Educación y Construcción de identidad nacional

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1° Premio. Concurso Educación Universidad de San Andres 2005. Victoria Machinandiarena
Educación y Construcción de identidad nacional
Un desafío de reconstrucción conceptual
El objetivo principal de este trabajo es invitar a la reflexión generando, en consecuencia, un
proceso continuo de ideas y críticas para hacer de la reflexión un diálogo.
El informe pretende desarrollar cómo contribuyó la educación a la formación de la
identidad nacional, para analizar la actual tensión entre educación e identidad, teniendo en
cuenta el rol del estado, mediante la reconceptualización de identidad.
Por tanto, el marco teórico del trabajo comprende los conceptos de educación, identidad y
el rol estatal, analizados desde tres dimensiones: histórica, sociopolítica y filosófica.
A modo de introducción
Teniendo en cuenta la amplitud del concepto educación, como actividad humana por
excelencia, me pareció interesante partir de su división en dos dimensiones temporales;
porque si bien la educación siempre tuvo dimensión de futuro, no debemos olvidar que es
una cuestión del presente1. Esto quiere decir que la educación forma sujetos hoy para que
desarrollen cualidades (adquiridas) en un mañana.
Por otro lado, la educación tiene una presencia histórica, afectada por vaivenes en diversos
ámbitos, de los que se destaca el rol del Estado.
Con la aparición del Estado Moderno surge la escuela de masas como brazo del estado con
el fin de formar ciudadanos. El Estado tenía un carácter regulador que le daba las
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De Sarmiento a los Simpsons, Caruso y Dussel, Ed. Kapelusz, p. 33.
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herramientas para estandarizar un modelo de que le permitiese homogeneizar a los
individuos a partir de la razón, que era considerada una forma de explicación absoluta. Esta
cualidad influyó en el proyecto educativo nacional, que formaba sujetos cartesianos
(poseedores de razón) obligándolos a someter lo propio, a dejar la cultura en la puerta de
las escuelas2, haciendo “tabula rasa del pasado”3 para la conformación de una identidad
homogénea nacional.
A partir de la crisis de la modernidad, la Economía sobrepasa al Estado. De este modo, el
Estado pierde su carácter regulador, se desdibuja su figura y el ámbito privado toma
protagonismo por sobre lo público. Esto se traslada al ámbito educativo porque al ser “la
escuela (...) el lugar donde los saberes se hacen públicos, es también en ella donde se
sintomatiza la crisis”4.
La crisis de lo público en la educación hace que la universalidad del conocimiento se vea
condicionada y derive gradualmente en una inequidad educativa que, actualmente,
constituye uno de los mayores exponentes de la crisis educativa.
Para entender el concepto actual de equidad, Silvina Gvirtz lo diferencia de la idea
moderna5 de “igualdad de oportunidades”. Explica que la preocupación de antes era “dar a
todos lo mismo”, en cambio “hoy preferimos hablar de equidad: [porque] para que todos
puedan saber lo mismo, no se les puede dar a todos lo mismo”6. Contextualizando esta
concepción, podemos establecer una relación con la idea de sujeto: entender que todos
deben saber lo mismo, es considerar que todos los sujetos son iguales como si no existiesen
particularidades. Hoy, no encontramos un denominador común de sujeto ni podríamos
considerar imponerlo, porque las diversidades presentes marcan la importancia de las
particularidades, y es por este motivo que ese “dar a todos lo mismo” no puede seguir
vigente.
2
Concepto utilizado en el libro De Sarmiento a los Simpsons, Caruso y Dussel, Ed. Kapelusz, p. 46.
De Sarmiento a los Simpsons, Caruso y Dussel, Ed. Kapelusz, p. 53.
4
Crítica de las razones de educar, Cullen, Ed. Paidós, p. 51.
5
Hace referencia a el período moderno.
