SEMINARIO LA AGRICULTURA ESPAÑOLA EN EL CAMBIO DE SIGLO VALENCIA 5,6,7 DE JULIO DE 2000-05-30 FAMILIA Y EXPLOTACIÓN EN LA TRANSFORMACIÓN DE LA AGRICULTURA ESPAÑOLA Cristóbal Gómez Benito Juán Jesús González UNED 2 INDICE FAMILIA Y EXPLOTACIÓN EN LA TRANSFORMACIÓN DE LA AGRICULTURA ESPAÑOLA ........................................................... 3 1. ¿Qué hay de “familiar” en la agricultura española?.................. 3 2. Las relaciones familia-explotación............................................. 11 3. El proceso de desvinculación de la familia respecto a la explotación y la individualización de las explotaciones. ............ 13 4. La participación de la familia en el trabajo de la explotación. ............................................................................................................. 17 5. La participación de la familia en la titularidad y en la propiedad de la explotación ............................................................ 28 6. La participación del grupo familiar en la toma de decisiones relativas a la explotación. ................................................................ 34 7. Las relaciones entre la economía de la familia y la economía de la explotación. .............................................................................. 36 8. Conclusiones ................................................................................ 40 REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS .................................................... 42 3 FAMILIA Y EXPLOTACIÓN EN LA TRANSFORMACIÓN DE LA AGRICULTURA ESPAÑOLA 1. ¿Qué hay de “familiar” en la agricultura española? En un trabajo anterior (González y Gómez Benito, 1997) estudiamos la evolución de las estrategias de las familias de agricultores respecto a la educación y el trabajo de los hijos, poniendo de manifiesto el paso de estrategias que primaban la reproducción del patrimonio familiar a estrategias tendentes a priorizar la movilidad de los descendientes mediante la educación. Tales estrategias implicaban alguna forma de desvinculación de los hijos (especialmente las mujeres) respecto al trabajo en la explotación (dando lugar a una suerte de desfamilirización de la agricultura familiar) y la subordinación de los derechos de sucesión (en la explotación) a los derechos de propiedad (de los herederos). Todos estos cambios planteaban un escenario nuevo que poco tenía que ver con la imagen tradicional o convencional de la agricultura familiar y que podían suponer la desaparición de las condiciones sociales y materiales de reproducción de este tipo de agricultura por una vía apenas prevista por los clásicos. En este trabajo vamos a profundizar en el estudio de estos temas centrándonos en el análisis de la relaciones familia-explotación, lo que nos permitirá corroborar algunos de los procesos ya mencionados y otros nuevos que ponen de manifiesto la acelerada transformación del marco social de la agricultura familiar en nuestro país en la últimas décadas. Comenzaremos por establecer algunas precisiones conceptuales. Por “familia agraria” entendemos todas aquellas unidades familiares que cuentan con una explotación agraria como una de sus fuentes principales de ingresos, si no la única. Estas familias establecen unas relaciones con la 4 explotación mediante cinco aspectos que veremos en el apartado siguiente. Uno de los objetivos de este trabajo es analizar precisamente estos tipos de relaciones. Más problemático resulta definir la “explotación familiar” de modo que sea aceptado ampliamente. Algunas definiciones implican una concepción compleja y “cerrada” de este tipo de agricultura que hace difícil asumirlas en todos sus términos, aunque pueden ser útiles como definiciones de un modelo teórico (e histórico) de referencia a partir de los cuales analizar los cambios. Este es el caso de las definiciones más o menos inspiradas en el modelo de Chayanov. Por nuestra parte, como veremos más detenidamente en el siguiente apartado, entendemos por agricultura familiar aquella que está integrada por explotaciones que utilizan exclusiva o mayoritariamente fuerza de trabajo de la familia, sea aportada por un solo individuo o por varios. Por tanto, la explotación será tanto más familiar cuanto mayor sea la proporción de esa fuerza de trabajo y mayor el número de familiares que intervengan en el proceso de trabajo de aquella. En este sentido, las explotaciones que calificamos más adelante como “familiares individuales” son familiares en la medida en que la fuerza de trabajo que proporciona el único miembro de la familia que trabaja en la explotación es la única empleada o es mayor a la fuerza de trabajo asalariada, pero son menos familiares que aquellas que emplean a más de un miembro de la familia. Esta definición la utilizamos cuando analizamos la relación de la familia con el trabajo de la explotación. En un sentido más amplio, denominamos explotaciones familiares a aquellas en las que el grupo familiar participa de alguna manera en los asuntos o ámbitos de la explotación, como veremos en su momento. Pero, en la medida que lo que ha definido tradicionalmente a la agricultura familiar ha sido la vinculación del grupo familiar (y no sólo del titular) a la explotación a través del trabajo en ella, podemos incluso 5 cuestionar el carácter familiar de la explotaciones en las que trabaja un solo miembro de la familia. Dicho esto, la cuestión central que nos vamos a plantear es la de las relaciones entre el grupo familiar y la explotación “familiar”. Una de las manifestaciones de los cambios que se están operando en el mundo rural de las sociedades postindutriales es la transformación de las familias agrarias, en concreto, las familias vinculadas a una explotación agraria de tipo familiar. Esta transformación afecta, por un lado, a las variables demográficas básicas del grupo familiar (o del grupo doméstico): estructura de edad y sexo, situación civil, ocupación, estudios,... y al conjunto de estatus y papeles de los diferentes miembros de ambos grupos; por otro, afecta también a las relaciones del grupo familiar con la explotación agraria. Y los cambios en la estructura del grupo familiar y en su relación con la explotación acaban afectando a las características de la propia explotación familiar. De ahí el interés de estudiar la dinámica interna de las familias agrarias (en el seno de la agricultura familiar) y sus estrategias familiares (económicas, laborales y educativas, aunque ello también obliga a considerar las estrategias matrimoniales y sucesorias y de herencia, entre otros aspectos). Este interés se basa en el convencimiento de que para poder entender las transformaciones que están teniendo lugar en la agricultura familiar, en España y en las sociedades europeas de nuestro entorno, es necesario superar el análisis exclusivo de la economía política, la cual relaciona la reestructuración de la economía rural con la expansión capitalista. En otras palabras, no es posible explicar las transformaciones de la agricultura familiar en función únicamente de factores económicos externos derivados de la inserción de la explotación familiar en la economía capitalista (por ejemplo, el incremento de los costes salariales y de los medios de producción, la reducción de la fuerza de trabajo asalariada por la 6 emigración, el desequilibrio negativo entre los precios percibidos y los pagados por el agricultor con la consiguiente erosión de las rentas de la explotación, la crisis financiera de las explotaciones por un progresivo endeudamiento, los excedentes agrarios, la competencia internacional, el efecto de las políticas agrarias, etc.). Por el contrario, es necesario contemplar otros factores (de índole económica, social y cultural) internos de las familias. Factores que remiten a las dinámicas y a las estrategias de las familias agrarias, como respuestas de las mismas a los retos del entorno, sin que por ello haya que perder de vista las restricciones estructurales. En este mismo sentido, algunos autores como Lacombe (1990) han llegado a afirmar que ha sido la evolución de la organización familiar la que ha provocado las principales transformaciones de la explotación familiar, más que otros factores de tipo económico externos a la explotación y al grupo familiar (citado por Arnalte, 1997b: 507). Se trata, pues, de centrar el análisis en esa “caja negra” (O´Hara, 1990:180) que es la familia agraria; considerar su composición y características demográficas, sus condiciones de vida, sus fuentes de ingresos, las relaciones entre sus miembros, la organización del trabajo, cómo se asegura la continuidad de la familia y de la explotación, y cómo ven todo ello los sujetos implicados. En este trabajo podremos averiguar qué hay aún de familiar en la agricultura española, y, más restrictivamente, en aquella que se llama y se reconoce como familiar. Y respecto a estas relaciones, intentaremos ver si, con los datos que nos proporciona la encuesta que más adelante se menciona, se corroboran algunas de las tendencias (ya observadas en otros estudios) que se están manifestando en una parte significativa de la agricultura familiar y que afectan a su misma naturaleza. 