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REPÚBLICA ARGENTINA
VERSIÓN TAQUIGRÁFICA
CÁMARA DE SENADORES DE LA NACIÓN
REUNIÓN PLENARIA DE LAS COMISIONES DE ASUNTOS
CONSTITUCIONALES Y DE JUSTICIA Y ASUNTOS PENALES
Salón “Arturo Illia” — H. Senado de la Nación
2 de noviembre de 2010
Presidencia del señor senador Fernández
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— En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el Salón Arturo
Illia del H. Senado de la Nación, a las 19 y 40 del martes 2 de
noviembre de 2010.
Sr. Presidente (Fernández). — Buenas tardes.
Conforme fueron emitidas las citaciones al plenario de la Comisión de Asuntos
Constitucionales y Justicia y Asuntos Penales, ponemos a consideración un proyecto en
revisión remitido por la Cámara de Diputados, por el que se propone la reforma del Consejo
de la Magistratura. Para considerar el proyecto, nosotros hemos invitado al doctor Beinusz
Szmukler, ex integrante del Consejo de la Magistratura y autor de un proyecto sobre el
particular; a decanos de facultades de derecho de universidades nacionales; a Eugenio Cozzi,
representante del Colegio de Abogados de la Capital Federal; y al doctor Luis María Bunge
Campos, actual consejero del Consejo de la Magistratura y representante del estamento del
Poder Judicial.
Como vi al doctor Beinusz Szmukler cercano a la Presidencia, lo voy a invitar a pasar
a exponer.
Primero, le agradezco por concurrir a la invitación. Segundo, un afectuoso
recibimiento y un gusto tenerlo por acá. Doctor: sabe de qué se trata, así que el micrófono es
suyo.
Sr. Szmukler. — Agradezco la invitación.
No sé de qué tiempo dispongo, pero intentaré ser breve.
Yo no voy a referirme a la cantidad de proyectos que sé que han presentado algunos
de los senadores que deben estar presentes, sino al que viene con sanción de Diputados, que
me parece que es lo que está en tratamiento.
Quiero aclarar que desde el Observatorio de la Justicia Argentina, nosotros hemos
presentado oportunamente en la Cámara de Diputados un proyecto y también remitido al
Senado nuestra opinión sobre esta media sanción. Consideramos que en términos generales el
proyecto que viene significa un avance en relación a la situación actual, pero me parece que,
en primer lugar, tanto la ley primigenia como la reforma del año 2006, tienen una base de
inconstitucionalidad manifiesta en la composición del Consejo. El artículo 114 establece que
debe haber un equilibrio entre la representación de los poderes políticos surgidos de la
voluntad popular, la representación de los jueces y la representación de los abogados.
La verdad es que nosotros hemos escuchado reiteradamente que equilibrio no significa
igualdad, lo que no hemos escuchado es ninguna explicación seria de por qué equilibrio no
significa igualdad, cuando el símbolo del equilibrio es la balanza. Y en la balanza para que
haya equilibrio, en los dos platillos tiene que haber el mismo peso. Si resulta que uno de los
tres componentes tiene mayor peso que los demás, no hay equilibrio.
Entonces, esta ya es una falencia del original Consejo de veinte miembros —del cual
yo fui parte— y que dio resultado, después de cuatro años de discusión en este Honorable
Congreso, a una representación parlamentaria directa. Yo diría que más que parlamentaria,
una representación partidaria, porque los representantes, tanto de la Cámara de Diputados
como del Senado, se designan de acuerdo la representación que tienen las fuerzas políticas en
el seno de cada uno de estos órganos. Esto en el Consejo originario implicaba un 40 por
ciento, más el representante del Ejecutivo, un 45 por ciento de la representación de lo que
llamaríamos el sector político.
En la actual composición de trece, esto se agravó. Ahora son siete representantes de
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los poderes políticos y seis de los demás. Es decir, seis incluyendo un académico. Esta es otra
cuestión. La verdad es que la reforma transformó el plural de la Constitución, que habla de los
representantes de los sectores académicos y científicos en uno. En la Constitución está en
plural. Hoy la representación es de uno, que es singular.
De todos modos, contra muchas de las opiniones que he escuchado y que los medios
han manejado durante este tiempo, se dijo que el oficialismo tenía en el Consejo de la
Magistratura un poder de decisión. Efectivamente, desde el punto de vista de los números,
tiene. Cuando digo “el oficialismo”, me estoy refiriendo al partido de gobierno. Porque hay
cuatro representantes parlamentarios y con el representante del Poder Ejecutivo suman cinco
integrantes. Y en las dos cuestiones fundamentales, es decir en las dos tareas centrales que
cumple el Consejo relativas a la selección de jueces o a la aplicación de sanciones y a la
promoción del juicio político, se necesitan dos tercios. Por lo tanto con el acuerdo de cinco
sobre trece miembros se puede impedir una designación, una remoción o una tentativa de
remoción. Pero lo cierto es que el funcionamiento real del Consejo ha mostrado que no ha
sido así. Si uno analiza sus votaciones se va a dar cuenta que en realidad en ningún momento
parece haber sido usado ese poder de la manera que se temía y que ha habido acuerdos
transversales, ya que esto tiene que ver con el viejo sistema –que ustedes conocen mejor que
yo– de designación de jueces, sobre la base de acuerdos entre las fuerzas políticas en el
Senado más el agregado de la influencia que podía llegar a tener el gobernador de una
provincia.
