Por ellos - La Taberna del Puerto

Anuncio
Un furgón blanco, sin distintivos, tomó el desvío hacia el camino del “Acantilado de los Tajos”.
El polvo que levantaba empezó a entrar por las ventanillas y tuvieron que cerrarlas. La
ausencia de aire acondicionado hacía que los dos hombres que iban delante empezaran a
sudar y a pensar si lo que estaban haciendo ayudaría en algo a su amigo. El camino empezó a
estrecharse, ya no faltaba mucho, pero al encontrar delante un socabón, el que conducía frenó
en seco y paró.. Se bajaron los dos. Llevaban una especie de bata blanca, se dirijieron a la
parte posterior del furgón y abrieron las puertas.
-
Como estás?
-
Bien, grácias.
El hombre que iba en la parte de atrás arrastró la maleta consigo y bajó al suelo de un
salto. Era alto y delgado en extremo, cualquiera hubiera calculado que tenía 45 ó 50 años.
Su aspecto encorvado, sus arrugas y su andar cansado daban una sensación de
ancianidad y su cabello blanco por las canas ayudaba a acrecentar esa sensación. En
realidad tenía solo 36 , pero la carga que llevaba a sus espaldas le pesaba como si fueran
rocas. Estaba sudando, dentro del furgón no había mas ventilación que un pequeño
ventanuco el la parte superior, así que al notar la brisa del mar se animó.
-
Aún no hemos llegado al acantilado, pero no podemos seguir.
-
Os lo agradezco mucho, habeis sido unos grandes amigos allí adentro y os doy las
gracias por haberme ayudado tanto. Espero que no tengais problemas por traerme
hasta aquí.
-
Tranquilo nadie se enterará. Era tu deseo desde que empezaste a reponerte. Volver a
ver el mar….No parabas de repetirlo, así que decidimos que en cuanto pudiéramos te
traeríamos y ya ves….
-
Además tu historia nos llegó al alma, no podíamos hacer otra cosa. Solo espero que no
cometas ninguna tontería, ahora que ya estás bien y que nos llames de vez en cuando
para saber de ti.
-
Os prometo que tendreis noticias mías.
Se abrazaron para despedirse, como amigos que eran. Siete años viéndose a diario a veces
te hacía sentir más cerca de otras personas que de tu propia familia.
Cojió la maleta y echó a andar hacia el mirador, no sin antes volverse y levantar la mano en
señal de saludo. Muchas veces había soñado con ese momento y ahora que había llegado no
sabía si estaba preparado. Mientras andaba se daba cuenta de que el nerviosismo se
empezaba a apoderar de él. Se paró y miró hacia atrás, escuchó a lo lejos el traqueteo de un
motor. Estaba solo, hacía mucho tiempo que estaba solo, su alma, si es que tenía, estaba
vacía, estos siete años en el sanatorio fueron inútiles en su vida y ahora iba a ponerles
remedio. No había dejado de pensar en lo que pasó ni un segundo de su existencia.
Cuando llegó al mirador soltó la maleta y avanzó hasta la valla de madera, se quedó de pie,
muy quieto, extasiado, escuchando, oyéndole rugir….allá abajo.
Pasaron varias horas pero él seguía allí de pie, el sol comenzaba su declive diario y de
pronto con una voz profunda y llena de resentimiento le gritó:
- ¡¡¡TE PERDONO, MALDITO SEAS !!!!
Y rompió a llorar sintiendo una mezcla de rencor y compasión
-Me ha costado siete años,-le dijo, como si hablara con un amigo-, pero ya no te odio ni te
aborrezco, no siento nada por ti. En todos estos años aprendí a vivir vacio y quiero que lo
sepas por mí y me gustaría que sintieras un solo segundo de mi existencia para que te dieras
cuenta del sentir de mi agonía. Es mucho tiempo, si la vida transcurre tan lentamente que
cada segundo es un sufrir eterno, una muerte en vida… te aborrecí si, porque te idolatraba.
Solo tenía tiempo para ti, mi mente no dejaba de pensarte, tú y yo, siempre en un duelo,
siempre juntos. Me sometí a ti y tú me respetabas, con mi barco, pescando, nadando,
escuchándote, meciéndome contigo, siempre tú y yo. Eramos viejos amigos, que estúpido fui.
Aquel dia, el dia en que mi alma murió, empezó como el dia mas maravilloso de mi vida, todo
lo que significaba algo para mí estaba allí ante mis ojos. Era un maravilloso amanecer en
nuestro barco, Sonia, con su cabello negro, su silueta a contraluz y el viento jugando con su
vestido, era hermosa; Alex aún no sabía andar y gateaba de un lado a otro con su cuerpecito
regordete, le gustaban los rociones, como a mí; mi barco que era mi escondite y mi cueva, mi
dulce hogar y tú, que eras mi tierra de dia y mi cuna de noche, mi luz y mi oscuridad.
Pero no era cierto, sobrabas tú, a ti no te eché de menos y a ellos sí.
Aquel dia supe que Alex y Sonia eran mi vida y tú que me conocías bien, también te diste
cuenta. Fuiste un egoista, un tramposo y sucio egoista, no me diste tiempo ni tregua, fuiste
rápido, envidioso de mi suerte, fuiste un traicionero. Me adormeciste como siempre lo has
hecho, me conoces y conoces mis debilidades, me acunaste y me quedé dormido y cuando
Alex se asomó para jugar contigo, en vez de jugar con él como siempre, te lo llevaste contigo,
su madre gritó, estoy seguro de que lo hizo, pero no la escuché, yo seguía dormido, se tiró al
agua, sin salvavidas, a por su hijo, a por mi hijo, como una gata, sin pensar y mientras,
seguías acunándome. Que soberbio!. No quisiste jugar con ellos, como otras veces, oiste
como me llamaban gritando?. A ti no te querían tanto como a mí, y te los llevaste. Me los
arrebataste para siempre, me quitaste lo que mas amaba en este mundo y me dejaste vacio.
Sé que fue eso lo que pasó porque tú me lo contaste, me desperté gritando sus nombres,
pero no estaban, lo sabías, lo preparaste. Eres un mezquino!.
Los encontraron en una playa, atados con el pañuelo de Sonia, abrazados, juntos hasta el
final, casi puedo escuchar como le cantaba aquella canción que le gustaba tanto, mientras se
alejaban de mí para siempre.
No puedo vivir así. A ti te he perdonado hoy, he venido hasta aquí para decírtelo, a mi no me
lo perdonaré nunca. Soy un muerto en vida, sus caras apenas las recuerdo, tiré todas las
fotos, todo lo que me recordara que un dia fui feliz, para mortificarme y que no pasara un
segundo sin forzarme a recordar lo que no volveré a tener jamás. Te odié con todo mi corazón
y mi alma y juré que no volverías a verme feliz, por eso hoy vuelvo a ti, pero no jugaré nunca
mas contigo, no podrás adormecerme, siempre los preferí a ellos antes que a ti.
Cruzó la valla de madera y echó a correr, abrió los brazos y cerró los ojos, pensando en ellos,
en Sonia y Alex, como siempre, como los recordaba, felices, ahora volverían a ser felices los
tres juntos, había pasado siete años ansiando este momento.
Mientras caía le invadió una sensación de sosiego, calma y paz.
Descargar