SABIA UD ? USO EN MEDIO FORENSE DEL TERMINO PELIGROSIDAD Plenario de la Comisión Ad Hoc creada en el seno del Centro Interdisciplinario de Investigaciones Forenses (Academia Nacional de Ciencias de Bs.As.) DICIEMBRE 2011 Que el uso en medio forense del término peligrosidad engendra por su equivocidad un sinnúmero de errores groseros, induciendo no pocas injusticias. Que en efecto desde Castex y Silva en 1985, en el medio latinoamericano forense es necesario distinguir entre el estado peligroso, la peligrosidad jurídica, y la peligrosidad psicológica. Que el estado peligroso o de peligrosidad califica de se conductas producidas por un determinado sujeto y consideradas por la sociedad como altamente dañosas para el calificado o un tercero o su circunstancia (lo que incluye la dimensión ecológica). En otras palabras, es la realidad histórica la que encuadra al sujeto en este parámetro y no el magistrado, el psicólogo, el psiquiatra, el sociólogo o cualquier calificado en materia forense o afín. Que el estar en estado de peligrosidad, no permite a magistrado o a experto alguno pronunciarse sin más ni más en cuanto a conductas futuras, ya que si se considera al hombre como gozando de plena autonomía siempre subsiste la duda prudente en contrario. Que finalmente el uso del concepto de estado de peligrosidad en el campo forense abre la vía a toda suerte de sesgos y arbitrariedades, ya que el crucial problema que subyace es sobre cuáles conductas concretadas califican a un determinado sujeto como tal. En efecto un homicidio doloso acreditado debidamente respondería al calificativo, pero y ¿otros delitos: robo, conspiración, estafa, estrago, etc…? Que por peligrosidad jurídica entendemos aquella que pronuncia un magistrado competente en función de la aplicación de la ley –penal o civil- luego de una valoración normativo jurídica biopsicológica, que implica el conocimiento personal del causante, el haber escuchado a los expertos en cuanto a la peligrosidad psicológica y tomada en consideración la globalidad de la prueba acreditada en autos concretos, lo que incluye la historia de vida del sujeto. Que por peligrosidad psicológica o psicopsiquiátrica se entiende, la detección, debidamente fundada, en un determinado sujeto, de una carga impulsivo agresiva desmedida (es decir que supera en mucho la normal agresividad existente en todo ser normal) y sobre todo de muy difícil manejo por parte de quien es examinado o el estar en posesión de una personalidad que claramente tiene alterada su capacidad para introyectar valores y de adecuar sus conductas a tales normas introyectadas, siguiéndose de tales conductas riesgo serio para sí y para terceros. Que, en tal instancia se hace necesario compensar al individuo psiquiátricamente para poder examinarlo en forma exhaustiva en cuanto a estructura y personalidad. Así se podrá llegar a un diagnóstico psicopsiquiátrico asertivo, que dará las bases de su autonomía o no, y de su capacidad psíquica. Que esta figura sicológica forense, es además de difusa, confusa y jamás puede brindarse con certeza moral a un tribunal, si no meramente como probabilidad (mayor o menor), ya que se trataría de un juicio de futurabilidad en sujeto supuestamente libre y con capacidad (al menos en teoría) de elegir, aún cuando pudiera estar ésta restringida. Que al hallarse uno ante una persona en estado peligroso o de peligrosidad, se impone en el foro acreditar por vía pericial la peligrosidad psicológica subyacente y declarar por vía judicial (pronunciamiento del magistrado por aplicación del rito –apreciación in visu-) la peligrosidad judicial. Tener empero en cuenta que podría estar un sujeto en estado peligroso y no necesariamente tener peligrosidad psicológica o jurídica actual. Que en consecuencia, el estado peligroso o peligrosidad refiere a un pasado histórico (momento o momentos, reiterados, sucesivos o espaciados entre sí). En cambio el psicológico refiere a estado actual de perturbación, disturbio, trastorno aut similia de la salud mental de un sujeto y el jurídico es meramente el resultado de una evaluación de un determinado magistrado o tribunal. Que por ende, en todos los casos, las aseveraciones en sus variadas significaciones deben ser utilizadas con extremada prudencia, teniendo en cuenta que siempre se estará (estado peligroso y peligrosidad psicológica) ante personas con afectación de su salud mental (dato este que no se mide como impera la moda actual con meras exploraciones cognitivas expresadas en datos numéricos) y por ende protegidos por la Ley Nacional de Salud Mental (n 26.657), esto es con derecho constitucional a tratarse debidamente y a no ser colocado en situación de riesgo de agravamiento o de impedimento severo para su mejoría. Que finalmente, debe preocupar a la sociedad contemporánea el abuso que se hace del concepto genérico supra comentado, destacándose muy particularmente el uso contradictorio que del mismo se efectúa sobre todo en los tribunales de la república y en sus cuerpos periciales, en donde una misma persona es calificada en forma contradictoria como peligrosa en un determinado fuero (por ejemplo en fuero civil para incapacitar o inhabilitar) y al mismo tiempo se lo considera encuadrado en la normalidad psicojurídica (disparate conceptual jurídico de moda en los cuerpos periciales oficiales) en el fuero penal para así condenarlo, pero paradojalmente, destacando su peligrosidad, y recomendando un tratamiento que todo el mundo reconoce al menos en su intimidad si es sincero consigo mismo que no se brinda. Mariano N. Castex, Daniel H Silva, Ezequiel Mercurio, Blanca Huggelman Adhirieron a este dictamen plenario de la Comisión Ad Hoc los Profesores Alfredo Achával, Antonio Bruno, Víctor Poggi, Alicia Sotelo Lagos, Ana María Cabanillas y Liliana Caradzoglu.