PRESENTACION - Centro Cultural Metropolitano

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Reseña: María Antonieta Vásquez Hahn, Luz a través de los muros. Biografía
de un edificio quiteño, Biblioteca Básica de Quito 8, Quito: FONSAL, 2005
LA TRIBULADA HISTORIA DE UN EDIFICIO JESUITA EN QUITO
Alexandra Kennedy-Troya
Conocemos que durante el siglo XIX fueron paulatinamente desapareciendo
muchas de las edificaciones civiles coloniales y alguna que otra religiosa de
segundo orden. El remozamiento y modernización de las ciudades coloniales
se volvió casi una obsesión. Consolidada la independencia y reactivada la
economía durante la segunda mitad de la centuria, muchos jefes de estado
auspiciaron una imagen neoclásica que proyectara simbólicamente el nuevo
orden de cosas.
Esto fue precisamente lo que sucedió con una de las construcciones
emblemáticas de Quito. La antigua universidad jesuítica de San Gregorio
Magno y parte de sus dependencias al costado norte de la iglesia de la
Compañía de Jesús, habían sido derrocadas a principios del siglo XX con el
fin de construir la reestablecida Universidad Central. Hubo reacciones muy
duras, una de ellas, la del escritor y diplomático Gonzalo Zaldumbide, dice
mucho de lo que podía haber sentido un grupo de intelectuales que veía
perderse un importante patrimonio edificado cargado de significación
histórica.
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“¿Qué habéis hecho –decía-, hombres sin respeto, hombres sin escrúpulos,
hombres sin sentido de arte ni de la historia? Que fabrica es esta que se alza,
impertinente y flamante, al flanco de la vieja maravilla de piedra?
Bárbaros, abominables civilizadores, iconoclastas e ignaros, apartaos del sitio
que habéis deslustrado con vuestra vanidad insolente y torpe.
Dejadme recordar el antiguo claustro universitario, uno de los refugios mas
cargados de historia y mas hermosos, con la hermosura irremplazable de la
vetustez, mas ricos en su sencilla desnudez, vestida por la pátina de los
siglos.!” (Vázquez, p.178-179)
Quizás sean estas dolidas palabras de Zaldumbide las que en parte hayan
provocado el que la joven historiadora Maria Antonieta Vásquez Hahn (1961)
se animara a reconstruir la historia de uno de los sitios y complejos
arquitectónicos más cargados de historia del Ecuador. Como sabemos, la
historia del actual Centro Cultural Metropolitano, la Biblioteca Municipal y
demás dependencias, se encuentra íntimamente ligada con la educación y la
cultura de nuestro país desde los albores de la colonia en el siglo XVI, y con
muchos de los movimientos políticos independentistas que anidarían sus
ilustradas ideas en este lugar a finales del siglo XVIII. El médico, político y
escritor Eugenio Espejo lideraría desde la Biblioteca Nacional, instalada
precisamente en este mismo lugar, las ideas de libertad. Aquí mismo fue
encarcelado; aquí, los patriotas quiteños fueron finalmente fusilados en la
masacre del 2 de agosto de 1810. Mas la vocación educativa del lugar primó a
lo largo de su existencia; posteriormente, destacados políticos y científicos se
formaron en la primera Escuela Politécnica (1870-1876) creada por orden del
entonces Gabriel García Moreno tras restituir a la orden jesuítica y entregarle
el manejo de este centro de educación científico-técnica y gran parte del
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complejo que le había expropiado tras su expulsión en 1767 y 1852. También
nació el colegio nacional San Gabriel, nombrado en honor al citado jefe de
estado y donde se darían los milagros de la Virgen Dolorosa. Una vez que los
liberales tomaron el poder se clausuró la Escuela Politécnica y se restituyó la
antigua Universidad Central bajo la presidencia de Eloy Alfaro.
El nacimiento del sitio y sus posteriores edificaciones estuvo a cargo de la
orden jesuita y fueron ellos los que marcaron en buena parte la vocación del
sitio. En este lugar se construyó no solo el Seminario de San Luis que habría
de formar a decenas de religiosos y profesores, o los recintos de vida y estudio
de la orden, sino que se instaló, como dijimos, la Universidad de San Gregorio
Magno considerada como la más importante de la Audiencia de Quito allá por
los años de 1600. Se conoce que sus alumnos, una vez graduados, salían a
pasear por las calles de la ciudad, vestidos con sus bonetes y mucetas al
cuello,.de colores –blanco y negro- si salían de doctores, negro y azul, si de
maestros. (p.211)
Décadas mas tarde, en 1736, llegaría el padre milanesio, Charles la
Condamine y la Misión Geodésica Francesa. Además del conocido cometido
de medir los arcos del meridiano y de haber insinuado el futuro nombre de
nuestro país, llevaron el control sobre el nivel de pluviosidad en la ciudad y
usaron el laboratorio del colegio para purificar el mercurio a fin de continuar
sus experimentos con el barómetro. Tal era la actividad científica que se
cumplía en estos recintos, que más adelante se estableció la Academia
Pichinchense, se mejoró los gabinetes y laboratorios y se incrementó el interés
por la investigación bajo la tutela de los mas grandes científicos progresistas
de la región, los jesuitas Magnin, Hospital y Juan Bautista Aguirre
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Íntimamente ligada al Colegio Seminario y a la Universidad se hallaba la
renombrada biblioteca de los jesuitas: “la Librería Grande, ella sola era el
mayor tesoro que en esta línea tenia todo el Reino de Quito, ya por la
magnifica pieza bien adornada, ya por los muchos millares de volúmenes de
libros, muy selectos…”, según el historiador de la orden Jouanen, citado por
Vázquez. Además, de esta biblioteca se desprendería el futuro Museo
Nacional con el que tanto soñara Vicente Rocafuerte allá por la década de
1830, ya que ésta contaba con una hermosa colección de cuadros, estupendos
mapas, un mobiliario exquisito, un clavicordio, entre muchas otras joyas.
