LAS GRANDES CESURAS ECONÓMICAS Y SOCIALES1 Paul Bairoch. Recientemente he publicado un grueso estudio sobre la historia económica y social del mundo desde el siglo XVI a nuestros días, titulado Histoire économique et sociale du monde du XVI siècle ànos jours (tres volúmenes, París, Gallimard, 1997). Este estudio no es sólo el producto de mis investigaciones y elaboraciones de datos inéditos durante más de diez años, sino que es también una especie de síntesis de mi enseñanza de la historia económica por espacio de tres décadas. La traducción en lengua italiana está en curso de realización y será publicada por la editorial Einaudi, en las colecciones "Biblioteca de cultura histórica" y "Biblioteca Einaudi". He concluido en el libro un prólogo de un centenar de páginas, titulado "La revolución industrial y las otras grandes cesuras. Breve síntesis de diez mil años de historia". La parte fundamental del prólogo está dedicada a los siglos anteriores a la revolución industrial. El texto que sigue reproduce con un elevado grado de fidelidad las páginas dedicadas a las grandes cesuras del siglo XX; sólo se ha añadido alguna frase a algunos fragmentos que remiten a otros capítulos o a partes del prólogo. 1. De las cesuras fundamentales a las grandes cesuras: El análisis de las grandes cesuras es un aspecto apasionante de la historia de la humanidad, apasionante porque a menudo es precisamente a través de tales cesuras como se ha desarrollado la fase decisiva de los cambios históricos de la humanidad. ¿Puede hablarse verdaderamente de historia si no hay cambio? Por otra parte, recientemente, con el fin de los regímenes comunistas en los países del este, algunos intelectuales (de modo particular Francis Fukuyama) 2 han hablado del final de la Historia. Han sostenido que, en general y a pesar de posibles riesgos locales, el mundo se mantendrá por siempre en un sistema de democracia liberal y de capitalismo tecnocrático. Todo esto es posible, pero un tanto improbable. El fin de la historia ha sido anunciado bastantes veces desde tiempos antiguos, en particular por el historiador griego Polibio (200-118 a. C) y dos milenios más tarde por el alemán 1 En Pierluigi Ciocca. La economía mundial en el siglo XX. Una síntesis y un debate. Crítica, Barcelona, 2000 (109-120 pp.) 2 F. Fukuyama, The End of History and the Last Men, Nueva York, 1992. Friedrich Hegel (1770-1831). Además, dos años después de la publicación del libro de Fukuyama, una nueva tesis se sitúa en el centro de los debates al otro lado del océano. Se trata de un ensayo de Samuel Huntington, 3 que aporta la idea según la cual la historia futura se caracterizará por los conflictos entre civilizaciones diversas, que sustituirán a los conflictos este-oeste. En opinión del autor estas civilizaciones son ocho: occidental, confuciana, japonesa, islámica, hindú, ortodoxa-eslava, latinoamericana y africana. Podríamos extendernos sobre la importancia que tendrá en el futuro la caída del comunismo, pero lo que es seguro es que el final de este siglo XX representa una cesura importante en la historia de la humanidad. Bien entendido, el hundimiento del comunismo no constituye ni la única ni mucho menos la más importante entre las cesuras que han marcado los últimos cinco siglos de la historia económica y social, objeto de mi libro. La revolución industrial representa sin ninguna duda la cesura más importante, y una parte del prólogo del libro se dedica precisamente a ella. En particular se pone de manifiesto la entidad de los múltiples trastornos provocados por esta revolución. Ello es necesario porque recientemente la revolución industrial no ha sido considerada más que como la continuación de tendencias anteriores. Esta opinión viene del hecho innegable de que la revolución industrial -como todas las grandes transformaciones no provocadas por contingencias naturales bruscas o por intervenciones humanas- no puede dejar de tener un carácter progresivo. En efecto, no puede poseer ciertamente características radicales como las que pueden hallarse fácilmente en algunas revoluciones políticas, como, por ejemplo, la revolución francesa (1789), el advenimiento del comunismo en la Unión Soviética en 1917 y en China en 1949, o el del nazismo en Alemania en 1933. Igualmente, la revolución industrial no puede tener la instantaneidad de fenómenos naturales como los terremotos, la sequía o las grandes inundaciones. En una visión a largo plazo puede considerarse cesura un fenómeno