[2009] El Intercambio Comercial entre Bolivia y Chile: 15 Años del ACE No. 22 (*) Luis Mella Salinas (**) Karla Villagra Rodríguez I.- Introducción. El 6 de abril del 2008 se cumplieron 15 años de la firma del acuerdo de complementación económica ACE No. 22 alcanzado entre las Repúblicas de Bolivia y Chile. Si bien este logro puede ser analizado desde la perspectiva de los términos negociados y finalmente contenidos en el documento en tanto las concesiones mutuas realizadas a los bienes provenientes de ambas partes, la relevancia y pertinencia de su instalación en el marco de relaciones que, históricamente pueden ser calificadas de complejas, hacen necesaria una evaluación ya pasado un tiempo suficiente desde que tal arreglo comenzó su vigencia. Tal evaluación, por consiguiente, no se agota solo en los resultados observados y concretos de intercambio comercial entre ambos países a partir del tratamiento económico preferencial convenido sino que, se extiende a una perspectiva más amplia de la relación entre dos Estados sudamericanos cuyos vínculos se han desarrollado sistemáticamente marcados por el tema territorial; y, por las externalidades provocadas por aquello en el resto de la Región. Desde la estricta perspectiva de los acuerdos comerciales negociados en el mundo, el ACE alcanzado por ambos países puede ser una contribución más, tanto para el conjunto existente de ellos (su acumulación), como respecto a la sucesión (y vigencia) de iniciativas de este tipo. __________________________________________________________ (*) Ingeniero Comercial, Master en Política Económica Internacional, UB. Master en Relaciones Internacionales UB. Docente Escuela Universitaria de Negocios, Universidad de Tarapacá, Arica, Chile. 2 (**) Ingeniero Comercial, Postgrado en Management CAC, Maestría en Política Económica Internacional UB (con tesis en elaboración). Docente Facultad de Ciencias Empresariales, Universidad del Mar, Arica, Chile. En adición, puede interpretarse desde el paradigma del libre comercio como un aporte significativo y ejemplar a un comercio más fluido y transparente; una contribución para mejorar la eficiencia en la asignación de recursos de actores económicos tanto de Bolivia, de Chile, como de otros actores internacionales que buscan condiciones favorables para la consecución de sus objetivos comerciales o financieros. De otro modo, tomarse como una muestra de la validez de la teoría respectiva al instalarse aquella como un antecedente tenido en cuenta para la toma de decisiones y, a la par, la construcción de un caso empírico donde se evidencia el avance hacia un comercio más libre que, convenido por las partes, sirve para el reforzamiento de dicho cuerpo teórico. Sin embargo como se indicó, el acontecimiento va más allá de una mera evidencia empírica acerca de la forma de comerciar, pues tiene algunas particularidades no menores que le otorgan un valor distintivo en el marco de las relaciones bilaterales entre los países directamente involucrados. En primer lugar es un acuerdo alcanzado entre dos estados que a la fecha de convenirlo no mantenían relaciones diplomáticas y, que tampoco las han restaurado a pesar de la plena vigencia de dicho arreglo. En el centro del asunto, una de las partes (Bolivia) sostiene un reclamo territorial respecto a conseguir una salida soberana al Océano Pacífico, reclamo que deviene de los resultados de la denominada Guerra del Pacífico (también conocida como Guerra del Salitre) desarrollada durante el siglo XIX entre Perú y Bolivia por un lado, y Chile por otro. Tal requerimiento con sus consecuencias en la acción exterior de Bolivia ha sido reconocido desde los diferentes gobiernos bolivianos como una política de estado. Un hecho no menor que merece especial cuidado y debida ponderación en el análisis de la relación bilateral, si se toman en cuenta tanto la inestabilidad política que ha sido característica de aquel país, como las condiciones bajo las cuales se ha producido el relevo de sus distintos gobiernos. En segundo lugar, la reclamación que sostiene Bolivia confrontada con la postura chilena y no sin dejar de considerar la intervención del Perú, ha sido la fuente principal de las relaciones oscilantes entre el acercamiento y el distanciamiento político entre ambos estados durante largos años. Incluso en algunos momentos de la historia los problemas territoriales que han involucrado a los tres Estados recién señalados, han 3 contribuido a llevar dicha oscilación hasta el límite de una nueva confrontación militar; con esto amenazando la paz regional y arriesgando en aquellos momentos una extensión del conflicto, toda vez la conducta que pudieran haber asumido el resto de los Estados sudamericanos. En consecuencia, un acuerdo como el alcanzado en 1993 que buscaba profundizar las relaciones comerciales no puede estar ajeno a la presencia de ciertas constantes en la política exterior de cada uno de estos Estados, al contexto donde esta relación se ha dado y, a su historia particular. Relevar un análisis del acuerdo acotado solo a los intercambios de bienes allí consignados, que prescinde de estas otras consideraciones trascendentales de su vínculo, no permitiría una evaluación que diera debida cuenta de sus verdaderos logros y frustraciones; y correría el riesgo de excluir una adecuada comprensión y explicación del repertorio de acciones que podrían encontrarse o incluso proyectarse, desde cada uno de los actores estatales signatarios del ACE. ¿Cómo se podría interpretar entonces el acuerdo de complementación económica ACE No. 22, firmado entre Bolivia y Chile, en el marco de este tipo especial de relación bilateral? ¿Qué implicaciones más allá de las formalmente declaradas en dicho acuerdo podrían ser apreciadas y analizadas? Por otro lado, instalarse solo en lo bilateral sería también una visión reducida pues se dejarían de lado los acontecimientos mundiales que sobrevenían a fines de los 80 e inicios de los años 90, especialmente en lo político-estratégico, lo comercial, lo financiero, lo tecnológico, y el reordenamiento que esto provocaba en los distintos actores internacionales. En efecto, en el contexto internacional el conjunto de acontecimientos que se producían, la evaluación que se hacía de ellos y las proyecciones realizadas tenían una fuerte orientación hacia el protagonismo del orden económico; este se asumía quedaba en un lugar preponderante ante el entonces entendido como fin de la pugna entre los modelos que representaban las dos superpotencias emergentes luego de la segunda guerra mundial. Bajo tales condiciones, ciertas ideas- fuerza tomaban un lugar privilegiado y comenzaban a difundirse, a instalarse con mayor facilidad y a convertirse en inductoras de acciones concretas de parte de distintos actores económicos y políticos internacionales. 