voces que se escuchan
se confundan con voces que vienen del exterior, cuando en realidad no hay tales voces.
O la de tomar las propias intuiciones no como hipótesis a validar con la realidad, sino
como revelaciones de los extraterrestres. El caos puede ser absoluto y lo subjetivo
confundido con lo objetivo sin ningún tipo de punto de referencia. Freud lo sistematizó
con una frase llena de inteligencia: lo que ha sido abolido dentro viene desde fuera
como una aparente manifestación de la realidad.
Y yo añadiría algo diferencial a este principio: esa aparente manifestación de la
realidad patológica viene con una certeza absoluta: los extraterrestres me han hablado y
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eso no necesita ninguna comprobación, mientras que la no patológica, viene con un aura
de incertidumbre más o menos confesada ¿ de verdad habrán sido los extraterrestres los
que me han hablado? Tendré que hacer las oportunas comprobaciones......
Si no los he mareado ni los he perdido definitivamente como interlocutores, me
gustaría complicarlo un poquito más. En el coloquio posterior intentaré, aclarar, si
puedo, aquello que no quede claro.
Lo que nosotros vemos en los delirantes no es la patología propiamente dicha.
Porque el delirio, en sí mismo, no es la patología sino el intento de restituir algo, el
intento de curación. Salvando las distancias les diré que es algo así como la fiebre en un
proceso infeccioso: el problema no es la fiebre, ya que ésta no es más que la defensa del
organismo, sino que el problema es la infección que provoca la fiebre.
Hay cuatro fases que se dan ineluctablemente antes de llegar al delirio y que se
observan siempre en la clínica: Primero, una pérdida de interés por el mundo exterior,
segundo un repliegue sobre sí mismo, sobre el mundo interno de pensamientos y
fantasías, tercero la pérdida de contacto con la realidad y por último la reconstrucción
de una relación con el mundo de una forma delirante. Esta última es la llamativa, la que
obliga a llamar al psiquiatra, pero no olviden lo que les he dicho : no es más que el
intento de restablecer el contacto perdido con el mundo, de recrear un mundo en el que
el conflicto que ha llevado al delirio sea eludido. Cuando hablemos de John Nash iré
mostrando estas fases en su descompensación delirante.
¿Y qué es lo que le lleva hasta el delirio? Si les decía que la primera fase es una
pérdida de interés por el mundo, tendremos obligatoriamente que pensar que el delirante
se encuentra en el mundo con algo que es incapaz de asumir, con algo que le resulta
imposible elaborarlo, de tal manera que no le queda más remedio que, en un primer
momento, emprender una discreta pero eficaz retirada frente a él.
Permítanme que en este momento dé un salto a la biografía de John Nash, que no
a la película, para intentar encontrar que pudo provocar su primer episodio delirante.
Para aquellos de Uds. que no hayan leído la biografía de John Nash les diré que la
película no cita un elemento de vital importancia: John Nash tuvo un hijo con una
enfermera, al que llamaron John David, y al que John Nash nunca reconoció legalmente
como hijo suyo, hasta el punto de que el abandono en lo que dejó al hijo y a la madre,
obligó a esta última a entregarlo durante una larga temporada a un orfanato ya que era
incapaz de poder mantenerlo. A pesar de ello, mantuvo una buena relación personal con
él cuando el hijo fue mayor. Sus razones para no reconocerlo fueron que la madre,
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Eleanor, una sencilla enfermera y una mujer de baja procedencia, era impropia de una
persona como él, que se creía un privilegiado no sólo por su inteligencia, sino también
por su procedencia social, que consideraba, aunque de modo totalmente injustificado ya
que procedía de una clase media de los más vulgar, que por alguna parte, su origen que
era de alcurnia. Es decir, razones absolutamente narcisistas.
Ahora bien justo antes del delirio, John Nash fue padre de otro hijo nacido de su
matrimonio con la mujer con la que se casó, Alicia. Para ser exactos la
descompensación delirante se inició con la noticia del embarazo de Alicia, y cuando su
hijo nació, John Nash estaba internado en la clínica McLean.