que es capaz de producir cambios muy profundos en un lapso de tiempo relativamente breve, respecto a la duración de la fase precedente. Teniendo en cuenta tales reservas, la revolución industrial puede considerarse una de las dos cesuras más importantes de toda la historia de la humanidad. Por tanto, las definiremos como cesuras fundamentales. La primera por orden cronológico fue la revolución neolítica. En menos de dos milenios ella puso fin a la fase, que había durado varios centenares de milenios, en la que el hombre vivía de la caza y la recolección (y obviamente de pesca, como recientemente se ha puesto en evidencia). La revolución neolítica permitió que la humanidad pasara a la era de la agricultura y, en consecuencia, a la urbanización y a las civilizaciones del mundo antiguo. Aun 3 S. P. Huntington, The Clash of Civilizations, Nueva York, 1993. limitando la fase preneolítica a aquella en la que el hombre comenzó a asumir un comportamiento social evolucionado, se calcula que, sea como fuere, tal período se extiende a lo largo de un mínimo de cien milenios. En efecto, se ha demostrado que hace ya cien mil años que el hombre tenía costumbre de sepultar a sus propios muertos. Las pinturas rupestres descubiertas a fines de 1994 en la gruta de Chauvet, en el sur de Francia, no han revelado sólo una extraordinaria calidad artística, sino que han demostrado que el Homo sapiens era capaz de dibujar mucho antes de lo que se pensaba. Esas pinturas se remontan, efectivamente, a treinta mil años antes de nuestra era. La segunda cesura fundamental está constituida, pues, por la revolución industrial, que en menos de un siglo transformó radicalmente las estructuras sociales y económicas existentes durante más de tres milenios. Pero entre estas dos verdaderas y propias fracturas en la historia mundial se encuentran otras cesuras que, aun no siendo fundamentales, han sido igualmente importantes, tal vez aún más que la caída del comunismo, y que hemos definido como grandes cesuras. En el prólogo de Victoires et déboires, en el plazo de los diez mil años (o cien siglos) que nos separan de la primera cesura fundamental representada por la revolución neolítica, hemos advertido treinta y una grandes cesuras. Entre éstas, siete corresponden al siglo XX. Ello ya es índice de la importancia de este siglo XX y del fenómeno de la aceleración de la historia. 2. Las grandes cesuras del siglo XX Es evidente que estas grandes cesuras no revisten la misma importancia. Empezaremos analizando las razones de la primera cesura del siglo XX (es decir, la primera guerra mundial), dado el papel decisivo que revisten las cesuras económicas y sociales. La primera guerra mundial: ¿una cesura económica? La respuesta es ambigua. Respecto a la entidad de las pérdidas humanas (el cálculo del número de muertos oscila entre los 14 y los 16 millones, de los cuales más de 9 millones son militares) y a los trastornos políticos -principalmente para Europa (en particular con la destrucción del Imperio austro-húngaro y la desestabilización de Alemania)-, la primera guerra mundial ha constituido seguramente una cesura importante. Sin embargo, en el plano económico la cuestión está menos clara. La ambigüedad deriva sobre todo de la distinción entre consecuencias directas y consecuencias indirectas, puesto que en el plano económico las segundas fueron más profundas que las primeras. La entidad de las destrucciones fue ciertamente algo que no tenía precedentes históricos y favoreció el desplazamiento del centro de gravedad económico de Europa a Estados Unidos. Pero fueron las consecuencias indirectas las que hicieron de la primera guerra mundial una cesura económica importante. Como estas últimas no entren de nuevo en el cuadro cronológico de la guerra, strictu sensu, quedará ilustrado en el punto 3. Pero ante todo es necesario hacer una breve alusión a las consecuencias humanas y políticas de esta guerra. Las consecuencias económicas de la primera guerra fueron sobre todo indirectas, y dos de ellas pueden considerarse grandes cesuras. Se trata de la desaparición del sistema monetario basado en el oro y del nacimiento de un régimen comunista en el país más poblado del mundo industrializado: Rusia. En el período comprendido entre las dos guerras, la otra cesura importante (en parte relacionada con la primera) es sin duda alguna la crisis de 1929, la más grave experimentada en la época moderna. Todo esto se refiere principalmente al mundo industrializado; en efecto, parece que el Tercer Mundo atravesara esta fase sin conocer cesuras importantes, lo que ciertamente no quiere decir que se tratara de un período feliz. La depresión de los años treinta provocó en particular una fuerte caída de los precios de exportación tanto de los productos agrícolas como de los mineros. 