Seguridad legal en centros residenciales ENTREVISTA PARA REVISTA “BALANCE DE LA DEPENDENCIA” Juan Siso Martín Profesor de Derecho Sanitario Facultad de Ciencias de la Salud – Universidad Rey Juan Carlos www.juansiso.es E.Mail: [email protected] 1. ¿Qué regulación existe actualmente relacionada con los aspectos legales en temas asistenciales (residencias, centros de día, etc.)? ¿Existen protocolos? Hay una numerosa y amplísima normativa. De carácter general y específico, estatal y autonómica. El problema es, precisamente, la dispersión y heterogeneidad. Hay, también, numerosos protocolos, en muy diversas materias, con objeto de garantizar la seguridad jurídica en los centros residenciales. Protocolos de ingreso de nuevos residentes, de actuaciones en situaciones de emergencia, de uso de medicamentos y productos sanitarios, de actuaciones ante muerte inminente de un residente, ante caídas o accidentes y para aplicar sujeciones, por ejemplo. 2. En el caso de no existir regulación, ¿se desarrollan mecanismos para ordenar las diferentes situaciones que puedan surgir? La normativa de aplicación se inserta en los terrenos civil, administrativo, laboral e incluso, potencialmente, en el penal. Es decir alcanzan al conjunto de los distintos ámbitos jurisdiccionales. La dificultad existe, no por falta de normas, sino por alcanzar la correcta interpretación del caso y la debida aplicación normativa, en un entorno con una casuística muy variada y muy compleja. Son de mucha utilidad los protocolos y otro instrumento garantista: los registros: de actas de los órganos de gobierno, de inspecciones pasadas, de menús servidos, de fármacos administrados etc. 3. ¿Qué diferencias existen entre una persona incapaz de otra incapacitada? Incapaz es quien no puede tomar decisiones válidas en el mundo jurídico, pero no, necesariamente, desde una situación de incapacitación legal. Esta última es una declaración judicial en la que se fijan las limitaciones legales del incapacitado y se le nombra un representante legal (artículo 199 y siguientes del Código Civil). El incapaz puede llevar una vida normal de ejercicio válido de su autonomía, aunque ocasionalmente, no pueda tomar decisiones válidas (un esquizofrénico en momentos de brote o delirio en su patología, por ejemplo). Podemos decir que todo incapacitado es incapaz (en todo o en parte, según la resolución judicial), pero no todo incapaz está legalmente incapacitado 4. ¿Qué derechos y deberes tienen? a. La empresa/residencia. De doble dirección (derechos y obligaciones) en los aspectos siguientes: Con los residentes, por el contrato residencial que les vincula. Con la Administración como prestadora de servicio de asistencia Con los trabajadores como empleadora de los mismos b. El trabajador. ¿Cree que los trabajadores evitan actuar de una determinada manera, aunque consideren que es beneficioso para el mayor, por miedo legal? Los trabajadores de estos establecimientos se relacionan legalmente con la residencia como empleados de la misma y con los residentes y sus familiares como prestadores directos de los servicios residenciales. Su trabajo es en extremo delicado por aplicarlo sobre colectivos altamente sensibles en su salud física y psíquica. Es posible y comprensible, aunque no defendible, una acción u omisión defensiva por parte de estos profesionales. c. El mayor y su familia. El contenido del estatuto jurídico (derechos y deberes de estas personas) se ciñe, básicamente, al contrato residencial. Hay, sin embargo, muchas otras normas de aplicación general, como la normativa civil o la sanitaria y de aplicación específica, como los reglamentos de régimen interno de los establecimientos sociosanitarios. 5. ¿Cómo casar la seguridad jurídica con la libertad y autonomía de las personas? Es una cuestión de medidas proporcionales. Puede resumirse en esta regla: A más autonomía de la persona (en el sentido de capacidad de decidir y competencia personal), menos limitaciones se le pueden poner. Un adulto capaz y consciente no puede recibir limitaciones, que serían lógicas en una persona con deterioro cognitivo. Es muy importante considerar los casos del consentimiento por representación (artículo 9 de la Ley 41/2002, de autonomía del Paciente). 6. ¿La autodeterminación prevalece sobre la salud? ¿En qué casos? Prevalece siempre que estemos en presencia de una persona libre, capaz, consciente y competente y nos ciñamos al terreno de la salud. Si se trata de una persona sometida a una situación de sujeción especial no prevalece su autodeterminación (un preso, por ejemplo). También puede no ser respetada su autodeterminación si la decisión se inserta en terrenos exteriores a la salud, como la hostelería y las lógicas necesidades de reglas uniformes en el establecimiento. Un residente que rechaza una dieta hiposódica que precisa por prescripción facultativa, por ejemplo. 