Ley de cupo sindical femenino Un fenómeno visible, relacionado con la vida sindical, fue la creación, a partir del año l984 de espacios específicos de actuación de la mujer dentro de un número importante de sindicatos. Con el nombre de departamentos o secretarías, articulan estrategias para profundizar la participación de las mujeres trabajadoras en los sindicatos, y tras un proceso largo y difícil se fueron instalando dirigentes femeninas. Importantes sindicatos del sector público, docente, gráfico, bancario, seguro, comercio, etc., incluyendo la Confederación General del Trabajo, a través del Instituto de la Mujer fueron pioneros en esa lucha y, con diferencias de criterio en el rol de la mujer en los sindicatos, realizaron cursos de capacitación, discutieron problemas específicos de los trabajadores y reclamaron básicamente su derecho como mujeres a participar en el espacio sindical. El debate acerca de que hay problemas propios de la relación laboral que afectan por igual a hombres y mujeres pero, además, que existen problemas específicos por la condición de mujeres, independientemente de ser o no trabajadoras, ocupó el centro de la escena y se llevó a ámbitos locales e internacionales, y aún perdura. No es ajena a ello, la visión o valorización del "rango" que los sindicalistas asignan a las cuestiones laborales que afectan a las mujeres, al igual que el papel de la acción sindical frente a los problemas de ellas. Por iniciativa de la entonces diputada nacional Graciela Camaño, el Parlamento aprobó la Ley N° 25.674, que fue reglamentada por el Decreto N° 514/02. En sus fundamentos se reconoció que la participación femenina en los ámbitos sindicales era escasa y que las trabajadoras carecían del poder institucional que se requería para impulsar sus demandas. Lo más importante, a mi criterio, es que se creó la norma para poder juzgar, actuar y decidir con la mirada o visión de las mujeres, no sólo lo relacionado con el mundo del trabajo, sino los problemas de la economía, la política, los de su propia vida y de la sociedad en su conjunto. Por razones de índole social o cultural, esas necesidades eran consideradas de poca importancia para la mayoría de los dirigentes sindicales, fueran hombres o mujeres. Influye en ello el rol tradicional que la sociedad ha otorgado históricamente a las mujeres, vinculado preferentemente al ámbito de la vida privada y a su rol reproductivo. La crisis social y económica ha modificado los comportamientos de la sociedad argentina y las cifras alarmantes del desempleo han instalado fuertemente a la mujer en la esfera productiva En momentos en que todos los estudios indican que fueron las mujeres, mayoritariamente, quienes salieron a enfrentar el hambre y en que el INDEC publica que actualmente 2,7 millones de ellas sostienen con su trabajo el 28,8 % de los hogares argentinos, esa proporción no se expresa en las estructuras sindicales, ni como asociadas y mucho menos como dirigentes. La acción en favor de la igualdad de oportunidades para las mujeres Entre el año l950 y el 2003 la fuerza de trabajo masculina se ha duplicado y la femenina se ha triplicado en América latina y el Caribe (PREALC l992). Hoy se puede hablar de 55 millones de mujeres participando en el mercado laboral en la región. Sin embargo, la vinculación no se ha hecho en igualdad de condiciones con el hombre. En términos generales las mujeres ocupan posiciones más desfavorables y sus condiciones laborales son peores: dificultades de acceso al mercado laboral, interferencias de las relaciones domésticas, segregación y precarización, discriminación salarial y ubicación en ocupaciones de menor calificación, dificultad de acceso a puestos de dirección, a la nueva tecnología, etcétera. La sociedad argentina no ha reflexionado plenamente aún sobre los cambios operados en las relaciones sociales y las modificaciones normativas que ellas exigen. Son consideradas débiles las demandas laborales de las mujeres, especialmente las que son propiamente de género y que, sin embargo, no son postergables por causa de la crisis. Por el contrario, con la mayor presencia de mujeres en el mercado laboral, pasa a primer plano su rol en la familia. Este se ha ido adecuando a las urgencias, con jornadas, tiempos y ritmos que destruyen las formas tradicionales de relación, sin que ello haya traído aparejado una mejor calidad de vida para las trabajadoras. En esas condiciones la demanda de los sindicatos no puede referirse sólo a medidas correctivas por parte del Estado. Dada la importancia que tiene la acción de los actores sociales, el fortalecimiento de la mujer trabajadora debe ser un objetivo explícito con el cual debe estar comprometida la sociedad. Para lograrlo las mujeres tienen una ardua tarea que librar desde sus organizaciones. Nuestra constitución otorga al sindicato las herramientas aptas para defender y responder a las demandas e intereses de los trabajadores y lo hicieron históricamente. Sin embargo, debemos reconocer que se trata de estructuras tradicionalmente