3. Las grandes cesuras del período de entreguerras: La desaparición del patrón oro. El siglo XIX (particularmente las tres últimas décadas) presenció la difusión del sistema monetario basado en el oro (o gold standard), que otorgó estabilidad a las principales monedas. La guerra llevó a la desaparición del sistema. Se puede hablar, en efecto, de la quiebra del sistema monetario instituido progresivamente a lo largo del siglo XIX, basado en el oro y en la libre convertibilidad de casi todas las monedas: el gold standard, en el ámbito del cual el Reino Unido y la libra esterlina tenían un papel de primera importancia. La decisión británica. tomada al principio de la guerra, de suspender la convertibilidad de la esterlina en oro representa en este ámbito un acontecimiento clave. Las consecuencias del abandono del sistema basado en el oro fueron significativas, en particular en la fase de inflación que atravesaron diversos países en la inmediata posguerra, y por los movimientos de capitales, que tardaron bastante en regresar a su nivel anterior. Si bien a partir de 1925 el sistema monetario basado en divisas y oro (gold exchange standard) sustituyó al que se basaba en el oro, no se recuperó la estabilidad anterior. Dado que tal sistema no implica un vínculo directo con el oro, la aceptación de derivados convertibles en oro constituye una facultad de los bancos nacionales de emisión mientras que en el sistema del gold standard todo individuo tenía, en principio, el derecho de pedir el cambio de un billete por una cantidad fija de oro. Además la entrada del Reino Unido en este sistema se produjo fijando el cambio de la libra esterlina a un nivel demasiado alto, lo que en parte favoreció el declive económico y financiero de este país, hasta entonces líder mundial. La Rusia de los zares se convierte en la Unión Soviética, patria del socialismo. Aunque alguno, removiendo en el análisis del hundimiento de los regímenes comunistas, sostenga que la experiencia del socialismo haya sido sólo un epifenómeno de la historia universal, objetivamente ésta representó una cesura profunda, no solamente en el plano político y social, sino también en el económico. En el ámbito político y social nos encontramos frente a una clara cesura del sistema vigente, que implica la pérdida de poder de las viejas clases dirigentes y la institución de un sistema político y social sin precedentes históricos. En él teóricamente (y algunos aspectos se han concretado) reinaría la igualdad, desaparecería el paro, se privilegiarían la cultura y la educación, la distribución de las rentas sería más equitativa, la medicina sería accesible a todos, y así sucesivamente. En el plano económico, el socialismo ha comportado el fin del mercado y la introducción de una planificación, también ésta sin precedentes históricos. Voluntaria o involuntariamente, ello ha llevado al aislamiento de la Unión Soviética de la economía mundial, tanto en el ámbito del comercio como en el de las inversiones internacionales, particularmente con la nacionalización de los capitales extranjeros invertidos en gran cantidad en la Rusia de los zares, que desde 1880 había atravesado por una fase de rápida industrialización. Hacia 1913, Rusia era el país europeo con mayor volumen de inversiones extranjeras. Una ulterior consecuencia del cambio de régimen fue el fin del flujo migratorio, por el que millones de rusos habían abandonado el imperio de los zares antes de la guerra. Pasemos, pues, a la última cesura importante del período de entreguerras. La crisis de 1929: la más grave y generalizada de la historia del mundo occidental industrializado. En realidad, sería tal vez el caso de hablar de crisis de 1930-1933, puesto que de hecho afectó solamente a las últimas semanas de 1929 y se sintió de forma particular en los años comprendidos entre 1930 y 1933: puesto que de hecho afectó solamente a las últimas semanas de 1929 y se sintió de forma particular en los años comprendidos entre 1930 y 1933; en algunos países, la fase más aguda se produjo incluso en 1933. Pero desde el momento en que la crisis entró en la historia referida a 1929, continuaremos llamándola así. La