Documento 139629

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INDIVIDUAL PAPER- IPA CONGRESS-RIO 2005
SOBRE LA POSIBILIDAD DE QUE ALGUNAS ACCIONES INVOLUNTÁRIAS DEL
ANALISTA SEAN BENÉFICAS PARA EL PROCESO ANALÍTICO
ROOSEVELT M. SMEKE CASSORLA
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RESUMEN: En el proceso analítico se verifica a veces que el analista efectua
acciones involuntárias,
por ejemplo, “acting-out” y “enactments” que le dejan
constreñido, con la sensación de haber cometido una falta. En este trabajo se discute
la posibilidad de que algunas de esas acciones, de origen inconsciente, puedan
redundar en beneficio del proceso analítico. Sin embargo, ese beneficio sólo se lo
percibe posteriormente en el decurso del proceso, lo que sorprende al analista.
Baseándose en el estudio de material clínico, se propone que en esas situaciones
analista y paciente se envuelven en un proceso comunicativo inconsciente, que
enriquece el contacto de ambos. El constreñimiento vivido por el analista se lo ve no
sólo como percepción de la posibilidad de un error, sino también como resultado de
la amenaza de una mayor movilización de aspectos inconscientes, fenómeno que no
interesa a la resistencia, al dificultar que el analista continue la observación neutra de
las consecuencias de su acto.
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_______-
Durante un proceso analítico, el analista puede sorprenderse efectuando una
intervención espontanea, sintiéndose después constreñido por la convicción de que
su intervención no fue adecuada, distanciada a cerca de lo que está ocurriendo en el
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proceso. Supone que
se dejó envolver por algo, proveniente de sus propios
conflictos, acabando en un “acting-out”, una descarga, y no en un pensamiento
relativo a la situación.
En general, se verifica que esas intervenciones son perjudiciales y que
corresponden a un deterioro de la función analítica, por problemas del profesional o/y
por este haberse dejado arrastrar por los aspectos proyectados dentro de él por el
paciente. RIESENBERG-MALCOLM (1986) señala: “Para evitar malentendidos, quiero
resaltar que no me parece que las acciones involuntarias del analista sean
terapéuticas en el análisis. Al contrario, ellas agregan dificultades al trabalho
analítico...”.
Curiosamente, en algunas situaciones clínicas, ocurren indícios de que las
acciones involuntárias pudieron ser útiles. Discutiremos esta posibilidad.
1. OBJETIVOS:
Se propone que “acting-out” y “enactments”, efectuados inconscientemente
por el analista, no son siempre perjudiciales, y pueden resultar de la captación
inconsciente de aspectos del paciente todavía no simbolizables, con los que el
analista se identifica. Eses actos, al ser entendidos posteriormente sorprenden por
haber sido provechosos para el proceso analítico. Y ese provecho se iniciaría, aun
antes de su compreensión.
2. ILUSTRACIÓN CLÍNICA1
S. es un químico que me fue enviado para análisis por W., un amigo suyo,
psicoanalista, que le conoció cuando estudiaba en Europa. W. es mi conocido y yo lo
admiro como persona y profesional. S. pasaba desde el comienzo una sensación de
soledad y de desvalimiento, como si no hubiese tenido una pareja parental que le
proporcionase seguridad interna. Sus quejas recordaban
las de un bebé
desesperado, incomprendido y perseguido por objetos confusos y confusionantes,
de los que intentaba defenderse mediante ruminaciones obsesivas.
1
El material clínico es presentado obedeciendo normas de sigilo ético.
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Después de tres años de análisis de cuatro sesiones semanales, las defensas
más primitivas (escisiones e identificaciones proyectivas) disminuyeron y el analista
sentía que el trabajo evolucionaba bien, el paciente colaborando y mostrando mayor
coesión y enriquecimiento del mundo interno.
