Orar en la Enfermedad "unos por otros" Materiales de educación en la fe Jornada del Enfermo 2002 PRESENTACIÓN La enfermedad es una experiencia profunda, un acontecimiento fundamental de la existencia (Dolentium hominum 2) que deja al descubierto la fragilidad humana e introduce a quien la sufre en un mundo lleno de interrogantes. El tiempo de la enfermedad, ya sea crónica o aguda, más o menos grave, es un tiempo de pausas e inquietudes, de sombras y esperanzas, en el que todo es puesto en prueba. En una situación, puede brotar espontáneamente la oración, pero también puede cuestionarse su valor: ¿sirve pare algo? Para muchos, la oración ha dejado de interesar por no ser útil. Para otros sigue siendo un asunto privado e intimista. Es preciso revisar qué significa orar hoy y como orar en la enfermedad. Con este material de educación en la fe pretendemos: que nos encontramos hoy ante el hecho de la oración. palabra de Dios y de la tradición de la Iglesia. voluntarios, las parroquias y las comunidades cristianas, las congregaciones religiosas, la sociedad en general. 1. Orar hoy Ante el hechos de la oración y lo que significa orar hoy, nos encontramos con interrogantes profundos: ¿sirve para algo? ¿es un monólogo en el que no hay respuesta? ¿es un diálogo de sordos? ¿es un aburrido ejercicio de repetición? ¿es una reacción infantil? ¿es expresión de una religión intimista y alienante? ¿es refugio y subterfugio? Junto a los interrogantes, están los desafíos ambientales, propios de las circunstancias en que se desarrolla la vida moderna: la falta de tiempo la falta de ambiente el acoso de los medios de comunicación la obsesión consumiste y viajera de nuestra cultura la trivialización de la vida el rechazo de todo lo que huela a magia. Sin embargo, hoy tenemos más oportunidades que en otros tiempos: * la oración es menos abstracta, más realista, más relacionada con los problemas de la vida diaria. * estamos recuperando la iniciación en la oración como parte del proceso de evangelización. * hemos descubierto la escucha de la palabra de Dios. * entendemos la oración como diálogo con Dios. * estamos recuperando la tradición viva de los salmos. * la oración compartida en grupos de oración ha alcanzado gran difusión * somos cocientes de la necesidad del discernimiento. * de una actitud netamente meditativa (discursiva y activa) hemos pasado a una actitud más contemplativa (intuitiva y receptiva) Dolores Aleixandre ha recordado la contestación del Superior General de la Compañía de Jesús, P Kolvenvach, cuando le preguntaron: "Padre, ¿usted cómo rea? / Rezo con iconos / Y ¿qué hace? ¿los mira? / No, me miran ellos a mí. Este hombre, de alta experiencia oriental, coincidía con una mujer, clásica en temas de oración, que aconsejaba lo siguiente: "Se esta allí El, acallado el entendimiento. Si pudiere, ocuparlo en que mire que le mira" (Santa Teresa, Libro de la vida,13,22). La oración puede brotar desde lo más profundo en cualquier momento, en cualquier persona. Orar es necesario: “0ro porque vivo, vivo porque oro” (V. Savoldi). Sin embargo, es lo normal, se necesitan un proceso de evangelización. No sabemos orar como conviene. A Dios tratamos de manejarlo todos, consciente o inconscientemente. Para no engañarnos, la oración necesita de continua purificación y discernimiento. 2. Orar es hablar con Dios. Si tiene sentido que el hombre hable con Dios es porque se ha descubierto que Dios habla con el hombre. Jesús de Nazaret primero siembra la palabra de Dios, es decir, el hecho de que Dios habla hoy; después inicia en la oración: Estando Él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos (Lc 11,1) La oración tiene una profunda relación con la escucha de la palabra de Dios. Se trata de una palabra viva, escuchada de muchas maneras en el fondo de los acontecimientos personales, sociales y eclesiales. Escuchar y orar son como el anverso y el reverso de la misma medalla. En la liturgia, si la celebración no degenera en rutina, la oración de los fieles brota de la escucha de la palabra Y en el proceso de evangelización, iniciar en la escucha de la palabra es algo fundamental para iniciar en la oración La oración es diálogo, comunicación, conversación. Dice Santa Teresa: “Podemos tener conversación no menos que con Dios” (1 Moradas 1,6) Como en toda comunicación, hay un decir y un escuchar. De poco sirven las recetas o los esquemas fijos. Sirve más la conciencia de no saber orar como conviene. Lo dice San Pablo: Nosotros no sabemos pedir lo que conviene (Rm 8,26) Una y otra vez necesitamos reconocer que el escuchar y el orar trasciende todo método, son algo que se realiza en la dinámica del Espíritu de Dios que viene en ayuda de nuestra debilidad e intercede por nosotros con gemidos inefables, La oración parte de la experiencia, de aquellos que estamos viviendo. Dice también Santa Teresa: “entre los pucheros anda Dios” (Fundaciones 5,8). En el mundo de la salud y de la enfermedad podemos decir lo mismo: Entre los quirófanos anda Dios. La oración nos lleva hacia lo más profundo de nuestra vida; por ello, requiere un clima de silencio, un silencio fecundo, que no es síntoma de bloqueo ni genera angustia, sino que conduce al corazón de la propia historia; un silencio del que puede brotar conjuntamente la palabra del hombre y la palabra de Dios; un silencio que es verdadera contemplación de la acción de Dios en medio de la historia. Orar es hablar de Dios. Por eso tiene sentido la oración a solas: Cuando vayas a orar ,entra en tu cuarto, echa la llave y ora a tu Padre, que está, en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensara (Mt 6,6). Si conectamos con el fondo de la propia experiencia, lo de menos son las palabras. No hacen falta muchas. Dice Jesús: Al orar, no charléis mucho como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados (Mt 6,7). Si no disponemos de palabras propias, podremos encontrarlas en los salmos, en la lectura de la Biblia, en la reunión de grupos o de comunidades: Cuando os reunís, cada cual puede tener un salmo, una instrucción, una revelación, un discurso en lenguas, una interpretación (1 Co 14,26) Dios habla hoy Es la experiencia central de toda la Biblia: Dios habla hoy. Por eso se dice en el salmo 95: Ojalá escuchéis hoy su voz. Si Dios habla, de la forma que sea el creyente ha de escuchar. Esto supone un respeto a la iniciativa de Dios: quien habla es Dios, no el hombre; un discernimiento imprescindible, que puede realizares a diversos niveles: personal pastoral, comunitario; finalmente, la acogida de algo que, por encima de todo, es don de Dios no producto del hombre. La palabra de Dios, viva y eficaz,trasciendo todo método:se cumple en la dinámica del espíritu. Se requiere, eso si, una actitud de escucha y un fiel discernimiento, que respete la iniciativa de Dios y acoja, en cada caso, el don de Dios, más allá de todo racionalismo (que considera imposible que Dios hable hoy), más allá de todo iluminismo (falsa iluminación que anuncia una nueva revelación) y más allá de toda magia, juego o manipulación (que pretende falsamente hacerle hablar a Dios). Para Santa Teresa, Dios habla hoy, le habla a ella: “¿Pensáis que esta callando? Aunque no le oímos bien, habla al corazón (Camino de perfección, 24,4). Teresa llama locuciones a las palabras que recibe de Dios. El Señor, para hablar, repite –en el fondo– su palabra bíblica. La palabra le llega “tan de presto, a deshora, aun algunas veces estando en conversación, muy en el espíritu, con poderío y señorío, hablando y obrando”. San Juan de Cruz habla también de las locuciones de Dios: “Y son de tanto momento y precio, que le son al alma vida y virtud y bien incomparable, porque le hace más bien una palabra de estas que cuanto el alma ha hecho en toda su vida. Acerca de estas, no tiene el alma que hacer(ni qué querer, ni que no querer, ni que desechar, ni que temer)...Dichoso el alma a quien Dios le hablare. Habla, Señor, que tu siervo oye” (1R 3,10; Subida del monte Carmelo, XXXI) El Concilio Vaticano II ha recordado la importancia de la Biblia en el diálogo del hombre: “En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conservar con ellos” (DV 21). Cuando los discípulos piden a Jesús que les enseñe a orar, le están pidiendo algo esencialmente original del Evangelio. Cada grupo, entonces como ahora, se distingue por su forma de orar. La oración de Jesús manifiesta lo esencial de su misión. La oración de Jesús comienza por esta palabra: Padre, (Lc 11,2). A Dios Jesús siempre le llama Padre, en arameo abba,el término familiar con el que un niño se dirige a su padre. La confianza en el Padre y el diálogo con El son el verdadero corazón del evangelio.Jesús enseñó a sus discípulos a dirigirse al Padre con la confianza de un niño:Si no os hacéis como niños, no entrareis en el reino de los cielos (Mt 18,3). PARA LA REVISIÓN PERSONAL O DE GRUPO. ¿Escucho la palabra de Dios? ¿Cómo la escucho? * como palabra viva cumplida en los acontecimientos * como palabra viva y eficaz, que pone en juego toda mi personalidad * insisto en aquello que despierta o expresa vivencias trasparentes * respeto la iniciativa de Dios, sin forzarla * como espejo ante el cual aparece mi vida * como objeto de estudio. 