Componentes neuropsicológicos de la conducta agresiva proactiva y reactiva: estudio electroencefalografico de adultos con altos niveles de agresividad Responsable: Mtra Cimenna Chao Las emociones A lo largo de la historia, ha existido un gran interés por definir y conceptualizar el término de emoción. El estudio de las emociones ha sido difícil, sobretodo cuando se trata de delimitarlas. Las emociones desde su conceptualización más básica y general funcionan como mecanismos psicológicos. Esto es, como procesos internos que responden a información externa o interna del individuo y la transforman para regular la actividad fisiológica, produciendo un comportamiento determinado (Hass y cols., 2000). Las emociones pueden ser identificadas en todos los niveles filogenéticos en la mayoría de las especies. Todos los organismos necesitan obtener energía del medio así como deben enfrentar las problemáticas derivadas de la reproducción, la predación, la eliminación de deshechos y el estatus social. La presión del medio ambiente sobre los individuos genera necesidades funcionales particulares a las que el individuo necesita sobrevivir. Estas circunstancias cuando son adversas, generan reacciones de huida o acercamiento, de pelea o de escape y reacciones de vinculación o de aislamiento. Estas reacciones constituyen la base de emociones más complejas en los seres humanos; generando los prototipos para emociones como son el miedo, el enojo, la tristeza y la alegría (Plutchik, 2003). Las emociones por su aparición y función pueden dividirse en emociones básicas y secundarias (Kemper 1978) Las emociones básicas son las que tienen una base fisiológica como el miedo, el enojo, la tristeza y la satisfacción. Se han denominado básicas debido a que su aparición es observable en todos los animales y se encuentran universalmente en todas las culturas (Plutchik, 2003). Por otra parte las emociones secundarias serían el resultado de la interacción de las emociones primarias generando una emoción más compleja. Por ejemplo, el odio según Kemper puede consolidarse como una mezcla de miedo y enojo mientras que la venganza podría ser resultado de una mezcla de enojo y alegría. Al tener una amplia gamma de representaciones o expresiones, las emociones también han sido consideradas como positivas o negativas. Las emociones positivas, están asociadas con situaciones que presentan oportunidades para el organismo generando reacciones de acercamiento, e incrementan la variedad de acción y pensamientos asociados, por otra parte, las emociones negativas están asociadas con situaciones amenazantes que generan una reacción de huida, disminuyendo normalmente otras variedades de acción y pensamiento. (Frederickson, 2004, en Huppert, 2004). Lang (1998), sugiere que los conceptos utilizados para medir emociones como la valencia emocional (placentero vs. displacentero) y el alertamiento emocional (relajado vs. alertado), se relacionan con dos sistemas motivacionales. El primero de ellos es un sistema apetitivo, cuya expresión conductual se caracteriza por un acercamiento o repetición del estímulo para recrear la experiencia. Mientras que el segundo es el sistema aversivo, cuya expresión conductual se caracteriza por la evitación o el escape del estímulo. Lang y cols., (1998) sugieren que las emociones también pueden ser estudiadas a partir de la expresión emocional y la experiencia emocional. La experiencia emocional hace referencia a la experiencia subjetiva e introspectiva de cada individuo. Mientras que la expresión emocional, es la respuesta corporal que se expresa a través de los cambios fisiológicos que son regulados por el sistema nervioso autónomo. Hablaremos extensamente de estos cambios fisiológicos más adelante. La agresión El estudio de la conducta emocional se encontró excluida del análisis experimental debido a que las emociones se consideraron en muchos casos como eventos subjetivos inaccesibles a la observación sistemática. No obstante, algunas respuestas emocionales como la agresión, el miedo y la impulsividad presentan cuadros conductuales accesibles que pueden ser estudiados de manera sistemática. Es difícil definir operacionalmente a la agresión, primero por que es una conducta que se presenta a lo largo de toda la filogenia y es altamente especie-especifica, esto es, los patrones de agresión son muy similares en los individuos de la misma especie pero pueden diferir enormemente dependiendo de la especie. Cada especie presenta una forma restringida o altamente ritualizada de esta conducta la cual puede distinguirse de la conducta de predación y otras formas de ataque. Quizás