2.1. LA ACCIÓN ‘’INVOLUNTARIA” DEL ANALISTA
Al final del tercer año de análisis, iría a ocurrir un Congreso de psicoanálisis,
para el que estaba invitado el analista W., amigo de S. y de su analista. S. no sabía
nada sobre eso.
Al término de la última sesión, antes del Congreso, el paciente hablaba sobre
episodios ocurridos en Europa con su amigo W. Al encerrar la sesión, el analista se
sorprendió diciendóle a S. que su amigo, el analista W. vendría de Europa, al final de
semana, para un Congreso.
El analista se sintió perplejo por haber introducido un tema extraanalítico. Se
preguntó de donde había venido tal frase, sintiéndose constreñido y con la sensación
de haber cometido una falta. Pero antes que tuviese tiempo de reflexionar, se da
cuenta de que S. habla entusiasmado, indagando detalles de la venida de W., si sería
posible encontrarlo, etc.
El analista todavía constreñido, no sabiendo como abordar la situación, pasa a
S. lo mínimo de datos, indicándole como obtener otras informaciones. S. agradece
satisfecho y dice que va a hacer lo posible para encontrarse con W.
El analista continuó incomodado, con la sensación de haber tenido una especie
de deterioro mental.
Predominaba la sensación que el proceso analítico sería
perjudicado y que las próximas sesiones serían difíciles,
pero por otro lado, se
sentía curioso a cerca de si S. se encontraría con W. y de lo que ocurriría en el
análisis. Se preguntaba de donde venían tales ideas y sentimientos, sin encontrar una
pista segura.
Durante el Congreso, el analista “se olvidó” de S. Cuando fue asistir a la
presentación del analista W. se sentó en la última fila, ya que la sala estaba repleta.
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Desde su lugar podía observar a todos los asistentes y al ver a un expaciente, se
acordó de S. Se sintió aprensivo y pasó a buscarlo con la mirada por la sala. Al no
encontrarlo se quedó aliviado.
El analista asistió tranquilamente a la presentación de su colega W. y se sintió
a gusto al participar del debate, sabiendo que, si S. estuviese presente, eso sería más
dificil. Cuando la presentación estaba terminando, el analista se sorprendió al ver que
S. estaba sentado a tres sillas de la suya, a su derecha. No sabía si él estuvo alli el
tiempo todo o si había acabado de entrar. La segunda posibilidad era improbable,
pues la sala estaba llena y había personas de pie.
2.2. PRIMERAS HIPÓTESIS
Las acciones efectuadas por el analista por conflictos suyos son consideradas
como “acting out” del analista. ROUGHTON (1993) sugiere el término “acción
patológica” para los actos que no tienen relación con el proceso analítico. En la
situación descrita el analista estaba entusiasmado con el Congreso y tal vez no había
tenido condiciones de efectuar una escisión adecuada, “invitando” a S. como lo
hiciera con miembros de grupos de estudio. Así se habría constituído la “acción
patológica”, al analista introducir un asunto que no tenía nada que ver con el proceso
analítico, por posible perturbación de su función analítica.
Sin embargo el único paciente a quien se avisó fue S., y el analista tenía en
análisis algunos profesionales del area psicológica, que también no sabían del
Congreso y ciertamente se interesarían. Estaba claro que la “invitación” tenía que
ver con su colega W.
Acto seguido, el analista piensa si no se habría identificado con aspectos de S.,
deseando que este no perdiese la oportunidad de rever a su amigo W.;
pero, al
comunicar la presencia de W., incluyó a S. en el ambiente del Congreso, percibiendo
que eso podría interferir en el proceso analítico. Luego se le ocurrió una hipótesis
curiosa: ¿ será que él (analista) no avisó a S. de la presencia de W. como una forma
de agradecer a W. por la indicación y de demostrarle el progreso analítico de S.? Pues
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el analista estaba seguro de que S. comentaría favorablemente su proceso analítico al
hablar con W. El analista se percibió como un hijo, demostrando al "padre" W. que
estaba correspondiendo a la confianza que aquel le había depositado. El analista se
quedó asustado con esta posibilidad, señal de contaminación del proceso por
aspectos suyos. No abandonó la hipótesis, pero se resolvió a observar más el
material posterior del paciente y sus propias fantasías.
