El cuento ndowe de El pájaro y la princesa embarazada (AT 900A*), dos poemas de Catulo y dos cuentos del Decamerón de Boccaccio: de la literatura comparada a la antropología José Manuel Pedrosa Universidad de Alcalá Dentro de la impresionante colección de Cuentos de los Ndowe de Guinea Ecuatorial que publicó Jacint Creus en 1991, hay un tipo cuyas tres versiones editadas recibieron títulos diferentes: La vergüenza del rey Maseni (núm. 78), El embarazo de la hija del rey de la playa (núm. 79) y Un embarazo sin intervención masculina (núm. 80). El argumento de las tres versiones coincide en lo más sustancial: todas están protagonizados por una princesa aislada y puesta por su padre fuera del alcance de todos sus pretendientes. Sólo uno conquista su favor, tiene acceso a ella ─gracias, en dos de las versiones, a que ofrece un enigmático pájaro a la princesa─ y logra acostarse a escondidas con la joven. Cuando el embarazo se hace inocultable, su padre el rey convoca al pueblo para anunciar que su hija ha quedado embarazada sin concurso de varón, señal sin duda admirable y sobrenatural que daría al linaje el prestigio de lo divino. Entonces, el varón responsable del embarazo se da a conocer y el rey, avergonzado, se suicida o se jubila. Reproduciré, a continuación, una de las tres versiones editadas por Creus: El rey de la playa era muy rico, y tenía además una hija preciosa. Pensó que era tan bonita que nadie debía tocarla; y que, al hacerse mayor, daría a luz sin tener que conocer varón alguno. Por esta razón, construyó una casa encima de una columna, para que nadie pudiera llegar a ella. Y, a medida que la niña iba creciendo, su única distracción era asomarse a la ventana para ver algo de lo que pasaba en el exterior. El rey del boque, en cambio, era muy pobre. Cuando su hijo creció, decidió ser cazador. Y un buen día, armado con su escopeta, se alejó tanto que descubrió la playa. Quedó maravillado de que en el mundo existiera algo tan bello. Se acercó a las casas del poblado y, de pronto, apareció un pájaro y lo mató de un disparo. La hija del rey de la playa, que había observado la escena desde la ventana, le pidió que se acercara y le dijo: "Me gustan mucho los pájaros. Si me regalas el que acabas de cazar, te daré todo lo que me pidas". El muchacho quería subir, y ella le alcanzó una cuerda. Al llegar a la habitación de la chica, pidió: "Lo único que deseo es que me enseñes tus piernas". La muchacha así lo hizo y, después, el chico se marchó. Muchos otros días el chico se acercó al poblado de la playa. Y cada vez que cazaba un pájaro lo llevaba a la muchacha; y ésta, a cambio, le enseñaba una parte de su cuerpo. Hasta que un día se acostaron juntos y la chica quedó embarazada. Cuando su padre lo supo, esperó a que naciera el hijo. Y entonces reunió a todo el poblado y a los reyes y jefes de los poblados vecinos, y les dirigió estas palabras: "Ahora os mostraré a mi nieto, que mi hija ha parido sin conocer a ningún hombre". Los más ancianos objetaron: "Desde que estamos en el mundo, nunca se ha visto que una mujer pudiera dar a luz sin acostarse con un hombre". Y se produjo una gran discusión. Entonces se levantó el hijo del rey del bosque y explicó toda su historia. El rey de la playa sintió tanta vergüenza que tuvieron que llevarle a un lejano curandero. Cuando se repuso, llamó al chico y le anunció: "Estoy tan avergonzado de mi torpeza, que voy a entregarte todas mis riquezas para que vivas feliz con mi hija. Lo único que os pido es que me deis algo para que viva hasta que llegue el momento de mi muerte". De esta manera, el pobre pudo vivir como un rico. Y el rico se quedó en la pobreza1. El motivo más estable de las tres versiones ndowe de este tipo cuentístico es el final: el del falso embarazo sin intervención de varón que el rey ansía hacer público como aval del caracter divino de su linaje. Motivo que, indudablemente, enlaza con las innumerables leyendas, arraigadas en épocas y en tradiciones de todo el mundo, acerca de madres vírgenes que conciben y alumbran hijos prodigiosos, tal y como proclaman leyendas tan familiares para nosotros como la de la Virgen María y su hijo Cristo, o cualquiera de las muchísimas que fueron estudiadas en libros clásicos como Las madres vírgenes y los embarazos milagrosos de Pierre Saint-Yves2, o como las que están siendo analizadas en una tesis doctoral monumental y a punto de ser leída por Charo Moreno. Nos apartaremos nosotros ahora de este motivo, profusamente documentado en muchas tradiciones y muy bien atendido por otros especialistas, y nos centraremos en otro que se documenta en dos de las tres versiones ndowe que conocemos de nuestro cuento: el del pájaro que el héroe entrega a la princesa a cambio del goce primero visual y después sexual de su cuerpo. La otra versión que incluye el motivo, la núm. 80 del libro de Creus, comienza así: En medio de la selva había un poblado donde la gente nunca había visto el mar. Un chico de ese poblado, que era cazador, se adentraba en la espesura en dirección al mar cuando iba de caza. Cada día llegaba, sin saberlo, un poco más cerca. Hasta que un día oyó el rumor de las olas y regresó espantado a su casa. Al día siguiente preparó su comida y volvió sobre sus Jacint Creus, Cuentos de los Ndowe de Guinea Ecuatorial (Malabo: Centro Cultural Hispano-Guineano Ediciones, 1991) núm. 79. 1 Traducido al español por José (Madrid: Akal Universitaria, 1985). 2 Carlos Bermejo Barrera pasos, para averiguar qué era lo que provocaba aquel gran ruido. Por el camino encontró a un hermoso pájaro de plumas brillantes de muchos colores, lo cazó y se lo llevó con él. Al llegar al mar, quedó maravillado por encontrar un río tan grande y un espacio tan abierto. Siguiendo la cosa divisó un poblado y, en él, un palacio. Desde una de las ventanas le estaba observando la hija del rey de aquel lugar, que le tiró una cuerda y le invitó a subir. La chica le contó que su padre no quería que se viera con ningún hombre, porque quería que diera a luz sin haberse acostado con ningún varón. Al despedirse, le pidió que le regalara un pájaro. Él replicó: "No puedo dártelo, porque es lo único que tengo para comer. Pero, como tiene unas plumas tan hermosas, te entregaré una si me muestras tu pie". Ella accedió. Y el chico, desde aquel día, acudía a visitarla y le daba una pluma a cambio de que ella le mostrase una parte de su cuerpo. Por fin se acostaron juntos