CAEI La Santa Sede y la Ciudad del Vaticano como sujetos del

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CAEI
Centro Argentino
de Estudios
Internacionales
La Santa Sede y la Ciudad del
Vaticano como sujetos del
derecho internacional
by Tomás Juan Rodoreda
Working paper # 22
Programa de EuropaTodos los derechos reservados.
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LA SANTA SEDE Y LA CIUDAD DEL VATICANO COMO SUJETOS DEL DERECHO
INTERNACIONAL
Tomás Juan Rodoreda1
Abstract:
El Derecho Internacional Público pretende, en un mundo de características anárquicas, establecer
normas que regulen las relaciones entre los diferentes sujetos internacionales. Tanto el Estado de la
Ciudad del Vaticano como la Santa Sede se presentan, en este marco, como un sujeto sui generis
del Derecho Internacional Público.
El objetivo planteado en el trabajo es tratar de delimitar tanto a nivel jurídico como a nivel fáctico la
relación existente entre el Estado Ciudad del Vaticano y la Santa Sede. Para tal objetivo se recurre a
una exploración bibliográfica del ámbito jurídico, así como también el rescate de los acontecimientos
históricos que dieron lugar a la creación del Estado Ciudad del Vaticano como sujeto del Derecho
Internacional Público.
1
Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencia Política y RRII de la UNR. Coordinador del Programa de
Construcción de Ciudadanía de la Fundación Ejercicio Ciudadano. Responsable de Núcleo Rosario- CAEI, Centro
Argentino de Estudios Internacionales. Investigador del Centro Argentino de Estudios Internacionales.
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Índice:
Introducción…………………………………………………………..……………………..4
¿Santa Sede o Estado Ciudad del Vaticano?.....................................................................6
Historia de la diplomacia de la Santa Sede………………………...………………………..8
La Santa Sede en los Siglos XIX y XX…………………………………………………….10
- De 1870 a 1929…………………………………………………………………10
-
De 1929 a la actualidad………………………...………………………………11
Conclusión……………………………………………….…………………………………16
Bibliografía……………………………………………...…………………………………18
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Introducción:
El presente trabajo pretende condensar, desde un punto de vista jurídico, las diferentes posturas
acerca del status internacional de dos actores que son, en sí mismos, autorreferenciales. Estos son:
la Santa Sede y la Ciudad del Vaticano.
La selección teórica realizada, y así demostrada a lo largo del trabajo, es un abordaje jurídico-teórico
de la temática. Para el debate acerca de la diferencia entre actor y sujeto internacional se han
utilizado dos fuentes, el manual de Derecho Internacional Público del Dr. DIEZ DE VELASCO, y la
opinión consultiva numero 178 de la Corte Internacional de Justicia del año 1949.
La relevancia temática reside en la especificidad que tiene la Santa Sede como sujeto del derecho
internacional publico. Conocer cuáles son sus características jurídicas y la conformación del Estado
Ciudad del Vaticano son, irremediablemente, pasos previos para comprender la relevancia de este
sujeto internacional. Sujeto que, por otra parte, es singular en diversos aspectos, de los cuales
merece destacar el siguiente: es la única religión cuyos órganos poseen subjetividad internacional.
El siguiente trabajo es un adelanto de investigación de la futura tesina de grado de la Licenciatura en
Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la
Universidad Nacional de Rosario.
Sujeto y Actor: las diferencias
DIEZ DE VELASCO sostiene que es necesario realizar una diferenciación sustancial entre el actor
de las relaciones internacionales y el sujeto del derecho internacional público. La diferencia radica en
que, mientras el primer abordaje – el del actor internacional- es un abordaje de tipo sociológico en el
cual se trata de comprender las relaciones entre los diferentes actores del sistema internacional, el
segundo abordaje – el del sujeto internacional- es un abordaje jurídico en tanto que ser sujeto del
derecho internacional implica ser titular de derechos y obligaciones en el ámbito internacional.