3. Enseñar a orar Quien inicia en la oración ha de tener conciencia de los propios límites. Como dice San Juan de la Cruz: “No cualquiera que sabe desbastar el madero sabe entallar la imagen, ni cualquiera que sabe entallar sabe perfilar y pulirla y no cualquiera que sabe pulirla sabrá poner la última mano y perfección” (Llama 3,57). Iniciar en la oración, enseñar a orar, es parte del proceso de evangelización. En realidad, no sabemos cómo orar. Nos faltan las palabras. Sin embargo, podemos orar con los salmos, como las primeras comunidades, en el espíritu de Jesús Los salmos son poemas, cantos y oraciones. Son la oración de Israel, expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. En los salmos, todo (la vida del pueblo y del individuo) se va convirtiendo en oración, viva y variada, por medio de autores que trasforman en palabra la experiencia. El libro de los salmos El libro de los salmos es sencillo y familiar, Los salmos han sido compuestos por una cadena anónima de autores. Su origen puede situarse en los primeros años de la monarquía (s.X a.C.) y su florecimiento en el periodo que va hasta la mitad del siglo VIII. El libro de los salmos manifiesta la huella de las distintas épocas por las que ha ido pasando la religiosidad israelita. La influencia mayor vino de los profetas, cuyo efecto más significativos fue el poco valor concedido al culto externo. Los creyentes aprendieron a entonar sus salmos en la vida ordinario. Los salmos tienen su origen en el culto de Israel. Sin embargo, hay muchos (de hecho, la mayor parte), en los que se hace alusión al culto o la referencia es muy escasa. Estos salmos nacen en la oración privada y poseen un carácter más personal. La oración de los salmos varía según la situación individual o colectiva que la provoca. Cada salmo tiene una unidad, que le da sentido. Además, cada salmo es único, tiene algo que le distingue. Hay salmos que no olvidamos. A ello añade cada cual su actitud, preocupaciones, el tono de su voz, su resonancia espiritual y corporal No es solo el mensaje. El creyente hace suyo los sentimientos y el lenguaje de los salmos: “El salmo queda abierto y disponible, incluso para el salto trascendental, cuando el orante de los salmos es, sin que pierdan su sentido precedente judío, Jesucristo. De aquí arranca la llamada lectura cristiana de los salmos, que podría llamarse oración cristiana” (Schökel) Los salmos son, ante todo, fruto de oración. Para comprender a fondo los salmos, hay que orar personalmente con ellos. Israel tiene la convicción de ser un pueblo que habla con Dios, con un Dios vivo que habla con el hombre: El revela a Jacob su palabra, sus preceptos y sus juicios a Israel (Sal 147,19). Siguiendo el rastro de los salmos en el Nuevo Testamento, podemos ver hasta que punto los cantos y oraciones de Israel estuvieron presentes en el cristianismo primitivo. En las primeras comunidades aparecen con espontaneidad los salmos más diversos. En ocasiones son sólo unas pocas palabras, pero su alusión es inconfundible. De una forma especial, del libro de los salmos (Lc 20,42); Hch 1,20) toman su lenguaje los cantos y oraciones. Dios mismo habla a los corazones amonestando y consolando, instruyendo y auxiliando. En las primeras comunidades se compusieron y cantaron salmos nuevos, himnos y cánticos inspirados (Col 3,16) En los primeros siglos, la oración del Señor era un secreto que se comunicaba sólo al final del proceso de evangelización a los adultos que se preparaban para recibir el bautismo: se les entregaba el Padrenuestro en el contexto de una catequesis intensiva sobre la oración La oración del Señor La oración del Señor no es sólo una fórmula común de oración, sino también un esquema de evangelización, un modelo según el cual nos atrevemos a orar como Jesús: * nos dirigimos al Padre con confianza. * queremos que su nombre no sea profanado sino santificado * buscamos por encima de todo el reino de Dios y su justicia, el cumplimiento de su voluntad * pedimos lo necesario para vivir * pedimos lo necesario para convivir, el perdón, como hijos que necesitan ser perdonados, como hermanos que necesitan perdonar * vigilamos y oramos ante la tentación, ante el mal que nos acecha y nos desborda La confianza es el fundamento de la oración. Muchas veces se afirma con sencillez Confío en ti (Sal 13,6) tú eres mi Dios (Sal 31,13). Con frecuencia se le al Señor Dios mío (Sal 104,1) El amor de una madre (131,2) y la ternura de un padre (Sal 103,13 son reflejos de su amor: Dios es amor. Veamos esta oración de Jesús, en la que da gracias al Padre por el fruto de su misión entre la gente sencilla: Yo te bendigo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños (Mt 11,25). Dice más adelante: Venid a mi todos los que estáis fatigados t sobrecargados...y hallareis descanso para vuestras almas. Jesús ora con palabras del salmo 34: Bendecir al Señor en todo tiempo, sin cesar en mi boca su alabanza; en el Señor mi alma se gloria, que lo oigan los humildes y se alegren. . Se dice también: He buscado al Señor y me ha respondido: me ha librado de todos mis temores. Y finalmente: El salva a los espíritus hundidos. En una circunstancia muy distinta, ante la tumba de Lázaro, Jesús ora así: Padre, te doy gracias por haberme escuchado (11,42). La situación es esta: ha muerto su amigo, ha recibido un reproche por no haber estado allí, los judíos le buscan para darle muerte. Se produce una señal, se anuncia la vida que vence a la muerte: ¡Lázaro vive¡. Jesús da gracias con palabras que encontramos en el salmo 138: Te doy gracias Señor, de todo corazón, pues has escuchado los palabras de mi boca En la última cena, Jesús ora por los discípulos: Padre Santo, cuida en tu nombre a los que me has dado(Jn 17,11) Acecha la traición de judas: El que come mi pan levanta contra mí su calcañar (Sal 41,10) En la soledad del huerto, Jesús siente tristeza y angustia hasta el punto de morir(Sal 42,7) Entonces ora así: Padre mío si es posible, que pase de mi este cáliz, poro no se haga como yo quiero, sino como quieras tú(Mt 26,39). Se dice en el salmo 40: Heme aquí que vendo para hacer tu voluntad. Sobre la cruz proclama el cumplimiento del salmo 22 en todo lo que esta pasando: burlas, reparto de los vestidos,crucifixión sed. Finalmente, en el momento de morir, ora con palabras del salmo 31: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu(Lc 23,46) PARA LA REVISIÓN PERSONAL O EN GRUPO . ¿qué significan los salmos para nosotros? *nada *un ejercicio mecánico de repetición *encuentro una frase que me llega especialmente *conecta con mi propia experiencia *confronto mi oración con una petición del Padrenuestro *oro con los salmos, como las primeras comunidades, en el espíritu de Jesús. 4. Orar en la enfermedad. La oración del enfermo tiene la característica común a toda oración. En cualquiera de sus formas es siempre relación, diálogo, encuentro, comunicación, amor. Pueden surgir intentos de manipulación de Dios en beneficio propio. Pero la oración o es expresión de amor o no es nada: Santificado sea tu nombre (Mt 6,9). La oración del enfermo. La oración del enfermo tiene una característica especial. Dice Jesús Burgaleta, profesor del Instituto Superior de Pastoral, que ha pasado por una enfermedad seria y larga: "En la enfermedad te sientes débil, incapaz,sin fuerza, sin posibilidad de decidir por ti mismo, en manos de otros; ni siquiera puedes huir aunque lo desees: Se consumen de pena mis ojos, mi garganta y mi vientre; mi vida se gasta en la congoja, mis años en los gemidos (Sal 31,10-11) Entre este marasmo de sentimientos duros puede correr una tenue frisa de confianza y vivir la experiencia de la Presencia, la compañía,la acogida: El Señor esta cerca de los atribulados (Sal 34,19) El enfermo puede vivir en la oración una bellísima experiencia de la ternura de Dios: Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá (Sal 17,10) aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo (Sal 23,4) La larga jornada del enfermo, y su noche son ocasión para realizar ante Dios una actividad fundamental, rememorar, recordar el pasado: En mi angustia te busco, Señor, de noche rebullen mis manos sin descanso...repaso los tiempos antiguos, recuerdo los años remotos (Sal 77,3-6)...En este repaso de la vida van a destacar aspectos muy importantes, ricos, fecundos llenos de sentido y de plenitud, que no podrán menos que provocar la alabanza y la bendición a Dios. ¿Quién no puede descubrir en su vida destellos de la presencia actuante de Dios? Cuando se hace con verdad la memoria de la vida en ella aparece, también, la cara negativa del fracaso, de la responsabilidad que ha arruinado tantas posibilidades, del pecado y de la culpa. Aspectos que en la enfermedad pueden agigantarse, desmesurarse y asaltarnos amenazadoramente..La oración que amenaza el pecado. Y pide perdón y la experiencia de Dios que perdona y abraza es fundamental para asumir con madure lo negativo de la vida, acogerse y poder cambiar... La oración de petición es la palabra más espontánea en la boca del dolor humano: Que no me arrastre la corriente, que no me trague el torbellino (69,16). Se pide lo que el discípulo de Jesús ha deseado a lo largo de su vida, y sobre todo, en los períodos de prueba: No nos dejes caer en la tentación, para que no caigamos en las manos del mal (Mt 16,13). Y se pide que mi voluntad sea lo que Dios quiera, no lo que quiero yo: Realícese tu designio en la tierra como en el cielo. Cuando le pides a Dios lo que El quiere, desembocas inmediatamente en la aceptación de la realidad. La enfermedad no sólo te pone en tu lugar, sino que te desvela descaradamente lo que eres: Loa años de nuestra vida son unos setenta u ochenta, si hay vigor; mas la mayor parte son trabajo y vanidad, pues pasan deprisa y vuelan (Sal 90,10) Hay una oración, muy necesaria, de acatamiento de la limitación, de madura y saludable resignación. Mediante ella, desde la profundidad del encuentro con Dios, una adquiere la sabiduría de saber colocarse en su sitio, sin extralimitarse; de situarse en la realidad, sin creerse que vive en un mundo fantástico: de reconocerse criatura, de reconocerse que uno no posee la fuente de la propia existencia: Hazme saber, Señor, mi fin, y cuál es la medida de mis días, para que sepa yo cuán frágil soy (Sal 39,5). ¿Quiere esto decir que hay que dejarse vencer por la enfermedad, que tenemos que aceptar la doma del dolor, que hay que agachar la cabeza ante el destino? ¡De ningún modo¡ En los salmos el enfermo acusa el golpe, pero no se queda pasivo , resignado, sino que saca fuerza para luchar por la salud. Tras el grito inicial comienza una actividad que incluye muchos pasos hasta lograr una nueva experiencia de salud, que desemboca en acción de gracias. Cuando el mal es irremediable, el creyente se pone en manos de Dios. Es muy importante poder reconocer su presencia misteriosa. Como dice el recordado poeta Claudio Rodríguez: "Hoy más que nunca yo le pido al cielo, no que me salve, que me acompañe. Cuando uno está enfermo, se encuentra con un caudal inmenso de preocupaciones, deseos, intenciones, recuerdos, ánimos y fueras que vienen de los demás y que se expresan por medio de la oración :"rezamos por ti" "¡cuánto hemos rezado por ti"¡ Y también "rezamos contigo" Es particularmente eficaz la oración comunitaria, como dice Jesús: Donde estén dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,19) Es la experiencia de Encarnar. En su habitación se reúne un grupo de oración una vez a la semana. La oración compartida es para ella como el aire que respira. El capellán de la Residencia percibe la señal y escribe en su diario: "Gracias, Encarna. Estas tumbada hacia boca abajo desde hace muchos años y, cuando te lleva la comunión, sonríes. Tus codos están callosos de apoyarse un día y otro en el colchón. Los días pasan y siempre sonríes. Yo me pregunto: ¿porqué Y no sé responderme. Encierras un misterio que te hace feliz postrada en cama. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida, dice el salmo. Creo que este país ya está entre nosotros, si sabemos descubrirlo, como Encarna". La enfermedad puede cumplir diversas funciones. Puede ser prueba y crisol, castigo y correctivo, ocasión de maduración de la persona y lugar de alumbramiento de una nueva salud. En la enfermedad se viven situaciones en las que se hace agudo la necesidad de la reconciliación. Todo queda al descubierto. Tal es el caso de viejos odios y de problemas no resueltos. Junto al lecho del enfermo se dan las grandes reconciliaciones. En medio de la enfermedad el creyente se pregunta: ¿qué dice Dios de mi enfermedad? ¿qué está haciendo con ella? En realidad no existen respuestas fáciles Ante el problema del mal, del sufrimiento y de la muerte. Es preciso orar. Se dice en la carta de Santiago (5,13-15): ¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore. ¿Está alguno alegre? Que cante salmos. ¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia que oren sobre El y le unjan con el óleo en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo. La carta de Santiago relaciona el sufrimiento con la oración y la enfermedad con la oración y la unción. El contexto se refiere a la oración. La expresión oración de fe se refiere a la oración hecha con fe, que excluye toda magia y supone una relación viva con el Señor. Además se propone la oración ferviente, es decir asidua. Se afirma que, si se hace así, tiene mucho poder (5,16). Nos dice Jesús que la oración a de ser perseverante: Hemos de orar sin desfallecer y en todo tiempo (Mt 18,1). Su eficacia se manifiesta en el don del espíritu, que el Padre da a quienes se lo piden (Lc 11,13) El sacramento de la unción no debe ser un hecho aislado, una breve visita del Señor. Debe situarse en el contexto de oración y de lucha contra la enfermedad. La oración envuelve la acción, la unción del aceite que cura las heridas. El servicio sanitario mismo adquiere un valor sacramental, que comienza con los gestos humanos de acogida al ingresar en el hospital y continua con los diferentes servicios prestados al enfermo. El amor de Cristo a los enfermos se pone de manifiesto a través de las curas médicas, a través de las visitas fraternas, a través de la oración. Como dice el Concilio,"con la unción de los enfermos y la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda al Señor paciente y glorioso, para que los alivie y los salve"(LG 11). La persona del enfermo es así el centro de atención de toda la comunidad y el sacramento se convierte en el signo de la presencia de Cristo y de la lucha emprendida por El contra el mal, la enfermedad y el sufrimiento. Veamos algunos testimonios de oración en la enfermedad. TESTIMONIO El pasado 8 de marzo fallecía mi suegra, doña Eladia, tras una larga enfermedad. Desde hace unos dos años, aproximadamente, se le diagnosticó un mieloma múltiple, aunque fue sobre todo en el último año cuando se observó un empeoramiento general de su estado de salud: pérdida de peso , debilitamiento físico, transfusiones cada vez. más frecuente... Poco a poco empezaría a valerse menos por sí misma, hasta que llegó el momento inevitable de tener que permanecer en cama en la fase final de su enfermedad. Desde hace veinte años, Dª Eladia escuchaba asiduamente la Palabra, acostumbrada a alimentarse con el pan cotidiano que ofrecen las lecturas de la liturgia. Durante su enfermedad la progresiva pérdida de visión (a causa de unas cataratas) le impedía ya leer, pero sus oídos siempre estaban dispuestos y atentos. Con frecuencia quería que le leyesen salmos, por los que tenía una especial predilección. Siempre tuvo a su lado alguien que compartiera su oración y, en el mejor de los casos, comentase como a ella le gustaba- el significado actual de la lectura o del salmo. En este sentido, la oración y el acompañamiento por parte de la comunidad. Recuerdo, por ejemplo, el salmo 131: como niño en brazos de su madre...Así se encontraba ella, al final era casi como un bebé, como una niña, en las manos de Dios, al amparo de su familia y -desde otro punto de vista- también en el regazo de la comunidad. Candy, la menor de sus hijas, tenía cogida su mano cuando dejó de respirar. A Juan Carlos, el nieto cura, le sorprendió la noticia en su parroquia, en una reunión de catequesis de adultos. El teléfono móvil le interrumpió justo cuando trataba de explicar "el paso de este mundo al Padre". Eso era, precisamente, lo que estaba haciendo su abuela en esos momentos. Lo recibió como un regalo. La reunión de catequesis fue viva, inolvidable". Kiko TESTIMONIO Pertenezco a la comunidad de Córdoba, dentro del movimiento "Con Vosotros está". En enero de 2001, tras unas pruebas, se me diagnostica una tumoración sólida en riñón derecho que hay que extirpar. Desde que empieza esta historia hasta mi restablecimiento de la operación, hay todo un proceso. Apareció una hipertensión, que fácilmente se controla al principio, pero que llega un momento en que se hace difícil de controlar, a pesar del aumento de dosis. El día 7 de diciembre, visité al médico. Me propuso hacer una exploración. Me llega mucho el salmo 118, propio del día: No he de morir, viviré y contaré las obras del Señor. El análisis dio normalidad en todo, pero la ecografía detectó una T. Sólida. Dada la prudencia que el médico empleo en el lenguaje, yo no me entero bien de lo que era. El médico me recomendó que me hiciera, sin prisas, una resonancia magnética. En el túnel, sentí angustia. Cuando vio la resonancia, el médico dijo que la masa sólida no era farragosa, pero sería bueno ir al nefrólogo. Empece a sospechar lo que significaba la T. El nefrólogo me dijo que era un tumor que había que sacar, quizá con el riñón, si estaba afectado. Fijamos el día 29 para la intervención. No sentí inquietud ni temor ni nerviosismo. Era tan sereno y tan raro mi estado de ánimo que me parecía imposible que saliera de mí. Era obra de Dios. El día 27 recibo el sacramento de la Unción en la Eucaristía de la comunidad. La Palabra es sorprendente: Antes de formarte en el vientre, te escogí (Jr.1,5). Mi hijo Eduardo, desde el tren, me llama y me dice que uno de la comunidad de Madrid conoce un caso igual al mío, le extirparon el riñón hace varios años y está muy bien. La operación fue bien. Al despertar de la anestesia pasé un mal rato, con sensación de asfixia y fuertes dolores, pero duró poco. El salmo 31, propio del día, me resultaba significativo: "oración en la prueba". Enrique TESTIMONIO Somos un matrimonio sin hijos. Por traslado de la empresa vivíamos en Madrid. Con nosotros estaba mi madre, con parkinson y en silla de ruedas. Un fin de semana yo empecé a sentirme mal. A Jesús Ángel, mi marido, le pasaba lo mismo. Después de quince horas, empecé a despertarme. Como pude, salí al pasillo a pedir ayuda. Los vecinos y los amigos se ocuparon de nosotros, llamaron al SAMUR y a mi hermana. A mi marido lo llevaron al Ramón y Cajal. Por fin, supimos que era una intoxicación de monóxido de carbono. En unos diez días, todo fue a peor. El neurólogo me dio la Biblia y me dijo que la fe me iba a ayudar mucho. El y su mujer eran creyentes. Nos trasladamos a Cruces para después ir a terminales de Gorliz. Fue el periodo más largo y duro. A los médicos les parecía imposible que viviera. Pero su fortaleza física, mi gran amor y sus ganas de vivir pudieron con todo. No teníamos lugar para la intimidad. Hemos compartido habitación con visitas, familiares y diferentes enfermos. En nuestra habitación han fallecido 17 personas. Algunas veces he hecho de samaritana, siempre con mi salmo 23: El Señor es mi pastor. Al ingresar, me lleve mi maleta y de unos metros cuadrados y del armario hice mi casa. Me lleve la Biblia y en la paz de la siesta oraba con las lecturas del día o con mis salmos preferidos. En este periodo no nos faltó nunca compañía: hermanos, sobrinos, amigos de Bilbao, grupos de la parroquia, gente de la vicaría, sacerdotes, la gente del trabajo, los jefes se ocuparon hasta de nuestra economía. Llevamos 7 años y me siento fresca, como ayer. Sé que tengo que dosificar mis emociones. Pero con alegría he renunciado a todo lo que la sociedad me invita: cenas, comidas, excursiones o vacaciones. En cuanto pude, me acerqué a la parroquia y mi alegría fue grande con el grupo de catequistas, participar en la eucaristía, sentirme escuchada y acogida. María Teresa Cuestionario 1. ¿Qué aporta la oración en la enfermedad? . la oración es relación, diálogo, encuentro . facilita una relación sana con Dios, con los demás, con uno mismo . da fuerzas para seguir luchando por la salud . da luz, alegría, esperanza . da confianza, serenidad y paz, también ante lo inevitable . afianza la comunión con los demás . ayuda a recordar el pasado . ayuda a percibir lo que Dios puede con esta enfermedad . facilita la experiencia de la presencia de Dios 2.