DINÁMICA DE LA VIOLACIÓN La violación sexual siempre constituye una forma de agresión física y/o mental contra la esfera sexual del niño que se produce en contra de la voluntad del mismo, afecta a su bienestar, viola sus derechos y, en primer término sirve para satisfacer las necesidades del adulto, por la cual el adulto se aprovecha tanto de la confianza del niño como de su superioridad. Los niños no pueden comprender la gravedad del hecho a causa de su ignorancia, es decir, no está en disposición de dar su consentimiento o de negarse libremente. Los límites entre la ternura y el abuso sexual no siempre son fáciles de distinguir. Mientras el abuso sexual se manifiesta en forma clara en algunos casos, en otros pueden identificarse con posterioridad y a la vista de otros factores. En la mayor parte de los casos, el autor proviene del entorno social del menor y no es un extraño, en contra de lo que se suele creer. Generalmente no se produce de forma aislada, sino que muchas veces se prolonga durante años. El lugar de los hechos suele ser aquel en el cual los niños deberían encontrar cariño, protección y consuelo, es decir, el entorno social del pequeño, sobre toda la familia. Cuanto mejor conozca el autor del abuso a la víctima, el grado de violencia psíquica o física para someterla también será menor. Esto se debe a la obediencia de los niños y a los sentimientos favorables que sus agresores les inspiran. La experiencia de un abuso sexual está indisolublemente ligada a la incapacidad para poder hablar de ello. Aunque no se formule una amenaza clara, las víctimas perciben claramente la presión y guardan el secreto. Callan por miedo, vergüenza y culpa. Si las víctimas se atreven a romper el silencio, se enfrentan con la incredulidad, el rechazo, los reproches e incluso con los insultos de todos. En estas situaciones los niños se convierten en víctimas por segunda vez. La violación siempre tiene como consecuencia un retraso en el desarrollo de los menores. Las secuelas pueden ser de tipo físico, lo cual permite descubrir claramente la existencia de un abuso sexual, aunque el autor lo niegue. Sin embargo, las agresiones también pueden ser de tipo psíquico (por ejemplo, trastornos en la alimentación, miedos, neurosis, cambios de personalidad). Dichas secuelas pueden manifestarse directamente después del acto, aunque muchas veces se hacen evidentes mucho tiempo después, en parte porque la víctima reprime lo ocurrido. No hay que olvidar tampoco el daño que provocan las reacciones negativas del entorno (dudas acerca de la credibilidad de la víctima, reproches y acusaciones). También estas circunstancias deben incluirse entre las consecuencias de los abusos aunque no sean responsabilidad del autor de los mismos. Cualquier Abuso Sexual tiene consecuencias negativas para las víctimas. Si bien éstas siempre dependen del grado de sometimiento, la edad, la gravedad del abuso, su duración el grado de violencia y lo íntima que sea la relación entre el autor y la víctima. Es difícil establecer cuándo las caricias cariñosas se convierten en un abuso sexual, sin embargo, los niños perciben de manera instintiva dónde empieza la explotación de su cuerpo. Aunque los contactos puedan resultar en un principio positivos para el niño, si el agresor tiene suficiente habilidad. Sin embargo, el pequeño advertirá muy pronto en qué momento cambia la situación y se vuelve desagradable. Aún que no sepan exactamente lo que está ocurriendo, perciben de forma intuitiva que algo va mal. El Abuso sexual se produce cuando el adulto se sirve de su autoridad para aprovecharse de la relación de dependencia del niño. El abuso busca, ante todo, satisfacer de forma conciente o inconsciente las necesidades del adulto. Aunque los niños sean muy pequeños saben perfectamente que de su silencio depende que la familia siga como siempre, por lo cual desarrollan una fuerza increíble para cargar con esta responsabilidad. Necesitan tener muchísimo valor para soportar esta presión y sacar a la luz el abuso del que fueron víctimas. Las siguientes pautas de conducta que se citan a continuación, sobre todo si comienzan repentinamente, pueden indicar la existencia de un abuso sexual: Agresiones Las agresiones del niño contra sí mismo (por ejemplo, morderse las uñas, arrancarse el pelo o hacerse cortes) pueden manifestar el deseo del niño de provocarse un dolor externo que dé salida a su dolor interno. Las agresiones contra otros podrían reflejar la idea de que “el ataque es la mejor defensa”. Depresiones que pueden llegar hasta el suicidio (o intento de suicidio) Trastornos del sueño Las dificultades para conciliar el sueño, y también las pesadillas, pueden indicar que al niño le falta la suficiente confianza para abandonarse al sueño. A la pérdida de seguridad en sí mismo que produce el abuso, se suma el hecho de que muchos abusos se desarrollan en su mundo onírico, por lo que siempre tienen miedo a ser sorprendidos mientras duermen. Trastornos del habla La actitud por la cual un niño comienza a tartamudear de repente, habla como un bebé o incluso deja de hablar, puede denotar que ha sido objeto de abuso. Estas experiencias ocupan la mente el niño. Igualmente, el silencio que le impone su agresor y las amenazas conducen al niño al mutismo: calla por miedo a delatarse y tener que cargar con las consecuencias. Dificultades de concentración, disminución del rendimiento escolar. Aislamiento. Ausencia de contacto con la gente o problemas para relacionarse. La circunstancia de que los niños se aparten de amigos y familiares puede obedecer al miedo de que los demás se den cuento de lo sucedido. Aparición o reaparición de síntomas neuróticos, como eneuresis, incapacidad para retener heces, tartamudeo, manías. Huídas, dispersión. Comportamiento sexualizado prematuro, o bien