6
Artículo Todos los chicos del país tienen derecho a una educación de calidad, entrevista del diario La
Mañana de Neuquen a Silvina Gvirtz, por Laura E. Rotundo.
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Otro quiebre importante se produce al comprenderse que por medio de la razón no se puede
explicar todo: la razón no es absoluta. De este modo se desmitifica la idea del sujeto
cartesiano. En el mundo contemporáneo, “quien conoce no es ya (...) una “función de la
razón”, educada para construir desde lo dado, sino que es sujeto ampliado, educado para
imaginar posibles”7.
Frente a esta nueva posibilidad de “imaginar posibles” se pone en tela de juicio qué es la
identidad nacional. En tiempos modernos la educación formaba identidades homogéneas,
nacionales, pero desde el momento en que se pierde el carácter masivo de la educación cabe
preguntarse, entonces, ¿qué clase de identidades forma? o, en su defecto, ¿continúa
formando identidades?.
En este contexto de cambio es importante repensar no sólo el rol sino también el concepto
de identidad que, cuando suponía ser algo permanente en sentido prácticamente eterno
(ahistórico), ahora resulta implicar no sólo permanencia sino también cambio.
Este factor cambio no sólo rompe con la eternidad que suponía la ahistoricidad de la
palabra identidad durante la modernidad, sino que también nos obliga a preguntarnos cuál
es el lugar del concepto identidad en la educación dentro de este nuevo contexto. Considero
que en este punto reside la problemática central de la educación en el siglo XXI: querer
entender un concepto homogeneizador de identidad en un contexto cambiante
contemporáneo.
Acerca de una posible respuesta
Con la idea anterior se plantea que el concepto de identidad que tenemos ya no nos sirve
porque no se adapta al contexto en el que vivimos. Por lo tanto, una forma de solucionar
este problema es mediante la reconstrucción del concepto de identidad.
Una nueva concepción de identidad debe considerar aspectos pasados pero también
adaptarse a lo nuevo, ser flexible a los cambios presentes. No podemos pensar en un
7
Cita de Cullen, Crítica de las razones de educar, Ed. Piados, p. 50.
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concepto unificador porque esa es, justamente, la mayor falencia histórica que implica la
exclusión y consecuente negación del otro.
La mirada del otro
La noción de capital cultural que desarrolla Bourdieu explica que cada uno de nosotros
“portamos una cultura de origen (...) regida por valores”8. Desde la crisis de la modernidad,
se acentuaron cada vez más las diferencias entre los sujetos. Retomando una idea planteada
anteriormente, se puede afirmar que no existe una única idea de sujeto sino varias y que,
por cierto, son muy diversas. Paralelamente, cada vez son más las culturas de origen.
Esta pluralidad plantea otro interrogante importante presente en el siglo XXI que tiene
estrecha relación con la formación de la identidad nacional: ¿cómo conformar identidades
frente a las diversidades presentes?. En palabras de Dussel: “la cuestión central es la
relación con los otros; (...) definir cómo constituyo mi propia identidad en relación con la
de los otros (...)”9. Me gustaría agregar a este planteo el postulado de Hegel quien explica
que el ser es en relación con, es decir, que no se puede ser de forma autónoma. Por lo
tanto,
la
respuesta
a
la
pregunta
de
cómo
construir
identidades
implica
indefectiblemente la relación con otros, porque se necesita de una amplia red de
relaciones para ser.
Para aclarar más este concepto, Carpio10 propone preguntarse “quién soy yo, qué soy yo de
verdad”. Una respuesta que obtiene es: “soy Argentino; pero esto (..), indica una relación en
que me encuentro con algo que no soy yo mismo, la relación con el país en que he nacido”.
Si continuamos haciéndonos esa pregunta, cada vez que se nos presente una respuesta
podremos confirmar que “todo (..) lo soy en la relación a otros”.
De Sarmiento a los Simpsons, Marcelo Caruso – Inés Dussel, Ed. Kapelusz, p. 29.
Cita del artículo Aprender a vivir juntos.
