Financiamiento del Desarrollo y Empleo para Todos. Dra. Eugenia Correa * Posgrado de la Facultad de Economía, UNAM Trabajo para la revista Memoria, Noviembre de 2010. “Mientras que los servicios de capital no usados hoy estarán disponibles otro día, los servicios de trabajo no usados se pierden para siempre.“ Minsky 1987,149. Introducción Los sistemas financieros por todo el mundo han venido cambiando desde organizaciones crediticias para la formación de capital productivo hacia la operación de fondos y mecanismos de extracción y concentración de rentas. De manera que el crédito ha venido funcionando más como flujo para la transferencia de los excedentes creados en la producción, de las riquezas naturales e incluso de los excedentes futuros (reales o imaginarios), hacia los patrimonios de grandes inversionistas en permanente aumento y de enormes fortunas, principalmente administradas en los centros financieros. No existe en todo este proceso mayor preocupación o compromiso con el desarrollo, independientemente de cómo se defina, ni tampoco con el crecimiento o con la inversión y mucho menos con el empleo. En todo caso, está presente la constante y obsesiva exigencia por los equilibrios macroeconómicos, la estabilidad cambiaria y de precios. Asuntos todos ellos de los que se ocupan las agencias calificadoras, el FMI y el BM. Estos dos últimos organismos también han estado encargados de conseguir la ampliación del espacio de negocios financieros, como por ejemplo: a través de la descentralización presupuestal del segundo y tercer nivel de gobierno, que permite incluir a estos como nuevos clientes y a los ingresos públicos como nuevas rentas; o por medio de la privatización de la seguridad social, aumentando el número de clientes y los flujos de ingresos; o también, a través de la titularización de hipotecas y crédito al consumo; o como el soporte a la diversificación de carteras e innovación financiera de clientes corporativos públicos y privados; o bien, titularizando rentas futuras en la explotación de recursos naturales como bosques, petróleo, etc. De ahí la importancia de comprender este proceso, mismo que en mucha de la literatura económica crítica es conocido como financiarización. Proceso que es parte del modelo neoliberal implantado y consolidado en América Latina. Más aún, aparece la urgente necesidad de debatir acerca de qué sistema financiero (moneda, banca, regulación) es necesario para el pleno empleo. * La autora agradece el apoyo de Katya Puga y Enrique Mendoza, así como de la DGAPA-UNAM. En este ensayo se trata de ofrecer una reflexión acerca del camino rentista y eje fundamental de transferencia que ha tomado el sistema financiero en México, para después discutir acerca qué podría ser o por dónde avanzar hacia un sistema financiero para el pleno empleo. No consideramos utópicas ni descabelladas estas preguntas, aunque incluso parezca molesta, especialmente cuando nos asomamos a la realidad de ambientes laborales degradados por más de 20 años de un modelo neoliberal que ha desvalorizado constante y permanentemente el trabajo y a nuestra dignidad como seres humanos. Tampoco se trata de preguntas inconexas puesto que la existencia del dinero y del dinero crédito moderno es condición endógena de existencia y funcionamiento del trabajo asalariado y de la ganancia empresarial. En las relaciones capital trabajo no puede haber trueque, tiene que saldarse con dinero, esa es la diferencia entre el capitalismo del siglo XX y la tienda de raya y los peones acasillados del México del siglo XIX. Siendo así, el dinero un elemento esencial para el desempeño del trabajo y especialmente del trabajo asalariado, el sistema financiero es un elemento esencial de las relaciones capital trabajo en nuestras sociedades. Así debe ser analizado y considerado en la elaboración y ejecución de las políticas públicas, y nos solamente como un espacio de decisiones de banqueros y empresarios. Estabilidad del crédito y de la ganancia El sistema financiero mexicano, hasta hace poco tiempo con clara dominancia bancaria, se consolidó en la segunda posguerra como una organización eficiente al financiamiento de la producción, permitiendo la formación de los salarios de los