4 Todo ello era parte de un contexto del que ambos países no podían exceptuarse si se toma en cuenta la presencia de intereses básicos que todo gobierno fomenta y, por consiguiente, la comunidad de intereses esenciales subyacente entre distintos Estados, más allá de los mecanismos específicos que estos consideren sean los pertinentes para su consecución y la coincidencia o diferencia que su comparación arroje. Basándose en lo anterior, se hace necesario no excluir del sistema de interrogantes una cuestión acerca de la relación entre el acuerdo logrado por Bolivia y Chile, y los acontecimientos observados en el contexto internacional. ¿Qué factores específicos del contexto internacional podrían relevarse como influyentes para un acercamiento bilateral expresado en un Acuerdo de Complementación Económica?, parece ser una expresión pertinente que permite insertar dicha preocupación en el análisis. Finalmente, y vinculado con todo lo examinado se encuentran los resultados cuantitativos. En efecto, teniendo a la vista ya un horizonte de largo plazo parece razonable detenerse a evaluar los intercambios ocurridos entre ambos Estados, en tanto el arreglo comercial convenido estaba explícitamente referido a ello. Tal perspectiva requiere ser tomada en cuenta pues para una de las partes, Chile, la vinculación comercial con el resto del mundo era definida a esa fecha (aunque antes y después también) como un pilar fundamental de su desarrollo. En adición, una forma de provocar acercamientos entre los Estados bajo la lógica de comercio versus paz. Para la otra parte, aunque sin definiciones tan “de estado”, era claramente una toma de posición frente a un tema no menor para los países sudamericanos, algunos todavía bajo el influjo del pensamiento económico y político de los años 60 y 70. Sobre los intercambios comerciales cabe relevar el que, si bien a priori se puede aceptar la existencia de sectores o subsectores de actividad económica donde los primeros exhiben comportamientos particulares y distintos, se entiende para fines de este análisis que, son las transacciones globales entre ambas economías las susceptibles de llegar a constituirse ya sea en magnitudes de nivel relevante para ambos países o bien, de magnitudes cuya evolución resulta significativa para ambas economías por la tendencia que muestran. En los dos casos los resultados permiten que aquellos Estados involucrados alcancen un nivel de entrelazamiento tal que, ciertas decisiones y conductas estén condicionadas por el efecto que pudieran producir sobre la dimensión económica de su relación, particularmente sobre el espacio construido y desarrollado en tanto fuente generadora de beneficios mutuos. 5 Hechas tales precisiones, sea relevante considerar, ¿Cuál ha sido la evolución y el nivel que han alcanzado los intercambios comerciales entre Bolivia y Chile con posterioridad a la firma del ACE No. 22? Y, ¿Qué efectos sobre el tipo de relación existente entre ambos Estados se podrían derivar de las características presentadas por dichos intercambios? Sea entonces que, teniendo como base el acuerdo de complementación económica alcanzado por Bolivia y Chile en 1993, se haya elaborado gradualmente un sistema si bien no muy extenso de interrogantes, focalizado en cuestiones fundamentales que hacen a una perspectiva más amplia de la relación bilateral. Tal sistema y su resolución buscan dar cuenta no solo de los resultados de lo que explícitamente se pretendía, en tanto un impulso a los intercambios comerciales bilaterales, sino que también identificar y apreciar las consecuencias de dicho instrumento tanto en el marco de sus relaciones, como en el momento particular del mundo en el que este fue alcanzado. De aquello, también aproximar algunas posibles acciones futuras que se pudieran observar en el repertorio de sus respectivas políticas exteriores. El desarrollo que se expone a continuación está motivado por tales objetivos. II.- El Contexto Internacional. En general se suele aceptar que los inicios de los años 90 estuvieron marcados por las secuelas del denominado “fin de la guerra fría”. En efecto, el término de la tensión que supuso la confrontación de dos modelos por casi 50 años, permitió la emergencia de realidades que antes estaban supeditadas a la lógica de una disputa por la supremacía. Durante largo tiempo las miradas, las decisiones y las conductas fueron consolidando ciertos vectores que, concluida aquella etapa, quedaron descubiertos del sentido beligerante global que se les buscó imprimir desde los actores estatales y principales potencias. Para diversos analistas la guerra fría daría paso a una nueva etapa denominada guerra de mercados, como apreciación que devenía esencialmente de un conjunto de acontecimientos que amenazaban con un juego económico de suma cero; entre los ejemplos que se podían contar estaban: las conductas orientadas hacia la formación de bloques económicos, el difícil camino de las negociaciones comerciales multilaterales, 6 el notable desempeño económico de países del Asia, una desatada carrera global por el crecimiento económico, un comercio mundial que en el largo plazo crecía más que el producto mundial a pesar de las barreras al libre intercambio, unos flujos nominales (financieros) que cada vez eran más importantes e influyentes que los flujos reales (comercio de mercancías), la gradual conversión de las economías del bloque oriental, la consolidación de empresas multinacionales con mayor poder financiero que muchos estados; y, un avance tecnológico cuyos efectos desbordaban los límites de las instalaciones productivas y de sus departamentos de investigación y desarrollo, para ubicarse en la vida cotidiana de las personas y ampliar el ahora promisorio mercado para los negocios. Pero no solo eso, sino también una etapa donde se evidenciaba que el modelo económico sobreviviente a la pugna no era único e indistinto cualquiera fuese el lugar donde existiera, sino que podía tener y admitir sus propias opciones. Aquellas que, de hecho las había observado toda vez la forma como la propiedad privada, el libre mercado, el rol del Estado en el desarrollo económico y los vínculos entre los tradicionales sector público y sector privado habían sido interpretados en diferentes lugares geográficos, sin que esto significara desconocer el papel crucial de los dos primeros aspectos: mercados y propiedad privada. Occidente, podía haber estado más o menos alineado frente a su rival político- estratégico, pero ante la ausencia de quien desempeñara ese rol antagónico a lo menos en un primer momento, diferencias más precisas comenzaban a quedar en evidencia en su interior; se estaba ahora carente de aquel otro amenazante fundamental y de la visión “gruesa” del sistema capitalista. En este sentido la reafirmación de la identidad de cada una de las variantes (o adaptaciones) del capitalismo, sus logros y la validez de las opciones para enfrentar los reconocidos defectos de un capitalismo “convencional” parecían reclamarse y constituir otro de los objetivos que emergía en la postguerra fría. En definitiva, eran todos síntomas que podían, a lo menos en aquel tiempo, llevar a admitir la posibilidad de avanzar en un conflicto extendido interestatal derivado del comercio (en rigor de la forma de comerciar y sobre todo de un mayor relevamiento acerca de la distribución de los beneficios generados por el comercio), que sustituyera a aquel otro instalado por casi cinco décadas. Aunque claramente se trataba de un conflicto cuyos efectos eran extraordinariamente distintos a los que provocaba aquel al que se suponía iba a sustituir. 