retroceso a etapas de desarrollo anteriores. Cuando los niños vuelven a orinarse, o se aferran de repente a la madre y no quieren quedarse nunca solos, puede ser indicio del deseo de ser objeto de cuidados y control constante, como si fueran nuevamente un bebé. El comportamiento sexualizado se refiere a los conocimientos sobre sexualidad que no se corresponden con la edad del niño o las actitudes y formas de expresión impropias de su edad, pueden indicar que el menor ya ha tenido experiencias fuera de lo normal en el campo de la sexualidad. Comportamiento auto erótico extremo (por masturbaciones frecuentes, también frente a los demás). ejemplo, Trastornos alimenticios (anorexia, bulimia). Detrás de la bulimia o una anorexia puede esconderse el deseo de la víctima de hacer que su cuerpo le resulte poco atractivo al autor de los abusos. Asimismo una frecuente “falta de apetito” puede significar que algo le pesa en el estómago. Dolores sin causas físicas aparentes. Otros trastornos psicosomáticos como cutáneas, alergias, molestias epigástricas. asma, enfermedades Refugio en dependencias (drogas) Manifestaciones de desamparo (por ejemplo, problemas educativos, comportamiento criminal, promiscuidad sexual, prostitución), así como el abandono de la propia persona con desinterés total por la higiene, la ropa, el aspecto. Miedo, repulsa hacia la sexualidad. El miedo del niño a un lugar determinado o cierta persona, así como la negativa a acercarse a un lugar o una persona, con frecuencia es un indicio claro de que se trata del lugar o del autor de los hechos. Además de manifestar extrañas pautas del comportamiento, en determinadas circunstancias, el niño hace alusiones claras mediante distintas vías de comunicación. Trastornos sexuales (pérdida de la libido, estados de fijación sobre determinados tipos de pareja o prácticas sexuales (necesidad de repetir los mismos esquemas de comportamiento) Neurosis graves (fobias, manías, etc.) Cambios en la personalidad Psicosis ENTREVISTA DE JUEGO FORENSE Dentro de esta modalidad, el juego se utiliza como un medio para disminuir la ansiedad de los niños y desarrollar una relación. Con la utilización de esta técnica, el material de juego puede no necesitar tener un significado simbólico o metafórico y la evaluación se basa, por lo general, en la entrevista verbal antes de que en el análisis del significado simbólico del juego del niño. Por lo general, los profesionales respectivos identifican la siguiente información como factores importantes para extraerlos de los niños durante una entrevista (Sgroi, 1982): Una descripción de la conducta ultrajante: con la consideración de que los niños pequeños pueden tener una memoria borrosa acerca de los detalles periféricos del acto respectivo (Goodman & Reed, 1986) Sin embargo, los niños informan con precisión el conflicto esencial y central de la victimización. Las niñas muy pequeñas pueden distorsionar los detalles de una victimización y dar información al respecto de manera distinta a personas diferentes, pero los conflictos principales del acto de la victimización permanecen completamente estables dentro de los informes de las niñas... VICTIMIZACIÓN PRIMARIA Y SECUNDARIA La victimización primaria, refleja la experiencia individual de la víctima y las diversas consecuencias perjudiciales primarias producidas por el delito, de índole físico, económico, psicológico o social. En efecto, con frecuencia los daños experimentados por la víctima no se limitan a la lesión o puesta en peligro del bien jurídico del que es titular, la víctima sufre a menudo un severo impacto psicológico, que incrementa el daño material o físico del delito; la impotencia ante agresión, o al miedo a que se repita, producen ansiedad, angustia y abatimiento, cuando no complejos de culpabilidad con relación a los hechos acaecido, lo que con frecuencia repercute en los hábitos del sujeto y altera su capacidad de relación. Por otro lado, la respuesta social a los padecimientos de la víctima no es siempre solidaria, en el mejor de los casos se cristaliza en actitudes compasivas, lo que a su vez genera también aislamiento. En definitiva, al hablar de victimización primaria se está aludiendo a las principales consecuencias del delito; a la victimización producida por el mismo. Victimización secundaria La victimización secundaria, se deriva de las relaciones de la víctima con el sistema jurídico -penal, con el aparato regulador de conductas, el Estado. Segunda experiencia víctimal que con cierta frecuencia resulta incluso más negativa que la primaria, antes aludida, al incrementar el daño causado por el delito con otros de dimensión psicológica o patrimonial. algunos casos y con relación a determinados delitos, las víctimas pueden llegar a ser tratadas de alguna manera como acusados y sufrir la falta de tacto o la incredulidad de determinados profesionales. A veces, los interrogatorios de la defensa se orientan a tergiversar su intervención en los hechos que se juzgan. Consecuentemente no puede extrañar que esta victimización secundaria se considere aún más negativa que la primaria; por que es el propio sistema el que victimiza, a quien se dirige al mismo solicitando justicia y protección, por que su nocividad se añade a la derivada del delito, porque la víctima se siente especialmente frustrada en sus expectativas y sobre todo, porque tal proceso afecta al prestigio del propio sistema y condiciona negativamente la actitud de la víctima y del colectivo social respecto del mismo. BIBLIOGRAFÍA: Finkelhor David, ABUSO SEXUAL AL MENOR, Causas, Consecuencias y Tratamiento Psicosexual, Editorial Pax, México, 1980. Besten Beate, ABUSOS SEXUALES EN LOS NIÑOS, Editorial Herder, Barcelona, 1997. Marvasti Jamshid A. DIAGNOSTICO DEL JUEGO Y TERAPIA DE JUEGO CON NIÑOS VÍCTIMAS DE INCESTO.