trabajadores y la realización de la ganancia de los diferentes sectores empresariales. La importante participación del sector público, tanto como banquero, como prestatario completaba eficientemente la acción privada, que se encontraba limitada para alcanzar el financiamiento externo para las importaciones. Así, se configuraron importantes y estrechos vínculos de propiedad entre los bancos y las mayores empresas. (Ceceña, 1963, Vidal, 1985) De manera que el financiamiento proseguía la dinámica de negocios de los grupos empresariales que tenían en México su área económica fundamental. Esta relación banca-empresas tenía, para el financiamiento de la inversión, un soporte fundamental en la banca de desarrollo, puesto que funcionaba como un apoyo indispensable en la provisión de las divisas necesarias para la importaciones de los bienes de capital necesarios para la formación de la inversión. (Correa, 1996) Así, se desarrollo una relación simbiótica entre la banca comercial y la banca de desarrollo, necesaria para proseguir con el proceso de acumulación de capital en una economía característicamente subdesarrollada y dependiente. La banca comercial, como señaló Minsky en países como los nuestros sólo puede funcionar como “banca colonial”, es decir una banca que no puede financiar plenamente la inversión, puesto que una parte de ella depende de la importación de bienes y equipos. (Minsky, 1977) Las políticas crediticias del banco central contribuían a enfrentar el ciclo económico y cualquier otra situación que entorpeciera la dinámica del crédito. Así, el encaje y las subastas de fondos y depósitos contribuían a darle estabilidad al ritmo de crecimiento del crédito puesto que dotaba a los bancos de instrumentos para administrar un ritmo de expansión de activos acorde con la dinámica de negocios de estos grandes grupos y sin riesgo de pérdidas procedentes de excesos o escasez de fondos. El financiamiento bancario al sector público complementaba la dinámica de expansión crediticia, le otorgaba certidumbre y una rentabilidad garantizada de una parte importante de dicha expansión. Se constituyó así, un mecanismo muy efectivo de regulación empresarial-estatal del crédito contribuyendo con ello a la estabilización de la ganancia empresarial, del crecimiento y del empleo. Además, esta dinámica dio soporte y confianza al peso mexicano como una moneda-crédito plenamente reconocida en todo el territorio nacional. Sustentada la acumulación de capital en la expansión del mercado interno, las necesidades de divisas con el objetivo de exportación de capitales (salida de grandes fortunas), incluso la necesidad de divisas para la salida de ganancias de la IED o para el servicio de la deuda externa, no constituían una presión importante ni para el sector bancario ni para el sector público. Estas características estructurales del sistema financiero mexicano fueron cambiando radicalmente desde los años setenta, al calor de la crisis de Bretton Woods, los tipos de cambio flexibles y las cambiantes tasas de interés que fueron imponiéndose en los mercados financieros en mayor o menor medida por todo el orbe. Estructura financiera, concentración y traspaso de rentas La primera gran ruptura de este mecanismo de regulación, así caracterizado, empresarial-estatal del crédito, fue precisamente la crisis y nacionalización bancaria de 1982 que acompañaron a la crisis de deuda. La organización de las fórmulas de financiamiento de los grupos empresariales empezaron a cambiar rápidamente. Los bancos quedaron quebrados con la crisis de 82: pues tenían un balance dolarizado; parte de sus negocios estaban en el crédito sindicado al propio gobierno mexicano que reestructuraba la deuda; el control cambiario, impuesto como parte de la reestructuración de la deuda externa, restringia sus actividades de administración de patrimonios. La nacionalización bancaria significó una completa reestructuración de los grupos económicos, la quiebra o el encogimiento de los negocios con la profunda y larga recesión. Durante los años ochenta en el curso de la larga recesión, la inestabilidad cambiaria y los crecientes pagos de la deuda externa prevaleció una importante presión especulativa que llevo a una