7 Particularmente nos interesa constatar lo que se ha calificado como “desagrarización de la familia” (o “desfamilirización de la explotación”). Ambos términos designan un mismo proceso como las dos caras de una misma moneda, según se tome como referencia la explotación o la familia. Con ello nos referimos a la progresiva separación entre la familia y la explotación, como dos realidades económicas y sociales distintas y, podríamos decir, crecientemente distantes. Es decir, que la explotación agraria familiar es cada vez menos familiar, en la medida que la familia, como conjunto, progresivamente participa menos en las decisiones que afectan a la explotación y también participa menos en el trabajo de la misma, a la vez que sus miembros orientan sus estrategias educativas, laborales o matrimoniales al margen de aquella y de la agricultura. Así mismo, la economía de la familia se diferencia y separa de la economía de la explotación, con contabilidades separadas. La consecuencia obligada de esta “desvinculación” de la familia respecto a la explotación es el proceso de “individualización” de la explotación, es decir, que ésta es cosa de un solo individuo de la familia, el titular o el jefe de la explotación. El efecto combinado de estos dos fenómenos afecta radicalmente a uno de los fundamentos de la supuesta estabilidad de este tipo de agricultura en el capitalismo avanzado y hasta puede cuestionar su supervivencia (González y Gómez Benito, 197: 579-580). Ha sido Bertrand Hervieu (1996: 63 y ss) quien de forma más expresiva ha ilustrado esta “ruptura” entre la familia y la explotación como uno de las manifestaciones del cambio social y económico en la agricultura de los países avanzados, como es el caso francés. Para Hervieu, “el eclipse de la familia” en la realidad cotidiana de la explotación es un hecho sintomático de los profundos cambios que está experimentando la agricultura familiar. Eclipse que es el resultado de varios fenómenos combinados relativos a las dinámicas familiares: la progresiva 8 desvinculación del cónyuge (sobre todo de las esposas) de la explotación y su elección de otras opciones profesionales diferentes, así como el menor porcentaje de matrimonios entre familias de agricultores y de esposos/esposas procedentes del medio rural; la mayor individualización de la toma de decisiones de los itinerarios educativos y laborales de los miembros de la familia, especialmente de la esposa y de los hijos e hijas; el fenómeno de la soltería de los titulares masculinos; la preferencia dada a otras salidas profesionales para los hijos distintas de la agricultura mediante las estrategias familiares educativas y laborales; etc. Por su parte, Eladio Arnalte (1997a y 1997b) pone de manifiesto la existencia de una nueva corriente de análisis en varios países europeos que subrayan la ruptura de la identidad estricta familia-explotación en las agricultura familiares modernizadas. De ser esto cierto, pensamos que no sólo se estaría avanzando en el proceso de “descampesinización” de la agricultura familiar, sino que se estarían disolviendo los fundamentos mismos de la agricultura familiar. Aunque ya Chayanov demostró la influencia de la estructura familiar sobre la organización de la economía de la explotación y la subordinación de ésta a aquella, subordinación que garantizaba tanto la reproducción del grupo familiar como de la misma explotación (en la medida que el binomio familia-explotación constituía una misma unidad económico-social, y en que la explotación constituía el único o principal sostén del grupo familiar ), el cambio ahora consiste en que esa subordinación amenaza la reproducción misma de la explotación, pues ésta ya no es la base de la reproducción del grupo familiar. Y es más, cabe cuestionar que se pueda hablar (en el sentido apuntado más adelante por Barthez) de la reproducción misma del grupo familiar como una unidad estable, cuando existen trayectorias individuales en el seno de la familia agraria. 9 Pues, como la misma Barthez apunta (1990: 161-177), es necesario abandonar una cierta visión de la familia como grupo natural cuyos miembros están ligados por un conjunto de obligaciones identificadas con el vínculo biológico y, por consiguiente, no negociables. Por el contrario, cuando se parte, no del grupo constituido, sino de los individuos que lo componen, conviene observar sus trayectorias, considerando estas no como datos en sí, sino como proyectos que se materializan en el curso de los acontecimientos y que pueden replantearse en cada momento. Este enfoque introduce, necesariamente, en el análisis la posibilidad de una ruptura para dar paso a una expresión de la relación familiar enfocada como relación social cambiante e incierta. Desde esta perspectiva, y siguiendo con Barthez, la explotación agraria como lugar único de la actividad se quiebra y deja paso a una pluralidad de adscripciones profesionales. Simultáneamente, se deshace la familia agrícola basada en la unidad profesional formada por la explotación agraria. El grupo de cohabitantes que resulta de este doble movimiento no puede identificarse como una comunidad en sí, fundada en reglas específicas; antes bien, aparece como el desenlace de unas trayectorias individuales y variadas que, en un momento dado, convergen en torno a un interés común, formando el grupo familiar. Este ya no tiene la estabilidad necesaria para considerarlo como una unidad de análisis. Su observación, desde el punto de vista de su precariedad, permite considerar la movilidad de sus miembros, que gozan de una autonomía a partir de la cual negocian sus relaciones. Pero la ruptura de la unidad familia-explotación y el distanciamiento de la familia respecto a la explotación no es sólo, como ya hemos adelantado, uno de los cambios más significativos que afectan a un sector importante de la agricultura familiar. También la relación familiaexplotación constituye uno de los aspectos o manifestaciones del proceso de diferenciación interna que experimenta la agricultura familiar en 10 nuestros días. Y en el seno de la agricultura familiar estas relaciones son muy variadas. Fernando Oliveira Baptista (1995) ha realizado una tipología de las relaciones familia-explotación para las agriculturas del sur de Europa, identificando cuatro modelos en función de la fuente principal de rentas de la unidad familiar. En cada uno de esos modelos es distinta la función u objetivo económico que la familia atribuye a la explotación. Y constata la disociación entre familia-explotación como resultado de las transformaciones económicas y sociales de las últimas décadas, siendo esta disociación tanto mayor cuanto menor es la función productiva de la explotación en el seno de la economía familiar (citado por Arnalte, 1997a: 220). Pero por nuestra parte pensamos que tal disociación es un hecho también en explotaciones familiares productivas y eficientes, como más adelante veremos. La disociación familia-explotación se ha visto favorecida o facilitada por varios factores contextuales. Uno de ellos, de importancia capital, ha sido la extensión y generalización del sistema educativo que ha proporcionado oportunidades reales y accesibles de movilidad ocupacional (véase González y Gómez Benito, 1997:565-580). Otro, la mejora general de las condiciones de vida de los núcleos rurales y de la accesibilidad a los mismos, lo cual ha permitido liberarse de la fijación de la residencia junto a la explotación y la movilidad general de sus habitantes (véase Camarero, 1993), además de ampliar las oportunidades de empleo en las localidades rurales, especialmente (pero no sólo) en el sector servicios (véase al respecto García Sanz, 1997:635-652, y 1999). Un tercer factor ha sido la generalización del sistema de subsidios, pensiones y otros sistemas de protección social, de profundas consecuencias en las economías familiares del medio rural (véase Abad y Naredo, 1997:249-316), pero también (y no menos importantes) con consecuencias sociales, ya que estos ingresos 11 contribuyen a cambiar las condiciones materiales en las que se desenvuelven las relaciones familiares. Otro tipo de factores lo constituye el cambio de valores culturales y de estilos de vida palpables en las comunidades rurales como consecuencia de su mayor integración en la sociedad global, integración favorecida por la acción de los medios de comunicación de masas, el sistema educativo y la mayor movilidad espacial y los contactos de todo tipo, que hacen de estas poblaciones comunidades mucho más abiertas. Cambio de valores (más igualitarios) que ha afectado sobre todo a las posiciones y roles de mujeres y de jóvenes y han debilitado el tradicional predominio masculino y paterno (véase Mazariegos et al., 1993; González, Gómez Benito y García Bartolomé, 1999). 