De manera que los jueces que teníamos y que, en alguna medida –bastante
importante–, seguimos teniendo responden, de algún modo, en su designación al apoyo o al
acuerdo entre estas dos fuerzas. Por consiguiente, no repetiré aquí lo que ya he dicho en otras
oportunidades, es decir que muchas veces los acuerdos son entre correligionarios y
compañeros para empujar una designación o para evitar una remoción. Este es un dato de la
realidad que no tiene ningún sentido peyorativo. Esto ha generado una situación lamentable
en el Consejo y podría dar múltiples ejemplos de ello, no obstante, no hablo sólo de este
período sino también del anterior –del que yo he sido muy crítico– del que podría contarles
que jueces que merecían haber sido removidos por claro mal desempeño no lo fueron,
simplemente, porque los acuerdos transversales estaban unidos a otra cuestión central de la
que no se habla. Porque el poder real del Consejo no lo tienen los políticos, lo tienen los
jueces. Los jueces, como son inamovibles, tienen un poder que va más allá del número que
tengan. Esta es la realidad. Y el resto de los integrantes –académicos, abogados o políticos–
deben pensar que no conviene estar mal con ese poder corporativo. Y digo corporativo sin
ningún sentido peyorativo, reitero, esta es la realidad.
En general, no soy enemigo de las corporaciones y entiendo que es legítima la
sociedad que uno pueda elegir –esto si se quiere pertenecer a una corporación– ahora bien, las
corporaciones tienen reglas y los primeros interesados en que se respeten son los miembros de
la corporación. Pero esto no sucede en la corporación de los jueces, ya que por lo general
ellos tienden a tratar de salvar al colega que se encuentra en una situación que merecería ser
sancionada.
Digo esto para ubicarnos un poco en la realidad y creo que, en este sentido, el
proyecto que ya tiene sanción de Diputados significa un avance porque mejora, aliviana, el
desequilibrio, si bien no lo elimina totalmente, no obstante, establece una situación de
desequilibrio menor en relación con la ley vigente y con la anterior. Por consiguiente, en ese
sentido, me parece que merece apoyo.
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Sin embargo, hay otra cuestión que me parece importante: el tema del presidente de la
Corte Suprema de Justicia, o de un miembro de ésta, sobre si debe presidir el Consejo o estar
en él. En primer lugar, la Constitución en su artículo 114 habla de la representación de jueces
de todas las instancias. La Corte se ha cansado de expresar y afirmar que no es una instancia y
desde Maduri para acá, es sabido que el Congreso no puede alterar las funciones que la
Constitución establece para el Poder Judicial, para la Corte Suprema.
En este sentido, La Corte no se quejó cuando fue excluida por la reforma del 2006 del
Consejo y no se quejo porque entiendo que debe tener conciencia de que no le corresponde
estar en él. Además, la experiencia ha sido negativa durante los ocho años que fue presidida
por el presidente de la Corte Suprema y la razón es muy simple, los jueces –integrantes del
Alto Tribunal– no pueden dedicarse a todas las cuestiones administrativas que implican el
ejercicio de la presidencia del Consejo de la Magistratura. Lo único que provocaban eran
demoras en que las resoluciones adquirieran vigencia. Muchas veces, en algunos casos, han
pasado meses sin la presencia del presidente en las sesiones plenarias del Consejo. Por lo
tanto, entiendo que el Senado de la Nación debería considerar la modificación de este tema en
la iniciativa.
Asimismo, hay distintas opiniones que incluya al presidente. Hay distintas opiniones
sobre esto. Hay quienes sostienen que se debería integrar a un ministro a la Corte en las
mismas condiciones que se encuentran los demás jueces. Entiendo que esto no se corresponde
ni en el más mínimo sentido con la realidad. ¿Podemos pensar que un ministro de la Corte, si
no es el presidente, se va a integrar a un órgano en un plano de igualdad con los demás
jueces? Además, ¿los otros jueces integrantes del Tribunal se van a enfrentar en el Consejo?
Entiendo que esto es un poco de ciencia ficción.
La Corte Suprema argentina viene sosteniendo que necesitaría tener las características
de la Corte de Estados Unidos, que trata pocos casos en el año, a fin de trabajar bien con cada
uno de ellos, por lo tanto, me parece que lo mejor es que la Corte no participe en el Consejo.
En segundo término, desearía tratar la cuestión relativa a la administración de los
recursos del Poder Judicial, es decir, la administración. Entiendo que esta discusión ofrece
una oportunidad para que se defina claramente lo que está en la Constitución –que ha sido un
motivo de disputa permanente con la Corte desde que se creó el Consejo de la Magistratura–
relativo a la administración y al manejo del presupuesto. La Constitución es muy clara y
establece que la administración del presupuesto la tiene el Consejo de la Magistratura y la
Corte tiene su propio presupuesto y su propio personal. En consecuencia ese tema tiene que
estar delimitado en forma clara; no hace falta que el Consejo se reúna y luego le pase a la
Corte su proyecto de presupuesto para que ésta lo unifique. El Consejo de la Magistratura
puede mandar directamente su presupuesto general al Poder Judicial como también puede
hacerlo la Corte Suprema de la Nación. No creo que esto altere para nada el funcionamiento
de los mecanismos presupuestarios.
Por otro lado, hay otro tema que me resulta penoso plantearlo en este ámbito, pero
nosotros sostenemos que sería mejor que la representación parlamentaria se realizara con
representantes y no con legisladores. Porque, en definitiva, los legisladores son elegidos por
el pueblo para legislar no para ser consejeros de la Magistratura. Entonces, me parece que la
Constitución establece la representación y eso no significa que deban desempeñar el cargo los
legisladores. Hay un motivo que es muy simple: el día tiene 24 horas y a ese número hay que
descontarle las horas de descanso. De ello resulta evidente que el tiempo que le tiene que
dedicar un legislador al Consejo de la Magistratura se lo quita a su labor legislativa. Además,
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en el funcionamiento del Consejo se generan una cantidad de problemas. Si ustedes observan
su funcionamiento, el trabajo de las comisiones se realiza siempre en un solo día, porque
están adecuadas a las posibilidades que tienen los legisladores de estar dedicándose
mínimamente a esta labor. En este sentido, deseo rescatar mi experiencia personal durante el
período que lo presidí. La mayoría de los legisladores hacían esfuerzos realmente denodados
para cumplir con sus funciones en este organismo, pero es evidente que ese tiempo era
quitado a su función legislativa. Entonces, me parece que este es un tema que amerita verse.