7. ¿Qué sucede si un mayor rechaza la intervención/ayuda de su cuidador? No puede darse una única respuesta. Depende de la persona del mayor y de la situación en concreto. Un mayor, con ciertas condiciones de autonomía, que sufre una caída y pide que le dejen levantarse sólo, no es lo mismo que una persona demenciada que precisa una sujeción puntual y la rechaza. Cabe invocar aquí la regla de la proporcionalidad expresada en el punto 5 anterior. 8. ¿Cuál es la capacidad real de decisión de un usuario? ¿Dónde están los límites? Ha venido contestándose este esencial asunto en respuestas anteriores. Los límites los marca su capacidad de entender y de decidir. Los criterios cognitivo y valorativo necesarios para poseer autonomía de criterio y de decisión. Una persona tiene criterio cognitivo cuando es capaz de analizar y entender la realidad que vive y posee criterio valorativo cuando es capaz de sopesar la situación y tomar decisiones al respecto. Sólo poseyendo ambas capacidades hay condiciones de autonomía. 9. ¿Qué dice la normativa acerca de las siguientes cuestiones? a. Sujeciones físicas o farmacológicas. Las sujeciones son un procedimiento que cuenta con indicaciones pero también con contraindicaciones y legalmente sitúan a la persona en un estado de privación o limitación de libertad con consecuencias jurídicas. Deben estar precedidas de consentimiento, con carácter general y aplicarse conforme a protocolos. Hay normativa específica, debiendo destacarse positivamente el Decreto Foral 221/2011 de Navarra, así como el Programa Desatar al Anciano y al Enfermo de Alzheimer. b. Enfermos de Alzheimer. La particularidad de estos enfermos es que su deterioro cognitivo limita su autonomía decisoria en forma inversamente proporcional lo primero a lo segundo. A más deterioro menos autonomía. Es trascendental la forma evolutiva de esta enfermedad. Podemos estar, en las fases iniciales, en presencia de una persona con limitaciones, pero capaz. Más adelante, sin embargo, la misma persona puede en determinados momentos ser incapaz de decidir o estar, incluso, judicialmente incapacitada. c. Uso de las barandillas: qué hacer, Se trata, igual que en el caso de las sujeciones, de una limitación física. Pueden producir efectos beneficiosos, usadas con criterio, pero causar graves daños si se abusa de ellas o se utilizan sin criterio en ocasiones en que no son convenientes. Del mismo modo que las sujeciones suponen limitación de libertad a quienes se aplican. d. Caídas: implicaciones legales. Pueden no originar responsabilidad en los cuidadores o en el centro, según su imprevisibilidad e inevitabilidad. Es esencial analizar la observancia de los protocolos y determinar si pudo haber concurrido alguna desatención y particularmente la figura de la “culpa in vigilando” que concurre cuando un residente sufre un daño a causa de omisión de la vigilancia o atención que su situación requería. e. Tipos de ingresos: involuntario, tutela judicial, etc. El ingreso de un residente puede ser con su voluntad (ingreso voluntario) o sin ella y en este último caso, a su vez, puede tener la condición de contravoluntario (en oposición a su voluntad) o avoluntario, sin aprobación ni oposición al hecho del ingreso. El primer caso será el de un ingreso aceptado e incluso promovido por el propio residente. Un caso del segundo supuesto es el del ingreso forzoso y el tercer grupo incluye a aquellas personas que no son conscientes de su realidad y a causa, por ejemplo, del deterioro cognitivo se decide por ellos. El ingreso involuntario forzoso se rige por lo establecido en la Ley de Enjuiciamiento (artículo 763) y tiene en común con el internamiento psiquiátrico involuntario su carácter forzoso, siendo su elemento diferenciador el motivo, que en el caso psiquiátrico es recibir tratamiento médico y en el supuesto de los residentes el recibir atenciones residenciales. Es de destacar la fuerte corriente a obtener, siempre que proceda, el consentimiento del residente y sólo en casos muy extremos poder actuar sin o contra su voluntad. La intervención del ministerio Fiscal como protector de este colectivo sensible es decisiva. Las instituciones de la tutela, curatela o guarda son los instrumentos que, bajo criterio judicial, sirven de instrumento de protección total o parcial a aquellas personas que no pueden atender sus intereses por sí mismas. En la resolución judicial se fija el alcance de esta protección y las condiciones de la misma (artículos 215 y siguientes del Código Civil). f. Menús servidos a los residentes. Hay centros residenciales que no permiten a los familiares acompañar al residente durante la comida o darle de comer. ¿Es legal? Conviene considerar que lo que a primera vista puede parecer un cuidado y una atención beneficiosa al residente, puede ser en realidad un perjuicio para el mismo. Es preciso decir que la respuesta a la pregunta planteada ha de ser muy circunstanciada y resolverse caso por caso. Dar de comer al familiar puede suponer un perjuicio para el desarrollo de su autonomía personal, en algunos casos, y un motivo ocasional de perturbación del orden normal de desarrollo del comedor en el centro. Los contratos residenciales