rápida elevación de deuda interna en manos empresariales, principalmente Cetes que muy pronto encontraron su destino en los procesos de privatización de empresas públicas durante el sexenio de Salinas, entre otros de la reprivatización bancaria. (Vidal, 2000) A principios de los noventa con la reprivatización bancaria se replantea la posibilidad de reconstrucción de una estructura financiera articulada a las condiciones de expansión y consolidación de nuevos y más poderosos grupos empresariales. Una rearticulación del financiamiento con una nueva y estrecha relación empresas-bancos, pero reconociendo la existencia de una nueva fuerza competitiva por venir debido a los términos en que se pactó la apertura financiera en el TLC. (Correa, 1995) Sin embargo, una nueva estructura financiera estaba en ciernes con la creciente entrada de flujos de inversión extranjera de cartera en la primera mitad de los noventa. Esto flujos fueron una de las primeras evidencias de la titularización del crédito y se produjeron debido a una serie de desregulaciones en el mercado estadounidense de los inversionistas institucionales. Fueron atraídos hacia México en parte, por las privatizaciones y la salida al mercado de algunas firmas tradicionalmente de propiedad familiar, pero también por la política de ancla cambiaria para el control inflacionario que mantenía elevadas tasas de interés reales sobre los bonos del gobierno. Así, se reactivó el mercado de valores y obtuvo un impulso crucial al financiamiento no bancario para las grandes empresas, colocando bonos en el mercado nacional y extranjero. Las empresas de menor tamaño relativo empezaron a enfrentar desventajas competitivas en el costo y acceso al financiamiento, pero también aquellas procedentes de la apertura comercial. Así, la apertura económica, la desregulación financiera fueron dando forma a una organización financiera empresarial muy concentrada, dolarizada y dependiente del crédito externo. Muy pronto el auge del crédito se convirtió en sobreendeudamiento público y privado que llevo al estallido de la mayor crisis financiera y bancaria de la historia del país en 1994. La rearticulación de la relación empresas-banca que permitió alcanzar una etapa estable de financiamiento ya no tendría lugar. La enorme presión competitiva de la banca extranjera que ya tenía una presencia creciente desde los años setenta con el endeudamiento externo, en los años ochenta con sucesivas renegociaciones de la deuda y dictado de políticas económicas que más tarde configuraron el Consenso de Washington, se materializó en la adquisición de los grandes bancos mexicanos. A partir del TLC y después de la crisis bancaria de 1994-1995, los bancos extranjeros tomaron posiciones en el mercado local. Primero los dos grandes bancos españoles BBVA y Santander, más tarde Citigroup y HSBC. Una nueva estructura financiera fue naciendo con el control del crédito y del financiamiento en manos de bancos extranjeros, la articulación con fondos de inversión y la creación de los fondos de pensiones a partir de la privatización de la seguridad social. Esta nueva estructura financiera, concentrada y extranjerizada es el soporte también de una nueva modalidad de la acumulación que es la exportación maquiladora y no maquiladora, de mercancías, productos energéticos y de fuerza de trabajo. Aunque se trata de un modelo excluyente e inestable. El crédito doméstico en moneda nacional tiene una escasa incidencia en la formación de la inversión y en la realización de la ganancia. La liquidez en pesos en el mercado nacional apenas da soporte a una lenta y desarticulada actividad en el mercado interno, manteniendo una masa salarial estancada con desempleo creciente. No existe, hasta ahora configurado, un mecanismo efectivo regulador del crédito que rearticule todas las potencialidades del mercado interno y en ese sentido está completamente deteriorado el soporte económico-político de la moneda nacional. La deuda pública continúa siendo un componente esencial en el crecimiento de los recursos del mercado financiero, pero ahora con un carácter meramente especulativo, pues sólo una fracción de está se contrata con fines de inversión productiva. El banco central