¿Cómo promover la dimensión saludable de la oración en la enfermedad? . asumiendo los interrogantes profundos ante el hecho de la oración . superando las dificultades ambientales . aprovechando las oportunidades que tenemos al alcance . facilitando la toma de conciencia de que no sabemos orar . recuperando lo que significa orar, conversar con Dios . relacionando la oración con la escucha de la palabra de Dios . orando a partir de lo que estamos viviendo . orando con los salmos, como las primeras comunidades, en el espíritu de Jesús . evitando la manipulación de Dios . recuperando la oración a solas . recuperando la oración en grupo, en comunidad . recuperando la oración como parte del proceso de evangelización. Oración Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante, Porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco. Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, Caí en tristeza y angustia, Invoqué el nombre del Señor: Señor, salva mi vida. El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; El Señor guarda a los sencillos: Estando yo sin fueras me salvó. Alma mía, recobra mi calma, que el Señor fue bueno contigo; Arrancó mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas, Mis pies de la caída. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré la copa de salvación, Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo. Mucho le cuesta al Señor la muerte de quienes le aman, Señor, yo soy tu siervo, el hijo de tu esclava, tú has roto mis cadenas. Salmo 116 X JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO * 11.2.2002 ORACIÓN Padre, ahora que estoy enfermo, deja que mi corazón te busque y se desahogue en ti. Desciende con tu bondad hasta mis miedos, mis oscuridades y dudas. Llena con tu presencia mis silencios vacíos, dame anchura en el aprieto, aviva con tu Palabra mi esperanza decaída, ayúdame a abandonarme en ti, y a ser agradecido, en todo momento. Padre, ahora que vivo en la adversidad, haz que mis ojos no dejen de mirar a la cruz de tu Hijo, pues en ella, según nos has dicho, encontraré la fuerza de amar más allá de mis límites. Padre, que el Espíritu me lleve a perseverar hasta el final del camino largo de la esperanza. Amén. Jornada Mundial del Enfermo 2002 * Pastoral de la Salud León, 6.5.2002 Iniciamos en esta tarde una nueva Semana Diocesana de Pastoral de la Salud. Un cordial saludo de bienvenida que casi ha de ir acompañado por la petición de perdón que puede surgir al comprobar vuestro entusiasmo y constancia, vuestro seguir año tras año y el poco cariño que os manifiesto en varias y repetidas ocasiones. Veinte años más uno compartiendo gozos y sombras con el deseo de hacer el mundo un poco más humano, la enfermedad una realidad más de la vida que se puede vivir con sentido y el camino hacia la muerte una experiencia de plenitud. Pero aún vamos de camino, recorremos el trayecto entre el aparecer a este mundo y ese suspiro de fe en la eternidad, entre el nacer y el morir. En este recorrido el hombre vive con deseos, deseos y realidades. Una de ellas es la enfermedad en la que el hombre reza y ora. Rezar: (Dirigir a Dios o a personas santas oraciones de contenido religioso); orar (orar es hacer oración a Dios, vocal o mentalmente; rogar, pedir, suplicar. Oración es súplica, deprecación, ruego que se hace a Dios o a los santos; elevación de la mente a Dios para alabarlo o pedirle mercedes.) Vamos a empezar la Semana sintonizando con Dios, reclamando la fuerza del Espíritu. Se escucha Veni Creator y se acerca a la mesa el Velón encendido. Veni creátor Spíritus Veni creátor Spíritus, mentes tuórum vísita, imple supérna grátia, quae tu creásti, péctora. Qui díceris Paráclitus, donum Dei altíssimi, fons vivus, ignis, cáritas et spiritális únctio. Ti septifórmis múnere, dextrae Dei tu dígnitus, tu rite promíssum Patris sermóne ditans gúttura. Accénde lumen sénsibus, infúnde amórem córdibus, infírma nostri córporis virtúte firmans pérpeti. Hostem repéllas lóngius pacémque dones prótinus; ductóre sic te práevio vitémus omne nóxium. Per te sciámus da Patrem noscámus atque Fílium, te utriúsque Spíritum credamus omni témpore. Amen. León, 7.5.2002 Ante la pregunta que nos pueden hacer, o que podemos hacer, ¿por qué tengo que orar?, es posible que cada uno tengamos una respuesta, y que no sería fácil convencer, pero el tiempo va poniendo cada cosa en su sitio. Quizás desde las mismas raíces del ser del hombre surge, como un derecho, su relación con ese ser superior que le trasciende y hacia él, de una u otra forma, dirige sus sentimientos. Al comenzar el trabajo de esta tarde nos hacemos eco del sufrimiento de los que padecen enfermedad física. Captando su desgarrado grito de dolor, hacemos oración con su mismo lamento. ¡Ay de mí, Señor, estoy en la sala de espera, harto ya de tantas pruebas, tratamientos y hospital! ¡Me duele la vida! Estoy agotado de gritar, mi garganta está seca como una teja, se ha escapado el brillo de mis ojos; me empujan hacia el acantilado de la muerte. ¡Dios mío, me ahogo, me estoy hundiendo en un pantano profundo! Espero remedio y no lo hay; busco consuelo y no lo encuentro. ¡Nadie me socorre! ¡Nadie puede aliviar mi pena! ¡Quiero morirme, Señor! ¡Ojalá hoy no hubiera amanecido para mí! ¡Ojalá hubiera cerrado los ojos antes de sentir el primer dolor!; así dormiría ya tranquilo y descansaría en paz. ¡Qué soledad helada! ¡Qué vida tan herida! ¡Qué futuro más hostil! Me han hablado de Ti, Señor, y he acudido a Ti pero te quedas lejos, te escondes en el momento del aprieto. Te haces el sordo, permaneces callado, inmóvil. ¿Es que no tienes sensibilidad? ¿Acaso has olvidado tu bondad? ¿Qué saco con rezarte? ¡Pobre de mí! El corazón se me deshace en el pecho. ¡Ah, Señor, tanto penar, para morirse uno. León,8.5.2002 En más de una ocasión has sentido deseos de hablar con Dios. Ha podido ser en esos momentos de dolor y miedo: ante una mala noticia, la entrada a un quirófano, una situación absurda. ¡Cómo necesitabas gritarle a Dios tu pena y tus miedos!, pero ¿cómo? No resulta fácil encontrar palabras para expresar la vivencia de ciertas realidades. Desde una perspectiva oracional, los salmos nos permiten observar lo que significan la enfermedad y la curación, en ellos está la persona entera con su biografía integra. El salmista ha escuchado la voz del sufrimiento y cuando hubo compuesto el salmo, ofreció a aquellos la palabra adecuada para la expresión de su vivencia. Si ayer leía un lamento en el que aparecía el desgarrado grito de dolor, uniendo algunos salmos, hoy, quería expresar la saludable decisión del enfermo de salir de sí, y vuelto a Dios, contarle sus males en directo y pedirle socorro, pues su viva experiencia de la caducidad pone también al vivo su esperanza. Seguro que tenemos a alguien conocido en esta misma situación. A ellos unimos nuestros sentimientos. Salmo 6 (Súplica durante una enfermedad grave) Señor, no me corrijas con ira, no me castigues con cólera. Misericordia, Señor, que desfallezco, cura, Señor, mis huesos dislocados. Tengo el alma en delirio, y tú, Señor, ¿hasta cuándo? Vuélvete, Señor, liberta mi alma, sálvame, por tu misericordia. porque en el reino de la muerte nadie te invoca, y en el Abismo, ¿quien te alabará? Estoy agotado de gemir: de noche lloro sobre el lecho, riego mi cama con lágrimas. Mis ojos se consumen, irritados, envejecen por tantas contradicciones. Apartaos de mí malvados porque el Señor ha escuchado mis sollozos; el Señor ha escuchado mi súplica, el Señor ha aceptado mi oración. Que la vergüenza abrume a mis enemigos, que avergonzados huyan al momento. León,9.5.2002 Si los Salmos nos enseñar a orar y en ellos podemos encontrar palabras para expresar nuestro estado de ánimo ante Dios, nuestra vida necesita aprender cada día de nuevo a amar y vivir apasionada la mayor historia de amor de todos los tiempos: la historia de amor entre Dios y el hombre. Y en toda esa historia, percibir que Dios es sensible ante nuestro dolor y se acuerda de nosotros. Los enfermos creyentes, que tienen todo el derecho de quejarse, también tienen la suerte de poder confiar en Dios. Nos unimos a ellos para vivir la experiencia del Dios, todo ternura, sensible ante el dolor humano. En este valle de lágrimas, Padre, Tú estás con nosotros, aunque no te vemos, aunque no te oímos, aunque no te sentimos. Tú ves las penas y las fatigas, atiendes los anhelos de los necesitados, nos prestas vida y nos animas. Nuestros pesares anidan en tu corazón: nuestro dolor es tu dolor, nuestra pena tu pena, nuestra debilidad la tuya. ¡Somos entrañables para Ti! aunque todos nos dejen solos, Tú estarás siempre a nuestro lado. Aunque nos olviden los seres más queridos, Tú nunca te olvidarás de nosotros. Padre y Madre nuestro, ¡qué somos para Ti? ¡por qué te interesamos tanto? ¿por qué te interesas tanto por nosotros? León,10.5.2002 En tus manos, Padre, pongo mi vida. El que está ahogado de penas, pero ama, no ve en torno suyo sino amor. Hoy nos unimos a todos esos hermanos dolientes en pena que se dirigen al Dios–Compañero en la enfermedad para decirle: ¡cuánto nos amas! ¡cuánto te amamos! Confío en Ti, Dios mío, te repito sin cansarme: Tú eres mi Padre y mi Madre. Confío en tu fidelidad; a Ti acudo espontáneamente. ¡Qué Bueno eres, eres Bueno con todos! Tu amor no tiene límites. Tú enjugas el dolor de mi frente, colmas el dolor de mi alma, vendas las heridas, consuelas mis penas. Yo siempre confiaré en Ti; aunque se consuman mi espíritu