Sexualidad masculina: Mitos y realidades

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Fernando Villadangos.
AL-GARAIA Sociedad de Sexología. Granada.
SEXUALIDAD MASCULINA: MITOS Y REALIDADES
La sexualidad masculina se encuentra atravesada de forma
importante por una serie de mitos tremendamente destructivos que bloquean,
una y otra vez, la posibilidad de disfrute y bienestar sexual para muchos
hombres, fundamentalmente en el contexto de una relación de pareja.
Muchos de estos mitos se relacionan de una forma clara y
directa con la incomprensión de los mecanismos básicos de la anatomía y de
la fisiología de la respuesta sexual y genital de los varones. La capacidad de
gozar de muchos hombres se ve bloqueada en relación directa a la existencia
de creencias erróneas de este tipo, algunas de las cuales se encuentran muy
extendidas en la cultura popular como, por ejemplo, la creencia de que la
sexualidad masculina tiene que pasar necesariamente por una erección o que
un hombre tiene que terminar una relación sexual placentera siempre con una
eyaculación. En caso contrario se supone que no puede disfrutar de su
sexualidad. Con estos y otros mitos sexuales queda enredada y enrarecida la
vivencia sexual masculina. Como si la sexualidad de los hombres obedeciera a
un mecanismo automático donde sólo hiciera falta "apretar un botón", es decir,
mostrar un estímulo sexual, y sucediera necesariamente una respuesta
ya preestablecida.
"Es como si cuando una mujer te enseña una teta ¡Plon!
Tuviera que tener una erección automática. Y si no reacciono de esa manera
me pregunta: "¿Qué te sucede?¿No serás de la otra acera?". Estoy harto de
todo esto, la verdad." (Pedro, 38 años, funcionario).
Desde el mito del "tamaño del pene" hasta el de la
"erección instantánea" a la manera del café soluble que se vende en
sobrecitos, hoy por hoy, son muchos los hombres que sufren una presión
cultural que les empuja a responder sexualmente a la manera que se supone
que deberían de hacerlo. Aún contraviniendo las reglas básicas de la propia
fisiología masculina. Y lo que es más grave, en muchísimas ocasiones
somos los propios hombres, solos, los que nos empujamos a nosotros
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mismos a cumplir con unas expectativas preestablecidas y que incluso, en
muchos casos, las propias parejas no comparten.
David es un joven varón de 26 años. Acude a la consulta
debido, según sus propias palabras, a que tiene "impotencia".
En estos momentos no mantiene una relación de pareja
estable ni nunca la ha tenido. Los fines de semana le gusta ir
a lugares de copas y a discotecas donde "liga" de vez en
cuando. Estos ligues suelen terminar en relaciones sexuales,
con o sin coito, en su coche, pues no dispone de un lugar
de mayor intimidad donde poder disfrutar de un encuentro
sexual. Desde hace cuatro meses viene observando que
pierde la erección durante las caricias en el coche y no puede
recuperarla. Actualmente rechaza situaciones de ligue por
este miedo que tiene a "no funcionar" y sentirse frustrado
por ello. Prefiere evitarlo que probar otra vez. Ahora utiliza
una táctica para decidir si inicia o no inicia una conversación
con una mujer desconocida y atractiva para él (en la
discoteca) : " Si veo una mujer que me atrae, entonces
compruebo si se produce una erección instantánea. Eso es
señal de que luego puede ir bien. Si no tengo una erección
cuando la veo, pues sencillamente paso de todo y espero
otra ocasión mejor".
