(des) figuraciones Carlos Rojas Reyes 1. (des) figuraciones “La diagonal se libera, se rompe, serpentea. La línea ya no hace contorno, y pasa entre las cosas, entre los puntos.”1 Ruptura de la forma clásica, línea de corte que se transforma en línea de fuga, en inicio de otra cosa distinta de sí misma, en emergencia de otros recorridos, Línea de construcción que se tuerce y se retuerce sobre sí misma, intentando liberarse de un abrazo cálido y mortal al mismo tiempo. Corte que termina por atravesar la piel, que termina por encontrarse del lado opuesto, que camina en su espalda y sonríe irónicamente. Partir de la figuración para ir más allá de ella en muchos sentidos, en diversas direcciones, a través de diferentes manifestaciones; para esto hace falta un repensar la noción de figuración para liberarla de su significado puramente representacional de una supuesta realidad estática que estuviera frente a nosotros y que se presentara ante nosotros como modélica. Este ha sido, sin lugar a dudas, un camino que ha recorrido el arte contemporáneo de muchas maneras. Se trata ahora no tanto de un ejercicio de reapropiación de las vanguardias que rompieron con ese concepto estrecho de figuración, sino de ubicarse en el borde, en el límite, en una estética de la frontera, en ese espacio en donde todo puede suceder, en donde las leyes son abolidas, las normas clausuradas. Por esto, empezar en la figuración para visualizar los modos en que esta se transforma en otra cosa, en que se des-figura, permitiendo la emergencia de otro fenómeno que proviene de un origen pero que le ha dado la espalda a ese origen. La figuración se ha convertido en un sólido y es necesario licuarla, hacer que otra vez fluya: “Los fluidos se desplazan con facilidad. Fluyen, se derraman, se desbordan, salpican, se vierten, se filtran, gotean, inundan, rocían, chorrean, manan, exudan; a diferencia de los sólidos no es posible detenerlos fácilmente –sortean obstáculos, disuelven sus encuentros con los sólidos...”2 Hagamos entonces un primer esfuerzo por fluidificar la figuración. Se nos ha dicho a lo largo de la historia del arte que una figuración es algo que recuerda, no importa de qué manera, la realidad y que, también, en cierta forma representa. Sin embargo, la representación no constituye el elemento central de la figuración; por el contrario, solo es plenamente obra de arte en la medida en que deja atrás a esta, en cuanto la supera, la rebasa en una dirección completamente diferente. 1 2 Deleuze y Guattari, Mil mesetas, p.515. Bauman Zygmunt, Modernidad líquida, FCE, Buenos Aires, 2005, p.8. Igual sucede con los planos narrativos o descriptivos de la obra: allí están inevitablemente ligados a la figuración, pero como tales deben ser trascendidos y sobre todo transgredidos, para que pueda verse detrás de ellos el cuadro. La figuración no es, fundamentalmente, ni representación ni narración. ¿Qué es, entonces, la figuración? Una forma de ilusión como todo arte, pero un tipo especial de ilusión. La obra de arte trabaja sobre la realidad, no tanto para interpretarla o comprenderla, sino para hacer que lo nuevo surja, rompiendo incluso los límites de un acercamiento privilegiado del arte como alguna forma de lenguaje. Esto no lleva a la tarea indispensable rebasar el acercamiento lingüístico al arte, largamente privilegiado por la crítica y la estética en nuestro siglo, en la medida en que la obra de arte antes que sea un signo –que también lo es de modo derivado o como una consecuencia-, es signo porque es obra de arte y no al contrario. Con la obra de arte ocupamos el plano pragmático, nos insertamos en la realidad para actuar en ella con “una voluntad de organización del campo de socialización de la percepción, en función de una actividad ordenadora del espíritu”3 La obra de arte, y especialmente en las artes plásticas, se aleja de las representaciones, y redefine las relaciones entre las funciones cognoscitivas y la apropiación del