LAS GRANDES CESURAS ECONÓMICAS Y SOCIALES

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LAS GRANDES CESURAS ECONÓMICAS Y SOCIALES1
Paul Bairoch.
Recientemente he publicado un grueso estudio sobre la historia económica y
social del mundo desde el siglo XVI a nuestros días, titulado Histoire économique et
sociale du monde du XVI siècle ànos jours (tres volúmenes, París, Gallimard, 1997).
Este estudio no es sólo el producto de mis investigaciones y elaboraciones de datos
inéditos durante más de diez años, sino que es también una especie de síntesis de mi
enseñanza de la historia económica por espacio de tres décadas. La traducción en
lengua italiana está en curso de realización y será publicada por la editorial Einaudi,
en las colecciones "Biblioteca de cultura histórica" y "Biblioteca Einaudi".
He concluido en el libro un prólogo de un centenar de páginas, titulado "La
revolución industrial y las otras grandes cesuras. Breve síntesis de diez mil años de
historia". La parte fundamental del prólogo está dedicada a los siglos anteriores a la
revolución industrial. El texto que sigue reproduce con un elevado grado de fidelidad
las páginas dedicadas a las grandes cesuras del siglo XX; sólo se ha añadido alguna
frase a algunos fragmentos que remiten a otros capítulos o a partes del prólogo.
1. De las cesuras fundamentales a las grandes cesuras:
El análisis de las grandes cesuras es un aspecto apasionante de la historia de
la humanidad, apasionante porque a menudo es precisamente a través de tales
cesuras como se ha desarrollado la fase decisiva de los cambios históricos de la
humanidad. ¿Puede hablarse verdaderamente de historia si no hay cambio? Por otra
parte, recientemente, con el fin de los regímenes comunistas en los países del este,
algunos intelectuales (de modo particular Francis Fukuyama) 2 han hablado del final
de la Historia. Han sostenido que, en general y a pesar de posibles riesgos locales, el
mundo se mantendrá por siempre en un sistema de democracia liberal y de
capitalismo tecnocrático. Todo esto es posible, pero un tanto improbable. El fin de la
historia ha sido anunciado bastantes veces desde tiempos antiguos, en particular por
el historiador griego Polibio (200-118 a. C) y dos milenios más tarde por el alemán
1
En Pierluigi Ciocca. La economía mundial en el siglo XX. Una síntesis y un debate. Crítica, Barcelona,
2000 (109-120 pp.)
2
F. Fukuyama, The End of History and the Last Men, Nueva York, 1992.
Friedrich Hegel (1770-1831). Además, dos años después de la publicación del libro de
Fukuyama, una nueva tesis se sitúa en el centro de los debates al otro lado del
océano. Se trata de un ensayo de Samuel Huntington, 3 que aporta la idea según la
cual la historia futura se caracterizará por los conflictos entre civilizaciones diversas,
que sustituirán a los conflictos este-oeste. En opinión del autor estas civilizaciones
son
ocho:
occidental, confuciana, japonesa, islámica, hindú,
ortodoxa-eslava,
latinoamericana y africana. Podríamos extendernos sobre la importancia que tendrá
en el futuro la caída del comunismo, pero lo que es seguro es que el final de este siglo
XX representa una cesura importante en la historia de la humanidad.
Bien entendido, el hundimiento del comunismo no constituye ni la única ni
mucho menos la más importante entre las cesuras que han marcado los últimos cinco
siglos de la historia económica y social, objeto de mi libro. La revolución industrial
representa sin ninguna duda la cesura más importante, y una parte del prólogo del
libro se dedica precisamente a ella. En particular se pone de manifiesto la entidad de
los múltiples trastornos provocados por esta revolución. Ello es necesario porque
recientemente la revolución industrial no ha sido considerada más que como la
continuación de tendencias anteriores. Esta opinión viene del hecho innegable de que
la revolución industrial -como todas las grandes transformaciones no provocadas por
contingencias naturales bruscas o por intervenciones humanas- no puede dejar de
tener un carácter progresivo. En efecto, no puede poseer ciertamente características
radicales como las que pueden hallarse fácilmente en algunas revoluciones políticas,
como, por ejemplo, la revolución francesa (1789), el advenimiento del comunismo en la
Unión Soviética en 1917 y en China en 1949, o el del nazismo en Alemania en 1933.
