Habilidades para perdonar

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18. Desarrollando la habilidad para perdonar
“Todos tenemos la capacidad de perdonar, pero pocos lo ponen en practica “
Imagina el siguiente caso, tú contratas a Felipe recién egresado de la universidad. Lo
entrenaste y compartes generosamente tus conocimientos con él. Lo mandas a
capacitarse, cubres todos sus costos y le consigues beneficios especiales en la empresa.
Tú siempre tuviste una relación con él mas allá del trabajo, lo sentías como un hermano
menor a quien debías apoyar.
Un día llegas a tu oficina y ves la carta de renuncia de Felipe en tu escritorio. Tú te
preguntas qué pasa, y te dicen que Felipe fue contratado por la competencia en un mejor
puesto y con un mejor sueldo. No lo puedes creer. Felipe nunca te dijo nada, ni siquiera
te dio la oportunidad de conversar del tema. Ahora Felipe se va a la competencia a tratar
de quitarte tú propio mercado y con todos los conocimientos que tú le entregaste.
¿Cómo te sentirías si algo así te ocurriera? Como mencionamos la semana pasada, esta
es una típica historia de agravio. Son estas historias las que se instalan en nuestra
mente, nos roban nuestra tranquilidad y nos inundan de emociones negativas.
El problema es que son como inquilinos que vienen con la excusa de tomar una
habitación temporal en nuestra mente, pero se quedan para siempre. Lo peor es que son
inquilinos que destruyen, hacen ruido y molestan. Sin duda la situación de deslealtad de
Felipe es compleja y a cualquiera lo afectaría emocionalmente, pero cuando nos
aferramos a las historias de desagravio, perdemos la oportunidad de ser felices y de
estar en paz.
“las historias de desagravio son como cuchillos que nos clavamos, nos hacen
doler, pero no nos esforzamos para sacarlas de nuestra mente.”
Tenemos que hacernos el hábito de disolver las historias de agravio y evitar que se
instalen en nuestro interior y nos hieran emocionalmente. A continuación, planteo algunas
sugerencias.
Las reglas forzables:
Una regla forzable es una expectativa de cómo algo debe ocurrir o de lo que alguien
debe pensar, pero que en realidad no depende de nosotros. En una regla forzable,
tenemos la ilusión de que tenemos algún control sobre las cosas, pero la verdad es que
están fuera de nuestro alcance.
Por ejemplo en el caso de Felipe, quien se fue a la empresa de la competencia, se rompió
la regla forzable, “las personas deben ser siempre leales” o “las personas deben ser
siempre agradecidas”. Sin duda comparto estas reglas, me encantaría que siempre se
cumpliera, pero tengo que aprender que no dependen de mi, están fuera de mi círculo de
influencia.
Al romperse una regla forzable, nos molestamos por dos motivos: porque nos
decepcionamos y porque fallamos al pensar que la regla se debería cumplir. Pero al tomar
conciencia de que, se cumpla o no, no depende de nosotros, uno siente que la carga
negativa del problema disminuye. Si entendemos que no está a nuestro alcance, estamos
liberándonos de un ataque a nuestra identidad, a nuestra sensación de competencia,
porque, inconscientemente, estábamos asumiendo que nosotros si éramos responsables.
Cuando tu estas manejando tu auto y una camioneta se te cruza haciéndote frenar de
golpe, probablemente te molestes y reniegues contra del conductor. Pero si tú piensas
que cumplir la regla forzable “la gente debe manejar con respeto” no depende de ti, la
sensación de amargura disminuye. Tú puedes pasarte gritándole a ese conductor las
palabras que quieras, pero no puedes controlar su modo de manejar.
La próxima vez que tengas una sorpresa desagradable, cuando las cosas no salgan como
tu esperas o cuando la gente no se comporte como tu quisieras, tarta de identificar que
regla forzable estas tratando de que se cumpla. Toma conciencia de que no depende de ti
y aligera tu carga negativa.
El mundo no solamente consiste en ti:
Algo que he aprendido en la vida es que en un conflicto entre 2 personas hay siempre 2
historias. Por más evidente que sea para mí que la otra persona tiene toda la culpa del
problema, es probable que exista información que no maneje y que me pueda dar una
perspectiva diferente del conflicto. Intentemos ponernos en el lugar de la otra persona
implicada en nuestra historia de agravio y comprender su punto de vista. Si podemos
pedirle a la otra persona que directamente nos de su perspectiva del problema, aún
mejor.
Por otro lado, cuando uno sufre una sorpresa negativa e inesperada, tendemos a pensar
que somos los únicos a los que nos pasan esas cosas, pero la realidad es que a diario a
miles de personas se les cruzan otros autos en la calles, les faltan el respeto, les son
desleales o sus hijos no cumplen sus promesas. Cuando nos ocurre un problema, somos
como una avestruz que introduce su cabeza en un hoyo y no mira a su alrededor.
Levantar la cabeza y constatar que no somos los únicos nos libera nuevamente de la
sensación de incompetencia y reduce la intensidad del mal momento.
Por último, piensa cuantas veces tú te has equivocado en el pasado y has sido perdonado
por otros. Uno no es perfecto, también te equivocas y debemos tomar conciencia de ello,
lo que nos ayuda a ser más comprensivos y benevolentes con los demás.
Pasando de la culpa a la contribución:
Cuando pensamos en culpar a alguien, nuestra intención es liberarnos de la
responsabilidad de un problema. Cuando pensamos que ambas partes contribuyen a un
problema, asumimos nuestra responsabilidad en el conflicto.
La culpa nos convierte en victimas. En cambio asumir nuestra contribución en el
problema nos convierte en protagonistas de nuestra vida. Quedarse como víctima tiene el
beneficio de que nos ayuda a ganar simpatía de los demás, buscando que se apiaden de
nosotros, pero la posición de victima esconde la salida de la habitación del dolor y nos
encierra. Como hay siempre dos historias en un conflicto, siempre hay dos contribuciones
en un problema.
Cambiando de canal:
Tendemos una tendencia a contar repetidamente nuestra historia de agravio. Es como si
contarla nos diera una sensación de alivio temporal, de ser comprendidos y apreciados, y
nos ayuda a reafirmar nuestra posición. Pero no soluciona el problema, y la sensación
de bienestar temporal se desvanece y se transforma en rabia, rencor y emociones
negativas.
Cada vez que contamos una historia de desagravio, cavamos más nuestro propio pozo y
se nos hace más difícil salir de él. Un buen consejo es cambiar de canal del odio y de la
rabia al canal de la paz. Es decir hable de otras cosas que lo ayuden a mantenerse en un
estado más positivo.
http://www.ecoschile.cl/ProyectoFelicidad/
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