El Síndrome de estrés post-traumático Definición. Este es un trastorno psicológico clasificado dentro del grupo de los trastornos de ansiedad, que sobreviene como consecuencia de la exposición a un evento traumático que involucra un daño físico y /o emocional. Es una severa reacción emocional a un trauma psicológico extremo que en el caso que nos ocupa es derivada de la exposición a un desastre natural, pero que también puede ser causado por otros acontecimientos como pueden ser, entre otros: Accidentes Secuestros Violaciones Experiencias de combate Abusos físicos o psicológicos Podemos definir el estrés como un proceso en el que se relacionan individuo y ambiente, y es importante destacar el que es evaluado por el sujeto como amenazante o que supera sus capacidades y/o recursos, y que puede poner en peligro su bienestar. A la hora de clasificar los estímulos estresantes siempre se ha tendido ha elaborar mil y una clasificaciones; pero la más clara y simplificada es aquella que clasifica los estímulos en función de la magnitud de los cambios producidos en la vida del sujeto que los sufre; tenemos por lo tanto, cambios mayores y menores. Dentro de los cambios mayores se incluyen todos aquellos sucesos estresantes que se pueden denominar como universales en el aspecto de que escapan a cualquier tipo de control. Un ejemplo de cambios mayores como bien pueden suponer son las catástrofes naturales. Estos sucesos afectan generalmente a un gran número de personas y sus efectos normalmente suelen ser prologados en el tiempo. Tras terremotos como el de nuestro país, es muy común que gran parte de la población quede afectada por lo que llamamos Síndrome de Estrés Post- Traumático. Consecuencias físicas. Son evidentes. Las bajas humanas, edificios , escuelas,etc. Consecuencias emocionales. Entre los que destacan emociones como el miedo, la ansiedad, el estrés, ira, rabia, bloqueo emocional… Síntomas. Los podemos agrupar en tres grandes bloques: 1. Re-experimentación del acontecimiento traumático. - Flashbacks. Las imágenes y sensaciones de la situación traumática vuelven a revivirse una y otra vez, en contra de la voluntad del sujeto. Pueden representarse en forma de pesadillas y/o de reacciones físicas y emocionales desproporcionadas ante acontecimientos asociados a la situación traumática. 2. Incremento de la activación. - Dificultades a la hora de conciliar el sueño - Hipervigilancia - Problemas de concentración - Irritabilidad - Impulsividad - Agresividad 3. Conductas de evitación y bloqueo emocional - En situaciones, lugares, e incluso sentimientos y sensaciones que el sujeto considera relacionadas con el suceso traumático, muestra reacciones de evitación, huida, rechazo… - Aislamiento social - Pérdida de interés - Bloqueo emocional Como sabemos, son muchas las personas que en este momento están atravesando uno de los peores momentos de su vida, se enfrentan a cambios psicológicos y a actitudes difíciles de asumir, todo esto sumado a un entorno desolador donde las ruinas, destrozos y delincuencia están por todos lados. Necesitan nuestra ayuda, y muchas son las opciones de las que disponemos; tengámoslo en cuenta. Y recuerden que “El socorro en la necesidad, aunque sea poco, ayuda mucho”. Medidas concretas Actitud de los profesores y personal en general: así como fue vital en el momento mismo del sismo la reacción de los adultos, ahora ello es más importante. Los niños deben percibir y ver que los adultos que los rodean no están angustiados y que al contrario, actúan tranquilos reparando lo dañado. Dialogar para calmar: los profesores deben hablar con los niños y explicarles que Chile es un país de temblores, que se hizo todo lo que era correcto y que están bien y ahora hay que ayudar a los que lo necesitan. Es sumamente importante cuidar las conversaciones entre adultos, sobre todo lo que narran y las expresiones catastrofistas que se pronuncian como ‘esto es lo más terrible que he vivido’. En este diálogo, hay que decirle que lo más malo ya pasó, que la tierra ya soltó su máxima energía. Dejarlos expresarse: cuando los niños se muestren angustiados hay que dejar que cuenten sus miedos, preguntarles qué sienten, cuál es el temor preciso y despejarlo, tranquilizarlos, asegurándoles compañía y cuidado permanente. Que no vean las noticias. A la hora de dormir: si el niño pide dormir con los padres, que lo haga con pijama y ojalá esto no se extienda más allá de unos pocos días. Esta excepción debe darse por el menor tiempo posible y plantearlo como un regaloneo, no como una prevención a los temblores. Los niños deben enfrentar sus miedos porque ello es curativo .Debe promoverse el que duerman en sus camas. Para ello, retomar rutinas de lecturas de cuentos y rezar y acompañarlos hasta que se queden dormidos. “Los niños han visto en cierto modo como los adultos han flaqueado y eso les ha destruido el mundo con certeza que necesitan para sentirse protegidos y que los adultos les entregan. Por eso, es esencial que los adultos conserven la calma en lo posible”. Sintomatología Aplicada. Los traumas en un sujeto en crecimiento y desarrollo, tal como los lactantes, niños y adolescentes, impactan la totalidad de la persona, afectando su funcionamiento neurofisiológico, cognitivo, socio-emocional, la visión de sí mismo, del mundo, y las expectativas del futuro. Los traumas evolucionan de distinta manera a lo largo de las diferentes etapas del desarrollo y un trauma superado se puede reactivar ante la presencia de estímulos que activen su rememorización. En el proceso de evaluación del TEPT en un niño es importante determinar el riesgo de contagio de las personas con quien se relaciona, las que podrían participar en la mantención del cuadro y requerir tratamiento. En los traumas o desastres masivos la estrategia de intervención demanda que se involucren