Enfoques ortodoxos de la determinación de la tasa de cambio: una revisión1 John T. Harvey* El único desarrollo más importante en las relaciones económicas internacionales desde la segunda Guerra Mundial ha sido el crecimiento exponencial de flujos de capital internacionales. Bajo cualquier estándar, tales transacciones son ahora, con mucho, las más numerosas de todas aquellas que ocurren a través de fronteras nacionales. Como consecuencia, son también la fuerza dominante en la determinación de la demanda de divisas (Harvey, 1991, 1993a, 1993b; Krause, 1991; Schu1meister, 1987; Shelton, 1994, p. 88). Durante el mismo período, los economistas neoclásicos han expresado una frustración creciente sobre su fracaso para explicar los movimientos en los tipos de cambio (Dombusch, 1987; MacDonald y Taylor, 1992, 1989; Pentecost, 1993; Visser, 1989). A pesar del hecho que éste es uno de los campos mejor investigados en la disciplina, ningún modelo o la teoría lo ha probado bien. Los resultados han sido tan deprimentes que los economistas de la corriente dominante rápidamente admiten su fracaso. Es la premisa de este artículo, que estos dos desarrollos, el crecimiento del mercado internacional de capital y la incapacidad de la escuela ortodoxa para explicar los tipos de cambio, están relacionados. Lo anterior ha conducido a una situación en la cual el mercado de divisas, como el mercado de valores de Keynes, ha llegado a ser dominado por actividades especulativas (Keynes, 1964, pp. 147-164; Harvey, 1993a, 1993b, 1991; Krause, 1991; Schulmeister, 1987). Debido a que los modelos neoclásicos han sido lentos para tomar en consideración este desarrollo, confiando en cambio en la noción que algún conjunto de “factores fundamentales” determina los tipos de cambio, el funcionamiento empírico de sus modelos ha sido extremadamente pobre. El artículo procede como sigue: primero, se presenta una breve descripción del crecimiento de los flujos de capital en las transacciones internacionales. Después, los dos (p. 567) modelos más populares sobre tipos de cambio, el monetario y el de balance 1 Traducción de Claudia Gaona del artículo aparecido en el Journal of Post Keynesian Economics, Vol. 18 No. 4, 1996 * El autor es el Profesor Asociado de Economía en la Universidad Cristiana de Texas en Fort Worth. Agradece a Ted P. Schmidt y Robert Blecker para sus incisivos comentarios y a Paul Davidson por su considerable asistencia editorial. de portafolio, más diversas teorías y métodos relacionados son inspeccionados. Finalmente, las conclusiones y generalizaciones son presentadas. El crecimiento de flujos de capital Desde el final de segunda Guerra Mundial, el papel de capital en las transacciones internacionales se ha incrementado dramáticamente. A pesar de los intentos de control sobre dichos flujos en el sistema Bretton Woods, el mercado del Euro-dólar nacía a finales de los años cincuenta (Harvey, 1995, pp. 5-6). A principios de los años setenta, los mercados de euromonedas constituyeron un factor importante para que la determinación de los tipos de cambio jugara un papel fundamental en el colapso del acuerdo de Bretton Woods (Bell, 1973, pp. 91-92). A partir de 1973, varios factores han desempeñado un papel considerable en la continuidad y aceleración del crecimiento de los mercados de capitales hasta el punto de llegar a ser la fuerza dominante en la determinación de los tipos de cambio. Andrew Walter da una descripción destacada del estado de la economía internacional en la actualidad: El valor del comercio mundial en 1988 ascendió a más de 3 trillones de dólares, comparado con el PIB estadounidense en aquel año de 48 trillones de dólares. Si bien cifras precisas son difíciles de obtener, en 1986 el mercado del Euro-dólar de Londres, prácticamente irregulado por las autoridades, se estimó que manejaba un equivalente a 300 billones por día, o aproximadamente 75 trillones de dólares por año… Otra indicación del grado del por qué los flujos de capital han venido a dominar y se han visto incrementados de manera separada de los pagos relacionados con el comercio es el tamaño de las transacciones del mercado de divisas. Un estudio de 1989 estimó que el volumen diario en Londres, Nueva York y Tokio era de 187 billones, 129 billones, y 115 billones de dólares, respectivamente. La gran mayoría de estas transacciones, quizás el 90 por ciento o más, no están relacionadas con flujos de cuenta corriente… Considerando que el total de reservas en divisas de los