Ampliando las posibilidades, el analista se observa pensando que también
podría haber sido afectado por otros factores relacionados con el paciente,
identificándose complementarmente (RACKER, 1960). Podría incluso haber una
captación de aspectos inconscientes de S., mas el analista no tuvo condiciones de
percibirlos y simbolizarlos. Por lo tanto se habría constituído un “enactment”
(BATEMAN, 1998; ‘PANEL’, 1999), y el analista “pone en escena” aspectos de sus
propios conflictos no resueltos, sin comprenderlos, estimulado por aspectos del
paciente introducidos en él.
El analista piensa si no podrían haber sido movilizados algunos de sus
aspectos narcísicos, activando fantasías competitivas. Por eso tendría inducido a S. a
ir al Congreso, para mostrale su “superioridad” y la del psicoanálisis. El analista
haría que el paciente se sentiese inferiorizado delante de él, pues le admiraría y le
invidiaría, “exibiéndose” a un “voyeur” que se sometiría a él. La referida posibilidad
le es reforzada por su otra “acción”, al olvidarse de S. y al no verlo después en la sala
mientras el analista
se "exibía", al participar activamente del debate. El analista
pensó en la posibilidad de haber actuado el deseo de derrotar un “hermano menor”
por la atención dada por W., como “padre”. Sus ideas a cerca de estar actuando una
dominación sobre S. le hicieron más sentido al recordarse del inicio del proceso
analítico, cuando S. cuestionaba mucho al psicoanálisis y lo comparaba a su area de
investigación. Hubo entonces necesidad de trabajar las fantasías competitivas, de
dominación, sumisión homosexual y envidia del analista y del proceso analítico.
Habría, por lo tanto, una identificación del analista con aspectos sadomasoquistas de
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S. El hecho del paciente haber acompañado los movimientos del analista, yendo a la
reunión, etc. fortalecían la hipótesis, pues estaría ocurriendo un “enactment” en el
que analista y analizando contraescenaban aspectos proyectados e introyectados por
ambos. El profesional entendió que esa hipótesis era bastante posible, pero no
abandonó la posibilidad anterior, la de “permitir generosamente” que S. no perdiese la
oportunidad de ver a W. Pensó en la coexistencia de las dos posibilidades, en la
presencia simultanea de elementos amorosos y competitivos. Todavía más, el analista
tenía una fuerte impresión de que todo iría quedarse claro en las sesiones siguientes.
2.3. LA SESIÓN POSTERIOR A LA ACCIÓN INVOLUNTÁRIA DEL
ANALISTA
El lunes S. comienza diciendo que su sábado fue fascinante. Luego por la
mañana percibió que su mujer estaba irritada, queriendo pelearse con él, lo que no
era raro. Pero diferentemente de otras veces, él consiguió tomar distancia de su
malhumor y evitó entrar en discusión. Por la tarde fue al Congreso y asistió a la
presentación de W. Entendió poco, pero lo que entendió fue muy interesante. Quería
quedarse para la conferencia que su analista iría a hacer luego, pero había entrado en
acuerdo de ir al cine con su mujer y con su hijo, de ocho años. Hesitó, pensó en
desmarcar el cine, pero reflexionando se acordó del malhumor que la esposa tuvo por
la mañana y pensó que también quedaría bien salir con la familia. Se fueron a ver “El
Gladiador” y tuvo muchos recuerdos de su niñez, de las películas históricas y
“westerns” y de la delicia que era ir con su padre. Era en el Cine R. y cuenta los
detalles (el analista nota que le vienen recuerdos personales, semejantes a los de S. y
se pregunta cuantas veces él no estaría en el mismo cine que su paciente, cuando
niño). S. se extiende contando detalles, la caminada hasta el cine, la compra de
golosinas, la sensación de tener el padre cerca de si, aunque él fuese de pocas
palabras, etc. Y dice: “Este es uno de los pocos recuerdos que tengo de mi padre. Y
es un recuerdo delicioso”.