y, al cabo de un cierto tiempo, la chica quedó embarazada. Él volvió a su poblado a la espera de que diera a luz... Antes de cualquier otro análisis, hay que señalar que los tres relatos ndowe que estamos analizando son, en realidad, versiones de un tipo cuentístico, muy escasamente documentado en otras partes del mundo, que ha recibido el título de El novio rechazado y que tiene el número 900A* en el catálogo de cuentos universales de Aarne y Thompson. He aquí el resumen que se le asocia en tal catálogo: El novio rechazado: dos amigos acuerdan que, si uno tiene un hijo y el otro una hija, los harán casar; pero el padre de la muchacha rechaza al hijo de su amigo como novio de su amiga cuando éste se vuelve pobre. El muchacho posee carbones que dan luz por la noche y se los da a la muchacha a condición de que ella le muestre sus pies y luego de que se acueste con él una noche. Así consigue poseer algo que pertenece a la muchacha (parte de su cabello, etc.), y solicita, el día en que ella se va a casar con otro, que su compromiso sea respetado, y muestra el cabello que pertenece a la muchacha. El novio desiste de casarse, y la muchacha se esposa con el héroe3. Es éste un tipo cuentístico tan raramente atestiguado que el catálogo de Aarne y Thompson remite a una versión griega como documentación única en todo el mundo. Sin embargo, Julio Camarena y Maxime Chevalier han añadido recientemente, en su propio catálogo de cuentos panhispánicos, varias versiones tanto españolas como hispanoamericanas en castellano, además de otras en catalán, gallego y portugués, a la nómina de textos conocidos del cuento. Una de ellas muestra al joven pretendiente utilizando como moneda de cambio para recibir los Véase Antti Aarne y Stith Thompson, The Types of the Folktale: a Classification and Bibliography [FF Communications 184] 2ª revisión (Helsinki: Suomalainen Tiedeakatemia-Academia Scientiarum Fennica, 1981) núm. 900A*. 3 favores de la mujer no el pájaro de las versiones ndowe, ni los carbones luminosos de la versión griega, sino varios anillos que no desentonan nada en el marco ideológico de este cuento, dado que constituyen una metáfora sexual ─igual que los pájaros, como enseguida veremos─ bien conocida en muchas tradiciones culturales4: Con el anillo en la mano se va delante de la puerta de la novia. Se agacha y entre el polvo empieza a esconder el anillo, a sacarle y a hacer que se le viese, porque era un anillo muy precioso. La criada de la señorita aquella, que vio al pobre hacer eso con el anillo, entra en la casa y dice a la señorita: ─¡Ay, señorita, señorita! Ahí abajo hay un pobre que tiene un anillo, ¡ay, qué precioso! ¿Por qué no mira ustez a ver si se le vende? Y bajó la señorita adonde estaba el pobre a ver si la quería vender el anillo. Y el pobre la dijo que sí. ─¿Cuánto quiere ustez por él? ─le preguntó la joven. ─Poca cosa, señorita, poca cosa: sólo que me deje tocarla en la pantorrilla. ─¡Oy, qué pobre! ¡Eso no! ¡Mira si me voy a dejar tocar la pantorrilla por un pobre! Y dice la criada: ─Señorita, cómprele ustez, que es muy bonito. ¿Qué importancia tiene que el pobre la toque en la pantorrilla? Y ya por fin la señorita se dejó tocar en la pantorrilla, y el pobre la dio el anillo. Se marchó el pobre y al día siguiente se fue a la joyería y compró un anillo que le costó quinientas pesetas. Y volvió a la puerta de la señorita. Y la criada, que le volvió a ver al pobre enredao con otra anillo mucho más precioso que el del día anterior, la dice a la señorita: ─¡Ay, señorita, señorita! ¡Ya está ahí el pobre de ayer! Pero, ¡qué anillo trae! ¡Ay, qué anillo! ¡Si vale mucho más que el de ayer! ¡Es mucho más precioso! ¿Quiere ustez que baje y le diga que si le quiere vender? ─Bajaremos las dos ─dice la señorita─. Bajaron las dos. Y el pobre, al verlas, se dirigió a ellas y las enseñó el anillo. Tanto la gustó a la señorita el anillo, que le dijo al pobre que si le quería vender. El pobre la dijo que sí. Y le preguntó ella: ─¿Cuánto quiere ustez por él? ─Señorita ─dijo el pobre─, poca cosa: sólo con que ustez me deje tocarla en la cara... ─¡Oy, no, señor, no! ¡Eso no! ¡Eso no lo hago yo! ¡Que a mí un pobre me toque en la cara! Pero dice la criada: ─¡Ay, señorita, que es un anillo muy bonito! Pues ¿y Sobre el simbolismo erótico del anillo, véase José Manuel Pedrosa, "La lozana andaluza, El corregidor y la molinera y un manojo de fábulas eróticas viejas y modernas", Las dos sirenas y otros estudios de literatura tradicional (de la Edad Media al siglo XX) (Madrid: Siglo XXI, 1995) pp. 253-281. 4 qué que la toque en la cara el pobre? Por eso no la hace ningún daño. Y ya, por fin, tanto la gustó el anillo a la señorita que se dejó que el pobre la tocase en la cara. Y después cada uno se marchó para su sitio. Al día siguiente vuelve el pobre a la joyería y compra un anillo que le costó mil pesetas. Vuelve a la puerta de la novia y vuelve a jugar con el anillo entre el polvo del suelo. La criada, que le vuelve a ver, entra y dice a su señorita: ─¡Ay, señorita, señorita! ¡Ya está ahí el pobre de ayer! Pero trae, ¡ay, qué anillo! ¿Qué valen los otros dos anillos? ¡Si éste es precioso! ¿Quiere que baje a ver si se le quiere vender? ─Bueno; bajaremos las dos ─dice la señorita. Bajaron a la calle y se acercaron al pobre. Las enseñó el anillo y le dijo la señorita: ─¿Quiere ustez venderme el anillo? ─Sí, señorita ─la contestó el pobre. ─Y ¿cuánto quiere ustez por él? ─Poca cosa: dormir una noche en la misma habitación que duerme la señorita. ─¡Ay, no, señor, no! ¡Eso no puede ser! ¡Dormir en la misma habitación! ¡Eso no! Y la criada va y la dice: ─Señorita, ¿pero a ustez, qué más la da? Si el pobre quisiese dormir con ustez, entonces era para pensalo; pero como el pobre sólo quiere dormir en la habitación de ustez, pues no veo en ello ninguna cosa mala. ─Bueno, pues dormirá ustez en mi habitación ─dijo la señorita...5. El desenlace de este cuento castellano, que no reproduzco debido a su larga extensión, muestra al astuto joven llevándose la camisa como prueba de que ha dormido con la mujer y, algún tiempo después, cuando la muchacha está a punto de casarse con otro hombre, proclamando y demostrando en público sus derechos sobre ella. A la vista de este paralelo castellano, no cabe duda de que los tres cuentos ndowe registrados en Guinea Ecuatorial por Jacint Creus corresponden básicamente, y constituyen versiones interesantísimas, del raro tipo cuentístico 900A*. Entre sus rasgos de mayor originalidad llama la atención ver cómo el motivo del supuesto embarazo sin intervención masculina ha quedado adherido a su trama hasta convertirse en elemento nuclear de las versiones africanas. También resulta muy interesante apreciar cómo la argucia sexual que se descubre públicamente en la ceremonia final organizada por el viejo rey tiene el paralelo, en el resto de las versiones europeas y Extracto un episodio del cuento editado en Aurelio M. Espinosa, Cuentos populares de Castilla y León, 2 vols. (Madrid: CSIC, 1987-1988) núm. 234; reproducido a su vez en Julio Camarena Laucirica y Maxime Chevalier, Catálogo tipológico del cuento folklórico español: Cuentos-novela (Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2003) núm. 900A*. 