bancos centrales eran casi 800 billones de dólares a mediados de 1990, es claro que el mercado internacional interbancario fácilmente domina el sector oficia1. Las reservas de los bancos centrales son menos que el equivalente del volumen de dos días en el mercado mundial de divisas. [Walter, 1991, pp. 196-198] A la luz de esta dramática evidencia, no es sorprendente que las investigaciones sobre los tipos de cambio hayan conducido a los economistas a abundar sobre las explicaciones de la determinación de los tipos de cambio enfocadas en la cuenta de capital. El progreso, sin embargo, no ha sido ni continuo ni rápido. (p. 568) Enfoques populares de la determinación de los tipos de cambio Los dos enfoques más populares sobre la determinación de los tipos de cambio son el enfoque monetario y el modelo de balance de portafolio.2 Los elementos del modelo de substitución de monedas son a veces incluidos en el enfoque de balance de portafolio, ya que comparten muchos de los mismos problemas. El enfoque monetario El enfoque monetario sobre la determinación de los tipos de cambio evolucionó directamente del enfoque monetario al de balanza de pagos. En su parte fundamental mantiene tres supuestos simples: 1. Los salarios y precios son perfectamente f1exibles. 2. La demanda de dinero es estable. 3. La paridad de poder de compra se mantiene siempre. Mientras los primeros dos son importantes, el tercero es crucial. Para todos los propósitos, el enfoque monetario para la determinación de los tipos de cambio es mejor que la paridad del poder de compra. La versión simple del modelo del enfoque monetario sigue: ( 1) S = (M/M*)/(ky/k*y*), donde la S es el tipo cambio (unidades de moneda doméstica por unidad de divisa), M es la oferta de dinero, y es el ingreso real, k es la proporción del saldo de dinero nominal a 2 Omito al Mundell-Fleming, Dornbusch, y los modelos de substitución de monedas alegando que son rara vez utilizados (especialmente el primero) (Pentecost, 1993). ingreso nominal deseada, y los asteriscos denotan a las variables extranjeras. En la práctica, la ecuación (1) a menudo es estimada como: (2) s = (m-m*) + (y*-y) + (k*-k) + э(i--i*). En la ecuación (2), la s es el tipo de cambio, m es la oferta de dinero, y es el ingreso real, k es la proporción del saldo de dinero nominal a ingreso nominal deseada, es la elasticidad ingreso de la demanda de saldos reales de dinero, э es la elasticidad de la tasa de interés de la demanda de dinero, y los asteriscos sirven al mismo objetivo de arriba. Las variables s, m, y, k, e i están expresadas en forma logarítmica (Levich, 1985, pp. 1008-1009). La diferencia primaria entre la versión teórica simple y la versión empírica (además de la forma funcional) es que la segunda incluye una provisión para lso diferenciales de las tasas de interés. En cualquier caso, la clave para entender cómo se detrmina el tipo de cambio (p. 569) es el poder de paridad de compra. Mientras parece que la ecuación (1) explica el precio de las divisas en términos de la oferta y demanda de dinero y en el nivel de ingreso real, de hecho, el enfoque monetario define el tipo de cambio como la proporción de los niveles de precios domésticos y extranjeros. La ecuación (1) resulta de la solución de la ecuación de Cambridge para el nivel de precios en cada economía y substituyéndola después en la ecuación de la paridad del poder de compra. Las variables M, k, y y aparecen porque son utilizadas para determinar los niveles de precios en las macroeconomías domésticas respectivas. De tal suerte que estos niveles de precios son usados para determinar el tipo de cambio. El enfoque monetario para la determinación de los tipos de cambio es por tanto, el modelo macro doméstico de los monetaristas junto con la paridad del poder de compra añadida. Este hecho ayuda a explicar el pobre funcionamiento empírico de este modelo monetario (MacDonald y Tay1or, 1992, 1989; Visser, 1989; Levich, 1985). Incluso sin elevar preguntas en cuanto a la parte doméstica de su modelo, la historia no ha mostrado que los tipos de cambio típicamente reflejan la paridad del poder de compra (Giovannetti, 1992). Más aún, la adición de la paridad del poder de compra al modelo monetario no toma en consideración la transacción internacional más importante, los flujos de capital. Los precios usados para el cálculo de la paridad del poder de compra son aquellos elegidos en los mercados de bienes y servicios, no de activos financieros. El modelo implícitamente asume