Ambos abordajes son aplicables al caso de estudio. La Iglesia Católica como actor internacional es
de suma relevancia en tanto que en ella convergen valores e ideales de rango universal y de
características occidentales. Tal es así que “siempre ha sido grande (…) la importancia de la Santa
Sede en el desarrollo integral de la persona humana, en el mantenimiento de la paz internacional y
en el desarrollo cotidiano de las relaciones internacionales” (IREBA, 1995; 7).
La Santa Sede como sujeto internacional sui generis, es producto de la relevancia internacional de
Iglesia Católica como actor internacional. En este sentido, la Santa Sede se ha convertido en sujeto
del derecho internacional no necesariamente porque su naturaleza o la extensión de sus derechos
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sean idénticos a otros sujetos internacionales, sino porque “El desarrollo del Derecho Internacional,
en el curso de su historia, se ha visto influido por las exigencias de la vida internacional, y el
crecimiento progresivo de las actividades colectivas de los estados ha hecho ya surgir ejemplos de
acción ejercida en el plano internacional por ciertas entidades que no son estados” (C.I.J.: Rec.
1949: 178).
Siguiendo a DIEZ DE VELASCO, “se ha producido, en definitiva, debido al propio acontecer social
internacional, una diversificación de los sujetos del derecho internacional, conservando, no obstante,
los estados su carácter de sujetos originarios de este orden jurídico” (DIEZ DE VELASCO, 1997;
214).
De esta manera, los Estados no son los únicos sujetos del derecho internacional, si bien sí son los
únicos sujetos plenos del mismo. Junto con los estados “coexisten otros sujetos, que cabe calificar
de secundarios o derivados, poseedores de alguno o algunos de los rasgos que integran la
capacidad internacional” (DIEZ DE VELASCO, 2007; 271). Es en este plano de sujetos derivados o
secundarios que podemos ubicar a la Santa Sede. Pero es pertinente aclarar que su carácter
derivado o secundario no tiene consecuencias en su rol de actor internacional. El hecho de ser un
sujeto secundario del derecho internacional público no disminuye su relevancia – en el plano
sociológico- como actor internacional con peso específico en la arena internacional.
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La constitución del la Santa Sede como sujeto del derecho internacional:
¿Santa Sede o Estado de la Ciudad del Vaticano?
Categorizar a la Santa Sede como sujeto internacional es una cuestión controvertida. ¿Cuál es el
sujeto que es reconocido internacionalmente, la Santa Sede o la Ciudad del Vaticano? Es un
problema, en cierto sentido, sui generis, ya que el mismo atañe sólo a este sujeto internacional.
Se han realizado numerosos debates a lo largo de la historia, pero a juicio del autor, el componente
sui generis de la Santa Sede como sujeto internacional gira en torno a dos elementos diferenciados.
Por un lado, la figura que encabeza dos instituciones de características y fines diferentes. El Papa
es, ante todo, la figura máxima de la Iglesia Católica Apostólica Romana, y en segundo orden, el
monarca del Estado de la Ciudad del Vaticano2. Ambas instituciones, Iglesia y Estado, son en la
modernidad, instituciones escindidas a nivel teórico y factico3. El caso de estudio del presente
trabajo es, en este sentido sui generis, ya que la figura del Papa concentra en su persona el poder
temporal del Estado de la Ciudad del Vaticano; y el poder espiritual, de alcance universal (a todos
los feligreses que profesen la misma fe).
Por otro lado, el nexo jurídico existente entre la Iglesia Católica Apostólica Romana y el Estado
Ciudad del Vaticano. Mientras que el primero es el basamento espiritual que da origen al segundo,
el segundo es la sede tangible y territorialmente soberana del primero. En referencia a esta dualidad,
DIEZ DE VELASCO dice: “(…) la Ciudad del Vaticano aparece como un medio jurídico necesario
para asegurar la libertad y la independencia de la Santa Sede en todos los órdenes (…). El Estado
de la Ciudad del Vaticano es un ente con la especial misión de servir de base territorial a otro, la
Santa Sede, y en él se dan los elementos que caracterizan al Estado y que el derecho internacional
toma como base para la subjetividad internacional de este” (DIEZ DE VELASCO, 2007; 300).