La otra cuestión que me parece importante, es el período durante el cual una acusación
debe tramitarse, porque en esto el proyecto avanzó en una limitación en el tiempo. Es decir
que no puede ser que cuando hay una denuncia contra un juez eso lleve tiempos infernales.
Hay expedientes que demoran años. Ahora se ha mejorado un poco. El año pasado hubo una
especie de corrida y el Consejo sacó una cantidad de expedientes, pero la verdad es que había
expedientes que tenían tres o cuatro años ahí enterrados. Con esto quiero decir que, si ustedes
verifican quiénes tenían la instrucción en cada uno de esos casos, se van a encontrar con
sorpresas de que en algunos casos los expedientes que dormían eran de jueces. Es decir, la
instrucción la tenía alguno de los miembros de los jueces.
Todos sabemos que un expediente que duerme puede tener dos posibilidades para
dormir. Una porque mientras duerme es un instrumento de presión y la otra es que por ahí
conviene hacerlo dormir, porque no conviene que se trate porque puede llegar a dar la
remoción. Ninguna de las dos situaciones es buena ni para los jueces, que están afectados por
eso, porque un juez que está con un expediente allí está comprimido, no tiene la misma
libertad, etcétera. Además es malo para la sociedad, porque a ninguno de nosotros como
ciudadano nos gustaría que nuestra causa la tenga un juez que está cuestionado por mal
desempeño.
De manera que me parece que esa es una cuestión que amerita reducir los tiempos
inclusive. Nosotros hemos planteado en nuestro proyecto, no un año, sino seis meses, que
pueden ser prorrogados por el plenario del Consejo si hay una justificación. Y hemos
planteado que todos los meses, cada consejero que tiene la instrucción, tiene que rendir un
informe en la Comisión sobre el avance que tiene la instrucción y que si no hay movimiento
durante tres meses en un expediente, pierda la competencia el consejero instructor y pase a
otro consejero. Inclusive puede ser considerado como una causal de mal desempeño. Porque
esto me parece importantísimo para terminar con las cosas que ponen en sospecha un órgano
que todavía está en un período que necesita afianzarse, sobre todo en la consideración
pública. Yo diría que estas son cuestiones centrales.
Otra cuestión es que hay que terminar con la diferencia que hay en materia de
selección con las ventajas que tienen los candidatos que provienen del Poder Judicial. No
puede ser que un candidato que viene del Poder Judicial, ya sea un secretario, un juez de
primera instancia que quiere ser juez de segunda, etcétera, tenga privilegios en razón a los
abogados de la matrícula. Y esto no tiene nada que ver con un espíritu corporativo. Yo soy
abogado, pero nada más lejos de mi espíritu que defender intereses corporativos. Pero
entendamos los intereses que tienen los abogados, porque es un sector de la sociedad
atravesado por diferencias políticas, ideológicas, etcétera, como otros sectores de la sociedad.
¿Qué tienen en común los abogados? Los honorarios y las incumbencias. Ninguna de las dos
cosas son materia del Consejo. Además, la experiencia propia: nosotros éramos cuatro
consejeros abogados y si revisamos cómo votábamos, la mayor parte de las veces votábamos
de modo diferente entre nosotros. No había acuerdos en ese sentido. Pero sí creo que hay una
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cuestión muy importante: el abogado decide cotidianamente y en todo momento toma
decisiones de cómo va a enfocar una defensa, una querella, etcétera. Tiene que tomar la
decisión de cómo lo va a enfocar. Un secretario, por muy capaz que sea —y conozco un
montón de secretarios que tienen todos los méritos, etcétera—, no toma las decisiones, salvo
que el juez delegue en el secretario la toma de las decisiones. Pero en principio, al menos
teóricamente, un secretario no toma decisiones. Entonces, no puede ser que el puntaje que
tiene como antecedentes sea mayor que el de un abogado de la matrícula. Y esta cosa a mí me
parece que es importante que esté en la ley y no libradas sólo al reglamento.
En fin, hay un montón de otros factores. Creo que en los concursos hay cuestiones de
detalle que tienen su significación. Por ejemplo que los jurados no sean de la misma
jurisdicción del Tribunal en el que se está concursando. Yo no tengo la idea de que podamos
tener una ley perfecta. Por mucho que tratemos, perfecto no va a ser; pero por lo menos crear
las mejores condiciones para que efectivamente tengamos un juez que responda a un perfil,
que está establecido en la Constitución, en la ley, que quizás hay que ampliarlo en este
proyecto que tiene sanción de Diputados y que está bastante bien perfilado. Es decir, un juez
independiente. Independiente del poder político, pero también del poder económico y de otros
poderes que hay en la sociedad. Independiente no quiere decir que sea indiferente, imparcial,
pero que tenga una aprobada vocación democrática que no puede surgir sólo de lo que nos
diga cuando viene a la entrevista. Porque esto es como en los exámenes de la Facultad. En
general, uno estudia cómo piensa el profesor y trata de agradarle cuando va a dar el examen.
Entonces, debe haber un análisis real de su conducta, de su vida, para ver si efectivamente esa
vocación democrática, esa consustanciación con los derechos y garantías que están
establecidos en la Constitución Nacional, en los pactos internacionales que se incorporaron en
el artículo 75, inciso 22, que son parámetros; y que tiene que conocer además la realidad
política, económica, social del ámbito en que está actuando para tener en cuenta cuál es el
efecto de las decisiones que va a tomar. Tiene que tener sensibilidad social.
De manera que para tener ese juez, creo que tenemos que perfeccionar, por un lado,
los mecanismos y, por el otro, una clara disposición a que los consejeros, de todos los
estamentos que integran el Consejo de la Magistratura, cumplan realmente con su función.
Quedo a disposición de ustedes para cualquier pregunta.
Sr. Presidente. — Doctor: le tengo un gran respeto y he visto cómo funcionaba el Consejo de
la Magistratura con anterioridad, y actualmente formo parte de él. Algunas cosas comparto.