No crean que a pesar de estar casado con Alicia, una mujer muy inteligente,
Licenciada en Físicas y procedente de buena familia, el reconocimiento psicológico del
hijo fue algo fácil. Como botón de muestra les diré que el bebé pasó el primer año de
vida sin nombre, y John Nash lo llamaba el bebé épsilon. Es obvio que este bebé,
cuando fue mayor, desarrolló también una esquizofrenia, no así el hijo no reconocido
que tuvo con Eleanor, y quien desde el primer momento tuvo nombre, fue identificado y
tuvo una identidad, aunque probablemente no sea el único factor que incide en el
desencadenamiento de una esquizofrenia.
Por donde íbamos. Si al primer hijo no pudo reconocerlo y la descompensación
delirante surge con el nacimiento del hijo legítimo de su matrimonio, esto es, ineludible
en cuanto a la paternidad, será porqué la paternidad le confronta frente a algo imposible
de tramitar.
Y saltemos de nuevo al chiste de Eugenio. ¿ Alguien podría imaginar que en esa
relación perfecta que la madre tiene con el hijo hay cabida para un tercero, para un
padre? Si por algo se caracteriza esa relación que mantienen madre e hijo es
precisamente porque sólo existen ellos dos, porque no existe nadie más en el mundo ya
que, a partir del momento en el que hubiera otro a quien atender, de quien ocuparse, la
madre ya no podría estar dispuesta para atender la más mínima demanda de su hijo. En
otras palabras, no hay cabida para el padre.
Algo que parece ocurrirle también a John Nash, que no hay cabida para el padre,
que no hay cabida para un tercero en la relación entre Alicia y él, que él no puede
situarse en el sitio de padre porque para situarse en el sitio de padre es necesario tener
un padre a quien identificarse, un modelo que constituya un modelo de referencia en
positivo o en negativo, para ser como él o para no querer ser como él. Pero para no
querer ser como él ya es necesario también un modelo, un ideal, un deseo de querer ser
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el mejor padre posible. ¿Cómo es posible que se tenga un padre y al mismo tiempo no
se lo tenga, que no esté en ese sitio fundamental de estructurar la frustración del hijo
del chiste de Eugenio? Sólo les puedo responder, de una manera aproximada, que de la
misma manera en la que se puede tener un hijo y llamarlo durante un año el “bebé
épsilon”. O aún más exactamente: de la misma manera que se puede tener un hijo, tener
una buena relación con él, y no reconocerlo legalmente.
Volvamos sobre las cuatro fases que les decía que son necesarias para
desencadenar un delirio. Se las repito: pérdida de interés por el mundo, repliegue sobre
sí mismo y la propia fantasía, pérdida de contacto con el mundo real y por último
delirio.
La pérdida de interés por el mundo y el repliegue sobre sí mismo son, de alguna
manera, vasos comunicantes. Dicho de otra manera, el interés por el mundo que se
pierde va a parar al propio mundo interior, de tal manera que lo único que pasa a
importarle al psicótico es su propio mundo. La manifestación clínica más evidente de
esta reversión de interés sobre sí mismo, y el propio mundo, es lo que denominamos
megalomanía. Le pondré un ejemplo. Recuerdan que antes les he dicho que John Nash
no reconoció a su primer hijo porque la madre, Eleanor, era de extracción humilde y
que consideraba que era poco para su linaje. Como les decía, los padres de Nash eran de
una clase media de lo más corriente de Bluefield. Pues bien, aquí podemos encontrar un
buen ejemplo de cómo Nash se queda en las dos primeras fases del delirio: no tiene
ningún interés por concederle a ese hijo un reconocimiento y ese mismo interés, en
lugar de volcarlo sobre el hijo, lo vuelca sobre sí mismo en una megalomanía que lo
empuja casi hasta un delirio de filiación. No llega a delirar, probablemente por el apaño
que encuentra renegando del hijo, pero casi.