Inevitablemente, es necesario referenciar la discusión que refleja ARMAS PFIRTER, sobre la
relación entre la Santa Sede y el Estado de la Ciudad del Vaticano: “Una corriente de la doctrina,
que se puede denominar “monista”, niega la existencia de dos personas de derecho internacional y,
por lo tanto, excluye la posibilidad de toda relación entre ellas (…).La corriente doctrinaria “dualista”
está integrada por los autores que consideran que la Iglesia Católica y el Estado de la Ciudad del
Vaticano son dos sujetos distintos del derecho de gentes (…).Algunos autores pretenden aplicar a
este caso ciertos esquemas generales de derecho de gentes y así, hablan de una unión personal
2
3
Es necesario aclarar que este título sólo figura en sexto lugar de sus atribuciones (NEUVECELLE, 1956; 12).
Innumerables son las citas que se pueden realizar en torno a la escisión entre Iglesia y Estado.
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[Kelsen por ejemplo], de unión real o de una relación de vasallaje. Una tesis sostiene que la relación
es semejante a cierta figura del derecho público interno. Otros, por el contrario, expresan que no es
posible encuadrar esta relación en un esquema teórico general, pues se trata de una relación
especifica” (ARMAS PFIRTER, 1998; 80).
El autor sostiene esta última postura, es decir, aquella que expresa la imposibilidad de adaptar la
relación Iglesia-Estado Ciudad del Vaticano dentro de un marco teórico conocido. Esto se ve
sustentado por la posición anteriormente expuesta, es decir, la que sostiene que esta dualidad es,
en la modernidad, un caso sui generis. Más aun, podemos agregar que desde un punto de vista de
la cultura occidental, esta relación Iglesia-Estado es incluso anacrónica.
Cabe señalar, entonces, que tanto la Santa Sede como el Estado Ciudad del Vaticano son sujetos
del derecho internacional, teniendo ambos, por ejemplo, la capacidad de firmar tratados. Ambos
forman parte de Organizaciones internacionales, participan en Conferencias internacionales, y
poseen facultades para adherirse a Convenciones internacionales. Sobre este tópico se avanzará
más adelante.
Historia de Diplomacia de la Santa Sede4:
Si bien la historia de la Iglesia Católica como actor importante en la escena internacional puede
remontarse mucho antes5, me detendré, a nivel de Derecho Consular y Diplomático a realizar una
breve mención de la evolución de la Diplomacia de la Santa Sede.
La diplomacia de la Santa Sede comienza tras el Concilio de Sardes (finalizado en el año 344)
donde se le reconoció al Papa el derecho de hacerse representar por Legados que actúen en su
nombre (la ya conocida figura de Legatus a latere). Este principio, que se instala, en términos de
CAHIER, en una primera fase de la historia de la diplomacia (CAHIER, 1965; 22)6, se prolonga hasta
principios del siglo VIII.
Cuarenta años después del Concilio de Sardes, la figura de los Vicarios Apostólicos hace su
aparición teniendo como característica principal su permanencia en el destino, y en cierta forma, por
ello, contradiciendo las costumbres de la época. Los mismos, al igual que los Legados actuaban en
4
Al respecto fue de suma utilidad el libro de Eric Lebec “Histoire secrète de la diplomatie
vaticane”. Paris: Albin Michel, 1997.
5
En el año 380 d.CM Teodosio I declaro a la Iglesia católica como religión oficial del Imperio Romano.
6
Es decir, aquella fase donde la diplomacia se caracterizaba por ser ambulante e inorganizada.
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nombre del Papa, pero, a diferencia de estos, los Vicarios Apostólicos eran Obispos que residían en
las principales regiones o ciudades. Su existencia perdura hasta el siglo XI.
La figura de los Apocrisiarios o “responsables” nace en el siglo V y tenían como principal función la
de representar al Papa ante otra autoridad eclesial o civil. Este fue el caso del representante de la
Santa Sede cerca de Bizancio, considerado, tras la caída del Imperio Romano en 1453, como el Jefe
Temporal de la Cristiandad (CAHIER, 1965; 23). Tanto CAHIER como SANTOS ABRIL Y
CASTELLÓ acuerdan que esta fue una diplomacia de tipo transitorio.