5 americanas, del desvelamiento de la relación entre los dos jóvenes durante la ceremonia de boda de la muchacha. El que en las versiones ndowe sea el embarazo de la muchacha la prueba que alega el joven pretendiente para reclamarla, y el que en las demás versiones sea alguna prenda sustraída a la mujer la que cumple una función similar no deja de ser una de esas variantes inevitables en cualquier repertorio de versiones de literatura de transmisión oral. Otro motivo extraordinariamente original e interesante del texto ndowe es el del pájaro con que el joven logra su propósito de acercarse y de poseer de forma gradual a la princesa. En realidad, esta conquista progresiva de la mujer a cambio de algún don codiciado por ella constituye un motivo ─o un complejo de motivos─ flotante que puede documentarse dentro de diversos tipos cuentísticos, aunque sea especialmente característico en el tipo 900A*. En el catálogo universal de motivos de Stith Thompson, correspondería a los números K1361: Mendigo compra el derecho a dormir a la puerta de la habitación de la muchacha, a los pies de la cama, en la cama. K1361.2: anatómica. Gradual compra de favores: progresión T45: Galán compra el ser admitido en la habitación de la mujer. T455.1: Mujer vende sus favores para obtener joyas6. Uno de los cuentos eróticos rusos documentados por Alexandr Nikolaievich Afanasiev a mediados del siglo XIX muestra la productividad del motivo en tipos cuentísticos diferentes del 900A*. Extracto los pasajes que tienen mayor interés para nosotros: ... Iván va a la ciudad, pasa por delante de una casa señorial y ve a una joven señora, muy guapa. Se para y la mira a través de la verja. ─¿Qué haces ahí, buen mozo? ─le pregunta la señora. ─Te miro, señora, eres tan guapa que me deslumbras. Si me dejas ver tus pies hasta el tobillo, te doy cien rublos. ─¿Por qué no iba a enseñártelos? Vamos, mira ─dice la señora subiéndose las faldas. ... ─¿Qué haces ahí de nuevo? ─Déjame entrar en el jardín, señora, y déjame ver tus rodillas, y te daré doscientos rublos. La señora le dejó entrar en el jardín, se levantó las Véanse las entradas correspondientes en Stith Thompson, Motif-Index of Folk Literature: a Classification of Narrative Elements in Folktales, Ballads, Myths, Fables, Mediaeval Romances, Exempla, Fabliaux, Jest-Books and Local Legends, ed. rev. y aum., 6 vols. (Bloomington & Indianapolis-Copenhague, Indiana University-Rosenkilde & Bagger: 1955-1958). 6 faldas y le enseñó las rodillas. El muchacho le dio el dinero, hizo una reverencia y volvió a casa. ... ─¿Cómo es que has vuelto, buen mozo? ─le pregunta la señora. El muchacho contesta: ─No quiero que te enfades, señora, pero permíteme restregarte la polla en el coño. A cambio te daré trescientos rublos. ─¡Vale! Le hizo entrar en el jardín, cogió el dinero y se tumbó en la hierba; el muchacho se quitó los calzones y empezó a restregársela despacito por los labios...7. El final del cuento de Afanasiev es más explícitamente obsceno que el final de los cuentos del tipo AT 900A* que hemos conocido primero: la mujer queda con tanta ansia que devuelve el dinero al joven a cambio de que éste la penetre totalmente. Como se puede apreciar, la trama del cuento ruso es diferente, a nivel de tipo, de la trama de los cuentos AT 900A*, aunque los episodios relativos al acercamiento y al trato sexual coincidan en el nivel del motivo. En cualquier caso, lo abiertamente obsceno del episodio del cuento ruso confirma ─si es que necesitaba alguna confirmación─ que el acto de acercamiento gradual del joven a la princesa en el cuento ndowe se ajusta seguramente a una estrategia narrativa tras la que se trasluce una indudable intencionalidad erótica. Tampoco pueden caber demasiadas dudas, a la luz de este marco de paralelos, acerca de las connotaciones sexuales de los pájaros o de las plumas del pájaro que el héroe entrega a la princesa, o que permiten al joven ir descubriendo y gozando progresivamente del cuerpo de ella. Y si cupiesen, no habría ninguna dificultad en despejarlas: para comenzar a explorar el simbolismo genital de los pájaros que juegan un papel clave en algunas de las versiones del cuento ndowe, vamos a retroceder en el tiempo y a traer a colación dos de los más hermosos cuentos (el cuarto y el noveno de la Jornada VI) que Giovanni Boccaccio incluyó en su monumental Decamerón de mediados del siglo XIV. Si el breve título con el que se presenta el cuento VI:4, Ricciardo Manardi es sorprendido por micer Lizio de Valbona con la hija de éste; y la toma por esposa y queda en paz con el padre de ella, muestra ya una coincidencia de tipo general con los cuentos del tipo 900A* que estamos analizando, la trama contiene más elementos sugerentes para nosotros. Está protagonizada por Caterina, joven y hermosa muchacha muy querida y fuertemente vigilada por sus padres, que la custodian, una vez más, en una casa alta, cerrada e inaccesible para los extraños. La joven es galanteada, sin embargo, por el hábil Ricciardo, y ambos traman una argucia para que el joven pueda acceder hasta donde se halla encerrada la muchacha: ella pide a sus padres que la dejen dormir en la galería de la casa ─a la que puede subir fácilmente Ricciardo─, con el fin de no pasar calor y de poder escuchar el canto del ruiseñor por la Alexandr N. Afanásiev, Cuentos prohibidos rusos, trad. J. Garrote (Madrid: Mestas, 2002) núm. XXXIII. 