que el precio de la divisa de algún modo se derivada del mercado internacional de bienes y servicios bajo el supuesto de "la ley de un solo precio."Dada la evidencia empírica, no se puede decir que ésto es una abstracción razonable. El modelo monetario probado en la realidad por lo general lleva más semejanza a la ecuación (2), que incluye mediciones de las tasas de interés domésticas y foráneas. Estas tasas son fijadas en los mercados financieros, y en consecuencia parecen hacer cierta concesión al hecho que los flujos de capital son importantes en la determinación de las tasas. Sin embargo las tasas de interés son usadas para explicar la posibile demanda de un activo por dinero en efectivo; es así, que su único efecto directo se encuentra en la proporción de la demanda por saldos de dinero nominal con respecto al ingreso nominal (y, a través de éste, en el nivel de precios y el tipo de cambio) En el mercado internacional de capitales, elevándose las tasas de interés domésticas (ceteris paribus) hacen a los activos denominados en la tasa de interés doméstica más atractivos tanto a inversionistas nacionales como internacionales. Lo anterior causa una apreciación de la moneda doméstica, junto con los inversionistas extranjeros. Esto último causa una apreciación de la moneda doméstica ante el ajuste de los portafolios de los inversionistas. Un incremento de las tasas de interés estadounidenses por lo tanto "causa" una apreciación dólar. En el modelo monetario, sin embargo, esto no ocurre. En cambio, un incremento en la (p. 570) tasa de interés de estados unidos de Norteamérica, disminuiría la demanda del activo por dinero en efectivo, creando así un exceso de oferta de dinero. A su vez, esto causaría un alza en los precios, seguida de una depreciación del dólar. De ahí que el modelo monetario predice que el efecto de movimientos en las tasas de interés debería ser precisamente lo opuesto a lo que es observado y esperado en el mundo real. En resumen, el modelo monetario es un derivado de la paridad del poder de compra. El cuál no hace provisión alguna del papel del mercado de capitales en la determinación de los tipos de cambio. Incluso cuando una variable financiera, como la tasa de interés, es incluida, su papel es limitado a cómo ésta podría afectar los precios de los bienes y servicios (a través de la demanda del dinero). El modelo no ha funcionado bien empíricamente. Esto ha sido descrito como "explica [ando] los hechos de manera muy débil. " (Copeland, 1989, p. 174), “confuso" (Ahking, 1989, p. 924). "de manera débil para hacer coincidir el funcionamiento del pronóstico fuera de la muestra de una simple caminata aleatoria" (Schinasi y Swamy, 1989, p. 376), y “sombrío” (Baillie y Selover, 1987, p. 49). A pesar de esto, sigue siendo muy popular. Esto es sin duda debido a su simplicidad y atractivo intuitivo, más el hecho de que confirma la tendencia de libre mercado sostenida por muchos de sus defensores. El enfoque de balance de portafolio Otro enfoque popular en la determinación de los tipos de cambio es el modelo de balance de portafolio. Éste modelo reconoce que la explicación de los tipos de cambio necesita la explicación de los flujos de capital internacionales. El enfoque de balance de portafolio asume que los inversionistas tienen tres opciones de activos: moneda doméstica, bonos domésticos, y bonos extranjeros. Adicionalmente, asume que los bonos domésticos son substitutos imperfectos de bonos extranjeros y que, por lo tanto, la estructura de tasas de interés puede difererir. La versión más simple del modelo involucra un país pequeño donde los residentes domésticos puede poseer bonos extranjeros, mientras los extranjeros no mantienen bonos domésticos. Bajo estas circunstancias la riqueza nominal consistiría en: (3) W=M+B+SF donde la W es la riqueza neta financiera del sector privado, M es la oferta de dinero, la B es el valor de los bonos domésticos, F es el valor en divisa estranjera de la tenencia doméstica de bonos extranjeros., y S es el tipo de cambio (unidades monetarias domésticas por unidad de divisas) (MacDonald y Taylor, 1989). Las demandas de cada componente de riqueza doméstica se definen: (p.571) (4) M= m(r,r*) -- (5) B = b(r,r*) +- (6) F = f(r ,r*) -+ donde r es la tasa de rendimiento sobre los bonos domésticos y r* es el rendimiento de los bonos extranjeros. Los signos bajo cada determinante muestran el impacto sobre la variable dependiente. En teoría, este modelo es una gran mejora sobre el