La película no muestra la verdadera personalidad de John Nash. Era un personaje
prepotente, que no desperdiciaba ninguna oportunidad de pavonearse de sus logros, era
despreciativo hacia todo lo que considerara inferior intelectual, social y hasta
racialmente, no tenía el más mínimo empacho en humillar públicamente a quien fuera si
tenía una oportunidad. Estaba lejos de la imagen del pobrecito indefenso que nos
muestra la película. Evitaba vincularse a alguien de una forma afectiva, siempre
mantenía las distancias y era incapaz de tener empatía, de colocarse en el sitio del otro y
captar sus sentimientos. En la película hay buenos ejemplos de sus dificultades para
ponerse en el sitio del otro, no sólo en las relaciones sociales, sino sobre todo con las
mujeres, a las que les propone o bien intercambiar fluidos o bien realizar un coito. Y en
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la realidad, su imposibilidad para comprender lo que para una mujer puede significar
un hijo. Tuvo numerosas relaciones homosexuales, hasta el punto de que en una
ocasión fue sorprendido por la policía haciendo proposiciones a un hombre en un
lavabo, lo que en pleno maccarthismo, le costó el puesto de trabajo en la RAND. Hay
que señalar que la biografía deja siempre la duda de si eran amores de tipo platónico o
reales. Sólo tuvo relaciones con dos mujeres, Eleanor y Alicia. Las mujeres le daban
pánico.
Todos estos rasgos de personalidad que les he citado son rasgos narcisistas.
Siguiendo el esquema de vasos comunicantes que les he propuesto antes, esto significa,
por decirlo de alguna manera, que sólo se interesaba por sí mismo, y este interés por sí
mismo implicaba muy poco interés por el mundo que le rodeaba. En realidad, tanto
cuando estaba enfermo como cuando estaba sano, se pasaba el tiempo consigo mismo,
ya fuera en sus pensamientos matemáticos, en los que estaba concentrado la mayor parte
del tiempo cuando estaba sano, ya fuera en sus alucinaciones delirantes cuando estaba
enfermo. Y aquí nos encontramos con algo paradójico: que ese otro al que Nash no
puede reconocer en la vida real, toma un papel crucial en su teorización de del juego y
del equilibrio Nash. No se la voy a describir porque sin duda la conocen Uds. mucho
mejor que yo, algo de esa teoría aparece en película en la escena de la rivalidad por
ligarse a la rubia, y en la que comprende que, al contrario que de lo que defiende Adam
Smith sobre el mercado, no necesariamente se promueve el interés colectivo cuando se
persigue el interés individual. Si en la película Nash lo comprende intentando ligar con
la rubia, cosa que no fue así en la realidad, si que es verdad el principio básico que lo
rige: reducir a cálculos matemáticos perfectamente previsibles la imprevisibilidad del
ser humano frente su deseo. Porque es precisamente cuando uno se confronta al deseo
del otro cuando más se confronta a las posibles heridas narcisistas por no ser deseado y
no olvidemos que el deseo humano se mueve por todo, menos por lógica.
Sea como fuere, lo que a mí me interesa es que Nash teoriza aquello que en la vida
real no sabe cómo manejar, con el otro y sobre todo con el deseo del otro, ( pienso que
piensa que pienso que piensa que pienso que piensa......) que en términos económicos
viene representado por los intereses del otro. “ Su mayor necesidad era la de descifrar
el caos interior y exterior mediante el uso, en la máxima medida posible, de los
recursos de su mente poderosa, audaz y fértil. Para él, su aparente carencia de
necesidades humanas, era en todo caso, un motivo de orgullo y satisfacción que
confirmaba su condición de ser excepcional. Se consideraba algo parecido al señor
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Spock de la nave espacial Enterprise” dice Sylvia Nasar en su libro. Es algo así como si
Nash sólo pudiera reconocer la existencia de otro a distancia, en la teoría, donde a él no
le afecte las posibles heridas del deseo del otro.
Desde este punto del narcisismo podemos entender algunas cosas, como por
ejemplo, su homosexualidad. Qué duda cabe de que si uno quiere estar consigo mismo
sobre todo, estará mejor con aquello que más se le parece y estará peor con aquello que
más se diferencia de uno. Desde este punto de vista, tampoco cabe ninguna duda de que
a un hombre se le parece más un hombre que una mujer. Y en el fondo, cuanto más se
parezca, y además, más uno lo quiera, más uno se quiere a sí mismo. De la misma
manera podemos entender que se intenten buscar las menores diferencias posibles, por
ejemplo raciales, pues qué duda cabe de que un negro se parece bastante menos que un
blanco a otro blanco. Así podemos entender que lo que antes les señalaba como
despreciativo ante lo que consideraba inferior, es simplemente miedo ante lo diferente.