2. Las relaciones familia-explotación Como ya hemos adelantado, en este trabajo vamos a abordar algunos de los aspectos de las relaciones entre el grupo familiar y la explotación a partir de los datos que nos proporciona la encuesta sobre “Condiciones de vida y de trabajo de los agricultores y ganaderos españoles” (CIS, estudio 2.273/1988)1. El universo de esta encuesta está formado por los “agricultores a título principal”, es decir, que emplean su trabajo de forma exclusiva o mayoritariamente en la explotación2. De acuerdo con lo anteriormente expuesto, dicho universo coincide básicamente con el universo de las explotaciones familiares, pues en el 96% de las explotaciones el trabajo de procedencia familiar es exclusivo o predomina sobre el trabajo asalariado. Este tipo de explotaciones constituyen, como se 1 Un primer informe basado en esta encuesta puede verse en Gómez Benito, González y Sancho Hazak, 1999). La ficha técnica de la encuesta se puede ver en el Anejo I. 2 Según los datos de la encuesta, el 89.2% de los entrevistados declara trabajar sólo en su propia explotación. Además, del 10.8% restante, el 54.2% se considera principalmente agricultor o ganadero. 12 sabe, el cuerpo social mayoritario de la agricultura española y el sujeto principal de las políticas agrarias. El carácter familiar o no de una explotación agraria viene determinado por la peculiar forma de relación del grupo familiar con la explotación. Esta relación de la familia con la explotación se manifiesta de diversas formas: a/ por relaciones de trabajo de los miembros del grupo familiar con la explotación; b/ por las relaciones de titularidad de la explotación de uno o más miembros del grupo familiar; c/ por las relaciones del grupo familiar con la propiedad de la tierra; d/ por la intervención del grupo familiar en la toma de decisiones acerca de la explotación; e/ por las relaciones entre la economía de la familia y la economía de la explotación. Más adelante analizaremos cada una de estas formas de relación hasta donde nos permiten los resultados de la encuesta. Pero antes hay que señalar que de todas estas formas de relación entre el grupo familiar y la explotación sólo algunas son específicas de la agricultura familiar, mientras que otras son comunes a otros tipos de explotaciones no familiares, como es el caso de la gran explotación o la agricultura empresarial. En efecto, lo que distingue a la agricultura familiar es, sobre todo, la utilización exclusiva o mayoritaria de la fuerza de trabajo que proporciona el grupo familiar. En segundo lugar, una nula o escasa diferenciación entre la esfera de la economía de la familia y la economía de la explotación, de modo que los ingresos procedentes de diversas fuentes van a parar a una “caja única”, desde la cual se destinan a satisfacer las necesidades de todo tipo del grupo familiar pero también de la explotación. En el caso extremo, no existe una contabilidad separada de estas dos esferas económicas. En tercer lugar, por una participación amplia del grupo familiar en las decisiones que afectan a la explotación, aunque exista cierta división funcional en la toma de decisiones y en las tareas no productivas por razones de edad, sexo o conocimientos. 13 Las otras dos formas de relación de la familia y de explotación (relaciones de titularidad de la explotación y relaciones del grupo familiar con la propiedad de la tierra) en sí mismas no son específicas de la AF sino que las comparte con otros tipos de explotación. 3. El proceso de desvinculación de la familia respecto a la explotación y la individualización de las explotaciones. El fenómeno de la desvinculación de la familia respecto a la explotación y su efecto directo, la individualización de las explotaciones familiares (pero también la sutistución de trabajo familiar por trabajo asalariado) ha sido puesto de manifiesto la literatura más reciente. Blanc (citado por Arnalte, 1997a: 219-220), referiéndose al caso francés, ha señalando que entre 1970 y 1985, las explotaciones individuales han pasado de suponer el 25% a representar el 35%, mientras disminuye el porcentaje de las explotaciones “conyugales” y “familiares”. Así mismo, el informe del proyecto Arkleton Trust (1993) recoge como una forma de pluriactividad familiar practicada en explotaciones grandes de las zonas rurales más ricas del Norte de Europa a la caracterizada por el trabajo individual del hombre en la explotación mientras la mujer desarrolla un trabajo externo (Ibídem: 220). Para el caso español, Arnalte (1997b: 508) utilizando datos del Censo Agrario de 1989, señala un 52.4.7% de explotaciones individuales, mientras que la Encuesta de Estructuras Agrarias de 1993 ese porcentaje se reduce al 46.7%3 y en un estudio sobre varias comarcas valencianas, el mismo autor señala que el 34.6 por ciento de las explotaciones son individuales en sentido estricto y el 45.9 lo son en sentido amplio (el trabajo de un segundo miembro de la familia no llega a las 0.2 UTAs, en total el 80 % de la explotaciones, y es precisamente en las 3 Posiblemente debido a que el universo de la EEA excluye, con algunas excepciones, a las explotaciones menores de 1 ha. (Arnalte, 1997:508) 14 explotaciones más flexibles y productivas, ubicadas en las zonas más ricas y con más posibilidades de empleo externo donde el número de explotaciones individuales aumenta (Arnalte, 1997a:241). Por su parte, González y Gómez Benito, utilizando datos de la EPA, han constatado la reducción drástica de los ayudas familiares en las dos últimas décadas4. Por otro lado, como también señalan estos mismos autores (Ibídem: 1997:577), el déficit de mano de obra que se observa en las agriculturas familiares de las zonas agrarias más progresivas y dinámicas sólo puede explicarse en términos de la acción combinada de estrategias familiares y del marco de oportunidades, marco que, en lo fundamental, depende del resultado de dos factores: la capacidad de la explotación de generar un excedente susceptible de ser invertido en educación y la capacidad de los mercados de trabajo regionales para generar empleo. De tal forma que son las explotaciones más rentables las que promueven estrategias de desvinculación de los cónyuges e hijos de la explotación, confirmando la tesis antes expuesta relativa a que la disociación familia-explotación no es exclusiva de las más pequeñas y que tal disociación no se debe a razones económicas (la capacidad de la explotación familiar de proporcionar un puesto de trabajo estable), sino a estrategias de las familias o de los individuos que anteponen objetivos de movilidad. La reducción de los AFAs se debe sobre todo a la doble desvinculación de las mujeres y de los jóvenes de la explotación agraria, si bien también se desvinculan los mayores (jubilados). Por lo que respecta a las mujeres, la desvinculación afecta tanto a las esposas de agricultores como a las hijas. Ya hemos comentado antes como, de forma creciente, las mujeres de agricultores se incorporan a empleos ajenos a la explotación 4 Estos autores muestran cómo los ayudas familiares (EFAs) han pasado de representar el 30% de la población activa agraria en 1987 a ser el 22% en 1997,, lo que ha supuesto la desaparición de 215 mil AFAs en ese período, es decir, el 560%, porcentaje que es más revelador que el de su peso relativo en la 15 familiar. Unas veces, el acceso a estos empleos es el resultado de las trayectorias educativas de la mujer; otras veces, es el resultado de la constitución de negocios familiares independientes de la explotación. Pero en ambos casos tienen como consecuencia una desvinculación real y un alejamiento de la mujer del agricultor de la explotación, siguiendo trayectorias laborales propias ajenas a la del esposo. El estudio de Arkleton Trust (1990) y, para el caso español, de Etxezarreta et. al. (1995), al estudiar el fenómeno de la pluriactividad, ofrecen abundantes ejemplos de casos de trabajo individual del hombre en la explotación mientras la mujer desarrolla otro trabajo externo. Otro aspecto de la desvinculación de la esposa y la familia se manifiesta en la ruptura de la unidad de residencia-explotación. En muchos casos, la mujer se establece con los hijos pequeños o en edad escolar en un núcleo mayor (capital comarcal o provincial) por razones escolares o por desear otras condiciones y estilos de vida, mientras que el esposo agricultor permanece en la localidad de origen, donde se encuentra ubicada la explotación, reuniéndose la familia o por la noche o los fines de semana. Esta ruptura residencial, favorecida por la facilidad de las comunicaciones, es otra manifestación de la pérdida de los rasgos tradicionales de la agricultura familiar. De más transcendencia es la desvinculación de las hijas de agricultores de la explotación familiar e, incluso, de la actividad, no estando entre sus preferencias matrimoniales el casamiento con agricultores, especialmente si son ganaderos. Las jóvenes pertenecientes a familias agrarias no sólo fueron las primeras en abandonar la casa paterna y la agricultura en la época del éxodo rural, sino que también han sido las que más movilidad ocupacional han experimentado en sus trayectorias evolución del conjunto de la población activa agraria, el cual se ve paliado por la redución notable también de la categoría de los titulares. (ver Anejo 2 de este mismo trabajo). 