enfoque monetario. Su principal énfasis es sobre el mercado de capitales, y en particular en las decisiones de los inversionistas maximizadotes de beneficio. Otra ventaja es que, como en el mundo real, la línea de causalidad entre las tasas de interés y los tipos de cambio va ligada al mercado de capital más que al mercado de bienes y servicios. Por ejemplo, el efecto de una política monetaria estimulante es una caída en tipota tasa de interés doméstica y, a medida que los inversionistas se cambian a bonos extranjeros, un incremento en el precio de la moneda foránea3. El modelo, sin embargo, todavía lo prueba de manera deficiente (MacDonald y Taylor, 1992. pp. 16-20; Levich, 1985, p. 1015). Aunque su tratamiento de flujos de capital sea una mejora sobre el enfoque monetario, este todavía queda corto. A pesar de su aparente interés por los mercados financieros, el modelo de balance de portafolio todavía considera a la cuanta corriente como el principal conductor de los tipos de cambio. En el modelo, los cambios de la composición deseada de los portafolios de los inversionistas son causados o por la política de gobierno (como se explicó arriba) o por la existencia de un desequilibrio de cuenta corriente. Cuando el país de origen experimenta un exceso de cuenta corriente (déficit), acumula (pierde) bonos extranjeros. Esto crea un exceso de oferta de bonos extranjeros, conduciendo a una depreciación de las divisas. Eventualmente, la caída en el valor del dinero extranjero elimina el exceso. Este proceso es pruebas del excedente por la tasa de cambio (causado por el ajuste lento de precios en el mercado de bienes), donde, en respuesta a alguna perturbación, el precio de divisas llega a estar temporalmente (p. 572) supervaluado.4 El modelo asume que el equilibrio duradero requiere que la cuenta corriente este equilibrada. Cuando no lo está, los sitios de desequilibrio en las fuerzas de movimiento que devolverán el equilibrio (en este caso, el ajuste de cartera no deseado). Por lo tanto, la cuenta corriente es todavía la fuerza motriz detrás de los movimientos del tipo de 3 Los resultados de la política fiscal son ambiguos (MacDonald y Taylor, 1992, p. 10). Esto se menciona como "excediendo" porque el ajuste de tasa de cambio a una posición compatible con un desequilibrio de cuenta corriente es sólo temporal, relacionado con el ajuste lento del mercado de bienes(mercancías). El desequilibrio de cuenta corriente sí mismo se pone en las fuerzas de movimiento que repararán el desequilibrio por moviendo la tasa de cambio hacia atrás a una posición compatible con el equilibrio(saldo). 4 cambio. Los ajustes del mercado de capital son sólo de corto plazo, y aún entonces sólo en respuesta a acontecimientos en la cuenta corriente. No hay ninguna fuente independiente de movimientos en los flujos de capital en el modelo de balance de portafolio. Las decisiones de cambiar portafolios resultan o del impacto de política de gobierno o de desequilibrios en cuenta corriente. En el mundo real, la decisión de cambiar la composición de un portafolio no necesariamente espera un cambio de la política de gobierno o en los flujos de cuenta corriente. Si esto hiciera, la tasa de cambio no exhibiría la volatilidad que presenta. En el mundo real, los cambios en las expectativas de los participantes en el mercado de cambio conducen a ajustes de portafolio repentinos y frecuentes, que entonces conducen a movimientos de tasas (aún sin política o eventos en cuenta corriente). Un defensor del enfoque de balance de portafolio podría argumentar que las versiones más sofisticadas del modelo explícitamente incluyen movimientos de tasa de cambio esperados como un determinante de la demanda de activos extranjeros. Esto es verdad, pero ninguna teoría específica de expectativas es una parte integral del modelo de balance de portafolio. Un componente tan importante de la explicación no debería tomar la forma de una adición ad hoc. En suma, a pesar de sus reclamaciones del contrario, el enfoque de balance de portafolio no toma en cuenta adecuadamente las características del mercado internacional de capital de hoy. Como con el modelo monetario, su fracaso empírico lo deja sin una defensa de sus defectos teóricos. A diferencia del modelo monetario, el enfoque de balance de portafolio permite desequilibrios comerciales y excesos de la tasa de cambio, y por lo tanto alguna medida de volatilidad (aún bajo un régimen de tasa de cambio flexible). Esto es una mejora, pero todavía