Igualmente, la revolución industrial no puede tener la instantaneidad de fenómenos
naturales como los terremotos, la sequía o las grandes inundaciones.
En una visión a largo plazo puede considerarse cesura un fenómeno que es
capaz de producir cambios muy profundos en un lapso de tiempo relativamente breve,
respecto a la duración de la fase precedente.
Teniendo en cuenta tales reservas, la revolución industrial puede considerarse
una de las dos cesuras más importantes de toda la historia de la humanidad. Por
tanto, las definiremos como cesuras fundamentales. La primera por orden cronológico
fue la revolución neolítica. En menos de dos milenios ella puso fin a la fase, que había
durado varios centenares de milenios, en la que el hombre vivía de la caza y la
recolección (y obviamente de pesca, como recientemente se ha puesto en evidencia). La
revolución neolítica permitió que la humanidad pasara a la era de la agricultura y, en
consecuencia, a la urbanización y a las civilizaciones del mundo antiguo. Aun
3
S. P. Huntington, The Clash of Civilizations, Nueva York, 1993.
limitando la fase preneolítica a aquella en la que el hombre comenzó a asumir un
comportamiento social evolucionado, se calcula que, sea como fuere, tal período se
extiende a lo largo de un mínimo de cien milenios. En efecto, se ha demostrado que
hace ya cien mil años que el hombre tenía costumbre de sepultar a sus propios
muertos. Las pinturas rupestres descubiertas a fines de 1994 en la gruta de Chauvet,
en el sur de Francia, no han revelado sólo una extraordinaria calidad artística, sino
que han demostrado que el Homo sapiens era capaz de dibujar mucho antes de lo que
se pensaba. Esas pinturas se remontan, efectivamente, a treinta mil años antes de
nuestra era. La segunda cesura fundamental está constituida, pues, por la revolución
industrial, que en menos de un siglo transformó radicalmente las estructuras sociales
y económicas existentes durante más de tres milenios.
Pero entre estas dos verdaderas y propias fracturas en la historia mundial se
encuentran otras cesuras que, aun no siendo fundamentales, han sido igualmente
importantes, tal vez aún más que la caída del comunismo, y que hemos definido como
grandes cesuras. En el prólogo de Victoires et déboires, en el plazo de los diez mil años
(o cien siglos) que nos separan de la primera cesura fundamental representada por la
revolución neolítica, hemos advertido treinta y una grandes cesuras. Entre éstas, siete
corresponden al siglo XX. Ello ya es índice de la importancia de este siglo XX y del
fenómeno de la aceleración de la historia.
2. Las grandes cesuras del siglo XX
Es evidente que estas grandes cesuras no revisten la misma importancia.
Empezaremos analizando las razones de la primera cesura del siglo XX (es decir, la
primera guerra mundial), dado el papel decisivo que revisten las cesuras económicas y
sociales.
La primera guerra mundial: ¿una cesura económica? La respuesta es ambigua.
Respecto a la entidad de las pérdidas humanas (el cálculo del número de muertos
oscila entre los 14 y los 16 millones, de los cuales más de 9 millones son militares) y a
los trastornos políticos -principalmente para Europa (en particular con la destrucción
del Imperio austro-húngaro y la desestabilización de Alemania)-, la primera guerra
mundial ha constituido seguramente una cesura importante. Sin embargo, en el plano
económico la cuestión está menos clara. La ambigüedad deriva sobre todo de la
distinción entre consecuencias directas y consecuencias indirectas, puesto que en el
plano económico las segundas fueron más profundas que las primeras. La entidad de
las destrucciones fue ciertamente algo que no tenía precedentes históricos y favoreció
el desplazamiento del centro de gravedad económico de Europa a Estados Unidos.
Pero fueron las consecuencias indirectas las que hicieron de la primera guerra
mundial una cesura económica importante. Como estas últimas no entren de nuevo
en el cuadro cronológico de la guerra, strictu sensu, quedará ilustrado en el punto 3.
Pero ante todo es necesario hacer una breve alusión a las consecuencias humanas y
políticas de esta guerra.