16 educativas y laborales. Mucho más que los varones jóvenes. González y Gómez Benito (1997:567-572) ofrecen datos concretos, para España, del mayor éxito de la movilidad educativa y ocupacional de las hijas que de los hijos. Y esto se debe a una estrategia diferencial de las familias a la hora de asignar los recursos a unas y otros5. Pero a pesar de la mayor movilidad educativa y ocupacional de las hijas de agricultores, los hijos varones también se mueven, excepto el o los que se quedan en la explotación. Mujeres y varones jóvenes participan de un mismo rechazo de la actividad agraria, de una profesión que carece de un marco institucional y simbólico capaz de dar sentido y reconocimiento social a la actividad agraria (González y Gómez Benito, 1997:578), rechazo tal vez más acusado en el caso de las jóvenes porque con el rechazo de la actividad se rechaza también un universo de valores y de posiciones de subordinación frente a los varones. Pero el distanciamiento de los jóvenes de ambos sexos no es una cuestión de conflicto generacional. Muchas veces son los propios padres6 los que fomentan estrategias de abandono de la actividad en sus propios hijos e hijas, pues los agricultores apostarán siempre por lo que resulte económica y socialmente más rentable, de ahí que inviertan tantos recursos en estrategias de movilidad, en el sentido ya señalado al comienzo de este trabajo, es decir, que inviertan en “darles carrera”. Con tal fin, tienden a invertir la mayor parte del excedente familiar disponible en estudios que les permitan ya sea conseguir un empleo más o menos profesionalizado, ya casarse con alguien que disponga de él (González y Gómez Benito, 5 Así, mientras los recursos productivos materiales (en particular, la tierra) que constituyen el patrimonio familiar se suelen asignar a algún varón, los recursos culturales (la educación) tienen como destinatarias preferentes las hijas. Otros autores, como Comas y Contreras (1990) y de la Fuente (1987) han ofrecidos datos en este mismo sentido. Así, de la Fuente ha señalado la existencia de estrategias familiares orientadas a la promoción educativa de las hijas, en tanto que tratan de reservar a los varones para la sucesión al frente de la explotación. (González y Gómez Benito, 1997:568) 6 Sobre todo las madres con relación a las hijas. Confróntese Díaz Méndez y Díaz Martínez, 1995 y Díaz Méndez, 1997. 17 1997:568 y 578). Lo que representa un cambio sustancial respecto a la tradicional centralidad (económica y social) de la explotación agraria para la familia campesina. Este argumento encuentra confirmación en los datos de la encuesta que estamos analizando. En el caso de las explotaciones que no tienen sucesor (el 50.5% de las explotaciones de la encuesta), un 32.3% es porque los hijos no quieren quedarse en el campo, y un 10.6% es porque los padres no quieren que los hijos se dediquen a la agricultura. Por otra parte, el 72.8% de los entrevistados opina que lo mejor para el futuro de sus hijos es darles estudios (frente al 8% que opinan que lo mejor es dejarles una buena explotación) porcentaje aún mayor cuando se trata de las hijas: 79.6% y 2.8%, respectivamente. Así pues, la participación del grupo familiar en el trabajo de la explotación no es el que cabría esperar tratándose de explotaciones familiares. Por el contrario, aunque el trabajo familiar aún sea importante en estas explotaciones, parece que se confirma el fenómeno de la progresiva desvinculación de la familia respecto al trabajo en la explotación. 4. La participación de la familia en el trabajo de la explotación. Los análisis de la composición del trabajo en la agricultura familiar pecan a menudo de ofrecer una fotografía estática que se presenta como expresión completa del fenómeno, resultando una imagen engañosa. Por el contrario, la participación del grupo familiar en el trabajo de la explotación es algo dinámico que está en función de tres factores; por un lado, depende del tamaño de la explotación (que es lo único que casi siempre se suele considerar en elos análisis sobre este tema), pero, por otro, también depende de los recursos familiares (composición del grupo familiar y ciclo 18 vital de la familia) y del ciclo laboral del titular de la explotación, factores por sí mismos cambiantes. Por lo tanto, el análisis de la participación del grupo familiar en el trabajo de la explotación (como en en el resto de las relaciones familia-explotación) ha de tener en cuenta el ciclo vital familiar y el ciclo vital del titular de la explotación. En el caso de nuestra encuesta, en el 80,1% de las explotaciones de la encuesta sólo trabajan familiares, mientras que en el 19,5% recurren al trabajo externo. Como media, la relación trabajo no familiar/trabajo familiar es de 0.1 a 1 en el conjunto de la muestra y de 0.59 a 1 en las explotaciones de más de 3 UTAs7. Es a partir de las 2 UTAs donde empiezan a encontrarse casos en los que el trabajo no familiar es superior al trabajo familiar, pero, en total, estos representan solo el 3,4% de todas las explotaciones. Tabla 1. Participación del trabajo familiar y del no familiar en las explotaciones según tamaño de la explotación medido en UTAs (medias) < 1 UTA UTAs 1 UTA 1-2 UTAs 2 UTAs 2-3 UTAs >3 UTAs TOTAL O,61 1.00 1.44 2.00 2.26 2.60 1.50 0.00 0.00 0.02 0.00 0.16 1.54 0.15 0.61 1.00 1.46 2.00 2.42 4.14 1.65 FAM UTAs NO FAM Total UTAS Si consideramos el tamaño económico de la explotación medido en UDEs 8, también es claro el predominio del trabajo familiar en todas las categorías, siendo la relación trabajo familiar/no familiar de 0.3 a 1 en las de más de 60 UDEs (que son las que podemos considerar grandes o muy grandes). Desde este punto de vista, cabría decir, por tanto, que estamos tratando con un colectivo de agricultores familiares. 7 UTA= Unidad de trabajo anual = 1826 horas de trabajo /año = 228 jornadas / año. 19 Tabla 2. Participación del trabajo familiar y del no familiar en las explotaciones según tamaño de la explotación medido en UDEs (medias) 1-7 UDEs 7-20 UDEs 20-60 UdeS 60 y mas UDEs Total grupo 1.33 1.47 1.65 1.69 1.53 0.07 0.07 0.13 0.56 0.15 1.40 1.54 1.78 2.25 1.68 UTAs FAM UTAs NO FAM UTAs TOTAL Este predominio del trabajo familiar es común a todos los paisajes agrarios, si bien se observan algunas diferencias significativas entre ellos, como se puede ver en la tabla 3, siendo la España atlántica la de mayor predominio de trabajo familiar y Andalucía la que menos. Tabla 3. Relación trabajo familiar/no familiar según paisaje agrario Atlánti Levant Ebro Canari Mes. Sur Duero Andalu Extrema Utas fam 1.66 1.39 1.50 1.33 1.37 1.35 1.34 1.23 1.48 Utas no fam 0.04 0.30 0.17 0.35 0.38 0.07 0.77 0.09 0.14 Utas total 1.70 1.60 1.67 1.68 1.75 1.42 2.11 1.32 1.62 UNFM/UFM 0.02 0.21 0.11 0.26 0.27 0.05 0.57 0.07 0.9 El trabajo asalariado está presente en un 20% de las explotaciones y, sobre todo, en las más grandes, como ya vimos. También aquí las diferencias regionales son significativas y van desde el 3% en la zona atlántica al 60% en Andalucía. Pero, como ya hemos adelantado, este indicador no expresa realmente el carácter familiar de las explotaciones, por lo que verdaderamente interesa conocer la participación de la familia en el trabajo de la explotación, esto es, qué miembros aportan su fuerza de trabajo a la explotación y en qué medida. 8 UDE= Unidad de Dimensión Económica = 1200 euros =199.663 ptas. De Márgen Bruto Estándar. Total 20 En relación con el primer aspecto, el gráfico siguiente recoge los diferentes tipos de explotación resultantes en función de las aportaciones al trabajo familiar. Gráfico de tipología de explotaciones A partir de esta distribución podemos establecer los siguientes tipos de explotaciones: Explotaciones individuales: sólo trabaja una persona de la familia, que es el titular de la explotación o, en su caso, el jefe de la explotación, cuando ambas condiciones no coinciden. En esta situación se encuentra el 41.6% de las explotaciones9. Se constata, pues, el hecho significativo que está teniendo lugar en el seno de la agricultura familiar en España (y en otros países de nuestro entorno10), como ya hemos adelantado: la progresiva desvinculación de la familia respecto al trabajo de la explotación, puesto de manifiesto por el peso de estas explotaciones “individuales”. Si consideramos el factor edad, vemos que son los agricultores mayores de 34 años los que en mayor medida se encuentran en esta situación de ser los únicos que trabajan en la explotación: 43% frente al 34% de los agricultores memores de 35 años. Parece, pues, que la mayor vinculación del grupo familiar al trabajo de la explotación se produce en la primera etapa del ciclo profesional del agricultor, lo que parece confirmarse por el hecho de que en las explotaciones de agricultores de 20 a 34 años, la media de miembros de la familia que trabajan en la explotación es de 1.7, frente al 1.5 de las explotaciones de agricultores mayores de 34 años. 9 Recuérdense las cifras que ofre el Censo Agrario y la Encuesta de Estructuras Agrarias, ya mencionadas. La cifra que muestra la encuesta es algo inferior a la que proporcionan aquellas fuentes, pero hay que tener en cuenta que el universo de nuestra encuesta no coincide con el de aquellos, y aquellas recogen a muchas explotaciones marginales en las que, lógicamente, sólo puede trabajar una persona. 