7 mañana. La estratagema da durante algún tiempo el fruto ansiado por los dos amantes, hasta que un día todo es descubierto por los padres de la joven: Y durmiendo de esta manera, sin despertarse vino el día, y micer Lizio se levantó; y al acordarse de que su hija dormía en la galería, abriendo sigilosamente la puerta dijo: ─Vamos a ver cómo el ruiseñor ha hecho dormir esta noche a Caterina. Y entrando, levantó lentamente la sarga que rodeaba el lecho, vio a Ricciardo y a ella desnudos y destapados dormir abrazados de la forma antes indicada; y habiendo reconocido bien a Ricciardo, salió de allí y se fue a la alcoba de su esposa y la llamó, diciendo: ─Vamos, señora, levántate deprisa y ven a ver que a tu hija le ha gustado tanto el ruiseñor, que lo ha cogido y lo tiene en la mano. Dijo la señora: ─¿Cómo puede ser eso? Dijo micer Lizio: ─Si vienes ahora lo verás. La señora, vistiéndose deprisa siguió en silencio a micer Lizio; y llegando ambos al lecho y levantando la sarga, doña Giacomina pudo ver manifiestamente cómo su hija había cogido y sujetaba el ruiseñor al que tanto deseaba oír cantar8. Los padres piensan entonces que lo inevitable ya ha sucedido, y que lo más conveniente es reprimir su indignación y casar a los jóvenes amantes. Algo no muy diferente de lo que sucede, por ejemplo, en el cuento ndowe, en que el padre de la muchacha se rinde ante la fuerza de los hechos y no sólo acepta sumisamente el casamiento, sino que incluso se jubila o se suicida para no constituir ningún estorbo. Antes de analizar el segundo cuento del Decamerón de Boccaccio, puede ser muy sugestivo contrastar el relato anterior con un cuento tradicional en España que contiene muchos de los elementos (la argucia pactada por los amantes, el pájaro que posibilita el trato sexual, el engaño al padre) que caracterizaban al anterior: Eso era un padre que le tenía dicho a la hija que fuera siempre acompañá, y no la dejaba salirse nunca sola del camino a cagar ni a mear, porque decía que, mientras no tirara una piedra y saliera un pájaro, que no saliera del camino; que, si salía un pájaro era porque estaba solo el terreno. Entonces ella se puso en compló con el novio, y éste Giovanni Boccaccio, Decamerón, ed. M. Hernández Esteban (Madrid: Cátedra, 1994) p. 624. Sobre los derivados de este cuento (con sus símbolos eróticos incluidos) en la literatura española, véanse, además de las muy documentadas notas de la edición citada, el trabajo de Á. Arce Menéndez, "La metáfora del usignolo, de la mano de Boccaccio a la de Castillo", Amor y erotismo en la literatura (Salamanca: Hergar, 1999) pp. 51-59. 8 cogió un pájaro y, como estaban combinaos en dónde se iba a apartar, el novio se escondió y, cuando pasaron por allí, ella dijo que tenía que apartarse a lo que sea, y tiró asín la piedra donde estaba el otro, y, claro, salió un pájaro, que le tenía ya el novio. Y entonces la muchacha se apartó y la otra se quedó en el camino esperando, y cuando acordó tuvo un muchacho; y con el pájaro y to... Y no creas que eso fue mentira9. El cuento VI:9 del Decamerón de Boccaccio desarrolla, por su parte, otra trama muy sugestiva: Federigo de los Alberighi ama y no es amado; y gastando en hacer vida social se arruina y le queda sólo un halcón que, al no tener otra cosa, se lo da a comer a su señora que había ido a su casa; y ella, al saberlo, cambia de ánimo, le toma por esposo y le hace rico. Federigo se halla, en efecto, perdidamente enamorado de doña Giovanna, una hermosa y casta viuda a la que no impresionan los regalos ni los alardes del caballero. Éste se arruina por ello, pierde todos sus bienes y queda finalmente reducido a la única posesión de un valioso halcón del que de ninguna manera quiere desprenderse. Un día enferma el hijo de la viuda, y pide a su madre el regalo del halcón de Federigo. La viuda vacila antes de pedir tan gran favor a su maltratado pretendiente, pero un día acude a la humilde casa rústica donde ha debido retirarse el desdichado. Éste se siente avergonzado por la pobreza del lugar y por la imposibilidad de ofrecer una comida digna a la mujer. Así que mata a su precioso halcón, lo hace cocinar y lo sirve en la mesa como manjar que ella come sin saber de qué se trata. Tras la comida, doña Giovanna explica el motivo de su visita: ─Debo pedirte un regalo que sé que te es sumamente querido; y es justo pus tu adversa fortuna no te ha dejado ningún otro deleite, ninguna otra diversión, ningún otro consuelo; y este regalo es tu halcón, dle ue mi hijo se ha encaprichado de tal modo que, si no se lo llevo, temo que se agrave tanto de la enfermedad que tiene que luego le obrevenga algo por lo que le pierda. y por eso te ruego, no por el amor que me tienes, por el que no estás obligado a nada, sino por tu nobleza, que se ha demostrado mayor que la de ningún otro en usar cortesía, que te sea grato regalármelo10. El desdichado Federigo escucha completamente desesperado tal petición, y confiesa a la mujer que el preciado halcón que ella solicitaba era el ave que le había sido servida como comida aquel día, pues no había encontrado ninguna otra cosa en su modesta casa que ofrecerle. Doña Giovanna queda asombrada ante tan asombrosa muestra de amor, y aunque no puede evitar la pérdida de su hijo, algún tiempo después, Juan Rodríguez Pastor, Cuentos extremeños obscenos y anticlericales (Badajoz: Diputación, 2001) núm. 55 (La novia y el pájaro). 9 10 Boccaccio, Decamerón p. 668. acordándose de la valía de Federigo y de su generosidad última, esto es, el haber matado a un halcón semejante para agasajarla, les dijo a sus hermanos: ─Yo de buena gana, si os complaciera, me abstendría; pero si os place que tome marido, ciertamente no tomaré jamás a ningún otro que no sea Federigo de los Alberighi11. El cuento termina, como los demás que estamos analizando, en unión entre el hombre y la mujer y en boda feliz. Llama la atención que Boccaccio haga tanto hincapié sobre la pobreza del hombre y la riqueza de la mujer, porque es lo mismo que se enfatiza en la tradición ndowe (el hijo del rey del bosque es pobre, la hija del rey de la playa es rica) y en la mayoría de los cuentos del complejo 900A*, que insisten mucho sobre la desigualdad económica entre los amantes y presentan el matrimonio como modo ideal de conciliarla. Los cuentos VI:4 y 6:9 del Decamerón de Boccaccio, igual que los cuentos de los ndowe a los que hemos atendido, coinciden en presentar a una mujer de estatus y de espacio inaccesibles que sólo admite el galanteo y que sólo se casa con su pretendiente cuando recibe de éste un ave de características especiales y de valor más o