La figura del Apocrisiario confundía, en cierta forma (y dado el período histórico que abordamos) las
esferas religiosa y civil. Es por ello que la Santa Sede dispuso la creación de Legatus Missus, es
decir legado en misión, que además de obtener una mayor independencia frente a las autoridades
civiles, podían ser de carácter permanentes o transitorios, dependiendo de la importancia de la sede.
Los mismos se crean en el siglo XI, y durante misión poseían grandes poderes decisorios.
Es en el siglo XV, y en un espacio geográfico óptimo, donde la figura del Nuncio tiene lugar. Es un
espacio geográfico óptimo dado que la península itálica es en sentido filosófico, matemático,
científico, económico y comercial un núcleo aglutinante de principados, ducados y reinos. La Santa
Sede recibe enviados de otros estados, para luego enviar a sus agentes diplomáticos. El nuncio era,
en muchos sentidos, el cúmulo de varias funciones (SANTOS ABRIL Y CASTELLÓ, 2000; 4).
Además de ser el representante del Papa, el nuncio debía difundir la fe y consolidar la paz y unión
entre los príncipes cristianos. Este último aspecto es agregado en el Concilio de Tridentino (15451563) y tiene particular relevancia histórica dada la entonces reciente ruptura de la Iglesia Católica a
través de la Reforma Protestante.
Podemos decir que la diplomacia a lo largo de la Edad Media fue, en cierta forma, monopolio de los
eclesiásticos. El nacimiento del sistema internacional tal como lo conocemos hoy en día, a partir de
la Paz de Westfalia de 1648, da origen o motiva al surgimiento de una diplomacia laica, privilegio de
los grandes señores u hombres de Estado (CAHIER, 1965; 25). La paz de Westfalia, fue, en otros
términos, el punto de quiebre de la primacía diplomática de la Santa Sede, y a partir de ella, el
papado pierde parte de su fuerte peso político (SANTOS ABRIL Y CASTELLÓ, 2000; 5), dando por
tierra la idea carolingia de res publica christianarum gentium, es decir, aquella donde no hay
diferencias entre imperio e iglesia (GOMES, 2010; 203).
Antes de abordar las reformas realizadas por el Congreso de Viena de 1815 en torno a la diplomacia
de la Santa Sede, sería injusto e incluso erróneo, no nombrar la figura del Cardenal Richelieu, icono
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de la política del Rey Sol francés y símbolo de la diplomacia durante el siglo XVII. Richelieu supo ver
en la diplomacia el medio para establecer relaciones estables y duraderas, y en cierta forma fue
además el creador de la palabra diplomacia (BLUCHE, 2003).
Es en el Congreso de Viena donde la diplomacia de la Santa Sede sienta su base actual y se
transforma al Nuncio en el representante per se de la Santa Sede. Si bien era de hecho, el
Congreso de Viena lo transformó de derecho. Cuando se establece la categorización de los agentes
diplomáticos, el nuncio queda instituido como jefe de misión, formando parte de la primera categoría
de agentes diplomáticos. Tal como lo menciona Santos Abril y Castelló esto fue un gran avance
dado el delicado momento por el que pasaba la diplomacia de la Santa Sede por esos días.
La Santa Sede en los Siglos XIX y XX:
Rompiendo con el esquema trazado hasta el momento, trataré de sintetizar los avances más
importantes realizados en los siglos XIX y XX sobre la Santa Sede como sujeto internacional y la
creación del Estado Ciudad del Vaticano. Podemos realizar dicha síntesis partiendo de dos
momentos históricos o etapas diferenciados:
Una primera etapa que se extiende desde 1870 hasta 1929.
En 1861 el primer parlamento italiano proclamó a Roma como la capital de la Italia unificada. El
problema residía en la imposibilidad de poder llevar esta proclamación a la práctica. Roma aun no
había sido conquistada y era protegida por la guardia de Napoleón III. La guardia databa de un
levantamiento en contra de los Estados Papales en 1849.