10 Confróntese: Arnalte, 1997: 506 y ss. 21 Frente al 41.6% de explotaciones familiares individuales, en el resto (58.4%) trabaja más de un miembro de grupo familiar: 1.7 miembros de la familia/explotación por término medio. En estos casos, lo más frecuente es contar con el trabajo del cónyuge (en el 32.4% de las explotaciones trabaja el cónyuge 11), y con frecuencia decreciente, otros familiares (23.2%) y los hijos/as (19.6%). En términos de número de jornadas anuales trabajadas por los distintos miembros de la familia que participan en la explotación, son los padres/suegros y los hermanos/as o cuñados/as los que tienen una media más alta de jornadas trabajadas (244 jornadas/año = 1.16 UTAs/año), seguidos por otros familiares (252 = 1.10 UTAs/año), los cónyuges (244 = 1.07 UTAs/año) y los hijos/as o yernos/nueras (202 = 0.88 UTAs/año). La participación del grupo familiar en la explotación presenta algunas variaciones según los grandes paisajes agrarios. El mayor porcentaje de explotaciones con trabajo de otros miembros de la familia se encuentra en la España Atlántica (Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco) (67%), seguido de Levante y Valle del Ebro (en torno al 60%) y el menor en Extremadura (38%) y Andalucía y Meseta del Duero (ambas con el 49%). Es pues, en las regiones con predominio de la ganadería o los cultivos intensivos donde las explotaciones recurren con mayor frecuencia al trabajo familiar y son también estas regiones donde predomina la pequeña explotación. Por el contrario, en las regiones de cultivos extensivos de secano y mayor presencia de la gran propiedad, decae la participación del trabajo de otros miembros de la familia. Esta diferenciación regional es bastante parecida a la que resulta si se considera la media de miembros de otros familiares trabajando en la explotación, con la excepción de Andalucía, que tiene la media más alta de familiares por explotación (1.87), y la Meseta Sur. En estas regiones, el menor % de 11 En el 43.3% de los casos el cónyuge es varón, y en el 56.7% restante, son mujeres. 22 explotaciones que cuentan con el trabajo de otros miembros de la familia es compatible con el hecho de que, cuando este trabajo familiar se produce, participen más miembros de la familia, lo que no implica necesariamente una mayor intensidad del mismo. Tabla 4. Participación del trabajo familiar según paisaje (% de explotaciones con trabajo de otros miembros y media de miembros por explotación) Atlántico Levante Valle Canarias Ebro 67 61 60 57 Meseta Meseta Sur Duero 55 49 Andalucía Extremad ura 49 38 1.87 1.46 Media de miembros por explotación 1.69 1.70 1.67 1.62 1.71 1.51 Explotaciones con cónyuges: De todos los parientes, es el cónyuge el que más participa en el trabajo de la explotación, como acabamos de señalar. Pero esta vinculación del cónyuge con el trabajo de la explotación aumenta en las etapas medias y finales del ciclo laboral del agricultor. En las explotaciones de agricultores jóvenes (18-34 años), la participación del cónyuge tiene lugar en el 32.4% de los casos (12), mientras que alcanza el 65% en las explotaciones de agricultores de 35 a 54 años y el 58% entre los agricultores mayores de 54 años. Esta menor participación del cónyuge joven en el trabajo de la explotación se debe en gran parte al hecho de que el 49% de los agricultores jóvenes están solteros (pues la soltería entre los titulares o jefes de una explotación agraria es un fenómeno casi exclusivamente masculino), pero no hay que descartar cierta influencia al hecho de que entre la cohorte más joven, el cónyuge (en este caso la esposa) se vincule menos al trabajo de la explotación que entre las cohortes mayores. 12 Tomando como referencia sólo las explotaciones en las que trabaja algún miembro de la familia además del titular. 23 Por otra parte, el hecho de que la vinculación del cónyuge al trabajo en la explotación se produzca sobre todo en las explotaciones cuyo titular tiene entre 35 y 54 años, para decaer a partir de esa edad, parece guardar relación con el hecho de que los hijos no tengan aún edad para trabajar en la explotación, y cuando estos se incorporan a la misma, el cónyuge se retira, como parece mostrar el hecho de que sólo en un 9% de explotaciones el cónyuge participe junto con los hijos en el trabajo de la explotación. La vinculación laboral del cónyuge a la explotación se produce sobre todo en condición de exclusividad: un 18.6% (casi el 60% de las explotaciones con cónyuge) de explotaciones son conyugales, es decir, sólo trabajan en ella los esposos. Y en general en estos casos se trata de las explotaciones más grandes dentro de las que predomina el trabajo familiar (42.6 UDEs de media, frente a las 35 UDEs de media general o las 27.3 UDEs de las explotaciones donde trabaja solo el titular) Explotaciones con hijos. Que apenas un 20% de explotaciones cuenten con hijos trabajando en la explotación puede ser un indicador de la desvinculación de los jóvenes respecto a la explotación individual. La presencia de hijos o hijas (o yernos/nueras) en el trabajo de la explotación se reparte casi al 50% en las explotaciones de titulares de los dos grupos de edad superiores, pero a diferencia de los que sucede con el cónyuge, como acabamos de ver, la vinculación laboral de los hijos a la explotación no es tan exclusiva: frente a un casi 8% de explotaciones en las que trabajan sólo el titular y los hijos, hay un 12% de explotaciones en las que participan además otros familiares. Es probable que cuando los hijos trabajan en la explotación asociados con otros familiares lo hagan en calidad de ayudas familiares, mientras que cuando estos trabajan sólo con el titular lo hagan con mayor dedicación o como futuros sucesores. Un análisis más pormenorizado de los datos de la encuesta, que ahora no podemos hacer, 24 permitirá contrastar esta presunción, si bien el hecho de que las explotaciones donde trabajan los hijos más el cónyuge junto al titular tengan 29 UDEs de media frente a las 41 UDEs que tienen de media las explotaciones en las que solo trabajan el titular y los hijos parece apoyar esta presunción. Explotaciones con otros familiares. La participación laboral en la explotación de otros miembros del grupo familiar es más importante que la de los hijos: en casi una de cada cuatro explotaciones hay algún otro miembro familiar (que no sea el cónyuge ni los hijos) trabajando en la explotación. Estos otros parientes, son sobre todo los padres o suegros (12%) y, en segundo término, los hermanos/as o cuñados/as (10%), quienes más participan en las tareas de la explotación, mientras que la participación de otros parientes es casi marginal (3.5%). Por otra parte, la participación de estos otros familiares es también mayoritariamente de carácter exclusivo: en un 17.4% de explotaciones sólo trabajan el titular y estos otros familiares, es decir, el 75% de las explotaciones en las que trabajan otros familiares. La participación de los padres o suegros se produce sobre todo cuando los titulares son jóvenes y no cuentan con hijos en edad laboral ni con cónyuges, estos es así en el 73% de los casos en los que trabajan los padres o suegros. En cambio, la participación de los hermanos/as o cuñados/as es más frecuente cuando los titulares tienen entre 35 y 54 años (43%), en segundo lugar, cuando los titulares son menores de 35 años (34%), y con bastante menos frecuencia, cuando estos son mayores de 54 años (22.5%). Vemos pues como influye el ciclo familiar en la participación del grupo familiar en la explotación. Así, los agricultores jóvenes comparten el trabajo en la explotación con sus padres o suegros sobre todo, debido a que el acceso a la titularidad de aquella (o el acceso a la condición de jefe de la 25 explotación) no llevan consigo la sucesión plena, sino que los padres siguen tutelando de alguna manera al joven agricultor. Por otra parte, los ascendientes (y también los hermanos y cuñados) son casi los únicos parientes disponibles, bien por la falta de esposas (soltería) o el rechazo de estas a trabajar en la agricultura, bien por la falta de hijos por su corta edad. En cuanto a los hermanos o cuñados, además de lo ya mencionado, puede haber otra razón que justifica su participación en la explotación junto a los agricultores más jóvenes: la copropiedad de las tierras de la explotación, cuestión que veremos más adelante. En cuanto a la participación del cónyuge, esta se produce mientras los hijos son pequeños, retirándose cuando éstos alcanzan la edad de trabajar, o, por el contrario, permanecen cuando no hay hijos en la explotación. Por lo que respecta a los agricultores de mediana edad (35 a 54 años), estos comparten el trabajo sobre todo con los cónyuges, y, en menor medida con los hijos (en el caso de los agricultores de más de 45 años), mientras que la participación de los padres y suegros se reduce (por la retirada de la actividad de una parte de ellos), así como la de los hermanos y cuñados, que ya han debido estabilizar sus propias trayectorias profesionales. Mientras que los agricultores mayores comparten el trabajo sobre todo con el cónyuge, seguido de los hijos/as o yernos/nueras (el 58% de los agricultores de más edad -y que trabajan con algún miembro de la familiadice que el cónyuge trabaja en la explotación y el 49% que trabajan los hijos/as o yernos/nueras). Pero como ya advertimos más arriba, la vinculación al trabajo de la explotación de los miembros de la familia depende también del tamaño de la explotación, según que permita o no la ocupación plena o parcial