menos metafórico (y marcadamente erótico). Sumamente revelador resulta comprobar además cómo, en todos los cuentos, el pájaro que simboliza el elemento masculino es cazado, aprisionado, sacrificado y muerto para dar satisfacción a la mujer: en los cuentos ndowe, el pájaro es cazado o cazado y desplumado; el cuento VI:4 del Decamerón concluye anunciando que Ricciardo "luego durante mucho tiempo en paz y armonía cazó con ella ruiseñores cuanto quiso, tanto de día como de noche"12; el cuento VI:9 de Boccaccio tiene también como punto culminante el sacrificio del halcón para que lo coma la mujer. Fuera de este marco general, y del trasfondo erótico que se adivina tras las representaciones de todas estas aves, las discrepancias en la trama de los cuentos son absolutas. Pero no es difícil ver que lo que tienen en común resulta ser absolutamente esencial dentro de su tejido narrativo y que forma parte de su entraña simbólica más profunda. Podríamos traer a colación muchos más textos que muestran a un hombre que caza, aprisona, sacrifica o mata a un ave para tener acceso sexual a una mujer. Hagamos ahora otro ejercicio de comparación retrospectiva y recordemos el famosísimo poema de Catulo (siglo I a.C.) dedicado al pájaro ─cuyo simbolismo genital ha dado lugar a una biblografía colosal a la que no podremos atender aquí─ que hace las delicias de su amada Lesbia: Gorrión, objeto de las delicias de mi niña, con quien suele jugar y retenerlo en su regazo, a quien, en su agresividad, acostumbra a ofrecer la yema del dedo e incitar sus duros picotazos, cuando a mi radiante amor le gusta entregarse a no sé qué apacible juego, pequeño consuelo a su dolor, para calmar, supongo, su ardiente 11 Boccaccio, Decamerón p. 670. 12 Boccaccio, Decamerón p. 627. pasión. Pudiera yo, com ella, jugar contigo y aliviar los tristes cuidados de mi alma13. Recordemos ahora también el célebre ─y no menos equívoco─ treno por la muerte del pájaro que hacía las delicias de Lesbia: Llorad, ¡oh Venus y Cupidos!, y vosotros, cuantos hombres hay sensibles al amor. El pájaro de mi niña ha muerto; el pájaro, objeto de las delicias de mi niña, a quien ella amaba más que a sus propios ojos, pues era como de miel y la conocía tan bien como una hija a su madre y no se apartaba de su regazo, sino que, dando saltos de un lado para otro, sólo a su dueña piaba siembre. Ahora avanza por aquel camino cubierto de tinieblas, de donde dicen que no vuelve nadie. Pero os maldigo, malditas tinieblas del Orco, que todo lo bello devoráis. Tan bonito pájaro me habéis robado. ¡Oh, maldito crimen! ¡Oh gorrioncillo, digno de lástima! Ahora, por tu casa, los ojitos de mi niña enrojecen hinchados de llanto14. Aunque los breves poemas de Catulo evitan cualquier desarrollo narrativo y se concentran en el puro apóstrofe lírico, nos encontramos de nuevo ante un pájaro de connotaciones indiscutiblemente sexuales (masculinas) que "muere" tras dar placer a la mujer. Las metáforas de este tipo eran conocidas antes de Catulo. Unas hermosísimas canciones tradicionales del antiguo Egipto nos proporcionan versiones impresionantes de los motivos de la "caza" del ave que simboliza el sexo masculino y de su entrega con el fin de dar satisfacción a la mujer: Su frente es como una trampa hecha de madera de sauce, y yo soy el ánade salvaje: mis (piernas) están (presas) entre sus cabellos; ella es un cebo bajo la trampa, pronta a la captura15. Comienzo de las encantadoras y hermosas canciones de mi amada, cuando ella regresa de los campos. I ¡Oh amado, oh mi amor!. mi corazón está junto con tu amor, todo está preparado para ti y yo digo: "¡Mira lo que voy a hacer!". Catulo, Poemas, Tibulo, Elegías, ed. A. Soler Ruiz (Madrid: Gredos, reed. 2000) núm. 2. La bibliografía sobre este poema y sobre otro dedicado al mismo pájaro es inmensa. Baste citar aquí Enrique Montero Cartelle, El latín erótico: aspectos léxicos y literarios (Sevilla, Universidad: 1991) pp. 88-90. 13 14 Catulo, Poemas núm. 3. Poesía y teatro del antiguo Egipto: una selección, ed. J. Soler (Madrid: Etnos, 1993) p. 147. 15 He venido para preparar yo misma la trampa; en una mano llevo la jaula y el recipiente para el cebo. Todos los pájaros del país de Punt vienen a Egipto perfumados de mirra: el que llega primero comerá del cebo, su perfume es perfume de Punt, las uñas de sus patas están llenas de olorosas resinas. Mi corazón va al encuentro de mi amado: juntos dejaremos libre al pájaro: así estaré sola contigo. Haré que tú puedas oír la sonora voz de mi bello (prisionero), perfumado de mirra, mientras estás aquí conmigo, mientras yo preparo de nuevo la trampa. ¡Qué hermoso es correr por los campos para aquél que es amado! II El ánade salvaje chilla con aguda voz cogido en la trampa. El amor que te tengo entra en mi interior y no puedo liberarme de él. Pero yo abriré mis redes. ¿Qué diré a mi madre, a quien, cada día, llego cargada de pájaros? Hoy no he preparado trampas: ¡tu amor me ha capturado a mí! III El pato salvaje vuela y se posa cogido en la red. Innúmeros pájaros vuelan a su entorno, pero yo estoy preocupada pensando en mi amor. ¡Ay, cuando estoy sola, mi corazón está unido a tu corazón, y no puedo huir de tu belleza! IV Salgo de... (pensando en) tu amor, el corazón me oprime: ¡mira!, (para mí), un dulce pastelito es como sal; en mi boca, el suave mosto es como la hiel de un pajarillo. Son tus besos los que hacen vivir mi corazón. Te he encontrado: ¡que Amón te conceda ser mío eternamente! VI La voz de la paloma está llamando y dice: "¡Es ya de día! ¿Dónde estás tú?". Dulce ave, ¡no me reproches! He encontrado a mi amado en el lecho, mi corazón palpita de felicidad. Y nosotros nos diremos: "No me alejaré nunca de ti; mi mano en tu mano: ¡así iré contigo a todos los lugares más bellos! ¡Él ha hecho de mí la primera entre todas las mujeres, y ya nunca hará sufrir mi corazón16! Demos ahora otro gran salto en el espacio y en el tiempo y conozcamos otro de los cuentos rusos de Afanasiev: Hacía dos días que un cazador daba vueltas por el monte sin cazar nada. Al tercero hizo una promesa: al que cace me lo follo. Fue al monte, se topó con un urogallo y lo mató. Después emprendió el camino de casa. Una señora ve pasar desde la ventana a un cazador con un urogallo; lo llama a su habitación. ─¿Cuánto quieres por el urogallo? ─pregunta la señora. ─No puedo vender este urogallo ─dice el cazador─, pues he hecho una promesa. ─¿Qué