sostiene una política monetaria de acumulación de reservas y de esterilización, costosa no solamente para las finanzas públicas, sino para todo el proceso económico y especialmente para la formación de la ganancia empresarial de empresas locales y que operan principalmente en moneda nacional. (Correa, 2005, 2010) Los principales cambios estructurales del sistema financiero mexicano acaecidos durante los años siguientes a la crisis bancaria de 1994 han sido: • • • • • • • • • • Ruptura de la relación bancaria de financiamiento de los grupos empresariales nacionales Desplazamiento y deterioro de la banca de desarrollo Auge de los fondos de inversión, de los inversionistas institucionales extranjeros y del mercado de valores Expansión de bancos extranjeros globales que dominan el mercado Depresión del financiamiento directo, sostenimiento y crecimiento del financiamiento no bancario para emisoras de la BMV Amplia presencia de la deuda pública como soporte de las operaciones de intermediación Surgimiento y auge del mercado de derivados, especialmente del mercado no regulado (over-the-counter) Pérdida de la capacidad liberatoria de la moneda nacional, momentos de elevada dolarización, sustitución monetaria en grandes operaciones. Formación de un circuito en moneda extranjera y de financiamiento al corporativo transnacional. Intermediación financiera de una parte creciente de la actividad económicafinanciera de la economía local, en plazas y con intermediarios extranjeros. Así, se ha configurado una estructura financiera organizada para la transferencia organizada de los excedentes generados en la producción doméstica, en la explotación de recursos naturales, en las finanzas públicas y en la especulación con las tesorerías de las corporaciones más grandes en el país. Solamente a manera de ejemplo pueden considerarse cifras como las siguientes: 1. Las entidades financieras bajo control extranjero representan el 80% del total del sistema incluyendo banca, administradoras de fondos de pensión (siefores) seguros y casas de bolsa) 2. La privatización de la seguridad social que, al mismo tiempo que provee a los intermediarios básicamente extranjeros de fondos mensuales forzosos, ofrece un soporte de liquidez a la operación del mercado bursátil. 3. El acelerado crecimiento de los activos manejados por los fondos de inversión (operadoras de sociedades de inversión más afores) que asciende al 24.5% de los activos totales del sistema financiero. 4. El vertiginoso crecimiento de los instrumentos derivados que llegaron a representar el 77% de los recursos totales de la banca al finalizar 2007. la reducción acelerada reducción de los recursos totales de los bancos múltiples, con una caída nominal en estos tres años (2008-2010) del 32%, ha caído también el monto de estos instrumentos. Muchos de estos instrumentos tienen como contraparte bancos extranjeros de los Estados Unidos, Gran Bretaña y España. 5. El financiamiento interno al sector empresarial privado no bancario alcanza actualmente el 7.8% del PIB (incluyendo el crédito bancario, el financiamiento de otras entidades no bancarias y la colocación de deuda), mientras que el financiamiento externo representa el 10.1% del PIB (incluyendo el crédito de la banca comercial, así como la colocación de valores en el exterior). 6. Durante los peores momentos de la contracción crediticia de la crisis financiera internacional, el banco de México subastó dólares en 9 meses (octubre de 2008 a junio de 2009) por 27 mil millones de dólares. 7. Se contrató una línea de crédito, a sugerencia del FMI a pesar de las elevadas reservas internacionales, por 50 mil millones de dólares para dar soporte a la salida de fondos de los bancos. Estos liquidaron más de 30 mil millones de dólares en contratos de derivados, seguramente como parte de las demandas de liquidez de sus bancos matrices. 8. Las ganancias bancarias, sin embargo, no han sido afectadas por el descenso del crédito y de la actividad económica. Así, el rendimiento de los siete bancos más grandes respecto del capital ha fluctuado entre el 20 y el 28% de 2007 a 2010. Una parte importante de la rentabilidad bancaria en este periodo procede de los márgenes financieros, pero también de las comisiones, tanto de los servicios bancarios tradicionales, como de las comisiones que generan la compra venta de valores, divisas e instrumentos derivados. 