David es una víctima de la falta de información sexual
básica en torno al funcionamiento de la anatomía y fisiología genital y sexual
de los hombres. Este vacío de información sexual lo ha ido cubriendo a lo
largo de su adolescencia y juventud con confidencias de otros amigos acerca
de "como funcionamos los hombres en el sexo" y de lecturas pseudocientíficas
cuando no claramente de tipo pornográfico. Por tanto, se encuentra
tremendamente confundido y asustado. No puede entender por qué le está
sucediendo lo que le está sucediendo y cómo enfrentarlo de la mejor manera
posible. Un repaso detenido del relato de las dificultades sexuales que nos ha
comunicado va a arrojar mucha luz en torno de las claves equivocadas que le
han llevado a David a esta situación y van a ofrecer pistas claras acerca de
cómo puede solucionarlas:
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* En primer lugar, David entiende que una relación sexual debe
pasar necesariamente por una erección del pene del hombre. Si el hombre no
tiene una erección no puede gozar de un encuentro erótico: "¿Cómo puedo
disfrutar si no se da una erección?". Esta creencia va a funcionar como una
presión y un miedo añadido si comprueba que no se produce la erección
deseada y esperada en el marco de esa relación sexual que está manteniendo.
O bien si, una vez iniciada la relación sexual de pareja, la erección tiende a
desaparecer. En vez de entenderlo como un mecanismo natural, aparece el
miedo y la ansiedad, bloqueando la re-aparición de una nueva erección. Para
muchos hombres, descubrir que el placer sexual no termina aunque disminuya
o desaparezca la erección ha significado asomarse a todo un mundo de
posibilidades eróticas hasta entonces insospechadas, así como un
enriquecimiento de sus
respectivas sexualidades. Por añadidura, ha
significado el reconocer las claves para facilitar las condiciones y la manera en
la que poder recuperar la erección: dejando que el cuerpo y la naturaleza
hagan su trabajo, sin interferencias a la capacidad de gozar corporalmente,
causa final de la aparición de una erección, síntoma genital de esta excitación
corporal global donde la genitalidad se encuentra incluida.
Para muchos hombres, descubrir que el placer sexual no termina aunque
disminuya o desaparezca la erección ha significado asomarse a todo un
mundo de posibilidades eróticas hasta entonces insospechadas.
* Por otro lado, David comparte la creencia según la cual una
erección se produce de forma instantánea. De hecho, toma esto como una
referencia por la que guiarse y que marca la diferencia entre atreverse o no
atreverse a iniciar un diálogo con una mujer que considera atractiva. Cabe
suponer, dada la problemática sexual que nos ha planteado, que estas
erecciones instantáneas (que por lo visto podían producirse en su experiencia
del pasado), cada vez se vayan dando con menor o con ninguna frecuencia a
causa de la ansiedad que pesa, cada vez más fuertemente, sobre la expectativa
de una relación sexual frustrante para David.
Asimismo, hasta que revise el concepto mítico de las
erecciones instantáneas estará prisionero de un círculo vicioso por el que le
resultará muy difícil disfrutar de unas relaciones sexuales placenteras. Lo
realmente preocupante de lo que nos está planteando David aquí con su caso,
al igual que para otros muchos hombres que atraviesan por situaciones
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similares, no es la existencia de una problemática generada por una sola
creencia errónea sino que, por el contrario, las dificultades para disfrutar
sexualmente se encuentran directamente relacionadas con la coexistencia de
un paquete de creencias míticas que se refuerzan entre sí y que exigen una
revisión global de la manera en que se está conceptualizando toda la
sexualidad y la manera que se tiene de vivenciarla.
Revisando este concepto mítico de sexualidad así como las
expectativas con respecto a un encuentro erótico, nos encontramos con las
siguientes creencias erróneas que se entrelazan y refuerzan mutuamente:
1. En una relación sexual debe darse siempre una erección.
2. Esta erección debe ser instantánea desde un principio.
3. Esta erección debe mantenerse permanentemente durante toda la
relación sexual.
4. Esta erección debe terminar siempre en una eyaculación, señal de
que el hombre ha gozado.
5. Todo esto debe producirse independientemente de donde tenga
lugar el encuentro sexual y de los factores externos que
puedan interferir o resultar molestos.