10
Principios de Filosofía, Adolfo P. Carpio, Ed. Glauco. P. 317.
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“Aprender a vivir juntos”11
Jacques Delos de UNESCO explica que
una formación integral implica “aprender a
aprender” y “aprender a vivir juntos”. Silvina Gvirtz aclara que “Aprender a aprender es la
capacidad de aprendizaje a lo largo de toda la vida, ser capaz de adquirir nuevos
conocimientos autónomamente. Aprender a vivir juntos es aprender a vivir con los otros
con responsabilidad social”12.
Frente a estos postulados, quisiera desarrollar dos condiciones indispensables para su
existencia: por un lado, la necesidad de contenidos para educar y, por otro, la importancia
de seleccionar cuáles son los contenidos que deben educarse.
Respecto a los contenidos, Cullen explica que son lo esencial de la escuela por ser aquello
que otorga significación social; porque educar implica enseñar y aprender, y “enseñar es
siempre enseñar algo [y] aprender es siempre aprender algo. Ese algo (...) es, justamente, el
contenido” 13. Por lo tanto, es indispensable que exista esta relación interdependiente entre
enseñar / aprender, por un lado, y contenidos, por otro.
El otorgarle importancia esencial a los contenidos, conlleva a pensar qué contenidos
educar. A su vez, a esta pregunta debería agregársele el concepto de responsabilidad social
planteado por UNESCO como “aprender a vivir juntos”, y también la cuota de diversidad
presente en nuestra sociedad actual. De este modo, es fundamental educar valores.
Existen diversas clases de valores. Me pareció interesante mencionar la clasificación de
Schujman14, quien distingue entre valores compartidos, controvertidos y contravalores. Los
valores compartidos son necesarios para vivir en sociedad, los controvertidos pertenecen a
un plano personal (pero que a su vez supone el respeto de los valores compartidos) y los
11
Expresión de Jacques Delos de UNESCO citada por Silvina Gvirtz en la entrevista del artículo Todos los
chicos del país tienen derecho a una educación de calidad; y por Horacio Lara en su artículo “Aprender a
vivir juntos”.
12
Cita de la entrevista realizada a Silvina Gvirtz, presente en el artículo Todos los chicos del país tienen
derecho a una educación de calidad.
13
Crítica de las razones de educar, de Cullen, Ed. Paidós, p. 57.
14
A continuación se expone una clasificación que presenta Horacio Lara en el artículo Aprender a vivir
juntos.
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contravalores son aquellos que se oponen a los valores mínimos; un ejemplo cotidiano de
contravalor es la discriminación.
Por lo tanto, los valores a educar son los compartidos, sin descuidar la existencia de respeto
para con los valores controvertidos y estando alerta frente a la presencia de contravalores a
re-educar. Esto quiere decir, que no se debería educar como si no existiesen contenidos ya
adquiridos, o bien valores controvertidos (particulares de cada persona), ni tampoco dejar
de estar atentos al posible surgimiento de contravalores en diversas situaciones, actitudes o
ideologías.
Educar valores debería ser el denominador común en el ámbito educativo, sobre todo si
consideramos que educar no es sólo un deber de las instituciones educativas
(conjuntamente con el Estado) sino también de la sociedad y, en primera instancia, de la
familia. Esto no quiere decir que se debería educar sólo valores, sino que ésta debería ser
una tarea complementaria a la formación de cada persona, junto con los contenidos
curriculares de cada materia. Porque en ese ámbito, particularizando en las instituciones
educativas, se puede distinguir una dicotomía entre quienes reciben una educación de
calidad y quienes carecen de ella.
Combinar conceptos opuestos
Esta diferenciación constituye otro exponente de la crisis del modelo educativo
homogeneizante, alertando la necesidad de un cambio en las estructuras que permita
diferenciar la aplicación de políticas educativas, logrando así particularizar las reformas.