7 Si bien puede abrirse un debate acerca de lo correcto o incorrecto de una apreciación de esta naturaleza así como de sus consiguientes proyecciones, puede convenirse que los hechos daban cuenta de iniciativas estatales que significaban el tomar posición frente a esta posibilidad; tal posición era en muchos casos requerida y se adoptaba toda vez una entendida como defensa propia, ante una amenaza de orden económico que se configuraba en el mundo y respecto de la cual los Estados debían reaccionar. Precisamente conductas como las que se manifestaron en diferentes zonas geográficas fueron ejemplos que dieron cuenta de aquello, específicamente en lo comercial. Y pueden destacarse en ese conjunto (sin un orden cronológico), la Iniciativa para las Américas y la evolución hacia el NAFTA; el avance hacia la Unión Europea a través del Tratado de Maastricht; la constitución de un foro de cooperación Asia-Pacifico; la creación de la Zona Centro Europea de Libre Comercio (CEFTA); el acuerdo entre la Comunidad Económica Europea y la EFTA para crear un espacio económico europeo; los acuerdos de asociación entre la Comunidad Europea y algunos países antes pertenecientes al bloque oriental; la creación de la Zona de Cooperación económica del Mar Negro (BSECZ), la iniciativa de la Comunidad para el desarrollo de África Meridional; la iniciativa del G3 para avanzar en el libre comercio, el acuerdo marco de los países del Mercado Común Centroamericano para avanzar en el libre comercio con México, Colombia y Venezuela; la creación del MERCOSUR; y, la Declaración de La Paz efectuada por el Grupo Andino que contemplaba también el avance al libre comercio. Pueden agregarse a la lista, otros ejemplos a través de las agendas de la 8ª. Conferencia de la UNCTAD y de la Ronda Uruguay de GATT, incluyendo las dificultades que esta última observó para la finalización de sus negociaciones. Más todavía el que, al amparo de la ALADI se desarrollaran nuevos arreglos entre sus miembros, dando cuenta de una apreciación de insuficiente fuerza de aquel para enfrentar las nuevas realidades. Lo notable de tales iniciativas o acontecimientos es que dieron cuenta de un escenario al que, sucintamente, pueden atribuírsele tres características. Primero, que se trató de protagonismos que revitalizaban el accionar de los Estados en la escena internacional, frente al interpretado como cierre de una etapa donde aquellos habían jugado un rol no menor en referencia al conflicto Este-Oeste (o en algunos casos, que habían sido llevados a jugar algún rol), y frente a la relevancia que ya tenían y seguían acumulando otros actores como las empresas multinacionales, las organizaciones no gubernamentales, los organismos internacionales y las agrupaciones sindicales. 8 Segundo, que tales iniciativas se mostraron concentradas temporalmente, es decir, fueron llevadas a cabo en un periodo más o menos breve de tiempo reflejando tanto la interacción estratégica en la que se sentían comprometidos los jugadores estatales, como el rápido fortalecimiento del vector que se estaba configurando con las decisiones tomadas por ellos. Y tercero, que estos acontecimientos no estuvieron concentrados espacialmente, es decir no se circunscribieron a un espacio geográfico determinado, sea región, subregión, o continente por ejemplo, sino que constaron en distintos lugares del mundo y para realidades económicas, sociales y políticas también diversas, contenidas en cada uno de los actores estatales participantes. En un escenario de estas características, acontecimientos y proyecciones que se podían realizar eran particularmente pertinentes y relevantes para las economías de los dos países en estudio. En efecto, los principales socios del comercio exterior tanto de Bolivia como de Chile estaban tomando parte protagónica en esta afluencia de temas y arreglos económicos; por otro lado, las economías que potencialmente podían serlo, también. Por ende, todos lo que podían contar en un vínculo económico contribuían activamente a configurar aquel escenario caracterizado recién. Más todavía, desde la potencia hegemónica ya se había emitido una señal del tipo de comercio que pretendía conseguir en el continente, a través de la referencia explícita dada por la Iniciativa para las Américas y sus consiguientes argumentos de persuasión. De todo aquello, quedarse al margen de lo que estaba sucediendo significaba poner en riesgo los mercados de intercambios (destinos de sus productos y fuentes de abastecimiento para sus economías, actuales y posibles); y, sea que esto constituyera un pilar fundamental en la estrategia de crecimiento o solo una cuestionada y sospechada fuente de obtención de recursos, la apreciación del riesgo existente (incertidumbre sobre el futuro) y sus efectos económicos y políticos no podía soslayarse sin asumir el costo de perder inserción internacional. A modo de ejemplo para Chile el mercado de los Estados Unidos, principal destino de sus exportaciones, avanzaba con el NAFTA y su inclusión en tal iniciativa no resultaba tan expedita como se suponía en un principio. Para Bolivia mientras tanto, el mercado argentino que daba cuenta en promedio de casi el 25% de sus exportaciones en el trienio 90-92, conformaba en principio junto a Brasil el MERCOSUR, al que luego se agregarían Uruguay y Paraguay, creando entre ellos relaciones comerciales 9 preferenciales y expectativas de una mayor integración en políticas económicas, posturas internacionales y planteamientos políticos conjuntos. Por ende, en un contexto que mostraba acontecimientos de aquel tipo, el acuerdo logrado entre Bolivia y Chile no resultaba extraño, ajeno o anormal. No se podría argumentar que lo arreglado se alcanzó a pesar de un contexto internacional adverso o cuyos actores resolvían en sentido contrario a lo