crisis afectó prácticamente a todos los países occidentales industrializados, alcanzando la máxima intensidad en Estados Unidos. La tasa de paro en las industrias pasó del 5 por 100 en 1929 al 38 por 100 en 1933, en un país en el que los subsidios de paro no existían todavía. El nivel de vida medio descendió en un tercio. En Europa la crisis fue igualmente profunda, sobre todo en Alemania, donde representó uno de los factores que explican la victoria del nazismo. En el mes anterior a la elecciones de 1931, los parados (totales y parciales) alcanzaban el 50 por 100 de la fuerza de trabajo. Hitler beneficiándose del hecho de que su partido fuera el mayor aun sin disponer de la mayoría, subió al poder dos años más tarde. En fin, una "derrota" económica del mundo rico que despeja el camino a una catástrofe humana bastante mayor. En el ámbito internacional la crisis provocó propia y verdaderamente el hundimiento del comercio. Se tocó fondo en 1932, con una disminución de las exportaciones mundiales del 72 por 100 en valor y de cerca del 60 por 100 en volumen (respecto a 1929). Al mismo tiempo, se produjo un fuerte reflujo de las inversiones internacionales que descendieron aproximadamente a la mitad entre 1929 y 1932. Según algunos economistas, el reflujo de las inversiones internacionales constituiría una de las claves de lectura de la amplitud y duración de la crisis. Sea como fuere, el fenómeno se prolongó durante los años treinta, acompañado por un aumento del proteccionismo. Así se explica la llamada depresión de los años treinta, en realidad menos generalizada de lo que se ha considerado. Pero no es posible profundizar la cuestión en este momento. 4. Las grandes cesuras desde la segunda guerra mundial a nuestros días ¿Disponemos de una distancia temporal suficiente para poder identificar los acontecimientos más significativos del último medio siglo? Seguramente sí para no pocos de ellos, tantos como para acreditar el principio de aceleración de la historia. La distancia resulta en cambio insuficiente para otras cesuras, algunas de las cuales configuran aún más aceleraciones o ralentizaciones y tienen, además, un carácter más regional que mundial. En compensación, la distancia parece de cualquier forma suficiente para los cuatro acontecimientos que siguen (o si se prefiere para cuatro grandes cesuras): la segunda guerra mundial y sus consecuencias directas; la descolonización; el shock petrolífero; y el hundimiento del comunismo. Por tanto, se procederá dentro de un momento a un breve examen de estas grandes cesuras, precedido por una enumeración esquemática de los otros acontecimientos económicos o sociales, seguramente fundamentales, pero no tanto como para poderse considerar cesuras importantes. El discurso se planteará siguiendo el orden cronológico y no el de su impacto. Ya durante la guerra se tomó una serie de decisiones que al finalizar las hostilidades llevaron con mucha rapidez a profundos trastornos en el plano social. En la mayor parte de los países industrializados y sobre todo en Europa occidental se asistió a la verdadera y auténtica creación del estado asistencial. A partir de 19541955, en el Tercer Mundo se presentó el problema del fuerte deterioro de las relaciones de cambio: durará hasta comienzos de los años sesenta, para reaparecer después a mediados de los años setenta. Este primer deterioro provocó un déficit comercial, haciendo aún más urgente la necesidad de ayudas por parte del mundo industrializado. Consecuencia de ello fueron los problemas de la deuda y de su servicio, así como la cuestión de las relaciones entre el Tercer Mundo y los países industrializados. En este contexto hay que señalar la llamada Conferencia de Bandung. Celebrada en abril de 1955, marcó el inicio de una presión política organizada por parte de los países del Tercer Mundo con vistas a un reequilibrio de las relaciones económicas entre el norte y el sur. En el curso de la conferencia se creó el movimiento de los países no alineados, cuyos miembros no pertenecían al bloque comunista ni al de los países occidentales. Pero volvamos al mundo industrializado. En enero de 1958 entra en vigor el Tratado de Roma, creando el Mercado Común constituido por seis países; en 1993 se transformó en la Unión Europea, que con el número de miembros ampliado a quince, comprende casi toda la Europa occidental. Después del shock petrolífero (que se ilustrará más adelante) el mundo occidental parece haber entrado en un nueva