DESARROLLO DEL CONCEPTO DE SÍ MISMO O EL YO La adolescencia es un periodo en el que el individuo trata de llegar a un contacto consigo mismo y con su medio ambiente. Es una época de desarrollo de un conjunto de conceptos del yo cuya confirmación e integración será crucial para determinar la conducta personal y social del adolescente, así como su estatus futuro como individuo funcionalmente maduro. Por lo general, la mayoría de los adolescentes encuentran que es una tarea difícil desarrollar un grupo integrado de conceptos del yo, adaptados a la realidad, aun cuando algunos factores ambientales propicios pudieron facilitar las cosas a ciertas clases de individuos . Cierto número de factores confirman esa dificultad. Entre éstos se encuentran las condiciones de la confianza en sí mismo del individuo, su autoestima, hábitos nerviosos, y molestias psicosomáticas, la tendencia a la agresión o a la huida, y la conducta de afiliación con los compañero en contra de otras personas. Ciertas áreas del medio ambiente se convierten en campos de prueba para el desarrollo de concepto del yo. Durante la adolescencia los problemas que surgen tienden a acumularse alrededor de ella. Entre éstas se cuentan las áreas de la conducta y relaciones con los compañeros, las relaciones heterosexuales , el yo físico, la emancipación de la autoridad adulta , la percepción del rol y la inducción del mismo, la elección vocacional, el aprendizaje y la experiencia académica, la aceptación del yo, y el desarrollo y evaluación de los valores. La época más difícil para resolver los problemas que plantea la formulación final del concepto del yo parece encontrarse entre los 14 y 18 años, aunque hay variaciones individuales. Después de los 18 años la dificultad comienza a disminuir gradualmente, hasta que se alcanza la estabilidad de la percepción del yo que en la mayoría de las personas ocurre durante la tercera década de la vida o a comienzos de la cuarta. LA IMPORTANCIA DE LOS CONCEPTOS DEL YO La única realidad que el ser humano posee es su yo, y eso no deja de ser curioso porque de todos sus atributos éste es el menos tangible y el más amorfo. De hecho, el yo representa una dualidad que mira tanto hacia el exterior como al interior. Es el mediador que presenta, interpreta, y explica el ambiente exterior tal como existe en cualquier momento y como puede hipotetizarse en el pasado y en el futuro; es un mediador del interior físico del individuo. A partir del nacimiento, el organismo humano emprende la larga tarea del desarrollo, que consiste en construir un conjunto de identidades con las cuales puede interpretar y enfrentarse no sólo a su ambiente social y físico, sino también a sí mismo como un organismo físico en funcionamiento. Este es un proceso gradual que ocurre durante un largo tiempo, y en realidad, nunca termina durante la vida de una persona, aunque en sus etapas formativas las primeras dos décadas de la vida son las más decisivas y están llenas de acción. Durante estos años las identidades no sólo son hipotetizadas, sino que están relacionadas con el mundo circundante de personas y objetos. Las identidades hipotetizadas han de comprobarse en la realidad, y se les debe modificar y cambiar cuando el mundo real demuestre que sean inapropiadas o mal concebidas. Durante este periodo los sucesos representados por personas, objetos y acontecimientos , deben comprenderse e integrarse con las experiencias pasadas de los individuos. La cultura se asimila en la forma de organización simbólica que conduce a patrones de adaptación integrados hasta el punto que permitan a) independencia; b) un conjunto de identidades propias; c) conceptualizaciones de una dirección para el futuro; d) arrogación de responsabilidad para el yo y para otros; como el vértice del proceso, e) la consecución de la capacidad para el amor desinteresado. No es una exageración decir que el proceso de construcción del yo y de la identidad es la principal tarea del desarrollo en el área psíquica o afectivo cognoscitiva del organismo humano. En menor grado también es una labor importante del desarrollo en el dominio físico fisiológico. Mediante este proceso el organismo realiza su naturaleza humana a medida que obtiene un mediador entre si mismo y su medio ambiente. En opinión del autor de esta obra, la tarea de construir, reconstruir, revisar, y , por último, integrar un conjunto de conceptos del yo que tenga un individuo influyen en toda su conducta. Son producto tanto de