(p.147)
La ultima obra de los jesuitas fue el término de la magnífica fachada de la
iglesia de la Compañía inuaugurada en1766. Solo un año más tarde, como una
pasada más que nos juega la vida, la orden fue expulsada del país según la
pragmática sanción de Carlos III. Portugal y Francia habían hecho lo propio
pocos años atrás. Desterrados en Italia, muchos se dedicaron a buscarse la
vida, uno de ellos el Padre Juan de Velasco escribió la célebre y controvertida
Historia del Reino de Quito, la primera del país. Pero la obra de los jesuitas
fue poco a poco desarmándose, sus bienes secuestrados por las autoridades y
llamados temporalidades,
fueron usados en parte para paliar la extrema
pobreza que por entonces vivía la Audiencia.
“Las temporalidades en los colegios de la Gobernación a mi cargo que son tres
en esta ciudad -decía el informante del presidente Joseph Diguja en 1768- el
de la Villa de Ibarra, Tacunga, asiento de Ambato, Riobamba, Cuenca, Loja y
Guayaquil, y sin incluir los colegios de Popayán, Pasto, Buga y el de Panamá,
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que aunque pertenecientes a esta provincia están situados en distintas
gobernaciones; considero que inclusas las fabricas conventuales, alhajas de
sus iglesias, y el todo de sus haciendas, ascienden a cuatro millones de pesos,
bien que si se hubiesen de reducir a especie de plata, después de mucho
tiempo para conseguirlo, no importaría una cuarta parte por la suma pobreza
del país” (p.51).
Desde la expulsión de los jesuitas en 1767 y el secuestro de sus bienes,
muchos vendidos o fundida su plata, otros encajonados, el edificio pasó por un
sinnúmero de propietarios y usos del más diverso tenor. Y es precisamente
este el núcleo de la obra de Vásquez que trata básicamente sobre la tribulada
historia del complejo. A modo de antecedentes se resume la conformación de
la unificación del territorio jesuítico a través de cesiones, compras y permutas
hasta convertirse en un bloque edificado destinado a la conversión espiritual y
cultural de la población quiteña. El libro se centra sobre todo en la etapa
posterior a la primera expulsión jesuita y en cómo los diversos usos y
propietarios fueron marcando las diversas construcciones, refacciones,
demoliciones o destrucciones, como el devastador incendio de 1929, así como
las afecciones que sufren los diferentes inmuebles debido a la humedad, los
terremotos (1859, 1868), el relleno de quebradas (la del Huayco sobre la que
se asienta la propiedad), la topografía irregular, amén de los eventos políticos
y económicos que los van afectando. También alude a las vecindades
conflictivas que muchas veces se vivieron cuando, además de seguir siendo un
centro de estudios y de investigación se compartía estas actividades con el
establecimiento de la Fábrica Real de Tabacos de corta duración, la Casa de la
oneda, los cuarteles, las prisiones publicas de hombres y mujeres, o, ya a
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mediados del siglo XX, la instalación de La Cueva del Búho considerada por
muchos como una verdadera profanación del lugar.
“El chocolate humeante, el oscuro café y el perfumado cigarrillo en la cueva
del martirio, nos relata un anónimo escritor citado por Vásquez, eran inciensos
de profanación echados sobre las cenizas de los que allí padecieron el más
cruento de los sacrificios y en cuyas piedras pisoteadas por la frivolidad del
vivir mundano, yacieron encadenados los santos mártires de nuestra
emancipación” (p.95).
Las páginas de este libro nos llevan hasta la conformación del actual Centro
Cultural Metropolitano en donde finalmente el cabildo quiteño decide
consolidar su vocación como centro de educación, museos y biblioteca y
destina una exposición permanente denominada “De Quito al Ecuador”
,inaugurada en noviembre del 2002 y visitada por decenas de nacionales y
extranjeros. La autora del libro fue una de las integrantes del equipo de
historiadores que realizó el guión de la muestra.