Si hago tanto hincapié en el narcisismo es porque en la teoría psicoanalítica, este
narcisismo juega un papel crucial en la psicosis, hasta el punto de que en la clasificación
psicopatológica del psicoanálisis, la psicosis se engloba dentro de los llamados
trastornos narcisistas.
La temática fundamental de los delirios de Nash era de orden megalomaniaco: Se
puso en contacto epistolarmente con embajadores, jefes de estado, Secretario General de
la O. N. U, con el Papa etc. etc. para constituir una especie de Gobierno Mundial al que
él ofrecía sus servicios. Todo era grandioso en su delirio, él mismo y sus perseguidores.
Porque es el desafío a su narcisismo, como el nacimiento de su hijo, unido
probablemente al hecho de atravesar la barrera de los 30 años, lo que le llevan a su
apuesta por demostrar la conjetura Riemann, algo que muy probablemente ya se puede
enmarcar dentro de la descompensación de Nash. Imagínense lo que puede significar
para alguien que no tolera el fracaso, asumir la apuesta, casi obligatoriamente pérdida
de antemano, de demostrar la conjetura de Riemann.
Dejemos aquí por el momento la patología de Nash e intentemos ocuparnos un
poco del otro Nash, del Nash genial, intuitivo y creador.
Si hasta ahora nos hemos ocupado de la estructura psicótica, para entender la
creatividad vamos a tener que ocuparnos de la estructura neurótica, es decir, la normal.
Les subrayo algo que quisiera dejar bastante claro. La creatividad y genialidad de
Nash no guardan ninguna relación con la locura. O si lo prefieren de otra manera: había
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un John Nash gravemente enfermo pero también hubo un John Nash capaz de un
funcionamiento mental correcto.
Es algo que se puede seguir perfectamente en su biografía: en cada fase delirante
no hay ni la más mínima creatividad y en cada fase de remisión, se convertía en el Nash
excepcionalmente dotado para las matemáticas.
Intentaré aclararles algo del proceso creativo en el ser humano, que en
psicoanálisis recibe el nombre de sublimación. Convendría matizar que la verdadera
sublimación tiene poco que ver con estudiar mucho y sacar buenas notas o con trabajar
mucho y ganar mucho dinero como vulgarmente se entiende. Eso podría entrar dentro
de la simbolización y no hay que confundirla con sublimar. Más bien les diría que es
debido al hecho de que el ser humano simboliza por lo que necesita sublimar.
El verdadero proceso de sublimación es otra cosa, es una ruptura audaz, valiente,
arriesgada y sobre todo inmensamente creativa con los caminos establecidos para ir a
buscar, con las solas armas de la expresión intelectual, pictórica, poética, musical,
científica, etc. etc. por donde nadie había ido. No va de la mano de la cultura, más bien
la subvierte, como si con los mismos elementos de la cultura, intentara atravesarla y
hasta incluso destituirla y Nash es un buen ejemplo de ello: necesita y usa los conceptos
utilizados hasta entonces pero para ir por otros derroteros completamente diferentes.
Como intuirán es algo bastante restringido, no tanto por el número de personas capaces
de ello ( se requiere tener esa capacidad de expresión), sino porque aunque todos
podamos ser creativos, sólo lo podemos alcanzar en momentos determinados de nuestra
vida. Nash, antes de caer enfermo por primera vez, tuvo la suerte de ser intensamente
creativo, de tener el talento y la capacidad para la sublimación.
Volvamos un momento a nuestro socorrido chiste de Eugenio para intentar aclarar
un poco esto.