de otros miembros del grupo familiar. En principio, las explotaciones iguales o inferiores a una UTA son, en su casi totalidad, explotaciones individuales 26 (sólo el titular). En las explotaciones entre una y dos UTAs, la aportación principal la hacen los cónyuges, y, en menor medida, los hijos, los padres y los hermanos, pero cada uno de ellos las más de las veces de forma exclusiva, mientras que en las explotaciones de tres UTAs o superiores, participan más de un miembro del grupo familiar además del titular. Por lo que respecta a los hijos, su participación en el trabajo de la explotación es más frecuente en las explotaciones de más de dos UTAs ( 13), lo que sugiere la existencia de un umbral a partir del cual se da una presencia significativa de los hijos en el trabajo de la explotación. Pero esto no quiere decir que una mayor dimensión de la explotación sea garantía suficiente para la participación de los hijos en la misma, pues, como hemos visto, en las explotaciones más grandes (> 3 UTAs) no llegan a la mitad aquellas donde trabajan hijos. Así pues, la desvinculación de los hijos del trabajo en la explotación no es un fenómeno que afecte sólo a las explotaciones más pequeñas, sino también a una parte significativa de las grandes, lo que apunta hacia la existencia de factores no económicos (preferencias sociales) que explican la desvinculación de los hijos de la explotación. Por otra parte, a partir de dos UTAs las explotaciones recurren también al trabajo externo, de modo que el 8.4% de las explotaciones de dos a tres UTAs cuentan con asalariados y lo mismo hacen el 31% en las de más de tres UTAs. No parece que el recurso al trabajo externo venga impuesto por la falta de miembros de la familia para cubrir las necesidades de la explotación familiar, sino a una estrategia de la propia familia, que opta por desvincular a algunos miembros del grupo familiar (especialmente a los cónyuges) de estas tareas, sustituyéndolos por fuerza de trabajo 13 En el 61% de las explotaciones de 2 a 3 UTAs y en el 48% de las explotaciones de más de 3 UTAs hay hijos trabajando en la explotación, frente al 31.7% de las explotaciones de 1 a 2 UTAs, o el 15% en las de 2 UTAs, y porcentajes muy inferiores en las de. 1 UTA. 27 externo. Diversos trabajos constatan precisamente este fenómeno (Arnalte y Estruch, 1999; Langreo, 1999). Tabla 5. Distribución de la fuerza de trabajo familiar según la dimensión laboral (UTAs) de la explotación (14) Tamaño de las explotaciones según UTAs >1 UTA 1 Trabajo familiar 2 UTAs 2 UTAs 2-3 UTA >3 UTAs Total UTAs Sólo el titular 81.0 98.6 3.4 - 6.8 15.0 43.3 Titular + cónyuge 9.1 0.1 35.8 50.5 0.6 4.4 19.4 Tit.+conyuge+hijos 2.0 - 13.3 0.2 51.1 33.9 9.2 Tit.+cony.+hijos+otr. fa 0.4 0.7 0.7 1.0 5.1 6.6 1.6 Tit.+conyuge+otros fam. - - 2.5 0.3 14.2 15.0 2.9 Titular + hijos 3.6 - 17.2 13.7 1.1 2.2 6.8 Tit +hijos + otros fam. 0.8 - 0.5 - 3.4 5.3 0.9 Titular+hermanos/cuñad. 1.6 - 6.7 16.4 4.5 5.7 6.0 Titular+padres/suegros 1.6 0.1 17.2 15.1 2.8 2.6 7.1 Tit.+ pad./sue.+hnos/cuñ. - - 1.4 - 10.2 9.3 1.8 Resto - 0.5 1.4 2.7 - - 1.0 Total 100 100 100 100 100 100 100 Tabla 6. Tamaño económico de la explotación (en UDEs) según la composición de su fuerza de trabajo (medias) Composición FT total de la explotación UDEs Sólo +conyu +con e + + +herma Otros UTF<UTN Total tit. g hij. hijos padres n fam F 27.29 42.65 29.42 40.71 29.31 37.11 27.95 100.41 35.03 Como puede verse, el grupo familiar sigue proporcionando una parte importante de la fuerza de trabajo que requiere la explotación, involucrando a una amplia variedad de parientes: cónyuges, padres y suegros, hijos, yernos y nueras, hermanos y cuñados, etc., cuyo protagonismo cambia a lo largo del ciclo vital de la familia y del desarrollo de la explotación. Pero la 28 relación entre la familia y la explotación a través del trabajo en la misma es menor de lo cabría esperar tratándose de explotaciones familiares (fenómeno apuntado ya por otros estudios), como expresa ese 41.6% de explotaciones familiares individuales o la presencia, pequeña pero significativa en las explotaciones más grandes, de trabajo externo a la familia. De cara al futuro de la agricultura familiar, resulta especialmente significativo el hecho de que sólo un 20% de las explotaciones cuenten con hijos trabajando en las mismas. La aportación laboral de la familia a la explotación es, sobre todo, asunto de los cónyuges y de los ascendientes (de los titulares). Se observan, pues, indicios suficientes de una cierta desvinculación del grupo familiar respecto al trabajo en la explotación, desvinculación debida no sólo a causas económicas (problemas de dimensión de la explotación) sino también a preferencias sociales. 5. La participación de la familia en la titularidad y en la propiedad de la explotación Aunque es normal que la titularidad de la explotación recaiga sobre una única persona (en nuestro caso es así en el 74.4% de las explotaciones), encontramos, no obstante, cierta presencia da la familia en la titularidad compartida de la explotación en un 25.6% de los casos. Cuando esto ocurre, los otros titulares son sobre todo los cónyuges (41.4%), los hermanos o cuñados (29.8%), los padres o suegros (25.7%), los hijos/as (12%) u otros familiares (4.5%) (15). La titularidad compartida es algo mayor entre los agricultores jóvenes (< de 35 años): el 31.2% dicen no ser el único titular, frente al 24% de los de más de 35 años, y en este caso, son 14 Las diferencias porcentuales respecto al gráfico se deben a la pérdida de casos por falta de información. 15 Se trata de respuestas múltiples 29 los padres o suegros quienes en el 58.6% de las explotaciones son los otros titulares, revelando la presencia tutelar de los ascendientes en una fase no plenamente culminada de transmisión de la explotación. Y en, segundo lugar, son los hermanos los que, en este grupo de edad, comparten, con más frecuencia, la titularidad de la explotación, lo que muestra también el la indefinición inicial de la transmisión de la explotación. Por el contrario, en las fases posteriores del ciclo laboral del titular, son otros parientes los que toman el relevo de la cotitularidad, cuando esta se produce. Entre los agricultores mayores de 54 años, son los cónyuges los que, en un 57%, son cotitulares y un 47% entre los agricultores de media edad (frente al 12.4% entre los más jóvenes); en segundo lugar, son los hijos los que se encuentran en esta situación, como fase inicial del proyecto sucesorio. El predominio del entrevistado en cuanto a su aportación al trabajo de la explotación y a la detentación de la única titularidad de la explotación se reduce considerablemente en el caso de la propiedad de las tierras que constituyen la explotación agraria. En este caso, la participación de la familia en mucho más acusada. En el 47.1% de las explotaciones el titular es el único propietario de las tierras, mientras que en un 43.6% de casos se comparte la propiedad de aquellas. Los cónyuges son copropietarios en un 43.5% de los casos; los padres/suegros en un 40.3%; los hermanos/as o cuñados/das en un 25.8%; los hijos/as o yernos/nueras en un 4.6%, y otros familiares en otro 4.6%16. También la propiedad de las tierras está relacionada con el ciclo vital familiar. Un 54.8% de los agricultores mayores de 54 años son propietarios exclusivos de las tierras de la explotación, frente al 34.5% de los más jóvenes. La edad, por tanto, lleva consigo el acceso a la plena titularidad de las tierras. 30 Pero este no es él único factor. Puede observarse como los agricultores medianos y jóvenes tienen explotaciones significativamente mayores que los agricultores de más edad (50.16 y 45.8 has de media, respectivamente, frente a las 34.8 de los últimos) y esta mayor extensión se debe sobre todo a la mayor presencia del arrendamiento de tierras ajenas: el 23.6 y el 20.2% de las tierras de los agricultores de 20 a 34 años y de 35 a 54, respectivamente, son arrendadas, frente al 11.5% de los más viejos. Parece, pues, que el aumento de la base territorial de la explotación a través del arrendamiento de tierras está en relación con las fases iniciales y centrales del desarrollo la explotación, la cual está en función a su vez del ciclo familiar, para decaer cuando el agricultor afronta la última etapa antes de la jubilación. Son pues los jóvenes los que, al instalarse o formar una nueva explotación, acuden al arrendamiento de tierras para formar o ampliar su explotación, al préstamo de tierras de familiares o al trabajo de las tierras cuya propiedad comparte con otros familiares. En este último caso, son sobre todo los padres o suegros los que participan en mayor medida en la co-propiedad de las tierras (79.6%), seguidos de los hermanos/as o cuñados/as (25.6%), el cónyuge (11.2%) u otros familiares (6.3%). Excepto en el caso de los cónyuges (cuyo valor más alto se encuentra entre los agricultores de mayor edad), todos estos porcentajes son los más altos, para cada grupo edad, lo que vienen a confirmar lo que estamos diciendo. Como puede verse, en el aspecto patrimonial las explotaciones mantienen aún un fuerte carácter familiar. No sólo los sistemas de herencia tradicionales siguen vigentes, condicionando la transmisión de las explotaciones, sino