Las consecuencias económicas de la primera guerra fueron sobre todo
indirectas, y dos de ellas pueden considerarse grandes cesuras. Se trata de la
desaparición del sistema monetario basado en el oro y del nacimiento de un régimen
comunista en el país más poblado del mundo industrializado: Rusia. En el período
comprendido entre las dos guerras, la otra cesura importante (en parte relacionada
con la primera) es sin duda alguna la crisis de 1929, la más grave experimentada en la
época moderna. Todo esto se refiere principalmente al mundo industrializado; en
efecto, parece que el Tercer Mundo atravesara esta fase sin conocer cesuras
importantes, lo que ciertamente no quiere decir que se tratara de un período feliz. La
depresión de los años treinta provocó en particular una fuerte caída de los precios de
exportación tanto de los productos agrícolas como de los mineros.
3. Las grandes cesuras del período de entreguerras:
La desaparición del patrón oro. El siglo XIX (particularmente las tres últimas
décadas) presenció la difusión del sistema monetario basado en el oro (o gold
standard), que otorgó estabilidad a las principales monedas. La guerra llevó a la
desaparición del sistema. Se puede hablar, en efecto, de la quiebra del sistema
monetario instituido progresivamente a lo largo del siglo XIX, basado en el oro y en la
libre convertibilidad de casi todas las monedas: el gold standard, en el ámbito del cual
el Reino Unido y la libra esterlina tenían un papel de primera importancia. La decisión
británica. tomada al principio de la guerra, de suspender la convertibilidad de la
esterlina en oro representa en este ámbito un acontecimiento clave. Las consecuencias
del abandono del sistema basado en el oro fueron significativas, en particular en la
fase de inflación que atravesaron diversos países en la inmediata posguerra, y por los
movimientos de capitales, que tardaron bastante en regresar a su nivel anterior.
Si bien a partir de 1925 el sistema monetario basado en divisas y oro (gold
exchange standard) sustituyó al que se basaba en el oro, no se recuperó la estabilidad
anterior. Dado que tal sistema no implica un vínculo directo con el oro, la aceptación
de derivados convertibles en oro constituye una facultad de los bancos nacionales de
emisión mientras que en el sistema del gold standard todo individuo tenía, en
principio, el derecho de pedir el cambio de un billete por una cantidad fija de oro.
Además la entrada del Reino Unido en este sistema se produjo fijando el cambio de la
libra esterlina a un nivel demasiado alto, lo que en parte favoreció el declive económico
y financiero de este país, hasta entonces líder mundial.
La Rusia de los zares se convierte en la Unión Soviética, patria del socialismo.
Aunque alguno, removiendo en el análisis del hundimiento de los regímenes
comunistas, sostenga que la experiencia del socialismo haya sido sólo un epifenómeno
de la historia universal, objetivamente ésta representó una cesura profunda, no
solamente en el plano político y social, sino también en el económico. En el ámbito
político y social nos encontramos frente a una clara cesura del sistema vigente, que
implica la pérdida de poder de las viejas clases dirigentes y la institución de un
sistema político y social sin precedentes históricos. En él teóricamente (y algunos
aspectos se han concretado) reinaría la igualdad, desaparecería el paro, se
privilegiarían la cultura y la educación, la distribución de las rentas sería más
equitativa, la medicina sería accesible a todos, y así sucesivamente.
En el plano económico, el socialismo ha comportado el fin del mercado y la
introducción de una planificación, también ésta sin precedentes históricos. Voluntaria
o involuntariamente, ello ha llevado al aislamiento de la Unión Soviética de la
economía mundial, tanto en el ámbito del comercio como en el de las inversiones
internacionales, particularmente con la nacionalización de los capitales extranjeros
invertidos en gran cantidad en la Rusia de los zares, que desde 1880 había atravesado
por una fase de rápida industrialización. Hacia 1913, Rusia era el país europeo con
mayor volumen de inversiones extranjeras. Una ulterior consecuencia del cambio de
régimen fue el fin del flujo migratorio, por el que millones de rusos habían
abandonado el imperio de los zares antes de la guerra.
Pasemos, pues, a la última cesura importante del período de entreguerras.
La crisis de 1929: la más grave y generalizada de la historia del mundo
occidental industrializado. En realidad, sería tal vez el caso de hablar de crisis de
1930-1933, puesto que de hecho afectó solamente a las últimas semanas de 1929 y se
sintió de forma particular en los años comprendidos entre 1930 y 1933: puesto que de
hecho afectó solamente a las últimas semanas de 1929 y se sintió de forma particular
en los años comprendidos entre 1930 y 1933; en algunos países, la fase más aguda se
produjo incluso en 1933. Pero desde el momento en que la crisis entró en la historia
referida a 1929, continuaremos llamándola así.