Cuando el hijo le dice a la madre que la leche está caliente, está
simplemente simbolizando. ¿Cómo podría convertir esa demanda en sublimación? Pues
lo podría hacer si encontrara un medio para seguir haciendo esa demanda pero, al
mismo tiempo, esa expresión contuviera toda su rebelión frente a tener que pedir, toda
su rebelión frente a las palabras simbolizantes, incluyendo en su rebelión al hecho de
tener que simbolizar, y a pesar de todo, y expresándose con símbolos, manifestara su
deseo de ruptura con la anterior simbolización, buscara otro camino para decirlo, y en
ese momento se marchara y compusiera una sinfonía en la que expresara su rabia, su
dolor por la quemadura, su tristeza por algo perdido, su añoranza por volver a recuperar
a esa madre perfecta. Como comprenderán, el hijo se queda sin vaso de leche puesto
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que lo que va a expresar es mucho más que su demanda sobre el vaso de leche, aunque
el vaso de leche esté en el origen de todo. Algo así es la sublimación, el proceso
auténticamente creativo
¿Por qué una persona se siente compelida al enorme y doloroso esfuerzo que es la
creatividad? Fíjense que digo doloroso porque imagínense el sufrimiento que implica lo
que es pasarse casi las veinticuatro horas del día pensando que uno tiene que demostrar
la conjetura de Riemann. ¿A quién le tiene uno que ofrecer el regalo de esa creación
con semejante dolor? ¿Por qué tiene uno que hacer un esfuerzo tan titánico? ¿Que
clase de deuda y con quién la está uno intentando saldar? Porque hay algo del orden de
saldar una deuda, una culpa primordial con no sabemos bien qué o quien. Les subrayo
que asumir esa deuda, que sentir esa deuda está en la base de sustentación de la
estructuración psiquismo humano; de cómo nos situemos frente a ella, va a depender
mucho la patología que uno presente y, en el caso de la psicosis se observa
palmariamente la incapacidad de asumirla y tramitarla: son los demás, las voces, las
alucinaciones, las encargadas de acusar, de perseguir. Les recuerdo aquí la frase de
Freud que les citaba antes: lo que ha sido abolido dentro viene de fuera como una
manifestación de la realidad. La culpa que Nash no podía asumir, se le manifestaba
como delirio de persecución y, sin embargo, la parte normal de él, la que sí puede
asumirla, la que le estructura como persona normal, la intenta saldar mediante el enorme
esfuerzo de su creatividad.
Supongo que intuitivamente se darán cuenta de que en todo proceso creativo, hay
algo muy destructivo. Y también supongo que esa es una de las razones por la que estoy
aquí, porque sabiendo todos intuitivamente que para crear hay que destruir, quieren
averiguar si la destrucción mental de Nash tenía que ver precisamente con ese monto de
destrucción incontrolable que hay en todo proceso creativo.
Tranquilícense, no delira quien quiere sino quien puede. Dicho de otra manera,
hay que ser psicótico para delirar. Fíjense en otros creadores como por ejemplo Picasso
quien no de destrozó a sí mismo, sino a las mujeres que vivieron con él. Otros pueden
destrozar su salud, otros caer en la droga, etc etc. Pero la forma en la que esa
destrucción ineludible del proceso creativo se manifieste, dependerá de la personalidad
previa y Nash ya desde su infancia, había dado signos de psicosis.
Desde su infancia se pueden rastrear ya algunas alteraciones llamativas, y muy
probablemente a cualquier clínico infantil le habrían llamado la atención y habría
recomendado indagar y diagnosticar sobre ellas, aunque debo señalarles que es en el a
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posteriori, esto es, cuando ya se ha producido la eclosión delirante, cuando dichas
manifestaciones adquieren un significado revelador.
John Nash era un niño reservado, extraño, solitario e introvertido en el que lo que
más llama la atención es su nulo interés por los juegos normales de su edad y,
lógicamente, por el juego con otros niños de su edad. Es un hecho importante porque
jugar es una actividad simbólica y simbolizante fundamental en el niño, donde se
dirimen gran cantidad de conflictos de la infancia, hasta el punto de que los terapeutas
infantiles, no tienen otro recurso en las psicoterapias infantiles que el juego, ya que es el
único lenguaje que está al alcance de ellos y con el que pueden comunicar .
Y ya puestos a tranquilizarles, les señalaré otra diferencia que puede prestarse a
confusión.
