Texto íntegro de la ponencia

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La Socidad Abakuá: un tratamiento marginado
Autor: Mcs. Ramón Torres Zayas
Uno de la extrema izquierda/me vio con un abakuá/me dijo véndele al
socio/porque te vas a embarcar
Le dije vete tranquilo/que el socio es buena persona/ahora lo estoy
despidiendo/porque se va para Angola
Tengo un amigo palero/y uno que es abakuá/son más hombres y más
amigos/que algunos que no son ná.
Así comienza Pedro Luis Ferrer una canción que les hace honor a los abakuá,
porque la Sociedad Abakuá, o de ñáñigos, como se les calificó con secular
desprecio, ha sido de las más ignoradas, marginadas, otroizadas, entre los
cultos de origen africano entrados a Cuba bajo el injusto e inhumano sistema
de la trata negrera.
El investigador José Luciano Franco reconoció, sin embargo, la enorme
importancia de la Sociedad Abakuá como fenómeno típicamente cubano, con
enorme influencia en el occidente del país.
Por otro lado, el norteamericano Ivor Miller señalaba hacia 1998 que Abakuá se
ha convertido, junto con el escudo, el himno y la bandera, en símbolo de la
Cuba misma.
Imágenes de íremes o diablitos son socorridos a menudo por las agencias
turísticas para representar la Isla grande, porque, como la mulata y el ron, la
Sociedad Abakuá forma parte indiscutible de nuestra nacionalidad.
Pero, desafortunadamente, cuando leemos la mayor parte de documentos,
literatura, y cuando vemos la imagen que usualmente dan los medios sobre el
fenómeno, no es muy halagüeña.
No es que pretenda hacer una defensa irracional al fenómeno abakuá, ni nada
por el estilo. De lo que se trata es de reconocer los valores de esta agrupación,
de analizar desprejuiciadamente su origen, sus funciones, su accionar.
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La Sociedad Abakuá surge durante las primeras décadas del siglo XIX con el
objetivo de colaboración y ayuda mutua en épocas que predominaba la
esclavitud. Se sabe que muchos de sus miembros fueron liberados del cruel
sistema de la esclavitud, que a través de colectas se le compraba la libertad, y
eso, por supuesto, no era muy bien visto por el colonizador, el poder, el amo.
Se sabe, igualmente, que no pocos abakuá estuvieron involucrados en
conspiraciones anticoloniales, que muchos se lanzaron a la manigua redentora,
que cuando la intervención norteamericana fueron protagonistas de huelgas y
manifestaciones, sobre todo en el sector marítimo portuario, que otros tantos
dieron el paso al frente para ir como internacionalistas a combatir en tierras
africanas. Sin embargo, son héroes y mártires anónimos; porque de ellos,
generalmente, no se habla.
Se sabe que Enrique Peña, creador de la pieza musical “El ñáñigo”, era abakuá
y, además, corneta del Ejército Libertador a las órdenes de Antonio Maceo; que
Agustín Gutierrez y el popular sonero Ignacio Piñeiro, fundadores del septeto
habanero, eran abakuá, que el destacado músico y bailarín que introdujo las
tumbadoras al jazz, Chano Poso era abakuá y muchos, muchos más. Sin
embargo, poco se conoce de este aspecto, porque de eso no se habla.
Se habla, sí, de las camorras de los abakuá. Se habla de los problemas y las
puñaladas en los plantes. Se habla de machismo, prepotencia y navajazos,
cosa que no necesariamente hacen los abakuá.
La literatura del siglo XIX y otras aún del XX se han encargado de dar, a
menudo, un mensaje distorsionado del fenómeno. Desde el cuento Manga
Mocha de Zoer, la novela La Familia Unzúazu de Morúa Delgado, o 1/4 Fambá
y 19 cuentos más, de Gerardo del Valle, todos emiten el juicio prejuiciado y
aberrante de los abakuá.
El desconocimiento marca estereotipos. Y si lo único que hablamos y leemos
sobre los abakuá es que son matones, pendencieros, hamponescos natos, esa
será la imagen que se nos grabará.
Poco se conoce que hoy día, que entre los muchos obreros, desposeídos,
marginados, minimizados abakuá, también se encuentran técnicos, maestros,
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médicos, deportistas de alto rendimiento, sin que pugnan por dar un vuelco a la
imagen negativa que sobre la Fraternidad se tiene.
Pero la tarea no es fácil, porque el poder de los medios suele fijar modelos. Un
ejemplo entre mil: Daniel Chavarría es actualmente uno de los más preferidos
escritores que sigue el público cubano. Su última novela, Príapos, recoge la
experiencia de Nitrogriselina, un negro abakuá que es buena gente, pero que
su mayor mérito lo tiene el ser amigo de Armandito, y cito: (…)un vecino del
solar, criado con él desde la infancia. Se trataba de un mariconcito inofensivo y
servicial que solía sacarle los mandados, y que en alguna ocasión se había
ocupado de cuidarlo cuando estaba enfermo. Pese al severo juicio de la secta
abacuá que desprecia a los homosexuales, el Nitro estimaba y protegía a
Armandito”.
Si es tan severo el juicio de los abakuá en relación con los homosexuales, me
parece contradictorio que no hayan hecho nada contra el Nitro. Se infiere
entonces que, sin implicarse en la orientación sexual, no constituye una
limitación tener una relación de cordialidad con los homosexuales, como
muchos iniciados la tienen. El Nitro también es fajarín, intrépido, agresivo: las
mismas cualidades que les daban los escritores de la colonia. Es decir, el
personaje sigue siendo el mismo. Es la reiteración de cualidades que,
supuestamente, ha de tener un iniciado.
En el extremo opuesto se da el caso proyectado el 7 de enero del año pasado
en tras la huella que estuvo mucho mejor tratado, pero en un esfuerzo por
exaltar las cualidades de los abakuá, casi los ponen de chivatos o
colaborantes. ¿Es esa realmente la imagen que desea se divulgue un
obonekue?
Creo que a la hora de hacer un producto se debe tener en cuenta la opinión del
protagonista, tener en cuenta la opinión de los iniciados.
¿Qué favor le hace al abakuá la actitud de Adarico en el finalizado serial Hola,
Habana, cuyo tratamiento ha sido denigrante?
Adarico, del cual no se había dado antecedente, vino del extranjero a asumir
una posición ridícula con Taimí, la acosa, la amenaza, la persigue con un
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cuchillo (el mismo patrón del abakuá matón, que mete puñaladas, asesino); no
te dicen que lo es, pero de pronto, una sentencia en boca de Adarico lo
denuncia: Akua embori aborequí ñangué; le dice. Ella asustada pregunta qué
significa esa jerigonza y él le responde: “chivo que rompe tambor con su pellejo
paga, o su equivalente “el que la hace la paga”. Quienes tuvieran el caption
puesto, aunque no conocieran de dónde sale el refrán lo entendería, porque
decía: habla en ñáñigo.
Corona escena dramática la antesala a la sexualidad que todos vimos en
pantalla. ¿Es esa la imagen que se pretende dar de los abakuá?
No pretendo ser absoluto, no hago defensas a ultranza del fenómeno; solo
dirijo la mirada para que se mire desde otro prima a una cultura que, junto a los
yoruba y bantú, forman la trilogía más importante de la herencia africana en
Cuba. Su aprobación por Decreto 65 de 2005 por el Registro Nacional de
Asociaciones como agrupación religiosa fue un paso importante para el cambio
de visión, creo que es un primer paso y entre todos podemos lograrlo.
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