El libro nos proporciona información en tres niveles. En el primero, los textos
hilvanan la historia del sitio y sus inmuebles basados en una riquísima
información secundaria y primaria inédita, esta ultima localizada con el
paciente hurgar de varios archivos de la ciudad, el Archivo Nacional, el
Arzobispal, el Archivo General de la Universidad Central, el Archivo
Histórico del Banco Central del Ecuador, el Histórico Metropolitano de Quito,
y los Archivos Histórico de la Compañía de Jesús y el denominado Archivo
Jesuítico. En este nivel Vásquez presenta la historia a través de los diversos
recintos espaciales, el Colegio Seminario de San Luis, el Teatro o Coliseo, la
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Universidad que arranca como la de San Gregorio Magno, después la funden
con la de Santo Domingo para formar la de santo tomas de Aquino, mas
adelante se convierte en la Universidad Central, la Politécnica, la restitución
de la Central y finalmente su abandono en 1967 por los predios que hoy ocupa
en la avenida América. Destina mucho trabajo al tema de la Biblioteca y
Museo nacionales con Rocafuerte, el deterioro de los mismos y la pérdida de
las más diversas colecciones por descuido, desidia y alteraciones ambientales,
y así sucesivamente.
Un renglón poco conocido es el del establecimiento de los cuarteles, desde
aquellos que albergaron a las denominadas Compañías Fijas de Quito que
llegaron en 1770 para guardar el convulsionado orden, su actuación en los
movimientos libertarios de los golpes de 1809 y 1810, hasta la ocupación de
parte de los mismos por la Confederación de Militares Retirados, en el año de
1935
.
En este nivel, en ocasiones resulta complejo seguir el texto sin tener a mano
reconstrucciones contemporáneas de los espacios y planos, en donde se señale
el lugar al que hace referencia la autora. Por otra parte, creería que hubiese
sido interesante el presentar la obra más que por el lugar de ocupación y la
historia de la botica, el teatro o los cuarteles, según problemáticas que surgen
naturalmente al leer el texto, i.e. las transformaciones de los espacios
universitarios desde la colonia hasta la universidad del estado, es decir la
presentación del espacio en función del devenir histórico.. Planteadas las obras
de acuerdo a los grandes temas, la autora hubiere podido ir más allá de la
concatenación de datos sueltos sobre tal construcción o ampliación de un
espacio en particular y lograr desentrañar, a través de este emblemático
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edificio, por ejemplo las relaciones entre la orden jesuítica y el estado colonial
y republicano, el impacto de sus métodos educativos en la formación de
políticos, o la participación ilustrada y posteriormente progresista en el avance
de las ciencias naturales en nuestro país.
El segundo nivel que nos provee es el de las imágenes, ricas fuentes
complementarias muy variadas en donde se recoge desde portadas de
manuscritos valiosísimos dibujadas por alumnos de los jesuitas hasta fotos
actuales de su funcionamiento como recinto para exposiciones temporales tan
importantes como la del artista venezolano Jesús Soto.
El tercer nivel trabaja paralelamente insertando fotografías de textos originales
seleccionados por ella con una trascripción de los mismos que permite al
lector un acercamiento más directo a ciertos momentos o situaciones que nos
ayuda a evocar el evento citado a través de textos no tocados o reinterpretados
por el historiador.
Para alguien interesado en la historia de la arquitectura, es un libro que deleita
con sus sencillos y certeros textos, con su deliciosa fotografía y diseño ameno
y fresco. Es un libro que abre la curiosidad del lector y le llena a uno de
inquietudes.
Comparto con ustedes solo una, el deseo de hacer un
seguimiento al Museo Nacional de Pintura fundado sobre las colecciones
jesuíticas por Vicente Rocafuerte en 1839, con el deseo de incorporar en el
costado del mismo, otro museo de “productos naturales”, es decir crear
inmediatamente el primer Museo de Historia Natural Esto sucedió tras haber
establecido la ley de instrucción publica mediante la cual museos y bibliotecas
se convertían en entes auxiliares de los establecimientos de instrucción publica
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eran los años en que se construía la nación, se valoraba la constitución de la
nacionalidad, se deseaba conocer qué nos pertenecía, cual nuestra identidad y
si bien eran muchas veces tiros al aire que caían por falta de dinero o
funcionarios miopes, el Museo volvería nuevamente a renacer en 1857 bajo la
custodia de la Universidad Central y se enriquecería con la nuevas colecciones
de paleontología, arqueología, mineralogía y botánica durante los años de
1880-
He tomado cuidadosa nota del proceso para mis propias
investigaciones, que van registrando las pistas de estos aciagos años en que el
Ecuador se volvía tal. Y si de esto también se trata un libro, de abrir nuevas
ventanas para seguir adelante construyendo y conociendo nuestra historia, el
libro de Vásquez ha cumplido su cometido.
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