Este último aspecto derivado de las circunstancias que
David nos comunicó en el proceso terapeútico: las relaciones sexuales tenían
lugar en un coche, con la consiguiente incomodidad o preocupación de ser
molestados o interrumpidos por encontrarse en lugares públicos. Por otro lado,
estos cinco "debes" pesan tanto que pueden destruir cualquier posibilidad de
disfrute sexual.
No deja de sorprenderme la frecuencia con que muchos
hombres que acuden a consulta parecen no valorar en absoluto las condiciones
externas donde tiene lugar ese encuentro sexual. Factores como la comodidad,
la tranquilidad y la intimidad no son valorados y, a menudo, determinan que
una relación sexual llegue a ser una experiencia placentera y gratificante o,
por el contrario, se convierta en una situación molesta y frustrante.
Como si detrás de la conceptualización de la sexualidad,
muchos hombres compartieran un nuevo mito sexual por el que hay que
funcionar sexualmente independientemente de los factores inhibidores
externos.
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Este planteamiento erróneo tiene mucho que ver con otro
mensaje cultural que los hombres padecemos con respecto a nuestras
sexualidades y que se puede resumir perfectamente en la frase que sigue: "Los
hombres tenemos que estar siempre sexualmente dispuestos, apetecernos
siempre y funcionar en cualquier circunstancia, por muy negativa que ésta
pueda resultar".
No es de extrañar que las consecuencias de este abultado
paquete de creencias míticas tengan un efecto devastador en las sexualidades
de tantos hombres.
El mito de la erección permanente, por ejemplo, ha hecho
mucho daño a demasiados hombres. Con frecuencia está presente la idea
según la cual un hombre debe mantener la erección todo el tiempo que dure el
encuentro sexual. Podemos calificar a esto como algo perfectamente
antinatural, máxime si el encuentro sexual se dilata en el tiempo. Si un hombre
tiene claro que el objetivo de una relación sexual es pasárselo bien y disfrutar
con otra persona de los sentidos y del placer corporal compartido,
probablemente pueda tener una, dos, tres ó más erecciones a lo largo del juego
erótico. Probablemente la erección se convierta entonces en un componente
más de ese juego erótico y no en una obligación ó en un trabajo. Y pueda
aparecer y desaparecer, siguiendo las sinuosidades de su propia curva de
excitación corporal y genital, sin significar con ello una amenaza al placer o a
la autoestima masculina. Se trata de disfrutar, no de cumplir en la cama.
Factores como la comodidad, la tranquilidad y la intimidad no
son valorados y, a menudo, determinan que una relación sexual llegue a ser
una experiencia placentera y gratificante o se convierta en una situación
molesta y frustrante.
El mito que identifica necesidad de eyacular con necesidad
de penetrar, por ejemplo, ha sido otra de las confusiones sexuales más
frecuentes y destructivas para las sexualidades de muchos hombres. Entre
otras cosas porque una penetración o un coito es cosa de dos personas y una
eyaculación o un orgasmo, en último término, es una cuestión individual. Si
dos personas no lo desean, no debería intentarse pasar en una relación sexual a
la penetración (o a cualquier otra práctica sexual no deseada mutuamente),
fundamentalmente porque en el encuentro erótico consiste en
disfrutar juntos haciendo lo que resulta excitante y placentero para ambos.
Por el contrario, si un hombre (o una mujer) desea tener un orgasmo ó llegar al
momento de la eyaculación, esto tan sólo va a depender, en última instancia,
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de uno mismo. Si en el contexto de la relación de pareja puede darse dentro
del juego erótico, perfecto. Pero si no puede darse por el motivo que fuere, el
propio hombre (o la propia mujer) tienen la posibilidad, siempre, de
procurárselo en solitario o en otro momento.
Una penetración o un coito es cosa de dos personas y una
eyaculación, en último término, es una cuestión individual.