Yo lo veía asentir al senador Sanz, porque lo hemos debatido, respecto a la difícil tarea que
tiene el legislador de cumplir con los dos roles, la falta a veces de tiempo.
Ahora bien, hay algunas cosas que me gustaría preguntarle, porque usted me habló
bien del proyecto y para mí el proyecto es horrible. Entonces, me gustaría preguntarle un par
de cosas. La primera pregunta que quiero hacerle es cómo ve usted que los representantes del
Consejo de la Magistratura no necesariamente deban ser abogados. Porque esto me parece
más a mí un proyecto armado para armar una fuerte participación política horizontal que
pensando en el funcionamiento del Consejo. Yo no visualizo bien la idea, y no por ser
abogado amerite ninguna condición especial, pero la verdad que me parece que es un
requisito indispensable para analizar conductas en el ámbito de la administración de
cuestiones vinculadas justamente con la Justicia.
La segunda pregunta, cómo ve usted el tema de la Auditoría General de la Nación,
cuando en realidad la AGN está perfilada por rango constitucional al Poder Ejecutivo,
órganos descentralizados. Y el Consejo de la Magistratura, si uno lo tuviera que ubicar, lo
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debe hacer dentro del Poder Judicial. Digo esto independientemente de los convenios que se
hayan realizado con la Auditoría General de la Nación para efectuar algún tipo de tarea.
Y, por último, nosotros compartimos, yo particularmente comparto, la idea que usted
arroja respecto a los sistemas de selección. Nosotros hemos pretendido impulsar y, pese a que
tenemos mayoría absoluta y hacemos lo que podemos, no hemos podido ni siquiera modificar
el sistema de puntaje. Yo comparto con usted que es mucho más importante que un juez tenga
el juzgado al día que la cantidad de cursos que haya tomado a lo largo de su carrera. Pero
como estos temas no están dentro del proyecto, hay tres cuestiones que me parecen raras.
En primer lugar, el proyecto es un avance, pero tiene la Corte; en segundo término, es
un avance pero establece la falta de requisito de la condición de ser abogado; y, finalmente,
con respecto al tema de la participación de la Auditoría General de la Nación por ley dentro
de un poder, creo que estamos forzando de alguna manera el destino específico que le dio la
Constitución a la Auditoría General.
Sr. Cimadevilla. –– Antes de que conteste el invitado, quiero hacer un comentario con
respecto a lo que acaba de preguntar el senador. Yo represento a la provincia del Chubut, y la
composición del Consejo de la Magistratura está en la Constitución, y, contrariamente a lo
que sostiene el senador Fernández, nosotros tenemos consejeros populares. Como experiencia
esto ha sido muy bueno; a veces, uno se sorprende porque los más criteriosos en la
designación de los jueces han sido, precisamente, quienes no eran abogados. El sistema
corporativo tiene muchos más riesgos que la posibilidad de animarnos a darle participación a
la gente.
No sé si conoce la experiencia, pero quería decirle que tengo un criterio distinto. La
experiencia que tenemos nos demostró que quienes no son abogados precisamente son
quienes tienen más cordura a la hora de designar a los jueces.
Sr. Szmukler. –– Quiero decirle que estoy totalmente de acuerdo con que deberíamos tener
un consejo con representación de los sectores populares. Lo que pasa es que tenemos un
límite, que es el que establece la Constitución. Es decir, si la Constitución establece la
representación de los abogados y de los jueces, hay dos vías por las cuales puede haber
participación de no abogados, y esto me parece que sería muy sano. Una es la representación
parlamentaria. De hecho, creo que el argumento más sencillo para demostrar ––lejos de ser un
inconveniente, en todo caso es una ventaja que tenga una representación de gente normal
(Risas) –– es que los legisladores no son necesariamente abogados; sin embargo, hacen las
leyes que nos afectan a todos. Los legisladores son trabajadores, médicos, ingenieros,
profesores, etcétera.
Entonces, repito, hay dos vías que pueden usarse sin afectar la Constitución: una es la
representación académica y científica, donde pueden entrar perfectamente los abogados; la
otra es la representación parlamentaria si el Parlamento en lugar de designar abogados, optara
por destinar diputados y senadores que no fueran abogados, porque eso la Constitución no lo
establece.
Al margen, me parece que la experiencia de Chubut es muy buena porque todo lo que
acerque la Justicia a la gente, a la sociedad, es muy útil. Además, si los abogados necesitan
un asesoramiento ––el consejero–– en cualquier tema jurídico, cuenta con un equipo de
asesores que irán a ver al abogado y le darán la parte técnica. Esto, en primer lugar
En segundo término, con respecto al tema de la auditoría, verdaderamente es que es un
tema polémico. Creo sí que hay que cumplir con el convenio que está firmado por la
Auditoría General de la Nación para que audite al consejo, pero es por un convenio que puede
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estar o no en la ley. La verdad es que no le veo grandes problemas; de todas maneras, puede
ser polémico porque se pueden sostener válidamente las dos posiciones. Nosotros pensamos
que el representante del Ejecutivo no debe tener voto en la designación del magistrado y ––si
es posible–– tampoco en la remoción; precisamente por el tema de la división de poderes, me
parece que no conviene. De la misma manera, pensamos que, en realidad, los senadores no
deberían votar en la designación de la terna porque después vienen al Senado y votan otra
vez, y hasta se pueden dar contradicciones.
No sé si esto responde su pregunta, señor presidente. Me parece que había una tercera
que no recuerdo en este momento.
Sr. Fernández. –– Yo le pregunté por uno de los requisitos que no avanzó, respecto de
cumplir con los requisitos para ser juez de la Corte. La segunda pregunta estaba relacionada
con la AGN y el tercer tema usted lo desarrolló.
Por mi parte, no tengo más preguntas, simplemente quiero manifestarle que sería
bueno decir que en la nueva composición del Consejo de la Magistratura el rechazo in límine
de denuncias ha terminado con esa caja de Pandora que antes había. Creo que el Consejo de la
Magistratura de la actualidad respecto al otro consejo de la magistratura ha generado algunos
procesos importantes. Obviamente, estamos a mitad de camino, este es un proceso nuevo.