una de las definiciones mejor concensuadas es considerar a la agresión como una conducta dirigida contra uno mismo, hacia otro individuo grupo o comunidad con el objetivo de causar daño, donde existe la creencia (del perpetrador) de que la conducta dañara al objetivo (víctima) y que éste, se encuentra motivado para evitar la conducta, implica el uso u omisión intencional de poder, o fuerza física, cuyo resultado tiene o puede resultar en lesiones, muerte, daño psicológico, inadaptación o privación (véase Krug y cols 2002) y no necesariamente implica el uso de la violencia. La conducta agresiva es heterogénea tanto en su origen, en sus manifestaciones como en sus objetivos, esto es, en algunos casos dañar a la víctima no es lo importante, sino alcanzar un objetivo a costa o sin importar el daño sobre el individuo, por ejemplo, en un asalto el objetivo no es dañar al sujeto sino obtener su dinero, pero si el individuo se resiste, al asaltante podría no importarle el causar daño al sujeto para alcanzar su objetivo La conducta agresiva también puede ser clasificada ya sea como impulsiva o como premeditada (Volavka 1999). La agresión reactiva o impulsiva (emotiva) se concibe como el acto agresivo impulsivo y no planeado dirigido por el enojo, cuyo objetivo es lastimar al blanco (víctima), mientras que por otra parte la agresión proactiva o premeditada (instrumental) se concibe como un medio premeditado de llegar a un objetivo incluso diferente al de lastimar a la victima y la emoción no esta dirigiendo directamente la conducta. Hablando coloquialmente en el caso de la agresión reactiva estaríamos hablando del clásico crimen pasional, donde un individuo guiado por la emoción agrede a otro (s) individuo (s) sin evaluar el daño que puede causar y sin evaluar factores tales como vías de escape, personas que lo observan etc, en el caso de la agresión proactiva existe una planeación del acto agresivo y un calculo sobre el mejor momento para llevarlo a cabo como por ejemplo un asalto, un acto terrorista o un secuestro. Los estudios recientes han permitido mostrar que las diferencias entre ambos tipos de agresión podrían no ser meramente de índole conductual, sino que la actividad cerebral relacionada con ambos tipos de agresión también sería diferente. La fisiología Gregg y Siegel (2001) han estudiado la conducta agresiva en el gato y han mostrando que el tipo de agresión reactiva puede ser evocada por la estimulación eléctrica tanto del núcleo ventromedial y antero-medial del hipotálamo. La respuesta evocada por la estimulación genera un cuadro conductual clásico de la agresión reactiva, presentándose un componente simpático importante, caracterizado por dilatación pupilar, incremento en la presión arterial, aumento en la frecuencia cardiaca, micción, piloerección, arqueado de espalda, utilización de las patas delanteras para golpear y arañar objetos dentro del campo visual y por supuesto, todo esto acompañado de los clásicos maullidos, gritos y alaridos gatunos. Por otra parte la estimulación del hipotálamo lateral y del área ventral de la sustancia gris periacueductual produce que un gato que placidamente reposa en una caja junto a una rata anestesiada se convierta en el exquisito asesino que pueden ser los felinos. Después de la estimulación en estos núcleos, el gato levanta la cabeza repentinamente, se pone en alerta y cautelosamente rodea a la rata atacándola con una mordida dirigida al cuello. Si la estimulación continua, el gato puede repetir la mordida o incluso tomar a la rata por la piel y agitarla. A diferencia de la agresión de tipo reactiva prácticamente todos los signos de activación simpática se encuentran ausentes a excepción de la dilatación pupilar. Gregg y Siegel mostraron que ambos tipos de conducta dependen de circuitos neuronales bien definidos y la estimulación cerebral que genera el tipo de agresividad reactiva inhibe o suspende la expresión de la agresión proactiva y viceversa, esto es, no es posible tener ambos tipos de conducta agresiva al mismo tiempo, ni un híbrido de conducta, de tal forma que el felino presenta o una u otra. Normalmente la estimulación de diferentes núcleos amigdalinos aumenta uno u otro tipo de agresividad, mientras que inhibe la expresión del otro tipo de agresividad, un hecho notable en estos trabajos de estimulación fue que sólo un área cerebral inhibe ambos tipos de conductas agresivas y esta estructura es la corteza prefrontal (véase la tabla 1). Área de estimulación Amígdala Central Amígdala cortico-medial Amígdala Basolateral Corteza Prefrontal Efecto de la estimulación en la agresión reactiva Disminución