La abdicación de Luis Napoleón Bonaparte al trono de Francia en 1871 tras la derrota frente a la
Prusia bismarckiana dejó a Roma y a los territorios papales en un estado de completa indefensión.
La asunción del rey de Cerdeña como primer rey de Italia y la conquista definitiva de Roma por su
parte, implicó una ruptura del status quo previo. En este sentido, la entrada de las tropas italianas a
la ciudad de Roma tuvo, de acuerdo a dos teorías, dos consecuencias diferentes:
1. Teoría afirmativa sobre la “debellatio totalis” (ocupación): el estado pontificio cesa su
existencia por la pérdida del territorio y de la población. No existieron acuerdos que pudieran
poner fin a este estado de cosas y, aun cuando la intención italiana no fue la de ocupar todo
el territorio del antiguo estado pontificio, dicha ocupación se verificó en términos generales.
2. Teoría negativa sobre la “debellatio totalis”: sostiene que, a los fines de lograr el objetivo
deseado de unificar Italia, era necesario sólo una debellatio jurídica” (IREBA, JORGE, 1995,
10).
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Aquí se da inicio a lo que se conoció como la “questione romana”. La misma implicó
fundamentalmente la caída del poderío territorial del Papa. En este sentido, “la autoridad espiritual
del Papa alcanza su cumbre, mientras que su soberanía territorial se ve casi reducida a la nada”
(CHEVALIER, JEAN, 1971; 12). A nivel figurativo, los territorios papales, en un proceso gradual que
comenzó en 1859, se acentuó con la derrota francesa y culminó con los Pactos de Letrán en 1929,
se redujeron en un 99.97% aproximadamente.
Tras un intento de acuerdo entre el Estado italiano recién constituido y la iglesia católica, que
culminó en el fracaso7, se sanciona la ley 214 el 13 de mayo de 1871, conocida como “Ley de
Garantías”. La misma comprendía, por un lado, prerrogativas del Sumo Pontífice y de la Santa Sede;
y por otro, regulaba las relaciones entre la iglesia y el estado italiano.
Desde la ocupación de Roma hasta el momento de la firma de los pactos lateranenses, la
personalidad jurídica internacional de la Santa Sede fue siempre reconocida por todos los Estados,
aun aquellos no católicos: este hecho demuestra claramente la separación de la Santa Sede como
órgano de gobierno de la iglesia universal y la soberanía territorial hasta aquel momento existente.
De hecho, el reconocimiento del Papa como un soberano extranjero – a partir de la Ley de
Garantías- garantizó que “la pérdida de los Estados Pontificios no trajera consigo la interrupción de
las relaciones entre la Sede Apostólica y los demás Estados” (VERDROSS, 1967; 146).
Una segunda etapa desde 1929 a nuestros días:
El 11 de febrero de 1929 fueron firmados los Acuerdos de Letrán entre la Santa Sede e Italia, que
ponían fin a la “questione romana”. Ya en 1926 se esbozó un compromiso diplomático para
encontrar una solución definitiva al conflicto, que finalizó con la firma de los acuerdos mencionados
supra.
En virtud de los Acuerdos de Letrán, se llegó a un acuerdo sobre nuevas bases. La Italia de
Mussolini reconoció a la Santa Sede “plena propiedad y exclusiva y absoluta potestad y jurisdicción
soberana” sobre determinado territorio de la ciudad de Roma, que se llama “Estado de la Ciudad del
Vaticano”, le reconoció el derecho de legación activo y pasivo, libertad absoluta de comunicaciones
7
“En una circular de 1871, se declara que Italia se compromete a conservar, con respecto al Sumo Pontífice, las
prerrogativas personales de soberanía, inmunidad, preeminencia sobre los soberanos católicos, la extraterritorialidad de
los lugares de residencia y aseguraba la libertad de comunicación entre el Pontífice y los otros estados” (IREBA, JORGE,
1995, 8)
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de toda especie con el exterior, en tiempo de paz como de guerra, y declaró abrogada la “Ley de
Garantías” (PODESTA COSTA, RUDA, 1985; 79).