Pero, reitero, si partimos de la base de que este proyecto incorpora la Corte adentro, partimos
de la base de que no mejora el sistema de selección, partimos de la base de que efectivamente
algunos de los inconvenientes que actualmente tiene el Consejo de la Magistratura y que no
pudo resolver, pese a la composición multiforme que tiene, y que, a su vez, este proyecto no
lo viene resolver, la verdad es que no comparto su postura respecto de que este sea un buen
proyecto. Creo que…
Sr. Szmukler. –– Yo dije que era una avance, senador. Dije que era un avance, no comparto
la idea de que no mejora el proceso de selección; en alguna medida, sí lo mejora. Por
ejemplo, creemos que la selección debería… Es más, creemos que es inconstitucional el
puntaje que se establece por lo que se denomina trayectoria. Actualmente, tenemos cien
puntos por antecedentes y cien puntos por la oposición. Eso no ha cambiado, la última
reforma le ha dado más puntaje a la oposición porque se ha dividido también en la audiencia
personal y eso es importante.
Pero, el problema es que la denominada trayectoria no tiene nada que ver con ninguna
trayectoria, con lo único que tiene que ver es con el tiempo en que uno tiene el título.
Entonces, de los cien puntos le adjudican 30 a eso, pero no quiere decir nada: estar calentando
una silla, tener más edad o más años no indica mayor capacidad, no indica mejores
condiciones y es una traba para los jóvenes. Yo he visto excelentes candidatos para jueces que
son superados por ese puntaje, que además tiene otra cuestión que es absolutamente absurda
porque la ley establece que para ser juez de la Nación hacen falta seis años de abogado, y
ocho años para ser camarista. Entonces, el hecho de que yo tenga quince, veinte, treinta o
cincuenta años de antigüedad no tiene nada que ver con eso. Creo que hay aspectos que
debemos ir mejorando en la práctica.
Con respecto al tema de la duración de los concursos, que también es un tema muy
vapuleado, es cierto que hay concursos que se prolongan demasiado, pero tampoco se puede
pensar que un concurso puede hacerse en treinta días. Se trata de elegir jueces y hay pasos
indispensables que hay que cumplir. La ley establece un plazo, la ley actual, la ley anterior,
que es un plazo de noventa días desde que se tomó la prueba de oposición. Ese plazo no se
genera normalmente, no se cumple; esta es la verdad. Nada justifica que no se cumpla. La otra
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cuestión que plantea el senador Fernández es el tema de que se habría mejorado con el
rechazo in límine; tengo mis dudas al respecto. La verdad es que en el Consejo en el que
estuve prácticamente no existían denuncias in límine. Es decir que toda denuncia que entraba,
se sorteaba e iba a un consejero, quien lo analizaba. Después de un estudio, lógicamente,
podía proponer el rechazo.
Yo creo que todo habitante que hace una denuncia merece que se analice. Y el juez
merece que el Consejo de la Magistratura se defina sobre si ha incurrido o no en el mal
desempeño del que se lo acusa.
Quiero decir que no me han quedado, como consejero, ningún expediente pendiente.
Y se puede resolver rápidamente si hay voluntad de trabajo, para lo que es necesario que
todos los consejeros se dediquen full time a esa función.
Sr. Presidente. — Muy bien, doctor. Ha sido más que claro.
Sr. Szmukler. — Gracias a ustedes.
Sr. Presidente. — Estaban invitados también decanos de facultades de Derecho de
universidades nacionales, que hasta el momento no han concurrido, así que tiene la palabra el
doctor Luis María Bunge Campos.
Sr. Bunge Campos. — Para mí es un honor estar en el Senado, por lo que agradezco la
invitación. Pertenezco a una generación que votó por primera vez a los 25 años, así que es
casi una situación ideal estar en este ámbito. La última vez que estuve acá fue cuando me
dieron acuerdo, porque era fiscal y concursé para ser camarista. Conozco la historia del
concurso desde todas las partes, dado que fui concursante, jurado y consejero.
Antes de hablar del proyecto, quería hacer memoria de por qué existe el Consejo de la
Magistratura. Recordemos la situación de los ’90, cuando un ministro de Justicia renunció
diciendo que se estaban designando esperpentos en la Cámara de Casación o cuando una
jueza civil había contratado a un abogado para que redactara la sentencia, porque no sabía. A
ambos les dieron acuerdo.
A partir de ahí se generó un descontento en la forma de designación de los
magistrados, estableciéndose el actual sistema. Para que quede muy claro, aclaro que el
Consejo de la Magistratura no designa nada, dado que nuestro sistema es mixto: selección
técnica por parte del Consejo de la Magistratura, que garantiza un piso de idoneidad, y
designación política, donde de la terna que se envía, el Poder Ejecutivo elige y el Senado
decide darle acuerdo o no. La participación popular en esta designación está garantizada por
este órgano, que es necesario.
El problema del diseño institucional tiene que ver con esto. Nosotros diseñamos una
casa. Yo escuchaba al doctor Szmukler, y es cierto que cuando uno ve que hay un sector con
mayor predominio sobre otro, no es equilibrado porque pesa más. Ahora bien, podemos
diseñar una casa y decir que no está mal que no tenga escalera de incendio porque nunca se
incendió o decir que no está mal que un grupo no tenga poder de veto porque nunca lo usó.
Tenemos que diseñar la casa para que funcione bien. No podemos darle a un sector
preeminencia sobre otro, porque entonces, haya incendio o no, esto puede suceder. El diseño
institucional no es para hoy, sino para generaciones.
Hay un poema que quiero mucho, de Arturo Capdevila, que dice “Estamos sembrando
para los dioses inmortales”. No sabemos si ese árbol nos dará sombra a nosotros, a nuestros
hijos o nietos, pero estamos haciendo un árbol. Así nació en 1994 el Consejo de la
Magistratura. Y cuando habló de equilibrio en el diseño, habló de eso: que ninguno de los
cuerpos que integran —son tres, agregando a personas del ámbito académico y científico—
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tengan preeminencia sobre los otros. Hoy los representantes del sector político pesan tres
veces más que los abogados y dos veces más que los jueces. Esta es la realidad del diseño
actual del Consejo: hay seis legisladores, tres jueces y dos abogados.