Aumento Disminución Disminución Efecto de la estimulación en la agresión proactiva Aumento Disminución Aumento Disminución Tabla 1. La tabla muestra el efecto de la estimulación eléctrica de diferentes áreas amigdalinas y la corteza prefrontal, sobre la conducta agresiva preactiva y reactiva (modificada de Gregg y Siegel 2001). Como toda respuesta emocional la conducta agresiva consta de al menos de tres tipos de componentes: En primer lugar un componente conductual, el cual consiste en presentar los movimientos musculares apropiados a la situación o estímulo que los provoca, en segundo lugar un componente autónomo que estimula la respuesta simpática y finalmente un componente hormonal que facilita al componente autónomo. La adecuada regulación de los componentes de la respuesta y su correcta expresión conlleva a la participación de varias estructuras cerebrales dentro de las que se incluyen: la corteza prefrontal, la amígdala, el hipocampo, el hipotálamo, la corteza cingulada anterior, la corteza insular y el estriado ventral (Davidson 2000). La amígdala es un grupo de núcleos diencefálicos situados en gran parte dentro del lóbulo temporal rostral dividiéndose en tres grupos principales: basolateral, central y corticomedial, conocidos en conjunto como complejo amigdalino o amígdala son los responsables de coordinar los diferentes componente de la respuesta emocional. En breve podemos describir que el núcleo basolateral desempeña un papel clave para asignar la importancia emocional a los estímulos sensoriales. Para llevar cabo dicha función la amígdala basolateral recibe proyecciones de las diferentes modalidades sensoriales a través de las cuales es informada sobre las características particulares de un estímulo asociando al mismo una respuesta emocional adecuada. La amígdala basolateral envía sus proyecciones a la corteza cingulada, la corteza orbitofrontal y la corteza prefrontal, asimismo, proyecta a áreas subcorticales como el hipocampo, el núcleo dorsomedial talámico y el núcleo basal de Meynert. Por otra parte el núcleo central de la amígdala es responsable de activar el componente vegetativo de la respuesta emocional (es decir, aumento del ritmo cardiaco, aumento de la presión arterial, dilatación de la pupila, aumento del flujo sanguíneo hacia los músculos, incremento de la liberación de adrenalina y noradrenalina desde la médula espinal etc.) este núcleo recibe proyecciones del núcleo del tracto solitario, del núcleo parabraquial y del núcleo basolateral, para proyectar posteriormente al hipotálamo, al núcleo dorsal del vago, al núcleo del tracto solitario, al núcleo parabraquial, a la formación reticular, al área ventral tegmental, al locus coeruleus, a la materia gris periacueductal, al núcleo trigémino, al núcleo facial, al núcleo paraventricular y a los núcleos basales (Martin 2000). Finalmente, los núcleos corticomediales se encuentran asociados recíprocamente con estructuras olfatorias por lo que se considera que deben tener alguna participación en la regulación de la conducta de ingesta y probablemente también desempeñen algún papel en conductas provocadas por estímulos olfatorios, como es el caso de la conducta sexual. Actualmente sabemos que la actividad de la amígdala es crucial para el aprendizaje de estímulos asociados con reforzadores o castigos primarios (Holland y Gallagher 1999) y que su actividad es indispensable para la adquisición y la expresión de tareas de miedo condicionado (Quirk y cols 2003), esto es, cuando la amígdala es lesionada, los sujetos no aprenden una tarea que dependa de las propiedades aversivas de un estímulo. El papel de la amígdala en la modulación de la conducta emocional también ha sido evaluado en estudios realizados con PET (Tomografía por emisión de positrones) donde se ha mostrado que la amígdala se activa en humanos cuando estos son estimulados para inducirles un afecto negativo, (como el miedo) o cuando sus emociones están acompañadas de las expresiones faciales de miedo o enojo (véase Davidson 2000). Resultados similares son reportados por Abercrombie y cols (1996) quienes observan una mayor actividad metabólica en la amígdala que correlaciona con un aumento de los puntajes de afecto negativo de un grupo de pacientes depresivos. La modulación prefrontal Los datos clínicos y experimentales han mostrado que además de la amígdala otras áreas del cerebro como la corteza orbitofrontal se encuentran relacionadas con la modulación de la conducta impulsiva y agresiva. Uno de los casos clásicos en la literatura es el de Phineas Gage, quien después de que una varilla de acero destruyo prácticamente su