pone una atención inadecuada al modelado de la cuenta de capital. Teorías relacionadas y métodos Hay varias teorías y métodos en la economía neoclásica que, aunque no modelan tasa de cambio en si mismo, se han hecho muy (p.573) populares en la explicación de movimientos de tasas. Estos incluyen expectativas racionales, pruebas que emplean datos de revisión, estudios de diagramas, la eficaciencia del mercado, "noticias", burbujas especulativas, y caos. Ya que cada uno de estos es una respuesta al fracaso de los modelos neoclásicos hechos para explicar los movimientos de las tasas, ellos son examinados aquí. Expectativas racionales, mercados eficientes, diagramas, y datos de revisión Como los economistas más sobresalientes llegaron al hecho de que el mercado de divisas es un mercado de activos, hicieron numerosos cambios ad hoc a su enfoque. La adopción de expectativas racionales y de la eficiencia del mercado, usada extensivamente en los estudios de mercados de capitales domésticos, es el ejemplo principal. Un mercado es eficiente si los precios reflejan toda la información disponible. Las expectativas racionales están estrechamente relacionadas, requiriendo que los agentes económicos, primero, usen toda la información disponible en sus pronósticos sobre los precios futuros de activos, y segundo, que sus previsiones subsecuentes no contengan errores persistentes. Estos parecen bastante inofensivos y por intuición atractivos a primera vista. Pero las pruebas han conducido a resultados tristes.5 Los economistas ortodoxos modelan las expectativas de los participantes del mercado de cambios como si no tuvieran ningún efecto sobre precios monetarios. En cambio, ellos asumen que los precios son determinados por algún otro, un proceso más objetivo, y que el trabajo de los especuladores es adivinar el resultado de aquel proceso. Más específicamente, "los fundamentos" se asumen para determinar las tasas, mientras los participantes del mercado cuestionan a posteriori dichos fundamentos. El pronóstico de la tasa de cambio es entonces análogo a la adivinación de un cubilete o el pronóstico del tiempo; las expectativas no tienen ningún efecto sobre el resultado real (Davidson, 1982-83; Fazzari, 1985). Pero los economistas ortodoxos saben, así como cualquier otro, que en los mercados de activos las expectativas agregadas de los participantes en el mercado son las que determina los precios. La razón que utilizan para explicar los fundamentos como 5 Hoy, el método más popular para probar las expectativas racionales es el uso de datos de revisión (esto evita el problema de las expectativas de los agentes proxying). Las expectativas racionales son rechazadas si el pronóstico es una predicción parcial de la futura tasa spot o si esto determina que los agentes no han usado toda la información disponible (la condición de ortogonalidad: ver Takagi, 1991, pp. 169-170, y MacDonald y Taylor, 1992, pp. 31-32) (Cavaglia, Verschoor, y Wolff, 1993; MacDonald y Taylor, 1992; pentecostés, 1993; y Takagi, 1991). Note que el rechazo de la condición de ortogonalidad constituiría un rechazo tanto de las expectativas racionales como de la eficiencia del mercado. Los estudios que muestran la rentabilidad del análisis técnico y las reglas de filtro a menudo son tomadas como pruebas indirectas de que el mercado es ineficiente (Taylor y Allen, 1992; Schulmeinster, 1987). Más es dicho sobre este tema más tarde. una fuerza independiente es que asumen que aquellos fundamentos son la guía básica de los participantes de mercado para formar sus expectativas (p. 574). Si es así, entonces la simplificación no hace ningún daño. ¿Pero por qué deberían los participantes del mercado confiar tan ciegamente en ellos (especialmente cuando la lista de qué constituye fundamentos varía de fuente a fuente)? Si las tasas son determinadas por las expectativas agregadas de los participantes de mercado, entonces uno puede hacer el argumento que ellos deberían usar los fundamentos sólo si la mayoría ya lo hace. En mercados de activo keynesianos, las expectativas de los participantes son también la fuerza que determina los precios de los activos. No hay ninguna razón a priori, sin embargo, para esperar que ellos prefirieran cualquier conjunto particular de indicadores sobre otro (p. ej., no hay ninguna presunción de la existencia de expectativas endógenas producidas por fundamentos ergódicos). Como la elección de factores sobre los cuales se forman continuamente las expectativas, deben ser