múltiples organismos de la sociedad. En relación a la sintomatología, la reexperimentación en los niños se expresa en recuerdos recurrentes e intensos, los que suelen ser una imagen asociada a un escaso vocabulario, juegos repetitivos y reactuación traumática. Son frecuentes las pesadillas en las que se repite el recuerdo o aspectos más o menos encubiertos de éste, tales como la muerte, monstruos y catástrofes. La reexperimentación puede desarrollarse después de un período de latencia de meses o años. En relación a los síntomas de evitación los esfuerzos del niño por evitar los pensamientos y sentimientos relacionados con el evento traumático tienden a manifestarse a través de la pérdida de habilidades recientemente adquiridas, regresiones, temor a la oscuridad, evitar conversar del suceso, eludir actividades en que aflore el recuerdo y una amnesia parcial o total, con alteraciones en la memorización y secuencia de los hechos. El embotamiento afectivo o anestesia emocional se expresa en una disminución en los intereses, inhibición conductual, aislamiento, disminución de la capacidad para sentir emociones, y, especialmente, las asociadas a la intimidad o afectos positivos, así como sensación de un futuro desolador. Dificultades para conciliar el sueño y mantenerlo, hipervigilancia, facilitación de la respuesta de sobresalto, irritabilidad, dificultades de concentración o para terminar una tarea. Hay cambios en relación al manejo de la agresividad. En los casos más leves se observa mayor irritabilidad o temor a perder el control y, en los más graves, explosiones impredecibles o incapacidad para expresar sentimientos de rabia. Los niños más pequeños , también pueden pedir ayuda para realizar tareas que ya dominaban, tales como vestirse, lavarse o presentar una regresión en sus habilidades lingüísticas. Algunos se ponen agresivos y otros se tornan pasivos La ansiedad también es frecuente. Lo más común es un aumento de los miedos específicos o fobias, especialmente frente a situaciones claves que recuerden el estresor, la ansiedad de separación, y algunos señalan un trastorno de ansiedad generalizada. En los escolares se han encontrado síntomas somáticos, exacerbación de trastornos de aprendizaje y de conducta y depresión en algunos. En los adolescentes se asocia más al consumo de sustancias y depresión. En relación al evento traumático, se ha encontrado que la severidad del trauma se correlaciona con el grado de la exposición, medido a través de la proximidad física y emocional del estresor. Además el trauma es más severo si éste es provocado por un ser humano, y si su conducta es voluntaria. Las adversidades posteriores al evento también se asocian con el desarrollo del desorden, tales como la separación del niño y sus padres, el ser ubicado en un albergue, dificultades económicas, etc. La exposición prolongada al evento y reforzada a través de los medios de comunicación también se asocia con el desarrollo y severidad del trastorno. La respuesta del niño al estresor se relaciona con la respuesta de los padres a éste. Hay una asociación entre sintomatología de padres e hijos. El trauma produce una alteración en el procesamiento de la información asociado a la evitación e intrusión de recuerdos. La alteración en la sensación de seguridad, que es la base para el logro de la integración de competencias, altera el desarrollo de éstas. El pre-escolar experimenta una confusión que interfiere en el logro de una narrativa coherente, lo que disminuye la verbalización y expresiones precoces del trauma. También se observa un fracaso en el desarrollo apropiado de la fantasía. La disminución de la atención interfiere en los niños que están aprendiendo a leer y escribir, conduciéndolos al fracaso, lo que disminuye la autoestima . En los escolares se observa una inhibición selectiva del pensamiento, distractibilidad e interferencia en la comunicación simbólica. En la adolescencia hay deficiencias en la adquisición de conceptos abstractos. La generación de emociones intensas altera la maduración de los mecanismos de regulación emocional. En los preescolares el miedo intenso dificulta el proceso de discriminación de emociones y de elaboración de una respuesta efectiva, y en los adolescentes obstaculiza los esfuerzos por comprender los orígenes y consecuencias de las emociones negativas. Las atribuciones de inefectividad tienen un impacto negativo en la autoimagen, la que interfiere en el funcionamiento adaptativo y en la adquisición de nuevas destrezas. La absorción en la emoción de hostilidad puede interferir en el desarrollo de la agresión instrumental, tal como la asertividad o deporte. El desarrollo moral también se ve impactado por las emociones. Frecuentemente escinden el mundo en bueno y malo, los escolares se muestran rebeldes a aceptar normas y reglas, y en los adolescentes se puede observar deseos de venganza expresados a través de una ideología política. El evento traumático puede producir una alteración del desarrollo de la conciencia de sí mismo, definiendo un antes y después de, alterando en el adolescente el sentido de integración pasado, presente y futuro. También la relación con los pares puede ser afectada. En los pre-escolares la ansiedad y la impulsividad interfieren en las tareas de cooperación y el descubrimiento de sí mismo en relación con otros. Además el juego traumático limita su flexibilidad. En los escolares es frecuente el aislamiento: el niño se siente diferente y estigmatizado por el trauma, lo que le dificulta la socialización e intimidad. La reactuación conductual del trauma aumenta el rechazo y el riesgo de psicopatología adicional. Los adolescentes presentan severas dificultades de apego y de compromiso con otros, con tendencia al aislamiento o sobre identificación con un grupo, y una tendencia a tener vínculos aberrantes.