clase de promesa? ─Cuando estaba cazando, hice este juramento: al que cace me lo follo. ─No sé qué podemos hacer ─dice la señora─; tengo ganas de ese urogallo, tengo muchas ganas. Debemos llegar a un acuerdo. Pero yacer debajo de ti me da vergüenza. ─De acuerdo, yo me pongo debajo, y tú, señora, te montas encima. Y así lo hicieron. ─Ahora, mujik, dame el urogallo. ─¿Y por qué tengo que dártelo? Tú me has follado a mí, y no yo a ti. A la señora no le hace ni pizca de gracia perder el urogallo. ─De acuerdo ─dice─ ¡Móntame! El mujik vuelve a tirarse a la señora. ─Y ahora dame el urogallo. ─¿Y por qué tengo que dártelo? Ahora estamos en paz. ─Bien, móntame otra vez ─dice la señora. El cazador monta a la señora, se la tira por tercera vez. ─Y ahora, ¿me lo das? Aunque al cazador no le guste, no le queda más remedio que dar el urogallo a la señora y volver a su casa17. Una vez más, volvemos a encontrar en este cuento ruso la figura del hombre que caza y que sacrifica un pájaro como moneda de cambio para obtener los favores sexuales de una mujer. 16 Poesía y teatro del antiguo Egipto pp. 150-153. Afanásiev, urogallo). 17 Cuentos prohibidos rusos, núm. XXIX (El Fijémonos también ahora en el siguiente chiste mexicano, ─¿En qué se parecen las mujeres a las jaulas? ─En que guardan estupendamente los pájaros, con su explícita identificación (intensamente sexual, por supuesto) de la mujer con un recinto que recibe, guarda y retiene los pájaros (es decir, los genitales masculinos). Es éste el último texto que hemos seleccionado para ilustrar la que es posiblemente una de las claves simbólicas más profundas de todo este complejo de relatos: la caza, la prisión, el sacrificio, la muerte del ave identificada con los genitales masculinos, tras dar satisfacción y placer a la mujer, debe posiblemente simbolizar el acto sexual en que, durante la entrega amorosa, el sexo del hombre queda poseído, atrapado, encerrado y finalmente despojado de vitalidad (tras alcanzar el clímax) dentro del sexo de la mujer. El chiste mexicano anterior es uno de los textos que han sido analizados en varios densos y documentadísimos estudios de Louise O. Vasvari acerca del simbolismo genital de innumerables pájaros que asoman en tradiciones culturales y literarias de muchas épocas y lugares18. No disponemos ahora de espacio para reproducir ni para comentar los abundantes y reveladores textos aportados por Vasvari, aunque sí podemos señalar algunos ejemplos no comentados por ella que confirman la tradicional identificación pájaro=pene. Fijémonos, por ejemplo, en la trasparente carga erótica de la siguiente cancioncilla tradicional manchega: El gordo tordo en la zarza está, por donde ha entrado, por allí saldrá. Muchachas que vais por agua a la fuente del Villar, ha salido un pajarucho os ha querido picar19. O en el aún más explícito simbolismo erótico del siguiente Los más importantes son Louise O. Vasvari, "L'usignolo in gabbia: popular tradition and Pornographic parody in the Decameron", Forum Italicum 28 (1994) pp. 224-251; y "Fowl Play in My Lady's Chamber: Textual Harassment of a Middle English Pornithological Riddle and Visual Pun", Obscenity: Social Control and Artistic Creation in the European Middle Ages, ed. J. M. Ziolkowski (Brill: Leiden-Boston-Colonia, 1998) pp. 108135. Véanse además "A Tale of "Tailling" in the Libro de Buen Amor", Journal of Interdisciplinary Studies II (1990) pp. 1341, p. 22; "A Tale of "Tailling" in the Libro de Buen Amor", Journal of Interdisciplinary Studies II (1990) pp. 13-41, pp. 28 y 3435. 18 José Torralba, Cancionero popular de la provincia de Cuenca (Cuenca: Excma. Diputación Provincial, 1982) p. 363. 19 romance tradicional en Extremadura: Y estando una pastorcilla senciya de corazón, con suh tiernas obejita, recordándole su amó... vio venir a un pajarito, y hacia eya se acercó. Y eya dijo: ─¡Qué bonito! ¿Cómo le cogiera yo? El pajarito era verde y oscurecido el coló: ─¡Ay de mí! Si le cogiera, sería mi diversión. El pícaro pajarito, en cuanto picó la fló, hacia el prado se retira y burlada la dejó. Y la pobre pastorcita a su choza se marchó, porque ya le hacían daño loh fuerteh rayoh del sol. La que de pequeña empieza a dar pruebah de su amor, suele quedarse burlada, sin pajarito y sin fló20. La última tradición que vamos a traer a cuento para ilustrar la identificación ─hasta en el nombre─ de las aves con el sexo masculino es la mallorquina: A tot Mallorca [...] el nom més conegut que s'aplica al membre viril és ─i el cançoner n'és una prova palpable─ el de pardal: Tai de negre, tai de negre és es punt des barrinar. Es pardal d'un cristià dins sa poma no mossega. Campos Si em vessis, Margalideta, quan surts damunt es portal, me fas posar un pardal com un mànec de xapeta. Alaró Sa poma de sa padrina no li pot pervenir mal, perquè ha esquinçat es pardal de set soldats de marina. Felanitx La primera funció de la paraula pardal és denominar el penis. És, doncs, el nom d'un ocell allò que serveix per anomenar amb mès plenitud el membre viril. Jung ens ha explicat com l'ocell, el peix i la serpent han estat els símbols fàllics més antics [...] A Mallorca, l'escassa existència de serps ha fet, possiblement, que sigui un símbol gairebé desconegut. Aquí, la representació fállica per excellència és l'ocell...21. Bonifacio, Cancionero popular de Extremadura, 2 vols., vol. I (1ª ed. Valls, E. Castells: 1931; 2ª ed. Badajoz, Diputación: 1961) y vol. II (Badajoz, Diputación: 1956) I, p. 92. 20 Gabriel Janer Manila, Sexe i cultura a Mallorca: el cançoner (Mallorca, Moll: 1988) pp. 23-25. 