fase caracterizada por una mayor inestabilidad de la coyuntura económica y financiera, y en particular por una vuelta, más o menos advertida según los países, a una desocupación estructural. En fin, en Occidente, a partir de mediados de los años ochenta se asiste a una nueva orientación en el plano social. Casi por doquier se inicia el desmantelamiento del estado asistencial moderno. Al mismo tiempo, y ambas cosas están evidentemente en parte relacionadas, la tendencia a una mayor equidad en la distribución de las rentas, comenzada hacia finales del siglo pasado en Europa y en los años treinta en Estados Unidos, se invierte, con la creación de un número creciente de pobres y marginados. Procedamos ahora a la ilustración de las grandes cesuras de la segunda mitad del siglo. La segunda guerra mundial. La segunda guerra mundial ha representado probablemente una cesura más importante que la primera guerra: en efecto, se ha manifestado decididamente más total, más sangrienta, más larga y más devastadora. Además, durante algunas décadas, las disposiciones tomadas después de la segunda guerra mundial han tenido mayores repercusiones que las que entraron en vigor después de la primera guerra. En Occidente, con los acuerdos de Bretton Woods (julio de 1944) se asistió a la institución de un nuevo sistema financiero. La Unión Soviética integró en su sistema económico y político a los países del Este. A nivel mundial, en el plano político y económico, la creación de las Naciones Unidas y de sus múltiples organizaciones asociadas cobró un mayor relieve que la Sociedad de Naciones. La descolonización. La guerra y las medidas que la siguieron no fueron ciertamente ajenas a la descolonización, al movimiento de independencia que afectó al mundo colonial. En realidad hubo dos oleadas sucesivas. La primera se sitúa en los años comprendidos entre 1946 y 1951 y se refiere principalmente a Asia. La etapa más significativa fue sin duda la independencia (en agosto de 1947) de la que había sido la más importante de las primeras colonias del período posterior a la revolución industrial: la India. En este contexto se subraya que en 1949 el país más poblado del mundo, China, pasó a un régimen comunista. La segunda oleada de independencia se coloca, en cambio, entre 1956 y 1963, y se refiere en particular a África. En el África negra el primer país que obtuvo la independencia completa en marzo de 1957, fue la antigua Costa de Oro, que luego se convirtió en Ghana. Ya un año antes en África del Norte, Marruecos y Túnez habían alcanzado esta meta. América, en cambio, no aparece en esta síntesis, en virtud del hecho de que casi todo el mundo colonial americano había obtenido la independencia al comenzar el siglo XIX. El shock petrolífero. Los años setenta pueden ser considerados como uno de los períodos más favorables y menos perturbados en el plano de la economía mundial. En el Tercer Mundo fue ésta la "Primera década del desarrollo", decretada por las Naciones Unidas y aunque los resultados no estuvieran en línea con los objetivos prefijados, la evolución económica fue muy positiva. En el mundo, tanto en el oeste como en el este, se trató de una década de crecimiento muy rápido y, para el oeste en particular, también de pleno empleo y de estabilidad financiera. Al comenzar la segunda década de desarrollo se sitúa lo que ha venido en llamarse shock petrolífero. El shock petrolífero, producido después de la decisión de la OPEP en octubre de 1973, de aumentar el precio del petróleo casi cuatro veces, hizo vacilar toda la economía occidental y no sólo en los países industrializados -que experimentaron la primera crisis económica importante después de la de 1929-, sino también en el Tercer Mundo no exportador de petróleo, que vio cómo su déficit comercial se agravaba fuertemente. En el mundo industrializado occidental se pusieron también las premisas de la situación económica y social negativa caracterizada por el nacimiento y desarrollo de un paro estructural. Por otra parte, se puede casi con seguridad considerar que el shock petrolífero, paradójicamente, provocó un debilitamiento del papel político del Tercer Mundo en el concierto de las naciones. Y sin embargo, en conjunto, es indudable que el shock petrolífero, en el plano económico y social, es la menos importante de las siete cesuras a las que se alude en este estudio. No obstante, nos guardaremos bien de establecer una jerarquía de las otras seis, puesto que, en definitiva, todavía