que ambos países acordaban, sino más bien que estos últimos reaccionaban y procedían en sintonía con lo que su entorno presentaba, e incluso que la acción llevada a cabo por ellos se apoyaba en lo que dicho contexto observaba y, a la vez, sumaba a la consolidación de las características de aquel. En un sentido estratégico, la toma de tal opción que hacían Bolivia y Chile significaba ofrecer una jugada que inducía a otros actores a proceder en igual sentido y, a reforzar la maraña de arreglos que en la época se construía persistentemente. Ambos países eran así, tanto desde su propia realidad interna y complejidad asociada, como desde la fluctuante relación que mantenían, jugadores contribuyentes a los acontecimientos del medio internacional de la época; y, aunque no fuesen relevantes en el comercio mundial total (aunque sí en productos específicos), reforzaban con su conducta los primeros efectos del fin de una etapa. Su ejemplo, no menor si se acepta la existencia de un foco de conflicto en su relación bilateral, sumaba impulso a la existencia propia de una nueva realidad económicocomercial que la alejaba de la causa primigenia a la que se le atribuía el instalarla en un lugar preponderante de la agenda internacional. De aquello, ambos se hacían partícipes de una dualidad conformada por un lado con ese rol ejemplar de estados contribuyentes al mundo comercial emergente y la distribución de beneficios y costos que esto suponía instalar; mientras que, por otro, su conducta sumaba fuerzas de atracción para que otros actores estatales optaran también por incorporarse al vector. III.- Las Relaciones Bilaterales y el Acuerdo ACE No. 22. Tal como se indicó, las relaciones entre Bolivia y Chile han tenido un factor determinante en algunos casos y condicionante en otros, en la persistente demanda boliviana de una salida soberana al Océano Pacífico. Definida como una política de estado, la conducta boliviana se ha movido entre el tratamiento bilateral que busca el acercamiento directo con Chile y, el esfuerzo por 10 multilateralizar el tema en el entendido de lograr un apoyo oficial y amplio de otros estados y organizaciones internacionales; una “regionalización” del problema y la consecuente legitimación de su demanda, que suponga oponer un frente más amplio al que deba enfrentarse y responder el gobierno chileno en este tema. A fin de cuentas respecto de este último, una sensibilización sobre la problemática boliviana reflejada en su inclusión en la agenda de la política exterior chilena, con respuestas concretas que satisfagan el requerimiento del Estado de Bolivia. Con aquello entonces, no solo solucionar lo demandado por dicho país sino también remediar aquel pretendido como problema de escala regional. La política de estado boliviana no solo puede relatarse como conducta observada desde las fronteras hacia fuera, sino también en tanto una persistente evocación en el orden interno que mantenga ligada la demanda a un sentimiento íntimo de su población, que la haga perdurar y contribuya a hacer corriente la noción de “anomalía lesiva” para el Estado boliviano, al carecer de una salida soberana al mar (noción que instalada y arraigada le da soporte a su definición de política de estado). La postura chilena, mediante una política exterior que tradicionalmente se ha basado en el apego a ciertos principios fundamentales, entre los cuales se cuenta el respeto a los tratados y al derecho internacional, ha sido también una expresión de política de estado. En efecto, trascendiendo los signos políticos de los gobiernos y el tiempo, el país ha declarado sistemáticamente que este particular principio constituye una guía básica de su accionar, reflejando en el fondo no solo su oferta conductual al contexto internacional sino también una demanda continua hacia la reciprocidad de otros estados y actores internacionales. En esta declaración caen, entre otros, los tratados firmados con los países con los cuales se confrontó militarmente en la guerra ya mencionada, y que dicen relación con los temas limítrofes. Específicamente con Bolivia, el Tratado de Límites de 1904 que definió cuales son los límites entre ambos estados, y los compromisos que el Estado chileno asumió dado el resultado de dicho conflicto; particularmente en esto último, las facilidades otorgadas para el comercio exterior boliviano por los puertos del norte de Chile, y el financiamiento que hace el mismo Estado chileno de los costos de almacenamiento de dicha carga comercial por un periodo prolongado de tiempo. Para el Estado chileno y respecto de esta relación bilateral, sustentar sus acciones en un principio fundamental como el señalado anteriormente estaría reflejando algo mucho más profundo que solo un apego al derecho internacional para enfrentar los 11 conflictos, o lo que se podría calificar como una postura legalista. En efecto, lo que aparece involucrado en este caso es un componente constitutivo del Estado y el valor supremo que dicho Estado asigna a su territorio, toda vez el relevamiento (y sensibilidad) de su historia asociada con él y la consiguiente defensa que declara frente a las amenazas que pudieran asomar sobre dicho territorio. Visto lo anterior, una primera y somera lectura de posiciones podría arrojar la imposibilidad de encontrar un punto de acuerdo entre ambos Estados; sin embargo la historia muestra esfuerzos no menores de acercamiento tendientes a resolver la diferencia. Tales esfuerzos representan un reconocimiento a la necesidad de llevar el vínculo desde un juego de suma cero a un juego de suma variable, aunque sin perder el núcleo de sus intereses (encontrándose precisamente ahí la dificultad que es inherente a su relación). Junto a la existencia de grupos técnicos de trabajo y comités sobre distintas materias, además de acuerdos de diferente índole que se han ido observando (por ejemplo, el Tratado de Complementación Económica Chileno-Boliviana de 1955 o el Acuerdo de Alcance Parcial No. 27 de 1983), en la historia reciente se encuentra un verdadero hito que pretendía una solución definitiva del conflicto. El denominado Acuerdo de Charaña entre los presidentes Pinochet de Chile y Banzer de Bolivia, ocurrido en febrero de 1975, estuvo acompañada de una reanudación de relaciones diplomáticas y de una propuesta de canje territorial que significaba entregar a Bolivia una franja de territorio que permitiera un acceso al mar, compensada con una porción equivalente de territorio boliviano otorgado a Chile. No obstante, como tal propuesta involucraba territorios que de acuerdo a los tratados vigentes requería la consulta al Perú y este realizó una contrapropuesta inadmisible para el Estado chileno, la solución finalmente no prosperó y las relaciones diplomáticas entre Bolivia y Chile fueron nuevamente rotas por el primero en marzo de 1978. Más allá de este resultado, relevante es el hecho de haber ideado y formulado una propuesta de solución definitiva al requerimiento boliviano y la disposición de ambos Estados a un acercamiento para salir del encuadre que representaban y representan sus posturas. Es claro que, permanecer anclados allí y determinar todos los ámbitos de la relación según se satisfaga o no la demanda existente, supone asumir pérdidas de oportunidad en ambas partes y, es claro también que, avanzar en otras áreas de las relaciones bilaterales puede ayudar a minimizar el costo de no resolver su diferencia. 