corteza prefrontal, (particularmente su corteza orbitofrontal derecha) comenzó a presentar cambios notables en su conducta, dichos cambios incluían principalmente irritabilidad, impulsividad y agresividad (Damasio 1994). La corteza orbitofrontal forma parte de la corteza de asociación límbica (circunvolución del cíngulo, circunvolución parahipocampal, corteza entorrinal) que recibe información básicamente de las áreas sensoriales de orden superior y de las cortezas de asociación temporo-parietal y prefrontal, proyectando principalmente a la amígdala y al hipocampo Los estudios de caso reportan de manera típica la ocurrencia de signos asociados a la personalidad antisocial después de la lesión de esta corteza, dichos signos de manera característica incluyen el pobre control de impulsos, la agresividad explosiva, expresiones verbales inapropiadas (coprolalicas y en volumen desmedidamente alto), locuacidad y pérdida de sensibilidad interpersonal. Esta falta de la regulación en el estado afectivo y en la conducta pueden ocurrir mientras el funcionamiento motor, sensorial y cognoscitivo permanecen relativamente intactos (Brower 2001) En otros estudios realizados con veteranos de guerra que habían sido heridos en áreas frontales de su cerebro, se reportó un incremento en la conducta antisocial en general, mostrándose particularmente un aumento en el número de peleas, el daño en propiedad ajena, y en general se ha establecido una asociación significativa entre el incremento de la conducta agresiva y la lesión de la corteza orbitofrontal (Grafman 1996). Recientemente los estudios de imagenología en poblaciones violentas y agresivas consistentemente muestran una correlación entre la actividad frontal y la conducta agresiva. Por ejemplo, en un estudio de Resonancia Magnética (RM) en el que se compararon varios grupos dentro de los que se encontraban un grupo con desorden de personalidad antisocial, un grupo con trastornos psiquiátricos, otro grupo con dependencia a sustancias y los respectivos controles, mostró que el grupo con desorden de personalidad antisocial era estadísticamente diferente a los otros grupos en tres indicadores: más crímenes violentos, más síntomas psicopáticos y finalmente en una disminución general del volumen de materia gris prefrontal (Raine 2000). Resultados similares se han observado en pacientes con epilepsia del lóbulo temporal que presentan episodios recurrentes de agresividad, cuando son comparados con sujetos normales o con pacientes con epilepsia del lóbulo temporal que no presentan estos episodios, la RM muestra una significativa reducción en el volumen de materia gris frontal en el grupo de con episodios recurrentes de agresividad (Woerman y cols 2000). En una serie de estudios de Raine y cols (1998; 2000) examinaron mediante el uso del PET a un grupo de convictos acusados por asalto con violencia o asesinato, los resultados de sus estudios mostraron que estos individuos presentaban un decremento significativo de actividad metabólica en la cortaza prefrontal durante la ejecución de tareas de tipo cognoscitivo. Un análisis posterior mostró que la disminución de la actividad metabólica ocurría exclusivamente en los sujetos con historias de vida carentes de privación psicosocial, esto es, la alteración del metabolismo se encontró en aquellos individuos que se desenvolvieron en ambientes sociales, familiares y educativos propicios, mientras que los sujetos con largas historias de privación psicosocial no mostraban disminución del metabolismo prefrontal. Estos datos sugieren que al menos en algunos casos el impacto del componente biológico es determinante en el génesis de la conducta agresiva. En virtud de que la amígdala es la estructura responsable de coordinar los elementos asociados a la respuesta emotiva y dado que la lesión de la corteza orbitofrontal produce una disfunción en la regulación de la conducta agresiva, se ha sugerido que la actividad de la corteza prefrontal podría ejercer una modulación de tipo inhibitoria sobre la actividad amigdalina. Los datos obtenidos a través de la tomografía por emisión de positrones (PET) han mostrado relaciones recíprocas entre el metabolismo de la glucosa entre varias áreas de la corteza prefrontal (incluyendo la corteza orbitofrontal) y la amígdala (Abercrombie y cols. 1996). La evidencia experimental también ha mostrado que la lesión de la corteza prefrontal interfiere con la extinción y la adquisición de una tarea de miedo condicionado, incrementando la respuesta de miedo al estímulo condicionado tanto en la adquisición como en la extinción del condicionamiento (Morgan 1995). En