Uds. saben bien que hay ciertos autistas con una extraordinaria capacidad para las
matemáticas. Ahora bien, fíjense bien porque en general estos autistas más que
matemáticos, lo que son es potentísimas calculadoras humanas. Creo que hay una
notable diferencia entre ser una potentísima calculadora humana y ser un matemático
creativo como lo era Nash. Y es que en un autista apenas si hay capacidad de verdadera
sublimación, de creación, porque las partes sanas de su personalidad son muy pequeñas
y están muy limitadas, y los grandes logros a los que pueden llegar, son sólo la
aplicación extraordinaria de sus capacidad para el cálculo, para la aplicación de algo ya
establecido, ya creado.
Hay algo que en la película creo que se resalta más que en la biografía y creo vale
la pena señalarlo ya que es la importancia que, a mi modo de ver, tuvo Princeton para la
buena evolución de la enfermedad de Nash. Me refiero al papel trascendental que jugó
el trabajo terapéutico que hicieron, colectivamente, los compañeros y alumnos de
Princeton durante los largos años en los que Nash, ya divorciado de Alicia, estuvo solo.
En la positiva evolución de Nash, Princeton se comportó como un auténtico taller
terapéutico con una extraordinaria capacidad de contención psicológica de la angustia y
el delirio de Nash, permitiéndole, desde esa contención, que él pudiera reestructurarse
poco a poco dándole al mismo tiempo una razón para no encerrarse en su delirio y en
su mundo psicótico y mantener un pie en la realidad a través de lo único que era capaz
de atarlo a la realidad, las matemáticas. El proceso lo describió Nash de una forma muy
ingenua: de forma gradual, empecé a rechazar intelectualmente las líneas de
pensamiento influidas por el delirio que habían sido características de mi orientación.
El elemento más identificable del inicio de ese proceso fue el rechazo del pensamiento
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orientado hacia la política por considerarlo un desperdicio inútil de esfuerzo
intelectuales.
Digo que lo describe de forma ingenua porque para poder rechazar esas ideas
intelectualmente se requiere ya un notable grado de discriminación entre la realidad y la
fantasía, es decir que es justo al revés de cómo Nash lo describe; hay que estar ya
bastante bien para poder rechazar las ideas delirantes.
Una sola duda les plantearía con relación al encomiable trabajo de la gente de
Princeton y es la de que de no haber sido Nash un matemático tan brillante habría
habido tanto movimiento de solidaridad como hubo.
No sé si he logrado responder a alguna de las preguntas que les señalaba al
comienzo. Ahora, en el coloquio que seguirá intentaré aclarar lo que no haya quedado
demasiado claro. Resumiendo, creo que si en ciertas cosas les he traído buenas noticias,
como por ejemplo en lo de que genialidad y locura no van forzosamente de la mano e
incluso son incompatibles en la creatividad, por otra parte, también les dejo claro que
ser creativo y original exige un precio, a veces una altísimo precio, que pagan tanto el
creador como los que le rodean.
No creo que hayan profesiones que sean en sí mismas especialmente perturbadoras
desde el punto de vista mental. Les recuerdo que si Uds., los matemáticos, no tienen
muy buena fama desde el punto de vista de la salud mental, nosotros, los psiquiatras la
tenemos aún peor. ¿ Perturba tanto el ejercicio de la psiquiatría? Yo creo que no está ahí
el problema sino en que para escoger ser psiquiatra, ya hay que andar buscando
respuestas para algo que se intuye que no funciona. Algo parecido me parece que tiene
que ocurrir en ciertas profesiones que requieren una intensa concentración, un gran
repliegue sobre sí mismos y sobre el propio pensamiento. Nash es un buen ejemplo de
cómo su narcisismo, cuando no lo llevaba al delirio, tenía la enorme utilidad de darle un
gran valor a su propio pensamiento y por ello, le ayudaba
a valorarlo y auto
estimularlo.
Nada más. Espero no haber sido demasiado oscuro en las explicaciones. De
cualquier manera, me daría por contento si consiguiera que dos ciencias como la suya y
la mía, consiguieran un espacio común en el que pensar juntos, dialogar y enriquecerse
mutuamente.
Muchas gracias.
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