Pag 2b Una mirada sobre los adultos mayores

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OPINIÓN
Por una nueva mirada hacia los adultos mayores
Por Rafael Kohanoff
Director del Centro INTI- Tecnologías para la Salud y la Discapacidad
[email protected]
El Ing. Rafael Kohanoff,
presentó la siguiente
propuesta en el 2°
Congreso
Latinoamericano de
Gerontología
Comunitaria,
organizado por el
Ministerio de Desarrollo
Social de la Nación, a
través de la Secretaría
Nacional de Niñez,
Adolescencia y Familia
y su Dirección Nacional
de Políticas para
Adultos Mayores, junto
a la Facultad de
Psicología (UBA). Con
la mira puesta en
trabajar para las
personas más
vulnerables, Kohanoff
invita a reflexionar
sobre la necesidad de
diseñar políticas
públicas para las
personas mayores, que
favorezcan su calidad de
vida y su dignidad.
Nosotros, los mayores que estamos activos, hemos vivido la etapa del aprendizaje,
hemos trabajado para “tener” lo necesario y conveniente para sustentar nuestras vidas.
Hemos hecho muchas cosas, y cualquiera haya sido la actividad desplegada, accedemos
a la cuarta etapa de la vida valorizando el “ser” y los sentimientos, disponemos de
tiempo y de deseos de volcar nuestra experiencia –y tal vez, sabiduría– para responder
al otro, al que necesita.
Hay quienes se alarman porque cada vez existe una mayor cantidad de personas que
viven más tiempo. Pero a decir verdad, el período de vida se prolongó más, y por lo que
habría que alarmarse es por el problema constituido por la pobreza y la salud de
nuestros mayores. En síntesis, por mejorar su calidad de vida. Se trata del mejoramiento
de los planes sociales y jubilatorios que aseguren la independencia de las personas
mayores, el mejoramiento de la atención primaria y domiciliaria de la salud y la
implementación de programas de educación para la salud del cuerpo y la mente, que
deben iniciarse desde la infancia.
La sociedad manifiesta con claridad la atención, los cuidados y la educación en las
etapas de la infancia y la adolescencia, mientas que para los adultos existe un sistema de
trabajo y remuneración que los integra y “ordena”. Todas estas etapas de la vida de las
personas están de algún modo contenidas, planificadas y reguladas, ¿pero qué sucede
después de llegar a esa bisagra que es la jubilación? El sistema se basó en una noción
que hoy quedó terminantemente descartada: que a los 65 años las personas se jubilaban
y vivían poco tiempo más. Pero la vida se ha extendido entre 20 y 30 años. Y es
justamente esta etapa de la vida, añadida y bienvenida a la existencia de una persona, la
que no ha sido contemplada en su dimensión actual, ni por la sociedad ni por las
políticas actuales.
El gran desafío consiste en desarrollar sistemas públicos y privados para una vida activa
en la tercera edad. Que las actividades a realizar no sean un entretenimiento o la mera
asistencia a los “abuelos”. El desafío es lograr que la sociedad y los sistemas de
servicios otorguen a esta etapa de la vida un sentido propio, como lo tienen las etapas
precedentes.
Los adultos mayores deben poder permitirse una vida independiente, inclusiva y activa,
no sujeta a la pasividad y al hecho de que los demás tengan que ocuparse de ellos. Esto
requiere que el entorno ambiental y humano aporte un sistema de inclusión,
independencia y participación activa que les permita dar un sentido a su vida. ¿Podrá ser
esta cuarta etapa de la experiencia humana una forma de vida en la que la satisfacción
no pase por tener cosas, sino por darlas al otro, al que las necesita? ¿Podrá tener esta
etapa de la vida una forma de superación de un sistema individualista, egoísta, ganado
por el deseo de tener; y en cambio ser el espacio de la cooperación, de los valores, de la
vida colectiva, responsable y solidaria?
Tengo 88 años, estoy bien de salud y soy autosuficiente económicamente. Hay mucha
gente como yo, que obviamente está mejor que una persona de 30 años, pobre y
enferma. Pero sin duda, con el avance de la edad, el organismo tiene debilidades
mayores. Es evidente en el caso de la vista, el oído, la dentadura, como también la
perdida de fuerza y la inestabilidad. En los primeros casos existen paliativos. Pero en
los últimos, sumados a la soledad (y a veces al abandono de los afectos) la problemática
es más compleja de asistir.
Definitivamente, no se trata más de decidir que los viejos deben descansar porque ya
trabajaron demasiado, o que puedan disfrutar del ocio, o que deban dedicarse a
recuperar viejos deseos frustrados. ¡Todo apunta a que no generen problemas!
Definitivamente no se los debe excluir de la sociedad y de la vida, ni recluirlos en la
soledad y en la depresión. Si todo el esfuerzo del Estado, de las organizaciones sociales
y de las propias personas mayores se dirigiera a que los adultos mayores arriben a esta
cuarta etapa con buena salud, buen sustento económico y con un sistema de vida con
roles activos, se generaría un potencial humano de tremendo valor solidario, de cuatro
millones de personas mayores de 65 años.
Para materializar esta nueva mirada en esta prolongada cuarta etapa de la vida, se
requieren cambios profundos que muestren una dirección inequívoca hacia la inclusión
social, dirigida a terminar con la idea de que los viejos ya cumplieron su ciclo. Por el
contrario, hay que desarrollar desde el Estado y el conjunto de la sociedad una multitud
creativa de prácticas sociales. No se trata de acciones puntuales o circunstanciales, sino
de construir una forma de vida inclusiva y productiva en términos personales y sociales,
en un continuo sostenido a lo largo de toda la vida.
Se deben desarrollar los mecanismos para transferir las experiencias de quienes
desempeñaron funciones como trabajadores, profesionales, emprendedores, artistas,
docentes o en otras profesiones. Así es como se dignifican y restablecen los lazos de
pertenencia a la sociedad.
La sociedad se verá enriquecida por la acción solidaria y responsable de los mayores,
orientada en buena medida a cubrir necesidades y complejos problemas de diferentes
sectores de la población que el mercado no atiende adecuadamente. Estas acciones
podrían realizarse en muchos casos sin necesidad de percibir retribución económica, y
posiblemente en otros casos la retribución resultará conveniente. Las personas mayores,
al mismo tiempo de dar, se nutrirán de la frescura y los modernos conocimientos de las
jóvenes generaciones. Pienso que este cambio resultará ampliamente beneficioso y
facilitará la construcción de una Argentina solidaria, responsable, plural y democrática.
Este es un pensamiento de adulto mayor.
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fuerza de la nota:
IDEAS CLAVES
“Los adultos mayores deben poder permitirse una vida independiente, inclusiva y
activa, no sujeta a la pasividad y al hecho de que los demás tengan que ocuparse de
ellos. Esto requiere que el entorno ambiental y humano aporte un sistema de inclusión,
independencia y participación activa que les permita dar un sentido a su vida.”
“Si todo el esfuerzo del Estado, de las organizaciones sociales y de las propias personas
mayores se dirigiera a que los adultos mayores arriben a esta cuarta etapa con buena
salud, buen sustento económico y con un sistema de vida con roles activos, se generaría
un potencial humano de tremendo valor solidario, de cuatro millones de personas
mayores de 65 años”.
“Se deben desarrollar los mecanismos para transferir las experiencias de quienes
desempeñaron funciones como trabajadores, profesionales, emprendedores, artistas,
docentes o en otras profesiones. Así es como se dignifican y restablecen los lazos de
pertenencia a la sociedad”.
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