descubiertas en un sistema no ergódico, el examen cuidadoso del proceso de formación de expectativas es considerado un segmento importante de tal investigación, revelando muchos hechos significativos en cuanto a la determinación de tasas de cambio (Harvey, 1991; Schulmeister, 1987). Si los mercados de divisas fueran modeladas a partir del mercado de acciones keynesiano, entonces los conceptos de expectativas racionales y la eficiencia de mercado no estarían tan equivocados para calificarlos como irrelevantes. Si las expectativas agregadas de los distribuidores determinan los precios actuales de la moneda, no tiene caso preguntar si estuvieran correctos en promedio, o en determinar cuánta de la información disponible utilizaron. Incluso aplicando expectativas racionales a distribuidores individuales (el único contexto en el cual todavía podría tener algún sentido) es cuestionable porque no habría más una relación de equilibrio del sistema estable ergódico hacia la cual las expectativas de un distribuidor podrían converger. Si pronosticar tasas de cambio realmente significa pronosticar el pronóstico de todos los demás en el mercado, la imagen se hace muy complicada. El examen cuidadoso del proceso por el cual las expectativas se forman debe ser un segmento importante de cualquier programa de investigación serio. El hecho de que las expectativas del mercado de cambios del mundo real no muestre ninguna correlación fuerte con un conjunto de determinantes fundamentales no debe sorprender. Uno de los primeros problemas con pruebas de expectativas racionales era que el investigador tuvo que encontrar un proxy para las expectativas. Nunca era claro, por tanto, si una prueba fallida significaba que la teoría o el proxy estaban equivocadas. Pero la reciente proliferación de conjuntos de datos que contienen observaciones de pronósticos verdaderos ha eliminado el problema. Los economistas neoclásicos han tenido la amplia oportunidad de probar expectativas para errores persistentes, independientemente de cuales fueron los insumos utilizados en el proceso de formación de expectativas. Casi sin excepción, las pruebas encuentran que las expectativas están influidas (indicando errores persistentes) y que no usan toda la información disponible, así rechazan tanto las expectativas racionales como la eficacia de mercado (ver nota 4). Mientras estos resultados parecen reforzar el modelo ortodoxo, ellos también ponen en duda en la visión keynesiana que los precios de los activos están determinados por las expectativas de los participantes del mercado. ¿Si las expectativas determinan los precios de los activos, no sería cierto que las expectativas siempre serían correctas (y no solamente en promedio como determinan las expectativas racionales)? La solución a este misterio recae en la manera en la cual la teoría de las expectativas racionales está enmarcada en estudios empíricos. La visión ortodoxa del participante del mercado de divisas es el de un individuo que trata de adivinar el resultado de un proceso ergódico determinado objetiva y externamente (como el cubilete). Ya que no hay ningún eslabón entre las expectativas generadas y el resultado previsto, y ya que el resultado es decidido por un proceso objetivo, si se comparan predicciones anteriores con resultados ex post se haya una medida lógica de exactitud del pronóstico. Siguiendo esta lógica, las pruebas de expectativas racionales (y eficacia de mercado, en el entendido que comparten características) han consistido en comparar lo que un agente de cambios cree en un lunes (por ejemplo) que la tasa será el viernes, con la tasa real del viernes. Si las previsiones del distribuidor son influidas, entonces ella o él no son racionales. Pero desde el punto de vista de un mercado de activos de estilo keynesiano, las expectativas de los distribuidores de las tasas del lunes al viernes determinan la tasa del lunes, no la del viernes. Ellos actúan a partir de las expectativas inmediatamente. ¿Quién sabe lo que otros acontecimientos ocurrirán el martes, el miércoles, y el jueves? Para entonces, ellos probablemente han olvidado lo que esperaban el lunes y están ocupados trabajando sobre su previsión para la próxima semana. Pero aquella previsión de la tasa de la próxima semana tendrá su efecto en el aquí y ahora. Por lo tanto, no es nada sorprendente que las expectativas racionales no prueben bien, a pesar del hecho que las expectativas parecen determinar los tipos de cambio. Burbujas racionales y