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En este momento el analista interviene, demostrando a S. las coincidencias
entre sus recuerdos del padre, y sobre el sábado fascinante donde él estaba sentado
al lado de su analista, gracias a la invitación de él, asistiendo juntos a una
conferencia. Entonces S. se emociona, hace un largo silencio, mientras salen
lágrimas de sus ojos. El analista también se emociona y se siente alerta para los
sentimentos en juego en aquel momento.
Después de un poco, S. se recompone e indaga si puede hacer una pregunta al
analista. Este no dice nada y S. continua: “ ¿Por que el sábado en las conferencias la
mayoría de la platea estaba constituída de mujeres y las presentaciones fueron sólo
de hombres?. ¿ Y, por que solo los hombres de la asistencia participaron de la
discusión ?" Perplejo con su pregunta, al analista le viene el recuerdo de que la
primera cuestión levantada por la platea, el sábado, había sido de una mujer, pero su
pregunta fue bastante confusa.
Y que realmente después de ella solamente los
hombres habían participado de la discussión, hecho que el analista no había notado.
Ambos se quedan callados por algun tiempo. En seguida, el analista tiene la
impresión de que S. está queriendo hablar, pero que no lo consigue. Le pregunta si
quiere decir algo. El responde que sí, pero que tiene verguenza de decirlo. Se hace un
gran silencio. En seguida, vacilante, S. dice que había pensado en algo con mucho
prejuicio, machista. El silencio continua y cuando va quedándose pesado, S. dice:
“!Qué burritas son las mujeres!”
Instantaneamente el analista se imagina la mujer que colocó la primera
cuestión el sábado, pero sobrepuesta a la de una mujer-madre, confusa e incapaz de
entender las necesidades de su bebé. Era algo extraño y al mismo tiempo bastante
claro, y nada tenía que ver con las pocas informaciones que S. había traído sobre su
madre. Sin embargo, esa imagen no le posibilita al analista de articular alguna idea
comunicable, quien continua observando el campo analítico.
Luego después, como si cambiase de asunto, S. relata una serie de episodios
en que él se salió bien: un proyecto de investigación que estaba dando resultados
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sorprendentemente buenos, una invitación internacional honrosa, etc. El analista se
siente sorprendido, porque le parece que es la primera vez que S. revela claramente
bastante confianza, pudiendo compartirla con el profesional, sin el tono lamentador
que acompañaba cualquier información, aunque fuese buena. Después de tantas
buenas nuevas, S. dice que tiene un problema: va a ir para el exterior de aqui a
algunos meses y tiene dos invitaciones, pero que tiene que optar por una de ellas. La
primera es de una mujer, persona importante en su area y no quedaba bien recusarla.
Pero prefería la segunda, de un hombre que admira mucho. Optar por el hombre
podría traerle problemas con la mujer, que ocupa cargos de poder. No sabe lo que
hacer. El analista complementa automaticamente: “Ud. me dijo hace poco que ‘las
mujeres son burritas’...”. El analista iba a continuar, pero S. está riéndose, y diciendo
que es eso mismo, que el hombre al que quiere ver en el exterior es mucho más
inteligente que la mujer. Como no hay más tiempo, el analista encierra la sesión,
aunque no muy a gusto por la cantidad de material incomprendido. Ya en pié y contra
su costumbre S. dice: “Perdón, sólo una pregunta más: los participantes de las
presentaciones eran todos médicos?” El analista opta por responderle, aunque siente
dudas de estar procediendo correctamente. Y se da cuenta de que todos los analistas
participantes en el sábado eran médicos o psicólogos..., excepto uno..., cuya
formación inicial era... química! El analista le pasa a él esa información, posiblemente
sin esconder su sorpresa. S. dice aliviado: “Ah, yo ya sabía que no había que ser
médico para hacerse analista – sólo quería confirmarlo”.