A los hombres se nos ha confundido culturalmente
mezclando estas dos cuestiones: necesidad de penetrar con necesidad de
eyacular. Se las ha identificado en base de una confusión supuestamente
fisiológica. Se ha confundido una necesidad o un deseo sexual fisiológico de
alcanzar el momento orgásmico o de llegar a una eyaculación, con el deseo
sexual erótico de realizar una determinada y única práctica sexual para
alcanzarlo ( a través del coito o penetración vaginal). Se ha confundido el fin
con la vía para alcanzar ese fin llegando, en muchas ocasiones, a un callejón
sin salida y a situaciones frecuentes de frustración. En el peor de los casos, de
imposición de las formas sexuales no compartidas a la pareja, que no las
deseaba en ese momento o de esa forma. Si un hombre (o una mujer) mantiene
la creencia errónea de que cuando desea una relación sexual con la pareja, su
deseo significa que tiene que llegar a la penetración o de lo contrario se
frustrará sexualmente, está entrando en campos de ansiedad, en callejones sin
salida. Porque su placer erótico y sexual va a depender de un estrecho margen
erótico de maniobra. Va a depender de si la otra persona desea hacer
exactamente lo mismo, en el el mismo momento y aproximadamente de la
misma manera que uno mismo (o una misma) lo desea: penetrando.
Si, por el contrario, diferenciamos ambos aspectos y
reconocemos, por un lado, que cualquier persona tiene el derecho a disfrutar
de su orgasmo o vivencia orgásmica cuando lo desee y, por el otro, que si se
desea alcanzar dicha experiencia a través de una práctica sexual compartida
(sea la penetración, sea una relación buco-genital mutua, sea por masturbación
de la pareja, etc.) bienvenido sea. Y que si no se puede alcanzar por ninguna
práctica sexual compartida, la persona deseante puede procurárselo ella
misma... pues desaparece el problema. Dejamos de adoptar actitudes de
presión, egoístas, de manipulación del otro, para enfocar actitudes
verdaderamente respetuosas con la sexualidad propia y con el mundo erótico
de la pareja. Y lo que es más importante, mejoramos en muchos puntos la
calidad de nuestra vida sexual, abriendo campos de comprensión y de placer
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que antes estaban constreñidos a la obligatoriedad de unas formas en extremo
limitadas y que confundían la necesidad con la manera de satisfacerla.
Otro mito cultural del que quedan impregnados estos
anteriores es la creencia por la cual, para gozar y en el marco de toda relación
sexual con otra persona, el hombre tiene que ser necesaria e
imprescindiblemente activo, siempre y en todo momento. Llevar las riendas,
controlar, hacer y deshacer, trabajar bien en la cama, cumplir...Hay muchas
maneras en que este mensaje envenenado se ha introducido en las
sexualidades de los hombres. Ser sexualmente activo puede ser algo valioso,
importante y necesario para cualquier persona que desee disfrutar de su
sexualidad. Pero serlo siempre y en todo momento supone un servilismo
sexual y la incapacidad de poder disfrutar de, al menos, un 50% de las
posibilidades derivadas de la actitud erótica complementaria a ésta: ser
sexualmente pasivo, dejarse llevar, poder relajarse y disfrutar de las caricias
de la otra persona por el puro placer de sentir a la pareja y lo que la pareja te
hace desde esta nueva actitud.
En el fondo de toda esta cuestión subyace un mito-matriz
que alimenta a todos los demás y los articula en una especie de trampa que
atenaza, hoy por hoy, las sexualidades masculinas. Este mito-matriz que se
plasma en la creencia de que el placer sexual propio va a depender de la otra
persona, nunca de uno mismo o una misma. Más que como personas
autónomas, críticas y responsables de nuestras propias vidas se nos ha
educado culturalmente en la dependencia de los demás. Se nos ha educado en
esta actitud que sobrepasa la dimensión sexual y que se convierte en una
referencia profunda a la hora de establecer relaciones entre las personas a
cualquier nivel. No es extraño que esta actitud deformada ante la vida se
transmita al área sexual y se traduzca, de nuevo, en dificultades a la hora de
establecer un marco respetuoso donde poder disfrutar de la comunicación
erótica y placentera en pareja.