12 En este enfoque puede ubicarse el acuerdo económico logrado en 1993, conseguido aún careciendo de relaciones diplomáticas y habiendo fracasado la iniciativa de Charaña. En efecto, no solo se trata de que ambas partes hayan convenido ciertas preferencias a los bienes intercambiados, sino también de algunos otros aspectos de valor pertinentes de relevar precisamente a la luz de lo que ha sido su relación. En primer lugar, el que ambos países hubiesen adoptado una conducta favorable a una negociación que suponía concesiones mutuas, a pesar de no mantener relaciones diplomáticas y sostener un conflicto por el requerimiento de una de las partes hacia la otra. En segundo lugar, que ambos hayan buscado y utilizado el marco dado por su condición de países latinoamericanos, específicamente aquel otorgado por el acuerdo de la ALADI; reflejando que hubo una mirada hacia las posibilidades que la Región ofrecía para acercar posiciones en decisiones de integración económica, y una toma de los instrumentos existentes (tipos de acuerdos) que permitían formalizar aquello (en definitiva, que ambos países se ampararan en la Región para concretar su acercamiento y que, en los hechos, le reconocieran utilidad y vigencia a la iniciativa ALADI). En tercer término, que tanto Bolivia como Chile proporcionaran un señal importante para la propia Región respecto a la capacidad de dos de sus actores para ponerse de acuerdo en una de las dimensiones de su relación, no obstante la vigencia de un conflicto en otra, privilegiando y no limitando por esto la creación y apuesta a un espacio de beneficios mutuos esperados. Finalmente, el que este acercamiento haya contado con la voluntad de las partes de darle fuerza a través de un compromiso formal, y por ende de aprovechar la oportunidad de las coincidencias para relevarlas y consignarlas, obligándose mutuamente a ellas aún cuando se tratase de decisiones respecto a políticas económicas que antes resultaban privativas de cada Estado. Ambos fortalecían así un vínculo cooperativo que pudiese sostener mejor la relación y se preparaban para hacer frente a una eventual etapa posterior de distanciamiento o relevamiento del conflicto. Sobre la base de estos cuatro aspectos se puede establecer que, el acuerdo adquirió valor por sí mismo y, en perspectiva, puede reconocerse también de este modo. Emergió como un producto de aquel momento de la relación y para favorecer dicha relación bilateral; es decir, significó un valor que, además de vigorizar un enfoque cooperativo fue asumido por ambos Estados como una apuesta conjunta, 13 independiente de los resultados que posteriormente con dicho acuerdo se pudieran obtener (y que, en rigor, es un asunto merecedor de otro análisis). Esta idea de valor se reafirma para ambas partes. Bolivia no es un estado que registre una cantidad importante de acuerdos de tipo comercial con otros países; sino más bien lo contrario, pues además de lo multilateral dado por la OMC, cuentan lo concordado con la Comunidad Andina, con México, con MERCOSUR y, con Chile. Para este último, el ACE No. 22 tiene el mérito de ser uno de los primeros arreglos de intercambio que alcanzó en los años 90, cuando todavía esta forma de política comercial no adquiría la relevancia que se le conocería posteriormente. No obstante la lectura favorable del acuerdo en sí, ella misma invita a una reflexión cuando aquel es apreciado en la perspectiva de los intereses de cada uno de los Estados signatarios. Siendo expresión de cooperación, no se puede perder de vista el hecho que el ACE cabe en el marco de los intereses que cada parte considera se juegan en el vínculo bilateral y, particularmente entrará en relación con el conflicto que sostienen; ello incluso a pesar que la negociación del ACE en principio pudiese haber soslayado o encapsulado dicha diferencia. Esto significa que, no obstante el avance en los otros ámbitos y específicamente en el económico, la demanda de Bolivia por una salida soberana al mar y, el respeto exigido a los tratados y la defensa del territorio que realiza Chile, son factores presentes en una apreciación general del Acuerdo. Este último fue alcanzado con el antecedente del conflicto y, por tanto, se colige para cada parte que el ACE no se ubica en un vacío de su relación, sino que se inserta en esta y aportará o no en una evaluación de ella, influyendo en las diferencias preexistentes, existentes y posibles de ocurrir, al momento de evaluar. Con posterioridad a la entrada en vigencia del acuerdo, la continuidad del discurso y en algunos casos la severidad con que este provino de los gobiernos de ambos países, reiterando sus posiciones, ha puesto en evidencia precisamente que la reflexión presentada es pertinente. Independiente de cómo evolucionaron los intercambios comerciales entre ambos países, la conducta seguida por ellos indicó que el ACE por sí mismo no cumplió el papel de contribuir a morigerar su diferencia. Incluso la oportunidad que se dio en 1998 para que dicho acuerdo se profundizara a través de avanzar hacia un Acuerdo de Libre Comercio, buscando crear lazos comerciales más estrechos, fue interrumpida por 14 los acontecimientos políticos internos de Bolivia en el 2003 y canceladas por su gobierno al año siguiente. Si, eventualmente, desde un lugar el ACE No. 22 pudo ser interpretado como un logro suficientemente compensatorio para reducir la fuerza del requerimiento boliviano, o condicionarlo, esto no pareció ocurrir; aún cuando de por medio hubiesen concesiones sin reciprocidad de parte del Estado chileno y convergencias que cumplían con las formalidades del Tratado de Montevideo y de la ALALC. Si, eventualmente desde otro lugar pudo ser interpretado como un instrumento clave para llevar la relación bilateral a un camino de negociación irreversible que permitiera la plena satisfacción de una salida soberana al mar, económico-comercial con el ACE 22 y existiendo toda vez que avanzando en lo lazos previos en otras expresiones del vínculo, se despejaba la vía para resolver prestamente la diferencia, aquello tampoco ocurrió. El ACE como una opción resultante del enfoque cooperativo, en un contexto internacional donde la expectativa de un conflicto inducía a comportarse de manera asociativa, bien constituyó en sí un valor importante para la relación boliviano-chilena, para la historia de aquella, y una señal favorable para integración regional, pero no parece haber sido un instrumento que se proyectara influyendo de manera decisiva a lo menos en las posturas que ambos estados manifestaron respecto al tema marítimo; aún cuando eventualmente existiesen expectativas en ambas partes de que así ocurriera. IV.