y mi carne siempre me entregaré a Ti. ¡Cuánto te amo! Tú sostienes mis huesos dislocados, Tú eres la salud de mi corazón partido. Padre mío, en tus manos pongo mi vida. Madre mía, en tu corazón reposo mi cabeza. Final León,10.5.2002 Probablemente ya habremos aprendido un poco más sobre la oración, ahora tenemos que ampliar nuestra vivencia oracional. Podemos decidirnos a buscar espacios para el encuentro, lugares para el sosiego y, después, dejarnos amar por ese Dios que se le cae la baba cuando contempla al hombre feliz. Yo en este momento quiero expresar mis más fuertes deseos de gratitud a los que han participado en la Tertulia desde la Enfermedad: Vicen, Mati, Mª Jesús, Susana y Feli, y en las charlas: D. Exiquio, D. Felipe y Roberto. ¡Muchas gracias! Gracias a todos los que con vuestra asistencia habéis hecho posible la Semana y significáis todo un impulso para el futuro. Gracias al Seminario Mayor, por su presencia; a la Frater, son ya muchos años de una presencia continua y cariñosa. Gracias a las pocas Parroquias que han asistido y a los Profesionales, PROSAC y algunos más. El año pasado os decía: El próximo año, la Semana –la veintiuna– será del 29 de Abril al 4 de Mayo, por tanto el día 5 de Mayo es el Día del Enfermo, que tendrá como tema “La Oración en la enfermedad”, si la C.E.E. no piensa otra cosa. Pero la C.E.E. pensó otra cosa. El próximo año no puedo adelantar fechas. Creo que celebraremos ese número 22 en torno a estos domingos de Pascua. Pero lo que si tengo ya seguro, pues en ello se está trabajando desde hace meses y ya hay unas orientaciones, es sobre el tema: El enfermo en la Parroquia y ya tiene su lema: “lo prioritario” Me gustaría terminar esta tarde con una oración, es la oración de la estampa de la Campaña de este año. Padre, ahora que estoy enfermo, deja que mi corazón te busque y se desahogue en ti. Desciende con tu bondad hasta mis miedos, mis oscuridades y dudas. Llena con tu presencia mis silencios vacíos, dame anchura en el aprieto, aviva con tu Palabra mi esperanza decaída, ayúdame a abandonarme en ti, y a ser agradecido, en todo momento. Padre, ahora que vivo en la adversidad, haz que mis ojos no dejen de mirar a la cruz de tu Hijo, pues en ella, según nos has dicho, encontraré la fuerza de amar más allá de mis límites. Padre, que el Espíritu me lleve a perseverar hasta el final del camino largo de la esperanza. Amén. Jornada Mundial del Enfermo 2002 * Pastoral de la Salud Os esperamos a todos mañana, a las 10 en San Isidoro para orar juntos. Introducción Es muy importante crear el clima de oración. Conviene explicar lo que va a ser la celebración en sus diferentes momentos. Se ensayan los cantos. Se ilumina de forma adecuada (casi penumbra en la oración de queja, intercesión y confianza; con mucha luz en la oración de agradecimientos). Se pone música suave de fondo al principio. Y se invita a los participantes a recordar enfermos concretos a los que han acompañado, a ponerse en su situación y en la de tantos enfermos que en esos mismos instantes estarán orando. Música de ambientación: Adagieto de Mahler Sinf. 5 I. Oración de queja 1. LAMENTO DEL ENFERMO FÍSICO Nos hacemos eco del sufrimiento de los que padecen enfermedad física. Captemos su desgarrado grito de dolor y oremos con su mismo lamento compadeciendo con ellos y expresando nuestra propia experiencia. Texto Oracional ¡Ay de mí, Señor, estoy en la sala de espera, harto ya de tantas pruebas, tratamientos y hospital! ¡Me duele la vida! Estoy agotado de gritar, mi garganta está seca como una teja, se ha escapado el brillo de mis ojos; me empujan hacia el acantilado de la muerte. ¡Dios mío, me ahogo, me estoy hundiendo en un pantano profundo! Espero remedio y no lo hay; busco consuelo y no lo encuentro. ¡Nadie me socorre! ¡Nadie puede aliviar mi pena! ¡Quiero morirme, Señor! ¡Ojalá hoy no hubiera amanecido para mí! ¡Ojalá hubiera cerrado los ojos antes de sentir el primer dolor!; así dormiría ya tranquilo y descansaría en paz. ¡Qué soledad helada! ¡Qué vida tan herida! ¡Qué futuro más hostil! Me han hablado de Ti, Señor, y he acudido a Ti pero te quedas lejos, te escondes en el momento del aprieto. Te haces el sordo, permaneces callado, inmóvil. ¿Es que no tienes sensibilidad? ¿Acaso has olvidado tu bondad? ¿Qué saco con rezarte? ¡Pobre de mí! El corazón se me deshace en el pecho. ¡Ah, Señor, tanto penar, para morirse uno. CANTO: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?, ¿por qué me has abandonado? 2. LAMENTO DEL ENFERMO PSÍQUICO Seguimos solidarizándonos con los enfermos a los que sobre todo les duele el alma. Su sordo quejido y su imposible oración pueden en esta (mañana/tarde) ser también los nuestros. Texto Oracional ¡Quién me diera haber podido ser de otra manera! Aquí me tienes, Señor: soy carne de psiquiatra. Estoy cansada de tantas sesiones, he perdido el control de las pastillas: pastillas para dormir, pastillas para despertarme, pastillas para aliviar la angustia. ¿Por qué, Señor, tengo tan mala suerte? ¿Qué es lo que me hace estar tan desquiciada? ¿Qué garra es esa que atenaza mi vida y me ahoga y me paraliza en la relación con los demás? Sufro... y sufro... y sufro. Mi vida es un continuo sufrir. ¡Muchas veces estoy al borde del suicidio! ¡Me quejo amargamente de la vida, Señor! ¡Qué mala suerte! no tengo sosiego, mi corazón como cera se derrite en mis entrañas, tengo el alma en delirio. Estoy agotada de llorar, mis ojos se consumen irritados, voy envejeciendo con tanta contradicción. Señor, te lo tengo que decir: ¡Tú, también, te olvidas de mí, pasas de mis problemas, nunca te enteras! CANTO: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?, ¿por qué me has abandonado? II. Intercesión por los enfermos Música: “Confortad a mi pueblo”. Aria de El Mesías de Haendel. En el Evangelio vemos a las gentes interceder por sus enfermos «Al anochecer, cuando se puso el sol, le fueron llevados todos los enfermos y endemoniados». Mc.1,32 La gente llevaba los enfermos en camillas a donde oían que estaba. Donde llegaba, fueran aldeas, pueblos o cortijos, colocaban a los enfermos en la calle y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que lo tocaban obtenían la salud. [Mc. 6,55-56] «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu que no le deja hablar... Si algo puedes, ten lastima de nosotros y ayúdanos». [Mc. 9,17-22] María y Marta, las hermanas de Lázaro, le enviaron a Jesús un recado: – Señor, tu amigo está enfermo. [Jn. 11,1.3] Llevamos a los enfermos a Jesús y suplicamos por ellos... Peticiones de los participantes CANTO: Señor, escúchanos, Señor, Óyenos. III. Oración de confianza Música: Adoramus te, Domine (de Taize) 1. DIOS ES SENSIBLE ANTE NUESTRO DOLOR Y SE ACUERDA DE NOSOTROS Los enfermos creyentes, que tienen todo el derecho de quejarse, también tienen la suerte de poder confiar en Dios. Junto con ellos vivamos la experiencia del Dios, Padre y Madre, sensible ante el dolor humano. Texto Oracional En este valle de lágrimas, Padre, Tú estás con nosotros, aunque no te vemos, aunque no te oímos, aunque no te sentimos. Tú ves las penas y las fatigas, atiendes los anhelos de los necesitados, nos prestas vida y nos animas. Nuestros pesares anidan en tu corazón: nuestro dolor es tu dolor, nuestra pena tu pena, nuestra debilidad la tuya. ¡Somos entrañables para Ti! aunque todos nos dejen solos, Tú estarás siempre a nuestro lado. Aunque nos olviden los seres más queridos, Tú nunca te olvidarás de nosotros. Padre y Madre nuestro, ¡qué somos para Ti? ¡por qué te interesamos tanto? ¿por qué te interesas tanto por nosotros? Música: Nada te turbe (Taize) 2. LA VIDA APRIETA, PERO NO AHOGA La vida es dura, pero se puede sobrellevar. Dios aprieta, pero no ahoga. Reconozcámoslo ante Dios, empujados por la confianza. Texto Oracional Padre, la enfermedad y su misterio nos nubla la vista y nos confunde. Pero, en esta mañana (tarde) de calma, reconocemos: que Tú en el aprieto nos das holgura, en medio de la aflicción nos ofreces consuelo; tu mano nos saca del abismo. ¡Nunca hemos sido probados por encima de nuestras fuerzas! Tú enciendes la lámpara en la noche, alumbras las angustias de nuestro corazón. Bien podemos decir: Tú eres nuestra luz, Tú nuestra salud verdadera. Padre, mientras vamos sembrando el grano de trigo en la tierra abrigamos en nuestro corazón la esperanza de las espigas. Música: Nada te turbe (Taize) 3. EN TUS MANOS, PADRE, PONGO MI VIDA El que está ahogado de penas, pero ama, no ve en torno suyo sino amor. Al Dios– Compañero en la enfermedad digámosle: ¡cuánto nos amas! ¡cuánto te amamos! Texto Oracional Confío en Ti, Dios mío, te repito sin cansarme: Tú eres mi Padre y mi Madre. Confío en tu fidelidad; a Ti acudo espontáneamente. ¡Qué Bueno eres, eres Bueno con todos! Tu amor no tiene límites. Tú enjugas el dolor de mi frente, colmas el dolor de mi alma, vendas las heridas, consuelas mis penas. Yo siempre confiaré en Ti; aunque se consuman mi espíritu y mi carne siempre me entregaré a Ti. ¡Cuánto te amo! Tú sostienes mis huesos dislocados, Tú eres la salud de mi corazón partido. Padre mío, en tus manos pongo mi vida. Madre mía, en tu corazón reposo mi cabeza. Música: Nada te turbe (Taize) 4. DIOS ES EL DESCANSO Y SOSIEGO DE NUESTRA VIDA En medio de la fatiga, Dios es descanso. Cuando asalta la angustia, Dios es sosiego de nuestra vida. Balanceémonos en sus brazos, como la pequeña embarcación que mueven las olas al amanecer. Texto Oracional Padre, Tú eres el descanso y sosiego de nuestra vida. Tú mantienes serena nuestra mente revuelta; en tus brazos nos podemos acostar, dormir y despertar, porque nos infundes una inmensa paz; nos recuestas en lecho de plumas, nos das sombra con tus alas. Siguiendo tus consejos de Médico descansamos en valles luminosos, bebemos de las fuentes claras, nos bañamos en las acequias de aguas termales y comemos la planta medicinal de la vida. No nos domina el temor, Padre, ni nos paraliza la angustia, ni abrimos la puerta a la desesperación. ¡El manantial de la Salud eres Tú! Padre, cada uno de nosotros va a decir a todos sus hermanos: “Gustad y vez que bueno es el Señor”. ¡Dichoso el que confía en é! ¡Dichoso el que pone en él la esperanza de su corazón! ¡Sabedlo todos: El Señor está cerca de los que necesitan de Salud! Silencio Música: Coro nº 12 de El Mesías de Haendel. Textos: Jesús Burgaleta Encuentro de Oración con y por los Enfermos Música de ambientación: Adagieto de Mahler Sinf. I. Oración de queja 1. LAMENTO DEL ENFERMO FÍSICO CANTO: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?, ¿por qué me has abandonado? 