La creencia de que el placer sexual propio va a depender
de la otra persona, nunca de uno mismo o una misma.
No se nos ha educado en la responsabilidad sexual,
fundamentalmente porque no se nos ha educado en la responsabilidad ante la
vida. La sexualidad, al igual que otras dimensiones humanas, queda
impregnada de esta actitud errónea que podemos resumir en la frase que sigue:
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"Si mi placer sexual depende de tí y yo no disfruto, entonces tú eres el
culpable de ello. No eres capaz de hacerme gozar".
Esto viene a que nos han educado (hasta la década de los
años setenta) en que el placer sexual de la mujer dependía fundamentalmente
de las habilidades amorosas del hombre. Más recientemente y de la mano de
un mal entendido sentido igualitario sexual, se ha generalizado a ambos sexos
una versión de esta vieja y equivocada actitud que deja en manos de la pareja
la posibilidad de disfrutar la propia sexualidad. Ahora, hombres y mujeres
debemos ser expertos acariciadores para saber dar placer y satisfacer al
compañero o compañera sexual y de las formas adecuadas. Nada más lejos de
la realidad, puesto que se trata de algo, literalmente, imposible.
MITOLOGÍA SEXUAL MASCULINA
1. Tener un pene grande.
2. Erección obligatoria.
3. Erección instantánea.
4. Erección permanente.
5. Peligro: dolor de testículos.
6. Hay que llegar a la penetración.
7. Hay que acabar en eyaculación y orgasmo.
8. Estar simpre sexualmente dispuesto.
9. Ser siempre sexualmente activo.
10. Ser inmune a las circunstancias externas
adversas a la relación sexual.
11. Ser responsable del placer de la pareja.
Imposible tanto en cuanto el placer y el disfrute sexual
nunca van a depender de la pareja sino de una actitud positiva individual y de
una apertura personal al placer. Por muy experto o experta que la otra persona
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pudiera ser en cuestiones sexuales, nunca podrá ser capaz de dar placer si la
otra persona no está abierta a tal posibilidad.
Por el contrario, si una persona se encuentra dispuesta a
explorar el mundo de su sexualidad, aún sin experiencia alguna, podrá
disfrutar sexualmente junto con su pareja, siempre y cuando la guía de sus
relaciones sean ellos mismos y la sensibilidad compartida sea la referencia de
su experiencia. Aprender a gozar no es algo que se pueda estudiar en los
libros, puesto que cada persona es sexuada y su mundo erótico-sexual es algo
personal e intransferible. En última instancia, puede llegar a considerarse
experta en sí misma, pero siempre será una novata en cuanto al mundo erótico
de su pareja se refiere. Esta puede ser una actitud sustitutiva que recomendar,
más positiva, y una clave importante por la que guiarse si se desea disfrutar
de verdad de unas relaciones sexuales respetuosas, satisfactorias y creativas.
Es importante una revisión de las actitudes sexuales
heredadas culturalmente puesto que nadie escapa a este planteamiento mítico
de fondo. La clave mítica que pasa por evitar que cada persona sexuada y
sexual asuma la responsabilidad propia e intransferible, repito, de su propio
placer sexual. En definitiva, se trata de facilitar el crecimiento sexual y erótico
de las personas. Llegar a ser personas sexuadas y sexuales autónomas, críticas
y dueñas de nuestra propia capacidad de gozar y de sentirnos bien en nuestro
cuerpo y en nuestra vida.
No se nos ha educado en la responsabilidad sexual, fundamentalmente
porque no se nos ha educado en la responsabilidad ante la vida.
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