movimientos no fundamentales Los modelos económicos ortodoxos asumen que los movimientos de tasa de cambio pueden ser explicados en términos de fundamentos ergódicos. Los neoclásicos así han sido perplejo para explicar las grandes y persistentes oscilaciones de tasas de cambio lejos de lo que ellos percibieron para ser sus valores subyacentes "intrínsecos", como la subida del dólar a partir de 1981 hasta 1985. Este inevitable hecho empírico ha conducido a dos explicaciones: burbujas racionales aud movimientos no fundamentales.6 (p. 578) Las burbujas racionales son una tentativa de explicar tales oscilaciones manteniendo el supuesto de eficiencia. Esto es una imposibilidad, desde luego, sin permitir a alguna irracionalidad en algún sitio en el escenario. Por ejemplo, burbujas racionales explican que, una vez que el valor de una moneda es lejano de su nivel fundamental, agentes absolutamente racionales todavía pueden ir mucho tiempo en aquella moneda si su estimación de la probabilidad de un choque a corto plazo (una certeza a la larga) es menos que la probabilidad de una subida continuada a corto plazo (MacDonald y Taylor, 1992, pp. L3-15; MacDonald y Taylor, 1989, pp. 87-93; Pentecost, 1993, pp. 80-87; Visser, 1989, pp. 24-25). El problema es, si esto es aún "racional", entonces como hizo el precio monetario varía hasta ahora en primer lugar, y lo que la base participantes de mercado tener para esperar que la desviación siguiera (Copeland, 1989, pp. ¿318-325)? Esta irracionalidad evidente no es explicada; ellos son asumidos para existir, y la pregunta entonces es como agentes racionales wi1l les reaccionan (Glickman, 1994). A pesar de inconsistencies evidente del acercamiento de burbujas racional, la investigación establecida sigue en este área. Algún neoclassicals, en respuesta a estos problemas, ha hecho que era una vez inconcebible: tenido en cuenta irracionalidad y movimientos no fundamentales en tasas de cambio (Frankel y Froot, 1990; MacDonald y Taylor, 1992, pp. 25-26; Taylor y Allen, 1992; Visser, 1989., pp. 24-25). Estos El “roblema de peso " esta relacionado, pero realmente no encaja exactamente en la situación discutida aquí. Esto se refiere a la situación que surge cuando adelante y/o tasas esperadas son considerablemente fuera de la línea con la corriente fundamentos sabidos porque ellos tienen en cuenta un pontencial significativo, si en el presente improbablemente, cambian en los fundamentos (Visser, 1989, p. 24). Esta estricta versión no puede explicar que la desviación de la tasa de punto corriente de esté valor fundamental (sin embargo, algún economista ha usado la más amplia interpretación del problema de peso [Visser, 1989, p.25]). 6 movimientos no fundamentales son relacionados con trazar y el análisis técnico, y esto es siempre el caso que su impacto es visto como breve y sobrepuesto sobre efectos fundamentales. Hay un sentimiento de inquietud para algunos economistas donde este análisis está preocupado, como evidenciado por lo siguiente: La tasa de cambio puede ser determinada por las expectativas racionales (de otros participantes de mercado) caprichos, p. ej., mi expectativa de que otras expectativas de la gente serán. Aquellas expectativas pueden ser gobernadas por otros factores que "fundamentos". La e de w es atrás a la vista(opinión) sombría de Keynes (de en su caso, acción(reserva)) la valoración de mercado como un juego de sillas musicales. [Visser, 1989, p. 24; énfasis añadido] Los otros parecen tener ningunas tales náuseas, pero restringir los efectos potenciales de irracionalidad a la carrera corta: Taylor y Allen [1992] pruebas sobre el predominio de análisis no fundamentalista en bolsas de divisas sugieren que, como una guía al comportamiento de carrera corta de tasas de cambio, los fundamentos contra el acercamiento de no fundamentos parezcan la promesa. [MacDonald y Taylor, 1992, p. 27] (p. 579) Todavía los otros aparecen estar relativamente abiertos: En breve esto de verdad puede ser el caso que cambia con el tiempo en el peso al cual dan al pronóstico diferente tecniques son una fuente de cambios de la demanda de dólares, y que movimientos de tasa de cambio grandes pueden ocurrir con poca base en fundamentos macroeconómicos. [Frankel y Froot. 1990, pp. 184-185] Permanece para ser visto como movimientos no fundamentales pueden ser incorporados en sus modelos, pero esto es realmente un acontecimiento excepcional en la historia neoclásica de teoría de tasa de cambio (incluso si esto es casi sesenta años desde(desde entonces) Keynes dijo prácticamente la misma cosa en la Teoría General).7 El tiempo contará si esto es representativo de una revolución auténtica en el pensamiento neoclásico o simplemente un golpe en el camino. 