Los Pactos de Letrán “ponen de relieve la soberanía de la Santa Sede en el terreno internacional
como un atributo inherente a su naturaleza, en conformidad con su tradición y con las exigencias de
su misión en el mundo” (CHEVALIER, JEAN, 1971; 22).
Los Acuerdos de Letrán constan de dos protocolos, un tratado con un convenio adyacente y un
acuerdo financiero. El mismo reconoce la necesidad de garantizar a la Santa Sede la independencia
absoluta, donde el Papa pueda ejercer su soberanía. Podríamos decir que fue un reconocimiento
doble, porque además de otorgarle un territorio (uno de los elementos primordiales para ser
considerado sujeto internacional), reconoció a la Iglesia Católica Apostólica Romana como la única
religión del estado. Esto implica la enseñanza de la religión católica en las escuelas estatales, la
asistencia espiritual a las fuerzas armadas y a los hospitales.
En lo referente al acuerdo financiero, el Estado italiano entregaba a modo de compensación por la
pérdida de los territorios la suma de mil millones de liras en títulos del Estado, con un interés del 5%
anual.
A partir del momento de entrada en vigor de los Pactos de Letrán, el territorio bajo potestad del Papa
asumió la característica de Estado, es decir “[la Ciudad del Vaticano] está llamada a realizar actos
de legislación, administración y jurisdicción que difieren completamente de las funciones
sacerdotales de la Iglesia. Lo que ocurre es que dicho Estado no es un Estado soberano, sino que
se deriva del ordenamiento eclesiástico” (VERDROSS, 1967; 144). En calidad de tal, la Ciudad del
Vaticano dictó su ley fundamental y ha ido luego elaborando su ordenamiento jurídico.
a) El ordenamiento jurídico vaticano: la ley fundamental en su artículo 1 nos indica que el Sumo
Pontífice es el soberano de la ciudad del Vaticano y posee la plenitud del poder ejecutivo,
legislativo y judicial. Luego, a través de sus 21 artículos esta ley se ocupa de las
instituciones públicas fundamentales.
Otra ley que posee importancia particular es la referente a las fuentes del derecho, que fija
cual es el derecho vigente en el Vaticano y el orden de prelación de sus normas. Según ella,
se aplican, en primer lugar, el Código de Derecho canónico y las Constituciones Apostólicas
y, en segundo término, las leyes para la Ciudad del Vaticano dictadas por el Sumo Pontífice
o por la autoridad delegada por él, así como los reglamentos dictados por la autoridad
competente. El artículo 3 de la mencionada ley dispone, para determinadas materias no
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reguladas por el derecho canónico ni por normas vaticanas, la aplicación supletoria del
derecho italiano entonces vigente, en tanto sus disposiciones no sean contrarias al derecho
divino, a los principios generales del derecho canónico o a los Pactos de Letrán y siempre
que, teniendo en cuenta la situación de hecho existente en la Ciudad del Vaticano, resulten
aplicables en dicho lugar. Así, por vía supletoria se declaran aplicables los siguientes
Códigos de Italia: Penal (articulo 4), de Procedimientos en lo penal (art. 7), Civil (art.11), de
Comercio (art.12), de Procedimientos en lo civil (art 13) y Leyes sobre expropiación,
transmisión de energía eléctrica, pesas y medidas, propiedad artística y literaria, teléfonos,
correo, aviación, enfermedades infecciosas, etc (art. 20). Esta legislación supletoria cesa de
aplicarse cuando se dicta una ley vaticana sobre la materia. Así ocurrió, por ejemplo el 1 de
septiembre de 1946, al entrar en vigor el Código de Procedimientos en lo Civil del Vaticano.