- Los Intercambios Comerciales y el ACE No. 22. Con anterioridad al acuerdo logrado entre Bolivia y Chile, los intercambios comerciales entre ambos países sumaban poco más de 170 millones de dólares (1992). Esta cifra sin embargo respondía a una parte importante dada por las exportaciones chilenas al mercado boliviano, del orden de los 150 millones de dólares. La década se había iniciado con montos de intercambio inferiores y, de aquello, el acuerdo emergió en un momento en que el comercio entre ambas partes iba en aumento; aunque ese aumento era explicado totalmente por la dinámica de las ventas desde Chile a Bolivia, pues aquellas recíprocas iban en sentido contrario (en 1992, las exportaciones bolivianas al mercado chileno habían caído a casi la mitad de lo 15 observado en 1990; aunque ello se condecía con la tendencia a la baja del total de ventas bolivianas al exterior). A pesar de este comportamiento, en términos proporcionales las ventas bolivianas al mercado chileno en el año 1992 no eran insignificantes, pues representaban el 3% del total vendido al mundo y poco más del 6% de lo exportado a los países ALADI. Desde el lado chileno en cambio, Bolivia representaba sólo el 1,5% de todas sus exportaciones de aquel año, aunque a nivel de la ALADI, era un mercado que capturaba el 9,5% de lo vendido a aquella agrupación. Bajo estas condiciones, en época inmediatamente anterior a la firma del ACE No. 22, ambos mercados eran recíprocamente importantes aunque en perspectiva diferente, con una diferencia notable en los valores intercambiados y con una dinámica también distinta. El año en que el acuerdo fue firmado, el comercio boliviano-chileno no registró alguna modificación respecto a su tendencia. Sus valores registraron un aumento y este fue nuevamente explicado en su totalidad por el crecimiento de las exportaciones desde Chile al mercado boliviano que compensó y superó las ventas bolivianas que otra vez cayeron, ampliando la distancia entre las magnitudes intercambiadas. Dado aquello, el mercado chileno para las ventas bolivianas solo representó un 2% de todas sus ventas al exterior y poco más de un 6% a nivel ALADI. El mercado boliviano para Chile en cambio subió su participación a casi un 1,8% a nivel global y llegó a un 9% en la región ALADI (como se aprecia en los Cuadros Nos. 1 y 2 de los Anexos contenidos en el trabajo). El año 1994 es importante de considerar pues en él se observó un cambio de tendencia para las exportaciones bolivianas a Chile y comenzó una etapa de aumento sostenido hasta 1997. Aquello, junto con el persistente crecimiento de las exportaciones chilenas al mercado boliviano provocó que los intercambios subieran desde poco más de 190 millones de dólares a casi 288 millones de dólares. Si bien, este comercio estuvo explicado todavía por la preponderancia de las ventas desde Chile a Bolivia, la dinámica de aquellas exportaciones bolivianas al mercado chileno hizo que este último ascendiera hasta representar poco más del 5% del total de lo vendido por Bolivia en el año 97 y, el 11% de lo vendido a ALADI; además de reducir la abultada brecha existente entre los valores intercambiados por ambos países (las magnitudes y tasas pueden apreciarse en las series contenidas en los Cuadros Nos. 1 y 3 de los Anexos de este trabajo). 16 Para Chile, si bien siguió aumentando el valor de sus exportaciones, en 1997 la participación del mercado boliviano cayó hasta representar casi un 1,4% del total exportado, y bajara a un 6,8% a nivel de ALADI. Sin embargo, debe recalcarse que esto ocurrió no por una disminución de lo vendido al mercado boliviano sino por diferencia de tasas de crecimiento entre lo vendido a dicho país y el total vendido al mundo (las magnitudes y tasas pueden apreciarse en las series contenidas en los Cuadros Nos. 2 y 4 de los Anexos contenidos en el trabajo). De lo anterior, 1994 a 1997 es una etapa de expansión del comercio bilateral tal que, ambos países se transforman en mercados que se expanden y absorben mayores exportaciones de cada uno; ambos se benefician en la perspectiva de obtener mayores ingresos por las exportaciones realizadas mutuamente y, los resultados del mayor entrelazamiento comercial que se va observando en el periodo son fuente de expectativas para alcanzar niveles todavía mayores. No obstante, tales posibilidades sufren una contrariedad en 1998 pues las ventas bolivianas a Chile caen más de un 40%; y aunque las ventas chilenas todavía van en aumento, no alcanzan a compensar tal caída y el comercio bilateral sufre un leve retroceso. Dicho año replicaría la característica que ese comercio había observado en los primeros años 90, en tanto uno expande sus ventas y el otro las reduce (aunque la reducción es una característica observada en el total exportado por Bolivia al mundo en el año 98). A pesar de aquello, Chile sigue representando para Bolivia el 3% de sus exportaciones totales y casi el 6% de ALADI. Bolivia significará un 1,7% del total exportado por Chile al mundo y poco más del 7% a la región ALADI. Para Bolivia, los valores exportados a Chile no comenzarán una recuperación sino hasta el año 2002 que aumentan respecto al año anterior y comienzan un crecimiento que los llevará hasta poco más de 68 millones de dólares en el año 2006. Sin perjuicio de aquello, la importancia relativa del mercado chileno observada en 1997 no volverá a repetirse y en el mejor de los casos llegará a representar casi un 2,8% en el año 2003; reflejando que si bien las ventas a Chile aumentaron, aquellas al resto del mundo lo hicieron a una velocidad mayor. Lo mismo puede observarse a nivel de lo exportado a ALADI, donde Chile va gradualmente dejando de ser importante en lo que va corrido 17 del siglo XXI (las magnitudes pueden observarse en el Cuadro No. 1 de los Anexos contenidos en el trabajo). En este sentido, Chile pierde sucesivamente relevancia como destino de las ventas bolivianas frente a otros países (mercados), tanto en perspectiva global como regional, teniendo incluso menos participación que al inicio de la década de los 90, previo al acuerdo comercial alcanzado. Del lado chileno, es el año 1999 el que