Sin embargo, no es tarea fácil si consideramos que, generalmente, cuando pensamos en un
modelo, creamos al instante tipologías o estructuras rígidas. Esta inmutabilidad imposibilita
la existencia de cambios o la inserción de algo diverso dentro de lo que plantea el modelo
en sí. De este modo se genera un conflicto al momento de pensar qué hacer porque por un
lado se necesita flexibilidad y, por otro, es esencial una base o modelo a seguir.
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Entonces, cabe preguntarse ¿cómo sintetizar la idea de modelo con el concepto de
flexibilidad?.
Repensar un modelo
Un camino sería combinar ambos conceptos, lo que se sintetizaría en la idea de un modelo
adaptable a los cambios o, en otras palabras, flexible. En palabras de Silvina Gvirtz, el
modelo educativo “debería ser en el siglo XXI... más dinámico, más flexible, más sensible
a los cambios (...) [para] responder mucho mejor a las nuevas demandas sociales”15.
Por tanto, la modificación en el concepto de modelo es la misma que para el concepto
identidad: implica permanencia y cambio; porque si bien hay ciertas tradiciones que deben
transmitirse de generación en generación, también hay transformaciones e innovaciones
que deberían incluirse dentro del proyecto educativo.
Siguiendo este razonamiento y retomando la dicotomía planteada anteriormente, la
flexibilidad que se necesitaría dentro del modelo educativo tiene que ver con contemplar al
sector que se encuentra en, podríamos llamarlo, estado de alerta. La necesidad de cambio
se encuentra en ese sector que no recibe educación de calidad, no en aquel que recibe buena
calidad educativa. Por lo tanto, este último sector no debería modificarse sino mantenerse
constante, logrando focalizar la atención en el otro sector e igualar sus condiciones. De ser
así, en un futuro se podrán seguir implementando reformas en ambos sectores para mejorar
en forma conjunta.
En síntesis, se trata de igualar su nivel asegurándole calidad educativa a ambos sectores,
para que, luego, continúen desarrollándose en forma simultánea.
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Cita de la entrevista realizada a Silvina Gvirtz, presente en el artículo Todos los chicos del país tienen
derecho a una educación de calidad.
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Ideas finales
Para finalizar, quisiera retomar brevemente cada una de las ideas presentes en el informe
citando autores que amplían cada concepto y, luego, sintetizar todas las ideas para concluir
con la finalidad del trabajo.
En primer lugar, la problemática de la construcción de la identidad, implica en la
actualidad la necesidad de cambiar el fin unificar de la modernidad por aglutinar para
redefinir la idea de identidad en sentimiento de pertenencia. Esta idea se adapta a la
diversidad presente, revalorizando al otro como parte constitutiva del todo social, de modo
tal que las diferencias no sean sólo lo diverso sino también lo enriquecedor de lo propio.
Porque para combatir la inequidad debemos empezar, como explican Dussel y Southwell,
pensándola como “una igualdad que habilita y valora las diferencias que cada uno porta
como ser humano, sin por eso convalidar la desigualdad y la injusticia”16.
Dentro de la diversidad, los valores aglutinan. Por esto consideré esencial marcar la
importancia de los contenidos, porque me permitió derivar en la idea de educar valores.
Por otro lado, la crisis de lo público y la inequidad educativa, hacen que estos valores no
lleguen a todos sino sólo a un sector acentuando aún más las diferencias. El eterno tema en
discusión pareciera ser cómo actuar frente a estas diferencias.
Frente a la pluralidad actual debemos tener en claro que, como explica Cullen, “reconocer
la diferencia (...) no implica renunciar a la unidad”17 y que, por otro lado, la mirada del otro
es fundamental para nuestro “eterno” desarrollo. Entonces es apropiado pensar que, como
condición mínima de convivencia, debemos respetar las diferencias.
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Cita del artículo La escuela y la igualdad: renovar la apuesta, de Inés Dussel y Miriam Southwell.