Cuando S. se marcha, el analista está con la sensación de que la sesión,
aunque llena de misterios, había sido deliciosa, aunque no subiese exactamente su
motivo. La misma palabra que S. había usado al hablar sobre el sábado, haber ido al
cine con su padre, etc. y entonces el profesional se pregunta hasta que punto la
identificación de S. con él como figura masculina no estaría siendo idealizada. Pero
continua todavía más curioso al intentar descifrar sus varias “actuaciones”, desde la
“invitación” para el Congreso hasta las respuestas a sus cuestiones en la sesión,
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pasando por el “no verlo” en la sala. Por eso, escribe algunas notas para poder
pensar la sesión posteriormente.
2.4. DISCUSIÓN
El analista percibe, entonces, que al contrario de sus hipótesis anteriores, en la
sesión el paciente estaba agradecido por el “sábado fascinante” y que no se sintió
disminuído en el Congreso. Pensó que los aspectos amorosos predominaron sobre
los posibles aspectos competitivos. S. quería quedarse para la conferencia del
analista, pero prefirió cumplir su compromiso de ir al cine con su mujer e hijo. En ese
momento le vienen recuerdos de su infancia, nunca relatados, relacionados con la
“imago“ buena del padre, que le traen recuerdos propios al analista. La interpretación
sobre la identificación proyectiva de aspectos paternales en el analista hace sentido
al paciente, demostrando predominancia de los aspectos amorosos en relación con el
“analista padre”, lo que es seguido por un diálogo a cerca de si las mujeres son
“burritas”. Supongo que en este momento el paciente quiso discutir la contraparte del
padre idealizado: la mujer “burra”, confusa. Hay un cierto orgullo en el paciente al ver
su “padre-analista” superior a las “mujeres-madres burras” (S., hijo único, fue criado
en medio de tres mujeres: su madre y dos tias). Se percibe una idealización de la
masculinidad y una desvalorización de la figura femenina. Parece haber una
estimulación al analista a concordar de que las mujeres son “burras”, como una
conspiración machista. S. comprende mal la intervención incompleta del analista
sobre las opciones entre escoger un hombre o una mujer en su viaje.
Ya en la primera frase de la sesión, la esposa malhumorada fue neutralizada y
S. no se dejó contaminar y salió en busca de hombres: del analista y de W., “padres”masculinos que además “derrotan” mujeres no continentes. Pero al llevar a la mujer y
al hijo al cine, pudo dejar al padre-analista y asumir el papel masculino como padre y
marido, identificado con hombres, posiblemente estimulado por el encuentro con su
analista y W. Todo eso le fascina, aun más por recordarse del padre de la infancia que
le proporcionó recursos (cine -> visión; gladiador -> energia masculina; golosinas ->
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alimento; oir -> atención; caminando junto -> compañerismo). Se siente agradecido al
analista por eso, dividiendo con él sus victorias (hecho sorprendente), como un hijo
con su padre.
Lo más curioso en el material es que podemos suponer que aun antes de la
comprensión de lo que estaba ocurriendo, las acciones del analista fueron
productivas. Este es el objetivo principal de este trabajo. Los hechos relatados,
nuevos (no pelear con la mujer, recordarse de su padre amorosamente, hacer con
gusto el papel de padre y marido),
ocurrieron después de las “actuaciones” del
analista y antes de su interpretación. Evidentemente, su compreensión profundizó el
proceso, trayendo nuevos elementos.