mundo, rompiendo la bipolaridad de las compresiones cotidianas y científicas, que permanecen en la oposición entre la percepción y la realidad percibida. El arte introduce drásticamente la imaginación en este campo de batalla: “...el signo plástico no es ni expresivo ni representativo de valores propios del espíritu creador o del universo, es figurativo; el signo plástico surge al final de un proceso de actividad a la vez intelectual y manual donde se encuentran elementos procedentes no de dos términos, sino de tres: lo percibido, lo real y lo imaginario.”4 Desplazándose de los mundos semióticos, escapando al nominalismo el arte es experiencia, de un modo particular. El arte y la figuración en este caso específico ha sido captado como un poderosos ampliador de la experiencia humana y de su sentido: “El arte es figurativo no porque el reflejo de una realidad conforme a lo percibido inmediato o institucionalizada, sino porque pone a la disposición de los individuos y de las sociedades un instrumento propio para explorar el mundo sensible...”5 El objeto artístico ha sufrido una drástica transformación, porque se ha trasladado del orden simbólico al orden pragmático, porque une precisamente la materialidad de la acción con los mundos imaginarios: 3 Deleuze, Bacon, La vue le Texte aux éditions de la différence, Turín, 1996, p.6. Ibid. P.7. 5 Id. P.8. 4 “De tal manera que al superar la teoría de la representación nos encontramos con que el objeto figurativo es el lugar en donde se entrecruzan: actividades materiales e imaginativas.”6 Así que el arte no surge de una facultad de reconocer la realidad de alguna manera, sino que guía a la percepción más allá de sí mima, la obliga no solo a reconocer sino a crear aquello que tiene que ver. El arte es ante todo un gran organizador de las sensaciones. Se trata, en nuestro concepto de figuración, de algo que está más allá de los estilos, las escuelas, las tendencias; estamos hablando de una forma de constituirse la voluntad de apropiación de la percepción y de la capacidad de organización de esa percepción que abre paso a un mundo de experiencias, ampliadoras del sentido de lo real. El arte como ampliador del sentido de la experiencia y como posibilidad de escapar al orden de la representación, permite reconceptualizar la figuración. Como dice Deleuze refiriéndose al “Entierro del Conde de Orgaz”: “...las figuras están eximidas de su rol representativo, entran directamente a relacionarse con el orden de las sensaciones celestes.”7 Y más adelante señale los caminos que la plástica puede seguir para escapar de la figuración como representación: “Existen dos maneras de superar la figuración (y a la vez lo ilustrativo y lo narrativo): o bien hacia la forma abstracta o bien hacia la Figura. A esta vía de la Figura, Cézanne da un nombre muy simple: la sensación. La figura es la Forma sensible...”8 2. (des) territorializaciones “Entre los regímenes de signos, el régimen significante alcanza, indudablemente un alto nivel, un alto nivel de desterritorialización...”9 “...líneas de desterritorialización que lo atraviesan y lo arrastran...”10 Patchwork que se fragmenta aún más, que abandona la geometría euclidiana para curvarse locamente tratando de morderse la cola; estampado que abandona por un momento el ritmo, que permite con su arritmia que movimientos que de una procedencia diferente hagan su aparición, que materiales diversos impongan sus texturas de una nueva manera, que inicien algo inédito, pero que una vez que se han instalado como territorios, son atacados por perros de presa de manadas extrañas, que traen consigo sus tramas y sus urdimbres. El arte como signo pero no de un significado que estaría por allí escondido, encubierto por una apariencias; es un significante que devora constantemente significantes que le 6 Id. P.9. Id. P.11. 8 Id. P.12. 9 Deleuze y Guattari, op.cit., p.517. 10 Deleuze y Guattari, op.cit., p.514. 