El rol del Estado en educación:

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El rol del Estado en educación:
un siglo de disputa con la Iglesia
Durante siglos las iglesias mantuvieron el monopolio en
materia de educación como instituciones encargadas del
adoctrinamiento de fieles y súbditos. A partir del tiunfo del
movimiento independentista la educación comenzó a ser
concebida como uno de los factores principales de la
integración y el crecimiento nacional y, por lo tanto, una
preocupación de estado.
A medida que avanzaba el siglo XIX avanzaba también
la organización política de los países y su desarrollo
industrial, bajo la forma de los estados nacionales. En
Alemania, Estados Unidos, Francia e Inglaterra comenzó a
difundirse el debate sobre el derecho a la educación. Algunos
de los temas que se discutían eran: quiénes debían tener
acceso a la educación, quién tenía el derecho de educar y
cómo debía ser (laica o religiosa).
A fines del siglo XIX, en la Argentina, los actores centrales
de la disputa sobre quién tenía el derecho de educar eran la
Iglesia Católica y el Estado liberal naciente. A este Estado
que representaba –en teoría– la voluntad general, es al que le
correspondía organizar y dirigir la totalidad del sistema y
sostener la educación pública. Si bien reconocía el derecho
original de los padres, la disputa estaba en la segunda
instancia: en quién éstos delegaban la instrucción y la
formación sistemática de sus hijos.
La Iglesia Católica sostenía que ella era la mediadora –
por derecho divino– por ser mater e magistra de la
humanidad. Para la posición liberal esa mediación le
correspondía al Estado, por ser la organización jurídica de la
sociedad en la que los ciudadanos han delegado la atención
del bien común y porque, además, la educación no es sólo un
derecho individual sino que es la garantía para el
funcionamiento del sistema político. De esta manera el
Estado se convirtió en el encargado de la organización de la
instrucción pública con carácter obligatoria, gratuita y laica.
Dos leyes señalan el rol principal del Estado Argentino
en materia educativa: la Ley 1.420 de Educación Común
(1884) , a través de la cual se convirtió en el principal
responsable de brindar la educación al pueblo; y la Ley
Láinez (1905) a través de la cual comenzó a fundar y
sostener escuelas en todo el territorio nacional.
Sin embargo, el liberalismo tenía una tensión interna
que resolver porque reconocía el derecho a todos los
habitantes de expresar libremente sus doctrinas e ideas. Por
lo tanto, no propondría nunca que la educación debiese estar
exclusivamente a cargo del Estado. Lo que el Estado liberal
se reservó es la atribución de la regulación de los alcances y
límites de la participación de las iglesias y de los
particulares. Esta reserva del derecho a legislar en materia de
educación, será lo que la Iglesia Católica le cuestionaría
durante todo el siglo XIX y también durante el XX.
En 1929 la Iglesia Católica expuso orgánicamente su
pensamiento y sus propuestas político-educativas a través de
la Encíclica "Divini Illius Magistri" del Papa Pío XI. En ella
hay, por una parte, una reafirmación de principios de dogma
y, por otra, una adecuación de sus formulaciones anteriores
frente a la consolidación de los sistemas de educación
pública.
En cuanto a los principios de dogma, afirma: "No puede
existir educación completa y perfecta si la educación no es
cristiana". Consecuentemente, se opone a la "escuela
llamada neutra o laica" y prohíbe su asistencia a los niños
católicos. Trata explícitamente el tema de los agentes de la
educación bajo el título de "A quién le toca la educación": la
educación corresponde a tres sociedades, dos de orden
natural –la familia y la sociedad civil– y a la Iglesia, de
orden sobrenatural. Reitera el principio de que la educación
es responsabilidad ante todo de la familia, pero como ésta es
una sociedad imperfecta porque no dispone de todos los
medios, cierto papel le incumbe a la sociedad civil y
especialmente a la Iglesia, sociedad sobrenatural (cada una
de ellas en una medida proporcional a sus fines).
El papel de los agentes educativos, según su postura, los
sintetiza de la manera siguiente: "La misión de educar le toca
ante todo y sobre todo, en primer lugar a la Iglesia y a la
familia y les toca por derecho natural y divino y, por lo tanto,
de manera inderogable, ineluctable e insubrogable".
Dentro de esta concepción, el lugar que le corresponde
a la sociedad civil, es decir al Estado, es un papel
subsidiario. En este sentido, el deber del Estado es proteger
en sus leyes el derecho anterior de la familia a la educación
cristiana de la prole y, por consiguiente, respetar el derecho
sobrenatural de la Iglesia sobre la educación cristiana.