Un bosquejo
especulativo teórico comprendería el esquema seguiente: el
analista, identificado en parte con configuraciones inconscientes del paciente, las
pone en escena. Este sería el primer paso para aproximar
contenidos no
simbolizables en algo sígnico, en este caso en la acción. Esta incluye también otros
signos: gestos y sentimientos sutiles, tono y timbre vocales, mirada, aspectos
corporales, etc, que movilizarían configuraciones internas del paciente. Poco a poco,
por mediación de esos signos, esas configuraciones se presentarían a través de
bosquejos de símbolos, cada vez más complejos, hasta alcanzar la palabra hablada y
la posibilidad de pensar. El modelo utilizado reproduce la capacidad de “reverie” de la
figura materna, que capta comunicaciones inconscientes de su bebé y poco a poco
las hace simbolizables (Bion, 1962).
Intentando comprender las primeras hipótesis hechas, el analista pensó que
posiblemente
también
habían
sido
puestos
en
escena
aspectos
suyos,
complementares a a los de S. Cuando S. reconoció los recursos masculinos que
recibió del padre, el analista percibió que también se sintió como alguien que iría
demostrar a W. (tomado como padre) su “éxito”, sus recursos y lo bien que hizo a S.
Pero corrió el riesgo de “derrotar” al paciente-“hijo”/”hermano”. Eso podría significar
que el analista se había identificado con la dificultadad del paciente de entrar en
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contacto con el padre-figura masculina, sin que fuera en forma sadomasoquística.
También entraron en juego aspectos propios del analista. Esa suma total produciría
los desencadenantes de la acción del analista, que, sin saberlo, había puesto esas
configuraciones (no simbolizables por S.) en escena. Eses elementos, introyectados
por S.
habrían permitido el inicio de la simbolización y verbalización de
configuraciones de S., en el lunes, viniendo a hacerse más complejas en el decurso
del trabajo analítico.
El complejo juego de identificaciones cruzadas entre S. y el analista vino a
confirmarse al final de aquella sesión, cuando S. quiere saber si todos los analistas
son médicos. Al reconocerse un químico se da una permisión implícita para que S.
pudiese ser analista, ser igual a su "padre". Y S. se queda feliz.
En resumen, se piensa que S. contraescena con los aspectos puestos en
escena por el analista, como un hijo a quien se permite identificarse cariñosamente
con el padre. Y el paciente habría comunicado por todos los medios posibles su
necesidad de “tener un padre” con quien pudiese identificarse. Se corrió el riesgo de
actuar una relación sadomasoquista, pero el aspecto amoroso predominó y S. se
identifica con el padre-analista,
pudiendo simbolizar sus sentimientos y sentirse
masculino.
No se puede descartar la posibilidad de que el analista haya sido alentado a
representar un papel seductor (sin excluir conflictos del analista), estimulando a la
escisión entre la figura masculina idealizada y la femenina denegrida. Pero eso no
ocurre porque el analista percibe rapidamente la distancia, la escisión entre hombres
“inteligentes” y mujeres “burras”. Eso es recuperado en las sesiones siguientes, que
no describiré por falta de espacio. En ellas S. muestra que se reconcilia con la figura
femenina. Después desafía al analista y al análisis, menospreciándolas y clama por
más “racionalidad”. El analista le pregunta sobre como sintió la “racionalidad” de la
“invitación” al Congreso.
S. afirma emocionado: “No creo que Ud. haya tenido
razones conscientes, pero creo que Ud. adivinó que eso movilizaría en mí todo lo que
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vimos en estas sesiones. Me fascina todo lo que está ocurriendo”. Y a continuación
trae un sueño en que claramente se reconcilia con sus objetos internos “madre”
(entendiendo su falta de amor) en relación con “padre”, y recupera la pareja parental
fértil y buena.
5.CONCLUSIONES
En este trabajo se intentó demostrar la posibilidad de que acciones
involuntarias del analista pueden redundar en provecho del proceso analítico.