muestra una caída importante de las ventas al mercado boliviano, iniciando una tendencia inédita en lo que va corrido de la década y que, prácticamente continuará hasta el año 2004 cuando aquella se revierta levemente. Tal evolución provocará que, el mercado boliviano llegue a representar sólo un 0,4% del total exportado por Chile en este año; y solo un 2,9% de las ventas a ALADI. Es pertinente tener en cuenta en este caso que, la caída en las ventas a Bolivia no fue un fenómeno general de las exportaciones chilenas sino un caso particular, pues durante este periodo aquellas dirigidas al mundo siguieron aumentando, después de la contracción ocurrida en 1998. El año 2006 cerrará con ventas de casi 286 millones de dólares, que representarán un 0,5% del total exportado por Chile al mundo y un 3,3% de lo vendido a ALADI. Bolivia como destino de las exportaciones chilenas no lograra ubicarse y recuperar las participaciones que ostentaba a inicios de la década previo al acuerdo, aquella del año en que se firmó el acuerdo, o en general lo visto durante la década de los años 90; aún cuando los montos intercambiados sean varias veces aquellos que antecedían la vigencia del ACE o incluso mayores a los del momento en que este se firmó. Con aquello, Bolivia también pierde importancia de manera sostenida y gradual como mercado de destino de las ventas procedentes de Chile, pues no ha logrado absorberlas a una velocidad similar a las que han observado otros países (mercados). Esta pérdida de relevancia es además una característica que se observa a escala regional ALADI. Establecer en el ACE la responsabilidad única del comportamiento de los intercambios comerciales entre ambos países no sería correcto pues aquellos resultan también del efecto de un conjunto de otras variables económicas, políticas y sociales, incluso de la oferta recíproca de bienes que exista y los gustos y preferencias radicados en la 18 población consumidora de cada país. Sin perjuicio de tener en cuenta esta precisión, y a la luz de los objetivos del acuerdo, el hecho concreto es que el ACE y las otras variables participantes no lograron constituir un conjunto suficiente de “argumentos” como para entrelazar comercialmente a ambos países hasta el punto de establecerse como mercados recíprocamente relevantes para sus economías; más bien, en la práctica ambos han evolucionado en sentido inverso. En efecto, en la perspectiva general no se puede desconocer que entre 1993 y el 2006 los niveles de intercambio han crecido y se han multiplicado casi por dos, con una velocidad promedio anual mayor de las ventas bolivianas (de casi tres veces la chilena), que ha permitido reducir la brecha entre las exportaciones recíprocas y desarrollar ese mercado para la economía boliviana; empero en el comercio mutuo todavía predominan las exportaciones chilenas. El punto es que, esta dinámica del intercambio bilateral no ha logrado seguir el ritmo con el que ambos países venden al mundo y a la región, por ende, en el total de exportaciones de cada uno el otro pierde importancia relativa. En adición a aquello, tampoco se han constituido como mercados mutuamente importantes en materia de inversiones directas, pues los montos de recursos invertidos en cada país, procedentes del otro, no alcanzan cifras significativas. Este antecedente es particularmente notable frente al comportamiento observado por la inversión chilena en Argentina, Perú, o Colombia, entre otros. En definitiva, si bien los crecientes niveles de intercambio a los que se ha llegado en el periodo 1993-2006 y una primera etapa post acuerdo tendencialmente muy auspiciosa, al cabo de todos estos años no se está en presencia de una magnitud que represente un factor de entrelazamiento comercial significativo para ambos países, ni tampoco sus intercambios han evolucionado de forma tal que aquello sea una expectativa posible, a lo menos en un plazo razonable. De lo anterior, el comercio recíproco no emerge como un factor que pueda ser de alta relevancia (aunque si es pertinente) frente a las decisiones que se pudieran tomar en ambos Estados acerca de sus relaciones bilaterales; con lo cual el ACE, a pesar de su valor como expresión de cooperación, carece de un soporte real importante tal que en el total de la relación pueda constituirse como un factor que mitigue o condicione las respuestas a los conflictos en otras áreas de su vínculo. Podría incluso considerarse, desde aquello, que un conflicto instalado tiene la posibilidad de escalar algunos niveles sin el costo de poner en riesgo una relación 19 comercial global significativa o flujos de inversión dinámicos e importantes (necesarios) entre ambos países. V.- Conclusiones Generales. En el marco histórico de la relación bilateral (lo diacrónico), el Acuerdo de Complementación Económico ACE No. 22 fue un importante logro que adquirió un valor por sí mismo, toda vez reflejar como ambos estados, a pesar de carecer de relaciones diplomáticas, lograban converger en la integración desde la perspectiva comercial. En este sentido, reflejó el reconocimiento de ambos a la necesidad de construir y fortalecer, entre varias, una de las dimensiones de su relación y apostar a una iniciativa que podría generarles beneficios económicos futuros a los dos estados; una mirada de proyección que no se coartó ante la persistencia del requerimiento boliviano de una salida soberana al Océano Pacífico, toda vez lo resultante del conflicto bélico entre Perú y Bolivia por un lado, y Chile, por el otro. Sin duda fue una muestra de acercamiento político y una señal hacia el interior de cada Estado, a sus actores internos, acerca de las iniciativas conjuntas que ahora eran posibles de considerar, emprender y sumar a la historia de esfuerzos por mantener la proximidad, los vínculos pacíficos y cooperativos entre ambos países; reduciendo el costo de oportunidad de sostener una relación bilateral teñida íntegramente de la diferencia por el tema marítimo. Tal ACE, por sus características, además puede ser visto como una forma a través de la cual se continuaron extendiendo los acuerdos económicos fundamentales convenidos luego de finalizada la Guerra del Pacífico (especialmente si se toma en cuenta que en este ACE hubo concesiones sin reciprocidad por parte de Chile que se agregarían a las facilidades ya otorgadas al comercio exterior de Bolivia por puertos chilenos). Este Acuerdo se vio favorecido no solo por la disposición particular de cada Estado, sino también por el contexto internacional que, en aquella época mostraba y concretaba sucesivas y diversas iniciativas de integración económica en distintos lugares del mundo, reflejando con ello esfuerzos de asociación, pasibles de interpretarse como cooperación para