y los protocolos son decisivos aquí, para arrojar algo de luz a este complejo asunto. g. Derecho de los familiares a entrar en la residencia cualquier día a cualquier hora. ¿Dónde están los límites? Lo dicho en el párrafo último anterior es aquí aplicable. La actividad ordinaria del centro no puede verse perturbada por unos familiares sobreprotectores, aunque tampoco conviene considerar el centro como un recinto sujeto a fuertes medidas. El equilibrio y la consideración casuística determinarán la opción aceptable, con mayor acercamiento o menor al régimen abierto. Habrá residentes que necesitarán más atención de sus familiares que otros, ese es el criterio a atender y teniendo siempre presente como objeto a proteger el funcionamiento armónico del centro y la evitación de perturbaciones a todos por el pretendido beneficio de unos pocos.. h. ¿Qué otras actividades pueden generar riesgos legales? Cualquiera que pueda suponer un riesgo para el residente. Se pueden señalar particularmente las caídas, el uso de las sujeciones, el vagabundeo por el centro o el uso indebido de medicamentos. 10. ¿Qué es el consentimiento informado? ¿Cómo se aplica en las residencias? Se trata de la libre decisión de una persona, capaz y consciente, de aceptar una acción sanitaria sobre la que ha sido informado adecuadamente (artículo 8 de la Ley 41/2002, de Autonomía del Paciente). Es el ejercicio de la autonomía y siempre es proporcional a la capacidad de entender y decidir de la persona. En las residencias, por el tipo de personas que allí hay, puede encontrarse muy relativizado en función de la capacidad y competencia de quien tiene que tomar la decisión. En determinadas personas y ocasiones deberá obtenerse el consentimiento por representación (artículo 9 de la Ley mencionada), bien solicitándolo expresamente para una acción concreta, o bien obteniéndolo de forma más genérica con ocasión de una visita del representante (cónyuge, hijo, hermano…) 11. ¿Qué sucede si el usuario no ha dejado voluntades escritas y pierde autonomía a causa de, por ejemplo, de Alzheimer? El deterioro cognitivo es causa, en lo clínico, de pérdida de capacidad analítica y decisoria y en lo jurídico de la capacidad de tomar decisiones. Al ser la enfermedad de Alzheimer una patología de proceso evolutivo dependerá del momento en el que se encuentre el paciente, a efectos de si, aún, podemos respetar su autonomía o ha llegado el momento de decidir por él. Para determinadas acciones clínicas concretas es muy importante saber si contamos con un documento de Instrucciones Previas (artículo 11 de la Ley 41/2002, de Autonomía del Paciente) en vigor, ya que de disponer de dicho instrumento, válidamente otorgado, habrá de estarse al contenido del mismo cuando llegue el momento de su aplicación. 12. ¿Cómo se gestionan las quejas y reclamaciones de los usuarios y sus familias? El primer paso es poner el motivo de disconformidad en conocimiento de la Dirección del establecimiento y solicitar respuesta. De no recibirla, o no estar conforme con la misma, se solicita la hoja de reclamación y el paso siguiente es, si estamos en presencia de un establecimiento de naturaleza pública, dirigir la queja a la Administración responsable en el espacio autonómico correspondiente de Servicios Sociales, a la inspección con competencias en dicha materia o a los órganos públicos de consumo. En el caso de establecimientos privados habrá que tenerse en cuenta el documento contractual suscrito y la posible demanda ante la jurisdicción civil por eventual incumplimiento del mismo. Reflexiones finales El espacio de los centros sociosanitarios es enormemente complejo y sugerente de preguntas como: ¿Cuándo no es necesaria la voluntad del residente para su ingreso? ¿Qué peculiariedades tienen la preservación de la privacidad y la intimidad en los mayores? ¿Qué límites deben considerarse en el ejercicio de su autonomía? ¿Cuál es el correcto ámbito de la atención clínica y donde comienza el abuso, en casos como las sujeciones, sondajes o la hidratación, por ejemplo? En el caso del deterioro cognitivo, ¿en qué preciso momento ha terminado la capacidad de decidir de un residente y, por tanto, de respetar sus decisiones? Cuando las decisiones deban tomarse en representación del residente, quién debe tomarlas y cómo? Si los familiares discrepan sobre la decisión a adoptar, respecto del residente ¿qué criterio debe prevalecer y cuál ha de ser la postura de los responsables del centro? ¿Cuál debe ser el límite de complacencia a los familiares en su relación con el residente, respecto de visitas, salidas o cuidados prestados a aquel? ¿Hasta dónde llega la capacidad de decidir de un residente, hacia los responsables del centro, en lo que atañe a su atención y cuidados (comidas, aseo, salidas…) Quienes trabajan en el cuidado directo de los residentes, o tienen responsabilidades médicas o directivas en estos establecimientos añadirían muchas otras preguntas más, sugeridas por su diaria vivencia. Basten éstas como cierre y motivo de reflexiones.