masculinas, que no acogen con facilidad la voz y la acción de las trabajadoras y que no reconocen rango sindical a muchos de los problemas propios del género, los que siguen ausentes del debate sindical. Las trabajadoras, por otro lado, no están convencidas de que el sindicato las proteja y no han tenido ocasión de modificar las tradicionales estructuras. Mas bien han optado por participar en los espacios de las organizaciones feministas, sociales o políticas, con lo cual las organizaciones gremiales se ven privadas el enriquecimiento conceptual que la visión de las mujeres aporta a su seno. En síntesis: la representación sindical no guarda relación hoy con el número y la calidad de quienes diariamente, sea formal o informalmente, ocupan los lugares de trabajo. Esta situación discriminatoria e injusta es lo que con la Ley N° 25.674 se pretende subsanar. Antecedentes Al elaborar esta de ley se tuvieron en cuenta los aportes realizados por diversos sindicatos, particularmente los del Seguro, la Unión del Personal Civil de la Nación y el Instituto de la Mujer de la CGT, y las movilizaciones realizadas por las compañeras trabajadoras a lo largo de los últimos años, para lograr similar trato al alcanzado por las mujeres con relación a los partidos políticos, con la obtención de la Ley de Cupo, sin cuya vigencia muchas legisladoras habrían sido postergadas o no tenidas en cuenta. El cupo no es un objetivo en sí, es una medida de acción positiva que permite ampliar la posibilidad de participación de las mujeres. Con esta Ley de Cupo Sindical relacionada con el régimen electoral y de representación en todos sus niveles, nacionales, provinciales y municipales, se pretende ubicar a la mujer trabajadora en igual condición de conducción que los hombres en los lugares de decisión de los sindicatos. Se trata de una discriminación positiva, compensatoria de una exclusión milenaria e injusta. Se encuentra en el marco de la normativa internacional que hoy tiene rango constitucional, a partir de su inclusión en el inciso 22 del artículo 75 de nuestra Carta Magna, la que asimismo regula la igualdad de oportunidades por vía del inciso 23: "legislar y promover medidas de acción positiva que garanticen la igualdad real de oportunidades y de trato y el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos por esta Constitución y por los tratados internacionales vigentes sobre los derechos humanos, en particular respecto de los niños, las mujeres, los ancianos y las personas con discapacidad..." y del articulo 37: “...la igualdad real de oportunidades entre varones y mujeres para el acceso a cargos electivos y partidarios se garantizará por acciones positivas en la regulación de los partidos políticos y en el régimen electoral" En el ámbito específico de la actividad sindical la Ley N° 23.55l, de Asociaciones Sindicales de Trabajadores, también establece la igualdad de oportunidades y de trato. Artículo 7°: " Las asociaciones sindicales no podrán establecer diferencias por razones ideológicas, políticas, sociales, de credo, nacionalidad, raza o sexo, debiendo abstenerse de dar un trato discriminatorio a sus afiliados." Artículo 8°: “Las asociaciones sindicales garantizarán la efectiva democracia interna, sus estatutos deberán garantizar: c) la efectiva participación de los afiliados en la vida de la asociación, garantizando la elección directa de los cuerpos directivos en los sindicatos locales y seccionales ; d) la representación de las minorías en los cuerpos deliberativos " En estos difíciles momentos que vive el país, es necesario contar con un movimiento sindical unido y fuerte para enfrentar las políticas neoliberales que acechan a los trabajadores y evitar que ellos sean la variable de ajuste. Nuestro país ha sufrido profundos cambios en los últimos años y hoy tenemos a la mitad de la población por debajo de la línea de pobreza. Sin embargo, nuestro pueblo continúa dando pruebas diarias de solidaridad y compromiso con los más necesitados, y genera las más diversas alternativas para enfrentar el desempleo. Un movimiento obrero organizado, consciente del momento histórico que le toca vivir, está representado por igual por hombres y mujeres. Capacitados y conscientes de sus derechos y decididos a impulsar los cambios institucionales y políticos necesarios que el país necesita. La ciudadana plena tiene derecho a desarrollar en el interior de su sindicato las transformaciones que lleva adelante en su vida cotidiana. Ello sólo es posible si su voto y su voz son iguales a los de sus compañeros varones, es decir: si ella es también igual en el momento de decidir. Esta ley da un paso importante en la democratización de la vida sindical. De ser aceptada, viejos y queridos sueños de miles de mujeres trabajadoras serán una realidad feliz en un país en que tienen derecho a serlo. . Olga Hammar Presidenta Comisión Tripartita de Igualdad de Trato y Oportunidades entre Varones y Mujeres en el Mundo Laboral Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social