que además la misma ocupación de agricultor sigue siendo hereditaria en la mayoría de los casos. La familia nuclear o ampliada (y los parientes) son quienes proporcionan la mayor parte de la base 16 Respuestas múltiples 31 territorial de la explotación y condicionan la instalación de los jóvenes agricultores. Pero como ha dijimos anteriormente, y como apunta Arnalte (1997a: 222), este carácter familiar del patrimonio territorial no es atributo específico de la pequeña o mediana agricultura familiar, sino que también es propio de las grandes explotaciones “familiares”. Pero la mayor participación de la familia en la propiedad de las tierras no implica, como hemos visto, una implicación similar en la gestión de la explotación. Esta circunstancia tiene efectos sobre la autonomía y, sobre todo, en la reproducción de la explotación. Y afecta sobre todo a los agricultores más jóvenes. Lo novedoso respecto a situaciones tradicionales es que el sistema (y los derechos) de herencia (de la propiedad territorial) priman sobre el sistema (y los derechos) de sucesión de la explotación. O dicho de otro modo, el sistema de herencia no está al servicio de la reproducción de la explotación ni de la profesionalización, lo que es un indicio de la pérdida de centralidad de la explotación en la estrategia del grupo familiar. En esta situación, la tierra se considera ante todo un capital (y no un medio de producción) con valor en sí mismo, que puede ser movilizado en cualquier momento para objetivos no agrarios por cualquiera de sus propietarios. La primacía de los derechos de herencia sobre los derechos de sucesión se ve corroborada en la encuesta con la opinión mayoritaria (62.8%) que considera justo el reparto en partes iguales de la explotación entre todos los hijos, aunque no trabajen en la explotación, frente a un 26.2% que la considera injusta (Tabla 9). Esta forma de herencia o transmisión de la explotación es la que alcanza un mayor porcentaje de los que la consideran justa. En segundo lugar, al 47.6% le parece justa la fórmula que concede una mayor parte de la explotación al (o los) hijos que trabajan en la misma, frente al 43.2% que le parece injusta. En las otras dos fórmulas, el porcentaje de rechazo es mayor que el de aceptación: un 32 34.1% considera justo que toda la explotación se entregue al hijo o los hijos que trabajan en ella, frente al 57.5% que lo considera injusto, y a un 3.4% le parece justo que toda la explotación pase al hijo mayor, frente al 88.2% que rechaza esta solución. Tabla 7. Valoración de diversas formas de transmisión de la explotación según grupo de edad Grupos de edad Formas de transmisión de la total De 20 a 34 De 35 a 54 + de 54 Justa 3.4 2.6 3.6 Injusta 88.2 90.0 88.8 86.1 Saldo -84.8 -87.4. -85.2 -82.5 Justa 34.1 40.4 33.6 31.0 Injusta 57.5 54.5 58.2 58.5 Saldo -23.4 -14.1 -24.6 -27.5 Justa 47.6 56.8 47.6 41.9 Injusta 43.2 36.3 43.6 46.9 Saldo +4.4 +20.5 +4.0 -5.0 Justa 62.8 55.7 64.9 64.4 26.2 33.2 25.4 22.9 +36.6 +22.5 +39.5 explotación Toda la explotación para el hijo mayor Toda la explotación para el hijo 3.6 o los hijos que trabajan en ella Reparto mejorando a los hijos que trabajan en ella Reparto en partes iguales entre todos los hijos trabajen o no en Injusta la explotación Saldo +41.5 En definitiva, predomina el criterio igualitarista (reparto en partes iguales) frente al criterio de mérito (trabajar dentro de la explotación). Pero significativamente son los más jóvenes los que en mayor medida (56.8%) consideran lo más justo que se mejore al o los hijos que se quedan en la explotación, frente a un 36.3% que lo considera injusto. Puede decirse que a menor edad, las preferencias se decantan por el criterio del mérito 33 (mejorar al hijo o a los hijos que trabajan en la explotación), como forma más justa de transmisión de la misma, mientras que los más mayores lo hacen por el igualitarista (reparto a partes iguales, sin distinciones), si bien los más jóvenes corrigen el mérito considerando más justo que se reserve “una mayor parte” a los hijos que trabajan en la explotación que dejarles “todo”. Pero son los jóvenes, en cualquier caso, quienes reclaman en mayor medida este sistema de herencia y transmisión de la explotación, pues se encuentran con el problema real e inmediato de consolidar su posición laboral. Y es que ellos son los que sufren, en mayor medida, las paradojas de la modernización de la agricultura, desde el momento en que esta ha minado la eficacia de las estrategias familiares que habían sido claves tradicionalmente para la reproducción de la actividad agraria (González, 1993:133). Pues mientras las inversiones en capital humano han beneficiado sólo a una parte de los hijos, especialmente a las mujeres, la asignación del capital de la explotación (la propiedad de la tierra sobre todo) ha seguido un criterio igualitario, perjudicando al sucesor de la explotación. Por lo tanto, como ya hemos apuntado anteriormente, se plantea así un conflicto entre sucesor/es y herederos, entre los intereses de la explotación y los intereses de la propiedad, entre explotación y familia (de origen) que amenaza la reproducción y la supervivencia de la explotación. Un aspecto más de la desfamilirización de la agricultura y del refuerzo de las estrategias individuales frente a las colectivas (Ibídem: 143). Estos conflictos obligan a matizar la opinión de algunos autores como Blanc y Baptista acerca del mantenimiento del carácter familiar en la articulación y la transmisión patrimonial así como en la herencia familiar de la profesión17. 17 Citados por Arnalte (1997a) 34 Estos conflictos hacen más problemático el relevo generacional en la explotación, ya de por sí problemático por el rechazo de los jóvenes a la actividad, como ya se comentó anteriormente. Pues como acabamos de ver, los problemas de relevo generacional de muchas explotaciones no tienen tanto que ver con la falta de rentabilidad económica como con la falta de reconocimiento social y político de la profesión agraria. Y se trata también de que las actuales reglas y estrategias que rigen la transmisión patrimonial no están al servicio de la profesionalización, por cuanto no garantizan una expectativa de estabilidad laboral para quién asume la tarea sucesoria, frente a los intereses y las exigencias de los demás herederos (González y Gómez Benito, 1997:578). Resulta así que, a pesar de que la defensa de la agricultura familiar constituya un componente fundamental de la ideología de estos agricultores18, algunas prácticas reales de los propios agricultores y de sus familias amenazan su propia supervivencia. 6. La participación del grupo familiar en la toma de decisiones relativas a la explotación. Otro aspecto de la relativa (pero progresiva) desvinculación de la familia respecto a la marcha cotidiana de la explotación se manifiesta en el hecho de que la toma de decisiones acerca de todas las actividades que afectan a la explotación es cosa casi exclusiva del titular. Según el tipo de actividades (ver tabla 8) el entrevistado las realiza entre un 72% (como realizar las compras y ventas de la explotación) y un 65% (anotar las 18 La identificación del agricultor con el modelo e agricultura familiar se constata en el hecho de que el 89.3% de los entrevistados manifiestan su conformidad con la afirmación de que las explotaciones familiares son una parte vital de la sociedad, en el hecho de que el 76.3% esté de acuerdo con la amenaza real de que este tipo de explotaciones sean desplazadas por la gran empresa agraria, en que el 62.8% considere que la actividad agraria es una actividad básica de la que dependen todas las demás y con la agricultura sea una actividad satisfactoria porque supone trabajar con la naturaleza, opinión con la que están de acuerdo el 64.1% de los entrevistados. 35 facturas y llevar las cuentas). Cuando en torno al 20 % de los casos participa alguna otra persona, es porque la condición de titular y de jefe de la explotación no coinciden en la misma persona. Fuera de esta circunstancia, el papel del resto de la familia es irrelevante. Tabla 8. Toma de decisiones sobre actividades de la explotación (%) Actividades Entrevis otro otro otra persona no todos los tado titular familiar familiar titulares 72 4 5. 0.5 16 Realizar las labores agra. 71 2.4 4 1.5 20 Tratar con la Admón 70 5 7.4 1 14 Decidir lo que se va a 70 3 5 0.4 20 Decidir las inversiones 69 3 5 0.4 21 Asistir a las reuniones de 67 4 5.5 0.4 12.4 y 65 5 9.6 5 13.5 de 65 4 6 0.4 11.4 Ocuparse de las ventas y de las compras producir la cooperativa o del sindicato Anotar las facturas llevar las cuentas Asistir a cursos formación Estas pautas son comunes a todos los grupos de edad, si bien los agricultores más jóvenes comparten más con otros titulares la decisión sobre las inversiones, lo que se va a producir, las compras y las ventas y las labores del campo. Lo cual puede ser un indicador de su relativa independencia, mientras que, por el contrario, se ocupan en mayor medida que los agricultores mayores de la contabilidad, la asistencia a los cursos de formación y las reuniones de las cooperativas o los sindicatos. 