9. También fue espectacular la decisión del ejecutivo mexicano de no aplicar la ley que prohíbe que un banco o filial de banco extranjero sea propiedad de gobierno extranjero, cuando se nacionalizó parcialmente el Citibank en los Estados Unidos. Este complejo mecanismo de extracción de rentas financieras se complementa con otros indirectos también muy importantes, como 1. El soporte de la banca de desarrollo a los bancos públicos, modificando completamente su orientación de banca pública a banca subsidiaria del sistema financiero extranjero y de las empresas privadas en problemas. 2. La titulación del crédito hipotecario, aunque muy pequeña en relación al mercado financiero local, e insignificante respecto de la titulación hipotecaria en los Estados Unidos, es un espacio de negocios financieros muy lucrativos generando comisiones para algunas entidades y bancos. 3. Además de la participación de las filiales de bancos extranjeros en las subastas de deuda pública, se estima que más de 30 mil millones de dólares de ésta se encuentra en manos de no residentes. 4. En promedio más del 70% de las operaciones de crédito de los mayores bancos múltiples está concentrada en 300 grandes clientes. Esta concentración de clientes se corresponde con la distribución geográfica, puesto que solamente 800 municipios del país cuenta con al menos una oficina de servicios bancarios. La rentabilidad y el nivel de capitalización no constituyen evidencia de la salud del sistema bancario y financiero en el país. El propio Banco de México reconoce que aunque el sector bancario se encuentra dominado por subsidiarias, teniendo su propio capital y normatividad local, éstas son susceptibles a efectos de contagio. Incluso presenta estimaciones respecto al efecto sistémico que podría tener sobre el sistema financiero mexicano la quiebra de alguna de esas matrices. (Banxico, 2010) Sus supuestos limitan considerablemente la dispersión de las posiciones de inversión y más aún no consideran que una situación así tendría el efecto de contraer toda la liquidez existente en el sistema por un tiempo indefinido. Puesto que, además, la capacidad de respuesta de las autoridades financieras se sobreestima (el propio banco central no va a confesar su preponderante tendencia a la subestimación de los problemas del sector). Aún así, se estiman posible pérdidas en el sistema bancario de alrededor del 15% de los activos. (Banxico, 2010, 64) Hacia una estructura financiera para el Pleno Empleo De esta rápida lectura de los cambios y situación actual de la estructura financiera y de los flujos de financiamiento queda claro que la reconstrucción de una estructura financiera para el Pleno Empleo requiere de avanzar por etapas y de manera articulada con la transformación del modelo económico. En un primer momento, habría que enfrentar la fragilidad de las entidades financieras e incluso procesos sistémicos en el caso probable de agudización de la crisis financiera internacional, especialmente en España y los Estados Unidos. Salvaguardar el sistema de pagos, pero limitar al máximo el riesgo moral. Para ello se requiere avanzar con seguridad sobre fórmulas de regulación cambiaria y de fortalecimiento de los bancos públicos por un lado. (Ocampo, 2010) Por otro, se necesita recuperar al menos parte de la soberanía del gobierno mexicano sobre el banco central y sobre el gasto público, modificando las leyes de autonomía del banco central y de responsabilidad presupuestal. Mismas que impiden un ejercicio soberano del financiamiento y de las políticas públicas. En un segundo momento, seguramente aparecerán los diversos problemas generados por el sobreendeudamiento del sector privado y la persistente fragilidad financiera de bancos, empresas e incluso de los hogares. Aquí es muy importante aplicar políticas que contribuyan a elevar la capacidad de gasto de la población más excluida, pero no a través de empobrecer a las clases medias, sino a través de los programas que provisión de bienes públicos y de empleo masivos. Todos ellos financiados por medio