una evidencia aún más directa sobre el efecto de la actividad prefrontal sobre la respuesta amigdalina Quirk y cols. (2003) mostraron que la preestimulación prefrontal reduce la responsividad de las neuronas del núcleo central de la amígdala haciendo evidente un mecanismo de inhibición prefrontal sobre los núcleos amigdalinos. Esta evidencia sugiere la existencia de un mecanismo que subyace a la supresión de emociones negativas modulado por la actividad de la corteza prefrontal y sus proyecciones a la amígdala. Esta proyección prefronto-amigdalina podría ser importante para la identificación del significado emocional de los estímulos, lo cual permitiría que el organismo genere un estado afectivo en función de las condiciones del medio. Hasta el momento los estudios realizados han mostrado que la corteza prefrontal podría constituir un importante nodo de control para la expresión de la conducta agresiva, sin embargo, hasta el momento no se conoce si la actividad cerebral de la corteza prefrontal es diferente en los distintos tipos de expresión de la conducta agresiva (proactiva y reactiva). De acuerdo a la evidencia experimental se podría esperar que la actividad prefrontal y las áreas implicadas en la expresión de la agresión variaran entre agresores reactivos y proactivos. La evaluación de algunas poblaciones susceptibles a la expresión de la conducta agresiva es limitada debido a las dificultadas para acceder a estas poblaciones. Su estudio, permitiría conocer si existen diferencias cerebrales asociadas al tipo de agresión (reactiva y proactiva) en pos de diferenciar, procesos y estructuras relacionadas con cada uno de los tipos de agresión. En la actualidad no sólo la investigación básica de la conducta agresiva es escasa, sino que su estudio en poblaciones carcelarias también es prácticamente nula. Objetivo general Evaluar la respuesta electroencefalográfica y neuropsicológica que subyace a la conducta agresiva (reactiva-emotiva o proactiva-instrumental) y determinar si la actividad prefrontal es diferente entre los grupos de agresores. Objetivos Particulares Correlacionar la actividad eléctrica cerebral en términos de potencia absoluta, relativa y de coherencia interhemisferica con la conducta agresiva ya sea proactiva o reactiva. Evaluar la actividad eléctrica cerebral diferentes grupos de agresores de la corteza prefrontal y temporal en los Correlacionar la actividad eléctrica cerebral con las áreas de evaluación cognoscitivas de la escala neuropsicológica. Metas Científicas 1. Identificar con claridad los patrones de agresividad en los sujetos participantes asignándolos correctamente a los grupos. Estamos hablando de evaluar en este aspecto alrededor de 250 presos de las áreas de máxima seguridad y sujetos a protección para seleccionar al menos a catorce individuos para el grupo impulsivo-reactivo y otros catorce para el proactivo-instrumental. 2. Analizar los resultados de la evaluación neuropsicológica en búsqueda de algún patrón dentro del amplio espectro de funciones cognoscitivas que sea característico de alguno de los grupos agresivos. 3. La realización del registro electroencefalográfico nos permitirá evaluar la actividad cerebral asociada con uno u otro tipo de comportamiento, permitiendo evaluar de manera exhaustiva la actividad temporal y frontal. Metodología Sujetos: Los sujetos se encuentran confinados en el Centro de Readaptación Social “Morelos” en Atlacholoaya. Su confinamiento es resultado de un proceso legal y administrativo a partir del ejercicio comprobado de un acto sancionado por los códigos penales. Todos los participantes serán voluntarios y al finalizar el estudio recibirán una compensación monetaria ($500) por su participación en el mismo, la compensación económica no será de su conocimiento hasta que finalicen todas las evaluaciones. La muestra será seleccionada tratando de preservar una homogeneidad en la tipología del delito, se evaluarán varones cuya infracción involucre violencia grave y serán cuidadosamente divididos en el grupo de agresión reactiva y en el grupo de agresión proactiva. La inclusión en cada grupo dependerá de la naturaleza del delito cometido, evaluando si este fue provocado por un arranque emocional (p.e. crimen pasional) o existió una planeación del evento (p.e secuestro), asimismo, se realizara una entrevista en extenso donde se indagará sobre detalles de vida del sujeto para corroborar si el delito correspondió a una conducta habitual o se trata de una reacción extraordinaria y poco usual, con la intención de determinar si la conducta agresiva es una opción conductual constante en la vida del