36 7. Las relaciones entre la economía de la familia y la economía de la explotación. Como ya hemos adelantado, una de las consecuencias de la modernización de la agricultura es la progresiva separación de tres ámbitos económicos distintos: el de la economía de la explotación, la economía de la familia y la economía de los individuos. Ámbitos superpuestos o indiferenciados e integrados en la economía campesina tradicional que han persistido en el seno de la agricultura familiar más moderna como uno de sus rasgos distintivos. Otro de los rasgos característicos de la agricultura familiar, cuando la familia disponía de otros ingresos distintos de la explotación, era la posición central, estratégica, de la explotación, de modo que las exigencias de ésta condicionaban las actividades laborales del resto de la familia. Además, el hecho de que la explotación fuera la fuente principal de los ingresos de la familia la convertía en la fuente de financiación de otras inversiones familiares, entre ellas, las inversiones en educación, como ya hemos comentado anteriormente. La encuesta no proporciona suficiente información para analizar con detalle las relaciones económicas de las tres esferas antes señaladas, pero permite detectar algunos fenómenos. En primer lugar, nos encontramos con que en el 62% de las familias hay más de un individuo aportando ingresos al hogar. Para el conjunto de la muestra la media es de 2 personas que aportan ingresos. En la tabla 9 se muestra la distribución de los hogares según el número de miembros de la familia que aportan ingresos al hogar. Sólo en el 38% de las familias hay una sola persona aportando ingresos al hogar, que en la gran mayoría de los casos es la persona que trabaja en la explotación. 37 Tabla 9. % de familias según el número de personas que aportan ingresos al hogar. Nº de miembros % 1 37.9 2 41.5 3 o mas 20.6 Desde el punto de vista de la diversidad de ingresos, el 48% de hogares que responden declaran que la familia tiene otras fuentes de ingresos, es decir, que son pluriactivas. Estas otras fuentes de ingresos son: pensiones y subsidios (26%), trabajos externos de algún miembro de la familia (23%), otros negocios familiares (8.6%) y otras fuentes (2,5% ). Una vez constatada la importancia de la pluriactividad en relación con el argumento que estamos manteniendo, la cuestión que se plantea es: ¿qué importancia relativa tiene la aportación económica del entrevistado (que es el titular y/o jefe de la explotación) dentro de la economía del hogar y cuál es la importancia relativa de los ingresos procedentes de la explotación? Pues bien, respecto al primer punto, en el 60% de los casos el entrevistado es la persona que aporta más ingresos al hogar. Por lo tanto, en el 40% restante, el agricultor principal de la familia ocupa un lugar secundario como fuente de ingresos familiares. Además de este, las personas que con más frecuencia son los que aportan más ingresos son los cónyuges (16.2%) y los padres/madres (4.6%), si bien en un 16% de los casos el entrevistado y otra persona aportan ingresos a partes iguales. Respecto al segundo punto, en el 29% de los hogares la mayor parte de los ingresos proceden de fuera de la explotación. Aunque estos indicadores no nos proporcionen demasiada información, revelan, no obstante, la creciente importancia de la diversidad de las fuentes de ingresos familiares y la relativa pérdida de centralidad de la explotación en el conjunto de la economía familiar. 38 La combinación de los distintos tipos de ingresos da lugar a la tipología de hogares que se recoge en la tabla 10. Con el fin de ilustrar el peso relativo de las diversas fuentes de ingresos en términos de renta, hemos elaborado el gráfico adjunto (“Ingresos brutos y renta familiar según fuente de ingresos”), donde se puede comparar el tamaño económico de la explotación (en términos de ingresos brutos anuales) y el nivel de renta familiar de cada uno de estos tipos de hogares. Quizá el dato más significativo que se desprende del mismo es el efecto de nivelación que las prestaciones sociales tienen sobre la renta familiar, en línea con lo expuesto por Abad y Naredo, 1997, respecto al papel de los subsidios y pensiones como elementos de compensación de los niveles más bajos de renta agraria. Tabla 10. Tipología de hogares según las fuentes de ingresos Ingresos solo o casi de la explotación (>89% de los ingresos totales familiares) Mucho de la explot., poco de la SS y bastante de otras (>49% explot. < 25% SS) Mucho de la explot, bastante de la SS y poco de otras (>49% explot. > 24% SS) Algo de la explotación, algo de la SS y bastante de otras (<50% expl., < 50% SS) Algo de la explotación, mucho de la SS y algo de otras (<50% expl., >49% SS) Ns/NC % 52.4 14.4 7.10 12.7 6.30 7.10 39 Gráfico de ingresos brutos y renta familiar 40 Pero cabe también la posibilidad de que los subsidios y las pensiones jueguen un doble papel en la economía de las familias agrarias. Por lo común, se ha señalado su papel como elemento de sostenimiento de las rentas familiares, tal como la encuesta nos muestra. Pero habría que considerar otro, prácticamente ignorado, que tendría un efecto contrario. Y es que el sistema de pensiones por jubilación posibilita la independencia real de los padres jubilados respecto a sus hijos, lo que puede tener como efecto que aquellos también se desvinculen de la explotación. Por supuesto que esto no es siempre así e, incluso, la jubilación en la mayor parte de los casos no significa el cese en la actividad del jubilado, antes titular de la explotación (si es que no continúa siéndolo después de alcanzar el límite de edad), y es muy frecuente que siga teniendo el control de hecho de la explotación o que las pensiones contribuyan de forma significativa a la economía de la familia o del grupo doméstico. Pero el cambio significativo es que los subsidios de vejez permiten, en muchos casos y por primera vez, que los mayores puedan, si lo quieren, desligarse de la explotación e, incluso, de la co-residencia en un mismo hogar con la familia de los hijos, y de hecho muchos lo hacen. Por lo tanto, las pensiones y subsidios pueden jugar este doble papel, de consolidación e integración de la familia (en términos económicos y de residencia), por un lado (incluso en este caso la explotación pierde peso en la economía familiar), o de desvinculación de los mayores, por la salida efectiva de la actividad y de separación de la residencialidad (y la cohabitación entre generaciones), por otro. 8. Conclusiones En resumen, el estudio de las relaciones familia-explotación revela una tendencia ya detectada en otros estudios recientes: la agricultura familiar es cada vez menos familiar en el sentido de que la familia participa menos de 41 lo que cabría esperar en los asuntos de la explotación. El grupo familiar (y los parientes más cercanos) sigue teniendo importancia como fuente de fuerza de trabajo y de recursos territoriales de la explotación, pero apenas participa en la toma de decisiones que afectan a la explotación. En cuanto a su papel en el trabajo de la explotación su importancia hay que relativizarla por el hecho notable de la individualización de la explotación y la desvinculación de los hijos. Sólo la propiedad de la tierra sigue vinculando al conjunto de la familia, pero ello, como hemos apuntado, puede ser a costa de la reproducción de la explotación. Al mismo tiempo, la economía familiar se diversifica y cada vez son más las explotaciones que tienen su principal fuente de ingresos fuera de la explotación y tambien aumentan aquellas en las que el titular de la explotación no es el que aporta más ingresos al hogar. En eset sentido, la exploación va perdiendo la centralidad que en otro tiempo tuvo en la economía y el trabajo familiar. Estas circustancias adquieren aún más valor y trascendencia, respetoa la evolución futura de la agricultura familiar, si tenemos en cuenta que los entrevistados son agricultures a tiempo principal, y no precisamente marginales. 42 REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Abad y Naredo (1997): Sobre la modernización de la agricultura española (1940-1995): de la agricultura tradicional a la capitalización agraria y la dependencia asistencial, en Gómez Benito y González: Agricultura y Sociedad en la España contemporánea, CISMAPA, pp. 249-316. Arkleton Research (1990): Cambio rural en Europa, MAPA, Madrid. Arnalte et al. (1997a): Relaciones familia-explotación en las agriculturas modernizadas. Algunas contrastaciones empíricas en la Comunidad Valenciana, en Bretón et al. (1997): La agricultura familiar en España. Estrategias adaptativas y políticas agropecuarias, Ediciones Universitat de Lleida, pp. 197-216. Arnalte, E. 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Notes sur l’agriculture familiale en Europe du Sud, en Colloque Politiques agricoles, strategies paysannes et developpement rural, IRMC, 27-29 abril. 44 TIPOS DE EXPLOTACIONES SEGÚN EL TRABAJO FAMILIAR Explotaciones totales (100%) Resto Familiares (58.4%) Familiares con cónyuge (32.4%) Familiares Individuales (41.6%) Sólo conyugales (18.6%) Con cónyuge e hijos (8.9%) Con cónyuge y otros familiares excepto hijos (2.8%) Con cónyuge, hijos y otrs.fam (2.1%) Familiares con hijos (19.6%) Sólo hijos (7.8%) Con hijos y otros (0.9) Con otros familiares (23.2%) Sólo otros familiares (17.4%)