El proyecto que viene de la Cámara de Diputados no modifica esta situación porque,
sacando al juez de la Corte, los diputados son tres, los senadores son tres, los abogados son
cuatro —mejoran su situación— y los jueces seguimos pesando la mitad. Los académicos
pasan a tener el mismo equilibrio de los jueces. Y si uno se fija, los legisladores son seis
sobre dieciocho, es decir, una tercera parte. Si le agregamos al representante del Poder
Ejecutivo, el sector político tiene poder de veto.
El equilibrio es que ningún sector puede imponer per se formar la voluntad del cuerpo
—lo que sucede actualmente, con siete sobre trece— ni que pueda tener un poder de veto y
pueda impedir el avance de alguna cuestión. Es decir que se requiera, por lo menos, el
acuerdo de dos sectores para llevar adelante una determinada cuestión. Hablo de una mayoría
simple, y no de mayorías calificadas. Esto es lo primero que hay que aclarar.
También creo que tenemos que diseñar claramente los cuatro aspectos sobre los cuales
existe el Consejo, que son la selección de magistrados, la acusación por mal desempeño, la
aplicación de sanciones administrativas y la administración. Lo que no está claro todavía,
porque no nos hemos puesto de acuerdo y genera la mayor cantidad de conflictos, es la
administración. Tal vez lo más importante del diseño sea decir qué pasa con la
administración, y que los legisladores decidan quién administrará, poniéndonos de acuerdo en
este punto, que es simple; no podemos discutir a quién le corresponde cambiar una bombita
en un juzgado.
No estoy de acuerdo con muchas cosas de las que dijo el doctor Szmukler, alguna de
las cuales contestaré. Él planteó que los jueces tenemos el privilegio de la inamovilidad, pero
también se da que a los jueces —por ejemplo, en mi caso—, por nuestra actuación como
consejero, nos pueden pedir el juicio político. Sucedió con dos jueces, a quienes se les pidió
el juicio político, no como jueces, sino por sus actuaciones en el Jurado de Enjuiciamiento.
Esto es lo que sucede en la realidad cotidiana del trabajo diario.
Con respecto a los acuerdos políticos que existen, recuerdo siempre como paradigma
mi concurso, que fue particularmente extraño. Yo di examen para camarista el 11 de
diciembre de 2001, cuando el presidente de la Nación era Fernando de la Rúa. Cuando tuve
mis entrevistas, el presidente era Eduardo Duhalde. Y cuando elevaron la terna, el presidente
era Néstor Kirchner. Realmente, fue un concurso interesante y extraño, desde ese punto de
vista.
Coincido entonces con el doctor Szmukler en que no hay equilibrio en la composición.
No creo que sea el órgano técnico de selección, el dedicado a sancionar disciplinariamente a
los magistrados, administrar los bienes y el designado a acusar a los magistrados, el que
necesite representación popular, porque para eso está el Senado, que tiene participación
esencial en la designación de magistrados. Tal vez este sea un punto importante a tener en
cuenta.
No estoy de acuerdo tampoco en la presencia de organismos asesores, porque me
parece que se burocratiza el órgano. Yo seré franco: soy juez, y la política no me ha sido
extraña. Como decía Carrara, la política y la justicia no nacieron hermanas. Pero vi cómo se
demoró el proyecto de los 20 miembros, que no era muy feliz que digamos, y cómo se
reformó con la ley actual, que es tal vez peor.
Pero sobre todo critico que se haya reformado tan rápidamente. Diez años en la vida
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de la institución no es nada.
Cuando se hizo el proyecto anterior el doctor Szmukler dijo algo clave: la
representación política se veía reemplazada por la partidaria. El proyecto se hizo
“poroteando” claramente. Ese es un error que no hay que volver a cometer. No se puede
hacer. Es una institución de la República y debe durar para nuestros nietos y nuestros
bisnietos; para que todos estemos mejor; para que los malos jueces sean acusados; para que
los buenos estén tranquilos y para que se seleccionen a los mejores, porque serán los que
vayan a juzgar a nuestros hijos o a nosotros. Creo que esto es lo más importante.
Nosotros hemos presentado un proyecto en el cual no hay representante del Ejecutivo.
Nos parece que no debe tener presencia en el Consejo. No está en la Constitución.
Durante los dos primeros años como consejero trabajé de juez también. Cuando me
designaron presidente del Consejo pedí licencia como juez y a partir de ahí me dediqué full
time al Consejo. No se puede. Los legisladores hacen esfuerzos sobrehumanos. El año pasado
tuvimos cuatro legisladores candidatos, las dos terceras partes. Y esto se siente en el trabajo
cotidiano.
Es necesario que el consejero sea full time. Además, esto puede permitir lo más
importante –para mí-, que es que el Consejo sea un órgano técnico donde la discusión sea
técnica y debatamos, por ejemplo, si vamos a dar 37 puntos y medio por especialidad a un
candidato, lo cual no es una discusión política, o si tal atraso es imputable a un magistrado o
no y si corresponde una sanción disciplinaria, lo cual tampoco es una discusión política.
Porque cuando se mete la política se complica todo.
Y la discusión política debe tener el ámbito correspondiente, que es este. En los
últimos tres años si hay algo que ha ganado la vida institucional de nuestro país es el
protagonismo del Parlamento como espacio para la discusión política. Creo que ha sido algo
muy positivo y que nos hace bien a todos. Defendámoslo.
Me crié leyendo los discursos de los grandes parlamentarios que me daba mi mamá
cuando era chico. Recordemos que este es el ámbito. Tenemos grandes parlamentarios.