La crisis afectó prácticamente a todos los países occidentales industrializados,
alcanzando la máxima intensidad en Estados Unidos. La tasa de paro en las
industrias pasó del 5 por 100 en 1929 al 38 por 100 en 1933, en un país en el que los
subsidios de paro no existían todavía. El nivel de vida medio descendió en un tercio.
En Europa la crisis fue igualmente profunda, sobre todo en Alemania, donde
representó uno de los factores que explican la victoria del nazismo. En el mes anterior
a la elecciones de 1931, los parados (totales y parciales) alcanzaban el 50 por 100 de
la fuerza de trabajo. Hitler beneficiándose del hecho de que su partido fuera el mayor
aun sin disponer de la mayoría, subió al poder dos años más tarde. En fin, una
"derrota" económica del mundo rico que despeja el camino a una catástrofe humana
bastante mayor.
En el ámbito internacional la crisis provocó propia y verdaderamente el
hundimiento del comercio. Se tocó fondo en 1932, con una disminución de las
exportaciones mundiales del 72 por 100 en valor y de cerca del 60 por 100 en volumen
(respecto a 1929). Al mismo tiempo, se produjo un fuerte reflujo de las inversiones
internacionales que descendieron aproximadamente a la mitad entre 1929 y 1932.
Según algunos economistas, el reflujo de las inversiones internacionales constituiría
una de las claves de lectura de la amplitud y duración de la crisis. Sea como fuere, el
fenómeno se prolongó durante los años treinta, acompañado por un aumento del
proteccionismo. Así se explica la llamada depresión de los años treinta, en realidad
menos generalizada de lo que se ha considerado. Pero no es posible profundizar la
cuestión en este momento.
4. Las grandes cesuras desde la segunda guerra mundial a nuestros días
¿Disponemos de una distancia temporal suficiente para poder identificar los
acontecimientos más significativos del último medio siglo? Seguramente sí para no
pocos de ellos, tantos como para acreditar el principio de aceleración de la historia. La
distancia resulta en cambio insuficiente para otras cesuras, algunas de las cuales
configuran aún más aceleraciones o ralentizaciones y tienen, además, un carácter más
regional que mundial. En compensación, la distancia parece de cualquier forma
suficiente para los cuatro acontecimientos que siguen (o si se prefiere para cuatro
grandes cesuras): la segunda guerra mundial y sus consecuencias directas; la
descolonización; el shock petrolífero; y el hundimiento del comunismo. Por tanto, se
procederá dentro de un momento a un breve examen de estas grandes cesuras,
precedido por una enumeración esquemática de los otros acontecimientos económicos
o sociales, seguramente fundamentales, pero no tanto como para poderse considerar
cesuras importantes. El discurso se planteará siguiendo el orden cronológico y no el
de su impacto.
Ya durante la guerra se tomó una serie de decisiones que al finalizar las
hostilidades llevaron con mucha rapidez a profundos trastornos en el plano social. En
la mayor parte de los países industrializados y sobre todo en Europa occidental se
asistió a la verdadera y auténtica creación del estado asistencial. A partir de 19541955, en el Tercer Mundo se presentó el problema del fuerte deterioro de las
relaciones de cambio: durará hasta comienzos de los años sesenta, para reaparecer
después a mediados de los años setenta. Este primer deterioro provocó un déficit
comercial, haciendo aún más urgente la necesidad de ayudas por parte del mundo
industrializado. Consecuencia de ello fueron los problemas de la deuda y de su
servicio, así como la cuestión de las relaciones entre el Tercer Mundo y los países
industrializados. En este contexto hay que señalar la llamada Conferencia de
Bandung. Celebrada en abril de 1955, marcó el inicio de una presión política
organizada por parte de los países del Tercer Mundo con vistas a un reequilibrio de las
relaciones económicas entre el norte y el sur. En el curso de la conferencia se creó el
movimiento de los países no alineados, cuyos miembros no pertenecían al bloque
comunista ni al de los países occidentales.