2. LAMENTO DEL ENFERMO PSÍQUICO CANTO: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?, ¿por qué me has abandonado? II. Intercesión por los enfermos Música: “Confortad a mi pueblo”. Aria de El Mesías de Haendel. En el Evangelio llevaban a los enfermos a Jesús y suplicaban por ellos... Lo hacemos nosotros Peticiones de los participantes CANTO: Señor, escúchanos, Señor, Óyenos. III. Oración de confianza Música: Adoramus te, Domine (de Taize) 1. DIOS ES SENSIBLE ANTE NUESTRO DOLOR Y SE ACUERDA DE NOSOTROS Música: Nada te turbe (Taize) 2. LA VIDA APRIETA, PERO NO AHOGA Música: Nada te turbe (Taize) 3. EN TUS MANOS, PADRE, PONGO MI VIDA Música: Nada te turbe (Taize) 4. DIOS ES EL DESCANSO Y SOSIEGO DE NUESTRA VIDA Silencio Música: Coro nº 12 de El Mesías de Haendel. Textos: Jesús Burgaleta XXI SEMANA DIOCESANA DE PASTORAL DE LA SALUD Orar en la Enfermedad “unos por otros” Introducción El día 6 nos acercábamos a la Realidad de la Oración en la enfermedad, sin teorías, sin palabras bonitas o recetas fáciles. Para bien o para mal, esa había sido su vida, o esa es su vida y ahí están unos testimonios que siempre son de agradecer. El día 7, D. Exiquio intentaba dar respuesta, o daba respuesta, a ¿Por qué tengo que orar? desde la antropología, desde el estudio de la realidad humana. Ayer, día 8, D. Felipe nos presentaba cómo “los Salmos nos enseñan a orar”, cantando y contando poéticamente la historia salvífica. Hoy, día 9, “Señor, enséñanos a orar” y yo, Abilio Fernández –Capellán del Hospital de León y Director del Secretariado– me he colocado en el Programa. No penséis que es una campaña de promoción personal. Organizar la Semana me lleva muchas horas y, al final, cuando uno ya no tiene tiempo para más, porque hay que enviar los papeles, toma una decisión. No es fácil buscar personas y seguro que las hay, y muy preparadas, para dar los temas. Temas que hay que decidir antes, seleccionar, dejar unos y escoger otros, y ademas, desde la certeza de equivocarte. Lo que sí intento es que sea gente de León, pues también en León tiene que haber personas preparadas, y esto evita que económicamente se dispare el presupuesto, que todo hay que tenerlo en cuenta. Por tanto, ponerme yo en el programa no me supone, sino más trabajo. Es verdad que todo el verano, preparando la Liturgia de las Jornadas Nacionales de Delegados, que se celebran a finales de Septiembre en Madrid, me lo he pasado leyendo sobre el tema de la Oración, aunque eso ya queda muy lejos y es casi el trabajo de todos los veranos. Y que, como miembro del Equipo Nacional de Pastoral de la Salud, he participado en la Elaboración de los Materiales y de las Orientaciones para la Campaña. Puede que haya pesado más el llevar 18 años de Capellán, donde he rezado por vivos y difuntos, he oído, en el silencio de la noche, los sollozos que desde el hundimiento, cuando han perdido todas las esperanzas, hacían los familiares en la Capilla del Hospital. Y sobre todo, el haber experimentado la cercanía de Dios cuando a los treintaiun años mis ojos se nublaron y a duras penas podía defenderme y, en ocasiones, necesitaba un lazarillo. La experiencia de casi 22 años de Sacerdote y esos 18 de capellán, unidos a mi enfermedad y el haber tenido que oir que soy muy superficial, que no soy un hombre de oración, entre otras muchas cosas, me han llevado a cuestionarme qué es orar hoy. 1. nos encontramos con interrogantes profundos: ¿sirve para algo? ¿es un monólogo en el que no hay respuesta? ¿es un diálogo de sordos? ¿es un aburrido ejercicio de repetición? ¿es una reacción infantil? ¿es expresión de una religión intimista y alienante? ¿es refugio y subterfugio? 2. Junto a los interrogantes, están los desafíos ambientales, propios de las circunstancias en que se desarrolla la vida moderna: os de comunicación 3. Sin embargo, hoy tenemos más oportunidades que en otros tiempos: alista, más relacionada con los problemas de la vida diaria. evangelización. a una actitud más contemplativa (intuitiva y receptiva) He tenido la sensación que en nuestros cristianos –y en sacerdotes también y no pocos– la oración se vive como una obligación, como una imposición, como un deber... y eso se nota y no gusta. A Dios tratamos de manejarlo todos, consciente o inconscientemente. Para no engañarnos, la oración necesita de continua purificación y discernimiento. Para mi, que eso de orar es un derecho, pues como reza un refrán hindú: “los peces nadan, las aves vuelan y el hombre reza”. Creo que D. Exiquio habló de algo de esto, de que el hombre necesita orar. Pero si es duro verlo como una imposición, podéis imaginaros cómo queda uno cuando ante un enfermo grave le dicen: “échele una bendición, haga lo que tenga que hacer, rece lo que tenga que rezar...” O aquellas otras: “¿para qué hemos rezado...?, “ya no vuelvo más a misa”. La verdad es que son miles las expresiones que uno encuentra a diario, y no responden a un estado de ánimo, que también. Creo que ante todo responden a un concepto de Dios y un concepto de ser creatura. ¿Será algo cultural? Por ello me he hecho varios planteamientos –sigo haciéndomelos, aún– y me pregunto, ésto a qué responde. A veces creo que es algo cultural, que hemos nacido en una sociedad marcada por el autoritarismo y el monopolio ideológico del clero, en instituciones típicas de la tradición cristiana de la Contrarreforma. Un sistema que, a pesar de ser rígido y empobrecido nos otorgaba una gran seguridad. Fuimos educados en un sistema cerrado y para un sistema que se suponía que continuaría cerrado. Lo cual, a pesar de que nos quitaba grados de libertad, nos daba un gran sentido de identidad. Podemos referirlo a la oración, pero no debemos olvidar la Confesión, la Eucaristía y en general los Sacramentos. Hemos podido entregar nuestras mejores energías a los grandes ideales. Aprendimos a no calcular, a que la vida tenía un sentido y que la experiencia religiosa fundamentaba la vida, y ahogábamos nuestros deseos, pero a costa de la renuncia a las más elementales necesidades personales. Vino el Vaticano II, la modernidad y la democracia y, en una época en que lo que importa es realizar el proyecto de vida, suponiendo que uno ya aclaró su identidad personal y social en años anteriores, a nosotros nos ha tocado revisarlo todo. El cambio eclesial atacó los sistemas de seguridad y el cambio socio-cultural orientó el deseo hacia bienes mundanos, generosamente ofertados. A raíz de esto cada uno de nosotros debió de comprobar el grado de consistencia o inconsistencia de su identidad. Porque el desafío de estos años ha consistido precisamente en mantener la identidad en un proceso de integración de cambios. Muchos no pudieron permanecer en nuestras instituciones y se fueron. Nuestras Iglesias han quedado más bien vacias y los pocos que uno encuentra son personas mayores. Y probablemente, no hay dolor más grande para cualquier colectividad humana que el hecho de que buena parte de los suyos se vayan, y se vayan precisamente porque ya no pueden vivir con nosotros o, con nosotros, no puedan realizarse. Y los que quedamos por qué quedamos y para qué nos sirve todo esto. Es cierto que decimos: siempre se vio así, y condenamos o enfurecemos. Hoy me coloco aquí para gritar: “Señor, enséñanos a orar”. Jesús, modelo de oración Y me dirijo a Jesús, pues recuerdo que en mis años de infancia y juventud, y quizás en todo tiempo y lugar, me han hablado de Jesús, modelo de oración. Para ello me dirijo a los Evangelios y veo que cuentan cómo sus discípulos le pedían que les enseñase a orar, probablemente porque en alguna ocasión le habrían oído hablar de la oración, de su necesidad y de cómo hacerla o, y mejor, porque le habrían visto orar y le tendrían como modelo. Por eso les surge la petición: "Señor, enséñanos a orar". Jesús ora – “se retiró a un lugar desierto... y allí oraba...”(Mc.1,35) – “Subió a la montaña a orar” (Mc.6,46) – “Tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan y subió al monte a orar” (Lc.9,28) -19) antes de la resurrección de Lázaro (Jn. 11,41-42). ” y así tres veces (Mt. 26,39-44) – Por los otros: “...Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc. 23,34) – Por él mismo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt. 27,46; Sal. 22) – Y orando, entregó su espíritu: “Padre en tus manos entrego mi espíritu” (Lc. 23,46; Sal. 31,6). -4; Mt. 6,9-13) y la plegaria sacerdotal (Jn. 17). Es modelo de oración porque ora y ora frecuentemente. Jesús nos dice cómo se debe orar -14) Fariseo y Publicano. (Lc.11,5-8). -24). Jesús escucha nuestras súplicas Atendió las peticiones de quienes acudían a él: -12) Samaritana (Jn. 4,1-26) -50) -14) -13) -8) -28) -52) Él mismo nos lo ha enseñado (llamad, buscad... Mt.7,7) y garantiza la eficacia, “porque el que pide, recibe; el que busca, halla...” (Mt. 7,8). Y en la carta a los Hebreos (Hb. 14-16) “Tenemos un gran sacerdote, Jesucristo, al que podemos acercarnos para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno auxilio”. Desde una corriente de amistad Ante este panorama de los Evangelios tengo la sensación de que Jesús me presenta a un Dios que es Padre y que ama profundamente al hombre. Que la amistad inspira e impulsa toda la actuación de Jesús y que esa amistad no es sino encarnación del cariño y la amistad de Dios hacia sus criaturas. Este dato me lleva a describir la espiritualidad cristiana en clave de amistad y entender la oración como “trato de amistad” con Dios. Esto me exige ser testigo de la bondad de Dios hoy. Por eso no puedo menos de recordar el Evangelio de Juan (15,15) que dice: “a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he comunicado”, porque estas palabras encierran la clave más iluminadora para entender y vivir la relación con el Dios revelado en Jesucristo. La amistad es una forma de amor que se caracteriza, sobre todo, por la atención afectuosa al amigo, la búsqueda de comunión y la entrega personal a promover el bien de la persona amada. La vida de Jesús está dirigida por su amor y su entrega amistosa: atiende a la persona concreta, con un afecto incluso emocionado hacia las personas: el ciego de nacimiento (Mt. 20,34); la muerte de Lázaro (Jn. 11,33-35); o ante la ciudad de Jerusalén (Lc. 19,41). Una palabra, una situación humana, un sufrimiento y brota en él un afecto lleno de ternura. Jesús busca el bien de las personas y su amistad se torna compasión cuando las personas queridas sufren o se encuentran mal y su amistad significa entrega, donación al otro, porque el amigo sabe dar gratuitamente, regalar su tiempo, su compañía, sus fuerzas, su vida entera. “El Hijo del hombre..., ha venido a servir y a dar su vida en rescate por todos” (Mc. 10,45). “...los amó hasta el extremo” (Jn. 13,1). Este Jesús, profeta amigo, sembrador de amistad, creador de comunión amistosa con sus discípulos, es encarnación del cariño y la amistad de Dios hacia todos. Desde aquí, en Jesucristo, la relación entre Dios y los hombres queda definida y configurada por el amor: nacemos, existimos, vivimos envueltos en la amistad de Dios. “El amor que Dios nos tiene ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm. 5,5). Esto nos lleva a una afirmación rotunda, oída tantas veces que hasta ha sido cantada: “Dios es amor” (1Jn. 4,8) y su realidad más profunda es amar gratuitamente, para que el hombre viva y viva feliz. Lo difícil es que esta afirmación profunda, contrasta con dos mundos de intereses a partir de los cuales muchos entienden la religión: Los intereses de Dios. A Dios le interesa su gloria, que crean en él, que le alaben y que cumplan su voluntad: oración, ritos, deberes religiosos. A Dios le interesa “lo suyo”, trata de poner al hombre a su servicio, y está atento a cómo le responden los hombres: hay premio o castigo. Los intereses de los humanos. Lo que a nosotros realmente nos interesa es vivir, trabajar, divertirnos. Buscando nuestros intereses intentamos poner a Dios de nuestra parte que es para lo que sirve la religión. Pedimos ayuda para que nos salgan bien las cosas, le agradecemos ciertos favores, le ofrecemos sacrificios y hacemos promesas para forzarlo a interesarse por nuestros asuntos. Ante estos dos mundos y la afirmación “Dios es Amor” uno no puede menos de exclamar: ¡Cómo se transforma todo cuando se descubre que Dios es Amor y solo Amor!, un Dios que crea por amor y que busca el bien del hombre, que le interesan la vida, el trabajo, la libertad, la salud, la felicidad de todos y de cada uno de nosotros. Un Dios amigo que no “envía” ni “permite” la desgracia; que está en el enfermo, en el accidentado, pero no en la enfermedad o en el accidente. Delante de un Dios así solo cabe una respuesta, pues la amistad tiende a despertar un dinamismo semejante en la persona amada, será una respuesta amorosa que enraíza al hombre en la verdad ante Dios. Sólo el amor establece la verdadera comunicación con Dios, un amor que es don gratuito de Dios y que hace que la fe sea respuesta al amor y a la amistad de Dios, pues me creo amado por Dios y dispuesto a abandonarme a ese amor. Según H.J.M. Nouwen1 , ser amados "es el origen y la plenitud de la vida del Espíritu", por eso he de vivir experimentando en mi vida ese amor de Dios, sintiéndome amado por Dios, lo cual tiene efectos sanadores. He oído, o más bien, vivo y contemplo cada día, que hoy vivimos inseguros, con miedo, sin autoestima, semi-solos o abandonados, sin amor y que esto enferma la misma vida. Dice J. A. Pagola “yo soy amado no porque sea bueno, santo y sin pecado, sino porque Dios es bueno y me ama de manera incondicional y gratuita en Jesucristo. Me ama tal como soy, me ama antes de que cambie y sea mejor”. La experiencia de este amor de Dios da a la vida del creyente un tono celebrativo y eucarístico, celebra y agradece el amor y la vida y abre su corazón a la amistad con Dios siguiendo el camino del afecto y olvidando el del miedo y el interés que le llevarían a intercambiar y negociar con Dios. A Carlos Martínez le he oído repetir hasta la saciedad, si no se trata más que de una invitación, es decir: “te invito a hacer un camino juntos”. Quizás se trate de eso, de hacer camino juntos para seguir avanzando, y el camino concreto para avanzar es el de la oración que se basa en el encuentro personal con Dios vivido como trato de amistad. Es decir, “no es otra cosa oración mental, sino tratar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama” (Santa Teresa). Yo me pregunto qué pasaría si los cristianos descubriésemos este Dios y nos decidiéramos a vivir esa relación de Amor, disfrutarla, agradecerla, teniendo presente que lo único necesario para ello es dejarse amar. Bueno, es posible que para ello necesitemos también algo de silencio, una presencia mutua, un encuentro recogido con quien sabemos nos ama, un dirigirnos al interior, al corazón, a lo más íntimo del ser, para estar ahí con el amigo, pues este “estar” une, crea comunión, vivifica, hace crecer el amor. Ahí, en esa situación es posible que tenga lugar el “mirar” del lunes, porque en el interior se mira a Dios, se cae en la cuenta de su presencia amorosa, se vuelve uno hacia Él. O en esa mirada, miramos que Dios nos mira, que está vuelto amorosamente hacia nosotros. Y aquí no nos queda más remedio que abrirnos a la vida para amar siempre y de forma permanente, porque la vida entera se convierte en el espacio ancho y concreto para vivir la amistad con Dios. Creo que algo de eso es lo del Domingo pasado –Jesús expresa su deseo de que vivamos guardando sus mandamientos como garantía de plenitud y de vida. No otras normas, no otros mandatos, solo la invitación al amor (Jn. 14,15-21)– y lo del cap. 25 de San Mateo donde Cristo aparece como presente en la persona pequeña y necesitada, invitando al creyente a amar y suscitando en él amor. Lo que se nos pide es vivir en ese amor y despertar en nosotros la capacidad de vivir amando, un amor que nace en nosotros hacia todo ser humano como actitud amistosa hacia toda creatura y que es lo que nos hace vivir en comunión con Dios, Amigo de la creación entera. Una creación que ha de ser inundada de ese amor, y si miramos a nuestro mundo, hoy son muchos los que no conocen una mano amiga, los que no tienen sitio en el corazón de nadie, pues inmersos en la soledad, el aislamiento y la inseguridad, nadie escucha, nadie besa ni acaricia y nadie espera en ninguna parte. Dice H.J.M. Nouwen2 “en el mundo occidental, el sufrimiento que parece ser el más doloroso es el que tiene su origen en la sensación de sentirse rechazado, ignorado, despreciado y dejado a un lado”. Por eso hoy podemos preguntarnos ¿qué puede haber más grande en la vida que “ser amigo” y ofrecer los dones de la amistad: acogida, paz, bondad, paciencia, confianza, perdón, alegría de vivir, delicadeza, esperanza? En nuestro mundo con una profunda crisis religiosa nuestra gran tarea será acoger la amistad de Dios, cantarla y celebrarla en nuestras comunidades, para poder anunciarla y comunicarla incluso a los más olvidados y abandonados, porque es devolver a las personas la seguridad de que son amadas por Dios con un amor inmenso. Los apoyos externos que sostenían la religión de muchos van cayendo. Dios va desapareciendo de las conciencias. Su vacío es sustituido por diferentes formas de idolatría e indiferencia y se extiende la cultura de la ausencia de Dios. Quien vive la experiencia del Amor de Dios, es capaz de mirar con el mismo amor de Dios al mundo –todos serán hermanos y amigos– y descubrir la mediocridad de su propia respuesta, la pobreza de su fe, e incluso, la dosis de increencia que nos habita a todos. ¿Cómo no voy a entender la dificultad que sienten hoy tantos para creer en Dios? ¿Cómo no voy a sentirme emparentado con ellos? Sólo desde una comunión profunda es posible luego el diálogo amistoso, la escucha mutua, el compartir los interrogantes que llevamos todos en el corazón, el mostrar la fe desde la que vive uno, el sugerir el amor de ese Dios amigo que nos acompaña aun sin saberlo nosotros. Enfermedad y oración La enfermedad es una experiencia significativa en la vida del hombre. En propia carne experimentamos la fragilidad, nos sentimos vulnerables, intuimos que podemos morir en una cultura que parece tender a la inmortalidad. Es un momento delicado y crítico, pero vital. Confrontados con nosotros mismos, habitualmente en soledad se nos ofrece una oportunidad para reflexionar sobre nuestra verdad, desenmascarar nuestras mentiras, releer nuestro proceso vital en claves distintas a las que solemos utilizar. Todo el ser despierta con una sensibilidad extrema. Se percibe tan claramente a Dios, el mundo, los otros, tu propio ser y situación que se le plantea como nunca, la alternativa de vivir abierto a toda esa posibilidad de relación o cerrarte en banda. Si uno tiene la suerte de vivir en apertura, y ser creyente, entonces la experiencia de la enfermedad encuentra en la oración un cauce de expresión inestimable. La oración del enfermo tiene la característica común a toda oración. Es siempre relación, diálogo, encuentro, contemplación, experiencia mística, salir de sí, existir