BIOETICA Y SEXUALIDAD; LA PROCREACION HUMANA Dr. Alejandro A. Calanda de la Lastra Ginecología y Obstetricia ITESM Biología de la Reproducción Humana UANL Maestría en Ciencias de la Familia JP II Maestría en Bioética, Universidad Católica del Sacro Core y Universidad PontiFicia Laterana Presupuestos antropológicos de la sexualidad. Los animales llegan a sobrevivir esencialmente por instinto (gracias a la naturaleza), y muy poco debido a factores adquiridos o culturales. En el hombre sucede al revés; se estima que sólo una quinta parte del comportamiento humano está regulado a través de los instintos Presupuestos antropológicos de la sexualidad. La sexualidad humana es: parte integral de la persona humana No estar regulada únicamente por los instintos Regulada por una conducta aprendida. La persona humana como unidad substancial posee tres dimensiones: Biológica Afectiva Espiritual Biológica: La persona humana es un ser biológico; Esta parte la componen todos sus sistemas: digestivo, circulatorio, nervioso, endocrino, reproductor, etc. Estos sistemas regulan su funcionamiento como unidad y forman las bases o fundamentos biológicos de la conducta humana. Afectiva: Esta dimensión tiene un sustrato biológico y está sujeto a un proceso de maduración que va permitiendo una adecuación creciente entre los estímulos externos y la respuesta a ellos. La persona humana reacciona ante los estímulos afectivamente con diferentes sentimientos y emociones de acuerdo a sus limitaciones para adaptarse. Espiritual: Es una dimensión exclusiva de la persona humana, que le permite al hombre razonar, crear, comunicarse, autodeterminarse, etc. La inteligencia y la voluntad constituyen en el hombre esta dimensión. De acuerdo a estas tres dimensiones de la persona humana, podemos hablar de dos aspectos importantes con respecto a la sexualidad: Sexualidad Conducta Biológica Sexual Sexualidad biológica. La función sexual, biológicamente hablando es una función original, esto es: que no es como cualquier otra –como la respiración o la nutrición– , porque no es vital para el individuo; sin embargo es vital para la especie. Es también original porque para poder ejercerla, se requiere de otro ser complementario, lo cual no sucede con las demás funciones. En esta función original, el individuo separa una parte de sí mismo, para entregarlo a otro individuo complementario y sólo así poder reproducirse. El hombre comparte con algunas especies de animales este aspecto de la sexualidad, sin embargo habría que decir, que la sexualidad humana es más que la sexualidad biológica. Conducta sexual. Conocemos como conducta: al desplazamiento, orientado en virtud de un afecto o un conocimiento. Cuando la conducta es orientada por un afecto, le sucede igual al hombre y a los animales, ya que los afectos pueden llegar a regir la conducta. El deseo o placer, y la aversión o el dolor, con connotaciones (+) o (-) respectivamente, le dan a la conducta una orientación y un significado. A la naturaleza le interesa que la reproducción –que no es vital para el individuo–, tenga una carga afectiva de placer muy importante para que de esa manera se pueda asegurar la especie. El otro componente que modifica la conducta es el conocimiento; en los animales le llamamos "instinto", que es el que ayuda a los animales a efectuar los actos necesarios para sobrevivir, y en relación con la sexualidad es una conducta extendida en el tiempo, y es quien guía el cortejo, la cópula, la construcción del nido, la incubación, la alimentación y la protección de las crías, etc. En los animales estos instintos son cerrados, es decir, están especificados, y son siempre los mismos. En el hombre, sabemos que los instintos están abiertos, es decir, que no están especificados de manera última, y que son especificados o modulados positiva o negativamente por la cultura, como una necesidad. Por medio de la inteligencia, el hombre puede ver al otro, como sujeto libre y no sólo como objeto de placer o dolor. Esta capacidad le lleva al hombre a ver como intrínsecamente unidas la sexualidad y la procreación. Además de verla como un compromiso que requiere estabilidad para ejercerla adecuadamente. El conocimiento intelectual coloca al hombre en la realidad, mediante esa capacidad libre de entender la realidad en cuanto a realidad. La conducta guiada por la inteligencia requiere un cultivo, ya que es un arte que requiere tiempo. Por lo que se podría concluir: que las normas y la ética de la sexualidad, Surgen de una manera natural de la Antropología y de lo que la inteligencia capta como una realidad, y que no provienen de la imposición de alguien. Además, sabemos que el conocimiento intelectual es inmaterial o espiritual, y que el hombre no puede generar espíritu. Si aceptamos que todo hombre posee una dimensión espiritual, y que es propio de lo material generar materia, la parte espiritual o inmaterial del ser humano tenemos que reconocer que viene desde fuera de él, y es entonces cuando hablamos de un Ser creador. El sexo del cuerpo y el sexo psicológico. “Es un