la emociones como del intelecto. La indudable capacidad del ser humano, al menos hasta cierto grado, para mejorar en la habilidades de resolución de problemas y otras habilidades cognoscitivas durante las décadas iniciales y medias de su existencia, siempre tienen el freno de las emociones funcionalmente más primitivas. LA DEFINICION DEL YO Para explicar el yo es preferible rechazar las definiciones que lo conciben como una entidad existente en forma de componente tangible o intangible del organismo, y más particularmente como una entidad con una existencia independiente del organismo. El yo representa la continua organización y reorganización afectivo - cognoscitiva de las experiencia del presente, y del pronóstico del futuro. Es, como Nixon (1962) observa: “El símbolo de la persona para su propia organización” R.N. Harris (1971), se refiere al yo como: El principio activo, organizador, que constituye el sistema de coordenadas, cuadro de referencia o contexto, de donde todos los datos aislados y fragmentos de experiencia derivan su significado. Además, es lo que caracteriza a la persona, su espíritu profundo con el cual la recepción de influencia externas se combinan con el único de la vida. Gordon (1969) entienden el concepto del yo como: “La estructura de significados de autorreferencia asequibles a los procesos interpretativos conscientes de un individuo”. En realidad, como Horrocks y Jackson (1972), y Lifton (1971) señalan, el yo se concibe mejor como un proceso. Horrocks y Jackson (1972) observan lo siguiente: El yo es un proceso mediante el cual el organismo infiere y forma conceptos del yo, los cuales , en conjunto, representan la interpretación y el significado que tiene el organismo de sí mismo. En esta relación, el organismo es la entidad, y el yo es el proceso que elabora representaciones de su propia identidad y de sus actividades mentales y conductuales relacionadas. Operacionalmente, definir o describir al propio yo es un producto del aprendizaje en continua elaboración estructurado en forma de elementos emocionales y cognoscitivos ínter actuantes. Por lo tanto el yo constituye el medio por el cual el organismo está consciente de y se entiende a si mismo como un ser corporativo con una historia pasada y un futuro probable o posible. AUTO ESTIMACION Al haber construido un concepto de sí mismo y formado una identidad a partir de él, surgen la pregunta relacionada con la estimación, con la cual el adolescente se ve entonces a sí mismo. ¿Qué valor le confiere entonces al yo que percibe? Muchas de las decisiones que deben tomar se basan en su evaluación de sí mismo y en su identidad hipotetizada. Ha de hacer una elección vocacional o de estudios, y debe decidir si es lo suficientemente capaz de haber o necesario a fin de tener éxito en una ocupación dad. Tiene que decidir si posee la habilidad para participar en diversas actividades sociales o atléticas. En el campo heterosexual ¿Es lo bastante atractivo para llamar la atención y tener éxito ante el sexo opuesto? ¿Es un buen hijo? ¿es el tipo de persona que les resulta simpática a otra? ¿Tendrá éxito en el matrimonio? ¿ Será un padre? ¿Cree tener e coraje, moral o físico, para defender sus convicciones y desempeñar aquellas tareas y papeles que se les han asignado? ¿Es un cobarde? ¿Tiene resistencia? ¿Se puede ver a sí mismo como un líder? Los orígenes y el desarrollo subsecuente de la auto estimación son en gran parte una interacción entre la personalidad de un individuo y sus experiencias sociales. De la misma forma, como U’Ren(1971) observa, las conductas sociales resultantes de la auto estimación tiene influencia sobre el desarrollo de la personalidad y la efectividad social. El comportamiento de un individuo en situaciones se correlaciona por lo menos hasta cierto punto con un nivel de auto estimación . Por ejemplo. Mossman y Ziller (1968) sostienen que la auto estimación es el componente del sistema del yo de un individuo más estrechamente asociado con su consistencia de auto respuesta. Ziller et al. (1969) agregan que la aceptación de sí mismo y la aceptación social están muy combinadas. Los estudiantes de investigación han demostrado que el nivel de auto estimación es de paticular importancia para determinar las receptividad de un individuo hacia otras personas. Walster (1965) ha informado que la auto estimación tiene influencia sobre la receptividad de una persona al afecto de otra, y observa que un sujeto momentáneamente bajo en