enfrentar un posible conflicto económico. La conducta tanto del Estado boliviano como del chileno, fue en consecuencia con lo que aquel contexto mostraba y puede leerse como una respuesta favorable y no revisionista respecto a la consolidación de dicha característica; contribución que sumó 20 valor de ejemplo no solo por el hecho de agregar un acuerdo comercial más al conjunto de la época (como fortalecimiento del paradigma), sino porque se aportaba a la vigencia del actor estatal en dicho contexto, porque se obtuvo con dos de estos actores carentes de relaciones diplomáticas, porque emitía una señal importante de integración al resto de los países sudamericanos y al continente; y, porque al utilizar los instrumentos contenidos en ALADI se reconocía y reforzaba la identidad latinoamericana. Empero la iniciativa convenida por ambos países, junto a otros factores de diversa índole, no tuvo el correlato esperado en los hechos. Si bien el comercio entre dos estados limítrofes es muy pertinente a la relación, y en este caso el intercambio bilateral ha aumentado a niveles interesantes, no se logró alcanzar magnitudes relevantes para ambos ni se observaron tendencias que permitan abrigar esperanzas de que ello pueda ocurrir en el corto o mediano plazo. Las cifras de intercambio entre 1993 y el 2006 han evolucionado hasta el nivel de hacer que ambos países sean mercados mutuos de cada vez menor importancia, sea en una perspectiva de su comercio global, o sea en una perspectiva de comercio latinoamericano como ALADI. Aquello deja al ACE No. 22, en una perspectiva general, sin el soporte de los hechos concretos dados precisamente por estas cifras de intercambio. Si bien se podría argumentar que ha servido para atenuar una reducción todavía mayor, compensando los efectos del comportamiento de otras variables económicas, lo cierto es que no era esto lo pretendido por el Acuerdo. Carentes de un comercio que haya logrado entrelazarlos de una manera tal que se produjera influencia importante sobre decisiones y conductas de cada uno de los dos estados respecto del otro, particularmente en el tema marítimo, induciéndolos a reducir el margen de oscilación de su relación, el fortalecimiento de la relación bilateral queda a la espera de lo que pueda ofrecer el repertorio de las políticas exteriores de ambos países. Esto es, la exploración de las distintas posibilidades de iniciativas de acercamiento o profundización en otras dimensiones de la relación (en el plano educacional, militar, social, etc.). Sin embargo, de la misma forma como el ACE en su momento pudo generar diversas expectativas en relación con su aporte a la solución de la diferencia existente por el requerimiento boliviano, las nuevas iniciativas que emerjan corren el mismo riesgo tanto de provocar expectación como de ser objeto de distintas apreciaciones desde cada uno de los actores estatales. Con esto, perdurar en la oscilación de sus relaciones. 21 Incluso en perspectiva, ello podría generar para la política exterior chilena verse envuelta y presionada por una copla de concesiones que pretendan acercarse a lo planteado por Bolivia, esto es, ofreciendo y concretando acciones para satisfacer de lgún modo dicho requerimiento que, no siendo exactamente lo pedido por Bolivia permitiría que este persistiera a la par de efectuarse sucesivas concesiones en otras dimensiones de la relación. 22 VI.- Bibliografía. 6.1.- CEPAL. “Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe”. Comisión Económica para América Latina y el Caribe, varios números 1998-2007, Santiago de Chile. 6.2.- Faúndez, C. “El Intercambio comercial entre Chile y Bolivia a partir del Tratado de 1904”. Revista Diplomacia No. 101, enero-marzo 2005; Santiago de Chile; 53-68. 6.3.- French-Davis, R. “El Impacto de las exportaciones sobre el crecimiento en Chile”. Revista de la CEPAL No. 76, abril 2002, Santiago de Chile; 143-160. 6.4.- Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile. Dirección de Relaciones Económicas Internacionales. “Acuerdo de Complementación Económica con Bolivia”. En www.direcon.cl/indexphp?accion=acuerdos_bolivia 6.5.- Mella, L. y Villagra, K. “La Política comercial chilena, el Asia Pacífico y el TLC con Corea del Sur”. Working Paper No. 35, Centro Argentino de Estudios Internacionales CAEI, agosto 2007, Buenos Aires, Argentina. En www.caei.com.ar/es/programas/integracion/working.htm 6.6.- Pinochet de la Barra, O. “Chile y Bolivia: Hasta Cuando”. LOM Ediciones, 2004, Santiago de Chile. 23 VII.- Anexos. Cuadro No. 1 Exportaciones Bolivianas a Chile Periodo 1993-2006 En Montos y Participación Relativa en el Total exportado al Mundo y ALADI ________________________________________________ AÑO EXPORTACIONES a Chile (Mill. US$ FOB) Participación en Total Exportado (%) 1993 14,9 2,1 Participación en Exportaciones a ALADI (%) 4,6 1994 19,2 2,0 4,4 1995 25,8 2,5 6,1 1996 43,5 3,8 8,5 1997 59,3 5,1 10,8 1998 34,3 3,1 5,9 1999 27,8 2,6 5,3 2000 30,8 2,5 4,7 2001 30,5 2,4 3,9 2002 32,7 2,5 4,0 2003 44,2 2,8 4,1 2004 51,2 2,4 3,5 2005 40,8 1,5 2,8 2006 68,1 1,8 2,5 Fuente: Elaboración propia en base a datos de los Anuarios Estadísticos de América Latina y el Caribe, CEPAL. Años 1999-2007.- 24 Cuadro No. 2 Exportaciones Chilenas a Bolivia Periodo 1993-2006 En Montos y Participación Relativa en el Total exportado al Mundo y ALADI ________________________________________________ AÑO 1993 EXPORTACIONES (Mill. US$ FOB) 162,2 Participación en Total Exportado (%) 1,8 Participación en Exportaciones a ALADI (%) 9,0 1994 171,5 1,5 7,3 1995 196,9 1,2 6,6 1996 207,8 1,4 7,1 1997 228,4 1,4 6,8 1998 247,0 1,7 7,3 1999 190,3 1,2 5,9 2000 163,9 0,9 4,3 2001 165,1 0,9 3,9 2002 138,9 0,8 4,2 2003 136,7 0,6 4,0 2004 139,1 0,4 2,9 2005 210,7 0,5 3,5 2006 285,9 0,5 3,3 Fuente: Elaboración propia en base a datos de los Anuarios Estadísticos de América Latina y el Caribe, CEPAL. Años 1999-2007.- 25 Cuadro No. 3 Exportaciones Bolivianas a Chile Tasa Promedio Crecimiento Anual. Periodo 1993-2006. ________________________________________________ Periodo 1993-2006 Crecimiento Promedio anual de las Exportaciones totales (%) 13,85 Crecimiento promedio anual de las exportaciones a Chile (%) 12,4 Fuente: Elaboración propia en base a datos de los Anuarios Estadísticos de América Latina y el Caribe, CEPAL. Años 1999-2007.- Cuadro No. 4 Exportaciones Chilenas a Bolivia Tasa Promedio Crecimiento Anual. Periodo 1993-2006. ________________________________________________ Periodo 1993-2006 Crecimiento Promedio anual de las Exportaciones totales (%) 15,24 Crecimiento promedio anual de las exportaciones a Bolivia (%) 4,45 Fuente: Elaboración propia en base a datos de los Anuarios Estadísticos de América Latina y el Caribe, CEPAL. Años 1999-2007.-