en el otro. por lo tanto, es siempre y sólo un acto de amor, de comunión, de entrega. Podrá haber mil modos de vivir y de expresar esta realidad, pero si no hay ese salir de sí para vivir esa relación de amor y entrega desinteresada, no hay oración cristiana. Habrá actos de egoísmo puro y duro, de apropiación de Dios en beneficio propio, de coacción para conseguir un efecto, de exigencia a fin de recibir lo que busco en justo pago a mis méritos. La oración, como actividad de la fe, o se resuelve en amor o está vacía y pervertida. Orar es ponerse honesta y humildemente ante Dios tal como uno es; es reconocer la propia finitud: "no soy Dios", y afirmar la propia esperanza: "pero Dios existe". Si decimos que el sufrimiento es un momento privilegiado para la oración y se establece esa relación, donde hay un diálogo de presencias, un encuentro de historias y esa relación es la dimensión más misteriosa, profunda y duradera de la existencia humana, quizás tenga que dejar claro a qué Dios me dirijo. Probablemente el Dios menos buscado, menos recordado y menos comprendido sea el Dios de la Cruz, pero estoy convencido que la Cruz testimonia al Dios que más nos ama, un Dios que trastorna con su amor, pues es un amor sin límites y sin condiciones. Este Dios de la Cruz, cuando el hombre pasa por estas experiencias dolorosas, permanece como el más fuerte símbolo dela esperanza. Por eso el hombre en su enfermedad se presenta ante Dios con la situación vital por la que está pasando, con toda su pasión: lo que siente, piensa, sufre y espera.. Cuando estás enfermo tu vida es como el cauce de un río desbordado, que arrastra como un juguete en medio de los remolinos y pone de manifiesto el tumulto de tu interior. La enfermedad te rompe el dique, arrasa las riveras, te desborda, te anega. En ella aparece, espontanea y salvaje, desde luego agreste y agria, tu más profunda realidad. Es como si se te hubiera agrietado tu corteza corporal y se te saliera a borbotones, desparramando, inquieto e inquietante, todo tu ser. Por ello, lo que en la salud se puede vivir de un modo sereno, sencillo y equilibrado, en la enfermedad se torna en actividad apasionada y quebradiza. La oración del enfermo camina por cimas y valles hondos, transita luces y oscuridades, cavernas, pasa de la desilusión a la esperanza y del amor al abandono. Esto hace que la enfermedad se de cita a la ve todo el mundo oracional y uno vaya pasando, como hoja zarandeada por el vendaval, de la petición a la alabanza, del desamparo a la comunión, de la paz a la angustia, de la zozobra a la confianza. Todo puede vivirse en un instante, como si se tratara de un concentrado de vida espiritual. Siempre he oído que el Hospital es un reflejo de la sociedad, por tanto al hospital llega lo que hay en la sociedad, es decir, que quien enferma es la misma persona que estaba en su casa, en su trabajo, que paseaba por la calle, que tenía una forma concreta de vivir su espiritualidad, que tenía unas practicas religiosas determinadas; vamos, que lo nuevo es la enfermedad que ha llegado tan de repente, y según haya sido la vida, así se enfrentará a esa nueva situación. Aquí, quizás se pueda llamar la atención de esa famosa queja del enfermo: “¿qué le he hecho yo para merecer esto?”. Esta experiencia no es cristiana. Lo cristiano no es quejarse a Dios o de Dios, sino con Dios; no es lamentarse de Dios, sino en su compañía –Dios no es un muro de lamentaciones, sino quien comparte nuestro pesar–. Lo auténtico es lamentarse con Dios, como quien se queja en la compañía de un ser querido, liberándose de la angustia al compartirla, descansando en quien com-padece con mi mismo dolor. La múltiple vivencia oracional del enfermo 1. Confianza en la soledad del abandono. desde la soledad y el abandono, frágil y necesitado, sin posibilidad de decidir por ti mismo, ni huir..., entre todos estos sentimientos puede correr una tenue brisa de confianza y vivir la experiencia de la presencia, la compañía, la acogida. Se da la mano a la mano que te alargan; se entra en relación con el Dios presente, aunque se viva esa presencia como ausencia. 2. Hacer memoria de la propia vida: alabanza, confesión de fe, perdón. Son tantas las horas de silencio que uno piensa tanto, ¡es tan larga la noche, que cuantos recuerdos del pasado vienen a la mente! Algunos ricos y fecundos, llenos de sentido y plenitud por los que brota la alabanza y la bendición a Dios. Y la presencia de Dios aparece como don y la vida como su epifanía y el enfermo reconoce confiesa y celebra la fe. Y aparece también la cara negativa del fracaso, la culpabilidad. Será ocasión para asumir los propios fallos, aceptarlos sin rechazarse, acogiéndose y reconciliándose con uno mismo. La oración que confiesa el pecado y pide perdón y la experiencia del Dios que perdona y abraza es fundamental para asumir con madurez lo negativo de la vida, acogerse y poder cambiar. 3. Oración de identificación o la contemplación de la Cruz. Se sufre solo y otros muchos sufren solos. Entre todos forman el mundo del dolor, pero todos, solidariamente, se ayudan a identificarse compartiendo ese sufrir en soledad. Hay una oración del enfermo que es la plegaria de identificación y que se vive como identificación con el crucificado o la contemplación del crucifijo. Leer pg. 46. 4. Desear con Dios ser persona también en el dolor. La oración de petición es la palabra más espontánea en la boca del dolor humano. Si es que en la enfermedad ¡se necesitan tantas coas! Leer LH pg. 199 Lo que en esa situación se descubre es que Dios quiere que seamos capaces de seguir construyéndonos como personas. 5. Plegaria de aceptación. Cuando le pides a Dios lo que Él quiere, desembocas inmediatamente en la aceptación de la realidad. La enfermedad no sólo te pone en tu lugar, sino que te revela descarnadamente lo que eres. 6. El clamor de la esperanza. Resignados, pero no vencidos. Reconociendo la realidad, pero sin desoir el grito de la vida en medio de su deterioro. Hay en nosotros un movimiento de rebelión desde la médula de la existencia, un grito desesperado de la vida clamando por la vida saludable, que se expresa, se excita y se mantiene con la plegaria de la esperanza. Se vive, en comunión con Dios, el grito de la carne herida, el clamor del enfermo que pone de relieve la contradicción de la existencia: la salud pide más salud, no enfermedad y la vida pide más vida, no la ruina. Dice Jesús Burgaleta, ¡qué importante es dar cauce y cuerpo al clamor de la vida pidiendo vida restaurada y en plenitud!. 7. Para entregarse. La mezcla de los sentimientos de aceptación y de rebeldía, generan en la experiencia humana un agridulce estado de confianza, que se expresa mediante la oración de entrega. En el proceso oracional del enfermo lo que vence es el amor: amor confiado, entregado, abandonado en Dios, desmayado en sus brazos de tanto caminar y tanto esfuerzo. Reposar, descansar, recobrar aliento, palpitar en comunión, confiar, hasta que llegue el día de “descansar en paz”. 8. Orar en y con la plegaria de los que interceden por mí. Es la plegaria de la solidaridad ofrecida y aceptada. Cuando uno está enfermo se encuentra con un caudal inmenso de preocupaciones, deseos, intenciones, recuerdos, ánimos y fuerzas que vienen de los demás y que lo expresan por medio de la oración: “rezamos por ti”, “¡cuánto hemos rezado por ti!”. Es la oración que consiste en abrirse a la relación y al don que nos ofrecen los demás. En ella recibimos el amor y la comunión, el compartir y la fuerza que nace de la intercesión de los otros y se dirige directamente hacia el enfermo. La preocupación y el deseo en favor del enfermo es un modo de compartir y excitar la fuerza sanante de toda la realidad, que puja por ayudar al enfermo con la parte de un todo. para acabar Reconozco que le he echado cara al asunto, pero desde la superficialidad de mi vida solo puedo decir que nadie podrá arrebatarme la experiencia vivida a la una, las dos, las tres, las cuatro, las cinco, las seis o más de la mañana..., o a cualquier hora del día o de la noche, nadie podrá arrebatarme –decía– la experiencia, de esos momentos en los que entre sueños, descuelgas el teléfono y empiezas a recorrer los pasillos del Hospital sin saber qué vas a encontrar: niño, joven, padre o madre de familia, anciano con familia, o en soledad y que se alejó de este mundo en la más absoluta y absurda soledad, que se enfrentó a la muerte solo. Son cuadros, mosaicos, tragedias humanas, semillas de esperanza, fragmentos de Evangelio, realidades de la Pascua... ¿Yo qué sé? En esos momentos: una oración y una presencia cuando hay familia. Pero una oración y un silencio lleno de interrogantes cuando te encuentras tú y ese alguien de quien no se sabe ni el nombre y que acaba de fallecer. Esto no lo es todo. En cualquier edad de la vida, con todo tipo de interrogantes, y todo genero de enfermedades, desde la mirada al vacio para poner fin a la vida, o el reclamo de la Eutanasia porque aquello es demasiado, hasta “de Dios no me hable ahora porque me insulta”, al morir de muerte súbita uno de sus hijos de cinco meses, han pasado por mi vida. Ha habido muchos silencios y muchos diálogos, algunas lágrimas que pusieron en evidencia mi vulnerabilidad y muchos gestos de cariño agradecido. Ante este panorama uno va fraguando su estilo de vida, la razón más profundas de su ser de sacerdote y hasta es capaz de llevar al papel, en los momentos que siguen, lo vivido y tener como un gran tesoro, un puñado de oraciones que son parte de esa experiencia de fe que da plenitud a mi sacerdocio en el Hospital. Todo ello puede constituir el motivo que me ha llevado a ponerme hoy aquí y hacer una reflexión en torno a “Señor, enséñanos a orar”, y locierto es que he aprendido un poco más de la oración, pues en vuestro cariño he sentido el amor de Dios. Abilio Fernández García León, 9 de mayo de 2002