Crítica de las razones de educar, de Cullen, Ed. Paidós, p.76.
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La ventaja de entender a la identidad como un sentimiento de pertenencia, es que permite la
flexibilidad necesaria para situarse en el mundo contemporáneo, lo que también habilita a
pensar un modelo “adaptable a los cambios” que respete la inclusión de transformaciones
junto con las permanencias.
La siguiente cita puede ayudar a entender cuál es el punto en cuestión:
“La estructura no tiene una eficacia completa. Y esto no es porque sea deficiente, sino
porque las estructuras nunca están completas: nunca pueden abarcar la totalidad de las
posibilidades”
(De Sarmiento a los Simpsons, de Marcelo Caruso e Inés Dussel)
Esta idea ayuda a romper con una estructuración en el modelo educativo, para particularizar
en el análisis de las demandas sin buscar unificar las soluciones.
En síntesis, debemos otorgarle a la identidad un fin que aglutine y genere sentimientos de
pertenencia a su vez garantizados por la educación de valores, que permitan esfumar los
límites marcados entre quienes reciben una educación de calidad y quienes no.
Todas estas ideas marcan el compromiso social de la educación que tiene un papel
protagónico en la formación de individuos. Immanuel Kant creía que “el hombre sólo
puede llegar a ser hombre mediante la educación”.
La educación, por tanto, es quien en cierto modo determina la base de la identidad nacional
o bien, podríamos decir que su tarea es la construcción de la identidad nacional.
Es por este motivo que resulta imprescindible revalorizar el ámbito público para que todos
tengan acceso a una educación de igual calidad, para asegurar así la base del progreso en
forma conjunta.
También quisiera acentuar este compromiso social con la siguiente cita:
“Un profesor trabaja para la eternidad: nadie puede decir donde acaba su influencia”
(Henry Brooks Adams)
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Esto quiere decir que la educación deja huellas en la historia que, como tales, atraviesan
cada generación portando rasgos de tiempos pasados, adquiriendo cambios del
presente y asegurando su trascendencia hacia las generaciones futuras. Por este motivo
generalizaría la idea de la cita, diciendo que es la tarea de educar la que “trabaja” para la
eternidad. Esto significa que el mencionado compromiso social, incluye y responsabiliza a
todos por igual: quienes aprenden, educan, regulan, idean, proyectan, tanto en un pasado
como en un presente y un futuro.
Finalmente, quisiera aclarar que todas estas ideas pueden perder su sentido si no se tiene en
cuenta una actitud fundamental que valore a la educación como base primordial de la
formación de cada sujeto. Porque la educación, en el ámbito social, no sólo tiene un poder
formador sino también transformador.
Me gustaría cerrar el informe con una frase de Oliver Goldsmith que encierra varios
conceptos detallados a lo largo del informe. “Educar no es fabricar adultos según un
modelo, sino liberar en cada hombre lo que le impide ser él mismo y permitirle
realizarse según su genio singular”. Si sumamos a esta frase el compromiso social de la
educación que supone el respeto a los valores compartidos y controvertidos, entonces
obtenemos un concepto integral que permitirá comprender claramente qué conlleva educar.
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Bibliografía:
-
Caruso Marcelo y Dussel Inés (1995), De Sarmiento a los Simpsons, Ed. Kapelusz,
Buenos Aires, Argentina.
-
Cullen Carlos A. (1997), Crítica de las razones de educar, Ed. Piados, Buenos
Aires, Argentina.
-
Carpio Adolfo P. (2000), Principios de filosofía, Ed. Glauco, Buenos Aires,
Argentina.
-
Gvirtz Silvina, Todos los chicos del país tienen derecho a una educación de
calidad, en Diario La Mañana de Neuquen.
-
Lara Horacio, "Aprender a vivir juntos", en Diario Río Negro On Line.
-
Dussel Inés y Southwell Miriam, La escuela y la igualdad: renovar la apuesta.
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