del gasto público deficitario cuidadosamente aplicado con transparencia y rendición de cuentas. En un tercer momento, podría avanzarse por un camino de regulación financiera y cambio institucional que posibilite la operación de un sistema de banca pública, nacional y regional, comercial y de inversión que permita simultáneamente robustecer el crédito y el ahorro doméstico en moneda nacional. Al tiempo que se compromete con el financiamiento de aquellos programas y actividades económicas que son parte fundamental de la coherencia productiva necesaria para un país de más de 100 millones de habitantes, como lo son: la autosuficiencia alimentaria y energética, la investigación en ciencia y desarrollo; el transporte y comunicación modernos de toda la población y el territorio; los sistemas de educación, salud y jubilación universal. Finalmente, tendría que avanzarse hacia la creación de un sistema nacional de empleo público que contribuya a: enfrentar el problema del desempleo estructural masivo que en México incluye tanto a personas con muy baja o nula calificación, como a mexicanos con elevada formación; levantar un piso de ocupación en investigación científica-tecnológica que permita conformar un núcleo endógeno auto reproductor de pensamiento científico e innovación técnica; producir bienes y servicios esenciales para elevar el nivel de vida y bienestar de la población y que el mercado no produce; conformar un soporte contra-cíclico para sostener el pleno empleo incluso en épocas de menor crecimiento de la demanda y de la inversión. México enfrenta en estos primeros años del siglo la grave pérdida económica y social que implica que más de la mitad de la población “económicamente activa” PEA, se encuentra en situación de desempleo, subempleo e informalidad, además de que 500 mil mexicanos se van del país al año en búsqueda de trabajo y oportunidades de bienestar. Durante los últimos años el gobierno mexicano ha tomado la decisión de enfrentar este problema a través de la confrontación armada, creándose “empleo” en ejército y policías, y por otro lado en grupos armados que responden al mando de toda índole de intereses. Así las cosas, podemos decidir si la gravedad del desempleo la enfrentaremos a través del empleo civil, con un sistema nacional de empleo público, o a través de la generalización de la violencia y la disolución de las instituciones. La primera vía es viable y fácilmente financiable, la segunda avanza por el camino de la fragilidad y la incertidumbre social y financiera. El debate nacional sobre qué estructura financiera es necesaria para sufragar el pleno empleo es indispensable en cualquier estrategia o modelo alternativo. Bibliografía Banxico, (2010) Reporte sobre el sistema financiero, junio. México. Ceceña, J.L. (1963) El capital monopolista y la economía mexicana. Ed. El Caballito, México. Correa, E. (1995) "Los Servicios Financieros en el TLC", en el libro Alicia Giron, Edgar Ortiz y Eugenia Correa (Comp.) Más Allá del TLC Integración Financiera y Desarrollo. México, Siglo XXI. Correa, E. (1996) "La Banca de Desarrollo una alternativa para el desarrollo económico de México", en el libro Alicia Girón y Eugenia Correa (Coord.) La Banca de Desarrollo Hacia el Inicio del Siglo XXI. México, IIEc- UNAM y Editorial Cambio XXI. Correa, E. (2005) "Globalización y Estructuras Financieras: El caso de México", en Eugenia Correa, Alicia Girón y Alma Chapoy (Coordinadoras) Consecuencias Financieras de la Globalización. Ed. Miguel Ángel Porrúa, México. Correa, E. (2010) México, crisis económica y financiera, en revista Ola Financiera No. 6, mayo-agosto. UNAM, México. Minsky, H. (1977) “La banca central y el comportamiento de una economía”, aparecido en L. Bendesky. (1991) El papel de la banca central en la actualidad. México, Ed. Cemla. Minsky, H (1993) Finance and Stability: The Limits of Capitalism, Working Paper No. 93, Levy Institute. Ocampo, J.A. (2010) ¿Por qué se debe volver a regular la cuenta de capitales? http://www.project-syndicate.org/commentary/ocampo7/Spanish Vidal, G. (1986) Crisis, monopolios y sistema político en México. México, Ed. UAM-I. Vidal, G. (2000) Grandes empresas, economía y poder en México. México, Ed. Plaza y Valdez.