21 En las páginas anteriores, algunas de las constantes y claves ─en el nivel del tejido narrativo y del trasfondo simbólico─ que parecen comunes a muchos de estos relatos han podido ser más o menos desentrañadas y expuestas a la luz gracias a los métodos de la literatura comparada. Toca ahora preguntarnos si todos estos relatos y si todos estos símbolos se integran dentro de un engranaje cultural superior, que tenga relación con otros aspectos ─sociales, rituales─ de la vida de las comunidades que los transmiten y que nos ayuden a entender las bases y las razones de la presencia pertinaz de estos elementos simbólico-narrativos en la memoria tradicional de los pueblos que los han atesorado hasta hoy. La respuesta a este interrogante, que nos obligará a recurrir a los métodos de la antropología ─sin abandonar los del comparatismo literario─ es, desde luego, afirmativa. Y puede ser resumida de este modo: mostrarse capaz de cazar o de matar determinados pájaros ha sido, en diversas culturas, una especie de rito de tránsito o de iniciación que marcaba, para los varones, el paso de la infancia a la mocedad, del estado de inmadurez al de madurez sexual, de la edad de la inocencia a la edad que daba paso a los requiebros y galanteos que habrían de culminar en el matrimonio. Contribuirá a ilustrarnos sobre la cuestión uno de los personajes esenciales de los mitos amerindios estudiados en las monumentales Mitológicas de Claude Lévi-Strauss: el desanidador de pájaros cuyas andanzas tenían un componente fuertemente iniciático al mismo tiempo que indiscutiblemente sexual. Es imposible hacer siquiera una síntesis, aquí, de los mitos y del simbolismo que se asocian a este personaje presente en algunos sistemas mitológicos sudamericanos, pero sí podemos al menos recordar que el primero de los mitos analizados en Lo crudo y lo cocido (1964), el primer volumen de las Mitológicas, pertenecía a la tradición de los indios bororo del Brasil central, y estaba protagonizado por un héroe cultural ─el desanidador de pájaros─ que se inicia sexualmente con su propia madre, lo que hace que el padre, enfadado y celoso, le envíe al "nido de las almas" para hacerse con unas mágicas maracas, y luego a capturar guacamayos que anidan en unas rocas inaccesibles, naturalmente que con la aviesa intención de que el joven encuentre la muerte antes de cumplir tan difícil prueba. Pero lo cierto es que el desanidador logra su empeño aliándose con varios pájaros ─el pájaro mosca, el juriti, los buitres─, y, aunque está a punto de morir y queda mutilado justamente cuando alcanza el nido de los guacamayos, logra al final salir con bien del trance y matar a su padre22. La combinación de los ingredientes de la iniciación sexual, de la caza de los pájaros y de la victoria de la nueva generación y el desplazamiento de la generación anterior en que puede resumirse este mito amerindio no puede resultar, a estas alturas, nada extraña para nosotros: coincide básicamente con las tramas generales de los cuentos de los ndowe que estamos analizando o con el cuento VI:4 del Decamerón de Boccaccio ─el Véase este mito de los bororo en Claude Lévi Strauss, Lo crudo y lo cocido (Mitológicas I) (México: Fondo de Cultura Económica, reed. 1996) pp. 42-43. 22 del joven que se inicia sexualmente con la excusa del ruiseñor y que vence así las prevenciones y obstáculos de los padres─. Pero que se puede avanzar todavía más en la cuestión lo prueba un iluminador estudio del antropólogo francés Daniel Fabre, que él mismo sintetizó de este modo: Desde Restif de la Bretonne (1734-1806), las "novelas biográficas" tratan de un mismo tema: el de la búsqueda juvenil de nidos y de huevos de pájaros. En realidad, cada etapa que marca el paso de la niñez a la adolescencia corresponde a una progresión en el dominio del medio natural y social que se adquiere por medio de los pájaros. Estas actividades son exclusivas de los varones y pueden concebirse, gracias a un juego sutil de metáforas, como el modo de lograr una identidad sexual y, más aún, como la vía de acceso a los juegos amorosos. Esta "escuela paralela" compite con la oficial y, según varios cronistas de la infancia, prepara un cambio importante, el de la transferencia de la pasión de los pájaros a la de los libros y de la escritura23. Muestra Fabre, en efecto, cómo la pasión de los muchachos jóvenes franceses por cazar pájaros puede explicar por qué muchos métodos de lectura o de ciencias naturales de los últimos siglos han explotado el mundo y las representaciones de los pájaros para atraer su atención. Lo que a nosotros más nos interesa, en cualquier caso, es el análisis que hace el antropólogo francés de un amplio repertorio de cuentos, de tradiciones, de cuadros y de grabados ─por ejemplo, el de Brueghel el Viejo titulado como un proverbio flamenco, Aquel que sabe dónde está el nido es el que lo alcanza, que muestra a un joven subiendo a un árbol y a otro esperándole abajo─, y de textos de numerosos escritores ─desde Restif de la Bretonne, Lamartine, Chateaubriand, Stendhal, Victor Hugo o Quinet hasta Sartre─ que ilustran hasta qué extremo la costumbre, atestiguada en muchos lugares, de los jóvenes de ir a saquear nidos y a cazar pájaros funcionaba como un auténtico rito de tránsito que separaba la edad de la inocencia infantil de la juventud preparada para los lances de esfuerzo, de destreza y de exhibición de la capacidad sexual. No nos vamos a entretener nosotros ahora en comentar los mismos textos que analizó Fabre, aunque sí podemos añadir a su elenco otro de especial interés, por cuanto viene de África: un precioso cuento, titulado Los pájaros, del escritor marroquí Muhammad Zafzaf (1945-2001) que muestra el conflicto de un joven rebelde con su familia por su obsesión por destruir nidos de pájaros24. Todo esto nos lleva, para ir cerrando nuestro recorrido tras los pasos de tantos cazadores de pájaros como han atravesado estas páginas, hasta otro documentadísimo trabajo, Daniel Fabre, "La Voie des Oiseaux: sur quelques récits d'apprentissage", L'Homme 99 (1986) pp. 7-40. 23 Muhammad Zafzaf, El rey de los genios y otros relatos (Madrid: Huerga & Fierro, 2002) pp. 19-24. 24 esta vez de Cristina Castillo Martínez25, sobre la historia y la documentación de un tipo de juego que a lo largo de los siglos han practicado exclusivamente los varones, y que consistía precisamente en exhibir destrezas deportivas matando pájaros en rituales públicos. En la Ilíada de Homero, la Eneida de Virgilio, La Arcadia de Sannazaro, el Persiles y Segismunda de Cervantes, ha detectado Cristina Castillo variantes de este juego que en ocasiones se practicaba en el contexto de ciertos ritos funerarios, y que en otras tenía connotaciones relacionadas con el galanteo y con la exhibición amorosa. Así sucedía, por ejemplo, en la obra de Cervantes, en que la exhibición de Periandro, y el premio ─una guirnalda de flores entregada por la princesa Sinforosa─ provocan los celos de la enamorada del joven, Auristela. Recordemos la descripción del juego que hace Cervantes: Pusiéronle luego la ballesta en las manos y algunas flechas, y mostráronle un árbol muy alto y muy liso, al cabo del cual estaba hincada una media lanza y, en ella, de un hilo, estaba asida una paloma, a la