Ahora quiero decir algo sobre las desestimaciones in límine. El año pasado se hizo una
reforma al Reglamento, que me fue sugerida en gran medida por el senador Sanz, quien está
presente, y fue muy positiva para el funcionamiento del Consejo. Esto quiero decirlo, además,
por estricta justicia por la presencia del senador Sanz.
Si miramos las ternas que se han elevado, por lo menos en estos últimos cuatro años,
el porcentaje de abogados que vienen de la profesión es exactamente parejo con el de
abogados que se presentan en concursos.
Puedo mencionar algunos. Por ejemplo, Díaz, quien ha encabezado las últimas ocho
ternas, López herrera o Rebak, quien fue designado juez en Villa María. Todos vienen de la
profesión. Yo también la ejercí. Y los tres representantes de los jueces venimos de la
profesión. Nunca fui empleado de Tribunales ni secretario.
Sr. Presidente. – Obviamente hay un aspecto sobre el que hicieron hincapié el doctor
Szmukler y ahora usted, doctor, que es poner en la representación política a los sectores de la
oposición y del oficialismo formando una especie de mayoría con decisión. Quiero decir que
el único estamento en el cual participa la sociedad es en la representación de los
parlamentarios y del Poder Ejecutivo. El resto son corporativos que eligen los representantes
de las corporaciones para funcionar en estamentos multiformes como este, donde la sociedad
debe tener participación. Creo que la participación de la sociedad se da a través de los
representantes parlamentarios y del Poder Ejecutivo.
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Podemos discutir si efectivamente la representación parlamentaria, como dijo
Szmukler, debiera hacerse en cabeza de los senadores o a través de los representantes. Pero
no creo que un poder del Estado, como el Judicial, deba estar ausente en la sociedad. Y
mucho menos creo que puedan ser ustedes jueces y partes de un procedimiento donde, en
definitiva, la sociedad tiene que participar y permanecer.
Quiero decir, además, que a raíz de que los parlamentarios participan del Consejo de
la Magistratura nosotros hemos presentado un proyecto de ley, que ya fue sancionado, por el
cual se evitan los famosos profesionales de los concursos, exigiendo que cada uno de los
magistrados designados tenga que pasar un tiempo prudencial en el cargo. Y eso lo detectan
los legisladores justamente por ver lo que sucede en el organismo.
Lo demás es como todo, opinable y está dentro de esta invitación que le hicimos.
Sr. Bunge Campos. – Quiero hacer una pequeña aclaración.
Con respecto al tema de que los representantes sean de los órganos y no los
legisladores, eso también evitaría una objeción de carácter constitucional que es que nadie
puede ser miembro de dos poderes al mismo tiempo. El Consejo de la Magistratura es un
órgano del Poder Judicial. Entonces, la forma de evitar esa objeción que se puede plantear es
decir que son representantes y no legisladores en actividad.
- No se alcanzan a percibir las palabras pronunciadas por la señora
senadora Montero fuera del alcance del micrófono.
Sr. Bunge Campos. – Creo que hay dos situaciones que hay que tener en cuenta. Por un lado,
que la Presidencia del Consejo en carácter simbólico, aparte del presidente de la Corte, ayuda
a prestigiar a ese organismo.
Recuerdo que el Consejo de la Magistratura de Italia, que probablemente sea el más
prestigioso del mundo, está presidido por el jefe de Estado. Pero también es una presidencia
simbólica, no tiene voto.
Creo que el problema sigue siendo el diseño en materia administrativa. Si las
competencias administrativas del Consejo y de la Corte no quedan claramente delimitadas a
satisfacción de ambos… Este problema se resolvería fácilmente. Creo que es necesario que la
Corte y el Consejo trabajen juntos. Esto es obvio. Porque el Poder Judicial de la Nación tiene
una cabeza jurisdiccional que es la Corte.
Sr. Presidente. – Si hay alguien que prestigia, efectivamente es la Corte y, más aún, la
presidenta. Imaginémonos proponiendo la Presidencia del Consejo de la Magistratura en
cabeza de la presidenta de los argentinos. ¿Qué nos dirían? Si ahora nos dicen que con cinco
somos mayoría…
Sr. Bunge Campos. – Recordemos que en Italia el jefe de Estado y el jefe de gobierno son
dos personas distintas.
Sr. Presidente. – Claro, y no ejercen poderes en forma conjunta.
Doctor: muchísimas gracias, es usted muy amable.
Invitamos ahora a hacer uso de la palabra al doctor Eugenio Cozzi, presidente del
Colegio de Abogados de la Capital Federal.
Desde ya agradecemos la deferencia de habernos visitado.
Sr. Cozzi. – Muchas gracias, senador Fernández.
Gracias a la comisión, obviamente, por invitar al Colegio Público. Para mí también es
un honor estar en esta casa. Y por eso les doy las gracias.
El Colegio en su momento, cuando se empezó a gestar la modificación de la actual
composición del Consejo, hizo su propio proyecto de ley, del que ustedes habrán tomado
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conocimiento, por lo cual en principio no voy a hablar de su contenido. Quiero destacar que el
que fue el Colegio Público, que actualmente tiene un planteo de inconstitucionalidad en la
Corte, en el cual el anterior presidente, el doctor Jorge Rizzo, se adhirió al Colegio porque era
una acción que había iniciado en principio el doctor Monner Sans.
En esa situación de tratar de modificar el Consejo, nos convocamos e hicimos o
estuvimos trabajando en este proyecto. Y si bien no había acuerdos del todo,
fundamentalmente con respecto a la integración o de la reincorporación de un miembro de la
Corte a la composición del Consejo, creímos que en orden a la composición de posturas que
habían en ese entonces y de acuerdo a cómo quedó en definitiva reflejada la sanción que dio
la Cámara de Diputados, era conveniente incorporar a un miembro de la Corte; pero no sólo
eso, sino también aumentar el número de jueces. Lo llevamos a cuatro. Cuatro representantes
de los abogados o de la matrícula federal, justamente para ser coherente con la posición que
había adoptado el Colegio en el planteo de inconstitucional. Un representante por el Poder
Ejecutivo y un representante del ámbito académico y los seis representantes del Poder
Legislativo.