no se cuenta con la panorámica histórica necesaria. La caída del comunismo. El año 1989 marca para el este el comienzo del hundimiento del comunismo. La fecha más sintomática es la de la caída del muro de Berlín: 9 de noviembre de 1989. Si bien el período de transición que atraviesan actualmente los países interesados se muestra difícil, y aun catastrófico, en el plano económico y social no se puede sino aplaudir el final de los regímenes de coerción. Tratándose de un acontecimiento todavía demasiado vivo en la memoria, nos limitamos a evocar esta victoria de los derechos del hombre, seguida de fracasos sobretodo económicos y sociales. La desaparición de los regímenes comunistas en el mundo industrializado ha afectado a países cuya población representaba el 32 por 100 del total. En el Tercer Mundo puede hablarse igualmente de una vuelta al capitalismo, vuelta que ha afectado a la considerable proporción (28 por 100) de esta parte del mundo representada por China. En este caso, el verdadero y auténtico giro hacia el capitalismo se sitúa en mayo de 1988, cuando Deng Chao-Ping rechazó el socialismo totalitario. Por consiguiente, al iniciarse los años noventa casi un tercio de la población mundial abandona el comunismo, que persiste sólo en una limitada porción del globo. La mundialización, ¿una gran cesura? Es el caso de interrogarse, en conclusión, sobre la realidad de una nueva fase de económica que constituye el leitmotiv no sólo de numerosos investigadores, sino también y sobre todo de los medios de comunicación de masas. Me refiero a la mundialización (como se la define en francés) o globalización (como se la define en inglés). El hecho de que en mi libro apenas me haya referido a la cuestión depende esencialmente de dos motivos. Ante todo, muchos aspectos, definidos sin precedentes históricos, en realidad no son tales. Se trata en particular de la amplitud relativa de los intercambios internacionales. Ahora bien, al menos para estos dos elementos, en vísperas de la primera guerra mundial la situación era casi la misma de hoy. El segundo motivo de mi reserva es que, hallándonos ante un fenómeno todavía demasiado reciente, resulta difícil demostrar si se trata o no de una cesura histórica de importancia considerable. Permanece el hecho de que la aceleración de este fenómeno en los últimos tres o cuatro años, y especialmente sus consecuencias negativas, justifican plenamente el interés mostrado en relación con el mismo. Y no hay que descartar que, acentuándose, la globalización pueda convertirse en una verdadera y propia gran cesura. En el capítulo de Pierluigi Ciocca "La economía mundial en el siglo", el autor utiliza una periodización de Eric Hobsbawm, del texto Age of Extremes. The Short Twentieth Century, 1914-1991 (versión en castellano Historia del siglo XX) quién afirma que Las vicisitudes de la economía están encasilladas en un esquema de tres fases: la era de las catástrofes (1914-1950), la edad de oro (1950-1970) y el derrumbamiento (1970-1990). El esquema, sugestivo para una lectura política, rechina un tanto con los desarrollos económicos del siglo. El tempo de la política y el tempo de la economía no siempre han coincidido y tal vez han coincidido por casualidad. Los primeros trece años del siglo XX, de buen tono en el clima de los negocios y de rápido crecimiento de la producción mundial (2,5 por 100 anual acumulativo), pertenecen plenamente a este siglo: no pueden considerarse como ribetes de un siglo "largo" precedente, después del giro experimentado en los años noventa del siglo XIX, que puso fin a la denominada Gran Depresión (sobre todo de los precios), iniciada en los años setenta. Guerras y crisis de 1929 no impidieron el notable aumento de la producción mundial (casi del 2 por 100 anual) también entre 1913 y 1950. La crisis, principalmente monetaria y financiera, de los años setenta y la quiebra del experimento socialista que se desarrolló en Rusia no justifican el juicio de "derrumbamiento" para la economía mundial. En el último cuarto del siglo XX, aun no viviendo ya en una época dorada, tal vez irrepetible, como los años cincuenta y sesenta, aquella se desarrolló al 3 por 100 anual, se transformó profundamente y vio el resurgimiento de naciones atrasadas como China e India, cuyas poblaciones superan un tercio de la humanidad.4 4 Pierluigi Ciocca. "La economía mundial en el siglo". En La economía mundial en el siglo XX. Una síntesis y un debate. Crítica, Barcelona, 2000 (p. 11.)