individuo. También se aplicará un cuestionario que utilizaremos para detallar sobre antecedentes familiares, laborales, sexuales y de salud. Una vez establecidas estas condiciones se seleccionaran 36 infractores, varones, diestros, mexicanos, institucionalizados, sanos, exentos de abuso de drogas por lo menos en los últimos 6 meses, con un rango de edad de entre 20 y 45 años, los cuales serán divididos en tres grupos. Los primeros dos grupos de doce sujetos cada uno estará constituido por sujetos agresivos reactivo-emotivos o por proactivos, mientras que el tercer grupo (control) (N=12) será seleccionado en el centro de observación y clasificación (COC) del mismo penal y estará constituido por sujetos masculinos entre 20 y 45 años con las mismas características de los grupos agresivos salvo que este grupo su conducta delictiva no estará relacionada con la comisión de actos violentos (por ejemplo, presos por delitos como fraude, falsificación etc) mismo que será corroborardo con las entrevistas sobre su historia de vida, adicionalmente recibirán un tiempo de lectura equivalente a la duración de la sesión terapéutica Otro grupo control fuera de la situación carcelaria será seleccionado entre adultos sanos de entre 20 y 45 años dentro de la población de profesores y trabajadores de la universidad Iberoamericana, mediante entrevista se verificará que los sujetos no presenten de manera usual conductas agresivas. Materiales: Para el registro de la actividad eléctrica cerebral (EEG) se utilizara el sistema de registro NEUROSCAN, el cual es un sistema de registro que cuenta con 40 amplificadores SciAmps con una frecuencia de registro de 20000 Hz. Los filtros a utilizar en el estudio serán de 2 a 32 Hz . Todo el sistema se encuentra instalado en una computadora Dell portátil. Para la evaluación neuropsicológica se utilizara el NEUROPSI que es una batería neuropsicológica breve, confiable, objetiva, desarrollada y estandarizada en México, (Ostrosky-Solís y cols. 1997) que permite evaluar un amplio espectro de funciones cognoscitivas. Incluye 26 subpruebas que evalúan las áreas de orientación, atención y concentración, memoria (codificación evocación), lenguaje, habilidades visoespaciales (copia y evocación de una figura) y funciones ejecutivas. Para los registros electroencefalograficos y de actividad neurovegetativa se utilizarán una serie de estímulos emocionales modificados de Lang y Cuthbert (1993) y estandarizados para poblaciones mexicanas por la Dra. Feggy Ostrosky. Dichos estímulos se ha verificado que en poblaciones normales generan una valencia emocional positiva, aversiva o neutra. Dichos estímulos serán presentados mediante un monitor de computadora mientras el sujeto es registrado. Se utilizará al mismo tiempo un segundo sistema de registro constituido por un sistema J y J I330-C2 con 4 amplificadores para el registro de respuestas vegetativas como: la respuesta galvánica de la piel, temperatura, frecuencia cardiaca, tensión muscular y esfuerzo respiratorio pectoral. Procedimiento: La selección de muestra se realizara con base a las características anteriormente descritas y el convenio previamente acordado con la Institución. Los criterios de selección de la muestra se definen bajo los preceptos del Código ético del psicólogo (Sociedad Mexicana de Psicología, 2002), así como bajo los estatutos y lineamientos que rigen aspectos éticos, sociales y profesionales de la Institución. Los sujetos serán seleccionados de acuerdo a una entrevista semiestructurada donde se tomará en cuenta el delito cometido, (secuestro, homicidio y violación), así como los aspectos que circunscriben al mismo (planeado o no planeado) auto reporte y descripción de las emociones en el momento del ilícito y el tipo de conductas agresivas que se dieron en el momento de la ejecución. Así como otros datos relevantes para la investigación (escolaridad, lateralidad, antecedentes familiares, historia de vida, estado de salud, usos de sustancias etc). La identidad de los sujetos su inclusión los grupos, su evaluación neuropsicológica y electroencefalográfica se manejara con un sistema de doble ciego para evitar sesgos. Una vez seleccionados los sujetos y evaluados de acuerdo al tipo de agresividad que los caracteriza se procederá a evaluarlos con la escala del NEURPSI de manera individual. La aplicación del instrumento y las entrevistas se realizaran en un cubículo de trabajo del hospital del penal, el cual presenta las condiciones de iluminación y otras condiciones que previenen variables ambientales que pudieran afectar la calidad de las sesiones individuales. Una semana después de