7 preexisten, que están frente a él para ser devorados y producir otros significantes constantemente renovados, en una especie de incansable ir y venir, en una inquietud de sí que recuerda el movimiento infinito de la máquina demoníaca de Maxwell. Por lo tanto, en vez de pintarse aquello que está frente a nosotros, que se nos da de modo inmediato, como una especie de dato objeto, acudimos a nuestras sensaciones y las pintamos: “la sensación es aquello que es pintado”11 Es el camino de la sensación, que se desprende de la narración, de la necesidad de decir, de la linealidad del tiempo o de la representación fiel de la tridimensionalidad, lo que estructura la figuración, de tal manera que: “Entre un color, un gusto, un tacto, un olor, un ruido, un peso, existiría una comunicación existencial que constituiría un momento pathico (no representativo) de la sensación.”12 El arte quita los velos, separa de lo inmediatamente perceptible, aquello que está oculto y se aproxima a la experiencia del tiempo como tal: “Volver visible el tiempo, la fuerza del tiempo... volver sensible el Tiempo en sí mismo es la tarea común al pintor, al músico y, a veces, al escritor. Es pues una tarea fuera de toda medida o cadencia”13 3. (des) bordes “Son multiplicidades de masas y de manadas, no de clase; multiplicidades anómalas y nómadas... multiplicidades de devenir, o de transformaciones y ya no de elementos numerables y relaciones ordenadas; conjuntos difusos y ya no exactos... Desde el punto de vista del pathos...”14 Formas múltiples que se suceden unas a otras, que se secuencian sin seguir un patrón determinado, que estalla a cada paso para dar lugar a series de transformaciones, en donde cada paso aparecen órdenes solo para caer despedazados bajo la lógica de lo múltiple; conjuntos difusos, colecciones que únicamente tienen la cercanía del contagio, de un cierto y leve aire de familia, que se parecen más a una manada de animales independiente, antes que redil en donde cada pieza es casi idéntica a la otra. Aquí se abre el arte a un pathos, a una afección, a una estética fronteriza que no sabe exactamente de qué lado está, que roza el exceso, pero que no deja de echarle una mirada al pasado. En un segundo momento necesitamos introducir en este nuevo concepto de figuración, la desfiguración: someter a la figuración a otros principios, órdenes, fuerzas, que le hagan cambiar de plano, que le obliguen a desplazarse, que se alejen de cualquier lógica de reconocimiento, de parecido, de reflejo de la realidad. 11 Deleuze, op.cit., p.13. Ibid. p.14. 13 Id. P.15. 14 Deleuze y Guattari, op.cit., p. 515. 12 “Un conjunto probable (primera figuración) ha sido desorganizado, deformado por los trazos manuales libres que, reinsertados en el conjunto van a formar la Figura visual improbable (segunda figuración).”15 La temporalidad que introduce la obra de arte quiebra los ritmos conocidos, el fluir uniforme de los cronómetros, introduce en la linealidad de la historia, su propio devenir: “...siente bien que la temporalidad histórica está llena de ritmos, de vientres y de nudos, de períodos y de épocas...”16 Temporalidad que dispersan el tiempo, abriéndolo el campo de la experiencia, permitiendo que nuevas formas de posible imaginarias, posibles o no, se vuelvan visibles, habiten los espacios homogéneos de los órdenes sistémicos. Creatividad que se vuelve “vitalidad histórica”: “llena de ramificaciones y de bifurcaciones, la arborescencia es por lo tanto el modo de la vitalidad histórica.”17 De aquí derivan las artes plásticas su capacidad de irrumpir en el tiempo, la apertura a otros mundos experienciales, a sensaciones de las que no nos creíamos capaces: “El evento es del orden de la interrupción y de la insurrección, del orden del calendario que celebra y no del reloj que se contenta con marcar el tiempo. El quiebra la homogeneidad linear, reemplaza la vida espacial, niega la abstracción de la temporalidad moderna.”18 15 Deleuze, op.cit., p.16. Ibid. p.18. 17 Id. P. 19. 18 Id. P. 10. 16