milagro, cada vez que surge una nueva vida humana, porque su alma la hace Dios. Y debido a la libertad que Él mismo le concedió, la hace para cada nuevo ser humano, cada vez que el hombre quiera”. El hombre es una unidad de cuerpo y alma. En la Constitución Pastoral “Gaudium Et Spes” sobre la Iglesia en el Mundo Actual, documento publicado al finalizar el Concilio Vaticano II en 1965. encontramos aseveraciones sobre la dignidad de la persona humana en una nueva fórmula antropológica: “homo corpore et anima unus” (el hombre como unidad de cuerpo y alma). En su corporeidad el hombre resume en sí los elementos del mundo material, y en su interioridad trasciende el universo. encontramos aseveraciones sobre la dignidad de la persona humana en una nueva fórmula antropológica: “homo corpore et anima unus” (el hombre como unidad de cuerpo y alma). En su corporeidad el hombre resume en sí los elementos del mundo material, y en su interioridad trasciende el universo. En esta unidad, el hombre vive, actúa, ama, conoce, escoge, rehusa. En esta forma de ser, misteriosa, trascendental e histórica, libre y limitada, el hombre intuye su vocación hacia el amor. Antes de este documento, en muchas obras religiosas, el cuerpo se consideraba separado del espíritu y como el origen de todas las debilidades humanas. La teología moral entonces, se ocupaba demasiado de los órganos sexuales, y de los pecados de la “carne”. La preocupación era porque se reducía toda la sexualidad a lo genital, y se regulaba todo, hasta el más mínimo detalle en lugar de esforzarse para integrar la sexualidad humana en la totalidad de la persona. Una sexualidad sin espíritu no es normal, ya que es en lo psíquico en donde se hace viva la complementariedad del hombre y la mujer. Las diferencias psicológicas no se pueden anular o desconocer por cambios de la época o de la cultura, ya que estas diferencias trascienden estas limitaciones. Armonizar el cuerpo y el espíritu requieren de educación y formación. La moral católica, por medio del Magisterio de la Iglesia reconoce a la persona de forma íntegra. El amor conyugal lo entiende como un camino de educación y de realización, y que en la unión entre sexualidad y matrimonio legítimo, la sexualidad encuentra una justificación y un significado. Además reafirma la legitimidad de la procreación responsable y de que el acto sexual debe estar abierto a la procreación Libertad - responsabilidad. Para hablar de libertad, tenemos que hablar de la inteligencia y de la voluntad, ya que actuar libremente implica una deliberación, un juicio, una valoración. Los animales actúan por instinto natural, o por un aprendizaje condicionado sin libertad. En el hombre en cambio, intervienen la inteligencia y la voluntad. “La libertad que el hombre puede tener, no consiste en una completa independencia, sino tan solo en la que puede darse dentro de los límites impuestos por el ser mismo del hombre” Así Millan Puelles concluye que somos libres de una manera limitada porque estamos inmersos en una realidad física y porque somos seres compuestos de cuerpo y alma. Existen obstáculos para la libertad que reducen la capacidad de autodeterminación del hombre. Para la inteligencia, la ignorancia y la concupiscencia son contrarias a la claridad del conocimiento. El miedo y la violencia se oponen a la fortaleza de la voluntad. La ignorancia, la concupiscencia y el miedo son estados psíquicos internos del hombre, y son ejercidos por el hombre mismo en detrimento de su libertad, sin embargo éstos son vencibles. La libertad –decía Aristóteles–, es la capacidad que tienen los hombres de ser sí mismos, pero desde el punto de vista trascendente; no del tener, del actuar, ni del estar, sino del ser. Cada hombre debe de decidir su destino, y al respecto tiene dos opciones: O decide él, o deciden por él. En la primera, el hombre es libre, en la segunda, ha dejado de serlo. En cuanto a la responsabilidad, habría que decir que es una virtud humana y que significa el asumir las consecuencias de los propios actos y rendir cuentas. Para ejercerla adecuadamente se requiere también de la participación de la inteligencia y de la voluntad. La libertad sin responsabilidad lleva al hombre a un libertinaje. En la sexualidad humana, la libertad y la responsabilidad tienen una parte muy importante. No se puede reducir la sexualidad a un mecanismo psíquico-físico, ya que la sexualidad es parte integral de la persona. Si olvidamos la dimensión espiritual (inteligencia y voluntad) – que es exclusiva de la persona humana–, hablaríamos entonces de un comportamiento puramente animal. El hombre tiene que jerarquizar sobre quién ordena sus actos: ¿Los ordenan sus impulsos biológicos? ; ¿Los ordenan sus afectos? ; ¿Los ordenan su inteligencia y su voluntad? Conyugalidad y procreatividad. La sexualidad es la capacidad de abrir todo el ser a la conyugalidad, orientada por naturaleza a la unión heterosexual, que involucra a la totalidad de la persona. (física, psíquica y espiritual). La conyugalidad, al involucrar la totalidad de la persona, habla de don