7 Una tentativa de construir movimientos no fundamentales en un modelo neoclásico es Bamett (1992), cuyo acercamiento es de mirar la demanda de divisas como un problema individual selecto, con bienes(mercancías) no negociados e imperfecciones en los mercados de divisas. Cointegración y caos La última clase de innovaciones recientes en los enfoques neoclásicos sobre la determinación de los tipos de cambio corresponde a técnicas matemáticas y estadísticas. Naturalmente, cada uno comparte los problemas del modelo empleado en particular. Para los neoclásicos, estos representan el más sofisticado en una serie de intentos por descubrir la relación real que existe entre los tipos de cambio y las fuerzas fundamentales que las determinan; para los no creyentes o no-neoclásicos, éstos parecen ser un último y estrecho esfuerzo por rescatar un programa de investigación. Las pruebas de las teorías de tipo de cambio que usan cointegración y pruebas de raíz unitaria comenzaron a mediados-fines de los ochenta. Éstas buscan relaciones de equilibrio entre variables económicas (Griffiths, la Colina, y el Juez, 1993, pp. 696702). Hasta ahora, los resultados no han sido muy prometedores para los modelos adherentes. Hakkio y Rush (1989) encontraron en su trabajo evidencia de inconsistencias con la eficiencia del mercado en su trabajo; Baillie y Selover (1987, p. 49) concluyen que su prueba de cointegración “provee mayor evidencia deprimente sobre las inadecuaciones del modelo monetario," y Giovannetti (1992, p. 95) reporta que "la evidencia proporcionada hasta ahora, usando la técnica cointegración para probar la validez de la hipótesis PPP, no parece apoyar la visión de una proporcionalidad a largo plazo entre los tipos de cambio y precios.” Estos resultados son típicos. Las pruebas y modelos que emplean estructuras no lineales y caóticas han probado ser mejores (Pentecost, 1993, pp. 1 84-189). Se esperaría que éstas (p. 580) pudieran explicar el comportamiento a menudo errático de los mercados de divisas, aunque es posible que las limitaciones de los datos cuantitativos deban ser culpados (Pentecost reporta que los científicos naturales usan 5,000 a 10,000 puntos de datos para descubrir sistemas caóticos), " la mejor evidencia hasta el momento sugiere que los datos de tasa de cambio de alta frecuencia no exhiben el comportamiento caótico" (Pentecost, 1993, p. 189). Conclusiones La literatura sobre la determinación de los tipos de cambio es una de las más grandes en la economía. Los economistas no tienen la excusa de que el precio de las divisas es determinado en un mercado marcado por rigideces institucionales y la interferencia del gobierno. El predominio del mercado de capital que se ha desarrollado desde la Segunda Guerra Mundial ha empujado la economía mundial precisamente en la dirección opuesta. Aunque, bajo su propia admisión, la economía ortodoxa ha fallado en explicar los tipos de cambio. En respuesta a este fracaso, la investigación ha surgido en dos direcciones. El trabajo más reciente asume que los errores están en los detalles más que en la parte fundamental. Los economistas emplean nuevas pruebas, usan formulaciones matemáticas más complejas, o añaden y restan variables. Esto ha tenido poco éxito. Los otros han tomado el paso realmente revolucionario de sugerir que los tipos de cambio no pueden estar gobernadas por fuerzas fundamentales, o al menos no completamente.8 Esto es un enorme paso, ya que ello es una admisión que, ya que los fundamentos son asumidos para mover tasas en la dirección que es la más beneficiosa para la economía mundial, un libre mercado no siempre puede ser ideal. Hasta ahora, el efecto de lo no fundamentado ha sido relegado al corto plazo, y varios economistas han sugerido, por tanto, que nos concentremos en el largo plazo (la implicación que movimientos no fundamentales son irracionales y por tanto no un sujeto conveniente para el análisis económico). Al menos, es alentador que los economistas neoclásicos han, en cualesquiera de sus estudios de los tipos de cambio, tomado nota del hecho que sus modelos no explican (dejan sólo predecir) el mundo real. 8 La conclusión de Mark P. Taylor (1995) Journal of Economic Literature es, en particular, interesante en cuanto a esto.