la evaluación neuropsicológica se realizará un registro electroencefalográfico de 1 hora a través del sistema NEUROSCAN. El registro comienza con el sujeto sentado y relajado al cual se le colocarán electrodos de plata de acuerdo al sistema 10-20 internacional. La superficie del registro (cuero cabelludo) será limpiada con alcohol y posteriormente se utilizara un gel anti abrasivo para disminuir la impedancia de la piel. Se colocarán 11 electrodos (FP1, FP2, F3, F4, T3, T4, P3, P4, O1, O2, Cz) con referencia ipsilateral a lóbulos auriculares A1 y A2. Una vez colocados los electrodos se procederá al registro durante 60 minutos. Durante el cual se presentaran los estímulos emotivos de la escala de Lang modificada aleatortizando de manera contrabalanceada el orden de presentación de los estímulos a través de los sujetos. Al mismo tiempo se registrará la respuesta neurovegetativa de los sujetos a los estímulos emocionales, evaluándose la temperatura, la tensión muscular, la conductancia de la piel, la frecuencia cardiaca y el esfuerzo respiratorio pectoral. Grupo de trabajo e infraestructura disponible Para la realización de este proyecto se cuenta con el área del laboratorio de neurociencias de aproximadamente 100 m2. Nuestra institución nos apoya con servicio administrativo, secretarial, mensajería, teléfono, conexiones de red, papelería, consumibles de cómputo, asesoría en computación, material y servicio de limpieza. También contamos con un taller de instrumentación donde se realizan adaptaciones o se construyen cuestiones elementales de equipo El departamento de computo de la Universidad nos va a apoyar con las computadoras que requerimos en el proyecto, así como con programas convencionales de software. Adicionalmente se cuenta con el área del laboratorio de electrofisiología donde contamos con dos equipos portátiles para el registro de diferentes variables de actividad eléctrica. El primero de ellos el sistema Neuroscan constituido por el software SCAN4.3 y por el amplificador Nuamps de 40 canales. El segundo es un sistema de registro J y J I330-C2 con 4 amplificadores que registran respuestas vegetativas como: la respuesta galvanica de la piel, temperatura, frecuencia cardiaca, tensión muscular y esfuerzo respiratorio pectoral y abdominal. Para dirigir el proceso de registro y análisis de la actividad electrofisiológica contamos con la participación de la Mtra.. Cimenna Chao quien tiene una Lic. en Física (UNAM) y maestrías en Psicología Cognoscitiva (New York University) y Psicobiología (UNAM). En el penal contamos con la autorización del director Subsecretario de Readaptación Social del Estado de Morelos Lic. Jesús Antonio Tallabs Ortega para la realización de este proyecto. Dentro del penal se ha puesto a nuestra disposición el área del hospital para la realización de las evaluaciones. Estas áreas se encuentran aisladas, iluminadas y ventiladas de manera adecuada. Las autoridades del penal se han comprometido también a notificar a la subdirección de seguridad y custodia de los diferentes turnos de seguridad que laboran en la prisión, sobre la realización de la investigación, para permitir el traslado tanto de los internos participantes como de los investigadores al área del hospital, facilitando y protegiendo el desplazamiento y la estancia de los investigadores en las áreas del penal. Contamos también con la participación de la Fundación Emmanuel I.A.P coordinados por el Lic. José Alberto Carrasco Nicol, quienes realizan desde hace varios años labor voluntaria en poblaciones carcelarias y quienes por su labor se han ganado la confianza y el aprecio de los internos del CERESO Morelos. Los miembros de esta fundación se han comprometido a facilitar las relaciones internoinvestigadores y autoridades (subsecretaria de readaptación social, CERESO Morelos), a acompañar a los investigadores a través de las diferentes áreas del penal, durante las evaluaciones, entrevistas u otro procedimiento que se desarrolle durante la investigación. También colaborará con nosotros la pasante de la maestría en Orientación Psicológica Eloisa Lara Portal que utilizara los datos de electroencefalografía para su tesis de maestría. en Orientación Psicológica. Colaboran también las alumnas de la licenciatura en psicología de la Universidad Iberoamericana Marlene Calderon y Lorena Castro, ambas colaboraran en el registro electroencefalográfico, la evaluación neuropsicológica y el análisis. Estas actividades las cumplen en función llevar a cabo su servicio social. Referencias Abercrombie, H., S. Schaefer, et al. (1998). 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