cual habían de tirar no más de un tiro los que en aquel certamen quisiesen probarse. Uno, que presumía de certero, se adelantó y tomó la mano, creo yo, pensando derribar la paloma antes que otro; tiró, y clavó su flecha casi en el fin de la lanza, del cual golpe azorada la paloma, se levantó en el aire; y luego otro, no menos presumido que el primero, tiró, con tan gentil certería que rompió el hilo donde estaba asida la paloma, que, suelta y libre del lazo que la detenía, entregó su libertad al viento y batió las alas con priesa. Pero él ya acostumbrado a ganar los primeros premios disparó su flecha y, como si mandara lo que había de hacer y ella tuviera entendimiento para obedecerle, así lo hizo, pues, dividiendo el aire con un rasgado y tendido silbo, llegó a la paloma y le pasó el corazón de parte a parte, quitándole a un mismo punto el vuelo y la vida26. Cristina Castillo ha atestiguado el juego no sólo en textos literarios, sino también en obras de arte y en contextos culturales que prueban su vida y su desarrollo como fenómeno ritual en sociedades muy diversas. Lo ilustra, por ejemplo, un vaso del s. V a.C. conservado en el Museo Nacional de Nápoles que representa tres jóvenes disparando sus flechas sobre la imagen esculpida de un gallo que se alza en lo alto de una columna. O una serie de entretenimientos carnavalescos, muy bien estudiados por Julio Caro Baroja, que giraban en torno al gallo de Carnestolendas al que los muchachos debían acertar con sus naranjas hasta matarlo27. Yo mismo pude, hace años, Cristina Castillo Martínez, "La paloma y otros juegos en El Persiles", Actas del Congreso Internacional de la Asociación Internacional de Cervantistas. Lisboa, 2003, en prensa. 25 Miguel de Cervantes, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, ed. Carlos Romero Muñoz, Madrid, Cátedra, 1997, p. 266. 26 27 Véase al respecto Julio Caro Baroja, El Carnaval (Madrid: documentar el siguiente significativo ritual en el marco de las costumbres de boda ─fuertemente impregnadas, por tanto, de connotaciones eróticas─ del pueblo de Rades de Pedraza (Segovia): El protagonista era un gallo vivo, ofrecido por la novia, vestido con pantalones, borlas, lazos y pañuelos de vivos colores, que pendía de una vara que sostenía uno de los mozos. Al pasar frente al gallo, le era ofrecida al novio una bandeja con tres bolas, que debía arrojar con la mejor puntería posible sobre el animal, después de santiguarse. A veces se gastaba al novio la broma adicional de calentar las bolas para impedirle apuntar adecuadamente. Además, el mozo que sostenía la vara de la que pendía el gallo, procuraba agitarla en el momento del disparo para dificultar más el acierto. Ello era comprensible, porque si el mozo no lograba acertar al gallo, tenía que pagar su "derecho", es decir, su precio, a los mozos. Pero si le acertaba, debería pagarlo a los casados28. Comprobamos, a la luz de este texto y una vez más, que la caza, el sacrificio, la muerte de determinados pájaros en contextos narrativos o rituales relacionados con la sexualidad, y especialmente con pruebas de iniciación o de tránsito que los jóvenes varones debían superar para demostrar su destreza ─a un tiempo deportiva y sexual─, es un fenómeno de amplísimo alcance tanto geográfico como temporal. Desde los cuentos de los ndowe de Guinea Ecuatorial hasta el rito matrimonial atestiguado en la provincia de Segovia, pasando por los textos del antiguo Egipto, de Catulo o de Boccaccio, la abundante documentación que hemos ido analizando nos han permitido descubrir, entre la hojarasca multiforme de sus realizaciones culturales y literarias, unas claves comunes y unas constantes llamativamente estables. Entre ellas vale la pena recordar una vez más, en estos párrafos conclusivos, lo que pusimos de relieve páginas atrás: que la caza, la prisión, el sacrificio, la muerte del ave identificada en tantos de estos textos con los genitales masculinos, una vez dada satisfacción y placer a la mujer, es seguramente una idealización metafórica del acto sexual, entendido como proceso en que el órgano masculino queda poseído, atrapado y, finalmente, despojado de vitalidad, es decir, "muerto", dentro del sexo de la mujer. Es cierto que los cuentos de los ndowe por cuyo análisis hemos comenzado desempeñaban una función cultural específica en el ámbito en que se contaban. El relato del matrimonio entre el hijo del (pobre) rey del bosque y la hija del (rico) rey de la playa evoca acaso una vieja estrategia de alianza entre clanes que ha debido dejar ese eco en la memoria oral del pueblo ndowe, producto de pactos y de alianzas de ese tipo. Y el ocultamiento y la desaparición voluntaria del rey de la playa Taurus, 1979) pp. 77-80. José Manuel Pedrosa, "Cantos y costumbres nupciales de Rades de Pedraza (Segovia)", Revista de folklore 166 (1994) pp. 131-140. 28 al final de los cuentos de los ndowe, es decir, el desplazamiento de la generación antigua por la generación joven, debe seguramente reflejar unos valores ideológicos y unos comportamientos sociales ─pasados o presentes, explícitos o latentes─ que seguramente tendrán que ver con la vida social y con las tradiciones de ese pueblo. Pero también es verdad que comparar esos textos con sus paralelos pluriculturales puede permitirnos entenderlos dentro de un marco clarificador y, sobre todo, evitarnos caer en la falsa idea de que la cultura de un pueblo pueda ser una construcción específica, exclusiva y original de ese pueblo. Tras los relatos, símbolos y comportamientos sociales que hemos analizado no hay ningún endemismo cultural ni hemos descubierto ningún sello de exclusividad. Lo que hay es una complejísima e inabarcable red de relaciones con las culturas de otros pueblos que la alianza de la antropología con el comparatismo literario puede ayudarnos a desentrañar y a comprender. Del mismo modo que no es concebible hacer un análisis científico de ninguna variedad de planta o de animal sin encuadrarla dentro del marco de las especies, las subespecies, los grupos, las familias fijadas por las ciencias zoológicas y botánicas, es seguramente imposible profundizar en el sentido de cualquier etnotexto ─especialmente si refleja alguna tradición oral─ sin tener en cuenta el marco general de las realizaciones literarias, rituales, sociales, que pueden documentarse en otras épocas y en otras culturas.
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