El ordenamiento jurídico vaticano se aplica de modo excluyente en el territorio que se
encuentra precisado en el artículo 3 del tratado y su anexo I, con excepción de la Plaza de
San Pedro que está sujeta al poder de policía italiano. Los inmuebles situados fuera de los
límites del Vaticano y que están indicados en los artículos 3 a 15 del tratado no forman parte
del territorio de la Ciudad. El territorio vaticano comprende también el correspondiente
espacio aéreo.
b) La organización gubernamental del Vaticano: además de su ordenamiento jurídico, el
Vaticano posee su propia organización gubernamental. Si bien algunos órganos del
Vaticano, como su soberano o el tribunal de la Rota Romana8, son comunes con los de la
Iglesia Católica, su estructura es distinta de la de ésta. El sumo pontífice tiene la plenitud de
los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Las disposiciones legislativas pueden ser
dictadas también por la Comisión pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano o por el
gobernador del Estado (cargo que se encuentra vacante desde 1952). El poder judicial fue
organizado por Motu Proprio del 1 de mayo de 1946 y consta de un juez único, un tribunal
de primera instancia, otro de apelación y un tribunal de casación. El poder ejecutivo está a
cargo de la citada comisión pontificia y, por delegación de esta, de su Delegado Especial.
Dada la situación de enclave de la Ciudad del Vaticano como también su naturaleza y su fin
especifico, los Pactos de Letrán han debido establecer distintas figuras jurídicas que
constituyen restricciones a la libertad de obrar de Italia y del Vaticano en el interior de sus
8
Tribunal de apelación.
12
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respectivos territorios. Por ejemplo, el artículo 7 del tratado dispone que en el territorio
italiano que rodea el Vaticano no se podrán permitir construcciones que den vista al interior
de este. El artículo 19 del tratado establece un derecho de paso por territorio italiano para
diplomáticos, funcionarios de estados extranjeros y eclesiásticos provenientes de terceros
países que se dirijan al vaticano o viceversa. Los artículos 13 a 15 del tratado indican una
lista de iglesias y otros inmuebles en territorio italiano que son propiedad del Vaticano y que
gozan de inmunidad de jurisdicción análoga a la de una embajada extranjera. En lo que
respecta al Vaticano, además del ejercicio del poder de policía italiano en la Plaza de San
Pedro, el artículo 18 indica que los tesoros de arte y ciencia del vaticano deben estar
abiertos a los sabios y demás visitantes. Por su parte el artículo 24 dispone que la ciudad del
Vaticano queda neutralizada a perpetuidad.
La ciudad del vaticano participa, desde su creación, en el ámbito internacional. La
representación exterior pertenece al Sumo Pontífice, quien se sirve para ello de la Secretaria
de Estado.
El Vaticano ha celebrado una serie de convenciones con Italia, a fin de regular cuestiones
relativas al servicio postal, aduana, circulación de automotores, servicios telegráfico y
telefónico, moneda, radio, exenciones imposibles, delimitación y asuntos territoriales, policía
mortuoria, notificaciones en materia civil y comercial, etc.
El Estado Ciudad del Vaticano es miembro de la UPU, de la UIT y de la OMPI9. Igualmente
es miembro de UNIDROIT, del Consejo internacional del trigo y se ha adherido a numerosas
convenciones multilaterales sobre temas diversos: propiedad intelectual, derecho
internacional privado, cuestiones marítimas, etc.
El Estado Ciudad del Vaticano no posee representaciones diplomáticas consulares propias.
En lo que hace a las relaciones diplomáticas, estas se hallan a cargo de la Santa Sede. De
hecho, “la Sede Apostólica goza del derecho de legación activo y pasivo, y puede concertar
con los Estados tratados relativos a asuntos eclesiásticos o mixtos en pie de igualdad”
(VERDROSS, 1967; 146). Respecto de las relaciones consulares, contrariamente a la
práctica seguida por los estados pontificios hasta 1870, la Santa Sede no designa
actualmente funcionarios consulares.
9
Por otro lado cabe señalar, que la Santa Sede tiene el status de observador en la Asamblea General de
Naciones Unidas.
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Las clausulas del tratado de Letrán, la práctica internacional y la actividad en distintas
organizaciones internacionales demuestran que el Estado de la Ciudad del Vaticano es, sin
duda, un sujeto de derecho de gentes, sin perjuicio de la subjetividad internacional de la
Santa Sede.