El Estado de Bienestar
En el período que transcurre entre la crisis de 1929 y la
finalización de la segunda guerra mundial, las sociedades
capitalistas recomponen su funcionamiento económico,
social y político bajo el denominado "Estado de Bienestar",
constituyéndose así el paso del Estado liberal al Estado
"social". Esta nueva concepción dio origen al desarrollo de
los derechos sociales, entre ellos el de la educación. Bajo ese
modelo económico, el Estado cumple la función de Estado
Docente al impartir y organizar el moderno sistema masivo
de instrucción pública.
En 1965, la Iglesia Católica actualiza la disputa
reiterando su concepción acerca del papel subsidario que le
corresponde al Estado en educación, en la Declaración sobre
la Educación Cristiana de la Juventud del Conclio Vaticano
II. En cuanto a los agentes de la educación expresa: "El
deber de la educación compete en primer lugar a la familia,
que requiere la colaboración de toda la sociedad. Además,
pues de los derechos y de aquellos a quienes éstos deleguen
una parte de la educación, ciertas obligaciones corresponden
a la sociedad civil, (...). Finalmente el deber de la educación
corresponde a la Iglesia (...)."
En 1985, el Equipo Episcopal Argentino de Educación
Católica reactualiza los principios generales dados por el
Concilio en el documento "Educación y proyecto de vida".
En dicho documento la Iglesia reitera y actualiza su posición
desde el punto de vista doctrinario como desde las
propuestas y medidas de política educacional que propugna
para nuestro sistema educativo.
Pero lo que resulta interesante destacar de dicho
documento es que, en lugar de referirse al derecho a la
educación utiliza la expresión "los derechos de la persona
humana", que lo define como el derecho de todos los
hombres y el derecho a la educación de todo el hombre, es
decir a una educación integral.
La Integralidad de la formación es entendida incluyendo
la dimensión religiosa, la que da fundamento a que el
sistema educativo deba construirse sobre la base de la
libertad de opciones educativas y del reclamo de la inclusión
de la formación religiosa en la escuela pública.
La educación y el Estado hoy
La crisis del Estado de Bienestar colocó en el centro de
la preocupación de los gobiernos la necesidad de contención
del gasto fiscal. De esta manera, en la mayoría de los casos
el gasto educativo no pudo acompañar la ampliación de la
matrícula.
Una de las formas con las que buscó su recomposición
el estado capitalista fue implementar, en el área de los
servicios que brindó el Estado de Bienestar (salud,
educación, vivienda, ayuda social), la descentralización, que
consiste en la transferencia de competencias del Estado
central a otras jurisdicciones estatales (provincias y
municipios).
Con las transferencias de escuelas, comenzadas en 1978
y completadas luego en 1991 y 1992, el Estado Nacional se
desentiende de su rol principal como garante de la educación
pública y pasa a ocupar un rol subsidiario en materia
educativa. Así aparece señalado en las oscuras letras de la
Ley Federal de Educación (1993). En su art. 4 numera los
agentes que tienen la responsabilidad de la educación,
colocando en primer lugar a la familia, "agente natural y
primario"; luego al Estado Nacional, "responsable principal";
las provincias y los municipios, la Iglesia Católica y las
confesiones religiosas reconocidas y las organizaciones
sociales.
Este tema fue siempre objeto de polémica. La polisemia
del término "agentes" y el uso de los sinónimos "primario" y
"principal" al distintiguir el agente familia del agente Estado,
ponen de manifiesto la dificultad de superar el problema, en
la medida en que se confunden "responsabilidad" (art. 4) y
"gestión" (art. 36).
Este panorama histórico tal vez sea útil para
comprender que en la actualidad, cuando se habla de
"vouchers" y "escuelas charter", se está hablando de un
Estado con un rol subsidiario en materia de educación. Es
decir que, por estos sistemas, el Estado daría al sector
privado fondos para que gestione la educación pública.
En su libro Educación para todos, Juan Llach ministro
de educación de la Alianza y emisario de la Iglesia, dice: "Se
trata de proceder a la recontratación generalizada del sistema
educativo estatal, provincia por provincia, escuela por
escuela y colegio por colegio y hacia las familias" (pág.
366). Y agrega: "Es perfectamente posible y deseable aplicar
el principio de las escuelas concesionadas o ‘charter’ a los
institutos de formación docente, haciéndose cargo el Estado
de subsidiar con un monto por alumno a todos los institutos
que presenten propuestas ajustadas a lo que establezca un
marco regulatorio" (pág.373).
A lo largo de este siglo XX que se va y a las puertas del
tercer milenio, la Iglesia siguió y sigue dando las directivas
de lo que se debe y no se debe enseñar, metiéndose en los
diseños de planes y en la selección de los contenidos del
currículum. Por su parte, en los gobiernos de turno actuales
prima la concepción subsidiarista del Estado en políticas
sociales y en educación en particular, dentro de la cual
coexisten dos vertientes: la proveniente de la Iglesia Católica
y la del neoliberalismo, que se rozan en algunos puntos y
tienen puntos de convergencia.
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