CAPER (1995), al estudiar la dificultad en hacer interpretaciones mutativas
(STRACHEY, 1934) nos muestra
que al pensarlas el analista no coopera con la
escición y la proyección del paciente, y que la resistencia del paciente crea un
ambiente hostil al trabajo analítico. Al mismo tiempo, el analista tiene movilizada su
propia animosidad inconsciente por el análisis, “o su ligación inconsciente con la
escisión y proyección, lo que es la misma cosa”.
Fue propuesto, en la situación expuesta,
que el analista, aun sin tener
condiciones de utilizar lenguaje simbólica verbal, interfiere inconscientemente en las
defensas del paciente, efectuando una acción de la que se siente constreñido. Y este
constreñimiento, que a primera vista podría ser consecuencia de la percepción de no
haber
pensado,
podría
ser
también
consecuencia
de
haber
deshecho
inconscientemente el acuerdo tácito contra el surgimiento de aspectos inconscientes
compartidos por ambos miembros de la pareja analítica, identificados entre si.
Aunque concuerde con el peligro de los actos inconscientes involuntários,
pienso que todos eses procesos tienen también una función comunicativa como
elementos todavía no simbolizables. El aspecto condenatorio exacerbado de esos
actos quizá provenga precisamente de lo que ya hemos visto: la posibilidad de que
se movilizen fantasías inconscientes peligrosas (y por eso escindidas y no
simbolizadas).
Pero si consiguiese mantenerse tranquilo, tratando de separar lo que es suyo
de lo que viene del paciente, y observar lo que venga a ocurrir en el campo analítico,
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las reacciones del paciente y sus propios sentimientos, el analista podrá percibir que
su acto pudo haber sido una forma de “reclutamiento” como dice B. Joseph
(FELDMAN & SPILLIUS, 1989), como “role responsiveness” (SANDLER, 1976), que no
sólo tiene la función de controlar al analista, sino también de estimularlo para que
perciba como forma de comunicación lo que está ocurriendo inconscientemente. Y
que los actos efectuados por el analista (y en contrapartida por el paciente), frutos de
la comunicación inconsciente, pueden interferir en el mundo interno del paciente, que
se va a movllizar ampliando la comunicación inconsciente. Concomitantemente eso
lleva sus elementos constitutivos en dirección a signos más evolucionados, que
podrán culminar en la simbolización verbal2.
Por lo tanto, acciones involuntarias podrían provocar a veces cambios
psíquicos, aunque sólo se las comprenda posteriormente, cuando se las pueda
simbolizar por parte de uno o de ambos miembros de la pareja analítica. Eso no quiere
decir que aprobemos o estimulemos al analista a efectuar acciones. Pero por el hecho
de que ellas ocurran no nos da el derecho, antes de indagar su efecto, de denegrirlas,
perdiendo la oportunidad de sacar provecho de lo que ocurrió. Como dice Polonio en
“Hamlet”, y FREUD (1937) lo recuerda: a veces “nuestro cebo de falseamiento fisga
una carpa de verdad”
Si las hipótesis levantadas están correctas, habrá que estudiar detalladamente
los factores que posibiliten que esos mecanismos inconscientes redunden en
alteraciones provechosas del mundo interno. Los estudios de la relación madre-bebé
podrían
ser ciertamente el punto de partida para pensar sobre formas de
comunicación primitivas durante el proceso analítico.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
No consideramos, por consiguiente, acciones conscientes como las “acciones interpretativas”, discutidas
por OGDEN (1994).
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14
BATEMAN, A.W. (1998). Thick and thin-skinned organisations and enactment in
borderline and narcissistic disorders. Int. J. Psychoanal. 79: 13-25.
BION, W.R. (1962). Learning from experience. London: Heinemann.
CAPER, R. (1995). On the difficulty of making a mutative interpretation. Int. J.
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15
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d.16
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