Pero volvamos al mundo industrializado. En enero de 1958 entra en vigor el
Tratado de Roma, creando el Mercado Común constituido por seis países; en 1993 se
transformó en la Unión Europea, que con el número de miembros ampliado a quince,
comprende casi toda la Europa occidental. Después del shock petrolífero (que se
ilustrará más adelante) el mundo occidental parece haber entrado en un nueva fase
caracterizada por una mayor inestabilidad de la coyuntura económica y financiera, y
en particular por una vuelta, más o menos advertida según los países, a una
desocupación estructural. En fin, en Occidente, a partir de mediados de los años
ochenta se asiste a una nueva orientación en el plano social. Casi por doquier se inicia
el desmantelamiento del estado asistencial moderno. Al mismo tiempo, y ambas cosas
están evidentemente en parte relacionadas, la tendencia a una mayor equidad en la
distribución de las rentas, comenzada hacia finales del siglo pasado en Europa y en
los años treinta en Estados Unidos, se invierte, con la creación de un número
creciente de pobres y marginados.
Procedamos ahora a la ilustración de las grandes cesuras de la segunda mitad
del siglo.
La segunda guerra mundial. La segunda guerra mundial ha representado
probablemente una cesura más importante que la primera guerra: en efecto, se ha
manifestado decididamente más total, más sangrienta, más larga y más devastadora.
Además, durante algunas décadas, las disposiciones tomadas después de la segunda
guerra mundial han tenido mayores repercusiones que las que entraron en vigor
después de la primera guerra. En Occidente, con los acuerdos de Bretton Woods (julio
de 1944) se asistió a la institución de un nuevo sistema financiero. La Unión Soviética
integró en su sistema económico y político a los países del Este. A nivel mundial, en el
plano político y económico, la creación de las Naciones Unidas y de sus múltiples
organizaciones asociadas cobró un mayor relieve que la Sociedad de Naciones.
La descolonización. La guerra y las medidas que la siguieron no fueron
ciertamente ajenas a la descolonización, al movimiento de independencia que afectó al
mundo colonial. En realidad hubo dos oleadas sucesivas. La primera se sitúa en los
años comprendidos entre 1946 y 1951 y se refiere principalmente a Asia. La etapa
más significativa fue sin duda la independencia (en agosto de 1947) de la que había
sido la más importante de las primeras colonias del período posterior a la revolución
industrial: la India. En este contexto se subraya que en 1949 el país más poblado del
mundo, China, pasó a un régimen comunista. La segunda oleada de independencia se
coloca, en cambio, entre 1956 y 1963, y se refiere en particular a África. En el África
negra el primer país que obtuvo la independencia completa en marzo de 1957, fue la
antigua Costa de Oro, que luego se convirtió en Ghana. Ya un año antes en África del
Norte, Marruecos y Túnez habían alcanzado esta meta. América, en cambio, no
aparece en esta síntesis, en virtud del hecho de que casi todo el mundo colonial
americano había obtenido la independencia al comenzar el siglo XIX.
El shock petrolífero. Los años setenta pueden ser considerados como uno de los
períodos más favorables y menos perturbados en el plano de la economía mundial. En
el Tercer Mundo fue ésta la "Primera década del desarrollo", decretada por las
Naciones Unidas y aunque los resultados no estuvieran en línea con los objetivos
prefijados, la evolución económica fue muy positiva. En el mundo, tanto en el oeste
como en el este, se trató de una década de crecimiento muy rápido y, para el oeste en
particular, también de pleno empleo y de estabilidad financiera. Al comenzar la
segunda década de desarrollo se sitúa lo que ha venido en llamarse shock petrolífero.
El shock petrolífero, producido después de la decisión de la OPEP en octubre de 1973,
de aumentar el precio del petróleo casi cuatro veces, hizo vacilar toda la economía
occidental y no sólo en los países industrializados -que experimentaron la primera
crisis económica importante después de la de 1929-, sino también en el Tercer Mundo
no exportador de petróleo, que vio cómo su déficit comercial se agravaba fuertemente.
En el mundo industrializado occidental se pusieron también las premisas de la
situación económica y social negativa caracterizada por el nacimiento y desarrollo de
un paro estructural. Por otra parte, se puede casi con seguridad considerar que el
shock petrolífero, paradójicamente, provocó un debilitamiento del papel político del
Tercer Mundo en el concierto de las naciones. Y sin embargo, en conjunto, es
indudable que el shock petrolífero, en el plano económico y social, es la menos
importante de las siete cesuras a las que se alude en este estudio. No obstante, nos
guardaremos bien de establecer una jerarquía de las otras seis, puesto que, en
definitiva, todavía no se cuenta con la panorámica histórica necesaria.