autoestimación es más propenso a tener simpatía por alguien que lo acepta y le proporciona afecto de lo que sería alguien con auto estimación alta. Por otra parte, Jacos et al. (1971) informan que las personas de auto estimación baja, a menudo experimentan dificultades para reconocer acercamientos afectuosos o de aceptación, incluso cuando se les ofrecen. Una persona convencida se su propia falta de mérito espera la convalidación social de su propia visión adversa de sí misma, y tiene a interpretar la conducta de otros seres humanos de acuerdo con sus propias expectativas. ESTILOS DE CRIANZA Aunque los adolescentes son diferentes de los niños , la crianza democrática parece sentarles mejor (Baumrid, 1991). Los padres democráticos insisten en la importancia de las reglas, las normas y los valores, pero están dispuestos a escuchar, explicar y negociar; estimulan a los adolescentes a formar sus propias opiniones (Lamborn, Mounts, Steinberg y Dornbusch, 1991) y ejercen control apropiado sobre la conducta de los hijos, pero no sobre el sentido de sí de los hijos (Steinberg y Darling, 1994). Demasiado estricta, la crianza autoritaria puede ser especialmente contra producente cuando los hijos entran e la adolescencia y sienten la necesidad de ser tratados como adultos. Cuando los padres no se ajustan a esta necesidad, sus hijos pueden rechazar la influencia paterna y buscar el apoyo de los pares y la aprobación a todo costo. Entre 1,771 estudiantes de clase media, predominantemente blancos, de sexo y séptimo grados, aquellos que veían a sus padres como personas que les daban poca oportunidad para participar en las decisiones que los afectaban estaban dispuestos a hacer casi cualquier cosa para ganar popularidad entre los pares, aunque esto significara romper las reglas familiares, olvidar el trabajo escolar y su propia capacidad. Esto no ocurría entre los estudiantes cuyos padres simplemente siguen sus actividades. En apariencia es la afirmación de poder la que provoca reacciones negativas, no la supervisión adecuada (Fuligni y Ecles, 1993). Los padres que se desilusionan por el comportamiento de los adolescentes son más efectivos para motivarlos a comportarse con responsabilidad que los padres que los castigan con dureza (Krevans y Gibbs, 1996). La crianza democrática puede ayudar a los jóvenes a interiorizar normas que los protegen contra las influencias negativas de los pares y los abren hacia otras positivas. En un estudio realizado entre 500 estudiantes de noveno a undécimo grados, aquellos cuyos amigos cercanos eran consumidores de droga tendían a autorreportar incremento de su propio consumo de drogas, lo cual ocurría menos en aquellos que tenían una imagen muy democrática de sus padres. Los adolescentes cuyos amigos cercanos eran buenos estudiantes tendían a mejorar sus calificaciones, pero eso no era menos cierto en los estudiantes cuyos padres no eran democráticos (Mounts y Steinberg, 1995). EFECTOS DEL MODO DE VIDA DE LOS PADRES En la actualidad muchos adolescentes viven en familias muy diferentes de las de hace unas pocas décadas. La mayoría de las madres, trabajan fuera del hogar y los adolescentes con frecuencia se cuidan a sí mismos después de salir de la escuela. Muchos jóvenes viven con padres solteros; otros bien con padrastros. Muchas familias pueden enfrentar estrés económicos severo. ¿Cómo afecta la situación de estas familias a los adolescentes? Aquí puede entrar en juegos una combinación de factores: por ejemplo, el impacto del empleo de la madre puede depender de si los dos padres o sólo uno viven en el hogar. Con frecuencia, una madre soltera debe trabajar para evitar el desastre económico; cómo afecta sus trabajo al hijo adolescente puede depender de cuanto tiempo y energía ha dejado de dedicarle y qué clase de modelos de papel provee. A sus vez estos factores pueden estar influenciados por otros: qué clase de trabajo tiene, cuántas horas trabaja, cuánto gana y qué tanta satisfacción le produce su trabajo (B.L. Barber y Eccles, 1992). Ejemplo de los padres La mayoría de las investigaciones acerca de cómo afecta el trabajo de los padres a los adolescente se centra en el empleo de las madres. Algunas investigaciones han encontrado que los hijos adolescentes de madres que trabajan tienden a estar mejor adaptadas socialmente que otros adolescente, se sienten mejor consigo mismo, tienen mayor sentido de pertenencia y se llevan mejor con la familias y los amigos. En el lado negativo, tienden a dedicar