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Conclusión:
Tal como se pretendió dar a entender en la introducción del presente trabajo, la temática del mismo
no se agota aquí por diversos aspectos. Un primer aspecto reside en que el presente trabajo es una
aproximación de la futura tesina de grado. Es por ello que algunos elementos que han sido
esbozados en el trabajo serán profundizados en una investigación posterior. Un segundo aspecto
reside en que abordar esta temática en un solo trabajo seria al menos, imprudente. Un tercer y
último aspecto se refiere a que la temática abordada en el trabajo merece un análisis no sólo
jurídico/histórico, como el pretendido dar a lo largo del mismo, sino también un análisis político y
sociológico sobre el rol de la Santa Sede en la arena internacional.
La relación de subordinación entre el Estado de la Ciudad del Vaticano y la Santa Sede hace que la
unión entre estos dos peculiares sujetos del orden internacional, aunque pueda llegarse a la figura
general de las uniones internacionales, no sea clasificable dada a sus características y sus
finalidades. Ello no es obstáculo para que se reconozca la subjetividad internacional del Estado
Ciudad del Vaticano, que se presenta como la libre creación en un tratado de un sujeto internacional
por otros dos sujetos internacionales (la Santa Sede e Italia), sujeto, aquel, reconocido por la
generalidad de los miembros de la comunidad internacional y con la finalidad de que cumpliera la
misión primordial de dar base territorial a un sujeto internacional preexistente (Santa Sede) y
facilitara con ello el cumplimiento por este ultimo de su cometido de orden preferentemente religioso.
No se debe olvidar que el nexo anteriormente mencionado, entre Estado Ciudad del Vaticano y
Santa Sede depende, además del nexo jurídico, del Sumo Pontífice. “Si, en circunstancias
imprevisibles, el Papa trasladase la Santa Sede a otro lugar, Italia no reconocería ya necesariamente
el Estado Ciudad del Vaticano” (CHEVALIER, 1971; 20). El nexo entre ambos se torna frágil. Ya que
la existencia de este Estado sui generis depende literalmente del accionar de la Santa Sede. De
hecho, los vínculos diplomáticos dependen incluso de esta última, ya que los derechos de legación,
activo y pasivo, son potestad de la Santa Sede y no del Estado Ciudad del Vaticano.
Si bien el trabajo ha abordado la discusión jurídico/histórica sobre Santa Sede y el Estado Ciudad
del Vaticano, seria imprescindible al menos enunciar dos objetivos10 de la Santa Sede como sujeto y
actor de las relaciones internacionales. El primer objetivo de la Santa Sede es asegurar en los
Estados las mejores condiciones para que la Iglesia pueda predicar el evangelio. Es un objetivo
10
CHEVALIER enuncia tres objetivos generales. El segundo de ellos no fue mencionado ya que atañe a
cuestiones de tipo territoriales que han perdido vigencia hoy en día.
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claramente religioso, apuntando en este sentido a “fines sobrenaturales que no son definitivamente
alcanzados, según su doctrina, si no es en un mas allá en el tiempo y en el espacio” (CHEVALIER,
1967; 11). Un segundo objetivo, asocia a la Iglesia como actor en pos del establecimiento y
consolidación de la paz internacional. En este sentido es que la Santa Sede como sujeto y como
actor internacional cobra relevancia indiscutible. La encíclica Pacem in terris de 1963 fue en este
sentido el documento, la prueba escrita de este segundo objetivo.
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Bibliografía:
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Ley
Fundamental
del
Estado
de
la
Ciudad
del
Vaticano:
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Suplemento a las leyes y disposiciones del Estado de la Ciudad del Vaticano- Ley Monetaria:
http://www.vaticanstate.va/NR/rdonlyres/387B0141-56FC-43C5-A4BF5CC64A5E9AAF/2565/LeymonetariaEuro.pdf de 2001.
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http://www.icj-cij.org/homepage/sp/files/sum_1948-1991.pdf
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