de sí mismo, de perennidad y estabilidad. Las Dimensiones Naturales La relación heterosexual humana, tiene una dignidad característica, tipificada en sus dos dimensiones naturales más relevantes: La dimensión unitiva La dimensión procreativa a). La dimensión unitiva hace referencia al amor recíproco, íntimo y exclusivo que deben otorgarse los participantes de esta relación sexual en la donación corporal. La clave antropológica de la relación sexual humana es la dimensión unitiva, que idealmente debe reflejar la voluntad real de comunión conyugal, fiel e indisoluble. b). La dimensión procreativa es la posibilidad real de toda relación heterosexual de la procreación, es decir que el óvulo femenino quede fecundado por el espermatozoide masculino, dando lugar a una nueva vida humana. Aunque pueda parecer algo mecánico y rutinario, la procreación es una acción tan sublime que no tiene comparación con ninguna otra actividad humana y por ello confiere a la unión heterosexual una dignidad extraordinaria. Contrastando con esa armonía, llama la atención la superficialidad con la que muchas parejas se unen genitalmente bajo el impulso de la atracción carnal sin ser conscientes de las consecuencias posibles del acto que realizan. . La revolución sexual ha reducido la relación sexual a una experiencia de placer, De tal manera que las otras dos dimensiones se debilitan e incluso se anulan, centrándose el acto sexual en el orgasmo y perdiendo su verdadera dignidad humana. En el fondo de esta reducción hay una perversión de la jerarquía de valores, en donde el placer sexual se ha erigido en un ídolo Para que la relación sexual sea verdaderamente humana, se requiere entre otras condiciones, la previa aceptación de la responsabilidad mutua de la posible procreación. Obrar de otra manera equivale a desconocer la dignidad humana, rebajándose al nivel de meros animales. Aquí es conveniente subrayar una norma básica presente en muchas culturas: que la relación sexual es éticamente legítima únicamente dentro del matrimonio. Fuera de este contexto no existe todavía una comunión de amor y de vida Por lo tanto, la pareja no esta en condiciones de asumir la responsabilidad de una posible procreación. La procreación humana es una de las decisiones más importantes de la pareja, y es uno de los fines del Matrimonio. Es el fin esencial de la sexualidad y de la complementariedad de los sexos, y va más allá del placer. Excluir la fecundidad de la unión, equivale a contradecir el fin mismo del acto sexual. Consecuencias para la Bioética :a) b) No tiene sentido el ejercicio de la sexualidad autoerótica. Esta unidad conyugal está en contra de cualquier forma de poligamia, divorcio y adulterio. c) La homosexualidad debe de considerarse como anormal por no haber complementariedad. d) La sexualidad tiene una orientación objetiva heterosexual hacia la conyugalidad. Significados de la conyugalidad y del acto conyugal. La sexualidad humana está en sí misma y por sí misma en posesión de una bondad inteligible propia suya. Esta bondad es bi-dimensional: la sexualidad humana es capaz de poner las condiciones para la concepción de una nueva persona (= dimensión procreadora); además es capaz de expresar-realizar una comunión interpersonal (= dimensión unitiva). Si nos interrogamos sobre el modo en que esta bondad puede realizarse, vemos que tal realización únicamente puede acontecer dentro de una unión duradera entre el hombre y la mujer, que es la que da sólo el matrimonio monogámico e indisoluble. O se vive el ejercicio de la sexualidad como algo “funcional” o es vivido como unidad indisoluble de dos en la carne (= matrimonio). Dimensión unitiva y procrativa. Acto sexual significa unión sexual. En el hombre, solo será pleno el acto sexual que expresa estos dos fines: la unión física y psíquica, que conocemos como esa capacidad de amar que lo distingue de los animales, y la procreación. Un acto sexual es ilícito cuando evita la procreación. Porque no se puede desligar el amor y la vida, ya que son valores connaturales de la actividad sexual humana. Dimensión familiar. Entendemos por Familia a el núcleo fundamental de la sociedad. Es esa unión estable de dos personas, heterosexual y su acogida a los hijos. La indisolubilidad es reclamada por las dos dimensiones: unitiva y procreativa. Dimensión social. La sociedad debe de reconocer la dimensión familiar. Mediante un reconocimiento público o jurídico debe de defenderse la unión y la Familia. Deben de respetarse los derechos; como casa, empleo, educación, alimento, salud, etc. para fortalecer a la Familia. Puesto que sólo el matrimonio asegura un ejercicio de la sexualidad humana simplemente humano. Es decir, un ejercicio que realiza su bondad esencial; es grave deber de las leyes civiles defenderlo y promoverlo contra todo intento de oscurecer su intrínseca bondad y dignidad. Esto debe ser hecho, al menos, defendiendo su indisolubilidad. La ley civil debe oponerse a todo intento de promover públicamente la separación de la sexualidad y la procreación mediante la anticoncepción.