La caída del comunismo. El año 1989 marca para el este el comienzo del
hundimiento del comunismo. La fecha más sintomática es la de la caída del muro de
Berlín: 9 de noviembre de 1989. Si bien el período de transición que atraviesan
actualmente los países interesados se muestra difícil, y aun catastrófico, en el plano
económico y social no se puede sino aplaudir el final de los regímenes de coerción.
Tratándose de un acontecimiento todavía demasiado vivo en la memoria, nos
limitamos a evocar esta victoria de los derechos del hombre, seguida de fracasos
sobretodo económicos y sociales.
La desaparición de los regímenes comunistas en el mundo industrializado ha
afectado a países cuya población representaba el 32 por 100 del total. En el Tercer
Mundo puede hablarse igualmente de una vuelta al capitalismo, vuelta que ha
afectado a la considerable proporción (28 por 100) de esta parte del mundo
representada por China. En este caso, el verdadero y auténtico giro hacia el
capitalismo se sitúa en mayo de 1988, cuando Deng Chao-Ping rechazó el socialismo
totalitario. Por consiguiente, al iniciarse los años noventa casi un tercio de la
población mundial abandona el comunismo, que persiste sólo en una limitada porción
del globo.
La mundialización, ¿una gran cesura? Es el caso de interrogarse, en conclusión,
sobre la realidad de una nueva fase de económica que constituye el leitmotiv no sólo
de numerosos investigadores, sino también y sobre todo de los medios de
comunicación de masas. Me refiero a la mundialización (como se la define en francés)
o globalización (como se la define en inglés). El hecho de que en mi libro apenas me
haya referido a la cuestión depende esencialmente de dos motivos. Ante todo, muchos
aspectos, definidos sin precedentes históricos, en realidad no son tales. Se trata en
particular de la amplitud relativa de los intercambios internacionales. Ahora bien, al
menos para estos dos elementos, en vísperas de la primera guerra mundial la
situación era casi la misma de hoy. El segundo motivo de mi reserva es que,
hallándonos ante un fenómeno todavía demasiado reciente, resulta difícil demostrar si
se trata o no de una cesura histórica de importancia considerable. Permanece el hecho
de que la aceleración de este fenómeno en los últimos tres o cuatro años, y
especialmente sus consecuencias negativas, justifican plenamente el interés mostrado
en relación con el mismo. Y no hay que descartar que, acentuándose, la globalización
pueda convertirse en una verdadera y propia gran cesura.
En el capítulo de Pierluigi Ciocca "La economía mundial en el siglo", el autor
utiliza una periodización de Eric Hobsbawm, del texto Age of Extremes. The Short
Twentieth Century, 1914-1991 (versión en castellano Historia del siglo XX) quién
afirma que
Las vicisitudes de la economía están encasilladas en un esquema de tres
fases: la era de las catástrofes (1914-1950), la edad de oro (1950-1970) y el
derrumbamiento (1970-1990). El esquema, sugestivo para una lectura
política, rechina un tanto con los desarrollos económicos del siglo. El
tempo de la política y el tempo de la economía no siempre han coincidido y
tal vez han coincidido por casualidad. Los primeros trece años del siglo
XX, de buen tono en el clima de los negocios y de rápido crecimiento de la
producción mundial (2,5 por 100 anual acumulativo), pertenecen
plenamente a este siglo: no pueden considerarse como ribetes de un siglo
"largo" precedente, después del giro experimentado en los años noventa del
siglo XIX, que puso fin a la denominada Gran Depresión (sobre todo de los
precios), iniciada en los años setenta. Guerras y crisis de 1929 no
impidieron el notable aumento de la producción mundial (casi del 2 por
100 anual) también entre 1913 y 1950. La crisis, principalmente monetaria
y financiera, de los años setenta y la quiebra del experimento socialista que
se desarrolló en Rusia no justifican el juicio de "derrumbamiento" para la
economía mundial. En el último cuarto del siglo XX, aun no viviendo ya
en una época dorada, tal vez irrepetible, como los años cincuenta y sesenta,
aquella se desarrolló al 3 por 100 anual, se transformó profundamente y vio
el resurgimiento de naciones atrasadas como China e India, cuyas
poblaciones superan un tercio de la humanidad.4
4
Pierluigi Ciocca. "La economía mundial en el siglo". En La economía mundial en el siglo XX. Una
síntesis y un debate. Crítica, Barcelona, 2000 (p. 11.)
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