La Sonrisa de Videla Autor: Osvaldo Delgado

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La sonrisa de Videla
Osvaldo L. Delgado
Probablemente muchos argentinos recuerden cuando el genocida Videla afirmó
que los desaparecidos no estaban ni vivos, ni muertos, estaban desaparecidos.Quizás no muchos recuerden, la sonrisa del dictador cuando enunció
semejante barbaridad.
Esa sonrisa es un detalle. Entre otras cuestiones, los psicoanalistas nos
dedicamos a leer, a interpretar detalles.
Y, en esta ocasión, nos podemos preguntar: ¿de qué se sonreía? ¿por qué
sonreía al decir eso?.
Últimamente, en nuestro país, muchos ciudadanos están planteando una
pertinente rectificación; al golpe del 76 habría que llamarlo: “Golpe cívico-militar”.
Efectivamente, la participación, y es más, la conducción ideológica cívica,
quedaría gozando de una siniestra impunidad, si a esto no se lo dejara totalmente
explicitado. Por lo tanto, las razones de tal crueldad fueron económicas, políticas y
militares.
Pero ¿y la sonrisa de Videla?
El gran psicoanalista Jacques Lacan en su Seminario 11, denominado “Los
cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, refiriéndose al Holocausto afirmó lo
siguiente: “Sostengo que ningún sentido de la historia, fundado en premisas hegelianomarxistas, es capaz de dar cuenta de este resurgimiento mediante el cual se evidencia
que son muy pocos los sujetos que pueden no sucumbir, en una captura monstruosa,
ante la ofrenda de sacrificio a los dioses oscuros”.
Efectivamente, además de las razones económicas, políticas y militares, hay
algo más que podemos llamar goce oscuro.
Sabemos que para Freud no hay en el ser humano desarraigo alguno de la
maldad, y que la hostilidad inhibida, sólo espera las circunstancias para que se
presente la oportunidad de lograr su satisfacción.
Es más, los hombres dan cuenta de sus intereses para solamente racionalizar,
“para poder fundar sus satisfacciones”.
La necesidad del mandamiento: “No matarás”, es en la perspectiva freudiana,
la más clara expresión que la humanidad es una “gavilla de asesinos”.
La oportunidad adecuada en nuestro país, fue la brutal forma de acumulación
capitalista del neoliberalismo, la doctrina de seguridad nacional, la endeblez, cuando
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no la complicidad de un sector de la llamada clase política, los medios de
comunicación, la Iglesia.
Lo antedicho da cuenta que esa satisfacción oscura, no es erradicable de los
seres humanos por ninguna construcción social.
Ciertamente, debemos dejar en claro, que la diferencia entre los hombres
respecto a esta cuestión no es cualitativa, sino cuantitativa.
Por ejemplo, a Hitler no le alcanzaba para satisfacerse, contar chistes de
gitanos, judíos, homosexuales o inválidos. Tampoco, que el sólo intento de ir un poco
más allá de contar chistes, le produjera un gran sentimiento de culpa. Por lo tanto,
ante la contundencia de la afirmación freudiana “gavilla de asesinos”, ¿debemos
resignarnos?
Algunos seguramente querrán otorgarle a Freud una posición ética en esa
dirección. De hecho, muchos ya lo han hecho.
Sin embargo, el creador del Psicoanálisis, ha dicho con todas las letras, que
ese “mal no erradicable”, está a la espera de las condiciones para poder expresarse.
Ninguna
construcción
social
erradica
ese
“mal”.
Pero
es
claro
contundentemente, que hay sociedades que facilitan que se expresen esas pulsiones
y otras que no.
Debemos recordar que Freud en su texto “El porvenir de una ilusión”, ha dicho:
“… que una cultura que deja insatisfechos a un número tan grande de sus miembros y
los empuja a la revuelta, no tiene perspectivas de conservarse de manera duradera, ni
lo merece”.
En la publicación última del Instituto Espacio para la Memoria llamada “El libro
de los Juicios”, el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Doctor Ricardo
Lorenzetti afirmó con gran sabiduría, que los juicios por los crímenes de lesa
humanidad, crean un nuevo contrato social entre los argentinos.
¿Qué juicios y cuáles fueron las condenas a los genocidas de los pueblos
originarios de nuestra patria?
No hubo juicios ni condenas, pero si un gran monumento en el centro de la
Ciudad de Buenos Aires al mayor criminal, el General Roca.
Esa ausencia de juicios, y la burla que representa ese monumento, fundaron un
contrato social entre los argentinos, que está en las antípodas del que formula el Dr.
Lorenzetti.
Para nuestro presente y futuro, un contrato social puede fundar las condiciones
que facilitan esas expresiones de la satisfacción en el “mal”; y otro contrato social no
las facilita, y eso no es poco.
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Los actuales juicios y las condenas, son un ejemplo en el mundo. Implican
decirle no al goce de la impunidad, y también no al goce de la venganza.
Seguramente el día que se condene al genocida Videla, se le borrará la sonrisa
de la cara, y el monumento a Roca, será el símbolo de la vergüenza nacional.
La satisfacción oscura de la sonrisa de Videla, representó la satisfacción
oscura de todos los que participaron en semejante atrocidad.
Quiero decirlo claro, todos los que participaron activamente en ese plan
criminal, como también los cómplices, comulgaron con esa sonrisa.
Los que torturaron, mataron, además de afinidad ideológica, obtenían una gran
satisfacción en lo que hacían. Los cómplices un poco menos, pero también.
Los juicios en la Argentina, dijimos que son un ejemplo en el mundo.
Nunca nadie buscó vengarse de los genocidas, ninguno de los Organismos de
Derechos Humanos, ningún partido político, ni ninguna organización social alentó tal
cosa.
Pero además estos juicios están ocurriendo ahora. Ahora que el presidente de
la mayor potencia mundial, y reciente premio Nóbel de la Paz, Barack Obama, puede
decir abiertamente, sin velo, que un grupo comando de su país, violó la soberanía
nacional de Pakistán, y asesinó (esa fue la palabra) a Bin Laden.
El asesinado no estaba armado, pero probablemente no convenía lo que podía
haber dicho en un juicio público.
Debe quedar claro, que no hago con esto ninguna homologación de nuestros
pueblos originarios, ni de nuestros desaparecidos, con el líder de Al Qaeda (que
también poseía la satisfacción de la venganza). El presidente Obama, vio el asesinato
por televisión. ¿Para qué? ¿Por qué?.
Cientos, y quizás miles de estadounidenses se concentraron frente a la Casa
Blanca a festejar el asesinato. Muchos, quizás llevados por la angustia y el dolor por la
pérdida de seres queridos en el atentado de las Torres Gemelas, participaron del
festejo.
Ese acto del presidente Obama y su pueblo, funda otro contrato social, otra
ética. Seguramente el señor Obama ahora estará sonriendo.
Los que perdieron seres queridos en el 11-S, sin advertirlo, ahora su propio
presidente los priva de la dignidad que sólo un juicio justo puede otorgar.
Bien decía Freud en sus primerísimos textos, que cuando el primer hombre,
que al recibir una agresión, en vez de tirar una flecha, haya proferido un insulto, ahí
mismo nació la civilización.
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