menos tiempo a los quehaceres domésticos y a la lectura, y más tiempo a ver televisión(Gold y Andres, 1978; Milne, Myers, Rosenthal y Ginsburg, 1996). A los adolescentes quizás les guste sentirse más libres para dirigir sus propias actividades cuando sus madres están fuera de casa; sin embargo, son más susceptibles a la presión de los pares cuando tienen menos supervisión. Una encuesta realizada entre 3,993 estudiantes de noveno grado en seis distritos escolares del sudeste de California, quienes provenían de una amplia gama de contextos socioeconómicos y étnicos, halló que los estudiantes que no eran supervisados después de salir de la escuela tendían a fumar, beber, consumir marihuana o involucrarse en otros comportamientos de riesgo, a deprimirse y a obtener bajas calificaciones. Cuando los padres saben dónde están sus hijos, la falta de supervisión en sí misma no incrementa significativamente el riesgo de problemas, pero los riesgos aumentan cuando el seguimiento de los padres es menos consistente y cuando los jóvenes están sin supervisión muchas más horas. La falta de supervisión parece tener mayores efectos sobre las mueres, que además son menos propensas que los jóvenes a tener problemas (Richardson, Radziszewska, Dent y Flay, 1993). Cuando los padres se sienten abrumados por el trabajo, los conflicto con los hijos tienden a incrementarse. Las madres que se sienten sobrecargadas de trabajo tienden a brindar menos cariño y aceptación ; con frecuencia, sus hijos presentan problemas de comportamiento (Galambos, Sears, Almeida y Kolaric, 1995). Cuando las madres están estresadas, las tensiones entre adolescentes y padres también se incrementan (Almeida y McDonad, 1998). En los años de 1950, 1960 y 1970, cuando la mayoría de las madres que podían darse el lujo de permanecer en el hogar la hacían, los hijos adolescentes de las que trabajaban mantenían actitudes menos estereotipadas hacia los papeles femeninos que los hijos de las madres que permanecían en el hogar. Las hijas de mujeres empleadas tenían más aspiraciones respecto a sus carreras y menos estereotipos de género para seleccionarlas, eran más sociales, obtenían puntajes altos en varias mediciones académicas y parecían mejor adaptadas a las mediciones sociales y de personalidad (L.W. Hoffman, 1979). En la actualidad, la condición laboral de la madre parece ser sólo uno de los muchos factores que determinan las actitudes de los adolescentes hacia los papeles femeninos (Galambs, Petersen y Lenez, 1988). De hecho, el empleo materno en sí mismo no parece afectar mucho a los adolescente, pues sus efectos están filtrados por otros factores, como calidez en la relación (Galambos et al., 1995) y satisfacción dela mujer con su dos papeles. Los hijos adolescentes de madres que trabajan tienden a tener actitudes más flexibles hacia los papeles de género cuando tienen relaciones cálidas con sus madres; las hijas adolescentes muestran actitudes no estereotipadas cuando sus madres son felices con sus papeles (Galambos et al., 1988). Sorprendentemente, la más fuerte tipificación de género ocurre en familias cuyas madres son empleadas de tiempo completo. Las divisiones de género puede ser más igualitarias durante las semana, cuando cada uno está ocupado en el trabajo o en la escuela. En los fines de semana ( la mujeres con sus madres) hacen la mayor parte de trabajo doméstico y cuidan de los hermanos menores(Crouter y Maguire, 1998). Estructura familiar. Crecer en un hogar con los dos padres es una ventaja durante la niñez y continúa siéndolo durante la adolescencia, por lo menos para evitar comportamiento de riesgo. El análisis de datos de aproximadamente 22 mil jóvenes entre 12 y 17 años, realizado por la National Household Survey of Drug Abuse (1991, 1992 y 1993) reveló que los adolescentes que viven con los dos padres biológicos o adoptivos tienen menos probabilidad de consumir alcohol, cigarrillos o drogas ilícitas, o desarrollar problemas asociados al consumo de esas sustancias que los que viven en otra estructura familiar (R. A. Johnson, Hoffmann y Gerstein, 1996). No obstante, la crianza con padres divorciados o solteros no necesariamente genera problemas a los adolescentes. En verdad, una revisión de la literatura indica que pueden haber sido exagerados algunos delos efectos nocivos de vivir en un “hogar desintegrado” (B. L. Barber y Eccles, 1992). Por ejemplo, varios estudios han encontrado que los hijos de divorciados se desempeñan peor en la escuela