Con respecto al tema del miembro de la Corte, entendíamos que no era conveniente
que sea el presidente de la Corte. Sí incorporarlo, más allá de la posición que algunos
teníamos, que creíamos que la Corte no es un Tribunal de instancia, pero consideramos
importante su incorporación. Pero no que sea el presidente de la Corte, sino que el presidente
del Consejo sea rotativo, que todos tengan de alguna forma la posibilidad de ser cabeza de ese
órgano. ¿Por qué esto? Porque habíamos tenido la experiencia en su momento de una acción
judicial que había iniciado el Consejo contra la Corte por el problema de unos fondos y daba
la casualidad o la paradoja que el presidente de la Corte era a su vez presidente del Consejo; o
sea, estaba representando a las instituciones o a los dos organismos. Por eso desde esa
perspectiva entendíamos que no era conveniente que sea presidente de la Corte. Y aparte —
justamente hablando de la horizontalidad— nos parecía conveniente cualquier miembro en
igualdad de condiciones, porque yo no puedo admitir ser consejero de la Magistratura de la
Nación por parte del estamento —llamémoslo así— o del sector de los abogados y estar en
inferioridad de condiciones por un miembro —por más que sea sumamente respetable—de la
Corte. En ese órgano somos pares. Entonces, desde esa perspectiva obviamente no podemos
aceptar que sea presidente o lo presida exclusivamente y por eso entendíamos la rotación.
El otro tema importante era la composición de las comisiones. Entendíamos que las
comisiones debían ser integradas por todos los miembros, no solamente de la manera en que
está distribuida actualmente; aunque sí en el tema de la Comisión de Selección entendíamos
que no correspondía que sea parte de esa selección el Senado, por esto que se dijo acá de la
composición de los dos poderes. En orden a ello, también hacíamos mucho hincapié en que
debían ser representantes, tanto del Senado como del Poder Ejecutivo, por esto —que también
se dijo aquí y con lo cual coincidimos— que era la dedicación full time, que requería la tarea
de consejeros, que obviamente hay un límite temporal, físico y mental que obviamente es
muy difícil y creemos que de alguna forma atenta —por así decirlo— contra la agilidad del
propio funcionamiento del órgano.
También hicimos mucho hincapié en la duración de los pedidos de juicio político.
Creemos que esto efectivamente atenta contra la independencia. El tener pendiente un
expediente disciplinario, sobre todo pendiente la cuestión de su permanencia en el cargo,
obviamente creemos que es una espada de Damocles, que debe solucionarse rápidamente en
función, no sólo del propio magistrado, sino también del funcionamiento del órgano y para la
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sociedad en general, que es la que en definitiva se somete al Poder Judicial y a las decisiones
que se toman en dicho ámbito.
En líneas generales, tenemos coincidencias con lo que dijo el doctor Szmukler, pero
también con lo que dijo el doctor Bunge Campos. El tema de la duración de los concursos,
creemos que se han impuestos términos temporales, o sea, plazos para resolverlo, pero en la
práctica se da la paradoja de que terminan durando, como en algunos casos, hasta cuatro años,
con lo cual creemos que eso tampoco ayuda para nada a tener mejores jueces y un Poder
Judicial realmente independiente.
En líneas generales, tenemos estas coincidencias. Si ustedes tienen alguna pregunta en
particular, me pongo a disposición, porque creemos que los ejes fundamentales de nuestro
proyecto radicaba en esto: en la representación, en la incorporación de un miembro de la
Corte —que no es el presidente—, y la elegibilidad por única vez de los miembros
consejeros, que pudiesen de alguna forma poder ser reelegidos, porque creíamos que tampoco
desde ese punto de vista no había impedimentos.
Sr. Presidente. — Si no hay preguntas, le agradecemos la presencia al doctor.
Yo tengo dos pedidos que han ingresado a la Comisión, que tienen que ver con el seno
de discusión que estamos teniendo. Uno que es lógicamente alguien que pretende que, ya que
vamos a modificar el Consejo de la Magistratura, se tenga en cuenta la representación obrera.
En esta idea muy plural y participativa que estamos teniendo, obviamente Julio Piumato pidió
ser escuchado. Como así también, el ministro de Justicia, el doctor Julio Alak. Ellos van a ser
invitados para la próxima reunión del seno de esta Comisión a convocarse juntamente con la
de Electores del Mercosur y, si se reúne el quórum reglamentario el martes próximo, cuando
sea convocada la reunión, y terminadas las dos invitaciones que se van a formular en el día de
la fecha, someteríamos el dictamen a la firma.
En la nota anterior, hice saber a los distintos integrantes que me hagan llegar posibles
invitaciones. Como ninguno me ha hecho llegar alguna invitación, con lo cual, con Julio Alak
terminaría la jornada de invitados a exponer en el seno de la Comisión.
Tiene la palabra el señor senador Sanz.
Sr. Sanz. — Sin perjuicio de aceptar esa agenda, quiero transmitirle en nombre del bloque de
la Unión Cívica Radical que, habiéndose abierto esta discusión, estamos habilitados para
tratar de encontrar las firmas necesarias de una mayoría para un dictamen que desde ya
adelanto es la sanción de Diputados. Con lo cual, quería poner en conocimiento suyo y de los
demás miembros de la Comisión, aunque hoy no seamos tantos, que para el martes que viene,
más allá de los invitados, nosotros vamos a trabajar para tratar de conseguir las firmas del
dictamen.
Sr. Presidente. — Está claro.
El martes que viene van a estar invitados los doctores Julio Piumato y Julio Alak. Si la
Comisión reúne quórum reglamentario, y conforme a lo que expresamente dice el reglamento,
habilitaremos el tema de la firma del dictamen.
El horario de la reunión lo vamos a fijar después de hablar con Sonia Escudero,
porque es un plenario. Yo estimo que podemos empezar a las 16 o 17 horas.
Queda levantada la sesión.
— Es la hora 20.45.
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