que los hijos de familias biparentales. En la adolescencia, sin embargo, la diferencias son generalmente menores y pueden no existir cuando se mantienen constantes factores como la condición socioeconómica y el grado de conflicto paterno. De manera semejante los hallazgos de baja autoestima y las diferencias en la actitud hacia los papeles de género son pequeñas, incoherentes o no concluyentes. Además, como muchos de estos estudios son transversales , no muestran los cambios ocurridos en el mismo joven antes y después del divorcio. Al evaluar los efectos del divorcio y la crianza de solteros, se necesita tener en cuenta circunstancias particulares. Algunas veces el divorcio puede mejorar la situación al reducir la cantidad de conflicto en el hogar . Y aunque los efectos inmediatos de un rompimiento matrimonial pueden ser traumáticos, a largo plazo algunos adolescentes pueden beneficiarse de hacer aprendido nuevas habilidades para enfrentar problemas, las cuales os tornan más competentes e independientes (b. L. Berber y Eccles, 1992). El apoyo paterno puede ser más importante que la estructura familiar. En un estudio realizado entre 254 jóvenes afroamericanos urbanos, aquellos que vivían con una madre soltera no tenían más probabilidad de consumir alcohol o drogas, convertirse en delincuente, desertar de la escuela o tener problemas psicológicos que quienes vivían en hogares de familias extensas, recompuestas o biparentales. La única diferencia observada fue positiva: los hijos que viven e hogares de madres solteras reciben más amor de la madre que cualquier otro joven. Pueden ser que madres como la de Jackie Robinsn proporcionen apoyo para compensar la ausencia de los padres. No obstante, muchos papás también continúan involucrados en las vidas de los hijos, participación que fue relacionada con resultados positivos (M. A. Zimmerman, Salem y Maton, 1995). Los adolescentes descubren que es muy difícil ajustarse al nuevo matrimonio de uno de los padres. En un estudio, los hijos entre 9 y 12 años de edad de familias recompuestas eran menos componentes social y escolarmente que los niños de familias no divorciadas; así mismo, tendían a ser disruptivos o deprimidos y reservados. Dos años después, mostraron poca mejoría (Hetherington y Clingempeel, 1992). Estrés económico Uno de los problemas importantes en muchas familias monoparentales es el estrés económicos. La pobreza puede complicar las relaciones familiares y perjudicar el desarrollo de los niños debido a su impacto en el estado emocional de los padres. Los adolescentes también puede experimentar los efectos indirectos de las dificultades económicas . Un estudio observó madres solteras afroamericanas de niños de séptimo y octavo grado de una ciudad de medio oeste que experimentaban muchos despidos en las fábricas. Las madres desempleadas, en especial aquellas que carecían de ayuda externa, tendían a deprimirse, percibían negativamente su papel maternal y castigaban a los hijos. Los jóvenes que veían deteriorarse sus relaciones con las madres tendían a deprimirse y a tener dificultad en la escuela (McLoyd, Jayaratne, Ceballo y Bohórquez, 1994). Por supuesto, el estrés económico también puede afectar las familias biparentales. Entre 378 familias blancas intactas de un área rural d Iowa económicamente venida amenos, empeoraron los conflictos financieros entre padres y adolescentes por la depresión paterna y el conflicto matrimonial. Los padres que disputaban entre sí y con sus hijos por dinero tendían a ser hostiles y coercitivos, lo cual incrementó el riesgo de problemas ene l comportamiento de los adolescente (R. C. Conger, Ge, Elder, Lorenz y Simons, 1994). Por otra parte, muchos adolescentes nacidos en familias afectadas por el estrés económico, como la de Jackie Robinson, se benefician del capital social acumulado (r y el apoyo de los parientes y la comunidad. El 51% de las familias urbanas pobres, en las que los adolescentes vivían con sus madres, abuelas o tías, las mujeres que tenían fuertes redes de parentesco tendían a ser psicológicamente saludables; lo mismo ocurría a los jóvenes . Cuanto más apoyo social recibía la mujer, mayor era la autoestima y aceptación de sus hijos. Las mujeres que tenían apoyo fuerte ejercían control más firma y un seguimiento más cercano, pero garantizaban la autonomía apropiada. Los adolescentes que estaban a sus cargo confiaban más en sí mismo y tenían pocos problemas de comportamiento (R. D. Taylor y Roberts,1995)